Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La diversidad social
Las sociedades actuales están formadas por individuos con distintos rasgos. Son poblaciones con
una gran diversidad de realidades personales y colectivas: de edad, de origen cultural o geográfico,
de sexo, de género, de identidad y orientación sexual, de estatus socioeconómico, etc.
Por razón de sus particularidades físicas, psicológicas, socioafectivas, económicas o de otro tipo,
algunas personas pueden tener dificultades para acceder a ciertos espacios y desarrollar
determinadas actividades. Estas dificultades pueden derivar de:
Si las dificultades persisten en el tiempo se origina una situación de desventaja que puede tener
como consecuencia una participación incompleta de la persona en la sociedad que la rodea y
ocasionar la exclusión social de la persona.
Esta falta de participación puede afectar a determinados aspectos de la vida social, económica o
cultural de la persona: acceso al mercado laboral, a los sistemas de salud, a la educación, etc. O
puede ser total y conllevar la marginación:
• Por falta de procedimientos para garantizar todos los derechos de la persona y su ejercicio.
• Por prácticas explícitas de discriminación. En ocasiones, existen normativas, reglamentos o
leyes que vehiculan la discriminación.
La exclusión afecta muy negativamente a la persona o colectivo que la sufre y también al conjunto
de la sociedad, ya que la fragmenta. Intervenir en contextos de vulnerabilidad poniendo las medidas
oportunas para paliar los déficits derivados de una situación de desventaja modifica el proceso de
exclusión y contribuye a la consecución de una sociedad cohesionada.
La variedad de las problemáticas es muy amplia, por lo que también lo serán los planes de
intervención. En muchos casos, además, pueden concurrir diversos elementos que conviertan a una
persona en vulnerable. Por ejemplo, una madre soltera con discapacidad auditiva o una persona
migrante en situación administrativa irregular en situación de pobreza extrema.
Cada intervención será distinta y tendrá que tomar en consideración la problemática concreta de la
persona o del colectivo al que pretende atender. Entre los grupos vulnerables destacan
especialmente:
• Personas en situación de pobreza. Es decir, que carezcan de recursos que les impidan
satisfacer las necesidades básicas. Pueden no tener acceso a prestaciones económicas,
percibir una renta mínima o cobrar un sueldo que no cubra todos los gastos básicos e
imprescindibles.
• Personas con discapacidad, sensorial, física o intelectual.
• Personas mayores.
• Personas en situación de dependencia. En muchos casos, estas personas presentarán también
alguna discapacidad o serán mayores.
• Población inmigrante. La vulnerabilidad se acentúa si la situación administrativa es
irregular.
• Personas víctimas de violencia.
• Minorías étnicas o culturales, como la población gitana.
• Personas con problemas de adicción, a sustancias tóxicas, alcohol o juegos y apuestas. Estas
personas pueden encontrarse en procesos de rehabilitación o de reinserción social.
• Población reclusa o exreclusa.
• Menores y jóvenes de hasta 30 años procedentes de instituciones de protección de menores.
Es necesario, en primer lugar, conocer dichos grupos, lo que a menudo puede no ser sencillo por la
invisibilidad a la que muchas personas en situaciones de vulnerabilidad están sometidas.
A partir del conocimiento de todos los colectivos que integran la sociedad, será posible emprender
un proceso de gestión de la diversidad hasta llegar a un modelo inclusivo de sociedad.
Esto supone transformar los planteamientos, valorando a todas y cada una de las personas,
sus capacidades y potencialidades y prever todos los recursos, modificaciones y ajustes
necesarios para hacer posible la práctica de todas ellas.
Por tanto:
Barreras
A menudo, las circunstancias concurren e interactúan, por lo que las barreras que aparecen para la
inclusión no son simples y suelen requerir intervenir de forma diversa sobre distintos factores
externos a la vez.
Condicionantes familiares
La familia, o incluso las amistades, pueden de- salentar la participación en ámbitos inclusivos.
Los motivos son múltiples, desde desconocimiento de las oportunidades a miedo a que la persona
pueda sufrir algún daño, físico o fruto del rechazo social, pasando por la falta de recursos para
apoyar la participación, entre otros.
Condicionantes sociales
A pesar de los progresivos avances sociales a favor de los derechos de todas las personas, muchos
colectivos siguen teniendo una presencia nula o muy baja en muchos ámbitos.
Más allá de las dificultades objetivas, esa realidad es fruto, en parte, de la pervivencia de prejuicios
y tópicos falsos. Por ejemplo, sostener que el objetivo del deporte es ganar relega a las personas con
menores habilidades o afirmar que los puestos de decisión deben reservarse para personas jóvenes
excluye a las personas mayores, desaprovechando su experiencia.
Condicionantes institucionales
Actualmente, las condiciones y oportunidades no son las mismas para toda la población. Incluso
dentro de un mismo colectivo, las realidades frecuentemente son distintas para quienes viven en
núcleos urbanos o en zonas alejadas, donde los programas, ofertas e intervenciones públicas son
escasas o nulas.
A esto se suma la falta de formación de los y las profesionales responsables de las actividades
educativas, deportivas, recreativas, etc., que, por desconocimiento o hasta por miedo, pueden
mostrar reparos e incluso oposición a situaciones inclusivas.
A pesar de ello, muchas personas con movilidad reducida o discapacidad siguen teniendo problemas
porque sigue habiendo barreras arquitectónicas o la señalética no es inclusiva.