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PRINCIPO DE LEGALIDAD:

El principio de legalidad constituye el pilar básico del derecho penal, basado en


la restricción del estado ius puniendi. De manera similar, este principio está
incorporado en los subprincipios de la ley estatutaria, la ley estricta y la ley
anterior, y estos subprincipios deben existir en todos los delitos y delitos
estipulados en la ley penal. Asimismo, el principio de legalidad limita la
aplicación arbitraria de cualquier sanción penal, porque en todo estado jurídico
constitucional debe irradiar el sistema jurídico general. La aplicación de este
principio se traduce en una seguridad jurídica y una justicia efectivas,
respetando plenamente los derechos básicos de las personas.

El principio de legalidad constituye la principal restricción al poder punitivo del


Estado, pues solo puede sancionar actos previamente tipificados como delitos
por la ley penal. Este principio deriva dos condiciones para limitar y controlar el
poder del estado para criminalizar acciones: la primera condición es tener en
cuenta que solo los legisladores penales pueden dictar leyes penales, y la
segunda condición estipula que cuando el último está redactando leyes, debe
describir completamente los comportamientos prohibidos, de forma clara y
precisa.

A. ANTECEDENTE HISTORICO:

El principio de legalidad es fruto de intereses antepuestos y no nace en el seno


del derecho penal propiamente dicho, sino del contexto y discusión filosófica
propios de la Ilustración, en la que encuentra sus bases y justificación.
Asimismo, se distancia del derecho natural que en dicha época imperaba; por
ende, constituía imperativos de validez en todo tiempo y espacio.

En la actualidad, se llega a afirmar que el principio de legalidad es producto de


la filosofía de la ilustración; pero, sin embargo, también, se ha llegado a
sostener que sus orígenes se remontan a épocas anteriores, remitiéndose
hasta el Código de Hammurabi (según algunos, año 1950 a. C., según otros
años 1700 a. C.) en el cual se planteaba la necesidad de un derecho plasmado
en grafías, accesible a todos, que protegiera y brindara seguridad jurídica a los
ciudadanos.

En el Perú la constitución de 1828 (art. 150), recoge por primera vez el principio
de legalidad en forma clara y categórica: “ningún peruano está obligado a hacer
lo que no manda la ley, o impedido de hacer lo que ella no prohíbe”, En el
Proyecto de Código Penal de Manuel Lorenzo de Vidaurre no prevé en forma
explícita el principio de legalidad. En el art. 34 lo contiene implícitamente: “toda
acusación deberá contener la ley que se ha quebrantado”.

El Código vigente regula el principio de legalidad en el artículo II del Título


Preliminar del Código penal, de la siguiente manera “Nadie será sancionado
por un acto no previsto como delito o falta por la ley vigente al momento de su
comisión, ni sometido a pena o medida de seguridad que no se encuentren
establecidas en ella.”

Actualmente, el principio se ha impuesto en la gran mayoría de países; siendo


la fuerza de los valores que lo inspiran, la que ha traído como consecuencia
que se encuentre regulado en los diversos sistemas jurídicos, por ser un
instrumento garantista eficaz para la lucha contra la arbitrariedad del poder y
los abusos del mismo.

B. CONCEPTO:

Se considera que el principio de legalidad es uno de los pilares en los que debe
apoyarse todo país democrático y legal. Los valores de la libertad y seguridad
personal son el fundamento de este principio, por lo que su existencia en las
normas del derecho público internacional y el derecho interno no es más que
ponerlo en primer lugar, su importancia y atractivo en la construcción del
control penal.

Por tanto, es claro que este principio juega un papel fundamental en el


establecimiento de límites objetivos para el ejercicio del poder de sanción del
Estado. Por su naturaleza jurídica, cumple una función básica, además,
estipula las obligaciones que deben cumplir los operadores estatales, bajo la
presión de asumir responsabilidades funcionales, si no cumplen con la
legalidad de los parámetros introducidos por el principio.

La sumisión del derecho penal a la ley, como única fuente creadora de delitos y
penas, se conoce generalmente con el nombre de «principio de legalidad».
Dice Bramont-Arias (2008) que el principio de legalidad consiste en: No admitir
otras infracciones penales ni otras sanciones de tal carácter que las
previamente previstas por la ley, lo que vale tanto como la consagración del
monopolio o monismo de la ley como fuente del Derecho penal. A la ley y nada
más que a la ley se puede acudir cuando se quiere sancionar un hecho que
estimamos susceptible de sanción penal.

Este principio, tradicionalmente designado con el nombre de “principio de


legalidad”, establece que la intervención punitiva estatal, tanto al configurar el
delito como al determinar, aplicar y ejecutar sus consecuencias, debe estar
regida por el “imperio de la ley”, entendida ésta como expresión de la “voluntad
general”. Y puesto que se refiere a la intervención del poder punitivo estatal se
le puede llamar principio de intervención legalizada.10 No le falta razón al
profesor Muñoz Conde, cuando sugiere que al principio de legalidad penal se le
puede, igualmente, denominar como principio de intervención legalizada; ello
atendiendo a que constituye un parámetro o un límite al poder punitivo estatal,
en la medida que le impone al Estado la obligación de intervenir en asuntos
penales, haciendo uso de un solo instrumento normativo, como lo es la ley;
esto es para determinar infracciones penales, para fijar en abstracto las
sanciones penales, y para todo aquello en lo que se requiera una intervención
legalizada.

C. FUNDAMENTO POLITICO:

El fundamento político del principio de legalidad, estriba en que la ley, como


expresión de la soberanía popular y dictado por el órgano legitimado para ello,
debe establecer los marcos o los límites de la zona criminalizada, garantizando
de esta manera los derechos fundamentales de la persona, en este caso la
libertad y seguridad personales.

D. FUNDAMENTO JURIDICO:

Una de las principales características del principio de legalidad es el de


orientarse a crear seguridad jurídica, más aún si le entiende como un valor y fin
del orden jurídico referido la realización de una función de organización y de
una función de realización. La seguridad jurídica se opone a la incertidumbre, al
azar, a la arbitrariedad y al desamparo respecto de una situación jurídica dada,
que en materia penal viene representada por la comisión de un ilícito, esta
seguridad jurídica constituye, además, una garantía para el ciudadano, en la
medida que la existencia de la ley, le permite conocer los marcos de
criminalidad.

E. SUBPRINCIPIOS CONTENIDOS EN EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD:


- Nullum crime sine lege scripta, stricta y praevia
- Nulla poena sine lege
- Nulla poena sine iudicio praevia
- Imposibilidad de ejecutar las penas si no en la forma y el plazo previsto por la
ley
F. CONCLUSIONES:

El principio de legalidad o primacía de la ley constituye un principio


fundamental del derecho penal; en tal sentido, todo ejercicio del poder público
(ius puniendi) está limitado a la voluntad de la ley y a la Constitución, lo que
establece, efectivamente, una sólida seguridad jurídica. El principio de
legalidad designa a la ley como configuradora del derecho penal, pues esta
tiene como objetivo la creación de delitos y penas. Por esta razón, no se
admiten otras infracciones penales ni sanciones adicionales a las previamente
establecidas por la ley penal para poder sancionar un hecho que se estime
como delito.

DEBIDO PROCESO

Las grandes declaraciones de principios de los siglos XVIII y XIX sirvieron de base e
informaron a la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre
de 1948, y ello ha posibilitado la progresiva regulación de los derechos públicos
subjetivos, en el plano internacional, europeo y argentino. Así fueron incluidos en el
Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos del 16 de diciembre de 1966,
en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales del 4 de noviembre de 1950 y en la Constitución Argentina
de 1994. Entre los derechos con proyección universal se destaca junto a los derechos
a la vida, a la integridad física, a la libertad, y a la igualdad, entre otros, el derecho a
un juicio justo o a un proceso equitativo, constituido por un conjunto de derechos y
garantías entre los que se encuentra el derecho a un proceso dentro de un plazo
razonable o, en expresión sinónima, sin dilaciones indebidas.

El derecho a un proceso dentro de un plazo razonable, como derecho autónomo


incardinable en el derecho a un juicio justo o debido proceso constituye un criterio
objetivo de medición temporal de un proceso, en el derecho europeo, el período a
considerar, aplicable en todos los países por igual, como expresión de la obligación de
prestar un servicio de todos los poderes públicos del estado, y por consiguiente como
expresión de su responsabilidad, criterio implícitamente también asumido por el
Tratado de Ámsterdam y explícitamente compartido por la más reciente jurisprudencia
del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas en el caso “Baustalhgewe”.

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