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Lección: 1ª de Samuel Cap. 5, versículos 1 al 5. Cuando los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron desde Eben-
ezer a Asdod. Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en la casa de Dagón, y la pusieron junto a Dagón. Y
cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, he aquí Dagón postrado en tierra delante del arca de
Jehová; y tomaron a Dagón y lo volvieron a su lugar. Y volviéndose a levantar de mañana el siguiente día, he aquí que
Dagón había caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos
estaban cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco solamente. Por esta causa los sacerdotes de
Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta hoy.
Definición: Dagón (de la raíz semítica דגןD-g-n, «grano, cereal»; posteriormente relacionado con la raíz dag, «pececito»;
en hebreo, דגון, Dāgōn) o más acertadamente Dagan (Sumerio: romanizado: da-gan; Fenicio: romanizado: Dāgān, y
también Dagan para el ugarítico) era un dios que fue adorado en todo el Oriente Próximo, especialmente en la zona de
Siria. Era el dios de los cereales, el protector de los cultivos -a los que daba fertilidad- y quien enseñó a cultivar el trigo e
inventó el arado.
Su nombre significa grano o semilla. El escritor fenicio Sanjuniatón, traducido al griego por Filón de Biblos, dice; Dagan,
después de haber descubierto el grano y el arado, fue llamado Zeus Arotrios (labrador). Dagan era calificado como "padre
de los dioses", "creador del cielo y de la tierra", "juez"... lo cual lo haría equivalente al dios sumerio Anu, (dependiendo de
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la época y región en que se vea). Pero otros opinan que Dagan estaba en un escalón inferior en relación al dios primigenio
El.
Fue venerado por los primeros amorreos y por los habitantes de las ciudades de Ebla y Ugarit. Según la Biblia era el dios
principal del panteón filisteo con el nombre de Dagón.
En la mitología ugarítica, Dagan y su templo estaba en Ugarit al lado del de Baal. La posterior preponderancia de Ba’al
se debía a que fue el único que se negó a rendir pleitesía al dios del mar Yam, venciéndole en una lucha a distancia gracias
a las dos mazas mágicas que le fabricó el dios artesano Kosar wa Jasis. [A esta lucha pueden referirse otros textos ugaríticos
que hablan de la derrota de los monstruos marinos Ltn (Lótan, el Leviatán de Isaías 27) y Tnn (el Tannin de Job 26)]. Se
simbolizaba así el triunfo de las aguas de las lluvias regulares sobre las aguas indómitas y torrenciales, siempre dañinas
Dagón - Diccionario Perspicacia
Dios de los filisteos. La existencia de ciudades con el nombre “Bet-dagón” (posiblemente en honor al dios Dagón) en los
territorios de Judá y de Aser, parece indicar que el culto a esta deidad ya estaba bien arraigado en Canaán cuando Israel
conquistó la Tierra Prometida. (Josué 15:41) «Gederot, Bet-dagón, Naama y Maceda; dieciséis ciudades con sus aldeas».
(Josué 19:27) «Después da vuelta hacia el oriente a Bet-dagón y llega a Zabulón, al valle de Jefte-el al norte, a Bet-emec y
a Neiel, y sale a Cabul al norte». Se cree que los filisteos adoptaron de los cananeos el culto a Dagón.
No existe un criterio unánime en cuanto al origen del nombre “Dagón”. Hay doctos que lo relacionan con la palabra
hebrea dagh (pez), mientras que otros lo asocian con el término hebreo da·ghán (grano). En (1 Samuel 5:4) «Y volviéndose
a levantar de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón había caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la
cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco
solamente». se dice de Dagón caído en el suelo: “Solamente la parte de pez [literalmente, “Solamente Dagón” se le había
dejado encima”, su cabeza y las palmas de sus manos habían sido cortadas. El término hebreo que en este texto se traduce
“Dagón” se vierte en la mayoría de las versiones españolas por “el tronco”, mientras que otras lo traducen “la parte que
tenía de pez” (DK, Mod), “el tronco en forma de pez” (Str) o “la parte de pez” (NM).
Uno de los relatos bíblicos que menciona a Dagón narra la ocasión en la que Sansón se agarró a las dos columnas
centrales de carga y derribó la casa donde se daba culto a este dios, de modo que mató a los filisteos congregados en ella.
(Jueces 16:21-30). También fue en la casa de Dagón, en Asdod, donde los filisteos depositaron el Arca sagrada de Jehová
después de haberla capturado como botín de guerra. La imagen de Dagón se cayó de bruces ante el Arca en el umbral del
templo en dos ocasiones, y la segunda vez se rompió en varios pedazos. Quizás con el fin de no profanar el lugar donde
habían caído los pedazos, tanto los sacerdotes como otras personas que entraban al templo tomaron por costumbre no
pisar el umbral. (1 Samuel 5:2-5). Cuando los filisteos comenzaron a experimentar los dolorosos efectos de las
hemorroides y la devastación de sus cosechas por los jerbos, reconocieron que la mano del Dios de Israel había actuado
contra ellos y su dios Dagón. (1 Samuel 5:6-7). (1 Samuel 6:5) «Haréis, pues, figuras de vuestros tumores, y de vuestros
ratones que destruyen la tierra, y daréis gloria al Dios de Israel; quizá aliviará su mano de sobre vosotros y de sobre
vuestros dioses, y de sobre vuestra tierra». En otra ocasión, cuando los filisteos descubrieron el cadáver del rey Saúl entre
los caídos en el monte Guilboa, le cortaron la cabeza y, después de informarlo a las casas de sus ídolos y a todo el pueblo,
la fijaron en la casa de Dagón. (1 Samuel 31:8-10). (1 Crónicas 10:8-10).
Es posible que los filisteos hayan tenido por costumbre cargar con el dios Dagón en sus batallas. (2 Samuel 5:21) «Y
dejaron allí sus ídolos, y David y sus hombres los quemaron».
¿Quiénes eran los filisteos?
Los filisteos fueron un pueblo agresivo y belicoso que ocuparon una parte del suroeste de Palestina entre el mar
Mediterráneo y el río Jordán. El nombre "filisteo" proviene de la palabra hebrea filistea, y la traducción griega del nombre
palaistinei, nos da el nombre moderno "Palestina". Los filisteos son registrados por primera vez en la escritura en la tabla
de las naciones, una lista de patriarcas fundadores de setenta naciones descendientes de Noé (Génesis 10:14). Se piensa
que los filisteos se originaron en Caftor, el nombre hebreo de la isla de Creta y toda la región del Egeo (Amós 9:7; Jeremías
47:4). Por razones desconocidas, emigraron desde esa región hasta la costa Mediterránea, cerca de Gaza. Debido a su
historia marítima, los filisteos generalmente se asocian con los "Pueblos del Mar". La biblia registra que los filisteos
tuvieron contacto tanto con Abraham como con Isaac ya en el año 2000 a.C (Génesis 21:32, 34; 26:1, 8).
Tras el compromiso de Isaac con los filisteos (Génesis 26:18), luego se mencionan de paso en el libro de Éxodo, poco
después de que los israelitas cruzaran el mar Rojo: "Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino
de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra,
y se vuelva a Egipto" (Éxodo 13:17).
El antiguo testamento indica que alrededor del siglo XIII a.C., durante los días de Samuel y Sansón, los filisteos se
trasladaron tierra adentro desde la costa de Canaán. Allí, construyeron su civilización principalmente en cinco ciudades:
Gaza, Ascalón, Asdod, Gat y Ecrón (Josué 13:3). Cada una de estas ciudades fue gobernada por un "rey" o "señor" (de la
palabra hebrea seren, también traducida como "tirano"). Aparentemente estos reyes formaron una coalición de igual a
igual. Cada rey conservaba el control autónomo de su ciudad, como cuando Aquis rey de Gat hizo un trató con David (1
Samuel 27:5-7), pero trabajaron juntamente en tiempos de emergencia nacional (Jueces 16:5).
Desde el comienzo, los filisteos eran aliados o terribles enemigos del pueblo de Dios. Desempeñaron un papel fundamental
en las vidas de Sansón (Jueces 13:1; 14:1), Samuel (1 Samuel 4:1), Saúl (1 Samuel 13:4) y David (1 Samuel 17:23).
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Los filisteos eran conocidos por su uso innovador del hierro, que era superior al bronce usado por los israelitas para las
armas y las herramientas. Aun en el tiempo de Saúl (1050 - 1010 a.C.), los israelitas fueron obligados a recurrir a los filisteos
para afilar o reparar sus herramientas de hierro (1 Samuel 13:19-21). Con sus armamentos más avanzados y agresiva
política militar, los filisteos continuamente frustraban el desarrollo de Israel como nación. Durante casi 200 años, los
filisteos hostigaron y oprimieron a los israelitas, y a menudo invadieron el territorio de Israel. Los hijos de Israel
simplemente no pudieron hacer frente al enorme poder militar de los filisteos. Esto sólo llegó a su fin cuando Samuel y
posteriormente David, a través de la guía de Dios, fueron capaces de derrotar a los filisteos (1 Samuel 7:12-14; 2 Samuel
5:22-25).
1er Titulo: Dios no admite, en su santidad, mezclas con la idolatría. Versículos 1 -2. Cuando los filisteos capturaron el arca
de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod. Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en la casa de Dagón, y
la pusieron junto a Dagón. (Léase: Hechos 7:41 al 43. Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y en
las obras de sus manos se regocijaron. Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está
escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios En el desierto por cuarenta años, casa de
Israel? Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, Y la estrella de vuestro dios Renfán, Figuras que os hicisteis para
adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de Babilonia. ▬ 1ª a los Corintios 10:14. Por tanto, amados míos, huid
de la idolatría.).
Comentario de Hechos 7: 41 al 43: [40]. Dijeron a Aarón: ‘Haznos dioses que vayan delante de nosotros.
Porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido’. [41]. E
hicieron un becerro en esos días; ofrecieron sacrificio al ídolo y en las obras de sus manos se
regocijaron”.
¿Fueron los israelitas engañados momentáneamente por los diez espías? No, dice Esteban, porque desde el
principio ellos rechazaron a Dios, como la historia claramente lo señala. A pesar de todo aquello, Dios hizo por
su pueblo todos los milagros realizados en Egipto, el cruce del Mar Rojo el maná de cada día y el agua para
beber los protegió del sol durante el día con una nube y con una columna de fuego protegiéndolos de noche sin
embargo, los israelitas pidieron a Aarón que les hiciera ídolos que los guiaran.
Esteban cita casi palabra por palabra de la traducción griega del Antiguo Testamento. Mientras Moisés estaba
en el monte Sinaí recibiendo la ley, el pueblo dice a Aarón, “Haznos dioses que vayan delante de nosotros;
porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido” (c.f.
Ex. 32:1, 23). Con ello dejan de manifiesto que no han puesto su fe en el Dios de Israel, sino que quieren adorar
a los ídolos de Egipto. Rechazan al único y verdadero Dios, prefiriendo imágenes hechas por mano de hombre
y consienten en que estos objetos sin vida les guíen. Nótese que lo que ellos están pidiendo son “dioses” aun
cuando lo que hacen es un solo ídolo, un becerro de oro.
Además, los israelitas renuncian a Moisés como su líder con las despreciativas palabras: “a este Moisés, el
varón que nos sacó de la tierra de Egipto”. Ellos saben que Moisés ha ascendido al monte Sinaí para recibir la
ley de manos de Dios, pero exclaman con impaciencia: “No sabemos qué le haya acontecido”. Setenta ancianos
de Israel, Aarón, y sus hijos Nadab y Abiú ascendieron con Moisés al monte Sinaí. Allí vieron a Dios y comieron
una comida de pacto en su presencia (Ex. 24:9–11). Todas estas personas eran testigos que podían hablar de
la gloria de Dios y de la misión de Moisés, pero el pueblo rehusó aceptar su testimonio.
En este estado de ánimo, los israelitas deliberadamente quebrantaron el pacto que Dios había hecho con
ellos (Ex. 24:1–8) y con Abraham, su padre espiritual (Gn. 17:7). Despreciaron las ricas promesas que Dios les
había hecho y rechazaron aceptar y guardar su ley. No podía ser más patético el contraste entre Moisés
recibiendo los Diez Mandamientos en lo alto del monte Sinaí e Israel adorando un becerro de oro a los pies de
la montaña.
Con esta ilustración de la historia judía, Esteban reconstruye un capítulo que sus contemporáneos querrían
olvidar. Pone delante de ellos el relato de un incidente en el cual se muestra el pecado más descarado de Israel:
el rechazo del Señor Dios, y su reemplazo por un becerro de oro.
“E hicieron un becerro en esos días”. No Aarón, a quien ellos escogieron como líder para reemplazar a Moisés,
sino el mismo pueblo se hizo un ídolo en la forma de un becerro. De hecho, el becerro como macho fue símbolo
de fertilidad. Los estudiosos asumen que los israelitas lo hicieron de madera y lo recubrieron de oro, porque
Moisés quemó el ídolo en el fuego y luego lo molió hasta reducirlo a polvo (Ex. 32:20).
“Ofrecieron sacrificio al ídolo y en las obras de sus manos se regocijaron”. Los israelitas deliberadamente
transgredieron la ley de Dios que dice que no tengan otros dioses delante de él, que no se hagan imagen de
cosa alguna, y que no se inclinen a ella y la adoren (Ex. 20:1–4; Dt. 5:7–8). Ofrecieron holocaustos, y
presentaron ofrendas de paz a este ídolo y pasaron un tiempo comiendo, bebiendo, y regocijándose (Ex. 32:6).
En el griego, el verbo regocijarse indica que la celebración se prolongó por algún tiempo.
[42]. Pero Dios se apartó y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo, así como está escrito
en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecieron ofrendas y sacrificios, Por cuarenta años en el desierto,
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¿oh casa de Israel? [43]. Antes bien llevaron el tabernáculo de Moloc, la estrella de su dios Renfán, y
figuras que hicieron para adorarlas. Los transportaré más allá de Babilonia.
Nótense los siguientes puntos:
▬ a. El juicio de Dios. En este punto, Esteban deja de seguir la secuencia histórica del pecado de Israel para
hacer algunas observaciones apropiadas. “Dios se apartó”, les dice. Esta cláusula, sin embargo, no debe
entenderse como que simplemente Dios se fue disgustado. Aunque sí lo estaba, él se venga trayendo desastre
sobre aquellos que han pecado contra él (c.f. Jos. 24:20; Is. 63:10). Porque, aunque él ha sido bueno con su
pueblo, ahora les niega sus bendiciones y les da la espalda.
“[Dios] los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo”. Tenemos aquí un paralelismo con la descripción
de Pablo acerca de la gente que persiste en el pecado. Dios los deja en su pecado hasta que destruyan sus
vidas, como justo juicio por su desobediencia (Ro. 1:24, 26, 28). Los ejércitos del cielo representan los cuerpos
celestes (el sol, la luna, las estrellas) que Israel adoró en secreto primeramente y abiertamente más tarde. En
lugar de adorar al Creador, los israelitas pusieron sus ojos en aquellas esferas creadas y se inclinaron ante ellas
en adoración.
▬ b. Registro histórico. Esteban va ahora a los escritos de los doce profetas menores, que en el canon del
Antiguo Testamento los judíos los tenían como un solo libro. Esteban cita casi palabra por palabra de la
traducción griega de Amós 5:25–27. En este pasaje, el profeta revela el disgusto de Dios con Israel, primero
durante la travesía del desierto y luego durante el período de los reyes de Israel y Judá hasta el exilio a Babilonia.
Dios hace una pregunta retórica a la cual los israelitas habrán de contestar negativamente. “¿Acaso me
ofrecieron ofrendas y sacrificios por cuarenta años en el desierto, oh casa de Israel?” Por supuesto, el pueblo
ofreció sacrificios en el desierto, como es evidente a partir de la institución del sacerdocio aarónico. Sin embargo,
durante la travesía por el desierto la adoración fue muy deficiente que no hubo verdadera adoración. Los
israelitas que tenían veinte años o más no sirvieron a Dios con dedicación y amor debido a que sus corazones
no estaban en conformidad con Dios. Adoraron a los ídolos en lugar de adorar a Dios. Amós da a entender a
sus contemporáneos que Dios podría estar sin sacrificios, como ocurrió en el tiempo del éxodo. Por lo tanto, el
solo hecho de dar sus ofrendas no impediría que se exiliaran a Babilonia.441 Lo anterior implica que los
sacrificios de los oyentes de Esteban no librarían al templo de Jerusalén de una eventual destrucción (c.f. Lc.
19:42–44). La adoración a Dios no depende de sacrificios.
▬ c. Adoración a las estrellas. “Llevaron el tabernáculo de Moloc, y la estrella de su dios Renfán, y figuras
que hicieron para adorarlas”. El texto griego difiere en su redacción de Amós 5:26 al decir “… llevabais el
tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis” [VRV].
Sólo nos interesa señalar la diferencia en la redacción de este pasaje y no entrar en la discusión de las
diferencias. El texto griego menciona dos nombres, Moloc y Renfán. Estos dos nombres aparecen sólo una vez
cada uno en el Nuevo Testamento. Moloc era el “dios canaanita-fenicio del cielo y del sol”, o el planeta Venus.
Renfán (con muchas variaciones en la forma de escribirse) es otro nombre para Saturno. En resumen, ambos
nombres hablan de la adoración a los cuerpos celestes.
La adoración de los israelitas había degenerado al punto de inclinarse ante las estrellas del cielo. Quizás esa
práctica la mantuvieron ya durante los cuarenta años que pasaron en el desierto, porque el texto dice que
levantaron santuario a Moloc. Hay un paralelo entre los adoradores de ídolos llevando el tabernáculo de dioses
paganos y los levitas llevando el tabernáculo del Señor en el desierto.
▬ d. Sentencia divina. En la última frase de la cita de Amós, “Los transportaré más allá de Damasco” (según
la Biblia Hebrea y la Septuaginta), Esteban se acerca al texto desde un punto de vista histórico. Cambia la
palabra Damasco por “Babilonia” con lo que demuestra obviamente que tiene en mente el exilio del reino de
Judá a Babilonia (c.f. 2 Cr. 36:15–21).
Consideraciones prácticas en 7:39–43
Durante su ministerio, a menudo Jesús dijo a sus seguidores que los campos espirituales estaban maduros
para la siega, aun cuando los obreros fueran pocos (Mt. 9:37; Lc. 10:2; Jn. 4:35). Durante y después de
Pentecostés estas palabras probaron ser verdaderas cuando miles y miles aceptaron a Jesús como su Señor.
La iglesia creció, esparciéndose desde Jerusalén a Samaria y hasta los confines de la tierra.
Jesús nos instruyó a orar para que el Señor de la mies enviara obreros para hacer la cosecha. Y muchos
creyentes responden al llamado de servir al Señor. Incontables personas alrededor del mundo predican y
enseñan el evangelio de Cristo a millones. Aun cuando este evangelio ya haya dado la vuelta al globo y haya
sido proclamado en todos los idiomas mayores, la población mundial crece más rápidamente que lo que lo hace
la iglesia de Cristo. Millones aún no han oído las buenas nuevas de salvación en Cristo.
Hay misioneros que han trabajado y trabajan en algunos países del mundo sin resultados percibidos. Tienen
que enfrentarse al rechazo por personas que pertenecen a otras religiones que gozan de la protección y
respaldo de los gobernantes de esas naciones. Han experimentado la oposición de Satanás que tiene la meta
de erradicar la influencia del evangelio. Aparentemente, están solos sirviendo al Señor. George Duffield y
George J. Webb compusieron letra y música, respectivamente, de un himno que en algunos países
hispanoamericanos ha sido conocido como “la Marsellesa evangélica”:
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En primer lugar, adoramos en el altar del materialismo, que alimenta nuestra necesidad de aumentar nuestro
ego a través de la adquisición de más "cosas". Nuestros hogares están llenos de toda clase de bienes.
Construimos casas más y más grandes con más armarios y espacio de almacenamiento para guardar todas las
cosas que compramos, muchas de las cuales incluso no hemos pagado. La mayoría de nuestras cosas tiene
"obsolescencia programada" inherente en ellas, por lo que son inútiles en poco tiempo, y así las mandamos al
garaje u otro espacio de almacenamiento. Entonces nos apuramos a comprar el artículo, ropa o aparato más
nuevo, y todo el proceso vuelve a empezar. Este deseo insaciable para más, mejor y nuevo, no es nada más
que la codicia. El décimo mandamiento nos dice que no caigamos víctimas de la codicia: “No codicies la casa
de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le
pertenezca” (Éxodo 20:17). Dios sabe que nunca seremos felices satisfaciendo nuestros deseos materialistas.
El materialismo es la trampa de Satanás para mantener nuestro enfoque en nosotros mismos y no en Dios.
En segundo lugar, adoramos ante el altar de nuestro propio orgullo y ego. Esto a menudo toma la forma de
una obsesión por las profesiones y empleos. Millones de hombres — y cada vez más mujeres — pasan 60-80
horas de la semana en el trabajo. Incluso los fines de semana y durante las vacaciones, nuestras computadoras
están zumbando y nuestras mentes están girando con ideas de cómo hacer nuestras empresas más exitosas,
cómo conseguir ese ascenso, cómo conseguir ese aumento de sueldo, cómo cerrar el próximo trato. Mientras
tanto, nuestros hijos se mueren de hambre por atención y amor. Nos engañamos pensando que estamos
haciéndolo por ellos, para darles una vida mejor. Pero la verdad es que lo estamos haciendo por nosotros
mismos, para aumentar nuestra autoestima al aparecer más exitosos a los ojos del mundo. Esto es una locura.
Todos nuestros trabajos y logros no serán de ninguna utilidad para nosotros después de morir, ni la admiración
del mundo, porque estas cosas no tienen ningún valor eterno. Como el rey Salomón dijo, "pues hay quienes
ponen a trabajar su sabiduría y sus conocimientos y experiencia, para luego entregarle todos sus bienes a quien
jamás movió un dedo. ¡Y también esto es absurdo, y un mal enorme! Pues, ¿qué gana el hombre con todos sus
esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? Todos sus días están plagados de sufrimientos y
tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!" (Eclesiastés 2:21-
23).
En tercer lugar, idolatramos la humanidad — y por extensión a nosotros mismos — a través del naturalismo y
el poder de la ciencia. Esto nos da la ilusión de que somos los señores de nuestro mundo y aumenta nuestra
autoestima a proporciones divinas. Rechazamos la Palabra de Dios y Su descripción de cómo Él creó los cielos
y la tierra, y aceptamos las tonterías de la evolución y el naturalismo. Abrazamos a la diosa del ambientalismo
y nos engañamos pensando que podemos preservar la tierra indefinidamente cuando Dios ha declarado que la
tierra tiene una vida útil limitada y durará sólo hasta el fin de los tiempos. En ese momento, Él destruirá todo lo
que ha hecho y creará un cielo nuevo y una tierra nueva. "Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En
aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego,
y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían
vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del
día de Dios? Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán con el calor de las
llamas. Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia” (2
Pedro 3:10-13). Como dice claramente este pasaje, nuestro enfoque no debe ser en adorar el medio ambiente
sino en vivir vidas santas mientras esperamos ansiosamente el regreso de nuestro Señor y Salvador. Sólo Él
merece ser adorado.
Finalmente, y tal vez lo más destructivo, adoramos en el altar del auto agrandamiento o la realización de uno
mismo, excluyendo a todos los demás y sus necesidades y deseos. Esto se manifiesta en la auto indulgencia a
través de alimentos, drogas y alcohol. Los países ricos tienen acceso ilimitado a alcohol, drogas (el consumo
de drogas de prescripción está en un nivel más alto, incluso entre los niños) y alimentos. Esto conduce a la
obesidad, la diabetes y otros problemas. El autocontrol que tan desesperadamente necesitamos es despreciado
en nuestro insaciable deseo de comer, beber y medicarnos más y más. Nos resistimos a cualquier esfuerzo
para frenar el apetito, y estamos decididos a ser el dios de nuestras vidas. Esta mentalidad tiene su origen en
el jardín del Edén donde Satanás tentó a Eva a comer del árbol con las palabras "seréis como Dios" (Génesis
3:5). Desde entonces esto ha sido el deseo del hombre — de ser Dios. Esta adoración del yo es la base de toda
idolatría moderna.
Toda idolatría de uno mismo tiene en su centro los tres deseos encontrados en 1 Juan 2:16: "Porque todo lo
que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo". Si queremos escapar de la idolatría moderna, tenemos que admitir que es desenfrenada
y rechazada en todas sus formas. No es de Dios sino de Satanás. La mentira de que el amor de uno mismo
traerá satisfacción, es el mismo que Satanás ha estado diciendo desde que mintió a Adán y Eva por primera
vez. Tristemente, todavía seguimos cayendo en la trampa. Incluso aún más triste, muchas iglesias lo están
propagando en la predicación del Evangelio de la salud, riqueza y prosperidad, basado en el ídolo de la
autoestima. Sin embargo, nunca encontraremos felicidad centrados en nosotros mismos. Nuestros corazones
y mentes deben estar centrados en Dios y en los demás. Por esta razón, cuando se le preguntó ¿cuál es el
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mayor mandamiento?, Jesús respondió, "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda
tu mente” (Mateo 22:37). Cuando amamos al Señor y los demás con todo lo que está en nosotros, no habrá
cabida en nuestros corazones para la idolatría.
2° Titulo: Clara demostración del supremo poder de Dios. Versículos 3-4. Y cuando al siguiente día los de
Asdod se levantaron de mañana, he aquí Dagón postrado en tierra delante del arca de Jehová; y tomaron a
Dagón y lo volvieron a su lugar. Y volviéndose a levantar de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón había
caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos
estaban cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco solamente. (Léase: 1ª de Reyes 18:
24. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que
respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho. ▬ 37 al 39.
Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú
vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras
y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová
es el Dios, Jehová es el Dios!).
Comentario de 1ª de Reyes 18:24: Vv. 23, 24. Dennos, pues, dos toros... Veamos ahora que Elías, con una
actitud propia de un verdadero profeta de Jehovah, inicia los preparativos para el gran evento. El sabio y astuto
profeta es quien establece las condiciones: (1) Habrá dos cultos separados. Habría problemas en unir el culto
a Dios con el de Baal, y de ese modo sería más fácil llegar a una decisión. (2) El fuego del cielo sería la respuesta
milagrosa y verdadera para tomar una decisión final; y no por una ley u opinión de personas.
Vv. 36–38. ¡Oh, Jehovah, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel... Luego, el hombre de Dios eleva una sola,
sencilla pero poderosa, oración intercesora; y esta “plegaria del hombre justo” es suficiente para que suceda el
milagro. Desde el cielo cae el fuego sobre el sacrificio y lo consume todo. Un comentarista hace más dramática
la escena: “Las nubes que anunciaban la lluvia se juntaron. Hubo un rayo o una descarga eléctrica que cayó
para consumir el sacrificio”. Es interesante, no obstante, que The Interpreter’s One-Volume Bible Commentary,
no conocido por su postura demasiado conservadora, comenta al respecto: “Es una insensatez intentar
racionalizar esta historia, identificando así el fuego como un rayo o relámpago. El punto esencial es la divina
intervención milagrosa. Para los hebreos, así obraba Dios”. El profeta demuestra que, si Jehovah respondía, no
era por medio de un ritual, sino por medio de un milagro. Venía en respuesta al clamor de un hombre justo para
que todo el pueblo supiese quién era el verdadero y único Dios de Israel.
Vv. 39–40. ¿Cuáles fueron los resultados de este hecho tan extraordinario? La respuesta no se hizo esperar:
(1) Israel respondió: ¡Jehovah es Dios! ¡Jehovah es Dios! Esta aclamación, alegre y segura, es una expresión
de verdadera adoración; fue hecha con admiración y temor, como un reconocimiento de la soberanía del Señor
Jehovah. 2) El juicio de Dios tampoco se hizo esperar. ¿Parece muy dura y cruel la pena de muerte para los
falsos profetas? La ley establecía que los idólatras debían ser castigados con la muerte (Deut. 13:6–11; 18:20).
Algunos piensan que este castigo es contrario al espíritu de gracia del evangelio. No obstante, debemos
recordar que Dios es amor, pero también es justicia.
Con todo, hay que recordar, además, que las prácticas sanguinarias de algunos de los hombres de Dios en
el Antiguo Pacto obedecían también a las costumbres en boga durante el día; reflejaban el común
comportamiento de sus tiempos. Solo hay que leer de nuevo algunas historias en torno a Saúl, David y otros
para comprobar que tal era el caso. No hay que justificar prácticas cruentas y salvajes como si fuesen la perfecta
voluntad de Dios para hoy; hay que recordar que Elías no tenía la revelación de Dios en Jesucristo.
Pese a ello, vale la pena elogiar la conducta del profeta Elías. ¡Cuán asombrosa es su fidelidad a Dios! No le
importa que toda una nación como Israel sea odiosa a los ojos de su Dios. ¡Cuánto luchó, hasta para derrotar
a su pueblo, si éste no era fiel a Dios! Si en alguna cosa podemos estar de acuerdo con la perversa Jezabel, es
en ver a Elías como su enemigo más peligroso. ¡Cuántos Elías nos hacen falta hoy en el pueblo de Dios!
3er Titulo: Supersticiones que practican los hombres sin Dios. Versículo 5. Por esta causa los sacerdotes
de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta hoy.
(Léase: Jeremías 10: 2-3. Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo
tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño
del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. ▬ Hechos 14: 11 al 15. Entonces la gente, visto lo
que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónico: Dioses bajo la semejanza de hombres han
descendido a nosotros. Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la
palabra. Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las
puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios. Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé
y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis
esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades
os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay.)
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Comentario de Hechos 14:11 al 15: [11]. Cuando la multitud vio lo que Pablo había hecho, exclamaron
en lengua licaónica, “Los dioses se han hecho como los hombres y han venido a estar con nosotros”.
12. Y empezaron a llamar a Bernabé Zeus y a Pablo lo llamaron Hermes, porque Pablo era el que hablaba
más.
▬ a. “Cuando la multitud vio lo que Pablo había hecho”. Los ciudadanos de Listra y las regiones circunvecinas
tienen que haberse reunido en un número considerable, quizás de varios cientos, si no miles, para que Lucas
use la forma plural multitud. Están maravillados de lo que ha ocurrido y en gran agitación hablan en su lengua
nativa, la licaónica. Al principio, Pablo y Bernabé no logran entender lo que están diciendo.
▬ b. “Los dioses se han hecho como los hombres y han venido a estar con nosotros”, grita la gente. La población
local, saturados de religiosidad, ve en Pablo y en Bernabé a dos dioses que han bajado a Listra en forma
humana. Es probable que su reacción haya sido inspirada en la leyenda según la cual Zeus, jefe de los dioses,
y Hermes, mensajero de los dioses, habían visitado un área de la provincia de Frigia, pero los residentes locales
se habían negado a recibirles. Al fin, unos esposos ancianos les dieron la bienvenida en su humilde vivienda.
Los dioses, entonces, agradecidos por la hospitalidad, recompensaron generosamente a los ancianos,
transformando su vivienda en un templo, y a pedido de los propios ancianos, transformándolos en sacerdotes
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de aquel templo. Por otra parte, los dioses castigaron al resto de la gente destruyendo sus hogares. La leyenda
aparece en la producción literaria del poeta romano Ovidio, quien vivió del 43 a.C. al 17 d.C. y quien llamó a los
dioses por sus nombres latinos: Júpiter (Zeus) y Mercurio (Hermes).
(Entre paréntesis, permítaseme decir que no debemos interpretar el cumplido que Pablo dirigió a los cristianos
de Galacia, entre quienes estaban los hermanos de Listra, como una referencia a este episodio. Pablo escribe,
“Ustedes me recibieron como a un ángel de Dios” [Gá. 4:14]. Sin embargo, es obvio que los listranos
consideraban a Pablo y a Bernabé dioses, no ángeles.)
Los habitantes de Listra adoraban a Zeus, a quien consideraban como su deidad guardiana. En las afueras
de la ciudad habían erigido un templo en su honor. Y como si tal cosa fuera poco, adoraban a Hermes como el
patrono de los oradores y viajeros y como el dios de la fortuna y de la fertilidad. Hermes, cuya tarea era
comunicar los mensajes que los dioses enviaban a los hombres, era el hijo de Zeus y de Maia. Su nombre
aparece reflejado en la palabra hermenéutica, la que deriva del término griego hermēneutēs (intérprete).
Evidencias arqueológicas—como inscripciones acerca de “sacerdotes de Zeus” y una estatua de Hermes
descubierta en las inmediaciones de Listra—demuestran claramente que los dioses Zeus y Hermes eran motivo
de adoración en aquella ciudad. Además, las inscripciones están en lengua licaónica.
▬ c. “Y empezaron a llamar a Bernabé Zeus, y a Pablo lo llamaron Hermes, porque Pablo era el que hablaba
más”. Nos habría parecido más lógico que la gente designara a Pablo, en función de su evidente posición de
líder, Zeus, y a Bernabé, que aparecía como un asociado y ayudante de Pablo, como Hermes. Pero este no es
el caso. Indudablemente, la comunidad de Listra creía que la deidad más alta no debía trabajar, sino que ser
servida por dioses inferiores. En vista de la pasividad de Bernabé, la gente consideró que él era el dios jefe
Zeus y que Pablo, quien aparecía haciendo todo el trabajo, como Hermes, su servidor. Aunque el libro apócrifo
Los Hechos de Pablo y Tecla presenta una descripción de Pablo, no creo que tenga algo que ver con este
pasaje en particular y francamente cuestiono su veracidad:
Y un hombre llamado Onesíforo, que había oído que Pablo vendría a Iconio, … fue por el camino real que
lleva a Listra y esperó allí por él … Vio venir a Pablo, un hombre pequeño de estatura, calvo y de piernas
arqueadas, en aparente buena salud, con grandes cejas y nariz ligeramente aguileña, lleno de cordialidad; que
de repente parecía un hombre, y de repente parecía tener el rostro de un ángel.
[13]. El sacerdote de Zeus, cuyo templo estaba en las afueras de la ciudad, trajo toros y guirnaldas a
las puertas de la ciudad. Quería ofrecer sacrificios con la multitud.
▬ a. “El sacerdote de Zeus”. Pablo y Bernabé saben que están en medio de un ambiente pagano donde la
gente adora a Zeus, que tiene su templo justo allí, en las afueras de la ciudad. La persona que ostenta la
autoridad religiosa y quien recibe la adoración del pueblo es el sacerdote de Zeus. En otras palabras, los
apóstoles tienen que someterse a esa autoridad porque ellos son visitantes en el territorio que controla. No es
fácil determinar después de cuánto tiempo los misioneros entendieron lo que decía el pueblo, “Los dioses se
han hecho como los hombres y han venido a estar con nosotros”. Pero cuando el sacerdote de Zeus oye estas
exclamaciones se da cuenta que tiene trabajo que realizar: ofrecer sacrificios a los dioses que han venido a
visitar el pueblo de Listra. Obviamente, el sacerdote quiere agradar a los dioses y evitar así que se repitiera el
castigo que los dioses habían infligido a los poco hospitalarios ciudadanos de Frigia.
▬ b. “Justo fuera de la ciudad”. Hay evidencia histórica de que fuera de las murallas de la ciudad había un
templo dedicado a la adoración pagana de Zeus. El templo era llamado “Templo de Zeus fuera de la ciudad”. El
sacerdote toma toros adornados con guirnaldas hechas de lana y los lleva afuera de la ciudad, al templo de
Zeus. La palabra puertas describe las puertas de la ciudad o las puertas del templo. Aquí el sacerdote y la
multitud desean reverenciar a Pablo y Bernabé.
El relato de Lucas da la impresión de que entre la sanidad del paralítico y la aparición del sacerdote con sus
animales listos para el sacrificio pasó algún tiempo. Aparentemente, nadie puso al tanto a Pablo y Bernabé de
lo que las multitudes estaban diciendo en lengua licaónica, por lo que en un comienzo no se dieron cuenta que
todo aquel sacrificio que se preparaba era en honor de ellos.
[14]. Pero cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron aquello, rasgaron sus vestidos. Y se lanzaron
en medio de la multitud, gritando: [15]. “Señores, ¿por qué están haciendo esto? Nosotros somos
hombres iguales a ustedes. Les predicamos el evangelio para que de estas cosas inútiles se vuelvan al
Dios viviente, que hizo los cielos y la tierra y el mar, y todo lo que en ellos hay.
Observemos los siguientes puntos:
▬ a. Vestidos rasgados. De alguna manera, los apóstoles se percatan de lo que la multitud dirigida por el
sacerdote de Zeus estaba planeando hacer. Presumiblemente alguno de los discípulos de los apóstoles les
sirvió de informante e intérprete (v. 20). Cuando se dieron cuenta de lo que estaba por ocurrir, Pablo y Bernabé
rasgan sus vestiduras en una señal de profunda conmoción emocional. Ellos se sentían grandemente
atribulados porque, como siervos de Dios, saben que la gloria y el honor pertenecen exclusivamente al Dios
Todopoderoso. En verdad, cuando por orden de Dios Pedro entró en la casa de Cornelio en Cesarea, éste se
postró ante sus pies para rendirle veneración. Pero Pedro le dijo: “¡Ponte de pie! Yo también soy un hombre
igual que tú” (10:26; véase también Ap. 19:10; 22:8–9). Además, los apóstoles saben que cuando la gente adoró
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al rey Herodes Agripa I diciendo que su voz era como la voz de un dios, Dios lo castigó y poco tiempo después
murió (12:21–23).
No es de extrañar, entonces, que Pablo y Bernabé rasguen sus vestidos para indicar su agonía mental ante
esta situación. Rechazan de plano la tentación de dejarse adorar por la multitud y reaccionan con gran aflicción.
Han venido a predicar el evangelio de salvación a pueblos que sirven a dioses paganos, pero ahora ven que la
gente pervierte el evangelio al considerar que los proclamadores son dioses a los cuales hay que adorar
prontamente.
Nótese, primero, que Lucas de nuevo usa la expresión apóstoles (véase v. 4) para ambos misioneros.
Además, menciona primero a Bernabé, quizás porque los licaonios consideraban que él era el más importante,
Zeus.
▬ b. Hombres como ustedes. De una vez, Pablo y Bernabé ponen las cosas en su perspectiva correcta. Corren
al encuentro de la multitud gritando: “Señores, ¿por qué están haciendo esto? Nosotros somos hombres de la
misma naturaleza que ustedes” (c.f. Stg. 5:17). Los apóstoles no pierden tiempo y van al corazón del asunto y
piden una explicación. Quieren saber por qué el pueblo se está preparando para ofrecer sacrificios. Y porque
para esta gente ofrecer sacrificios a sus dioses era cosa normal, tanto Pablo como Bernabé declaran que ellos
son personas comunes y corrientes y no divinas. Explican que no son hombres-dioses sino mensajeros
enviados por Dios. Tienen que enseñar al pueblo de Listra las verdades elementales acerca del Dios viviente.
▬ c. Mensaje del evangelio. “Les predicamos el evangelio”. El discurso de Pablo y Bernabé difiere
sustancialmente del sermón que Pablo predicó a su audiencia de judíos-gentiles en Antioquía de Pisidia. Allí,
los gentiles temerosos de Dios habían sido instruidos en la enseñanza de las Escrituras. Aquí, los misioneros
tienen que empezar con las verdades fundamentales y no pueden asumir que la multitud tenga algún
conocimiento acerca de Dios y su obra. El discurso de Pablo en el Areópago de Atenas (17:24–28) se asemeja
a los comentarios que hacen en Listra. Tanto aquí como en Atenas, Pablo enseña que Dios es el creador y
sustentador del universo. No comienza hablando de la nación Israel, sino de la naturaleza y su creación por el
único Dios que sustenta y gobierna este mundo. Pablo y Bernabé deben enseñar a la gente que no han tenido
el beneficio de la instrucción religiosa por residentes judíos. A diferencia de los gentiles temerosos de Dios de
Antioquía de Pisidia y en Iconio, el pueblo en Listra no ha tenido preparación alguna para recibir el evangelio.
Los misioneros confrontan directamente al pueblo con la práctica pagana de la idolatría diciéndole que sus
ídolos son “cosas inútiles”. A través de todo el Antiguo Testamento, esta expresión se refiere a los ídolos inútiles
de las naciones gentiles. Pablo y Bernabé buscan no ofender a sus oyentes, pero tienen que establecer el
contraste entre las “cosas inútiles” y el Dios viviente. Implícitamente, indican que los ídolos son objetos
inanimados, que están muertos (refiérase a Sal. 115:4–8). Por contraste, Dios es un Dios viviente “que hizo los
cielos y la tierra y el mar, y todo lo que en ellos hay”. Esta es una cita directa del relato de la creación del Antiguo
Testamento (Ex. 20:11; Sal. 146:6). En un sentido, los apóstoles enseñan a los gentiles acerca del origen del
mundo e indirectamente les están diciendo que sus ídolos son incapaces de hacer cualquier cosa.
De manera que, los desafían a volverse de sus ídolos al Dios viviente, conocerle y convertirse a él (c.f. 1 Ts.
1:9). Si se vuelven de sus dioses inútiles, ellos deben volverse a Dios quien ha creado el cielo, la tierra, y el
mar. Los gentiles tenían tres clases de dioses para el universo visible. Sin embargo, los apóstoles enseñan que
el único Dios que creó todas las cosas vive y da vida.
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