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Juan es un niño de 10 años con discapacidad motora que experimenta ansiedad severa sobre ser abandonado por sus padres. Llora diariamente antes y después de la escuela por temor a que sus padres se retrasen o no lleguen a recogerlo. Mientras que su madre está dispuesta a ayudarlo a manejar su ansiedad, el padre promete recogerlo primero y no le llama la atención por su comportamiento, lo que puede empeorar su condición. Los terapeutas buscan formas de ayudar a Juan a desarrollar mayor
Juan es un niño de 10 años con discapacidad motora que experimenta ansiedad severa sobre ser abandonado por sus padres. Llora diariamente antes y después de la escuela por temor a que sus padres se retrasen o no lleguen a recogerlo. Mientras que su madre está dispuesta a ayudarlo a manejar su ansiedad, el padre promete recogerlo primero y no le llama la atención por su comportamiento, lo que puede empeorar su condición. Los terapeutas buscan formas de ayudar a Juan a desarrollar mayor
Juan es un niño de 10 años con discapacidad motora que experimenta ansiedad severa sobre ser abandonado por sus padres. Llora diariamente antes y después de la escuela por temor a que sus padres se retrasen o no lleguen a recogerlo. Mientras que su madre está dispuesta a ayudarlo a manejar su ansiedad, el padre promete recogerlo primero y no le llama la atención por su comportamiento, lo que puede empeorar su condición. Los terapeutas buscan formas de ayudar a Juan a desarrollar mayor
Juan de 10 años, estudiante de 6to de básica e hijo único.
Es derivado a consulta dentro del Centro Psicoeducativo Integral Isaac porque no se acopla a los niños de su edad dentro de la institución en la que estudiaba anteriormente. Su mamá, de 30 años, está en el proceso por obtener el carnet de discapacidad para su hijo, por lo que hay que retirarlo de clases de vez en cuando y él siente que esto no le permite ser partícipe de las amistades o vínculos del salón de clases. Actualmente rinde muy bien dentro de la institución. Realiza las tareas hasta donde sus capacidades le permiten y se muestra motivado por aprender nuevos temas. Tiene un síndrome que no le permite estar en control de los movimientos de sus extremidades o músculos. Aún así, Juan se mantiene en la postura de ser independiente, moverse alrededor del aula por su cuenta y caminar con su mochila en la espalda. En este último mes, me he percatado que Juan llora casi todos los días por miedo a que sus padres no lleguen a tiempo y él tenga que esperar solo en el Centro. A esto, yo le respondo siempre que somos las responsables de él dentro de la institución, por ende, no hay manera de que él se quede solo. Él simplemente insiste en que alguien le diga la hora, para que pueda saber a qué hora lo van a recoger. El paciente no puede controlar su angustia, tanto así, que llega al punto de repetir una vez entre lágrimas y llanto ‘Quiero a mi mamá, llamen a mi mamá’, interrumpe sus actividades curriculares y por su condición, se agita su respiración y no puede controlar su tos. Con gran angustia y nerviosismo, se queda mirando a la puerta del salón y cada que suena el timbre, llora por el deseo de ver a sus padres y no puede controlar la impulsividad de reaccionar cada vez que entra alguien o que suena el timbre. Juan es considerado como un niño alegre, bromista, independiente, entusiasta y seguro de sí mismo. Intenta aprender a realizar las cosas sin necesidad de tener a un adulto cerca de él, no admite que lo ayuden si se cae al suelo, si se le riega algo en su ropa, pide limpiarse solo. Sin embargo, aquí se ve el cambio de posición subjetiva. Reconoce que los demás niños que lo rodean en el centro, son niños TEA, por ende no pueden hacer vínculo con él, sus chistes o bromas no son escuchadas ni atendidas por el resto de sus compañeros, como probablemente sí lo sea en casa. Por un lado, la madre lo deja realizar ciertas actividades por su cuenta. Cuando me comuniqué con ella, para empezar a cambiar la reacción de Jacob a la hora de la salida. Ella se mostró muy cooperadora con el plan de acción, en el cual se sugirió que poco a poco extiendan un poco el tiempo de espera de Juan. Así, intentaremos que se cree más tolerancia hacia la espera y que haya una solución a su angustia. Sin embargo, con el pasar de los días, entre las terapeutas y yo hemos notado mucha más intolerancia a la hora de la salida de Juan. Ahora, como su padre ha visto que el paciente llora a la llegada y a la salida, ha empezado a prometerle cada día que llegará a tiempo y que será el primero en ser recogido. Aquí nos encontramos con la disyuntiva de dos padres que tienen perspectivas completamente distintas de su hijo. Por un lado la madre no tiene problema en solucionar este malestar que acoge a Juan y ella, en estos 10 años de ser madre, se ha resignado a la noción de que la expectativa de vida de su hijo, no será prolongada. Por el otro lado está el padre que hace hasta lo imposible por no hacer esperar a su hijo ni un minuto más de lo que debe, y lo lleva cargado hasta su silla dentro del salón y no le llama la atención cuando él le reprocha que ha llegado tarde. En relación al miedo al abandono, suele ser una consecuencia del miedo al rechazo. Si el rechazo se vivencia a través de la frustración o la ansiedad, el abandono nos traslada a una sensación de vacío, impotencia o desánimo. (Camacho, 2021) Lo que Juan ha manifestado estas últimas sesiones, es que no hay nada que lo pueda calmar o llenar el vacío que siente al despedirse de sus padres. Reconoce que él tiene un problema motor que no le permite mantener el equilibrio o realizar actividades acordes a su edad. Eso es lo que da paso a que él permanezca completamente ansioso por la hora de llegada y de salida.
Camacho, R. (2021, 7 diciembre). Miedo al rechazo y al abandono: qué significa
realmente y cómo gestionarlo. Psicología y Mente. Recuperado 14 de julio de 2022, de https://psicologiaymente.com/clinica/miedo-rechazo-abandono-que-significa