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ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2022

Semana del 10 al 16 de octubre de 2022


“Inquebrantable Fe De Abraham En La Promesa De Dios”

Lectura Bíblica: Romanos Cap. 4, versículos 19 al 22. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba
ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la
promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso
para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia.

Comentario general: (Romanos 4:18-22) Fe ▬ Abraham: la firmeza de la fe de Abraham.


Note dos lecciones de importancia.
[1]. La fe de Abraham estaba en lo que Dios dijo, la promesa de una simiente o de un hijo. No tenía que hacer otra cosa
que seguir sino la palabra de Dios: «lo que se le había dicho».
La frase «Creyó en esperanza contra esperanza» significa que Abraham estaba fuera de esperanza, más allá de
toda ayuda humana y de cualquier posibilidad de tener un hijo. Su situación estaba más allá de toda esperanza, no obstante,
creyó a Dios; puso su esperanza en Dios y en Jo que Dios había dicho.
▬ a. Abraham no se debilitó en la fe a pesar de pensar en su propia incapacidad física. Su cuerpo estaba «ya como
muerto»; él y Sara tenían casi cien años. La palabra «muerto» es un participio perfecto en el griego, lo que significa que
sus órganos reproductivos habían dejado de funcionar y estaban muertos para siempre y no podrían volver a funcionar.
Abraham no podía jamás tener un hijo; no era humanamente posible. Él y Sara tenían casi cien años, ya sexualmente
«muertos».
Abraham pensó en el asunto. La palabra «considerar» (katatonoeo) significa que fijó sus pensamientos, su mente, su
atención en el asunto, pero no cedió en sus pensamientos. No se debilitó en la fe.

Pensamiento. ¡Imaginaos la relación personal que Abraham debe de haber tenido con Dios! Conocer a Dios también
amar a Dios y confiar en Él con tanta firmeza que Dios pudo darle una experiencia tan significativa que Abraham podía
creer la promesa sin siquiera vacilar en la fe.
«Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que conozcáis y creáis, y entendáis que yo
mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí» (Is. 43:10).
«Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (Dt. 6:5).
«Ahora, pues, Israel, ¿que pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos,
y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová
y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?» (Dt. 10:12-13).
▬ b. Abraham fue fuerte en la fe; no vaciló ante la promesa de Dios. En cambio, caminó glorificando y alabando a Dios
por su gloriosa promesa. La palabra «dudó» (diakrino) indica que no vaciló, no se desequilibró, no cuestionó la capacidad
de Dios para cumplir su promesa.
▬ c. Abraham estaba completamente convencido de la habilidad de Dios y de su poder. Sabía que Dios podría vencer la
dificultad de su cuerpo «ya muerto», y creyó que Dios podría ...
• resucitar su cuerpo y lo haría, o
• recrear sus órganos reproductivos (v. 17).
No sabía qué método usaría Dios, pero sabía que Dios podría hacer lo prometido. Abraham creyó a Dios; estaba
plenamente convencido de que la promesa iba a ser cumplida.
«Os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras» (Le. 3:8).
«Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confió en Dios que sera, así como se me ha dicho» (Hch. 27:25).
«Tampoco dudó, por Incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en re, dando gloria a Dios, plenamente
convencido que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido» (Ro. 4:20·21).
«Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan
sus mandamientos, hasta mil generaciones» (Dt. 7:9).
«Ahora pues, escribíos este cantico y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cantico me sea
por testigo contra los hijos de Israel» (Dt. 31: 19).
«Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y el hará» (Sal. 37:5).
«Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia» (Pr. 3:5).
«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado» (ls. 26:3).
«Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová» (Jer. 17:7).

ESTUDIO A FONDO 1
(4:22) Imputado (elogisthe): significa contar, acreditado a, reconocido, computado, atribuido, depositado. puesto a la
cuenta de uno. La fe de Abraham fue contada por justicia. (Véase Estudio a fondo l. Contar-Ro. 6: 11 para una discusión
más amplia.) Abraham depositó su fe en Dios, y Dios acreditó la fe a Abraham como justicia.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 1
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Romanos (6: 11) Contar-imputar (logizethe): contar; atribuir; acreditar. poner a favor en la cuenta de uno; cargar a
la cuenta de uno; imputar; juzgar; considerar; tratar; computar. Es un término contable; implica anotar algo a favor de un
hombre, acreditarle. Es usado vanas veces en Romanos, unas once veces solamente en el capítulo cuatro de Romanos. Es
una idea de extrema importancia en las Escrituras.
▬1. Las Escrituras dicen que Dios imputa la justicia o es puesta a la cuenta del creyente genuino.
«Por lo cual también su fe le fue Contada por justicia Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino
también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada. esto es, a los que creemos en el que levantó de los muerto
a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones resucitado para nuestra justificación» (Ro. 4: 22-
25).
▬2. Las Escrituras dicen que el creyente genuino es sumergido. es imputado como, tenido por. o contado por muerto en
la muerte de Cristo, esto es, su «Viejo hombre» es imputado o tenido por crucificado en la muerte de Cristo.
«¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo. a no de que como Cristo resucitó de los muertos por la
gloria del Pudre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Ro. 6:3-4).
«sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin de que no sirvamos más al pecado» (Ro. 6:6). (Véase la nota. Pecado-Ro. 6:11 para ampliar la discusión y más
versículos.)
▬3 Las Escrituras dicen que por la resurrección de Cristo es imputada, acreditada, o atribuida a favor del creyente una
nueva vida, una vida resucitada.
«Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su
resurrección». (Ro. 6:5).
«Y sí morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los
muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas;
más en cuanto vive, para Dios vive» (Ro. 6:8-10).
Expresado muy simplemente, Dios considera justo al creyente por lo que Cristo hizo. Cristo es visto como «Jehová Justicia
nuestra», y .se afirma que su justicia es puesta a la cuenta del hombre por medio de la fe (cp. Flm. 18).

ESTUDIO A FONDO 2
(4:22) Justificación-fe-justicia: en términos sencillos. justificación significa que Dios (Ro. 4:3; e p. Gn. 15:6: véanse
notas-Ro. 4:1 -3: Estudio a fondo l -4: l-25; nota-5: 1.
Además, véase Estudio a fondo 4, Cruz- Jn. 12:32 para ampliar la discusión.)
Cuando una persona cree realmente que Jesucristo es su Salvador. Dios toma la fe de esa persona y se la cuenta por
justicia (Ro. 4:3. 5. 9. 11, 22. 24). La persona no es justa; no tiene justicia propia, Todavía es imperfecto, todavía es
pecador, todavía es corruptible. todavía está destituido de la gloria de Dios como ser humano pecaminoso. Pero cree que
Jesucristo es su Salvador Tal creencia honra al Hijo de Dios (al cual Dios ama mucho). y dado que honra al rujo de Dios,
Dios acepta la fe de esa persona como justicia. Dios cuenta la fe de esa persona como justicia. En consecuencia, esa
persona llega a ser aceptable ante Dios. (En una discusión de la justificación, la creencia de una persona -el tipo correcto
de fe—es crítica; véase Estudio a fondo 2- Jn. 2:24; Ro. 10: 16-17,)
«Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia» (Gn. 15:6).
«Justificados, pues, por la Fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Ro. 5:1).
«Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia» (Gá. 3:6).
«Y esto erais algunos; más ya habéis sido lavados, ya habéis santificado, ya habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesús» (1 Co. 6:11).
«y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia. que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es
de Dios por la Fe» (Fil. 3:9).

Nota del expositor: “Frente a situaciones difíciles, el joven cristiano ejercitando su fe, verá que para Dios
todo es posible. Comportarse fielmente y dar un buen testimonio ante Dios y los hombres, es estar consciente
que Dios es fiel a lo prometido y que lo cumplirá”.

1er Titulo: Lo que para los hombres es imposible, para Dios es posible. Versículo 19. Y no se debilitó en la fe al
considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. (Léase:
San Mateo 8:25 al 27. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo:
¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.
Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? ▬ San Lucas
18:26 y 27. Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres,
es posible para Dios.).

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Comentario: Pasaron los años y la promesa no se había cumplido todavía. Con valor el patriarca enfrentó el hecho que
él tenía ahora unos cien años, o sea, que “su propio cuerpo”—haciendo aquí una referencia especial a su capacidad
reproductiva—estaba como muerto, y que Sara era estéril. Sin embargo, él no sólo continuó ejerciendo su fe en Dios y en
su promesa, sino que aun fue fortalecido en su fe. Que esto es lo que realmente sucedió es evidente del hecho que cuando
Dios repitió la promesa a esa edad tan avanzada—“ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo” (Gn. 17:19)—y ordenó
que todos los varones de su casa fuesen circuncidados (Gn. 17:9–14), Abraham inmediatamente glorificó a Dios al obedecer
este mandato (Gn. 17:23–26). Y por haber glorificado de esta manera a Dios, él fue fortalecido en su fe. Y dado que esta
fe lo esperaba todo de Dios, confiándose en él completamente, la misma le pudo ser y en realidad le fue, “contada por
justicia”.
Pensamiento: A la luz de esta fe poco común en Dios, Abraham enfrentó el dilema “aunque reconocía que su cuerpo
estaba como muerto” y que “también estaba muerta la matriz de Sara”, aun así “su fe no flaqueó”. La conexión entre Dios
que da vida a los muertos (v. 17b) y dando vida a los lomos muertos de Abraham (además de sacar la vida del vientre
muerto de Sara) es un salto tipológico notable (el nacimiento de Isaac como un tipo de Cristo).
Pablo declara que no solo Abraham (noventa y nueve) sino también Sara (noventa, véase Génesis 17:1, 17) dio ese salto
de fe. El Libro Guinness de los Récords nos dice que la mujer más vieja registrada que tuvo un hijo fue una mujer de la
India que tenía setenta años, pero la gente de los récords obviamente no había considerado Génesis 17:17. Tanto Abraham
como Sara se habían reído de lo absurdo de la promesa (Génesis 17:17; 18:12), pero cuando se dieron cuenta de que Dios
hablaba en serio, su risa se convirtió en fe.

Comentario de San Mateo 8.25-27: 25. Así que ellos vinieron y lo despertaron, diciendo: “Señor, salva
(nos), estamos pereciendo”. Hay una pequeña diferencia en la manera en que los evangelistas relatan los gritos de
estos hombres aterrorizados: Marcos dice: “Maestro, ¿no te importa que perecemos?” Lucas: “¡Maestro, maestro,
perecemos!” Los expositores llaman la atención al hecho de que ésta es una de las muchas evidencias que demuestran la
independencia de los escritores; en medio de unidad esencial, hay variedad personal. Es verdad, y ¿no es también un hecho
de que en una situación de aterrada angustia uno de los discípulos gritaría una cosa y otro otra? Uno debe leer los tres
relatos para captar todo el cuadro.
Lo que no pudieron hacer los elementos de la naturaleza, esto es, despertar a Jesús, lo lograron el llamado angustioso
de los discípulos y su propio deseo de ministrar a las necesidades humanas. Despertado del sueño, 26 Les dijo: ¿Por qué
estáis aterrorizados, oh hombres de poca fe? Jesús les recuerda que no había razón válida para su confundido pánico.
Muy recientemente estos hombres habían sido elegidos para ser discípulos de Cristo, con miras al apostolado (Mr. 3:13–
19; Lc. 6:12–16) y todo lo que esto incluía. ¿Permitiría aquel que los había escogido que perecieran en el abismo furioso?
¿No era alentadora su misma presencia?
El relato de Mateo es el más dramático de los tres (Mateo, Marcos y Lucas). En su descripción, Jesús no acalla de
inmediato la tempestad. Por el contrario, mientras la tempestad aún rugía y el barco era arrastrado de un lado al otro por
las olas, en la frente de Cristo se entronizó “una calma majestuosa”. Fue en lo peor de la confusión que les preguntó a los
discípulos por qué estaban aterrorizados. Fue entonces, aun antes de ponerse de pie, que él, con perfecta serenidad y
calma, se dirigió a ellos como “hombres de poca fe”, esto es, hombres que no estaban recibiendo de todo corazón el
consuelo que debieron haber derivado de la presencia, las promesas, el poder y el amor de su Maestro (como en 6:30;
14:31; 16:8).
Cuando el incendio forestal avanza furioso, con frecuencia ocurre que a través de varios días se informa en los periódicos
que el holocausto destructor sigue extendiéndose. Aún no está “bajo control”. Finalmente llega el boletín que todos han
estado esperando: aunque las llamas no han sido completamente extinguidas, el fuego ahora está “bajo control”. El daño
que se puede ocasionar a las vidas o a las propiedades se ha contenido hasta el punto que se justifica un informe optimista.
Por otra parte, como Mateo lo presenta, Jesús tiene esta tempestad “bajo control” aun mientras los vientos siguen rugiendo
y las aguas siguen agitándose. La tormenta es su instrumento para el fortalecimiento de la fe de los discípulos, como es
claro por el v. 27.
Entonces se puso de pie y reprendió los vientos y el mar; y hubo una profunda calma. Hay quienes suponen
que el verbo “reprendió” significa un objeto animado. Dicen que esta inferencia es apoyada por Mr. 4:39, que entonces se
traduce: “¡Paz! ¡Enmudece!” Pero una palabra no siempre retiene su connotación básica o primaria. “¡Calla! (o: ¡Paz!)
¡Silencio!” es la traducción más común y mejor de Mr. 4:39. En cuanto a la expresión “reprendió”, hay que recordar que
Mateo no dice “Jesús reprendió al diablo” o “a los demonios”, o “a los espíritus malos que había en los vientos y el agua”.
Simplemente dice “reprendió los vientos y el mar”. Así que parece que es sencillamente una forma figurada o poética de
hablar (cf. Sal. 19:5; 98:8; Is. 55:12; etc.). Así también en Lc. 4:39, donde se nos dice que Jesús reprendió la fiebre que
estaba afligiendo a la suegra de Pedro. El hecho realmente importante planteado por la expresión “reprendió los vientos y
el mar” es que de una manera muy efectiva Jesús afirmó su autoridad sobre los elementos de la naturaleza, de tal modo
que hubo una calma profunda (literalmente: “grande”). Lo sorprendente es que no solamente los vientos se aquietaron
inmediatamente, sino también las olas. Generalmente, como es bien sabido, después que los vientos han menguado en
forma perceptible, las olas siguen en su agitado movimiento, subiendo y bajando como si no estuvieran dispuestas a seguir

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el ejemplo de las ahora domadas corrientes de aire encima de ellas. Pero en este caso los vientos y las olas se sincronizan
en la sublime sinfonía de un solemne silencio. Algo comparable con la quietud de los cielos estrellados se establece sobre
las aguas. Repentinamente, la superficie del mar ha quedado lisa como un espejo. ¿Nos sorprende que aun después que el
milagro ha sido realizado (Mr. 4:40 y Lc. 8:25) Jesús reprenda a los discípulos por la debilidad de su fe? ¿No era más bien
natural que volviese a hablar de este tema tan importante?

Comentario de San Lucas 18:26-27: 26. Los que oyeron (esto) le preguntaron: ¿Entonces, ¿quién podrá ser
salvo? La sorprendente observación de Jesús tuvo el efecto deseado. Sorprendió tanto a los que lo oyeron que exclamaron:
“¿Entonces, ¿quién podrá ser salvo?” Probablemente razonaron de este modo: lo que Jesús dijo en cuanto a los ricos vale
para todos, ya que, si bien no todos son ricos, aun los pobres anhelan ser ricos.
En relación con esto, nótese además que el rico había preguntado en cuanto a heredar la vida eterna (v. 18). Jesús había
respondido en términos de entrar al reino de Dios (v. 25). Y los oyentes—en su mayor parte discípulos, probablemente
(véanse vv. 15, 28)—habían interpretado el dicho de su Señor como una indicación de que nadie podría ser salvo (v. 26).
Por tanto, es claro que las tres designaciones son sinónimas, todas describen la misma bendición, pero cada una la enfoca
desde un punto de vista diferente.
[27]. Jesús respondió: Lo que es imposible con los hombres, es posible con Dios. En este momento dramático,
los ojos de Jesús, al fijarse sobre sus discípulos (Mr. 10:27), deben haber estado llenos de profunda sinceridad y tierno
amor. Cuando ahora les dice: “lo que es imposible con los hombres” está dando a entender exactamente esto. En cada
paso, al principio, a mitad de camino y al final, el hombre depende completamente de Dios para la salvación. Nada puede
hacer por sí mismo. Si ha de ser salvo debe nacer de nuevo o “de arriba” (Jn. 3:3, 5). Para alcanzar a Dios por fe—¡fe dada
por Dios! (Ef. 2:8)—el hombre debe ser capacitado y sostenido cada día, hora, minuto y segundo por la gracia omnipotente
de Dios. Aquí no hay lugar para la religión del joven y rico gobernante (véanse vv. 18 y 21), que era la religión corriente
entre los judíos de ese día y época. Cualquier cosa que detrae en la salvación de los hombres de la soberanía de Dios queda
condenada.
Sin embargo, ¡gloria a Dios! Hay una salida. Lo que es imposible con los hombres es posible con Dios. El es aquel que a
través de Cristo puede salvar eternamente (Heb. 7:25). Su gracia se extiende aun al resuelto e implacable perseguidor
Saulo de Tarso (Hch. 9:1; 26:9–11; 1 Co. 15:8–11; 1 Co. 15:8–10; Gá. 1:15, 16; 1 Ti. 1:15). Jesús ha comenzado ya a
revelar exactamente cómo se efectúa esta salvación a través del Mediador (Lc. 9:22–27; 9:43, 44). Continuaría haciéndolo
con una claridad cada vez mayor (véase 19:31, 34; en forma especial 22:19, 20; cf. Mt. 20:28; Mr. 10:45).
Pedro está reflexionando aún acerca de las palabras que Jesús había dirigido al joven gobernante (véase v. 22). Jesús le
había pedido vender todo lo que tenía y distribuir el producto entre los pobres, prometiendo que se hacía esto tendría
tesoro en el cielo.

2° Titulo: Las Promesas de Dios, son fieles y verdaderas, y se obtienen por la fe. Versículos 20 y 21. Tampoco
dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido
de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. (Léase: 1ª de Reyes 8:56. Bendito sea Jehová,
que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que
expresó por Moisés su siervo, ha faltado.).

Comentario: Fe absoluta en la promesa de Dios (4:20–21): En el versículo 20, Pablo desarrolla la fe fuerte de
Abraham, diciendo que “no vaciló como un incrédulo” sino que “reafirmó en su fe y dio gloria a Dios”. Pablo enfatiza que
la base de esa fe triunfante fue “la promesa de Dios”. En Génesis 17:17–18 Abraham al inicio tuvo un momento de
incredulidad (¿cómo podría no hacerlo?), Pero después de eso mostró una confianza continua en Dios. Pablo se centra en
la fe a largo plazo y profundamente arraigada que exhibió hasta que Isaac nació, una fe que nos proporciona un modelo.
“Reafirmó” podría ser un pasivo divino que significa “Dios fortaleció su fe”, pero lo más probable es que sea paralelo a
“no flaqueó” en el versículo 19 y significa que Abraham se fortaleció y se volvió a fortalecer en su fe durante ese período.
No fue Abraham quien se hizo más fuerte sino su fe. Esto nos proporciona otro modelo. A medida que pasamos por la
adversidad y las pruebas de nuestra fe, debemos depender aún más de Dios (Stg 1:2–4; 1Pe 1:6–7). Las dificultades de la
vida son como las pesas en un gimnasio. Cuanto más luchamos contra ellos, más nos fortalecemos en nuestra fe.
En los versículos 20b–21 hay dos resultados de la creciente fuerza de Abraham al confiar en Dios: (1) “dio gloria a Dios”,
negándose a depender de sus propios recursos o habilidades, y entregándose completamente a las manos de Dios y
regocijándose de que Él podría hacerlo.
(2) Abraham estaba “plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido” (v. 21). A
medida que su fe se fortaleció, también lo hizo su certeza de que “el que prometió es fiel” (Heb 10:23). Estaba
completamente seguro de que el pacto que Dios “nunca deja o abandona” a sus seguidores (Dt 31:6; Jos 1:5), y así cumplió
Hebreos 11:1 con una fe que es “la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve “.
Comentario de 1ª de Reyes 8.56: Después que el rey termina su oración se dirige al pueblo para darle la "segunda
bendición". Es una nota de alabanza a Dios, como un resumen de su anterior oración. Además, la oración de Salomón,

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contiene una premisa básica: sin la ayuda de Dios será imposible guardar sus leyes. Esta bendición salomónica termina en
una súplica a los hebreos a que permanezcan fieles a Dios.

3er Titulo: Genuina Fe en Dios, manifestada en la conducta del creyente es señal de justicia. Versículo 22. por
lo cual también su fe le fue contada por justicia. (Léase: 2ª a los Corintios 6:17. Por lo cual, Salid de en medio de ellos,
y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, ▬ 7:1. Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.).

Comentario: Resultado: fe contada como justicia (4:22): Esta sección termina con la declaración misma con la
que comenzó Génesis 15:5 y la fe se le tomó en cuenta a Abraham como justicia, enmarcando todo esto con la necesidad
de fe (4:3, 22). Este es también el último uso de pistis, “fe”, de las diecisiete veces que ocurre en 3:21–4:25. La fe
proporcionó la entrada de Abraham a las viejas promesas del pacto, y proporciona nuestra entrada a las promesas del
nuevo pacto. Además, la fe una característica de Abraham a lo largo de su existencia terrenal y es el criterio para la vida
en la familia de Dios en todas las épocas. El argumento de Pablo sobre la justificación por la fe ha cerrado el círculo.

Comentario: 2ª a los Corintios 6: 17. «Por lo tanto, salid de en medio de ellos, y apartaos», dice el Señor.
«No toquéis nada impuro, y yo os recibiré».
Dios exige lealtad total al pueblo de su pacto y, por tanto, les exige que se esfuercen en ser puros. Así como él es santo,
espera que su pueblo también lo sea (Lv. 11:44–45; 20:7; 1 P. 1:15–16). Con variaciones, este tema aparece en toda la
Escritura. Dios no se ha separado de su pueblo; sin embargo, sus hijos e hijas se han alejado en repetidas ocasiones y
seguido los caminos del mundo. Dios es fiel a su pacto y cumple las promesas hechas a su pueblo. Además, espera que la
otra parte del pacto guarde también las promesas que le ha hecho, y cumpla las obligaciones de su Palabra.
Pablo cita un pasaje del texto griego de Isaías: «¡Apartaos, apartaos, salid de ahí! ¡No toquéis cosa inmunda! Salid de en
medio de ella y purificaos» (52:11; cf. Jer. 51:45). La última parte de esta cita, «y yo os recibiré», está tomada del texto
griego de Ezequiel 20:34, 41, y de Sofonías 3:20.
El contexto del Antiguo Testamento se sitúa en el tiempo en que, gracias al decreto de Ciro, se les permitió a los judíos
exiliados abandonar Babilonia. Pudieron llevarse con ellos los vasos que pertenecían al templo de Jerusalén. Dios los exhortó
a salir de Babilonia, pero no a tomar con ellos nada impuro que perteneciera al culto a los ídolos. Su pueblo, castigado por
el exilio, pero libre ahora, tenía que ser puro y sin mancha. Así mismo sucede con los corintios, que habían salido del mundo
de la idolatría pagana, pero que ahora tienen que ser un pueblo dedicado a su Señor y Salvador Jesucristo.
«Y yo os recibiré». La promesa se expresa en términos futuros, para indicar que el recibimiento que Dios otorgue a sus
hijos dependerá de su obediencia. Los profetas del Antiguo Testamento esperaban la venida del Mesías; pero los lectores
de la epístola de Pablo ya vivían en comunión con Cristo (1 Co. 1:9; 2 Co. 5:17). Esta cláusula va precedida por el
mandamiento de no tocar nada espiritualmente inmundo. Por eso, si los seguidores de Jesús se guardan sin mancha de las
influencias mundanas, Dios los aprueba y los recibe. Dios exige una clase de obediencia que se manifiesta en una total
sumisión a él.

Comentario de 2ª a los Corintios 7:1 Teniendo, por lo tanto, estas promesas, mis amados amigos,
limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, y perfeccionemos [nuestra] la santidad en el
temor de Dios.
▬ a. «… por lo tanto, … mis amados amigos». El contenido de este versículo encaja con el contenido de todo el pasaje
anterior (vv. 14–18) y es una conclusión oportuna, como evidencia la expresión, por lo tanto. Este versículo se relaciona
bien con el pasaje del 11–13, en el que Pablo habla de su amor por los corintios y, a su vez, pregunta si es correspondido.
Por esta razón se dirige a sus lectores con su cariñoso mis queridos hijos, que en traducciones más antiguas se vierte como
«amados», dando a entender que los amaba (véase 12:19).
▬ b. «Teniendo … estas promesas». Pablo afirma que tanto él como sus lectores son los beneficiarios de las promesas
de Dios (cf. 2 P. 1:4). Enfatiza estas promesas, en el texto griego, al colocar la palabra estas al principio de la frase. Es
decir, las garantías que ha mencionado en los versículos anteriores, son de Dios. Y la palabra de Dios es absolutamente
cierta y veraz. Él cumplirá lo que ha prometido.
▬ c. «Limpiémonos». Si las promesas son reales—y de hecho son—entonces es razonable que sus beneficiarios hagan
el mayor esfuerzo posible por agradar al Dador de estas promesas. Por consiguiente, Pablo pronuncia una exhortación en
la que se incluye a sí mismo y a sus colaboradores, para mostrar que ellos no están por encima de sus lectores:
«Limpiémonos». Estas palabras son el claro reconocimiento, por parte de Pablo, de que él ha sido contaminado por el
ambiente circundante del pecado.
La exhortación no significa que una sola limpieza nos mantiene limpios para siempre; sino que debemos purificarnos
constantemente. Los Reformadores hablaban del arrepentimiento diario como una forma de progreso en nuestra
santificación. En otro lugar Pablo escribe que los corintios estaban lavados, santificados y justificados (1 Co. 6:11); pero el
proceso de santificación es continuo, dado que la naturaleza humana es proclive al pecado.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 5
ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2022
Cuando los judíos se encontraban en una condición ceremonialmente impura, tenían que lavarse cada vez que tocaban
algo impuro, y ningún sacerdote o levita podía entrar en el tabernáculo o en el templo sin haberse lavado antes (Éx. 30:20–
21). El mismo principio se aplica al pueblo de Dios, que cuando entran en su sagrada presencia, deben purificarse
confesando sus pecados. Pablo admite que él no es mejor que los corintios; también necesita limpiarse y purificarse (cf. 1
Ts. 4:7; 1 Jn. 3:3).
▬ d. «De toda contaminación de carne y de espíritu». Queriendo incluir a toda clase de impurezas, Pablo decide usar el
adjetivo toda. Aunque el sustantivo contaminación sólo aparece aquí en el Nuevo Testamento, el verbo contaminar aparece
tres veces (1 Co. 8:7; Ap. 3:4; 14:4). Pablo recalca que la contaminación afecta tanto al cuerpo como al espíritu, es decir,
a la persona en su totalidad. Si la contaminación se refiere al culto a los ídolos, entonces los que asistían a este tipo de
cultos en los templos paganos, corrían el riesgo de contaminarse física y espiritualmente, ya que algunos de los ritos incluían
a prostitutas. «El que se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con ella» (1 Co. 6:16).
¿Qué tiene esto que ver con la iglesia de Corinto? Mucho, porque Pablo ya había preguntado antes en este mismo pasaje:
«¿Qué acuerdo puede tener el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente» (6:16). Los
creyentes de Corinto son el templo de Dios; Él mora con ellos y hace real su presencia andando entre ellos. Por eso, las
palabras que se usan en el versículo 1 (limpiémonos, contaminación, santidad), «provienen directamente de las imágenes
literarias del templo». Dios es un Dios celoso que no tolera a otros dioses antes que él (Éx. 20:3–5; Dt. 5:7–9). La referencia
de Pablo a la carne y al espíritu debe interpretarse como la referencia a una persona completa al servicio de Dios (véase el
paralelo en 1 Co. 7:34).71 Las palabras sugieren el significado de que una persona que es limpia en lo exterior, con respecto
a la carne, y en lo interior, con respecto al espíritu, camina con Dios.
▬ e. «Y perfeccionemos la santidad [nuestra] en el temor de Dios». Esta cláusula resuena la exhortación de Pablo:
«Limpiémonos de toda contaminación». Usa el participio griego, en tiempo presente, epitelountes (perfeccionar) como
exhortación a sus lectores: «Esforcémonos por lograr una perfecta santidad». Pablo describía a los creyentes corintios como
«santificados en Cristo Jesús» (1 Co. 1:2; cf. 1 Ts. 3:13), e indica que Dios los hizo santos por la obra de su Hijo. Pero la
santificación sigue siendo un proceso continuado, en el que los creyentes deben esforzarse asiduamente por una completa
santidad. Incluso dice cómo debe hacerse: «en el temor de Dios». El temor y la reverencia a Dios promueven la motivación
para perfeccionar la santidad del creyente. En presencia de Dios Padre, sus hijos deben vivir en este mundo como si fueran
extranjeros, «en reverente temor» (1 P. 1:17). Nuestra relación con Dios debe poseer un genuino respeto y una profunda
reverencia. Así como el Padre es santo, nosotros también, como hijos suyos, debemos reflejar su santidad en nuestras
vidas.

Nota: Creo que el pueblo de Dios podría ser más feliz, con lo cual se convertirían más almas. «Vuélveme el gozo de tu
salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán
a ti» (Sal. 51:12- 13). Siempre sucede que una iglesia que es feliz desde dentro no ha tenido que pagar un céntimo para
encontrar la felicidad. Ésta ya se encontraba allí. Ésta es una característica de la Iglesia del Nuevo Testamento.
En una iglesia es posible llegar a un punto muerto, como esos atascos que se producen en un río. Se cruzan un par de
troncos, alguien se ofende y la obra o de Dios no puede continuar.
Pero el Espíritu Santo es maravillosamente capaz de encontrar esos atascos, disolviéndolos. El predicador no lo sabe; es
tan inocente como un niño recién nacido. Pero el Espíritu Santo sí, de modo que encuentra a esa persona. Y si logra que el
individuo que tiene el problema coopere, éste desaparece y la bendición de Dios desciende.
Jesucristo ejerce una autoridad completa sobre las Escrituras, redactadas por unos hombres inspirados por el Espíritu
Santo. Todos los problemas en la Iglesia, desde el día de Pentecostés hasta ahora mismo, están resueltos en ese libro
maravilloso al que llamamos la Palabra de Dios. Si pretendemos volver al cristianismo del Nuevo Testamento, debemos
recuperar la fe de aquella época.

Amén, para la honra y gloria de Dios.

Hebreos 1: 10-12
Y:
Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra,
Y los cielos son obra de tus manos.
Ellos perecerán, más tú permaneces;
Y todos ellos se envejecerán como una vestidura,
Y como un vestido los envolverás, y serán mudados;
Pero tú eres el mismo,
Y tus años no acabarán.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 6

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