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obstétrico
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TÍTULO ORIGINAL
Fundamental Critical Care Support: Obstetrics
Copyright © 2017
Society of Critical Care Medicine
ISBN: 978-1-620750-91-9
Impreso en Suramérica
DIAGRAMACIÓN:
Marcela Torres Caballero
PRODUCCIÓN EDITORIAL:
Grupo Distribuna
Colaboradores
Saqib Baig, MD
Rutgers Robert Wood Johnson Medical School
New Brunswick, Nueva Jersey, Estados Unidos
Confidencial
Alyssa Berns, DO
Rutgers New Jersey Medical School
Newark, Nueva Jersey, Estados Unidos
Confidencial
Luiz Foernges, MD
Geisinger Medical Center
Danville, Pensilvania, Estados Unidos
Confidencial
Ammar Hashmi, MD
Geisinger Medical Center
Danville, Pensilvania, Estados Unidos
Confidencial
Bram Kilapong, MD
Servicio de Anestesia, Cuidados Críticos y Medicina del Dolor
Awal Bros Hospital Batam
Batam, Indonesia
Confidencial
Laurie A. Loiacono, MD
Adjunta, Medicina de Cuidados Críticos
Geisinger Community Medical Center
Scranton, Pensilvania, Estados Unidos
Confidencial
Adriana Martinz, MD
Ginecóloga-Obstetra
Residente, Subespecialidad en Obstetricia Cr ítica
Complejo Hospitalario, CSS
Panamá
Confidencial
Carlos Montufar-Rueda, MD
Complejo Hospitalario Caja Seguro Social
Ciudad de Panamá, Panamá
Confidencial
Alexander Preus, MD
University of Pittsburgh Medical Center
Pittsburgh, Pensilvania, Estados Unidos
Confidencial
Pedro R. Arriaga, MD
Profesor de Medicina Interna
Jefe, Servicio de Medicina Interna
Karl Heusner Memorial Hospital
Ciudad de Belice, Belice
Confidencial
Leonardo Bonilla, MD
Ginecólogo-Obstetra
Especialista en Medicina Materno-Fetal
Coordinador, Unidad de Cuidados Especiales de Ginecología-Obstetricia
Hospital Universitario Clínica San Rafael
Colombia
Confidencial
Guillermo Chiapero, MD
Director de Docencia, SATI
Jefe de Terapia Intensiva, Instituto Altergarden
Médico Intensivista, Hospital “Juan A. Fernández”
Argentina
Confidencial
Alfredo Gei, MD
Servicio de Obstetricia, Ginecología y Medicina Reproductiva
Servicio de Medicina Maternofetal
Texas Health Science Center
Houston, Texas, Estados Unidos
Confidencial
Meliza Mejía, MD
Ginecóloga-Obstetra
Obstetricia Crítica, Ministerio de Salud
Guatemala
Confidencial
Sebastián Ugarte, MD
Jefe, Centro de Pacientes Críticos
Clínica Indisa
Universidad Andrés Bello
Chile
Confidencial
Prólogo
Presidente, SCCM
Néstor O. Raimondi, MD, FCCM
Presidente, FEPIMCTI
Todd Dorman, MD, FCCM
ExPresidente, SCCM
Sebastián Ugarte, MD
ExPresidente, FEPIMCTI
Contenido
1. Cambios fisiológicos durante el embarazo
2. Manejo de la vía respiratoria en la embarazada
3. Monitorización hemodinámica
4. Preeclampsia y eclampsia
5. Sepsis en el embarazo
6. Enfermedad tromboembólica y embarazo
7. Hemorragia obstétrica
8. Mortalidad materna y paro cardíaco
9. Evaluación y problemas fetales en embarazadas en estado crítico
10. Patologías quirúrgicas no obstétricas en pacientes embarazadas
11. Lesión renal aguda gestacional
12. Atención del parto y el recién nacido
13. Traslado de pacientes embarazadas en estado crítico
Introducción
Editora
Presidente 2016-2018,
Objetivos
INTRODUCCIÓN
Los diferentes cambios anatómicos, fisiológicos y bioquímicos que
experimenta el cuerpo de la madre durante el embarazo permiten el
desarrollo fetal, garantizan la protección del feto, preparan a la madre para
el parto y compensan las necesidades que surgen como consecuencia. La
edad materna, los embarazos múltiples, las enfermedades en curso y los
factores genéticos, entre otros, pueden afectar la capacidad de la madre para
adaptarse al embarazo, y este, a su vez, puede enmascarar o agravar las
enfermedades preexistentes en mujeres que, gracias a los avances en
medicina, son capaces de concebir al tiempo que padecen comorbilidades
que dificultan la asistencia obstétrica o que las ponen en riesgo. Por tanto,
los profesionales sanitarios deben conocer cuál es la fisiología normal en las
embarazadas y, de esta manera, mejorar el resultado de estas pacientes.
II. APARATO CIRCULATORIO
En el embarazo, las adaptaciones cardiovasculares son significativas. Si
bien es cierto que la mayoría de estas adaptaciones son toleradas por la
madre, las cardiopatías concomitantes conllevan problemas serios. Por
ejemplo, las enfermedades preexistentes que no toleran bien el aumento de
la volemia o de la frecuencia cardíaca empeoran durante el embarazo.
A. Volemia
La volemia aumenta en un 10% hacia la semana 7 de gestación, continúa
aumentando y se estabiliza, aproximadamente, hacia la semana 32. Este
incremento es finalmente del 45% al 50% (1500-1600 mL, o 1200-1300 de
volumen plasmático) comparado con el visto en pacientes sanas no
embarazadas. Durante el embarazo, la volemia varía entre 73 y 96 mL/kg
(en comparación con los valores registrados en no gestantes, que son
cercanos a los 60 mL/kg), aumento que es mayor en caso de embarazo
múltiple (por ejemplo, gemelos, trillizos, entre otros). La expansión del
volumen plasmático garantiza una adecuada perfusión de los órganos
vitales, incluida la unidad uteroplacentaria y el feto. Además, el agua
corporal total aumenta a 6,5-8,5 L hacia el final de la gestación. El agua
presente en el feto, la placenta y el líquido amniótico da cuenta de
aproximadamente 3,5 L del agua corporal total.
Proteínas plasmáticas
Disminución de la concentración de albúmina por hemodilución (20%-40%)
Disminución de la presión oncótica → Edema
Disminución en la concentración total de calcio (aumento en la eliminación
de calcio; sin cambios en el calcio iónico)
Incremento de la concentración de globulinas α y β que facilita el transporte
de carbohidratos y lípidos de la placenta al feto
Aumento de la concentración de fibrinógeno (50%-80%)
Incremento de la concentración de globulinas transportadoras →
Disminución de la concentración de fármaco libre
Hierro y electrólitos
Disminución de la osmolaridad
Disminución de la concentración de HCO3-
Disminución de la concentración de ferritina (30%)
Incremento en la concentración de transferrina (70%)
Disminución de la capacidad de transporte de hierro (15%)
Lípidos plasmáticos
Incremento de la concentración de colesterol, un precursor del estrógeno y
de la progesterona (40%)
Incremento en la concentración de fosfolípidos indispensables para el
crecimiento (37%)
B. Cambios anatómicos
La posición del corazón cambia: este se desplaza hacia la cabeza y rota
hacia la izquierda, a causa del crecimiento uterino y la elevación del
diafragma. Las cuatro cavidades cardíacas aumentan de tamaño, en especial
la aurícula y el ventrículo izquierdos, por el engrosamiento de sus paredes.
Cerca del 90% de las embarazadas sanas presentan insuficiencia valvular
pulmonar y tricuspídea leve, y más de un tercio de estas mujeres exhibe
insuficiencia mitral insignificante. Tanto la función ventricular como la
fracción de eyección del ventrículo izquierdo permanecen sin cambios. Del
90% al 95% de las pacientes presentan soplo sistólico, que no es patológico.
Por su parte, el electrocardiograma puede mostrar ondas Q pequeñas,
inversión de las ondas P y T (derivación III) y elevación del segmento ST.
C. Presión arterial
La presión arterial (PA) depende del gasto cardíaco (GC) y de la resistencia
vascular sistémica (RVS). Hacia la semana 7 de gestación, la PA disminuye
aproximadamente un 10%, alcanza su punto más bajo hacia la semana 28
del embarazo y regresa a sus valores pregestacionales al término. Esta caída
en la PA se le atribuye a la vasodilatación sistémica causada por la
progesterona.
La PA varía dependiendo de la posición en que se encuentre la paciente
(Figura 1-1). Tanto la presión sistólica como la diastólica aumentan por las
contracciones uterinas, y hacia el período expulsivo se registra el máximo
aumento de la presión.
Figura 1-1. Efecto ortostático sobre la presión arterial.
Reproducida con permiso de: Ueland K, Metcalfe J. Circulatory changes in pregnancy. Clin
Obstet Gynecol.1975;18(3): 41-50. Copyright 1975 by Harper & Row, Publishers, Inc.
D. Frecuencia cardíaca
La frecuencia cardíaca de la madre aumenta desde la semana 5 de gestación
y para el tercer trimestre de embarazo, esta es aproximadamente un 20%
más alta con respecto a sus valores pregestacionales.
E. Gasto cardíaco
Hacia la semana 10 de gestación, el GC empieza a elevarse, y entre las
semanas 25 y 30 alcanza su punto máximo, que corresponde a un 30% a
50% por encima de su valor normal (4-6 L/min). El volumen sistólico
aumenta del 20% al 35%, lo que empieza desde la semana 5 y alcanza su
punto máximo hacia la semana 32, después de lo cual registra una leve
caída hacia el término. La frecuencia cardíaca también aumenta el GC.
Durante el parto, el GC se incrementa todavía más. Con cada contracción
uterina se expulsan de 300 a 500 mL de sangre hacia la circulación materna,
y esto, a su vez, aumenta el retorno venoso y el GC un 30% más.
Inmediatamente después del parto y de la expulsión de la placenta
(alumbramiento), se produce un aumento adicional del GC, debido a que
grandes cantidades de líquido (500 mL) ingresan a la circulación central,
gracias a la supresión del circuito placentario de baja resistencia, al alivio
de la compresión de la vena cava inferior y a la movilización de líquido
extravascular al espacio intravascular. De igual manera, pocas horas
después del alumbramiento, se espera un aumento adicional en el GC; para
mayor detalle, véase la sección G, más adelante.
El GC disminuye de un 20% a un 25% si la embarazada está en posición
supina. Lo anterior se debe a que el útero comprime la vena cava inferior y
esto disminuye el retorno venoso, fenómeno que se conoce como síndrome
de hipotensión supina, que se presenta en el 0,5% al 11,2% de las
embarazadas. Este síndrome produce taquicardia, diaforesis, mareo leve,
náuseas, vómitos, palidez y astenia. Las mujeres que no presentan este
síndrome tienen un aumento compensatorio en el flujo colateral a través de
los sistemas ácigos y paravertebral, que aumentan la precarga y mantienen
la presión arterial.
Siglas: FC: frecuencia cardíaca; FEVI: fracción de eyección del ventrículo izquierdo; GC:
gasto cardíaco; PAD: presión arterial diastólica; PAS: presión arterial sistólica; RVS:
resistencia vascular sistémica; Sem: semanas; VS: volumen sistólico.
Pao2, mm Hg 90-100 (12-13,3 kPa) 106 (14,13 kPa) 101-104 (13,46-13,86 kPa)
Paco2, mm Hg 35-45 (4,66-6,0 kPa) 28-29 (3,73-3,87 kPa) 27-32 (3,6-4,27 kPa)
HCO3, mEq/L 22-26 (22-26 mmol/L) 18 (18 mmol/L) 18-21 (18-21 mmol/L)
Dos terceras partes del aumento que presenta el consumo de oxígeno (de 30
a 50 mL/min) están destinadas a cumplir con las demandas de oxígeno
adicionales de la madre (en especial las renales) y el tercio restante, las de
la placenta y el feto. La asociación de un mayor consumo de oxígeno y una
menor capacidad residual funcional hace que la embarazada sea propensa al
desarrollo de hipoxemia durante los períodos de apnea y los intentos de
intubación endotraqueal.
V. APARATO GASTROINTESTINAL
El agrandamiento del útero también produce compresión gástrica
extrínseca, lo que, asociado a la hipotonía del esfínter esofágico inferior,
aumenta la acidez gástrica y el reflujo. Por tanto, en la embarazada, el
riesgo de aspiración es alto durante procedimientos tales como la inducción
de la anestesia o la intubación endotraqueal. De igual manera, las pruebas
funcionales hepáticas habituales también cambian a causa del embarazo
(Tabla 1-5).
Albúmina/proteínas Disminuidas
Puntos clave
Todos los aparatos y sistemas maternos experimentan cambios
fisiológicos durante el embarazo, que varían en importancia de
acuerdo con el trimestre y las características de la madre.
El reconocimiento de los cambios fisiológicos normales que tienen
lugar durante el embarazo le permitirá al médico anticipar y predecir
las posibles complicaciones que surjan durante la atención de las
pacientes embarazadas en estado crítico.
Lecturas recomendadas
EN LA EMBARAZADA
Objetivos
Caso
I. INTRODUCCIÓN
Aunque la mayoría de los embarazos no presentan complicaciones, en un
grupo minoritario de mujeres se necesitan intervenciones de la vía aérea, ya
sea para anestesia general o para manejo respiratorio. Los cambios
anatómicos y fisiológicos gestacionales dificultan asegurar la vía aérea. La
información al respecto indica que hasta un 5,7% de las intubaciones son
difíciles y que hasta un 0,4% son fallidas. La tasa de intubaciones fallidas
en embarazadas es de 8 a 10 veces más alta que en mujeres no gestantes.
Esto implica, en promedio, 1 muerte por cada 90 intubaciones fallidas, una
tasa de mortalidad materna iatrogénica más alta de lo habitual, a causa de
las complicaciones respiratorias. Las intubaciones fallidas además
incrementan el riesgo de hipoxemia y de aspiración de contenido gástrico,
también causantes de muerte. Por lo anterior, prepararse adecuadamente
para manejar la vía aérea puede evitar la morbimortalidad materna.
El manejo adecuado de la vía aérea es clave para la correcta atención de las
pacientes y exige una serie de destrezas y conocimientos encaminada a la
disminución del riesgo de complicaciones maternofetales. Su principal
objetivo es mantener la permeabilidad y permitir así el intercambio gaseoso.
Las diferencias anatómicas y fisiológicas propias del embarazo sumadas a
las características particulares de los cuidados críticos y obstétricos exigen
conocimientos específicos necesarios para la atención simultánea de la
madre y el feto.
Reproducida con permiso de: Madden MA (editor). Pediatric Fundamental Critical Care
Support. 2.a edición. Mount Prospect, IL: Society of Critical Care Medicine; 2013. Copyright
© 2013 the Society of Critical Care Medicine.
Amplitud de movimiento atlantooccipital No puede tocar el tórax con la barbilla o no puede hacer extensión
Reproducida con permiso de: Mushambi MC, Kinsella SM, Popat M, et al. Obstetric
Anaesthetists Association and Difficult Airway Society guidelines for the management of
difficult and failed tracheal intubation in obstetrics. Anaesthesia. 2015;70(11):1286-1306.
Copyright © 2015 Mushambi MC, et al.
B. Preoxigenación
La disminución de la capacidad residual funcional durante el embarazo, el
aumento de la demanda de oxígeno por parte del organismo y la menor
distensibilidad de la pared torácica hacen que la embarazada tenga poca
reserva para evitar la desaturación, y si se torna apneica, rápidamente
evolucionará a hipoxemia. En intervenciones quirúrgicas programadas, será
necesario preoxigenar a la paciente con oxígeno al 100% mediante
mascarilla ajustada, durante 2 a 3 minutos de respiración espontánea. Se
debe evitar la ventilación con presión positiva con bolsa y mascarilla, pues
produce distensión gástrica e incrementa el riesgo de aspiración. La
paciente debe recibir oxígeno por cánula nasal para oxigenación pasiva
mientras se intenta la intubación, incluso si se encuentra en intubación. Si
se trata de una urgencia, se puede acortar el período de preoxigenación
haciendo que la paciente tome 8 respiraciones profundas durante 1 minuto y
con ayuda de una mascarilla con reservorio.
D. Medicamentos
La finalidad de los medicamentos es proporcionar a la paciente la analgesia,
la anestesia, la amnesia y la sedación necesarias, sin afectar la estabilidad
cardiorrespiratoria, antes de la intubación, y sin perder el impulso
respiratorio espontáneo. Para la sedación se utilizan medicamentos
reversibles, de acción rápida y de corta duración, mientras que para iniciar
la anestesia general se requiere un efecto más profundo. No hay un solo
medicamento que reúna todas las características ideales, por lo que deben
tenerse en cuenta más medicamentos para una anestesia balanceada (Tabla
2-2). Para la elección del medicamento y su dosificación se tiene en cuenta
el estado del volumen intravascular y de la función cardíaca de la paciente.
La mayoría de estos fármacos inducen hipotensión y los médicos deben
estar alerta para tratarla, ya sea con bolos líquidos o vasopresores. La
placenta no impide que el feto se vea afectado transitoriamente por el efecto
de los sedantes o de los anestésicos (menos por los bloqueadores
neuromusculares, que no atraviesan la placenta). Esto cobra importancia si
el parto se presenta poco después de la administración de estos
medicamentos. La inmadurez del metabolismo y del proceso de eliminación
del fármaco del neonato puede prolongar el efecto; en consecuencia, será
necesario estar listos ante una eventual reanimación neonatal.
Pretratamiento
Fentanilo 0,5-2 μg/kg en bolo IV, Rápido inicio de La administración rápida produce
cada cierto tiempo acción; de acción rigidez de la pared torácica; depresión
(minutos); ajustar la corta; reversible con respiratoria; no inhibe la conciencia de
dosis para efecto naloxona la paciente; atraviesa la placenta y las
analgésico dosis altas producen depresión
respiratoria neonatal
Glicopirrolato IM: 4 μg/kg, con Inicio de acción Produce somnolencia y visión borrosa
administración de según administración:
opioide preanestésico o IM: 15-30 min
sedante
IV: en pocos minutos
Inducción
Propofol 1-2 mg/kg en bolo IV Rápido inicio; de Hipotensión grave en pacientes con
acción corta; produce hipovolemia; no proporciona
amnesia; su efecto analgesia; produce depresión
desaparece con la respiratoria
suspensión definitiva
de la administración
Etomidato Dosis única de 0,1-0,3 Produce hipnosis; de Induce mioclonía y trismo leve (que
mg/kg en bolo IV elección en requiere preanestesia con 50 μg de
traumatismo craneal; fentanilo); no hay medicamento que
no produce efectos revierta su efecto; inhibición
adversos suprarrenal pasajera
cardiovasculares
Paralizantes
Succinilcolina 1-1,5 mg/kg en bolo IV 2-3 min para el inicio Hiperpotasemia; hipertermia maligna
de acción; duración
total de 4-6 min
Rocuronio 0,45-0,6 mg/kg en bolo Inicio de acción en 1 El efecto se prolonga en pacientes
IV min; duración total de con hepatopatía
la acción ≈45 min;
reversión con
sugammadex
Cisatracurio 0,15-0,2 mg/kg en bolo Inicio de acción en 1- Produce bradicardia; generalmente es
IV 2 min; duración ≈45 bien tolerado
min; reversión con
sugammadex
Puntos clave
El manejo de la vía aérea en la paciente obstétrica puede ser muy
difícil por los cambios anatómicos y fisiológicos gestacionales.
La evaluación de la vía aérea antes de la intubación y el
reconocimiento de las posibles dificultades ayudan a evitar situaciones
extremadamente graves, aunque es imposible pronosticar a pie de
cama todas las potenciales complicaciones.
El riesgo de fracaso para controlar una vía aérea es mayor en pacientes
embarazadas que en pacientes no gestantes; la obesidad incrementa
este riesgo.
La probabilidad de muerte por aspiración es mayor en las pacientes
obstétricas que en las pacientes no gestantes; por tanto, como
profilaxis, se administra un antiácido no particulado antes de la
intubación.
Para la intubación de embarazadas pueden requerirse sedantes, agentes
de inducción, bloqueadores neuromusculares y vasoactivos.
La intubación nasotraqueal debe evitarse durante el embarazo.
Se recomienda el uso de tubos endotraqueales pequeños (tamaño 6-7).
Si hay pronóstico de vía aérea difícil, evite el uso de intubación de
secuencia rápida con bloqueo neuromuscular.
En las pacientes obstétricas se hace necesario contar con protocolos
asistenciales para los casos de intubación difícil o fallida. El equipo
necesario para este propósito debe estar siempre disponible.
Lecturas recomendadas
1. McKeen DM, George RB, O’Connell CM, et al. Difficult and failed
intubation: incident rates and maternal, obstetrical, and anesthetic
predictors. Can J Anaesth. 2011;58:514-524. doi:10.1007/s12630-011-
9491-9.
2. McDonnell NJ, Paech MJ, Clavisi OM, Scott KL; ANZCA Trials
Group. Difficult and failed intubation in obstetric anaesthesia: an
observational study of airway management and complications
associated with general anaesthesia for caesarean section. Int J Obstet
Anesth. 2008;17:292–297.
3. Samsoon GL, Young JR. Difficult tracheal intubation: a retrospective
study. Anaesthesia. 1987;42(5):487–490. doi:10.1111/j.1365-
2044.1987.tb04039.x
4. Kinsella SM, Winton AL, Mushambi MC, et al. Failed tracheal
intubation during obstetric general anaesthesia: a literature review. Int
J Obstet Anesth. 2015;24:356–374. doi:10.1016/j.ijoa.2015.06.008
5. Hytten FE, Leitch I. The Physiology of Human Pregnancy. 2nd ed.
Oxford, UK: Blackwell Scientific Publications; 1971:24.
6. Weinberger SE, Weiss ST, Cohen WR, Weiss JW, Johnson TS.
Pregnancy and the lung. Am Rev Respir Dis 1980;121: 559–581.
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London, UK: Arnold; 2003: 931-932.
10. Basaranoglu G, Columb M, Lyons G. Failure to predict difficult
tracheal intubation for emergency caesarean section. Eur J
Anaesthesiol. 2010;27(11):947-949.
11. Chiron B, Laffon M, Ferrandiere M, Pittet JF, Marret H, Mercier C.
Standard preoxygenation technique versus two rapid techniques in
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12. Cormack RS, Lehane J. Difficult tracheal intubation in obstetrics.
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Capítulo 3
MONITORIZACIÓN HEMODINÁMICA
Objetivos
Caso
I. INTRODUCCIÓN
Uno de los principales objetivos del manejo de los enfermos críticos es
garantizar la correcta perfusión de sangre oxigenada a los órganos y tejidos
de todo el organismo, y a la placenta y al feto, en el caso de las pacientes
embarazadas. Por tanto, es fundamental saber cuáles son y cómo operan los
cambios hemodinámicos generales que tienen lugar durante el embarazo,
para formular el diagnóstico, la valoración y el tratamiento más indicados
en la paciente obstétrica (Tabla 3-1). En pacientes sanos y con fisiología
normal, es suficiente el uso de métodos no invasivos sencillos. Sin
embargo, en el paciente crítico, los mecanismos compensatorios normales
se desbordan con frecuencia y estas variables hemodinámicas deben ser
medidas en forma continua y con detalle. Como es de esperarse, ninguna
monitorización cambiará el desenlace clínico del paciente si esta no viene
de la mano de una decisión clínica. Las pacientes obstétricas pueden y
deben ser monitorizadas como cualquier otro enfermo crítico, aunque son
pocos los estudios que validan el uso de la mayoría de las monitorizaciones
en el embarazo.
Aumento Disminución
Gasto cardíaco Presión arterial
Frecuencia cardíaca
Resistencia vascular sistémica
Volemia
A. Tensiómetro (esfigmomanómetro)
1. Uso
La esfigmomanometría es el método no invasivo de referencia para la
medición de la presión arterial, conocida por todos los profesionales de la
salud y por la gran mayoría de los pacientes. El brazalete contiene una bolsa
de aire inflable que se ajusta alrededor de la extremidad (generalmente el
brazo), sobre una arteria principal. La bolsa se infla para comprimir la
arteria y el esfigmomanómetro mide la presión transmitida. Con la
compresión de la arteria, la sangre que fluye a presión a través del espacio
estrecho produce oscilaciones en la presión hasta que la arteria es
totalmente ocluida. El primer método de interpretación de estas oscilaciones
fue la auscultación de los ruidos de Korotkoff; la aparición de estos ruidos
después de quitar la compresión de la arteria es indicativa de la presión
sistólica y su desaparición, que coincide con la reanudación del flujo, es
indicativa de la presión diastólica. En urgencias, este método de
auscultación no es confiable. Durante los estados de bajo flujo, la
resonancia de estos ruidos es insuficiente y, por tanto, las mediciones son
inexactas.
Actualmente, el principal método de medición no invasiva de la presión
arterial es la oscilometría electrónica, que convierte las oscilaciones
medidas en presión arterial sistólica, diastólica y media. De estas, la más
exacta es la presión arterial media, que corresponde a la oscilación de
máxima amplitud. Para el cálculo de las presiones sistólica y diastólica se
utilizan algoritmos patentados por diferentes fabricantes, que son
imposibles de validar de manera independiente. La mayoría de estos
dispositivos carecen de validación en pacientes obstétricas.
2. Fuentes de error
La posición de la paciente y el tamaño del brazalete influyen
considerablemente en las mediciones. Para la toma de la presión en
posición supina, el brazo deberá estar a la altura de la aurícula derecha. Si
hay cambios en la posición, la medición deberá corregirse sumando o
restando 3 mm Hg en la presión por cada 4 cm que el brazo esté por encima
o por debajo de la altura de la aurícula derecha, respectivamente. El
desarrollo del embarazo hace que las pacientes obstétricas se tornen
intolerantes a la posición supina a causa de la compresión ejercida por el
útero grávido sobre la vena cava inferior. Esto las obliga a permanecer en
decúbito lateral izquierdo, posición en la que el brazo derecho y el brazalete
quedan, aproximadamente, 20 cm por encima de la altura del corazón,
discrepancia que no es insignificante. Un brazalete muy pequeño exige un
mayor nivel de inflación para ocluir la arteria y esto produce valores
falsamente elevados.
B. Pulsioximetría (pletismografía)
1. Uso
Uno de los monitores más usados en enfermos críticos es el pulsioxímetro,
también llamado pletismógrafo. Goza de una distribución generalizada y
proporciona gran cantidad de información. A través de los tejidos
perfundidos, transmite luz roja e infrarroja, que la oxihemoglobina y la
desoxihemoglobina absorben en diferentes grados. Un sensor mide la
relación de estas dos longitudes de onda, la compara con datos obtenidos
empíricamente registrados en una tabla y, con base en esto, calcula el
porcentaje de oxigenación en la sangre. Este método contrarresta el efecto
causado por otros tejidos con la medición del valor máximo y mínimo
durante el tiempo, para lo que se requiere un flujo pulsátil. En la pantalla
del dispositivo, esta elevación y caída rítmicas se traducen en una onda.
Con la medición del pulso capilar, el pulsioxímetro proporciona al médico
más que una simple medición continua del intercambio de oxígeno
pulmonar; la mala pulsatilidad de la onda sugiere que la perfusión periférica
y el aporte de oxígeno son insuficientes. El alto grado de variabilidad del
pulso, que se hace evidente con la elevación y la caída del trazado basal
causadas por la ventilación, es predictivo de la respuesta a líquidos
mediante un mecanismo que será descrito más adelante.
Trombocitopenia
2. Fuentes de error
Infortunadamente, la mala evolución de los enfermos críticos deteriora la
perfusión periférica y, en consecuencia, la exactitud de la pulsioximetría. El
movimiento de la extremidad producido por temblores y escalofríos
interfiere con el algoritmo de sustracción de la absorbancia del flujo
pulsatil. También se sabe que el esmalte de uñas impide la transmisión de
luz y que algunas afecciones, como la intoxicación por monóxido de
carbono y la metahemoglobinemia, alteran las propiedades de la
hemoglobina, lo suficiente como para que las mediciones de la saturación
de oxígeno sean erradas. Los fabricantes han creado diferentes métodos
para superar algunos de estos problemas, como las sondas para medición en
la frente o mejores algoritmos, aunque, en casos dudosos, se recomienda la
verificación de los resultados mediante gasometría arterial.
C. Ecografía de cabecera
Gracias a que ha mejorado su calidad y a que cada vez ocupa menos
espacio, la ecografía se ha convertido en una herramienta útil en la atención
diaria de los enfermos críticos. En cuanto a la monitorización
hemodinámica, en manos expertas, el ecocardiograma transtorácico
proporciona gran cantidad de información y conlleva riesgos mínimos para
el paciente. En la valoración de cualquier paciente hemodinámicamente
inestable, resulta de gran ayuda el conocimiento de algunas mediciones
ecográficas de cabecera y, además, el ultrasonido ofrece información visual
inmediata y sin el riesgo de radiación ionizante.
1. Volumen intravascular
El colapso de la vena cava inferior (VCI), que se mide en la ventana
subxifoidea mientras el vaso drena en la aurícula derecha, se utiliza para
calcular la volemia en una paciente que respira espontáneamente y que no
presenta insuficiencia del ventrículo derecho. Una reducción mayor del
50% en el diámetro de la VCI durante la inspiración sugiere una adecuada
respuesta de la hipotensión a las cargas de volumen, que puede titularse
visual e inmediatamente, para orientar el manejo con líquidos.
Infortunadamente, el crecimiento uterino dificulta progresivamente la
visualización de la VCI y, además, esta medición no ha sido validada en
pacientes obstétricas en estado crítico, aunque se ha demostrado que el
aumento del colapso de la VCI en decúbito es pronóstico de hipotensión
durante la anestesia raquídea para cesárea.
2. Volumen sistólico
Un ecocardiógrafo experto puede calcular el volumen sistólico y, en
consecuencia, calcular el gasto cardíaco midiendo el diámetro del tracto de
salida del ventrículo izquierdo y el intervalo de velocidad-tiempo del
Doppler pulsado de este tracto de salida. Los estudios recientes validaron
las mediciones del volumen sistólico hechas por Doppler en pacientes
obstétricas comparándolas con las obtenidas mediante termodilución a
través de un catéter de arteria pulmonar, aunque estas mediciones no son
continuas y son susceptibles a errores humanos y mala técnica.
D. Biorreactancia
La biorreactancia es una técnica relativamente reciente de monitorización
no invasiva del gasto cardíaco a través de electrodos de superficie, que
consiste en la aplicación de corriente alterna de alta frecuencia y en la
medición del desplazamiento de fase a lo largo del tórax. El flujo pulsátil en
la aorta es la principal fuente de la variación de la impedancia torácica en el
tiempo, que provoca el desplazamiento de fase. La velocidad máxima de
cambio del desplazamiento de fase se correlaciona con el flujo aórtico
máximo, y el tiempo de eyección ventricular está determinado por la
medición del período durante el cual el desplazamiento de fase se presenta.
Cuando todos estos valores son multiplicados por una constante, se puede
calcular el volumen sistólico, que, a su vez, permite el cálculo del gasto
cardíaco. Estos cálculos patentados asumen una determinada forma y
composición del cuerpo. Varios estudios han obtenido resultados variados
de la comparación de las mediciones del gasto cardíaco hechas por
biorreactancia, termodilución y ecocardiografía, especialmente en
situaciones dinámicas. Los estudios realizados en pacientes embarazadas
muestran una exactitud aceptable, susceptible de mejorar con las
correcciones que, a futuro, se lleven a cabo en los algoritmos.
E. Monitorización fetal
La frecuencia cardíaca fetal es sensible a los cambios en la perfusión
uteroplacentaria, por lo que la monitorización fetal se constituye como una
técnica útil de respaldo a otros monitores hemodinámicos habituales. Debe
ser parte de la monitorización materna en pacientes obstétricas en estado
crítico con un embarazo viable (Capítulo 9).
F. Valores analíticos
Varias son las pruebas analíticas utilizadas para verificar el grado de
afección de la perfusión periférica. La concentración de lactato, que es un
subproducto de la respiración anaeróbica, aumenta si hay deterioro de la
perfusión tisular, por lo que puede usarse como un marcador de choque. Por
lo general, las concentraciones por encima de los 2 mmol/L son anormales,
aunque este valor variará según la prueba. La concentración de lactato
también se incrementa en presencia de algunos síndromes tóxicos,
insuficiencia hepática causada por depuración hepática insuficiente y por el
efecto que tiene la infusión de epinefrina sobre el metabolismo celular.
Usualmente, la saturación de oxígeno venoso central (SCVO2) se utiliza como
un sustituto de la saturación de oxígeno venoso mixto (cuya muestra se
obtiene de un catéter de arteria pulmonar). Al igual que la saturación de
oxígeno venoso mixto, la SCVO2 es indicativa del grado de consumo de
oxígeno en los tejidos periféricos y sus muestras deben obtenerse del sitio
más cercano posible al corazón. Los estados de bajo gasto cardíaco
disminuyen la saturación de oxígeno venoso, mientras que los estados de
alto gasto/hipoperfusión, como la sepsis, la incrementan. En población
general, el valor normal de la SCVO2 es del 70%; sin embargo, en
embarazadas, este valor aún no ha sido definido.
1. Indicaciones
Las principales indicaciones para la inserción de un catéter arterial son la
medición continua de la presión arterial y la toma de muestras para pruebas
analíticas, especialmente para gasometría arterial. Las técnicas actualmente
disponibles usan la forma de onda arterial para calcular el gasto cardíaco
continuo y la variación del volumen sistólico; más adelante se describirán
estas técnicas con mayor detalle. Los puntos de elección para la inserción
del catéter arterial son las arterias radial y femoral, aunque también se
puede recurrir a las arterias humeral, axilar y dorsal del pie, si es necesario.
Por principio, en las embarazadas, se prefiere evitar el uso de la vía
femoral. Generalmente, la exactitud de la monitorización intraarterial es
mayor a la de las técnicas no invasivas, aunque se deben hacer varias
consideraciones técnicas para la correcta interpretación de la información.
2. Aspectos técnicos
Para la colocación de una línea arterial se requiere de un catéter vascular,
usualmente de calibre 20, que se inserta en una de las arterias ya
mencionadas. El catéter se conecta a un manómetro electrónico, que posee
un tubo de baja distensibilidad, y a una bolsa de solución salina presurizada,
que, según el caso, contiene heparina o citrato de sodio y es infundida en
una velocidad muy baja, para evitar la formación de coágulos en el catéter.
Este líquido transmite una onda de presión desde la arteria, que en la
pantalla del manómetro se reproduce como una onda pulsátil.
3. Fuentes de error
Esta onda y las mediciones que de ella se obtienen están expuestas a errores
mecánicos y humanos. Para la medición exacta de la presión aórtica, es
necesario que el manómetro esté calibrado y puesto a la altura del corazón.
Por las diferencias en la presión hidrostática, la posición de la paciente con
respecto al manómetro aumentará o reducirá las presiones medidas, a través
del mismo mecanismo descrito para la medición no invasiva de la presión
arterial.
También puede ocurrir que la resonancia de la onda de presión a través del
líquido y del tubo plástico produzca un efecto conocido como
subamortiguación, con el correspondiente fenómeno de
sobreamortiguación, cuando algo impide la libre progresión de la onda.
Esto puede llevar a la sobre o subestimación de la presión sistólica,
respectivamente. Una onda normal tiene un pico redondeado y una muesca
dícrota; las ondas puntiagudas son indicativas de subamortiguación,
mientras que las ondas que presenten ondulaciones leves probablemente
serán indicativas de subamortiguación o de que la paciente está hipotensa
(Figura 3-1).
Figura 3-1. Forma de onda normal, subamortiguada y sobreamortiguada.
Volemia intratorácica x
1. Indicaciones
La PVC es equivalente a la presión de llenado del ventrículo derecho si no
hay insuficiencia tricuspídea. Generalmente se utiliza para calcular la
precarga del ventrículo derecho y, en forma grosera, el volumen
intravascular total. Una PVC baja sugiere que el ventrículo derecho podría
bombear más sangre a la circulación izquierda, y una PVC alta sugiere lo
contrario. La PVC no se correlaciona con la presión capilar pulmonar,
especialmente en embarazadas.
Otras indicaciones para el uso de un catéter venoso central incluyen algunas
no directamente relacionadas con la monitorización hemodinámica, sino
como acceso venoso para corregir los trastornos hemodinámicos. Estas son:
necesidad de grandes volumenes de infusión, dificultad para obtener un
acceso venoso periférico, acceso de hemodiálisis urgente y transitorio y
administración de medicamentos que tengan riesgo de causar flebitis, como
los vasopresores, nutrición parenteral total y soluciones salinas
hipertónicas.
2. Complicaciones
Las complicaciones asociadas con la monitorización de la PVC
generalmente se relacionan con la inserción del catéter venoso central en la
vena yugular interna o en la vena subclavia. Estas son: neumotórax, acceso
accidental de una arteria adyacente, embolia aérea venosa, infección y
trombosis.
1. Procedimiento
En las pacientes obstétricas, a través de un introductor percutáneo de 8 F o
9 F se avanza un catéter con balón, multilumen, de 110 cm de longitud y
7 F u 8 F, generalmente en la vena yugular interna. El balón se infla en la
aurícula derecha y es arrastrado por el flujo sanguíneo (junto con el catéter)
primero al ventrículo derecho y luego hasta la arteria pulmonar, dirigido por
los cambios en las ondas de presión cuando pasa por las válvulas
tricuspídea y pulmonar. Luego, el balón es desinflado y la punta del catéter
queda ubicada en la luz de la arteria pulmonar. La presión capilar pulmonar
se mide con el balón inflado y proporciona una estimación de la presión en
la aurícula izquierda y de la presión telediastólica en el ventrículo izquierdo
(si no hay insuficiencia mitral).
2. Información
Las variables que pueden obtenerse de la información recogida por el
catéter de arteria pulmonar son: gasto cardíaco, resistencia vascular
sistémica, resistencia vascular pulmonar e índice de trabajo ventricular
izquierdo. La medición del gasto cardíaco se hace con termodilución, con
infusión de solución helada en las cavidades derechas a través de la vía
proximal del catéter. En la aurícula y el ventrículo derechos, la solución
helada se mezcla con la sangre, y esta mezcla es bombeada en la circulación
pulmonar por la mecánica cardíaca. Luego, la sangre helada pasa por el
sensor térmico del catéter de arteria pulmonar, que registra los cambios de
la temperatura en el tiempo. El área bajo la curva trazada por estos cambios
es inversamente proporcional al flujo en la arteria pulmonar. El promedio
obtenido entre las diferentes mediciones realizadas por termodilución (por
la poca variabilidad existente entre estas) es registrado como gasto cardíaco.
La saturación de oxígeno venoso mixto (Svo2) de la sangre obtenida de la
arteria pulmonar se usa como medida del consumo de oxígeno del
organismo. En términos generales, unos valores bajos de Svo2 son
indicativos de una mayor demanda tisular de oxígeno y de una oxigenación
tisular insuficiente, mientras que unos valores más altos de lo normal son
indicativos de una menor demanda de oxígeno tisular o de un mayor aporte
de oxígeno. La medición de la Svo2 ayuda a identificar y a tratar los
diferentes estados de choque.
3. Fuentes de error
Los puntos débiles de la termodilución son la insuficiencia tricuspídea y los
cortocircuitos intracardíacos. A causa de la insuficiencia tricuspídea, el
indicador de termodilución es reciclado, y esto produce una medición
erróneamente baja del gasto cardíaco. Por el contrario, los cortocircuitos
intracardíacos producen lecturas del gasto cardíaco más altas de lo normal.
En los cortocircuitos de izquierda a derecha, la sangre que pasa a las
cavidades derechas diluye el volumen helado; en los cortocircuitos de
derecha a izquierda, el volumen con el indicador helado pasa al lado
izquierdo del corazón. Por tanto, ambos cortocircuitos producirán
mediciones el gasto cardíaco más altas de lo normal.
En una revisión Cochrane publicada en 2012, la evidencia científica
disponible de nivel 1 y 2 fue insuficiente para respaldar el uso de catéter de
arteria pulmonar en la evaluación y en el manejo hemodinámicos sobre el
uso de métodos no invasivos para el manejo del balance hídrico. En
pacientes obstétricas en estado crítico es muy difícil llevar a cabo estudios
aleatorizados para evaluar la eficacia y la morbilidad asociadas con el uso
de catéteres de arteria pulmonar; varias son las razones: costo, complejidad
de la inserción y del manejo y complicaciones. No hay estudios que
demuestren que alguno de los sistemas de monitorización hemodinámica no
invasiva disponibles, sea confiable para medir la precarga del ventrículo
izquierdo.
4. Complicaciones
Las complicaciones del uso de catéter de arteria pulmonar son las
relacionadas con la inserción de cualquier acceso venoso central. Las
complicaciones específicas son: arritmias ventriculares producidas por el
avance y el retiro del catéter de la circulación de la arteria pulmonar,
perforación de la arteria pulmonar (infrecuente, pero mortal), lesión de las
válvulas cardíacas, infarto pulmonar y formación intracard íaca de nudos
del catéter.
Puntos clave
Los monitores no son el tratamiento y todos tienen fuentes de error que
deben ser tenidas en cuenta.
Usualmente, las embarazadas sanas solo requieren monitorización no
invasiva.
La medición no invasiva de la presión arterial no es suficiente para la
monitorización de las pacientes hemodinámicamente inestables.
Las mediciones no invasivas del gasto cardíaco no han sido validadas
en pacientes obstétricas y son susceptibles a errores por parte del
operario.
La monitorización de la presión venosa central sola tiene un valor
limitado.
El catéter de arteria pulmonar proporciona variables hemodinámicas
adicionales que ayudan a orientar el tratamiento de enfermedades
graves y de los estados de choque.
En el manejo hemodinámico de las pacientes obstétricas, es importante
tener en cuenta los cambios hemodinámicos y fisiológicos propios del
embarazo.
Lecturas recomendadas
PREECLAMPSIA Y ECLAMPSIA
Objetivos
Caso
I. INTRODUCCIÓN
La preeclampsia es una enfermedad hipertensiva del embarazo y del
puerperio. Se caracteriza por la presencia de insuficiencia placentaria, que
se manifiesta como un síndrome materno (hipertensión) o fetal (restricción
del crecimiento). Si bien tiene diversas formas de presentación, suele
generar un cuadro clínico de hipertensión y proteinuria después de la
semana 20 de gestación o en el puerperio. Un informe de la Comisión de
Hipertensión en el Embarazo del Congreso Estadounidense de Obstetras y
Ginecólogos (ACOG) excluyó la proteinuria como criterio diagnóstico en
casos que exhiban otros signos graves (es decir, pruebas funcionales
hepáticas elevadas, cefalea, cambios en la visión, entre otros).
PREECLAMPSIA
Este síndrome varía desde formas leves hasta complicaciones
multiorgánicas que requieren tratamiento en la unidad de cuidados
intensivos (UCI). La hipertensión se define como una presión arterial
sistólica >140 mm Hg o una presión arterial diastólica ≥90 mm Hg en
mediciones con 4 horas de diferencia. Por su parte, la proteinuria se define
como una concentración urinaria de proteínas ≥300 mg durante 24 horas,
una lectura de 1+ o superior en tiras reactivas o una relación
proteína/creatinina mayor de 0,3. Ante la presencia de síntomas (cefalea,
dolor epigástrico, dolor en el hipocondrio derecho y cambios en la visión) o
de cambios en las pruebas analíticas (pruebas de funci ón renal, pruebas de
enzimas hepáticas y recuento de plaquetas), la proteinuria puede quedar
excluida del diagnóstico.
Los trastornos hipertensivos constituyen una complicación médica
frecuente en el embarazo. Afectan al 6%-8% de las embarazadas, y el 70%
de los casos corresponden a preeclampsia. La preeclampsia representa una
de las principales causas de mortalidad materna en el mundo y una causa
importante de muerte perinatal y parto prematuro. Entre sus
complicaciones, se cuentan: edema pulmonar agudo, lesión renal aguda,
hematoma hepático, síndrome HELLP (hemólisis, aumento de las
transaminasas y trombocitopenia), desprendimiento de la placenta y
hemorragia cerebral. Entre el 50% y el 75% de las muertes maternas por
preeclampsia presentan complicaciones cerebrales.
La preeclampsia se clasifica como leve (preeclampsia sin criterios de
gravedad) o grave, según su presentación clínica (Tabla 4-1). Puede
evolucionar rápidamente y convertirse en una urgencia obstétrica por
compromiso orgánico importante. La presencia de restricción del
crecimiento fetal y un valor de proteinuria >5 g/24 h quedaron excluidos
como criterios de gravedad.
Evaluación y tratamiento
Cada paciente que tenga diagnóstico de preeclampsia con criterios de
gravedad debe ser admitida en el hospital o en la UCI, según la gravedad de
la enfermedad. Debe realizarse una evaluación adecuada que incluya
exploración cardíaca, auscultación pulmonar, exploración neurológica (para
detectar signos de focalización o cambios en el estado de conciencia), fondo
del ojo, el control de la diuresis (inserción de una sonda de Foley) y la
identificación temprana de signos de desprendimiento placentario. Para la
monitorización del bienestar fetal, debe utilizarse cardiotocografía y
ecografía, incluida la estimación del peso fetal.
Al margen de la evaluación clínica, cada paciente que cumpla con los
criterios diagnósticos de la enfermedad debe someterse a determinadas
pruebas analíticas. Entre ellas, se encuentran: pruebas de funci ón hepática
y renal, recuento de plaquetas, proteinuria en 24 horas y pruebas de
coagulación cuando el número de plaquetas sea <100 000/mm3.
Si durante la evaluación inicial se encuentran criterios de gravedad, la
paciente deberá recibir una dosis de carga de sulfato de magnesio, seguida
de una infusión para evitar las convulsiones. En casos de hipertensión
(presión arterial sistólica ≥160 mm Hg o presión arterial diastólica ≥110
mm Hg después del Mg), debe administrarse un antihipertensivo.
Sulfato de magnesio
En el ensayo multicéntrico Magpie, se estudió a más de 10 000
embarazadas afectadas de preeclampsia en 33 países. Quedó demostrado
que la administración de MgSO4 disminuye en 58% (0,8% frente a 1,9%;
riesgo relativo: 0,42; intervalo de confianza al 95%: 0,29-0,60) el riesgo de
convulsiones en casos de preeclampsia.
Una vez confirmado el diagnóstico de preeclampsia grave, debe iniciarse un
tratamiento profiláctico con MgSO4 contra las convulsiones eclámpticas.
Para ello, se utiliza una dosis de carga de 4 a 6 g diluidos en 50-100 mL de
solución de glucosa al 5% y administrados por vía intravenosa al cabo de 15
a 20 minutos. Después de la dosis de carga, se procede a una infusión de
MgSO4 a 2 g/h (300 mL de solución de glucosa al 5% + 20 g de MgSO4 por
vía intravenosa a 25 cm3/h). El MgSO4 demostró ser superior al placebo y a
otros tratamientos farmacológicos profilácticos (como fenitoína y
diazepam).
Durante el tratamiento con MgSO4, la paciente debe ser sometida a una
monitorización rigurosa del nivel de conciencia, de los reflejos profundos,
de la frecuencia respiratoria y de la diuresis. La infusión de MgSO4 debe
continuar durante un máximo de 24 horas después del parto. La sobredosis
de magnesio constituye un riesgo durante su administración. Entre los
signos de toxicidad, se encuentran: pérdida de los reflejos profundos,
depresión respiratoria, visión borrosa y cardiotoxicidad. El gluconato de
calcio al 10% es el medicamento de elección para revertir estos efectos
tóxicos. Debe administrarse una dosis de 1 g por vía intravenosa, que se
deberá repetir según la respuesta clínica de la paciente.
Líquidos
Los líquidos intravenosos pueden administrarse en casos de ordenar nada
por vía oral y parto. Se indican por inyección intravenosa rápida (500 mL)
ante la presencia de hipovolemia manifestada como oliguria.
Labetalol Bolos intravenosos con un aumento gradual de la dosis cada 10-15 min: 20 mg, 20 mg, 40 mg,
80 mg (máximo de 300 mg/24 h)
ECLAMPSIA
La eclampsia se define como la presencia de convulsiones t ónico-clónicas
en mujeres de más de 20 semanas de gestación o en puerperio, que
presentan signos de preeclampsia y carecen de antecedentes de
enfermedades neurológicas preexistentes. Su incidencia oscila entre 1 de
cada 100 y 1 de cada 1700 mujeres en países pobres y entre 1 de cada 2000
y 1 de cada 4000 mujeres en países desarrollados. Conlleva una mortalidad
materna de hasta el 25% en países de recursos limitados y del 0,4% al 7,2%
en países desarrollados. Según los datos publicados, entre el 38% y el 53%
de las embarazadas presentan eclampsia antes del parto; entre el 18% y el
36%, durante el parto; y entre el 11% y el 44%, después del parto. En el
26% de los casos, se manifiesta 48 horas después del parto.
En el 83% de las pacientes, se observa cefalea persistente y cambios en la
visión antes de las convulsiones. Entre los factores de riesgo, se cuentan:
edad <20 años y >35 años, nuliparidad, origen hispánico, >30 kg/m2 de
índice de masa corporal, aumento de más de 15 kg durante el embarazo,
lapso de más de 5 años entre embarazos y la presencia de enfermedades
preexistentes (por ejemplo, hipertensión arterial crónica, diabetes mellitus).
Tratamiento
Ante un episodio convulsivo, se procede al ABC de la reanimación:
apertura de la vía aérea (airway), respiración (breathing) y circulación
(circulation). Compruebe que la paciente tiene una vía aérea abierta, que
respira y que tiene una buena circulación comprobando el pulso, la presión
arterial y el llenado capilar. Deben evitarse las caídas traumáticas y la
broncoaspiración. Asimismo, es fundamental tomar las medidas necesarias
para evitar que la paciente se muerda la lengua. La paciente debe ser
colocada en decúbito lateral izquierdo. Se recomienda utilizar el
pulsioxímetro para calcular la oxigenación y administrar oxígeno
suplementario (cánula nasal o mascarilla).
El episodio convulsivo eclámptico es autolimitado, y el tratamiento
farmacológico tiene como objetivo evitar nuevas convulsiones. El sulfato
de magnesio constituye el medicamento de elección. Debe administrarse
una dosis de carga de 4 a 6 g por vía intravenosa en 10 a 20 minutos y
continuarse con una infusión de 2 g/h (300 mL de dextrosa al 5% + 20 g de
MgSO4 por vía intravenosa a 25 cm3/h), que debe mantenerse hasta 24
horas después del parto. En caso de una nueva convulsión pese al inicio del
tratamiento (8%-13% de los casos), se añade otro bolo intravenoso de 4 g
de MgSO4. Si las convulsiones son resistentes al tratamiento, la paciente
debe ser trasladada a una unidad de cuidados intensivos, intubada para
proteger la vía aérea y mantener el intercambio gaseoso, y tratada con una
infusión de barbitúricos, benzodiacepinas o propofol. Una paciente que,
pese al tratamiento, presenta convulsiones recurrentes debe someterse a una
resonancia magnética para descartar la posibilidad de una causa
intracraneal.
En todos los casos de convulsiones eclámpticas, debe interrumpirse el
embarazo, independientemente de la edad gestacional.
Diagnóstico
El cuadro clínico del EPA en pacientes afectadas de preeclampsia suele
evolucionar en forma gradual y está acompañado de dificultad respiratoria,
ortopnea, disnea paroxística nocturna, tos, esputo rosado y hemoptisis
evidente en algunos casos. El diagnóstico es clínico; la paciente se
encuentra en mal estado general, diaforética y utilizando los músculos
accesorios de la respiración. En la auscultación cardíaca, se escucha el S3
del ritmo de galope ventricular. En los pulmones, se escuchan estertores
húmedos y sibilancias. Una radiografía de tórax simple muestra un
componente predominantemente cardiogénico, crecimiento de la silueta
cardíaca, infiltrado perihiliar, derrame pleural y líneas B de Kerley. En
casos en los que el aumento de la permeabilidad capilar representa el
componente principal, es posible observar una silueta cardíaca de tamaño
normal, un infiltrado en el parénquima pulmonar de distribución periférica
y broncograma aéreo. La gasometría arterial revela hipoxemia y Paco2
normal o disminuida; en casos graves, hay acidosis respiratoria.
Tratamiento
El enfoque terapéutico ante la presencia de EPA en una paciente afectada de
preeclampsia dependerá del fenómeno fisiopatológico predominante:
aumento de la presión hidrostática (insuficiencia ventricular izquierda,
hipervolemia) o aumento de la permeabilidad capilar.
En primer lugar, se administra oxígeno suplementario (3-4 L/min) a la
paciente con una cánula nasal. El objetivo consiste en mantener una Pao2 de
más de 60 mm Hg y una saturación de oxígeno de más del 90%. Si esto no
alcanza, se debe administrar oxígeno a través de una mascarilla con
reservorio con una fracción inspirada de oxígeno >0,6 a 8-12 L/min.
Debe solicitarse un electrocardiograma para documentar otras causas del
edema pulmonar, como disfunción cardíaca aguda por coronariopatía o
miocardiopatía. Se indica un balance hídrico estricto, para lo cual debe
introducirse una sonda de Foley. Asimismo, se restringe la administración
de líquidos por vía oral o parenteral, y es necesario realizar una medición
cuidadosa de la diuresis. Se administra de 20 a 80 mg de furosemida por vía
intravenosa para reducir la precarga. En general, se requiere una diuresis de,
por lo menos, 2 a 3 L antes de observar una mejora en la oxigenación.
En casos de EPA sin hipertensión grave, puede administrarse nitroglicerina
—vasodilatador de predominio venoso, pero con efecto arterial— por vía
sublingual en dosis de 0,4 mg cada 5-10 minutos. La nitroglicerina atraviesa
la barrera placentaria, pero es inocua para el feto. Produce el máximo
beneficio en caso de edema pulmonar asociado a síndrome coronario, que
es infrecuente en embarazadas.
Ante la presencia de hipertensión grave (presión arterial sistólica ≥160 mm
Hg o presión arterial diastólica ≥110 mm Hg), deben administrarse
antihipertensivos. La evidencia avala el uso de labetalol en bolos
intravenosos (20 mg, 40 mg, 80 mg) cada 20 minutos, o bien de nicardipina
en infusión (5 mg/h) por vía intravenosa con un aumento de 2,5 mg/h cada
5 minutos hasta alcanzar un máximo de 30 mg/h. Otra opción es la
hidralazina en bolos intravenosos de 5 a 10 mg cada 20-30 minutos hasta
una dosis máxima de 30 mg. También puede recurrirse a 10-20 mg de
nifedipina cada 20-30 minutos con un máximo de 3 dosis. Hay que tener en
cuenta que este fármaco puede estar asociado a hipotensión. La ventilación
mecánica está indicada en caso de fatiga respiratoria o persistencia de la
hipoxemia.
Una vez resuelto o establecido (hipoxemia o hipertensión) el edema
pulmonar, debe interrumpirse el embarazo. El obstetra determinará el
método de parto en función del estado clínico de la paciente.
PARTO
La preeclampsia encuentra su origen fisiopatológico en la placenta, y la
paciente solo puede recuperarse mediante el parto. Si el feto tiene menos de
34 semanas de gestación, la madre está estable y se conserva el bienestar
fetal, es posible diferir el parto y administrar corticosteroides para acelerar
la maduración pulmonar fetal o esperar a una edad gestacional más
avanzada (Figura 4-1).
Figura 4-1. Tratamiento de la preeclampsia grave
Cortesía del Carlos Montufar.
Lecturas recomendadas
SEPSIS EN EL EMBARAZO
Objetivos
Caso
Corioamnionitis Neumonía
Endometritis Pielonefritis
Tromboflebitis séptica
Absceso pélvico
Mastitis
A. Detección
La detección precoz de la paciente afectada de sepsis materna es
fundamental para iniciar un tratamiento temprano y mejorar la evolución.
Frente a la posibilidad de sepsis materna, se requiere una evaluación del
riesgo y una exploración clínica exhaustiva. En la Tabla 5-2 se enumeran
los factores de riesgo de la sepsis materna. La cesárea es uno de los factores
de riesgo m ás importantes.
Traumatismo vaginal durante el parto Infección por estreptococo del grupo A en contactos cercanos
B. Reanimación
Una adecuada y oportuna reanimación en caso de sepsis obstétrica es
fundamental para aumentar la sobrevida y minimizar la morbilidad materna
y fetal. Se han desarrollado guías basadas en la evidencia para el manejo de
la sepsis y el choque séptico en adultos, pero estas no traen
recomendaciones específicas para la población obstétrica. No obstante, la
aplicación de dichas guías en la paciente obstétrica resulta razonable, si se
tienen en cuenta ciertas características específicas del embarazo.
La hipotensión es un signo evidente de la necesidad de reanimación. Sin
embargo, como la presión arterial suele disminuir durante el embarazo, el
valor de corte para preocuparse por la hipotensión probablemente deba ser
reducido. Cabe destacar la importancia de la posición corporal en los casos
de sepsis e hipotensión durante el embarazo. Transcurrida la mitad del
embarazo, el útero, aumentado de tamaño, tiende a comprimir la vena cava
inferior y la aorta, lo que reduce la precarga y el gasto cardíaco, cuando la
paciente se encuentra en posición supina. Así pues, cuando una paciente
embarazada está hipotensa o presenta signos de hipoperfusión, como
primera medida, debe favorecerse el desplazamiento uterino a la izquierda.
Para ello, solo se requiere elevar la cadera derecha unos 10 cm (por lo
menos, 15°). Los signos de hipoperfusión, entre ellos alteración del estado
mental, oliguria o aumento de lactato sérico, también indican la necesidad
de reanimación; estos signos no se ven afectados por el embarazo.
El siguiente paso en la reanimación es administrar líquidos intravenosos.
Las guías recomiendan, por lo menos, 30 mL/kg de cristaloides durante las
primeras 3 horas en caso de hipoperfusión. Se desconoce si esta cantidad de
líquido es óptima para la población obstétrica. Dado que la volemia de por
sí aumenta y la presión oncótica disminuye en el embarazo, una sobrecarga
de líquido podría derivar en un edema pulmonar. Por ende, sería prudente
comenzar con un menor volumen de rehidratación y observar la respuesta.
Cabría considerar la evaluación del grado de respuesta a los líquidos
(maniobra de elevación pasiva de las piernas, monitores hemodinámicos
atraumáticos) como medida de apoyo a la hora de determinar la necesidad
de líquido adicional, aunque hay pocos informes sobre la experiencia
utilizando estas maniobras en pacientes embarazadas sépticas.
Si la hipotensión continúa después de la rehidratación inicial, debe
recurrirse a un vasopresor. El vasopresor de primera elección es la
norepinefrina, cuyo uso se considera seguro en el embarazo. La placenta no
se autorregula, por lo que la hipotensión materna sostenida afectará la
perfusión uteroplacentaria y el estado fetal. La vasopresina no debe
utilizarse como fármaco de primera línea, puesto que puede provocar
contracciones uterinas y poner en peligro la continuidad del embarazo.
Aunque los vasopresores tienen como objetivo una PAM >65 mm Hg en la
población no gestante, no está claro si esta meta es apropiada para una
paciente embarazada, cuya PAM suele ser más baja. Otros marcadores de
adecuada perfusión, como la evaluación del nivel de conciencia, la
concentración de lactato y la diuresis, pueden ser útiles a la hora de
establecer una presión arterial objetivo. La frecuencia cardíaca fetal
también sirve como indicador de perfusión. Se debería poder obtener esta
información en casi todas las pacientes que cursen el tercer trimestre,
posiblemente a partir de la semana 24 de gestación.
Quizá sea prudente contemplar valores un
tanto más bajos de PAM para las pacientes
embarazadas antes de administrar
vasopresores.
Ampicilina y gentamicina
Clindamicina y gentamicina
Ampicilina-sulbactam
Cefotetán
Ceftriaxona o cefipima + metronidazol
Piperacilina-tazobactam
Vancomicina y piperacilina-tazobactam
Puntos clave
La sepsis materna es una enfermedad potencialmente mortal, definida
como una disfunción orgánica causada por una infección durante el
embarazo, el parto, el puerperio o el posaborto.
La mayoría de las infecciones maternas son polimicrobianas, sobre
todo en el abdomen y en la pelvis.
Los cambios fisiológicos propios del embarazo y del parto, como el
aumento de la frecuencia cardíaca, el incremento de la ventilación y la
disminución de la presión arterial, pueden ocultar los signos iniciales
de infecciones graves.
Una adecuada y oportuna reanimación en caso de sepsis obstétrica es
fundamental para aumentar la sobrevida y minimizar la morbilidad
materna y fetal.
En sepsis materna, sería prudente comenzar con un volumen de
reanimación inferior a 30 mL/kg y observar la respuesta debido al
riesgo de edema pulmonar.
En pacientes con sepsis materna e hipotensión, el vasopresor de
elección es la norepinefrina.
La eliminación del foco infeccioso en la sepsis materna incluye la
administración oportuna de los antibióticos apropiados y la extracción
de los tejidos infectados o el drenaje de las colecciones infectadas.
Los antibióticos deben administrarse antes de 1 hora, luego de
identificar la posibilidad de sepsis.
Lecturas recomendadas
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Kingdom Obstetric Surveillance System. Severe maternal sepsis in the
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treatment. Curr Opin Anesthesiol. 2014;27:253-258.
Capítulo 6
ENFERMEDAD TROMBOEMBÓLICA Y
EMBARAZO
Objetivos
Caso
– ¿Cuáles son los posibles diagnósticos de los síntomas que presenta esta
paciente?
– ¿Qué pruebas analíticas y radiográficas iniciales deben solicitarse?
I. INTRODUCCIÓN
Está bien establecido que el embarazo y el puerperio son tiempos de riesgo
para presentar enfermedad tromboembólica. El tromboembolismo venoso
(TEV) es más frecuente y difícil de diagnosticar en pacientes embarazadas,
que en pacientes no gestantes. Se calcula que la incidencia de TEV oscila
entre 0,76 y 1,72 por cada 1000 embarazos, aproximadamente el cuádruple
del riesgo en la población no gestante.
En todo el mundo, la enfermedad tromboembólica contribuye, en gran
medida, a la morbimortalidad perinatal y materna. En los países
desarrollados, constituye la principal causa de mortalidad materna y supera
a la hemorragia y la hipertensión. Esta mortalidad se atribuye,
principalmente, al embolismo pulmonar.
El diagnóstico de enfermedad tromboembólica engloba la trombosis venosa
profunda (TVP) y el embolismo pulmonar (EP). Según quedó demostrado,
la TVP prenatal se produce con la misma frecuencia que la TVP puerperal y
en todos los trimestres de embarazo. La TVP y el EP se consideran
manifestaciones de la misma enfermedad y suelen ser evitables y tratables.
El diagnóstico de TVP y EP puede ser más difícil debido a las
características de la mujer embarazada y a los cambios fisiológicos propios
del embarazo (por ejemplo, disnea fisiológica, edema en las piernas, estasis
venosa).
II. FISIOPATOLOGÍA
La tríada de Virchow (estasis venosa, lesión endotelial e
hipercoagulabilidad) podría explicar por qué la embarazada muestra una
mayor predisposición a fenómenos trombóticos. El embarazo ha sido
considerado clásicamente como un estado de hipercoagulabilidad. Entre los
factores que intervienen en esta hipercoagulación, se cuentan: disminución
en la velocidad del flujo venoso, aumento en los factores de coagulación
(factores II, VII, VIII y X) y reducción de la actividad fibrinolítica.
Asimismo, se registran concentraciones reducidas de proteínas S y C, que
pueden derivar en la formación de trombos.
Durante el embarazo, la TVP afecta, con mayor frecuencia, a las venas
proximales (ilíaca y femoral) y, con menor frecuencia, a las venas poplíteas.
Durante el puerperio (que se define como las 6 semanas posteriores al
parto), el estado procoagulante regresa paulatinamente a los valores previos
al embarazo, lo que se confirma con la medición de los factores de
coagulación ya mencionados.
3 puntos
2 puntos
1 punto
Puntuación
Si el puntaje total equivale a ≥4 antes del parto, considere la tromboprofilaxis a partir del primer
trimestre.
Si el puntaje total equivale a ≥3 antes del parto, considere la tromboprofilaxis a partir de la semana
28.
Si el puntaje total equivale a ≥2 antes del parto, considere la tromboprofilaxis durante un mínimo de
10 días.
Si la paciente ingresó en el hospital antes del parto, considere la tromboprofilaxis.
En caso de hospitalización prolongada (≥3 días) o reingreso durante el puerperio, considere la
tromboprofilaxis.
En pacientes con riesgo conocido de sangrado, el balance riesgo-beneficio entre hemorragia y trombosis
debería discutirse con un hematólogo con experiencia en obstetricia.
A. Parto
Por lo general, ante la posibilidad de hemorragia, no se indica profilaxis con
heparina de bajo peso molecular (HBPM) para mujeres de bajo riesgo
después de un parto vaginal. La incidencia de TVP puerperal es de 3 a 7 por
cada 100 000 partos. El uso de HBPM en el puerperio está asociado a
complicaciones tales como: sangrado, complicaciones en la herida después
de una cesárea, reacciones alérgicas (1,8%) y, con menor frecuencia,
trombocitopenia causada por heparina (1 por cada 5000). Lograr una
movilización temprana y evitar la deshidratación constituyen medidas
clave. Ante la necesidad de profilaxis (por ejemplo, la paciente estaba
recibiendo profilaxis prenatal ambulatoriamente), debe administrarse
heparina no fraccionada (HNF), en lugar de HBPM, cerca de la fecha
prevista de parto para facilitar la anestesia de conducción durante el parto.
Debe dejarse que transcurran 12 horas entre la última dosis profiláctica de
enoxaparina y la aplicación de anestesia neuroaxial. Por otro lado, se
requieren períodos más prolongados si la anticoagulación es terapéutica.
En todas las cesáreas, se indican dispositivos de compresión secuencial, que
se emplean en el perioperatorio y el puerperio, hasta lograr la deambulación
total. Debe añadirse profilaxis farmacológica (HBPM o HNF) sobre la base
de los factores de riesgo. En pacientes de alto riesgo, se recomienda
extender la profilaxis (4-6 semanas). La Tabla 6-3 ilustra las
contraindicaciones de la HBPM, según el RCOG.
Trastorno hemorrágico conocido (por ejemplo, hemofilia, enfermedad de Von Willebrand, coagulopatía
adquirida)
Hemorragia activa prenatal o puerperal
Mujeres que presentan un mayor riesgo de hemorragia mayor (por ejemplo, placenta previa)
Trombocitopenia (plaquetas <75 × 109/L)
Accidente cerebrovascular en las 4 semanas previas (hemorrágico o isquémico)
Nefropatía grave (velocidad de filtración glomerular <30 mL/min/1,73 m2)
Hepatopatía grave (tiempo de protrombina por encima de los valores normales o várices conocidas)
Hipertensión no controlada (presión sistólica >200 mm Hg o presión diastólica >120 mm Hg)
A. Clínico
Se necesita un alto índice de sospecha para diagnosticar un
tromboembolismo. La TVP puede manifestarse de diversas formas en las
embarazadas y confundirse con el edema y el dolor de piernas del
embarazo. La muerte súbita no es extraña en las embarazadas que presentan
síntomas compatibles con TEV. Por tanto, toda gestante con cuadro clínico
sugestivo de TEV debe someterse de inmediato a pruebas objetivas.
En el embarazo, la TVP puede manifestarse como un dolor en la zona
inguinal, abdominal o lumbar. Varios estudios avalan el uso de la regla
LEFt, que se vale de la evaluación clínica de tres variables: la presentación
en la pierna izquierda, >2 cm de diferencia en el perímetro de las piernas a
nivel de los gemelos y la aparición durante el primer trimestre. Ante la
ausencia de estas variables, la probabilidad de TVP es baja. Por otro lado, la
presencia de una o más variables aumenta considerablemente la
probabilidad. La regla LEFt carece de validación, por lo que se requieren
más estudios al respecto.
B. Dímero D
El dímero D es un producto de degradación de la fibrina, cuyo valor
aumenta durante el embarazo. Los valores son normales en el 84% de las
embarazadas que cursan el primer trimestre, en el 33% de las embarazadas
que cursan el segundo trimestre y en el 1% de las embarazadas que cursan
el tercer trimestre. Alcanzan su punto máximo durante el parto y el
puerperio inmediato. La sensibilidad y especificidad de los valores varía
ampliamente durante el embarazo. No existe un intervalo de referencia
establecido para los valores normales del dímero D antes y después del
parto, de modo que los cambios en las concentraciones pueden llevar a
diagnósticos incorrectos. Las recomendaciones actuales sugieren utilizar el
dímero D junto con otras pruebas (Figura 6-1).
Figura 6-1. Algoritmo de diagnóstico sugerido para las pacientes embarazadas que
tienen un diagnóstico presuntivo de trombosis venosa profunda y embolia pulmonar.
MRDTI: sigla en inglés que significa “resonancia magnética para la detección de
trombos”.
Tomada de: N Engl J Med., Marik PE, Plante LA, Venous Thromboembolic Disease and
Pregnancy, 359,2025-2033. Derechos de autor © 2008 Massachusetts Medical Society.
Reimpresa con autorización de Massachusetts Medical Society.
C. Imágenes
La ultrasonografía de compresión es el examen de elección en el
diagnóstico de la TVP. Tiene alta sensibilidad y especificidad para detectar
trombos proximales, aunque la sensibilidad es menor en el caso de los
trombos distales (peroneales y tibiales anterior y posterior). Una de sus
ventajas radica en que se trata de un estudio no invasivo. Si el resultado da
negativo y la paciente no presenta otros factores de riesgo (como
antecedentes de TVP, trombofilia o progresión del cuadro clínico), el
examen debe repetirse al cabo de una semana. Si el segundo resultado
también da negativo, no se requiere tratamiento. La resonancia magnética
para la detección de trombos, que no usa radiación ni es perjudicial para el
feto, tiene un alto grado de sensibilidad y especificidad para el diagnóstico.
A. Clínica
El diagnóstico clínico del EP se basa en los síntomas de la paciente, de los
cuales, la disnea y la taquipnea son los más frecuentes. Sin embargo, la
paciente también puede acudir por taquicardia, tos, dolor torácico,
hemoptisis, fiebre y diaforesis. La exploración clínica puede revelar
estertores atelectásicos y el segundo ruido cardíaco puede estar reforzado e
incluir un ritmo de galope. Pueden encontrarse signos de insuficiencia
cardíaca derecha, como ingurgitación yugular, hepatomegalia y
desdoblamiento del segundo ruido cardíaco en casos en los que la
obstrucción de la circulación pulmonar supere el 50% (Figura 6-1). No
obstante, la presencia de taquicardia leve e ingurgitación yugular es
frecuente en los embarazos normales.
Puntos clave
Las embarazadas y las puérperas corren riesgo de TVP/EP. Se calcula
una incidencia entre 4 y 50 veces mayor que la observada en mujeres
no gestantes.
La incidencia de TEV es alta durante el embarazo por la presencia de
la tríada de Virchow: estasis venosa, lesión endotelial e
hipercoagulabilidad.
Los cambios fisiológicos propios del embarazo y la inquietud que
genera exponer al feto a la radiación, aunque la dosis de radiación
ionizante sea baja, dificultan el diagnóstico de TVP/EP durante este
período.
Aunque debe hacerse todo lo posible para evitar la exposición del feto
a la radiación, esto no debe suponer un obstáculo para confirmar o
descartar un diagnóstico en pacientes de alto riesgo y con alta
probabilidad de presentar TVP/EP.
En pacientes con sospecha de TVP/EP, la primera prueba diagnóstica
que debe llevarse a cabo es el ultrasonido bilateral de las extremidades
inferiores. Si el estudio es negativo, se procede con una radiografía de
tórax, acompañada de APTC o gammagrafía de ventilación/perfusión.
En los casos en que el diagnóstico no pueda descartarse mediante estas
técnicas, se recomienda la angiografía pulmonar.
El tratamiento del EP durante el embarazo se basa en la heparina, ya
sea no fraccionada o de bajo peso molecular. Ninguna de ellas
atraviesa la barrera placentaria, y su concentración en leche materna no
es significativa.
Lecturas recomendadas
HEMORRAGIA OBSTÉTRICA
Objetivos
I. INTRODUCCIÓN
La hemorragia obstétrica constituye una de las principales causas de
mortalidad materna y representa más del 50% de las 300 000 muertes
maternas registradas a nivel mundial. Cada 7 minutos se produce una
muerte por hemorragia obstétrica. La atonía uterina es la causa más
frecuente de hemorragia puerperal. Asimismo, el aumento en el número de
cesáreas ha incrementado dramáticamente la morbilidad por trastornos en la
inserción placentaria (o placenta acreta), que conlleva un alto riesgo de
hemorragia e histerectomía de urgencia.
Para reconocer la importancia de la hemorragia obstétrica, resulta
fundamental comprender la fisiología y la fisiopatología de la unidad
uteroplacentaria. Cuando la placenta invade el endometrio, un promedio de
120 arterias espinales atraviesan el miometrio para perfundir la placenta.
Cuando la placenta se desprende del útero durante un parto normal, una
contracción miometrial tónica comprime y, con esto, tapona las arterias
espirales. Los factores de coagulación se activan y logran obstruir las
arterias espirales. La remodelación uterina posterior elimina las arterias
espirales a lo largo de varias semanas.
Prenatales/intranatales Puerperales
B. Tratamiento farmacológico
Los uterotónicos se utilizan como tratamiento farmacológico de primera
línea contra la atonía uterina. La administración de más de uno de ellos
puede mejorar el tono uterino y disminuir la hemorragia (Tabla 7-4).
†Misoprostol 800-1000 μg por vía rectal Dosis única Escalofrío, fiebre, diarrea
*Requiere refrigeración.
Delirio
Corazón Trastornos de la conducción
Disfunción diastólica
Disminución de la contractilidad
Colestasis
Edema
Uremia
Íleo
Cambio en la cicatrización
Infección en la herida
E. Tratamiento quirúrgico
Si el tratamiento farmacológico de la atonía uterina es ineficaz o la
hemorragia se atribuye a otra causa, deben iniciarse inmediatamente las
intervenciones quirúrgicas destinadas al control definitivo de la hemorragia.
En la Tabla 7-6 se muestran las intervenciones quirúrgicas, de la menos a la
más invasiva. Se recomienda un abordaje gradual, siempre y cuando la
estabilidad hemodinámica de la paciente y la pericia del cirujano lo
permitan. Como resultado, se acorta el tiempo quirúrgico, disminuye el
sangrado intraoperatorio y surgen menos complicaciones.
Intervención Complicaciones
Taponamiento con Desgarro del cuello uterino
balón intrauterino
Ligadura de las Infertilidad; desvascularización de la arteria ilíaca interna y sus ramas; lesión
hipogástricas ureteral
Embolización uterina Infertilidad por sinequias en el 5%-9%; embarazo posterior contraindicado por
temor a anomalías placentarias y restricción del crecimiento fetal
Histerectomía Lesión en las vías urinarias, infertilidad
periparto
F. Reanimación hemostática
Se trata de intervenciones concebidas para restablecer el volumen
intravascular, maximizar la capacidad del transporte de oxígeno y corregir
la coagulopatía durante una hemorragia severa o después de esta. Puede
emplearse en caso de hemorragia obstétrica, pese a la escasez de evidencia
específica en este escenario. La reanimación hemostática implica cuatro
intervenciones clave:
Ronda 2† 6U 6U 6U 20 U
40 µg/kg
Tomada de: Am J Obstet Gynecol., 205(6), Pacheco LD, Saade GR, Gei AF, et al., Cutting-
edge advances in the medical management of obstetric hemorrhage, 526-532, Copyright ©
2011, con autorización de Elsevier.
V. HEMORRAGIA PRENATAL
En general, la ecografía es el mejor método para establecer la causa de una
hemorragia obstétrica prenatal. El embarazo ectópico, o embarazo
extrauterino, puede complicar del 1% al 3% de los embarazos y producir
hemoperitoneo y choque hemorrágico. Los síntomas iniciales suelen ser
amenorrea, dolor abdominal y hemorragia vaginal. Para orientar el
diagnóstico, se requiere una ecografía y la determinación cuantitativa de la
concentración de la fracción beta de la gonadotropina coriónica humana (b-
hCG). La cirugía es el estándar de oro terapéutico, aunque puede optarse
por un tratamiento expectante o farmacológico con metotrexato en casos
particulares.
Las alteraciones de la placentación son la principal causa de hemorragia
prenatal. La placenta previa, placenta situada sobre el orificio cervical
interno o cerca de este, puede dar como resultado una hemorragia
significativa antes del parto. Una cesárea puede limitar la hemorragia
prenatal en estos casos; no obstante, dado que la placenta se implanta en la
porción inferior del útero, donde la contracción miometrial no es eficaz,
también puede producirse una hemorragia posparto. El desprendimiento de
la placenta, o separación prematura de la placenta del útero, suele
presentarse después de un traumatismo, cuadro de hipertensión u otras
causas precipitantes y puede asociarse a una hemorragia significativa. Con
frecuencia, el desprendimiento de placenta se asocia a una coagulopatía
intravascular diseminada.
La hemorragia materna prenatal puede ser fatal para el feto, sobre todo en
caso de desprendimiento de la placenta. Grados menores de hemorragia
prenatal a menudo exigen programar el parto y contemplar la posibilidad de
administrar corticosteroides prenatales.
VII. CASO
Una paciente de 37 años, multigesta y multípara (5 embarazos y 4 partos),
acude a urgencias a las 39 semanas de gestación en fase activa del trabajo
de parto y tiene un bebé sano después de un parto precipitado. Se expulsa la
placenta, que parece estar casi intacta, y se produce una hemorragia vaginal,
de al menos 500 mL.
¿Cuál es su primera impresión diagnóstica y conducta terapéutica?
Ante un probable diagnóstico de retención de productos de la concepción,
se procede a una revisión uterina manual, masaje uterino y una evaluación
para descartar desgarros.
Después de extraer los restos de la placenta durante la revisión uterina, se
examina la vagina y el cuello del útero y se descartan desgarros a este nivel.
Se realiza masaje uterino, pero la paciente continúa con la hemorragia
vaginal, y se calcula que pierde unos 1000 mL de sangre. El útero está
blando a la palpación.
¿Cuál es su impresión diagnóstica y conducta terapéutica?
Cabe la posibilidad de tener aún retención de productos de la concepción,
placenta acreta o coagulopatía. No obstante, esta hemorragia probablemente
guarde más relación con una atonía uterina. Se continúa con el masaje
uterino, se colocan dos vías intravenosas de gran calibre, se obtienen
pruebas analíticas, se realizan pruebas cruzadas y se administran
uterotónicos mientras se solicita ayuda. El tono uterino mejora.
La paciente continúa con la hemorragia a pesar del tono uterino adecuado.
No se observan productos de la concepción ni desgarros del cuello uterino o
de la vagina. Sus pruebas de coagulación son anormales y presenta un
cuadro anémico severo, con una pérdida de sangre estimada en 1300 mL.
¿Cuál es su plan terapéutico?
Inicie el plan de transfusión masiva de su institución y transfunda glóbulos
rojos empaquetados, plasma fresco congelado y plaquetas a necesidad. Es
posible que deba corregir los trastornos electrolíticos y la acidemia.
También puede administrar sustancias hemostáticas (por ejemplo, ácido
tranexámico) y colocar un balón intrauterino.
¿Cómo procedería si la hemorragia no se detuviera pese a unas pruebas de
coagulación normales y una reanimación adecuada?
Puede plantearse realizar una embolización arterial uterina, una laparotomía
con suturas uterinas hemostáticas o posiblemente una histerectomía
abdominal.
Puntos clave
La hemorragia obstétrica sigue siendo una de las principales causas de
mortalidad materna en los países en vías de desarrollo y una
importante causa de morbilidad en los países desarrollados.
El diagnóstico precoz debe basarse en un alto grado de sospecha y una
reanimación agresiva temprana.
La hemorragia posparto se atribuye principalmente a la atonía uterina.
Sin embargo, dada la diversidad de causas de la hemorragia obstétrica,
el médico debe determinar la causa a partir de datos clínicos y pruebas
de imagenología.
Un protocolo de transfusión masiva y un enfoque de equipo
multidisciplinario pueden contribuir con el médico en el tratamiento
agresivo de la hemorragia aguda en las pacientes obstétricas.
Lecturas recomendadas
Objetivos
I. INTRODUCCIÓN
A. Mortalidad materna
Por definición, se trata de la muerte de una mujer durante el embarazo y
dentro de los 42 días de puerperio. Si bien el riesgo global de muerte por
complicaciones obstétricas es relativamente bajo, algunas mujeres corren
más riesgos y están más predispuestas que otras. En 2015, la mortalidad
materna en países en vías de desarrollo se ubicó en 239 por cada 100 000
niños nacidos vivos frente a 12 por cada 100 000 niños nacidos vivos en
países desarrollados. La mortalidad es más elevada en aquellas mujeres que
viven en zonas rurales pobres. Se calcula que mueren 830 embarazadas por
día en todo el mundo. No obstante, la mortalidad materna ha disminuido de
manera significativa a raíz de los avances tecnológicos, obstétricos y
médicos. Entre 1990 y 2015, la mortalidad materna disminuyó en un 44%
en todo el mundo. Para el año 2030, como parte de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se aspira a reducir la
mortalidad materna global a menos de 70 por cada 100 000 niños nacidos
vivos.
Obstétricas No obstétricas
A. Reanimación
Para una reanimación adecuada, se precisa un equipo multidisciplinario
capacitado para una reanimación cardiopulmonar básica y avanzada,
instrumental para una cesárea perimortem y un equipo de asistencia
neonatal.
Aumento Disminución
HCO3 x
Las posibilidades de que una reanimación sea eficaz ante un paro cardíaco
por fibrilación ventricular (FV) o taquicardia ventricular sin pulso (TVSP)
dependen del masaje card íaco y una desfibrilación temprana. El abordaje
ante un paro cardíaco con actividad eléctrica sin pulso (AESP) y asistolia
consiste en masaje card íaco, administrar medicamentos y determinar la
causa del paro. La secuencia circulación-vías respiratorias-respiración
(CAB, por sus siglas en inglés) forma parte de las recomendaciones sobre
reanimación establecidas en la guía 2015 de la AHA.
La reanimación debe iniciarse inmediatamente se identifique una paciente
sin pulso. La aproximación inicial, o RCPB, consiste en RCP con masaje
card íaco que solo puede interrumpirse para una breve evaluación en pos de
signos de recuperación de la actividad cardíaca, o bien cuando se va a usar
el desfibrilador (ante la presencia de ritmo cardíaco desfibrilable). La
aproximación secundaria, o RCPA, requiere técnicas y dispositivos
avanzados para reanimar y estabilizar a la paciente, así como la
administración de medicamentos.
La RCPB comienza revisando si la paciente respira o no. A continuación, se
procede a la secuencia CAB. Se inicia el masaje card íaco a un ritmo de, al
menos, 100/min con interrupciones mínimas (<10 segundos). Los masajes
cardíacos deben comprimir el tórax de la víctima, al menos, 5 cm (2
pulgadas), dejando que se expanda completamente después de cada
compresión torácica. La cabeza debe estar inclinada hacia atrás y el mentón
debe estar elevado (salvo en casos de traumatismo, en los que se practica la
maniobra de tracción mandibular). Se realizan 2 ventilaciones y se continúa
con una relación de 30 compresiones por cada 2 ventilaciones (Figura 8-3).
Figura 8-3. Paro cardíaco en el embarazo: algoritmo de RCPB hospitalaria.
Siglas: AESP: actividad eléctrica sin pulso; DEA: desfibrilador externo automático; RCP:
reanimación cardiopulmonar; RCPA: reanimación cardiopulmonar avanzada.
Reproducida con autorización de: Circulation. 2015;132: 1747-1773. ©2015 American Heart
Association, Inc.
Reproducida con autorización de: Circulation. 2015;132: 1747-1773. ©2015 American Heart
Association, Inc.
Las principales consideraciones (aunque no las únicas) ante un paro
cardíaco en mujeres embarazadas, sobre todo en aquellas en estado de
gestación avanzado (>24 semanas), son: el manejo agresivo (temprano) de
la vía aérea, el desplazamiento permanente del útero hacia la izquierda, la
precaución en el uso de bicarbonato de sodio y la práctica de una cesárea
perimortem después de los primeros minutos (<4 min) del paro.
Durante la reanimación, debe administrarse oxígeno al 100% y lograrse un
control temprano de la vía aérea. Dada la dificultad a la hora de tratar
estados hipoxémicos en la madre y en el feto y el alto riesgo de aspiración
de contenido gástrico en la madre, se recomienda una intubación temprana.
Conviene aplicar presión cricoidea y administrar oxígeno durante la
ventilación con bolsa-mascarilla antes del intento de intubación para evitar
los episodios de desaturación a los que son propensas las embarazadas. La
saturación de oxígeno arterial debe determinarse con un pulsioxímetro o
mediante gasometría arterial, y el oxígeno inspirado debe ajustarse para
obtener, de ser posible, una saturación de oxígeno arterial por encima del
94%. La intubación endotraqueal se considera el método óptimo para
mantener una vía aérea definitiva y segura. Cuando se utiliza un dispositivo
avanzado para la vía aérea (tubo endotraqueal), deben realizarse
ventilaciones cada 6-8 segundos (es decir, de 8 a 10 ventilaciones por
minuto, independientemente de los masajes cardíacos).
La posición correcta de la paciente mejora la calidad de las maniobras de
RCP y la consiguiente fuerza de compresión. La descompresión aortocava
aumenta el gasto cardíaco de la madre entre el 30% y el 80%. Para ello,
puede colocarse a la paciente en decúbito lateral izquierdo completo o
desplazar el útero hacia la izquierda para aliviar la compresión aortocava.
La obstrucción uterina del retorno venoso puede provocar hipotensión,
precipitar un paro cardíaco en pacientes en estado crítico y dificultar los
esfuerzos de reanimación. Se dispone de varias opciones para desplazar el
útero: inclinar a la paciente y colocar almohadas o sábanas dobladas por
debajo de la cadera derecha; un socorrista puede hacer de “cuña humana”
arrodillado en el piso por detrás de la espalda de la paciente; usar una
herramienta diseñada para tal fin (por ejemplo, cuña de reanimación de
Cardiff, cuña de espuma o cuña humana); o bien un miembro del equipo de
reanimación puede desplazar lateralmente el útero hacia la izquierda (el
método más conveniente) (Figura 8-5).
Figura 8-5. Desplazamiento del útero o de la paciente hacia la izquierda
para que la
reanimación sea más eficaz.
4T Tromboembolia
Toxinas
Neumotórax a tensión
Taponamiento
B. Vasopresores
En caso de paro cardíaco, se administran vasopresores para aumentar la
presión de perfusión cerebral y miocárdica. Con ello, se busca lograr un
retorno de la circulación espontánea y mejorar las posibilidades de un
estado neurológico intacto en las supervivientes. La guía 2015 de la AHA
recomienda la administración de 1 mg de epinefrina por vía IV o IO cada 3-
5 minutos durante la reanimación. Si bien este medicamento puede
disminuir la presión de perfusión uterina, el objetivo principal en la
reanimación consiste en aumentar la perfusión cerebral y miocárdica de la
madre.
C. Antiarrítmicos
La amiodarona está indicada en caso de FV o TV sin respuesta a la RCP ni
a la desfibrilación. La dosis recomendada es de 300 mg por vía IV, seguida
de 150 mg por vía IV después de 5 minutos. Si la arritmia continúa, puede
administrarse lidocaína en una dosis inicial IV de 1-1,5 mg/kg (inyección
intravenosa lenta), seguida de 0,50-0,75 mg/kg a intervalos de 5 a 10
minutos si continúa la FV o en caso de TV (dosis máxima, 3 mg/kg).
E. Medicamentos
La reanimación de las pacientes embarazadas requiere las mismas dosis que
en los casos de reanimación de adultos. No obstante, la tasa de filtración
glomerular se incrementa durante el embarazo, y la farmacocinética de
muchos medicamentos se ve alterada por el volumen de distribución, la
escasa unión a las proteínas plasmáticas y el aumento de la depuración renal
(Tabla 8-5).
Primer respondedor
No retrasar la desfibrilación.
Administrar los medicamentos y las dosis correspondientes.
Ventilar con oxígeno al 100%.
Monitorizar la capnografía (si está disponible) y la calidad de la RCP.
Proceder al acceso IV por encima del diafragma.
Evaluar la hipovolemia y proceder a una reanimación hídrica
intravenosa cuando sea necesario.
Anticipar las dificultades de la vía aérea; se prefiere el profesional que
tenga más experiencia en la colocación de dispositivos avanzados para
la vía aérea:
Intervenciones obstétricas:
C: Circulación Desplazamiento del útero hacia la izquierda (manualmente o con una cuña a
27°).
Colocar las manos un poco más arriba de lo que suele recomendarse para las
compresiones torácicas.
Modificada de: Ramsey G, Paglia M, Bourjeily G. When the heart stops: a review of
cardiac arrest in pregnancy.
Puntos clave
La causa del paro cardíaco y de la mortalidad materna durante el
embarazo puede dividirse en dos categorías: obstétrica y no obstétrica.
Deben realizarse cambios en la RCPA que tengan en cuenta los
cambios fisiológicos en los aparatos respiratorio, circulatorio y
digestivo durante el embarazo. La hipoxia puede precipitar el paro
cardíaco y dar como resultado asistolia, actividad eléctrica sin pulso, y
ritmos de fibrilación y taquicardia ventricular.
Si bien la mayor parte de las recomendaciones de RCP para pacientes
embarazadas son similares a aquellas para pacientes no gestantes
(compresiones, ventilación, medicamentos y dosificación), hay algunas
consideraciones especiales. Entre ellas, realizar el masaje card í aco en
un punto m á s alto del esternón, utilizar tubos endotraqueales
pequeños, desplazar el útero hacia la izquierda y practicar una cesárea
perimortem .
Para aumentar el gasto cardíaco materno, la cesárea perimortem debe
realizarse en los 4 minutos posteriores al inicio de la RCP en estado de
gestación avanzado (>24 semanas).
La mejor esperanza para la sobrevida fetal es la sobrevida materna. No
obstante, la preocupación por el feto no puede afectar a la atención de
la madre.
Lecturas recomendadas
Objetivos
Caso
I. INTRODUCCIÓN
Entre 1 y 9 pacientes por cada 1000 embarazos requiere atención en una
unidad de cuidados intensivos (UCI). Esto excluye a una gran cantidad de
pacientes con preeclampsia severa o hemorragia obstétrica que podrían
recibir atención en la UCI, pero que, por el contrario, lo hacen en la unidad
de maternidad. El riesgo basal de muerte materna varía en función de la
ubicación geográfica y de los recursos económicos del país en particular.
Así las cosas, según la Organización Mundial de la Salud, la mortalidad
materna es tan solo de 12 de cada 100 000 nacimientos en los países
desarrollados y 20 veces más alta en países de bajos y medianos recursos.
El peor panorama lo encontramos en el África subsahariana, en donde se
calcula una mortalidad materna de más de 500 cada 100 000 nacimientos.
Los patrones de mortalidad materna no coinciden de manera exacta con los
de admisiones en las UCI, lo cual se debe, probablemente, a las diferencias
en el acceso a los servicios. En los países desarrollados, la tasa de
mortalidad entre las pacientes obstétricas que ingresan en las UCI puede
variar entre el 5% y el 10%. En los países de bajos recursos, se han
informado tasas de mortalidad de entre el 25% y el 40%.
Requiere suscripción
1-886-626-6847 (vox)
1-800-525-9083
1-301-514-3081
1-855-999-3525 (texto)
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www.reprotox.org www.otispregnancy.org
Figura 9-4. Variabilidad muy disminuida, línea de base normal, sin aceleraciones ni
desaceleraciones. Esto podría ser anormal o simplemente reflejar un ciclo de sueño
fetal. Se indica un control posterior.
Cortesía de Sharon Fullerton, RN.
Tono fetal Al menos un episodio de extensión de una extremidad fetal, seguido por el
regreso a la posición en flexión
Reproducida con permiso de: Practice Bulletin No.145: Antepartum Fetal Surveillance.
Obstetrics & Gynecology. 2014; 124(1):182-192. Copyright ©2014 American College of
Obstetricians and Gynecologists.
Si no se cumple el criterio, la puntuación es 0 para cualquier categoría (ya
no hay una puntuación intermedia de 1). El estudio puede continuarse hasta
por 30 minutos, aunque debe detenerse antes si se alcanza una puntuación
de 8 o 10 (normal). Una puntuación de 6 es dudosa, y una de ≤4 es anormal.
A término (≥37 semanas), la mejor respuesta frente a una puntuación de ≤6
es el parto. En el feto prematuro, generalmente resulta aceptable esperar y
repetir el estudio dentro de las 24 horas, pero, en la mayoría de los casos,
una puntuación de 0 o 2 justifica el parto. Si el rescate por parto no es una
opción (edad gestacional insuficiente, anomalía letal), el seguimiento
prenatal resulta inútil.
La monitorización fetal también puede ser útil en la UCI como indicador de
la perfusión de órganos; el órgano en cuestión sería la unidad
fetoplacentaria. Puede proporcionar indicios no solo sobre el estado del
feto, sino también indirectamente sobre la condición materna. Por ejemplo,
la acidemia respiratoria o metabólica materna y la presión arterial materna
afectan la monitorización fetal, que se puede usar como parámetro
alternativo para modificar el tratamiento materno. Un ejemplo evidente es
el uso de ventilación de bajo volumen corriente. Aunque las publicaciones
especializadas sobre el tratamiento con ventilación mecánica en el
embarazo proporcionan más opiniones que evidencia, el trazado de la FCF
puede ser útil cuando la Paco2 aumenta y el pH disminuye. Se pueden
producir cambios significativos en el trazado de la FCF relacionados con la
acidemia fetal, que luego se tratarían no mediante el parto, sino aumentando
la ventilación por minuto de la madre.
Las opiniones son variadas, y no hay evidencia concluyente para respaldar
o rechazar el uso de la monitorización fetal electrónica continua en todas las
embarazadas en la UCI. La decisión se basa en la situación clínica
individual, incluida la edad gestacional, la condición materna y el estado del
feto, si la paciente está de parto y cuál debería ser la respuesta si la
monitorización sugiere problemas con el estado fetal. Si se usa la
monitorización fetal, pero el trazado no se puede ver de forma remota (por
ejemplo, transmitirse desde la UCI hasta la sala de parto), el personal
capacitado para interpretarlo debe estar junto a la cama en la UCI.
B. Ecografía
La evaluación fetal por ecografía es un componente de la atención prenatal
de la mayoría de las mujeres. La ecografía se utiliza para determinar la
ubicación del feto (intrauterina u otra), la FCF y la actividad biofísica, el
número de fetos, la edad gestacional, la posición fetal, la ubicación
placentaria, el volumen de líquido amniótico, la anatomía fetal y el peso
fetal estimado. No se ha comprobado daño fetal debido a la ecografía
obstétrica de diagnóstico. Se utilizan las vías transabdominal e intravaginal
según la indicación específica, el hábito materno y la edad gestacional.
C. Ecografía Doppler
La ecografía Doppler también se puede utilizar para evaluar la circulación
fetoplacentaria, incluido el flujo y la velocidad de flujo en los vasos fetales.
Puede ser útil en casos de restricción del crecimiento fetal o ante la
sospecha de anemia fetal, pero aporta poco a la evaluación del feto normal.
1. Arteria umbilical
Las dos arterias del cordón umbilical transportan la sangre del feto a la
placenta. (La vena umbilical transporta sangre más oxigenada desde la
placenta hacia el feto). Debido a la extensa arborización vellosa, la placenta
normal es una estructura de baja impedancia, y la circulación a través de las
arterias umbilicales continúa tanto en diástole como en sístole (Figura 9-9).
Figura 9-9. Onda normal de flujo de la arteria umbilical. Obsérvese la circulación
máxima en la sístole, pero, incluso en la diástole, la onda no desciende hasta la línea
de base. La circulación anterógrada continúa durante todo el ciclo cardíaco.
Cortesía de Lauren Plante, MD.
2. Otros vasos
Se pueden explorar otros vasos fetales con Doppler, tanto del sistema
venoso como del arterial (Figuras 9-3 y 9-4). La arteria cerebral media
(Figura 9-11) puede evaluarse como un marcador de anemia fetal, ya que la
disminución del hematocrito fetal altera las propiedades reológicas de la
sangre y aumenta la velocidad sistólica máxima. Los patrones de resistencia
de la arteria cerebral media también pueden ser útiles como un indicador de
cefalización en un feto con crecimiento restringido; la cefalización de la
circulación sanguínea representa una adaptación a la actividad placentaria
limitada, y la pérdida de la cefalización indica que los mecanismos
compensatorios están fallando.
Figura 9-11. Onda normal de la arteria cerebral media.
Cortesía de Lauren Plante, MD.
Nifedipino 10 a 20 mg vía oral como dosis inicial; luego, 10 mg por vía cada 3 a 6 h según sea
necesario hasta que las contracciones desaparezcan.
Mantenimiento: 30 a 60 mg vía oral cada 8 a 12 h durante un máximo de 48 h.
Indometacina 50 mg vía oral (o vía rectal) como dosis de carga; luego, 25 mg vía oral cada 6 h, sin
superar las 48 h.
Atosibán Dosis de carga: 6,75 mg vía IV durante 1 minuto; luego, 18 mg/h durante 3 h; luego, 6
mg/h durante un máximo de 45 h (dosis máxima: 330 mg).
Pauta posológica Bolo de 6 g por vía IV durante 20 a 30 minutos; luego, 2 g/h durante 12 h.
de Rouse Detener la administración si no hubo nacimiento en 12 h (a menos que el parto sea
inminente).
Reanudar la dosis de mantenimiento de 2 g/h si el riesgo de parto reaparece dentro de
las 6 h.
Reanudar en forma de bolo (6 g) seguido de una dosis de mantenimiento (2 g/h) si el
riesgo de parto reaparece después de 6 h.
Pauta posológica Bolo de 4 g durante 30 minutos; sin dosis de mantenimiento
de Marret
Puntos clave
La atención médica necesaria (incluidos los medicamentos y las
imágenes de diagnóstico) no debe diferirse en una embarazada debido
a problemas fetales teóricos, aunque puede ser adecuado explorar
alternativas y modificaciones.
Las inquietudes sobre la teratogénesis se limitan al primer trimestre;
las inquietudes sobre el desarrollo fetal o el desarrollo neurológico, no.
La edad gestacional influye en la toma de decisiones.
El parto puede contemplarse como un componente de la atención
materna o fetal.
Existen técnicas de evaluación fetal, pero son limitadas.
Pueden administrarse fármacos (corticosteroides, magnesio) a la madre
debido a sus efectos específicos sobre el feto o el recién nacido.
Lecturas recomendadas
http://www.acog.org/Resources-And-Publications/Patient-Safety-
Checklists/Magnesium-Sulfate-before-Anticipated-Preterm-Birth-for-
Neuroprotection.
PATOLOGÍAS QUIRÚRGICAS NO
OBSTÉTRICAS EN PACIENTES
EMBARAZADAS
Objetivos
Caso
I. INTRODUCCIÓN
La detección, evaluación y tratamiento oportunos de las patologías
quirúrgicas son fundamentales para garantizar los mejores resultados en
mujeres embarazadas. Una de cada 500 embarazadas presenta dolor
abdominal agudo. Durante el embarazo, entre el 0,1% y el 2% de las
mujeres requieren someterse a una cirugía a causa de un problema
quirúrgico no obstétrico.
En estas pacientes, las urgencias quirúrgicas no obstétricas pueden derivar
de trastornos gastrointestinales, urológicos, ginecológicos, traumáticos o
vasculares. La apendicitis aguda, la colecistitis aguda, la obstrucción
intestinal y los traumatismos representan las patologías quirúrgicas más
frecuentes en esta población.
A. Consideraciones anatómicas
El examen físico de la gestante debe considerar siempre los cambios de
posición de los órganos abdominales a lo largo del embarazo. Al ir
aumentando de tamaño, el útero desplaza los órganos abdominales en
dirección craneal, lateral y posterior. Este desplazamiento puede alterar las
características clásicas del dolor visceral abdominal y el dolor a la
palpación que, por lo general, se observa en casos de procesos patológicos
intrabdominales, retroperitoneales y pélvicos. La ausencia de ruidos
intestinales puede resultar engañosa ante el desplazamiento anatómico de
los intestinos.
La inflamación localizada de la pared abdominal, en ausencia de peritonitis
difusa, se ubicará en el sitio del órgano afectado, aunque puede ser difícil de
evaluar en la exploración clínica (por ejemplo, rotación del apéndice hacia
el retroperitoneo o desplazamiento de la vesícula biliar por detrás del útero
en el tercer trimestre). El estiramiento de la pared abdominal en el
embarazo puede ocultar signos peritoneales, tales como rigidez abdominal,
signo de Blumberg y defensa abdominal, sobre todo al final del embarazo.
B. Consideraciones fisiológicas
Los efectos de la progesterona retrasan el vaciamiento gástrico, reducen la
motilidad intestinal y disminuyen el tono del esfínter esofágico inferior, lo
que predispone a reflujo gastroesofágico, náuseas, vómitos y estreñimiento.
Se incrementa el riesgo de broncoaspiración durante el vómito y la
anestesia general. La descompresión gástrica temprana con una sonda
nasogástrica es fundamental si se encuentran signos de obstrucción
intestinal.
C. Consideraciones radiológicas
Cuando los datos de la anamnesis y la exploración física no son
concluyentes, la obtención inmediata de imágenes es el siguiente paso para
minimizar la morbilidad maternofetal. Un diagnóstico preciso es esencial en
la evaluación de la paciente embarazada que posiblemente requiera
intervención quirúrgica.
La sensibilidad y especificidad diagnóstica puede variar según la modalidad
y el proceso patológico. A la hora de elegir un estudio diagnóstico, hay que
tener en cuenta si el beneficio materno de estudiar su caso supera al posible
riesgo fetal. La ecografía es el método diagnóstico más seguro y frecuente
en la valoración de las molestias abdominales de la paciente embarazada.
Además, combinada con la cardiotocografía, se vuelve de vital importancia
para la evaluación fetal. Permite evaluar correctamente la vesícula biliar, el
páncreas, los riñones, los anexos y, con menos precisión, el apéndice a lo
largo de todo el embarazo en la mayoría de las mujeres. El éxito del
diagnóstico ecográfico puede verse condicionado por la constitución
corporal y la pericia del técnico.
D. Consideraciones terapéuticas
El médico debe tener en cuenta varios factores propios de la paciente
embarazada:
Cortesía del Dr. R. Blair Willis, Geisinger Medical Center, Danville, PA.
A. Causa
El riesgo de obstrucción intestinal se asocia con mayor frecuencia a
antecedentes de una intervención quirúrgica abdominal o inflamación
(>50%), torsión intestinal (aproximadamente 25%) y, en menor medida,
tumores malignos (<5%). Entre otras causas menos frecuentes, se cuentan
vólvulo, enfermedad de Crohn, intususcepción y hernia.
C. Diagnóstico
Una radiografía simple de abdomen (por lo general, un solo estudio), en la
que se observa dilatación de asas gruesas o delgadas y niveles hidroaéreos,
permite establecer un diagnóstico con mucha menos exposición a radiación
que una TC. Además, puede obtenerse en menos tiempo que una RM
(Figura 10-4). La ecografía no suele aportar datos reveladores en caso de
obstrucción intestinal. Puede optarse por una RM o una TC del abdomen si
el diagnóstico es incierto o ante la sospecha de isquemia intestinal.
Figura 10-4. Radiografía simple de abdomen obtenida a las 33 semanas de gestación,
que muestra una gran asa colónica dilatada y el feto ubicado en la pelvis materna.
E. Consideraciones terapéuticas
Ante la presencia de signos de infección, perforación intestinal o
hipotensión, la evolución maternofetal se optimiza mediante intervención
quirúrgica junto con reanimación agresiva y tratamiento de la sepsis. No se
indican antibióticos en caso de obstrucción intestinal sin isquemia o
perforación. En algunos casos, las pacientes estables pueden responder
adecuadamente a un tratamiento conservador con descompresión
nasogástrica e hidratación IV.
Un diagnóstico precoz y una reanimación agresiva con volumen son
factores clave para el soporte maternofetal. Los indicadores básicos de
perfusión tisular deben seguirse de cerca, incluidos el nivel de conciencia
(puntuación en la escala de Glasgow), los signos vitales, la diuresis, el
estado ácido-básico y la concentración de lactato.
Presentación de caso
Una mujer de 24 años consulta a las 31 semanas de gestación por un cuadro
de intolerancia a la vía oral y dolor abdominal en el hipocondrio derecho. A
su llegada, los signos vitales son los siguientes: presión arterial, 121/74 mm
Hg; frecuencia cardíaca, 93 latidos/min; frecuencia respiratoria, 17
respiraciones/min; temperatura, 38,4 °C (101 °F). El dolor se exacerba
después de las comidas. En el examen físico llama la atención el dolor en el
hipocondrio derecho que, con la palpación, limita la inspiración.
– ¿Qué información se necesita para determinar el proceso patológico de
esta paciente?
– ¿Qué intervenciones deben practicarse?
– ¿Se requiere un enfoque interdisciplinario?
Las patologías de la vesícula biliar engloban una gran variedad de
afecciones clínicas que debutan con dolor en el hipocondrio derecho. El
embarazo predispone a la formación de cálculos biliares. El espectro de la
enfermedad abarca desde la colelitiasis asintomática hasta el cólico biliar y
la colecistitis aguda. Representa la segunda causa más frecuente de urgencia
quirúrgica no obstétrica en pacientes gestantes.
El cuadro clínico inicial de las patologías de la vesícula biliar durante el
embarazo es similar al que se observa en pacientes no gestantes. Los
síntomas aparecen cuando la vesícula biliar se contrae en respuesta a un
estímulo neurohumoral inducido por una comida rica en lípidos, que
empuja los cálculos y el barro biliar hacia el conducto cístico. Resulta útil
categorizar los cuadros clínicos frecuentes de la siguiente manera:
Colelitiasis asintomática.
Colelitiasis sintomática o cólico biliar: dolor intermitente sin signos de
inflamación.
Colecistitis aguda: en general dolor constante acompañado de
engrosamiento de la pared vesicular y líquido perivesicular.
Presentación atípica: síntomas de cólicos biliares, pero sin cálculos
biliares en la ecografía.
Presentación de caso
Una mujer primigesta de 26 años acude al servicio de urgencias a las 34
semanas de gestación por un cuadro de dolor epigástrico, hipertensión
(195/115 mm Hg) y proteinuria. Los análisis de sangre arrojan los
siguientes resultados: hemoglobina, 11,5 g/dL; recuento de plaquetas,
74 000/ µ L; bilirrubina total, 2,3 mg; aspartato aminotransferasa, 145 U/L.
El frotis de sangre periférica revela esquistocitos. En el trazado
cardiotocográfico, se observa sufrimiento fetal. La paciente recibe una dosis
de corticoides y comienza con labetalol antes de someterse a una cesárea
urgente. Una vez en el abdomen, se observa hemoperitoneo. Poco después,
nace el bebé, y la paciente se vuelve hipotensa. Mediante exploración del
hígado, se detecta un hematoma subcapsular roto en el lóbulo izquierdo.
– ¿Cuáles son las opciones terapéuticas ante un caso de ruptura hepática en
una paciente con síndrome HELLP?
A. Introducción
El síndrome HELLP es una enfermedad potencialmente mortal cuya tasa de
mortalidad total puede llegar al 25%. En la mayoría de las pacientes, se
manifiesta entre las 28 y las 36 semanas de gestación. Alrededor del 80%
de los casos de síndrome HELLP presentan preeclampsia asociada. Casi el
20% de los casos se dan al inicio del puerperio. Las hermanas y las hijas de
mujeres que padecieron este síndrome están expuestas a un mayor riesgo de
presentarlo. Los antecedentes de síndrome HELLP y preeclampsia son
también factores de riesgo. La patogenia del síndrome HELLP no es clara.
Sin embargo, parece asociarse a la respuesta inmunitaria materna a la
placenta y la consiguiente activación de las cascadas de complemento y
coagulación.
B. Presentación y diagnóstico
Entre los signos y síntomas del síndrome HELLP con ruptura hepática, se
encuentran síntomas seudogripales, dolor abdominal superior, dolor de
hombro, malestar general, náuseas, vómitos, cefaleas y colapso circulatorio.
El diagnóstico de este síndrome mediante pruebas analíticas requiere
hemólisis en frotis de sangre (esquistocitos), plaquetas <100 000/ µL,
bilirrubina total >1,2 mg/dL y aspartato aminotransferasa por encima del
doble del límite superior. El diagnóstico diferencial debe incluir hígado
graso agudo del embarazo, púrpura trombocitopénica trombótica, síndrome
hemolítico urémico, hepatitis, apendicitis y patología biliar.
C. Abordaje
Como primera medida, se busca estabilizar a la madre y evaluar la
viabilidad del feto. El parto es el único tratamiento eficaz y no debe
demorarse en casos de gestación >34 semanas o <23 semanas (feto
previable), muerte fetal, enfermedad grave de la madre o sufrimiento fetal.
En caso de hemorragia activa o un recuento plaquetario inferior a 50 000/
µL, debe procederse a una transfusión antes de cualquier intervención
quirúrgica. La ruptura hepática puede producirse antes del parto, durante
este y en el posparto. La ecografía permite identificar hiperecogenicidad
hepática y líquido libre. Por su parte, la TC y la RM se utilizan para
diferenciar hematomas subcapsulares, hemorragias intraparenquimatosas y
rupturas. No obstante, estas pruebas deben limitarse a pacientes estables. En
algunos casos, el diagnóstico de la ruptura hepática se hace durante la
cesárea con el hallazgo de hemoperitoneo en la entrada del abdomen.
Un alto grado de sospecha clínica y el diagnóstico precoz contribuyen a un
mejor desenlace. El tratamiento de la ruptura hepática en caso de síndrome
HELLP se rige por los principios del tratamiento de la contusión hepática.
La corrección de la coagulopatía y el parto son las principales
intervenciones para las pacientes estables. En caso de hemorragia activa
observada en la TC y estabilidad de la paciente, debe procederse a una
angiografía con embolización de la arteria hepática mediante radiología
intervencionista. Las pacientes inestables deben ser reanimadas, someterse
a una laparotomía y desembarazarse en forma urgente. Después del parto,
debe explorarse la cavidad abdominal. La maniobra de Pringle (compresión
del ligamento hepatoduodenal) sirve para reducir la irrigación hepática. Es
posible intentar la hemostasia con electrocauterización, coagulador de
argón, sustancias hemostáticas, ligadura de vasos sangrantes, hepatorrafia,
hepatectomía y ligadura de la arteria hepática. Ante la presencia de
coagulopatía, acidosis e hipotermia, se debe proceder al taponamiento
abdominal, como en el caso de una laparotomía de control de daños por
traumatismo. La paciente debe ser trasladada a la UCI para reanimación,
planear angioembolización mediante radiología intervencionista (si está
disponible) y nueva laparotomía exploratoria. En caso de falla hepática
fulminante, debe intervenir el equipo de trasplante.
A. Introducción
El traumatismo constituye la principal causa de mortalidad materna no
obstétrica y afecta a aproximadamente 1 de cada 12 embarazos. Los
accidentes automovilísticos representan casi la mitad de todos los
traumatismos durante el embarazo, seguidos por los casos de violencia
doméstica y las caídas. Otras causas menos frecuentes de traumatismo son:
intentos de suicidio, traumatismo penetrante y quemaduras. Las principales
causas de mortalidad fetal son choque materno, muerte materna y
desprendimiento de placenta, en orden de frecuencia.
1. Atomía uterina
El útero es un órgano intrapélvico hasta las 12 semanas de gestación.
Alrededor de las 20 semanas, el fondo uterino se encuentra a la altura del
ombligo. A las 36 semanas, el útero llega al borde costal. Durante las
últimas semanas de gestación, la altura uterina desciende a medida que la
cabeza del feto se encaja en la pelvis. Como consecuencia, la cabeza del
feto se vuelve más susceptible a las lesiones cuando la madre sufre fracturas
pélvicas.
Hacia el segundo trimestre, el útero desplaza los órganos maternos hacia
arriba. Asimismo, comprime la vena cava inferior y provoca una
disminución de hasta el 30% del gasto cardíaco cuando la madre se
encuentra en decúbito supino. Esta compresión puede mitigarse mediante
desplazamiento uterino hacia la izquierda. Para ello, hay que inclinar la
tabla de rescate hacia el lado izquierdo de la paciente entre 4 y 8 cm, o bien
optar por un desplazamiento manual del útero hacia la izquierda. La
vasculatura pélvica hipertrofiada aumenta el riesgo de hemorragia
retroperitoneal en caso de fractura pélvica.
En el tercer trimestre, el útero recibe hasta el 20% del gasto cardíaco y la
ruptura, o laceración del útero, se asocian a una hemorragia masiva.
Durante un trauma cerrado, las fuerzas transmitidas entre el miometrio
elástico y la placenta inelástica pueden separar la placenta de la pared
uterina (desprendimiento de placenta).
2. Aparato circulatorio
El volumen plasmático materno aumenta hasta el 45% cerca al término del
embarazo. En cuanto al volumen de eritrocitos, el aumento se limita al 25%.
Este incremento desproporcionado en el plasma da lugar a una anemia por
dilución, y los signos de choque pueden estar latentes hasta que se pierde el
35% de la volemia. El gasto cardíaco aumenta a expensas del volumen
sistólico y la frecuencia cardíaca. La hipovolemia provoca vasoconstricción
de la placenta, acompañada de sufrimiento fetal, antes de que se observen
signos de choque en la madre. La resistencia vascular periférica disminuye
durante el embarazo, lo que genera un descenso de la presión arterial.
Asimismo, se observa un aumento de la estasis venosa en las extremidades
inferiores y en la pelvis a raíz de la compresión uterina de la vena cava
inferior.
3. Aparato respiratorio
Los cambios en la presión oncótica, el aumento de la volemia y los cambios
hormonales pueden provocar un edema en la vía aérea superior y, por ende,
dificultar la intubación, de ser necesaria. En ese caso, debe contarse con
personal capacitado en intubaciones difíciles. El desplazamiento superior
del diafragma disminuye la capacidad residual funcional y hace que en caso
de requerirse toracostomía, se deba buscar un espacio intercostal m ás alto.
Entre otros cambios pulmonares se encuentran: mayor volumen corriente,
aumento de la ventilación por minuto e hipocapnia al final del embarazo.
Un aumento de la Paco2 de entre 35 y 40 mm Hg puede indicar que la
insuficiencia respiratoria es inminente.
4. Sistema de coagulación
Las pacientes embarazadas presentan una mayor concentración plasmática
de factores de coagulación. Asimismo, el aumento de la estasis venosa en
las extremidades inferiores y en la pelvis a raíz de la compresión uterina de
la vena cava inferior también aumenta el riesgo de episodios
tromboembólicos.
1. Valoración inicial
Como primera medida terapéutica en una paciente gestante lesionada, se
busca estabilizar a la madre; el desenlace fetal está directamente
relacionado con una adecuada reanimación materna. Las pacientes
traumatizadas cuyo embarazo exceda las 20 semanas de gestación deben
trasladarse a un centro de traumatología que preste servicios obstétricos.
Hay que tomar las precauciones necesarias para garantizar una vía aérea
permeable, adecuada ventilación y circulación efectiva. Debe administrarse
oxígeno (la hemoglobina fetal presenta una mayor afinidad por el oxígeno)
para evitar la hipoxia y la vasoconstricción de la placenta. En caso de
insuficiencia respiratoria, se requiere intubación de secuencia rápida con
una dosis baja de succinilcolina debido a la menor concentración de
pseudocolinesterasa durante el embarazo. Es preciso colocar dos catéteres
intravenosos periféricos de gran calibre. La paciente debe estar inclinada
hacia el lado izquierdo para descomprimir la vena cava inferior. A raíz del
incremento del volumen intravascular durante el embarazo, no se produce
taquicardia ni hipotensión hasta que se haya perdido una cantidad de sangre
significativa. Se requiere aplicar una reposición inmediata con cristaloides y
sangre de su grupo para restablecer el volumen intravascular y prevenir la
hipotensión y la consiguiente hipoperfusión de la placenta. Los
vasopresores deben administrarse como último recurso para mantener una
presión materna satisfactoria. Además, solo deben considerarse una vez
restablecido el volumen intravascular, puesto que la administración de estos
fármacos se asocia a vasoconstricción de la placenta y sufrimiento fetal.
Además de las pruebas analíticas que se solicitan para las pacientes
traumatizadas, debe evaluarse la concentración de fibrinógeno. En caso de
más de 12 semanas de gestación, se indica una prueba de Kleihauer-Betke.
La presencia de dolor uterino a la palpación y contracciones uterinas
frecuentes, acompañados o no de hemorragia vaginal, permite suponer el
desprendimiento de la placenta. La pérdida del contorno uterino, la
imposibilidad de palpar el fondo uterino o de identificar las partes del feto,
una posición fetal anormal y el choque asociado indican ruptura uterina. La
fetocardia puede auscultarse con Doppler. La frecuencia cardíaca fetal
normal es de 120 a 160 latidos/min; cualquier registro por debajo de los 120
latidos/min permite suponer sufrimiento fetal.
2. Valoración secundaria
La valoración secundaria comienza con la exploración física y la anamnesis
completas de la paciente, incluidos los antecedentes obstétricos y
prenatales. Es preciso realizar una interconsulta obstétrica. Todas las
pacientes traumatizadas deben someterse a una exploración ginecológica
completa, que incluye el uso de un espéculo en casos de fracturas pélvicas.
Ante hemorragia vaginal, debe evitarse la repetición de exámenes
vaginales. La presencia de líquido amniótico en la vagina indica la ruptura
de las membranas amnióticas. Se requiere una cesárea urgente si se detecta
la presencia de prolapso del cordón umbilical durante el examen vaginal,
siempre y cuando el feto esté vivo.
Las indicaciones de radiografías, TC, ecografía FAST y lavado peritoneal
diagnóstico son las mismas que en el caso de pacientes traumatizadas no
gestantes. El lavado se realiza mediante una técnica abierta por encima del
ombligo. Cuando están previstas varias radiografías, debe consultarse con
un radiólogo para calcular la dosis de radiación. La exposición a menos de
5 rads (50 mGy) se considera segura y no ha sido asociada a anomalías
fetales o aborto.
Todas las mujeres embarazadas que tengan más de 20 semanas de gestación
deben someterse a una monitorización cardiotocográfica durante un mínimo
de 6 horas. La monitorización debe continuar durante 24 horas ante la
presencia de una frecuencia cardíaca fetal insatisfactoria, contracciones
uterinas, hemorragia vaginal, ruptura de membranas o dolor abdominal. Los
resultados de la prueba de Kleihauer-Betke determinarán el uso de
inmunoglobulina Rh en madres Rh negativo. Cabe proceder a una cesárea
urgente en caso de sufrimiento fetal, ruptura prematura de membranas y
desprendimiento de la placenta. Debe considerarse una cesárea perimortem
en casos extremos de más de 24 semanas de gestación, preferentemente a
los 4 minutos del paro materno.
3. Lesiones neurológicas
Una puntuación inferior a 8 en la escala de Glasgow se traduce en un factor
de riesgo significativo de muerte fetal. Debe evitarse el uso de manitol, pero
puede utilizarse solución salina hipertónica durante el embarazo.
4. Lesiones torácicas
Si se requiere toracostomía, el punto de inserción del tubo de tórax debe ser
1 o 2 espacios intercostales por encima del quinto espacio intercostal para
evitar la inserción intrabdominal.
5. Lesiones pélvicas
Las fracturas pélvicas constituyen la lesión más frecuentemente asociada a
la muerte fetal. Las fracturas que obstruyen el canal del parto o las fracturas
pélvicas inestables contraindican el parto vaginal.
6. Lesiones térmicas
La reanimación hídrica agresiva y el soporte respiratorio son las medidas
prioritarias. Las pacientes deben ser trasladadas a un centro de quemados lo
antes posible. Debe considerarse la posibilidad de parto en pacientes que se
encuentren en el segundo o tercer trimestre de embarazo y presenten
quemaduras en más de la mitad de la superficie corporal.
Puntos clave
Adoptar un enfoque multidisciplinario en caso de una embarazada que
presenta dolor abdominal probablemente optimice el desenlace clínico.
No debe descartarse ningún estudio diagnóstico indispensable que
pueda ser beneficioso para la madre por temor a la posibilidad de
efectos perjudiciales para el feto.
Los cambios fisiológicos de las embarazadas tienen una repercusión
significativa en el tratamiento quirúrgico.
Una obstrucción intestinal aguda puede ser difícil de diagnosticar en
gestantes, dada la sobreposición del cuadro clínico con síntomas
usuales del embarazo.
El aumento en los resultados de las pruebas funcionales hepáticas
permite suponer enfermedades hepatobiliares complicadas.
La ruptura hepática asociada al síndrome HELLP sigue los mismos
principios diagnóstico-terapéuticos que la contusión hepática.
Todas las mujeres embarazadas que tengan más de 20 semanas de
gestación deben someterse a una monitorización cardiotocográfica
durante un mínimo de 6 horas. El tiempo debe ser más prolongado ante
la presencia de una frecuencia cardíaca fetal insatisfactoria,
contracciones uterinas, hemorragia vaginal, ruptura de membranas o
dolor abdominal.
Lecturas recomendadas
Objetivos
Caso
I. INTRODUCCIÓN
La lesión renal aguda asociada al embarazo (LRA-AE) se define como la
lesión renal aguda que se produce durante el embarazo, el trabajo de parto y
el parto, así como en el puerperio. La lesión puede asociarse a
enfermedades o afecciones propias del embarazo, o bien a enfermedades o
afecciones que coinciden con el embarazo (es decir, ajenas al embarazo).
La LRA gestacional puede atribuirse a la agudización de una nefropatía
preexistente. Desde siempre, la presencia de insuficiencia renal grave se ha
considerado una contraindicación para el embarazo. Gracias a los avances
en materia de atención médica, las mujeres diagnosticadas con una
nefropatía preexistente ahora pueden tolerar los cambios fisiológicos
gestacionales y se han publicado estudios que muestran mejores resultados
que antes, tanto para la madre como para el feto. No obstante, los cambios
fisiológicos y anatómicos significativos del embarazo pueden predisponer,
en algunos casos, a lesiones renales. La detección precoz de los factores de
riesgo, un juicio cl ínico preciso y los procedimientos que apuntan
específicamente a la etiología pueden favorecer la supervivencia del
embarazo y evitar efectos perjudiciales en la madre y el feto.
A. Cambios anatómicos
Durante el embarazo, se produce un aumento notable en el tamaño de los
riñones, sobre todo a raíz de un aumento en el volumen vascular renal y la
dilatación del sistema colector. Esto se debe a los siguientes factores: 1) la
acción directa del estrógeno y la progesterona, 2) la inhibición del
peristaltismo ureteral a partir del aumento de la prostaglandina E2, y 3) la
obstrucción mecánica producto del crecimiento uterino y la distensión de
los vasos ilíacos (sobre todo del lado derecho). Estos cambios aparecen en
el primer trimestre y pueden prolongarse hasta 12 semanas después del
parto (Tabla 11-3).
Hemodinámica glomerular
Vasodilatación
Aumento en el FPR y en la TFG
Función tubular
Alteración de la reabsorción tubular de proteínas, glucosa, aminoácidos y ácido úrico
Trastorno hidroelectrolítico
Aumento del sodio corporal total hasta 900-1000 mEq
Aumento del potasio corporal total hasta 320 mEq
Disminución del umbral de la sed y la secreción de HAD
Expansión del volumen plasmático
Siglas: D: derecho; FPR: flujo plasmático renal; HAD: hormona antidiurética; I: izquierdo;
TFG: tasa de filtración glomerular.
IV. DIAGNÓSTICO
La LRA-AE ha recibido varias definiciones en la literatura médica. La
elección de la TFG como marcador para la función renal presenta ventajas
en el embarazo, puesto que posibilita identificar la afectación de la función
renal aun cuando la creatinina sérica es normal.
1 Creatinina sérica ≥0,3 mg/dL o aumento de 1,5 a 1,9 veces <0,5 mL/kg/h durante ≥6 horas, pero
la creatinina inicial <12 horas
2 Creatinina sérica de 2 a 2,9 veces la creatinina inicial <0,5 mL/kg/h durante ≥12 horas
3 Creatinina sérica >3 veces la creatinina inicial <0,3 mL/kg/h durante ≥24 horas o
anuria durante ≥12 horas
Metabólicas Neurológicas
Cardiovasculares Infecciosas
Gastrointestinales Otras
Náuseas Hipo
Vómitos Reducción del catabolismo de la insulina
Desnutrición Leve resistencia a la insulina
Gastritis Elevación de la hormona paratiroidea
Úlceras gastrointestinales Reducción de 1,25-hidroxivitamina y 25-hidroxivitamina D
Hemorragia gastrointestinal Reducción de tiroxina y triyodotironina total
Estomatitis y gingivitis
Parotiditis
Pancreatitis
Hematológicas
Anemia
Trastorno Tratamiento
Hiperpotasemia Redistribuir el potasio:
Administrar insulina y glucosa (10 U de insulina regular y 50 g de dextrosa al 50% por vía
IV durante un período de entre 5 y 10 min).
Administrar bicarbonato de sodio (1 mmol/kg por vía IV durante un período de entre 5 y
10 min).
Administrar altas dosis de agonista β2 (albuterol [salbutamol], 10-20 mg) por vía
inhalatoria, lo que reduce el K+ sérico en aproximadamente 0,5 mmol/L.
Eliminar el potasio del organismo:
Aumentar la diuresis con diuréticos de asa y líquidos isotónicos.
Aumentar la pérdida de potasio mediante el tubo gastrointestinal con sulfonato de sodio
de poliestireno, 25-50 g en sorbitol, por vía oral o enema rectal.
Hiperfosfatemia Restringir la ingesta de fosfatos en la dieta.
Administrar aglutinantes de fosfato (carbonato de calcio, hidróxido de aluminio).
Hipermagnesemia Suspender la ingesta de magnesio exógeno.
Administrar NaCl al 0,9% y diuréticos de asa para aumentar la eliminación de magnesio.
Hiperuricemia No suele requerirse tratamiento si la concentración de ácido úrico es inferior a 15 mg/dL.
Hipocalcemia Administrar 100 mg de calcio por vía IV durante un período de entre 5 y 10 min (3-4 mL
de cloruro de calcio al 10% o 10 mL de gluconato de calcio al 10%), seguido de 0,3 a 2
mg/kg/h de calcio.
Hiponatremia Limitar el aporte de agua libre.
Aumentar la eliminación de agua libre con diuréticos de asa.
Reponer el volumen intravascular con soluciones fisiológicas.
Hemodiálisis
Hemofiltración
Hemodiafiltración
Frecuencia e intensidad
Hemodiálisis intermitente
Terapia de reemplazo renal prolongada intermitente
Terapia de reemplazo renal continuo
Diálisis peritoneal
Intermitente
Continua
Frecuencia 3 De 3 a 7 Continua
(días/semana)
Siglas: CVC: catéter venoso central; FAV: fístula arteriovenosa; HDI: hemodiálisis
intermitente; IAV: injerto arteriovenoso; UCI: unidad de cuidados intensivos; UCIM: unidad
de cuidados intermedios.
Peso de la madre El aumento de peso (índice de masa corporal básico normal) debe equivaler a 1-2,5
kg en el primer trimestre y a 0,3-0,5 kg/semana en el segundo y tercer trimestre.
Vitaminas y Se eliminan con la diálisis, por lo que hay que aumentar la cantidad.
suplementos de folato
Anemia/concentración Si se requiere eritropoyetina exógena, la dosis terapéutica suele ser más elevada en
de eritropoyetina el embarazo.
Puntos clave
La LRA es una causa significativa de morbimortalidad en las
embarazadas, de ahí la importancia de reconocer, prevenir y tratar
hasta las formas más leves.
Durante el embarazo, la LRA tiene una distribución bimodal. En el
primer trimestre, se observa el primer pico, que se atribuye a
infecciones. En el tercer trimestre, se observa el segundo pico, que se
atribuye a complicaciones obstétricas.
El tratamiento de la paciente debe regirse por los cambios fisiológicos
adaptativos en el embarazo, el mecanismo de la lesión renal, y las
ventajas y las limitaciones de las distintas modalidades de exploración
en las pacientes de alto riesgo, para evitar consecuencias perjudiciales
tanto para la madre como para el feto.
El tratamiento de la LRA gestacional supone un reto por los siguientes
motivos: se produce en un sistema fisiológicamente alterado; hay que
tener en cuenta a dos pacientes (la madre y el feto); y puede atribuirse
a enfermedades gestacionales específicas que aún no están del todo
claras.
Dado que la LRA consiste en un grupo de síndrome de diferentes
causas (hepatorrenal, cardiorrenal, nefrotóxico y asociada a sepsis), los
tratamientos pueden ser muy variados.
El abordaje de la LRA-AE es complejo y requiere un enfoque
multidisciplinario basado en medidas de apoyo de la función renal,
TRR y el tratamiento de las causas subyacentes.
Lecturas recomendadas
Objetivos
Caso
I. INTRODUCCIÓN
Un intensivista no se va a responsabilizar de atender un parto por su cuenta,
ni de reanimar a un neonato en la UCI. Para la atención de las embarazadas
en cuidados intensivos, se recomienda que estas sean hospitalizadas en un
centro que cuente con servicios de obstetricia y neonatología acreditados, y
preferiblemente que cuente con UCI neonatal (UCIN). Afortunadamente, el
parto no requiere mayor asistencia o intervención. Conocer la fisiología del
trabajo de parto, estando adecuadamente preparado y observando sus signos
de progresión, mejorará en forma significativa la oportunidad en la atención
de la madre y su neonato.
III. PREPARACIÓN
Cada UCI debe contar con un plan asistencial de parto para sus pacientes
embarazadas. En vista de que un parto puede presentarse sin signos y
síntomas previos, o bien que el cuadro clínico de la paciente puede exigir
un parto de urgencia, la UCI debe disponer de lo necesario para atender
partos vaginales o por cesárea. Los equipos de monitorización fetal y
reanimación neonatal deben estar a mano, puesto que los recién nacidos de
las pacientes en UCI a menudo requieren intervención. Un equipo
multidisciplinario para atender a las pacientes embarazadas debe estar
conformado por intensivistas, obstetras, neonatólogos/pediatras,
farmacéuticos, profesionales de enfermería y perinatólogos, entre otros.
Además, los simulacros y las sesiones de análisis constituyen excelentes
métodos de entrenamiento para brindar una atención exitosa en diferentes
situaciones. En el Apéndice 1, se enumeran los instrumentos para el parto y
el equipo de reanimación fetal que deben estar disponibles en la UCI.
A. Período de dilatación
El primer per í odo del trabajo de parto inicia con contracciones uterinas
regulares que producen cambios cervicales. La primera fase de este per í
odo puede durar horas o días y genera mínimos cambios en el cuello, a
pesar de las contracciones uterinas frecuentes. La fase activa del trabajo de
parto tiene lugar cuando el cuello uterino se dilata a un ritmo de
aproximadamente 1 cm por hora. Por lo general, la paciente, que está
despierta, consciente y en condiciones de comunicarse, refiere dolor
abdominal o lumbar rítmico cada 3-5 minutos. Este puede estar
acompañado de flujo, amniorrea o hemorragia vaginal. De la valoración de
la paciente, se encarga el personal sanitario idóneo (es decir, un obstetra,
una matrona u otro profesional clínico experimentado). Este deberá
examinar la posición del feto y el grado de dilatación cervical, determinar si
las membranas están íntegras o rotas y tener en cuenta las indicaciones o
contraindicaciones de la vía del parto (cesárea o vaginal). Para ello, la
monitorización fetal externa continua será de gran ayuda. La frecuencia de
las contracciones uterinas se mide con un tocodinamómetro. Para evaluar el
estado fetal, se utiliza la monitorización continua de la FCF (Figura 12-1).
Si bien es infrecuente, a veces se emplean monitores internos, como un
electrodo en el cuero cabelludo fetal o un catéter de presión intrauterina,
para detectar la frecuencia cardíaca fetal y medir la presión de las
contracciones uterinas, respectivamente.
Figura 12-1. Se muestran contracciones (flechas), que se producen cada 2 minutos
aproximadamente. En el cuadro superior, se observa el trazado de la frecuencia
cardíaca fetal.
Cortesía de la Enf. Sharon Fullerton.
Encajamiento
Descenso
Flexión
Rotación interna
Extensión
Restitución
Rotación externa
Expulsión
C. Alumbramiento
El alumbramiento abarca desde la salida del neonato hasta la expulsión de
la placenta. El manejo activo del alumbramiento acorta el proceso y
disminuye el riesgo de una hemorragia posparto. Debe administrarse
oxitocina (10 UI o 1 ampolla por vía intramuscular; o 20 UI en 1 l de
solución fisiológica o lactato de Ringer, 500 mL/h durante los primeros 30
minutos). Con una mano se debe aplicar una suave tracción descendente en
el cordón umbilical y con la otra se debe presionar por encima de la sínfisis
púbica para aplicar presión ascendente sobre el fondo uterino en dirección
craneal. Las señales de desprendimiento de la placenta son la salida
repentina y precipitada de una cantidad limitada de sangre, el alargamiento
del cordón por fuera de la vagina, la elevación del útero en el abdomen y la
mayor firmeza del útero a la palpación abdominal. La infusión de oxitocina
se continúa a una velocidad de 125 mL/h, durante 5 a 6 horas después de la
expulsión de la placenta.
Después de la expulsión de la placenta, el fondo del útero debe palparse
firme a la altura del ombligo. El sangrado puerperal normal no supera los
500 mL de sangre en un parto vaginal sin complicaciones. Evalúe si hay
desgarros obstétricos, aunque no requieren reparación inmediata si la
hemorragia no es copiosa. Examine la placenta y confirme que está
completa; la retención de partes de membrana o de placenta producen
atonía uterina y hemorragia.
Está m ás allá de los objetivos de este capítulo explicar por completo los
mecanismos y los procedimientos empleados en un parto vaginal o por
cesárea complicado. En el Apéndice 2, se describen los mecanismos
básicos del parto. Un conocimiento básico de la anatomía abdominopélvica
y de la fisiología del parto es fundamental para atender a una gestante.
Varias situaciones pueden impedir que un parto sea vaginal. Si la parte del
feto que se presenta es demasiado grande como para adaptarse a la pelvis
materna, será imposible realizar cualquier maniobra a través del canal del
parto. También puede ocurrir que el feto no tolere el parto. Estas situaciones
requieren un cambio de posición de la madre, un parto instrumentado o una
cesárea, según diversos factores y el período del trabajo de parto de la
paciente. Adicionalmente, una cesárea es obligatoria en casos de: placenta
previa, vasa previa, antecedente de 2 o más cesáreas, antecedente de cesárea
clásica (histerotomía vertical, en lugar de transversal baja), brote de herpes
simple vulvovaginal activo, prolapso del cordón umbilical y macrosomía.
V. VALORACIÓN NEONATAL
La mayoría de los recién nacidos a término son vigorosos al nacer. Solo el
10% requieren ayuda y apenas el 1% debe someterse a medidas de
reanimación. No obstante, muchos neonatos que nacen en la UCI son
pretérmino, lo que es un factor de riesgo para requerir reanimación. En la
valoración neonatal inicial se formulan tres preguntas:
1. ¿Nació a término? Los neonatos pretérmino tienen una adaptación difícil
a la vida extrauterina y no mantienen una temperatura corporal estable.
2. ¿Tiene buen tono muscular? ¿Flexiona las extremidades, es un bebé
activo?
3. ¿Respira o llora?
Si la respuesta a estas tres preguntas es afirmativa, el neonato puede
permanecer con la madre, en contacto piel a piel con su abdomen o pecho.
Si la respuesta es negativa, el neonato debe trasladarse a una incubadora
para continuar allí con su atención.
A. Reanimación neonatal
Si el neonato no respira espontáneamente, solo jadea o la frecuencia
cardíaca es inferior a 100 lpm, se indica VPP con bolsa-válvula-mascarilla.
La bolsa puede ser autoinflable o inflada por flujo, pero debe ser del tamaño
apropiado para un recién nacido (<500 mL) y no para un adulto. Para los
pretérmino, el dispositivo debe suministrar presión positiva al final de la
espiración (PEEP). La Figura 12-4 muestra el algoritmo de reanimación
neonatal. Los neonatos no suelen necesitar reanimación por causas
cardíacas. En general, se trata de una insuficiencia respiratoria, producto de
una mala función placentaria antes del parto o de esfuerzos respiratorios
insuficientes después de este. Para la transición de la respiración y la
circulación fetales a la respiración y la circulación neonatales, se requiere lo
siguiente:
Figura 12-4. Algoritmo de la reanimación neonatal.
Siglas: CPAP: presión positiva continua; FC: frecuencia cardíaca; IV: intravenoso; ML:
mascarilla laríngea; TET: tubo endotraqueal; VPP: ventilación con presión positiva.
Extraído de Kattwinkel J, Perlman JM, Aziz K, et al. Part 15: neonatal resuscitation: 2010
American Heart Association Guidelines for Cardiopulmonary Resuscitation and Emergency
Cardiovascular Care. Circulation. 2010; 122(18 Suppl 3):S909-919. 1747-1773. ©2010
American Heart Association, Inc.
1. Que el líquido alveolar se absorba.
2. Que el aire reemplace al líquido alveolar cuando el recién nacido
respire o llore.
3. Que los vasos pulmonares se dilaten.
4. Que el conducto arterioso se cierre con el aumento del flujo sanguíneo
pulmonar y el cortocircuito de derecha a izquierda prenatal
desaparezca.
1. Ajustar la mascarilla.
2. Acomodar la vía aérea: asegurarse de que la cabeza esté en una
posición neutra o apenas extendida.
3. Volver a probar con VPP y reevaluar. Si no mejora, proceder a aspirar
la boca y la nariz (con perilla de goma o catéter de aspiración); abrir la
boca y levantar la mandíbula hacia adelante.
4. Volver a probar con VPP, repetir la evaluación. Si no mejora, aumentar
la presión inspiratoria en 5-10 cm de H2O, hasta un máximo de 40 cm
de H2O.
B. Índice de Apgar
Consiste en un método rápido y sencillo para valorar el estado general de un
recién nacido al primer y quinto minuto después de su nacimiento. No
puede emplearse para determinar la necesidad de reanimación neonatal,
puesto que esa decisión debe tomarse antes de que haya transcurrido el
primer minuto. Sin duda, una puntuación inferior a 5 a los 5 minutos es
anormal, aunque muchos factores afectan el puntaje, y el índice de Apgar
solo no puede predecir los desenlaces neurológicos individuales. En la
Tabla 12-2 , se enumeran los criterios del índice de Apgar.
Respuesta a Sin respuesta a Muecas ante la succión Llanto ante la estimulación Gesto
estímulos la estimulación o estimulación enérgica
Puntos clave
El trabajo de parto es un mecanismo que se autopromueve y consta de
tres etapas.
El trabajo de parto entre las semanas 24 y 34 de gestación puede
requerir corticosteroides prenatales y tocólisis con el fin de preparar al
neonato para la vida extrauterina.
Casi nunca se detiene el inicio del trabajo de parto después de las 34
semanas de gestación.
Todo profesional sanitario que conozca las maniobras básicas del parto
podrá atender un parto vaginal en la UCI.
Los recién nacidos a término cuya respiración, llanto y tono muscular
son satisfactorios seguramente no necesiten reanimación y pueden
permanecer con la madre.
La reanimación neonatal debe basarse en el algoritmo propuesto más
arriba.
Lecturas recomendadas
Para calentar:
Perilla de goma
Catéter de aspiración de 10 F o 12 F, conectado al aspirador instalado
en la pared. Este último se fija a 80-100 mm Hg
Para ventilar:
Estetoscopio.
Fluj ómetro, fijado en 10 L/min
Mezcladora de oxígeno, fijada en 21% (del 21% al 30% en caso de
<35 semanas de gestación)
Dispositivo de ventilación con presión positiva (bolsa), autoinflable o
inflada por flujo; dispositivo con pieza en T recomendado para
neonatos prematuros
Sonda nasogástrica de 8 F, jeringa grande
Para oxigenar:
Para intubar:
Bisturí
Dos (2) pinzas de anillo
Cuatro (4) pinzas Kelly.
Separador Richardson
Ligadura para el cordón umbilical
Separador vesical
Dos (2) separadores de piel
Manguera y cánula de succión de Yankauer
Dos (2) tijeras (curvas o rectas)
Pinzas de disección
Pinzas de fascia (Allis)
Compresas
Fórceps o ventosa
Equipo de protección personal
Campos quirúrgicos adecuados (abdominales, debajo de las nalgas)
Apéndice 2
Objetivos
Caso
I. INTRODUCCIÓN
Esta paciente embarazada en estado crítico tiene necesidades médicas por
las cuales su traslado difiere del de otros pacientes en estado crítico. La
consideración más evidente es el bienestar de la madre y del feto, por lo que
la asistencia de la paciente supondrá la coordinación de diversos
especialistas (por ejemplo, obstetra, intensivista, anestesiólogo,
neonatólogo). La implementación de un plan de traslado debe incluir
medidas para la asistencia prenatal, durante el parto y en el puerperio. En la
evaluación de pacientes embarazadas en estado grave/crítico, se determina
el nivel de disfunción orgánica y el lugar m ás conveniente para una
atención óptima. Esto puede ser un aumento en la atención médica y de
enfermería en una unidad obstétrica, el traslado a una unidad de cuidados
intensivos especializada en obstetricia y neonatología o el traslado a un
centro de tercer nivel para satisfacer las necesidades maternas y perinatales.
Es tarea del cuidador mantener el contacto entre la madre y el recién nacido
siempre que sea posible. Entre los factores que entran en juego a la hora de
tomar decisiones clínicas, también se cuenta el origen de la enfermedad
crítica de la paciente (es decir, obstétrico u otro), los riesgos y los beneficios
del traslado y el medio de transporte que se emplea para el traslado. La
causa de la disfunción orgánica de una paciente puede determinar la
urgencia del parto. En general, las enfermedades críticas de origen
obstétrico resuelven rápidamente en el puerperio.
El traslado de las pacientes obstétricas en
estado crítico difiere del de otros pacientes en
estado crítico, puesto que en el primer caso
hay dos seres involucrados: la madre y el feto.
A. Fase preparatoria
Se trata, sin duda alguna, de la fase más importante. Para poder prevenir o
mitigar las complicaciones durante el traslado, se requiere prestar especial
atención a los detalles y anticipar posibles riesgos y eventos adversos. Es
evidente que conviene estabilizar a la madre y al feto antes del traslado.
Como medida optativa, sería prudente asegurar la vía aérea antes del
traslado en casos de agresividad, compromiso del estado de conciencia o
disfunción respiratoria evidente. En todas las pacientes que presenten un
choque hemorrágico, se debe proceder a la reposición del volumen
intravascular, determinar el grupo sanguíneo, realizar pruebas cruzadas para
hemoderivados y colocar catéteres intravenosos de gran calibre. Ante la
imposibilidad de estabilizar el estado hemodinámico de la paciente, puede
ser necesario realizar un control quirúrgico de la hemorragia antes del
traslado. Se deben establecer una comunicación efectiva y una coordinación
de esfuerzos entre el equipo de cuidados intensivos y el personal del
destino, sea este el quirófano, la sala de radiología u otro hospital. La
comunicación debe establecerse de médico a médico y de enfermera a
enfermera. El motivo del traslado debe constar en la historia clínica de la
paciente. Si se requiere un traslado interhospitalario, se debe considerar
seriamente la compañía de, al menos, un médico o personal en fase
avanzada de su entrenamiento. Un acompañante, o personal de seguridad
que despeje el trayecto y reserve ascensores, evita demoras innecesarias.
Deben tomarse medidas con respecto a la monitorización necesaria
(incluida la cardiotocografía, si corresponde), infusiones de vasoactivos,
ventilación mecánica, oxígeno suplementario, equipo de intubación,
líquidos IV, medicamentos pautados y personal idóneo. El uso de una lista
de verificación garantiza que no se pasen por alto suministros esenciales.
B. Fase de traslado
Los objetivos de esta fase son los siguientes: 1) mantener la estabilidad de
la madre y del feto mediante monitorización apropiada y atención
ininterrumpida; 2) evitar complicaciones iatrog é nicas; 3) minimizar la
duración del traslado. Hay menos probabilidades de que surjan
complicaciones con una preparación minuciosa y un tiempo de traslado que
sea lo más corto posible.
C. Fase de postraslado
Cuando la paciente llega a destino, comienza la fase de estabilización de
postransporte. Debe prestarse una atención detallada al estado clínico de la
paciente ante la posibilidad de un mayor riesgo de deterioro fisiológico
durante las cuatro horas posteriores al traslado. Si la paciente fue sometida a
una técnica diagnóstica, deben compartirse los resultados con todos los
especialistas que atiendan a la paciente. Asimismo, si hubo eventos
adversos, habrá que comunicarlos. El deterioro agudo durante el traslado
interhospitalario debe ser atendido tan pronto como sea posible.
Puntos clave
El traslado implica llevar a una paciente embarazada en estado crítico
a otros sectores del centro, o bien a otros centros si se requiere
atención de tercer nivel.
El traslado de las pacientes embarazadas en estado crítico difiere del
de otros pacientes, puesto que se debe tener en cuenta la fisiología
obstétrica y por la presencia de dos pacientes: la madre y el feto.
Todos los traslados conllevan posibles dificultades de diversas índoles,
fallas técnicas o incluso un deterioro potencialmente mortal en el
estado clínico de la paciente. Por ende, habrá que evaluar
detenidamente los riesgos y los beneficios del traslado.
El traslado tiene tres fases: la fase preparatoria, la fase de traslado en sí
y la estabilización postraslado.
Una planificación meticulosa y una buena comunicación entre los
profesionales sanitarios debería minimizar el riesgo propio del
traslado.
El traslado interhospitalario puede ser terrestre o aéreo, y cada medio
presenta ventajas y limitaciones.
Resulta de suma importancia examinar minuciosamente el equipo
necesario para garantizar un traslado seguro.
Lecturas recomendadas
1. Warren J, Fromm RE Jr, Orr RA, Rotello LC, Horst HM, American
College of Critical Care Medicine. Guidelines for the inter- and
intrahospital transport of critically ill patients. Crit Care Med.
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http://www.hse.ie/eng/services/publications/Clinical-Strategy-and-
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of the necessary “road trip.” Crit Care Med. 1995;23:1660-1666.
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13. National Transportation Safety Board [press release]. NTSB calls for
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