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Principios Regulares del Derecho Penal

Cualquiera que sea la función que se le asigne al derecho penal, en un Estado Democrático de
Derecho, debe admitirse una serie de principios que impongan límites al ejercicio de la
potestad punitiva. La vigencia de estos límites le otorgan a este modelo de Estado la
legitimación para recurrir a su facultad punitiva. Dicho de otro modo, el Estado de Derecho
impone ajustar su ius puniendi a los principios garantistas de Legalidad, Reserva y Culpabilidad,
entre otros, es decir, aquellos que posibilitan un sistema punitivo más racional, más justo sin
arbitrariedades, respetuoso, en definitiva, de los derechos y libertades fundamentales de los
individuos.

El principio de legalidad:

En nuestro sistema jurídico positivo se halla consagrado en el art. 18 de la CN., en el párrafo


que dice: “Ningún habitante de la nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley
anterior al hecho del proceso…”. Cabe hacer una precisión respecto de la redacción
constitucional que pareciera consagran el debido proceso legal más que el principio de
legalidad, ya que hacer referencia a la exigencia legal procesal en que debe fundarse el juicio
previo más que a la necesidad de la preexistencia de la tipificación legal de la conducta
considerada como delictiva. Sin embargo, como señala Zaffaroni, más allá de la duda
dogmática de su ubicación, no puede negarse su jerarquía constitucional, sea por provenir del
citado art. 18 o colmo una ineludible consecuencia del principio republicano de gobierno (art.
1° CN.) y del principio de Reserva Legal (art.19 CN.).

El sentido de este principio se dirige a la consagración de la irretroactividad de la ley penal más


gravosa, es decir, a la prohibición de leyes ex post facte- posteriores a la comisión del hecho-
que perjudiquen la situación del imputado. Este en el aspecto del principio que se enuncia con
la máxima nulla poena sine lege previa.

Consecuentemente, también es consustancial al principio la prohibición de la integración


analógica, consuetudinaria, jurisprudencial, doctrinaria, etc. De la ley penal en perjuicio del
imputado. Este último, descrito con el nulla poena sine lege scripta, supone consagrar como
única fuente positiva del derecho penal a la ley en sentido sustancial y formal- o sea, la norma
escrita dictada por el órgano facultado por la constitución para legislar conforme el
procedimiento establecido- y renunciar a la creación judicial de delitos o formularlos aplicando
cualquier procedimiento intelectual deductivo a partir de los principios generales del derecho,
costumbre, doctrina, otras leyes similares, etc.

Este principio obedece a un requerimiento racional de seguridad jurídica, pues un sistema


penal que no permita saber anticipadamente que es lo prohibido y punible solo provocaría
incertidumbre e inseguridad.

Por último, debe aclararse que la legalidad exige que la conducta delictiva y su pena aparezcan
descriptas con la mayor precisión posible. No significa proclamar la necesidad de un
impracticable casuismo legislativo, sino la exigencia de que el dictado de la previsión legal sea
taxativa o certera, impidiendo así todo margen que permita la eventual arbitrariedad judicial.
Es lo que comúnmente se expresa mediante el latinismo nulla poena sine lege scricta.

Principio de Reserva:

El art. 19, párrafo 2° de la CN., expresa: “Ninguna habitante de la Nación será obligado a hacer
lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”. Para la doctrina esta formulación
contiene el llamado principio de Reserva legal, complemento natural del principio de legalidad.
Sin embargo, es preciso señalar que, aunque ambos principios estas indisolublemente ligados,
no se superponen, en tanto difieren sus contenidos y destinatarios.

Así, mientras que el principio de legalidad tiene vigencia en el ámbito del derecho penal, el
principio de reserva se proyecta a todo el ordenamiento jurídico.

Por otra parte, el principio de legalidad significa la irretroactividad de la ley más gravosa para
el reo, en cambio, la reserva legal supone que cualquier disposición que faculte a obligar o de
privar de algo a un individuo necesariamente debe tener origen- directa o indirectamente- en
la ley.

Una última reflexión acerca de la primera parte del art. 19 CN., algún sector de la doctrina
afirma que cuando el constituyente asumió que “las acciones privadas de los hombres, que de
ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero están solo
reservada a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”, solo quiso consagrar un
ámbito de privacidad o intimidad condicionado por la eventual intervención del Estado a
través de la ley. Es decir, que las acciones privadas permanecerían al margen de la coacción
jurídica, hasta tanto el Estado no disponga su regulación. Algunos autores ven, entonces, a la
segunda parte del art. 19 CN, como un límite a la primera parte del mismo artículo
constitucional, cuya operatividad dependería de la decisión de los órganos estatales. En
cambio, otra interpretación constitucional, sin duda mucho más garantizadora sin negar la
interdependencia entra ambas cláusulas del art. 19 CN., sostiene que el verdadero alcance del
párrafo 1° es el de reconocer un ámbito de libertad reservada o privada de los habitantes que
el Estado en ningún caso puede desconocer. En otras palabras, tratándose de las acciones
privadas, o sea las que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a
terceros no podría el Estado interferirlas ni siquiera mediante una ley. En este sentido, y a
diferencia de la anterior doctrina, esta primera parte del art. 19 Cn., actuaría en rigor, como el
limite o freno a la circunstancial pretensión del Estado de penetrar en el ámbito privado del
individuo.

Principio de Culpabilidad:

Este principio es también correlato natural de los anteriores, a tal punto, que un importante
sector de la doctrina sostiene que la vigencia de aquellos de nada serviría sin el pleno
reconocimiento de esto.

Más allá de las distintas acepciones que el termino culpabilidad tiene en el ámbito del derecho
penal, en general, cuando se hacer referencia a la expresión principio de culpabilidad se está
pensando en los diferentes límites al ius puniendi, que tienen en común exigir como
presupuesto de la pena, que justamente puede culparse por el hecho delictivo a quien la va a
sufrir.

En este contexto genérico de culpabilidad se habla del principio de personalidad de las penas,
por el que se reclama que no se haga responsable al individuo por los delitos cometidos por
otros; del principio de responsabilidad por el hecho, por el que se exige la exclusiva punición
de conductas delictivas y no formas de ser o caracteres o personalidades del autor. Esta
exigencia da lugar al llamado “Derecho penal del acto o hecho” – único admisible en un estado
democrático de derecho- opuesto al “derecho penal de autor”. Asimismo, en el marco que se
viene explicando, suele incluirse al principio de dolo o culpa – para algunos la expresión mas
clara del principio de culpabilidad- por lo que se pretende que la imputación penal no sea solo
generada por la producción de un resultado lesivo o realización objetiva de una conducta
delictiva, sino que es preciso, además, que el hecho haya sido querido por el autor (doloso) o
por lo menos podido preverse y evitarse (culposo); por ultimo, debe mencionarse el principio
de atribuibilidad o de culpabilidad en sentido dogmático estricto, que sostiene que para que
pueda considerarse culpable al autor es necesario que se le pueda atribuir el hecho
normalmente a este como producto de una motivación racional que no aparezca afectada por
razones de minoridad, disfunciones psíquicas permanentes o transitorias, estados disculpantes
o desconocimiento normativo inevitable y excusable.

En estrecha vinculación con estas dos ultimas manifestaciones del principio de culpabilidad, es
decir, los postulados de dolo o culpa y atribuibilidad, se deduce otra versión del principio, que
con sana vitalidad se ha ido imponiendo como una expresión ineludible de un derecho penal
racional: el sujeto debe hacer conocido o estado virtualmente en condiciones de conocer lo
prohibido; pues solo asui tendrían sentido los requisitos de dolo o culpa, atribuibilidad y,
fundamentalmente, el principio de legalidad ya que el único significado de la exigencia de la
ley previa es la posibilidad del conocimiento de la prohibición. De este modo se produce la
conexión entre los principios de legalidad, reserva y culpabilidad, que lleva a muchos a asignar
a la culpabilidad rango constitucional como garantía no escrita..

Debe advertirse que algunos autores y jurisprudencia argentinos todavía cuestionan la validez
de la exigencia de conocimiento efectivo o virtual de la norma prohibitiva como condición de la
culpabilidad, apoyándose en argumentos formales y sustanciales. En primer orden, se
menciona el art. 20 del CCyC., que prescribe

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