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ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2022

Semana del 7 al 13 de noviembre de 2022


“Amor Eterno De Dios, Manifestado En El Sacrificio De Cristo”.

Lectura Bíblica: Romanos 5: 6 al 8. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los
impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osará morir por el bueno. Mas
Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

“Dios no mirando la maldad de los hombres y por su gran amor con que nos amó, entregó a su muy amado
hijo Jesús, para nuestra justificación y redención”

Comentario general del contexto Bíblico: Su muerte por nosotros cuando éramos impotentes (5:6)
Ambas cláusulas de este versículo contienen eti, “mientras”: “mientras aún éramos débiles” (NBLA) y “en el tiempo
señalado”. Los dos se combinan para significar que la muerte de Jesús ocurrió en el momento exacto mientras nosotros
estábamos en un estado de pecado. Fue exactamente el momento perfecto, como dijo Pablo en Gálatas 4:4, “Pero, cuando
se cumplió el plazo”.
Se debate el significado de “en el tiempo señalado”. Podría referirse al momento perfecto en la historia del mundo, como
cuando los caminos romanos habían unido a las naciones como nunca se había visto e hicieron la misión mundial de la
iglesia relativamente fácil. Eso podría ser parte de esto, pero lo más probable es que Pablo tenga en mente la historia de
la salvación. Este fue el momento que Dios había elegido, ese momento perfecto cuando la salvación de Dios debía entrar
en erupción en este mundo.
Dos términos describen la condición humana en ese punto. Debido a que estábamos inmersos en el pecado, éramos
“débiles” o “incapaces” de vencer el pecado y alcanzar la salvación por nuestra cuenta. Estábamos indefensos y sin
esperanza. El término denota la incapacidad completa de la humanidad pecadora para estar bien con Dios o para lograr
algo de importancia eterna por nuestra cuenta.
El segundo término es “malvado”, un término más fuerte que describe una vida vivida sin conciencia o preocupación por
las cosas de Dios. En 4:5 fue usado por aquellos a quienes Dios justificó, y aquí aquellos por quienes Cristo murió. El
lenguaje de Cristo “muriendo por” nosotros es bastante común (cuatro veces en 5:6–8; 14:15; Jn 11:50, 51; 1Co 15:3; 2Co
5:15) y connota la expiación sustitutiva, la muerte vicaria de Jesús como el siervo sufriente “por” ( hiper) pecadores (2Co
5:14, 21; Gá 3:13; 1Ti 2:6).
El amor de Dios probado por la muerte de Cristo por nosotros (5:7–8)
Este versículo está destinado a contrastar el amor humano con el amor divino. Lo mejor que la humanidad puede lograr
es la voluntad de morir por una buena persona. Estamos dispuestos a morir por una causa o persona que amamos, como
nuestro país o un niño en problemas. En contraste, Dios envió a su Hijo a morir por nosotros cuando éramos pecadores
impíos, enemigos de Cristo. Afirma esta simple verdad de una manera extraña con un par ascendente de declaraciones. La
persona “justa” sería moralmente recta, una persona religiosa pero no alguien que conocemos bien. Los respetaríamos,
pero no los conoceremos bien ni los amaremos profundamente. Es probable que una persona “buena” esté más cerca y
que conozcamos un poco mejor, tal vez un mecenas romano patrocinador financiero) o un pariente que ha sido bueno con
nosotros. Esto es lo mejor que podemos hacer en el plano terrenal.
Cristo en el versículo 8 lo hace inmensamente mejor, muriendo por nosotros cuando aún éramos impíos y estábamos
bajo el poder del pecado. Pablo es enfático aquí, diciendo que “Dios demuestra su amor por nosotros”, lo que significa que
proporciona pruebas concretas de su amor de la manera más profunda posible. Este es un versículo justamente conocido,
está en la lista de memorización de todos, ya que se encuentra en la cúspide de los pasajes sobre la profundidad del amor
divino. Además, lo hizo “aunque todavía éramos pecadores”. Si sabes que una persona que te ha ignorado toda su vida,
constantemente te insultó y te hizo daño, y realmente no quería tu ayuda necesita ahora ayuda financiera o algo así,
¿podrías ayudarlo? Cristo no solo ofreció su ayuda; Él murió por nosotros mientras éramos sus enemigos, pecadores impíos
que no lo querían.
No merecemos nada más que condenación, la ira de Dios y el castigo eterno; pero Cristo pagó el precio de nuestros
pecados y obtuvo la redención y el perdón para nosotros (3:21–26). El versículo más conocido de la Escritura lo dice muy
bien: “Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga
vida eterna” (Juan 3:16).

Pensamiento 1: En este pasaje Pablo afirma la razón por la cual él dice que Dios derramó su amor en los corazones de
los pecadores. Él nos dice que estaba justificado en hacer esta afirmación que “cuando éramos aún impotentes”, o sea,
desvalidos, totalmente incapaces de rescatarnos a nosotros mismos de los efectos de la caída, Cristo, motivado por amor
soberano y no por mérito o logro humano alguno, murió por nosotros, los impíos.
El carácter absolutamente único de este amor se hace evidente cuando consideramos que en tanto que por una persona
justa a duras penas alguien esté dispuesto a morir—aunque, como rara excepción podría darse el caso de que por una
persona buena alguien se atrevería a morir—Dios, por el contrario, demuestra su propio amor de este modo tan maravilloso,
a saber, que cuando nosotros estábamos todavía en nuestro estado de invalidez y pecado, Cristo murió por nosotros.
En relación con esta explicación nótese lo siguiente:

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 1
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▬ a. Los “impíos” del v. 6 son los “pecadores” del v. 8, a saber, aquellos pecadores por quienes Cristo murió, los “amados
de Dios, santos” de 1:7.
▬ b. La distinción entre “un justo” y “uno bueno” no debe ser forzada, como si el apóstol estuviese diciendo que por una
persona meramente “justa” sería casi imposible encontrar a alguien que muriera, en tanto que por una persona “buena”, o
benefactora, sería posible, bajo condiciones excepcionales, encontrar un sustituto que estuviera dispuesto a ofrecer su
propia vida. Esto es sobre interpretar. Debemos adherirnos al punto básico que Pablo está tratando de enfatizar y no
oscurecer su pensamiento introduciendo distinciones injustificadas. Han que dejar lugar para variaciones estilísticas.
▬ c. Lo que Pablo está diciendo es que el amor de Dios, como es revelado en Jesucristo, no tiene ni precedente ni
paralelo. Ningún mérito de parte nuestra podría haber movido a Cristo a morir por nosotros, porque él murió por nosotros
“cuando éramos todavía pecadores”. Además, él murió por nosotros “en el tiempo señalado”, esto es, en el tiempo fijado
por Dios (cf. Mr. 1:15; Gá. 4:4), no por nosotros.
Esta muerte no tenía paralelo en lo referente a la maravilla de la gracia condescendiente y perdonadora. ¡Cristo murió
por los que eran malos, malos, malos! No había en ellos bondad que pudiera haber atraído su amor. En la muerte de Jesús
por los pecadores Dios demuestra su “propio amor” soberano. Véanse Is. 1:18; 53:6; 57:15; Dn. 9:17–19; 1 Jn. 4:10.
▬ d. Nótese la palabra “demuestra”, en tiempo presente. Aunque es cierto que, para Pablo, tanto en el tiempo de escribir
esta carta como para nosotros hoy en día, la muerte de Cristo era un acontecimiento que había ocurrido en el pasado, su
lección continúa siendo una realidad siempre presente y gloriosa.
▬ e. Nótese “su propio amor por nosotros”.
▬ f. Aunque es cierto que en estos tres versículos Pablo usa no menos de cuatro veces la preposición (_πέρ) que tiene
un amplio espectro de significado, que va desde sobre o respecto a (cf. περί) hasta en lugar de (cf. _ντί), y que
frecuentemente significa “por”, “a favor de”, “por amor de”, “para beneficio de”, parecería que aquí en Ro. 5:6–8 esta
pequeña palabra, que en sí misma no significa “en lugar de”, implica tal significado. ¿No indica el contexto (cf. v. 9, 10)
que por medio del derramamiento de su sangre Cristo quitó de nosotros la ira de Dios? Véase también C. N. T. sobre Gá.
3:13; sobre Fil. 1:27, 18; y sobre Tit. 2:14.

1er Titulo: Cristo no miro nuestra condición al morir por nosotros. Versículo 6. Porque Cristo, cuando aún éramos
débiles, a su tiempo murió por los impíos. (Léase: 1ª de Pedro 3:18. Porque también Cristo padeció una sola vez por los
pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.).

Comentario Titulo 1 y 2: (5:6-7) Muerte de Jesucristo ▬ estado del hombre ▬ amor de Dios: éramos impíos y débiles,
sin embargo, Cristo murió por nosotros. El gran amor de Dios se ve en este acto increíble.
1. Estábamos «sin fuerzas» (asthenon): débiles, sin valor, inútiles. desamparados, sin esperanzas, destituidos, sin poder.
Éramos espiritualmente indignos, inútiles e incapaces de ayudarnos a nosotros mismos.
«Está mi alma hastiada de mi vida; daré Ubre curso a mi queja, hablaré con amargura de ml alma» (Job 10:1).
«Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis fuerzas a causa de mi Iniquidad, y mis
huesos se han consumido» (Sal. 31:10).
«Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde
el monte de Mizar» (Sal. 42:6).
«Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me
ha anegado» (Sal. 69:2).
«En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos» (Sal. 73:2).
«Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí» (Sal. 73:16).
«Guarda tus pies de andar descalzos y tu garganta de la sed. Mas dijiste: No hay remedio en ninguna manera, porque a
extraños he amado, y tras ellos be de ir» (Jer. 2:25).
«Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen [muertos], para que no os entristezcáis como los
otros que no tienen esperanza» (1 Ts. 4:13).
«En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza
y sin Dios en el mundo» (Ef. 2:12).
-2. Éramos impíos (asebon): no como Dios, diferentes de Dios, profanos, con un estilo diferente del de Dios. Dios es
piadoso, esto es, perfecto; el hombre es impíos, esto es, no es como Dios; es imperfecto.
«Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no
convienen; estando atestados de toda Injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, Injuriosos, soberbios, altivos,
Inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, Implacables, sin misericordia;
quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen,
sino que también se complacen con los que las practican» (Ro. 1 :28-32).
«Conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y
pecadores, para los Irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarlos, para
los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina» (1 Ti.
1:9·10).

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«Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor
Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. Estos son
los que causan divisiones los sensuales, que no tienen al Espíritu» (Jud. 17·19).
-3. Fue «a su tiempo» (kata kairon) que Cristo murió por nosotros. Fue en el tiempo señalado por Dios: el tiempo que
Él destinó, el tiempo apropiado. Los hombres tenían que estar preparados para Cristo antes que Dios enviara a su Hijo al
mundo. Los hombres tengan que aprender que eran débiles e impíos, que necesitaban un Salvador. (Este era el propósito
del Antiguo Testamento y de la ley, mostrar a los hombres que eran pecadores. Ro. 4:14-15.)
«Diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, creed en el evangelio» (Mr. 1:15).
«Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese
a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos» (Gá. 4:4·5).
«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en
rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo» (1 Ti. 2:5-6).
«En la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos, y a su
debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro
Salvador- (Tit. 1:2-3).
«De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en lo
consumaci6n de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el
pecado» (He. 9:26).
-4. Cristo murió por nosotros. La palabra «por» (huper) significa para nuestro beneficio, por amor a nosotros, en favor
nuestro, en lugar de nosotros, como nuestro substituto. (Mr. 10:45.)
▬ a. Cristo murió como nuestro sacrificio.
«Nuestra pascua que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros» (1 Co. 5:7).
«Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Co.
5:15).
«Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Co.
5:21).
«Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor
fragante» (Ef. 5:2).
«Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, Inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime
que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumo sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus
propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo» (He. 7:26-
27).
«En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre» (He.
10:10).
«Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios
… porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados» (He. 10:12, 14).
«Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados» (1 P. 2:24).
▬ b. Cristo murió como nuestro rescate (véase la nota Ro. 3:24; Gá. 3:13-14).
«Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús» (Ro. 3:24).
«En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados» (Col. 1:14).
«Quien se dio a sí mismo por nosotros para redimimos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celosos de
buenas obras» (Tit. 2:14).
«Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo, habiendo obtenido eterna redención» (He. 9:12).
«Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas
corruptibles como oro y plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación»
(1 P. 1:18-19).
«Y cantaban un nuevo cantico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y
con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (Ap. 5:9).
▬ c. Cristo murió como propiciación por nosotros (véase nota-Ro. 3:25; cp. 1 Jn. 2: 1-2).
«A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado
por alto, en su paciencia, los pecados pasados» (Ro. 3:25).
«Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1
Jn. 2:2).
«En esto consiste el amor; no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su
Hijo en propiciación por nuestros pecados» (1 Jn. 4:10).
-5. El amor de Dios es un amor único e increíble. Piense en la ilustración dada. Algunas personas tratan de salvar a
personas que se encuentran atrapadas por alguna tragedia desesperada, y otros ofrecen sus vidas para representar a sus
líderes en su gran propósito.

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• Unos pocos morirían por un hombre justo y ecuánime.


• Algunos hasta se atreverían a morir por un hombre «bueno.»
Pero esto no es lo que Cristo hizo. Cristo no murió por el justo y piadoso, ni por un hombre bueno y puro. Él hizo
muchísimo más de lo que los hombres hacen. Cristo ...
• murió por el impío, por los que eran exactamente lo opuesto al justo y bueno.
• murió por los «débiles»: inútiles, desvalidos, indignos y sin valor ante la sociedad y los hombres.
Cristo murió por personas por las cuales ningún hombre querría morir, por personas que carecían de todo valor y nada
bueno había en ellos. Murió por los que se oponían diametralmente a Dios, exactamente lo contrario de lo que Él es. Tal es
el increíble amor de Dios; tanta es la profundidad de la justificación.

Comentario de 1ª Pedro 3:18: Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los
injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios. El sufrió muerte en el cuerpo, pero por el Espíritu hizo que cobrara
vida. Vale la pena señalar los siguientes puntos:
▬ a. Sufrimiento. La primera palabra porque vincula al versículo 18 con el pasaje precedente en el cual Pedro alaba los
méritos de sufrir por hacer el bien. En una sección anterior, él establece un paralelo entre su alabanza a los esclavos que
sufren injustamente (2:20b) y Cristo que sufrió por ellos (2:21). Aquí él coloca una vez más el sufrimiento del cristiano a la
par del de Cristo. Sin embargo, en este caso no podemos hablar de Cristo como ejemplo para el creyente, porque el
sufrimiento de Cristo es único e irrepetible.
La mayoría de las versiones tienen la lectura Cristo murió por los pecados La traducción Cristo murió por los pecados
tiene el apoyo de confiables manuscritos griegos. Dentro del contexto de los versículos 14–17, la traducción” sufrió cuadra
naturalmente. Pero la introducción de la palabra murió en el versículo 18 causa un quiebre definido con la sección
precedente
Aparte de su uso en el versículo 18, el verbo sufrir aparece 11 veces en esta epístola y parece ser una expresión favorita
del autor, en tanto que el verbo morir “no aparece en ninguna otra parte de la epístola”. Además, en la iglesia primitiva las
palabras Cristo murió por los pecados constituía una declaración teológica “de primer orden” (1 Co. 15:3), que Pablo recibió
y entregó a la iglesia. No es remota la posibilidad de que esta declaración confesional ganase mayor aceptación que la
lectura Cristo sufrió por los pecados. Aunque la enseñanza del versículo 18 sigue siendo la misma cualquiera sea la lectura
que adoptemos, la palabra sufrió presenta una perspectiva histórica más amplia que el término murió.
Dentro de la iglesia, Pedro enseñó la doctrina de que Cristo sufrió por los pecados una vez por todas. Así como el sumo
sacerdote entraba al Lugar Santísimo una vez al año para rociar la sangre como expiación de los pecados del pueblo (Lv.
16:3–34; Heb. 9:7, 25), del mismo modo Cristo sufrió por los pecados de su pueblo una vez por todas (Heb. 7:27; 9:26,
28; 10:10, 14).
▬ b. Justicia. Cristo, que es justo, tomó sobre sí los pecados de la gente injusta. Pedro ya ha mencionado el concepto
de sufrir injustamente en versículos anteriores (2:20–24; 3:14, 17). Ahora declara que Cristo no sufrió por el justo sino por
el injusto. Nótese que Pedro en su sermón en el templo de Jerusalén, se refiere a Jesús como “el Justo y Santo” (Hch. 3:14;
véase también 7:52; 22:14; 1 Jn. 2:1, 29). Jesús es justo, es decir, sin pecado. Por eso Pablo escribe; “Al que no conoció
pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21 VRV). Jesús
cumplió el requisito de Dios acerca de la justicia, pagó nuestra culpa y se ofreció a sí mismo como sacrificio “para quitar
los pecados de muchos” (Heb. 9:28).
▬ c. Entrada. El efecto de la muerte de Jesús en sacrificio es el de permitimos entrar ante la presencia de Dios. Jesús
abre el camino al trono de Dios, nos presenta al Padre, y restablece para nosotros una relación íntima con el Padre. Al
quitar el pecado como causa de nuestra desunión de Dios, Jesús nos da acceso a Dios y nos hace aceptables a sus ojos.
En griego, el sustantivo acceso o entrada aparece tres veces en el Nuevo Testamento (Ro. 5:2; Ef. 2:18; 3:12) y da a
entender “una relación amigable con Dios por la cual somos aceptables ante él y tenemos la seguridad de que él está
favorablemente dispuesto hacia nosotros”.
▬ d. Muerte y resurrección. Pedro escribe que Jesús “sufrió muerte en el cuerpo, pero el Espíritu hizo que cobrara vida”.
El presenta este contraste en dos cláusulas paralelas. La pregunta que surge es si el término espíritu en la segunda cláusula
debe ser escrito con mayúscula o con minúscula. Véanse las diferencias en algunas traducciones representativas:
1. “Muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu” (RSV y con variantes, NEB, ASV, NASB, JB).
2. “Muerto en el cuerpo, pero vivificado por el Espíritu” (NIV; con variantes, KJV, NKJV, MLB).
La primera cláusula no presenta ningún problema porque las palabras describen el veredicto pronunciado contra Jesús y
su subsiguiente muerte en la cruz. En cuanto a la segunda parte de la oración, los comentadores concuerdan en que el
contraste no se encuentra entre la naturaleza humana y la naturaleza divina de Cristo. El espíritu es inmortal y por
consiguiente no tiene que cobrar vida. Los estudiosos opinan que la palabra cuerpo significa la vida terrenal de Jesús, de
modo que la palabra espíritu se refiere a su vida después de la resurrección. El término espíritu, entonces, tiene que ver
con la esfera espiritual de la existencia de Cristo posterior a su resurrección. Esta es, sin duda, una interpretación plausible
de una oración difícil.
Al mismo tiempo, no puede descartarse una referencia a la obra del Espíritu Santo. La resurrección de Cristo es la obra
del Trino Dios, ya que Jesucristo mismo declaró que poseía poder para poner su vida y volverla a tomar (Jn. 10:18; también

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Jn. 2:19–21; 11:25). Pablo enseña que el Padre levantó a Jesús de los muertos (Ro. 6:4; Gá. 1:1; Ef. 1:20; también Hch.
2:32). Y en Romanos 8:11, menciona que el Espíritu Santo estaba involucrado en la resurrección de Jesús.
Los comentadores hacen notar que para lograr el equilibrio en la oración “sufrió muerte en el cuerpo [carne] pero el
Espíritu hizo que cobrara vida”, ambas cláusulas deben tener la misma preposición: “en la carne” y “en el espíritu”. No
estamos obligados, empero, a atenernos a una lógica tan estricta. Si tal fuera el caso, la traducción de 1 Timoteo 3:16: “Él
se manifestó en un cuerpo humano; fue vindicado por el Espíritu”, requeriría también la misma preposición para lograr dos
cláusulas perfectamente equilibradas en la traducción. En el griego, sin embargo, la misma preposición aparece en ambas
cláusulas, pero en estas dos cláusulas muchas traducciones tienen la lectura en un cuerpo y por el Espíritu. En consecuencia,
la traducción el Espíritu hizo que cobrara vida tiene su mérito y no puede ser descartada simplemente en base a la intención
de obtener cláusulas exactamente paralelas en la traducción. Para concluir, las formas verbales sufrieron muerte y cobrara
vida están en voz pasiva. Por tal causa podemos inferir que algún agente (algo o alguien) hizo morir a Cristo y lo hizo vivir.
Para el primer verbo Pedro no indica el agente, pero para el segundo lo hace: la persona del Espíritu Santo.

2° Titulo: Sacrificio incomparable de Cristo, por los pecadores. Versículo 7. Ciertamente, apenas morirá alguno
por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osará morir por el bueno. (Léase: Hebreos 4:16. Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.).

Comentario de Hebreos 4:16: 16. Acerquémonos entonces al trono de gracia con confianza, para poder
recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en nuestro tiempo de necesidad.
¡Que palabras tan alentadoras! Son muchas las veces a lo largo de su epístola en que el escritor exhorta a sus lectores,
pero en este versículo en particular él tiene una palabra especial para nosotros. En esta ocasión él no exhorta a los creyentes
a rectificar su modo de vivir; nos alaba por ir en oración a Dios y nos insta a hacerlo con confianza.
▬ a. “Acerquémonos entonces al trono de gracia con confianza”. La invitación a acercarnos al trono de gracia
implica que los lectores ya están haciendo esto. El escritor usa también este mismo verbo en Hebreos 10:22 (“acerquémonos
a Dios con un corazón sincero en plena seguridad de fe”). Más tarde repite la misma invitación con palabras algo diferentes
(véanse Heb. 7:25; 10:1; 11:6; 12:12, 22).
El verbo acercarse puede tener una connotación religiosa, ya que con frecuencia se refería a los sacerdotes, que en su
servicio religioso se acercaban a Dios con sacrificios (Lv. 9:7; 21:17, 21; 22:3; Nm. 18:3). En Hebreos 4:16 el escritor nos
exhorta a que nos acerquemos al trono de gracia en oración, puesto que el único sacrificio que el creyente puede traer es
un corazón quebrantado y contrito (Sal. 51:17). El gran sumo sacerdote ya ha traído el sacrificio supremo al ofrecerse a sí
mismo sobre la cruz a favor de su pueblo. El sumo sacerdote misericordioso y fiel invita al pecador débil y tentado a
acercarse al trono de gracia.
¿Qué quiere decir la frase trono de gracia! Esta es una referencia explícita a la realeza del Hijo de Dios (Heb. 1:2–4).
Jesús está sentado a la diestra de Dios y ha recibido autoridad plena en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18). Pero la palabra
gracia implica que la referencia apunta también al sacerdocio de Cristo. El pecador que viene al trono con de gracia en
arrepentimiento y fe encuentra la gracia perdonadora de Jesús.
Además, se exhorta a venir al trono con confianza; es decir, podemos venir osadamente (Heb. 3:6; 10:19, 35), no
impetuosamente o en temor de juicio, pero sí “en plena confianza y con sinceridad y en la esperanza de la plenitud de la
gloria de Dios”. Jesús invita a su pueblo a acercarse libremente, sin dudas. Es como si tuviera en su mano el cetro orado,
y dijese: “¡Venid!”
▬ b. “Para poder recibir misericordia y hallar la gracia”. Aunque los términos misericordia y gracia son entendidos
por muchos como sinónimos, debe notarse la diferencia que hay entre ellos. Westcott señala la distinción sucintamente:
El hombre necesita misericordia por el fracaso pasado, y gracia para la obra presente y futura. También hay una diferencia
en cuanto al modo de lograr cada una de ellas. La misericordia debe ser “tomada” al ser extendida al hombre en su
debilidad; la gracia debe ser “buscada por el hombre según su necesidad”.
La misericordia de Dios le es enviada a pecadores que están en miseria o en dificultad; ellos reciben la compasión de Dios
cuando se le acercan. Y en tanto que la misericordia de Dios se extiende a todas sus criaturas (Sal. 145:9), su gracia, tal
como la señala el escritor de Hebreos en Hebreos 4:16, se extiende a todos aquellos que se acercan al trono de Dios. La
misericordia es caracterizada como la tierna compasión de Dios; la gracia, como su bondad y amor.
▬ c. “Que nos ayude en nuestro tiempo de necesidad”. El socorro es recibido en el momento justo, en la hora de
necesidad. El escritor no dice que el socorro o la ayuda sea constante, sino más bien que alivia la necesidad del momento:
dicha necesidad puede ser material, física, o espiritual. Cuando invocamos el nombre del Señor con fe y nos acercamos al
trono de Dios, él nos escucha y nos contesta. El permanece presto a ayudar (véase Heb. 2:18).
Esta ayuda, en forma de gracia, viene cuando la tentación parece hacernos vacilar. Dios nos da los medios para encontrar
una salida de nuestras tentaciones. Dios es fiel (1 Co. 10:13).

3er Titulo: El amor eterno de Dios, manifestado a la humanidad. Versículo 8. Mas Dios muestra su amor para con
nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Léase: San Juan 3:16. Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.;

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1ª de Juan 4:19. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. ▬ 1ª Timoteo 2.4. el cual quiere que todos los
hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.).

Comentario: [2] (5:8) Muerte de Jesucristo ▬ estado del hombre ▬ amor de Dios: éramos pecadores, sin
embargo, demostró su amor por nosotros. La palabra «muestra» (sunistemi) significa mostrar, probar, exhibir, demostrar.
Es tiempo presente: Dios está siempre amando y mostrando su amor por nosotros. La palabra «pecadores» (hamartolon)
se refiere a un hombre que es pecador, un hombre que peca ...
• desobedeciendo la Palabra y la voluntad de Dios (cp. Ro. 1 :29-31).
• viviendo egoístamente.
• ignorando los mandamientos de Dios.
• haciendo su propia voluntad.
• por la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos.
• siguiendo la soberbia de la vida y las cosas del mundo.
El punto es éste: es «siendo aún pecadores» que Dios muestra su amor por nosotros. Este es el increíble amor de
Dios, que Él se rebajó para salvar pecadores. Podríamos esperar que Él salvase a hombres justos y buenos, pero nos
sorprende completamente cuando se afirma que Él salva a los pecadores. Tal es el amor increíble de Dios.
Ahora, note cómo Dios muestra su amor.
-1. Dios probó su amor al entregar su único Hijo para que muriera por nosotros. Algunos padres terrenales podrían estar
dispuestos a entregar sus hijos por un «bueno» o por una gran causa. Pero ¿cuántos estarían dispuestos a entregar sus
hijos por un hombre que ha cometido traición o por un hombre que asesinó a uno de Jos más grandes hombres que ha
existido? Piense en el enorme precio que Dios pagó para mostrar su amor: entregó a su Hijo para que muriera por el indigno
e inútil, el impío y pecador, los malvados y depravados-los peores pecadores y proscritos que pueda uno imaginar. Piense
en lo que Dios mismo debe de haber pasado: sus sentimientos, sufrimientos, dolor, heridas, la terrible tensión emocional.
Piense en lo que está involucrado en el acto de Dios de entregar a su Hijo:
• Dios tenía que enviar a su Hijo desde el mundo (la dimensión) espiritual y eterno al mundo (la dimensión) físico y
corruptible.
• Dios tenía que humillar a su Hijo despojándolo de su gloria eterna e insistiendo en que viniese vestido de carne corruptible
y muriese como un hombre.
• Dios tenía que ver a su hijo caminar por la vida siendo rechazado, negado, maldecido, insultado, arrestado, torturado y
asesinado. Dios tenía que sentarse y ver a su hijo asesinado por manos de hombres; tuvo que cruzarse de brazos sabiendo
que podía actuar y salvarlo.
• Dios tuvo que destinar a su hijo a la muerte de cruz por los pecados de los hombres.
• Dios tenía que poner los pecados del mundo sobre su hijo y dejar que Él los cargase.
• Dios tenía que juzgar a su hijo como pecador y condenarlo a muerte por el pecado.
• Dios tenía que apartarse de Cristo en su muerte.
• Dios tenía que derramar sobre Cristo su ira contra el pecado.
• Dios tiene que llevar eternamente el dolor de los sufrimientos de su hijo, porque Él es eterno y la muerte de su hijo está
siempre delante de su rostro. (¡Imagine! Está por sobre nuestro entendimiento, pero la agonía eterna es un hecho debido
a la naturaleza eterna de Dios.)
Como se ha dicho, Dios demostró su amor. Ha dado a su hijo para que muera por nosotros. No lo merecemos -nunca lo
hemos merecido, ni llegaremos jamás a merecerlo- pero Dios nos ama con un amor increíble. Por lo tanto, Él ha dado a su
hijo para que muera por nosotros como nuestro sustituto, en nuestro favor.
«Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su
llaga fuimos nosotros curados» (ls.53:5).
«Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas» (Jn. 10:11).
«Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Jn. 15:13).
«Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó» (1 Co. 15:13).
«Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras» (1 Co. 15:3).
«Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y honra, a causa del
padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos» (He. 2:9).
«Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu» (1 P. 3:18).
-2. Dios prueba Su amor por medio de la justificación por la sangre de Cristo.
«Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la Ira» (Ro. 5:9).
«Y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos,
haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (Col. 1:20).
«¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará
vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (He. 9:14).
-3. Dios prueba su amor salvándonos de la ira

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«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se
pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por Él" (Jn. 3:16-17).
«El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre Él» (Jn. 3:36).
«Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Ro. 6:23).
«Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es
colgado en un madero» (Gá. 3:13).

Comentario de San Juan 3:16: [16]. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo, el unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.
El infinito amor de Dios se manifestó de una forma infinitamente gloriosa. Este es el tema del texto de oro que se ha
hecho tan querido a los hijos de Dios. Este versículo arroja luz sobre los siguientes aspectos de dicho amor: 1. su carácter
(de tal manera amó), 2. su autor (Dios), 3. su objeto (el mundo), 4. su don (el Hijo, el unigénito), y 5. su propósito (que
todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna).
La conjunción porque establece una relación causal entre este versículo y el anterior. Podríamos parafrasearlo así: el
hecho de que sólo por medio de Cristo se puede obtener la vida eterna (véase versículo 15), se ve claramente en que le
plugo a Dios conceder este supremo don solamente a los que ponen su confianza en él (versículo 16).
1. Su carácter.
La frase “de tal manera”, teniendo en cuenta lo que sigue, debe interpretarse con este significado: en un grado tan
infinito y en forma tan trascendentemente gloriosa. Se enfatiza mucho este pensamiento.
De tal manera amó. El tiempo que se usa en el original (el aoristo ἠγάπησεν) muestra que el amor de Dios en acción, el
cual se remonta hasta la eternidad y fructifica en Belén y en el Calvario, se considera como un hecho grande, central y
único. Aquel amor era rico y verdadero, lleno de comprensión, ternura y majestad.
2. Su autor divino.
De tal manera amó Dios (en el original lleva el artículo: ὁ θεός, tal como en 1:1 donde, como dijimos, se indica al Padre).
Para obtener una idea de la deidad, nunca se debe sustraer del concepto popular tantos atributos como sean posibles hasta
que literalmente no quede nada. Dios es plenitud de vida y plenitud de amor. Tómense todas las virtudes humanas;
eléveselas entonces al infinito, y se percibirá que por muy grande y gloriosa que sea la imagen total que se forme en la
mente, no será más que una mera sombra del amor y la vida que existen eternamente en el corazón de aquel cuyo mismo
nombre es amor. Y el amor de Dios siempre precede a nuestro amor (1 Jn. 4:9, 10, 19; cf. Ro. 5:8–10), y lo hace posible.
3. Su objeto.
El objeto del amor de Dios es el mundo. ¿Qué significa exactamente aquí en 3:16 este término? Nuestra respuesta es:
▬ a. Las palabras “todo aquel que en el cree” indican claramente que no se refiere a aves y plantas sino a la humanidad.
Cf. también 4:42; 8:12; 1 Jn. 4:14.
▬ b. Aquí, sin embargo, no se entiende a la humanidad como el reino del mal, que está en rebeldía y abierta hostilidad
contra Dios y Cristo (significado 6 de la nota 26), ya que Dios no ama el mal.
▬ c. Tal como aquí se usa, el término mundo significa la humanidad que, aunque cargada de pecado, sujeta al juicio, y
necesitada de salvación (véase versículo 16b y 17), sigue siendo objeto del cuidado de Dios. La imagen de Dios se refleja
todavía, hasta cierto punto, en los hijos de los hombres. La humanidad es como un espejo. Originalmente este espejo era
muy hermoso, una obra de arte. Pero, sin ninguna culpa del Hacedor, ha quedado horriblemente manchado. Su creador,
no obstante, aún reconoce su propia obra.
▬ d. Teniendo en cuenta el contexto y otros pasajes en que se expresa un pensamiento similar es probable que en 3:16
esta palabra indique la humanidad caída en un sentido internacional: hombres de toda tribu y nación; no sólo judíos sino
también gentiles. Esto concuerda con el pensamiento expresado repetidas veces en el cuarto Evangelio (incluyendo este
mismo capítulo) que revela que la ascendencia física no tiene nada que ver con la entrada en el reino de los cielos (1:12,
13; 3:6; 8:31–39.)
4. Su don.
“… que dio a su Hijo, el unigénito”. El original dice literalmente: “que, a su Hijo, el unigénito, dio”. Todo el énfasis recae
en la asombrosa grandeza del don; por esa razón, en esta cláusula el complemento directo precede al verbo. El verbo dio
se debe tomar en el sentido de, dio para morir como ofrenda por el pecado (cf. 15:13; 1 Jn. 3:16; especialmente 1 Jn.
4:10; Ro. 8:32: el dio de Juan es el no escatimó de Pablo). Véase 1:14 para el significado de unigénito. Téngase en cuenta
que el artículo que precede a la palabra Hijo se repite delante de unigénito. De este modo tanto el sustantivo como el
adjetivo quedan reforzados. Parece como si oyésemos el eco de Génesis 22:2: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien
amas …” El don del Hijo es la culminación del amor de Dios (cf. Mt. 21:33–39).
5. Su propósito.
“… para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Dios no ha dejado a la humanidad
abandonada. Amó al mundo de tal forma que dio a su Hijo, al unigénito, con este propósito: que los que lo reciben con
confianza y fe permanentes tengan vida eterna. Aunque el evangelio es anunciado a hombres de toda tribu y nación, no
todo el que lo oye cree en el Hijo. Pero todo aquel que cree—sea judío o gentil—tiene vida eterna.

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Las palabras “… no se pierda” no significan simplemente: no pierda la existencia física; ni tampoco quieren decir: no sea
aniquilado. Como indica el contexto (versículo 17), la perdición de que habla este versículo se refiere a la condenación
divina, completa y eterna, de forma que el condenado queda expulsado de la presencia del Dios de amor y mora
eternamente en la presencia de un Dios de ira, estado que, en principio, empieza ahora aquí pero que no alcanza su
completa y terrible culminación, tanto para el cuerpo como para el alma, hasta el día de la gran consumación. Obsérvese
que perderse es el antónimo de tener vida eterna.
“… más tenga vida eterna”. (Sobre el significado de vida véase 1:4). La vida que pertenece al futuro, al reino de la gloria,
pasa a ser posesión del creyente aquí y ahora; es decir, en principio. Esta vida es salvación, y se manifiesta en la comunión
con Dios en Cristo (17:3); en la participación del amor de Dios (5:42), de su paz (16:33), y de su gozo (17:13). El adjetivo
(eterna) (αἰώνιος) aparece 17 veces en el cuarto Evangelio, y 6 veces en 1 Juan, siempre acompañando al sustantivo vida.
Indica, como ya hemos hecho notar, una vida que es diferente en calidad de la vida que caracteriza a esta era presente.
Sin embargo, tal como se les usa aquí en 3:16, el nombre y el adjetivo tienen también un sentido cuantitativo: se trata
realmente de una vida eterna, que nunca termina.
Para recibir esa vida eterna se debe creer en el unigénito Hijo de Dios. Pero es importante darse cuenta de que Jesús
menciona la necesidad de la regeneración antes de hablar acerca de la fe (cf. 3:3, 5 con 3:12, 14–16). La obra de Dios
dentro del alma siempre precede a la obra de Dios en que el alma coopera (véase especialmente 6:44). Y puesto que la fe
es, por consiguiente, el don de Dios (no sólo para Pablo, Ef. 2:8, sino también en el cuarto Evangelio), su fruto, la vida
eterna, es también el don de Dios (10:28). Dios dio a su Hijo; Dios nos da la fe para aceptar al Hijo; y él nos da la vida
eterna como recompensa por el ejercicio de esa fe. ¡A él sea la gloria por siempre jamás!

Comentario de 1ª de Juan 4:19: [19]. Nosotros amamos porque él nos amó primero. El hombre nunca puede
declarar que su amor por Dios fue previo al amor de Dios por él. Dios siempre ocupa el primer lugar en cuanto a amarnos,
y nosotros le respondemos amándole. Nuestro amor es entonces una copia de su amor. El origina el amor y nosotros
seguimos su ejemplo.
La primera parte de la oración está incompleta, Juan escribe: “Nosotros amamos”. ¿Pero a quién amamos? El contexto
más amplio (vv. 7, 11, 12) parece favorecer las palabras uno al otro o cada uno al otro. Algunos manuscritos antiguos, sin
embargo, tienen la lectura él o Dios para servir como objeto directo del verbo amor. Por consiguiente, estas últimas dos
versiones tienen nosotros le amamos a él (RVR).

Comentario de 1ª Timoteo 2:4: [4]. Ahora se dice cómo son consideradas por Dios estas oraciones: Esto es
excelente y agradable delante de Dios nuestro Salvador, quien desea que todos los hombres sean salvos y
vengan al conocimiento de la verdad.
Ante los ojos de Dios esta oración es excelente o admirable. Es agradable, bien recibida en su corazón. Esto es razonable,
porque su nombre es “Dios, nuestro Salvador” (véase el comentario sobre 1 Ti. 1:1). Aun cuando los hombres a veces
pudieran sentirse inclinados a eludir la oración por los reyes y los que están en eminencia, especialmente cuando la
cooperación por parte de los príncipes no es la que debiera ser, ante los ojos de Dios la cuestión es diferente. El no ve las
cosas como nosotros las vemos (1 S. 16:7). En más de una manera, las condiciones de tranquilidad y paz promueven la
extensión del evangelio de la salvación. Y es El quien desea que “todos los hombres sean salvos”. La expresión “todos los
hombres” aquí en el v. 4 debe tener el mismo sentido que en el v. 1; véase la discusión allí. En un sentido la salvación es
universal, esto es, no está limitada a cierto grupo en particular. Las iglesias no deben empezar a pensar que hay que hacer
oraciones por los súbditos y no por los gobernantes; por los judíos y no por los gentiles. No, la intención de Dios nuestro
Salvador es que “todos los hombres” sin distinción de rango, raza o nacionalidad sean salvos. Lo que implica este “ser
salvos” ha sido tratado en relación con 1 Ti. 1:15.
Ahora bien, en el proceso de ser salvos (tomado como un todo) los hombres no son pasivos. Por el contrario, llegan a
ser activos. Es la voluntad de Dios que ellos vengan al conocimiento de la verdad, esto es, del camino de salvación revelado
en la Palabra. Este conocimiento es más que un conocimiento intelectual (γνῶσις). Es el reconocimiento (ἐπίγνωσις) con
gozo, discernimiento espiritual profundo. Véase su uso en Fil. 1:9; Col. 1:9; 2:2; 3:10. Así podemos también entender la
expresión “arrepentimiento para conocer la verdad” (2 Ti. 2:25). Es posible que una persona aprenda muchas cosas buenas
de un modo puramente intelectual, pero que jamás llegue realmente al reconocimiento o la apropiación de la verdad (2 Ti.
3:7). Hay un “conocimiento” que es diferente de un “conocimiento pleno” (véase el verbo relacionado en 1 Co. 13:12). El
propósito de la oración por todos los hombres, sin distinción de rango, raza y nacionalidad, es para que sean salvos y
puedan llegar al conocimiento “pleno”, un conocimiento en que no participa solamente la mente, sino también el corazón.
El propósito de esa oración corresponde con el deseo soberano de Dios.

Amén, Para La Honra Y Gloria De Dios

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