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A. ANTECEDENTE HISTORICO:
En el Perú la constitución de 1828 (art. 150), recoge por primera vez el principio
de legalidad en forma clara y categórica: “ningún peruano está obligado a hacer
lo que no manda la ley, o impedido de hacer lo que ella no prohíbe”, En el
Proyecto de Código Penal de Manuel Lorenzo de Vidaurre no prevé en forma
explícita el principio de legalidad. En el art. 34 lo contiene implícitamente: “toda
acusación deberá contener la ley que se ha quebrantado”.
B. CONCEPTO:
Se considera que el principio de legalidad es uno de los pilares en los que debe
apoyarse todo país democrático y legal. Los valores de la libertad y seguridad
personal son el fundamento de este principio, por lo que su existencia en las
normas del derecho público internacional y el derecho interno no es más que
ponerlo en primer lugar, su importancia y atractivo en la construcción del
control penal.
La sumisión del derecho penal a la ley, como única fuente creadora de delitos y
penas, se conoce generalmente con el nombre de «principio de legalidad».
Dice Bramont-Arias (2008) que el principio de legalidad consiste en: No admitir
otras infracciones penales ni otras sanciones de tal carácter que las
previamente previstas por la ley, lo que vale tanto como la consagración del
monopolio o monismo de la ley como fuente del Derecho penal. A la ley y nada
más que a la ley se puede acudir cuando se quiere sancionar un hecho que
estimamos susceptible de sanción penal.
C. FUNDAMENTO POLITICO:
D. FUNDAMENTO JURIDICO:
DEBIDO PROCESO
Las grandes declaraciones de principios de los siglos XVIII y XIX sirvieron de base e
informaron a la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre
de 1948, y ello ha posibilitado la progresiva regulación de los derechos públicos
subjetivos, en el plano internacional, europeo y argentino. Así fueron incluidos en el
Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos del 16 de diciembre de 1966,
en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales del 4 de noviembre de 1950 y en la Constitución Argentina
de 1994. Entre los derechos con proyección universal se destaca junto a los derechos
a la vida, a la integridad física, a la libertad, y a la igualdad, entre otros, el derecho a
un juicio justo o a un proceso equitativo, constituido por un conjunto de derechos y
garantías entre los que se encuentra el derecho a un proceso dentro de un plazo
razonable o, en expresión sinónima, sin dilaciones indebidas.