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ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2023

Lunes 17 de abril de 2023

“El Espíritu Santo Confirma Y Capacita Al Ungido De Dios”.

Lección: 1ª de Samuel Cap. 10, versículos 5 al 8. Después de esto llegarás al collado de Dios donde está la guarnición
de los filisteos; y cuando entres allá en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, y
delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando. Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con
poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te
viniere a la mano, porque Dios está contigo. Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces descenderé yo a ti para ofrecer
holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer.

Comentario general del contexto Bíblico: La tercera señal, 10:5–7. Al llegar a la colina que en hebreo es Gabaa,
el pueblo de Saúl, éste encontraría un grupo de profetas. Este pueblo quedaba al norte de Jerusalén quizás a unos cinco o
seis km. en su camino hacia el sur. Comenta el v. 5 que había allí un destacamento de los filisteos. La palabra traducida
aquí destacamento 5333 significa en su raíz “poner sobre”, así algo puesto. Por ejemplo, se usa en Génesis 19:26 para
referirse a la esposa de Lot hecha estatua de sal. Estatua o pilar o columna es la idea principal de esta palabra. La columna
es algo puesto o establecido sobre la tierra. Aunque puede ser un destacamento, muchos piensan que significa un
monumento o famoso memorial levantado por los filisteos, o que tenía que ver con ellos.
De todas maneras, allí hallaría a los profetas bajando del lugar de culto, tocando cuatro clases de instrumentos y
proclamando inspiradamente la alabanza y la grandeza de Dios. El salterio o lira tenía, según Jerónimo, la forma de una
delta, es decir la letra griega delta, pero invertida. Según el Salmo 33:2 tenía diez cuerdas. El arpa en cambio tenía ocho
nueve cuerdas, y era tocada por un plectro de hueso o a veces con la mano. Los panderos o tamboriles se tocaban con la
mano y la flauta era un instrumento de viento. Así que aquí vemos una variedad de música abarcando las secciones de
cuerdas, percusión y viento. Todo esto requiere práctica y cierta habilidad. Pero Saúl se uniría a ellos para demostrar
sobrenaturalmente que el Espíritu de Dios estaba sobre él. Y lo más maravilloso de todo sería que Dios le cambiara en otro
hombre. Esto obviamente tiene que ver con su hombre interior, su espíritu y corazón. Y por cuanto Dios estaría con él,
tendría la capacidad de juzgar cuál sería la mejor manera de proceder (v. 7).
Las señales se cumplen, 10:8. Saúl fue cambiado. Se le dio un corazón diferente. Fue tocado por Dios. ¿Constituye
esto una experiencia de salvación? Parece que sí aunque el concepto de la salvación en el AT tiene más un enfoque nacional
que individual. No quiere decir que falte el elemento espiritual e individual, especialmente en Isaías (por ejemplo, vea
45:17–25). Pero la salvación del alma se ve más claramente en el NT. La esperanza de Israel es muy terrenal mientras que
la esperanza de la iglesia es más bien celestial. Por eso la salvación se expresa en el AT mayormente en términos físicos.
P. ej. habla mucho de la liberación de sus enemigos. Pero la salvación del alma siempre se le da al hombre por la fe y esto
en cualquier época. Seguramente había en Israel aun mucha gente que, por falta de fe en Dios, su Salvador, no sería salva
(Rom. 2:29).
Parece que el v. 8 es el agregado o nota final de las indicaciones de Samuel. No hay por qué pensar que fuera a cumplirse
inmediatamente, pues la única referencia parecida a ellos viene en el cap. 13 que toma lugar unos dos años después.
Pareciera que la palabra después permitiría este intervalo. Y como resultado, iba a ser una prueba de su obediencia a Dios.

1er Titulo: El Espíritu Santo transforma al creyente. Versículos 5 y 6. Después de esto llegarás al collado de Dios
donde está la guarnición de los filisteos; y cuando entres allá en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que
descienden del lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando. Entonces el Espíritu de
Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. (Léase Ezequiel 36:26 y 27.
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os
daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra. ▬ Tito 3:5. nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino
por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.).

Comentario de Ezequiel 36: En segundo lugar, Dios los limpiará de las impurezas, especialmente de la idolatría que
los había llevado al cautiverio (v. 25). En el versículo se usa tres veces la raíz “limpiar” ( tahar2889), que va de lo externo
(esparcir, Núm. 19:13) hasta la referencia a los ídolos. La referencia a esparcir agua pura es una referencia a la limpieza
ritual que era necesaria para los sacerdotes antes de la adoración (Éxo. 29:4; Núm. 19:13, 20), o los levitas (Núm. 8:7),
pero que no termina allí, es necesaria una purificación profunda para poder restablecer la relación con Dios.
En tercer lugar, Dios promete regenerar a su pueblo al darles un corazón nuevo y poner un espíritu nuevo
(v. 26). En lugar del corazón de piedra, es decir obstinado, endurecido en sus propios caminos, les dará un corazón de
carne, es decir dócil, sumiso. La referencia al espíritu nuevo indica una nueva fuente de conducta; hasta entonces estaban
guiados por la ley, ahora serían guiados por la presencia del Espíritu del Señor en sus vidas. Esta situación se muestra con
la misma claridad en Jeremías 31:31–34, el pasaje del “nuevo pacto”. Una mención separada merece la frase mi Espíritu

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dentro de vosotros, que hace referencia a la obra del Espíritu Santo en la vida del pueblo de Dios. Como se ha de hablar
de este tema en el capítulo siguiente (37), solo se dirá en este lugar que ciertas afirmaciones que se han hecho, que en el
AT el Espíritu solo estaba en la vida de los líderes mientras que, en el NT en todo el pueblo, merece que se las relea a
través de textos como este. Aquí hay una promesa básica: Dios pondrá su Espíritu en su pueblo. Su pueblo necesitaba una
conversión y eso es solo posible en la obra del Espíritu de Dios.
En cuarto lugar, el Espíritu de Dios los moverá a seguir sus leyes (v. 27). Como el apóstol Pablo lo mostró, el hombre
naturalmente tiene poca capacidad para poner por obra las leyes de Dios por sus propias fuerzas (Rom. 7:13–25); la
respuesta se encuentra en la capacidad que recibimos de Dios por medio del Espíritu Santo (Gál. 5:16–26; ver Fil. 2:12,
13).
En quinto lugar, el pueblo vivirá de manera permanente en la tierra que había sido entregada a sus padres (v. 28). La
palabra hebrea que se traduce habitaréis (yashab3427) tiene como segundo significado “sentarse”, es decir implica ser un
residente y no estar de pasada.
«No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» (Romanos 12:2).
«para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra» (Efesios 5:26).
«Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.» (2ª de Corintios 3:18).

Comentario de Tito: 4–6. Y hagamos esto movidos por la gratitud por lo que hemos recibido. Por eso, Pablo continúa:
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor al hombre, nos salvó. ¡Qué
sorprendente contraste! En realidad, un doble contraste. (1) En contraste con “la inhumanidad del hombre hacia el hombre”
descrita en el v. 3, se retrata la benignidad (palabra usada solamente por Pablo: Ro. 2:4; 3:12; 11:22, etc.) de Dios y su
amor al hombre (cf. Hch. 28:2). Y (2) sobre las estigias tinieblas de nuestro pasado (v. 3) aparece dramáticamente la luz
del Padre misericordioso y piadoso que nos condujo al estado presente de gracia. (Aquí nuevamente está aquella gloriosa
epifanía mencionada anteriormente; véase comentario sobre Tit. 2:11).
Esto, hay que enfatizarlo, es más que un argumento. Por cierto, es un argumento como ya se ha señalado. Pero es más
que eso. Es el derramamiento (en lenguaje proverbial; véase comentario sobre el v. 8) de un corazón que está ardiendo
de amor en correspondencia al amor de Dios. Hay que tener presente que Pablo escribe como uno que ha experimentado
en su propia vida todo esto. Él no está al lado de esta historia que escribe, sino él mismo es parte de ella. Por eso estas
palabras de la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor hacia los hombres son tan ardientes y tiernas como lo era el
corazón de este mismo apóstol, hombre que con frecuencia se veía llorando, y que una vez escribió en forma muy emotiva:
“El Hijo de Dios me amó, y se dio a sí mismo … ¡por mí!” (Gá. 2:20).
La expresión “la bondad y su amor al hombre” es un solo concepto; por eso el verbo en el original está en singular. La
expresión como tal se encuentra también en las obras de los moralistas paganos, pero el contenido en la forma usada aquí
en Tit. 3:4 es único. Aquí la “bondad y amor” no se atribuye a algún gobernador terrenal sobre quien llueven las alabanzas
de los hombres, alabanzas que difícilmente merece; aquí se trata de la verdadera benignidad y amor. La expresión amor al
hombre es una sola palabra, exactamente nuestra palabra “filantropía”. Sin embargo, puesto que en el uso castellano actual
la palabra “filantropía” se entiende solamente en referencia a “obras de beneficencia práctica”, una obra de la que los
hombres son los autores y los receptores, probablemente sea mejor conservar la hermosa traducción que se encuentra en
nuestras versiones castellanas; porque ciertamente, en la forma que Pablo usa la palabra, ésta combina el amor en sí y su
generoso derramamiento sobre la humanidad. Al retener la traducción “amor hacia el hombre” uno recuerda de inmediato
Juan 3:16, que expresa en forma hermosa la verdad que el apóstol tenía presente.
Fue la bondad y amor de Dios nuestro Salvador (véase comentario sobre 1 Ti. 1:1; Tit. 1:3; 2:10) lo que acudió en rescate
del hombre. Fue él, Dios el Padre, quien nos salvó, rescatándonos del mayor de los males y otorgándonos la mayor de las
bendiciones (véase comentario sobre 1 Ti. 1:15). Nos salvó: Pablo, Tito, en realidad a todos los que en el curso del tiempo
han llegado a recibir esta gran bendición.
Ahora bien, a fin de predisponernos completamente a ayudar a los demás que aún no se han salvado, y evitar que
digamos: “Pero ellos no merecen nuestra ayuda”, Pablo enfatiza el hecho de que nosotros, por nuestra parte, tampoco
merecíamos nuestra salvación. Hace esto señalando que, negativamente, el Padre nos salvó no en virtud de obras que
nosotros mismos hubiésemos realizado en (un estado de) justicia, y positivamente, sino según su misericordia.
Tan fuerte es el énfasis de Pablo sobre este carácter completamente soberano (esto es, completamente inmerecido por
nuestra parte) de nuestra salvación, que (como es claro en el original; y véase también las traducciones de la VM, R. V.
RV09, y Nácar Colunga) hace que toda esta extensa oración compuesta preceda al verbo salvar. Así, R V 09 dice.
4. Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,
5. no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, más por su misericordia nos salvó …”
En cuanto al orden de las palabras, esa traducción es correcta. La única objeción que algunos le hacen es que, a menos
que uno ponga mucha atención a la puntuación, está en peligro de construir mentalmente la frase compuesta como si fuera
un modificativo del verbo manifestó, y no del verbo salvó.
“No en virtud de (es decir, en consecuencia, de, sobre la base de; cf. Gá. 2:16) obras que nosotros mismos hubiésemos
realizado en un estado de justicia”. La implicación es: no hubo tales obras. Ni Pablo ni nadie más ha realizado jamás una

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obra tal, porque delante de Dios y de su santa ley todos—sean judíos o paganos—por naturaleza están “bajo pecado” (Ro.
3:9). Por eso, si los hombres han de ser salvos alguna vez, solamente puede ser “según su (de Dios) misericordia”. Nótese,
los hombres no solamente son salvos por o en virtud o sobre la base de su misericordia (por cierto, todo esto está implícito),
sino según su misericordia, siendo la “amplitud de la misericordia de Dios” la medida que determina la amplitud de su
salvación (cf. Ef. 1:7). Otros pasajes de la Escritura que igualmente enfatizan el carácter completamente soberano de la
gracia de Dios al salvar al hombre se citan en C.N.T. sobre Juan 15:16. La misericordia de Dios (acerca de lo cual véase
comentario sobre 1 Ti. 1:2) es su bondad y compasión para con los que están en necesidad o en angustia.
El medio empleado para salvarnos lo indica un modificativo adicional del verbo salvó, a saber, por medio del
lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo. Nótese “por medio del lavamiento” (λουτρόν,
-οῦ), no “por medio de un lavacro o fuente para lavamiento”. El lavamiento a que se refiere es completamente espiritual.
Es el de la regeneración y renovación, consideradas como un solo concepto.
La expresión regeneración aplicada a individuos aparece solamente en este pasaje del Nuevo Testamento (Mt. 19:28
tiene referencia a la regeneración cósmica). Literalmente significa nuevo nacimiento, el ser nacido de nuevo (palin = otra
vez, más genesia = nacimiento; de donde, palin‐genesia). Pero, aunque la palabra aparece solamente esta vez, la idea se
encuentra en muchos otros pasajes (Jn. 1:13; 3:3, 5–8; 1 P. 1:23; 1 Jn. 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18; cf. también 2 Co. 5:17;
Gá. 6:15; Ef. 2:5; 4:24 y Col. 2:13). No conozco mejor definición de regeneración que la dada por L. Berkhof, a saber: “La
regeneración es aquel acto de Dios por medio del cual el principio de la vida nueva queda implantado en el hombre, y se
hace santa la disposición que gobierna el alma, quedando asegurado el primer ejercicio santo de esta nueva disposición”.
Este pasaje, en conexión con su contexto, pone énfasis en los siguientes detalles en relación con esta maravillosa obra
de Dios:
(1) Es obra del Espíritu Santo. Esto es lógico, porque en la Escritura es especialmente la tercera persona de la Trinidad la
que se representa como quien otorga la vida; de donde, también otorga la vida espiritual. Además, es él, el Espíritu Santo,
quien toma la iniciativa en la obra de hacer santo al hombre.
(2). Procede y origina el proceso de la renovación. Mientras ésta es una actividad que dura toda la vida, la regeneración es
un solo acto, un cambio instantáneo.
(3) Afecta a todo el hombre. Nótese: “nos salvó”.
(4) Es un cambio radical, de tal modo que quienes anteriormente estaban cargados con los siete vicios mencionados en el
v. 3, ahora son adornados en principio con las siete virtudes mencionadas en los vv. 1 y 2.
La palabra renovación se encuentra también en Ro. 12:2. Ese pasaje indica que, aunque esta obra, así como la
regeneración, se atribuye al Espíritu Santo, existe esta diferencia: la regeneración es una obra enteramente de Dios, pero
en la renovación o santificación toman parte Dios y el hombre. Mientras la regeneración no es percibida en forma directa
por el hombre, y sólo llega a conocerla por sus efectos, la renovación exige la rendición consciente y continua del hombre
y de toda su personalidad a la voluntad de Dios.
Para la definición cito una vez más a L. Berkhof Santificación es “aquella operación bondadosa y continua del Espíritu
Santo, mediante la cual Él liberta de la corrupción del pecado al pecador justificado, renueva toda su naturaleza a la imagen
de Dios y lo capacita para hacer buenas obras”.
Es claro, por pasajes tales como Jn. 3:3, 5 y especialmente Ef. 5:26 (cf. Heb. 10:22), que este “lavamiento de la
regeneración y la renovación” tiene cierta relación con el rito del bautismo. Sin lugar a dudas, también aquí en Tit. 3:5 hay
una referencia implícita a este sacramento. Sin embargo, discutir aquí ese problema, mientras comentamos un pasaje en
que el agua ni siquiera se menciona, nos alejaría mucho de nuestro tema. Sin embargo, véase C.N.T. sobre Jn. 3:3, 5.
Ahora bien, con el fin de hacer aún más énfasis en el hecho de que los creyentes no tienen razón válida para dejar de
cumplir su deber de ganar a otros para Cristo por medio de una conducta piadosa, Pablo añade las palabras siguientes, con
referencia a la bondad de Dios al salvarnos e impartirnos su Espíritu habilitador: el cual (o a quien, esto es, el Espíritu)
él (esto es, Dios el Padre) derramó abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Nótese que en este pasaje Dios el Padre, Dios el Espíritu y Dios el Hijo se combinan en forma hermosa.
Dios el Padre no solamente da su Hijo sino derrama su Espíritu. La referencia es a Pentecostés (Hch. 2:17, 18, 33).
Orgánicamente hablando, el Espíritu fue derramado sobre la iglesia del presente y del futuro; porque el Espíritu, habiendo
establecido su morada en la iglesia, nunca más la vuelve a dejar.
Por eso, Pablo puede decir: “a quien derramó abundantemente sobre nosotros”.
El adverbio abundantemente indica la abundante provisión de dones espirituales que vienen como resultado de este
derramamiento. Nadie tiene derecho a decir: “Yo no puedo hacer nada en el reino de Dios, puesto que Dios nada me ha
dado”. La hermosa frase “por medio de Jesucristo nuestro Salvador” indica que éste, por medio de su sacrificio expiatorio
y por la oración obtuvo para su pueblo el don del Espíritu Santo (Jn. 14:16; 16:17).

2° Titulo: Señales que confirman la presencia de Dios. Versículo 7. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz
lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo. (Léase: San Juan 14:12 y 13. De cierto, de cierto os digo: El que
en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis
al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. ▬ Romanos 15:18 y 19. Porque no osaría
hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con

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potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que, desde Jerusalén, y por los alrededores
hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.).

Comentario de San Juan 14:12. Os aseguro: El que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también;
y aun obras mayores hará, porque yo voy al Padre.
En cuanto a las palabras de solemne introducción véase en 1:51. Los discípulos no deben temer que la ausencia física de
Cristo signifique pérdida de poder para realizar milagros. Desde el cielo Jesús proseguirá suministrándoles este poder. Aquí
se da una gloriosa promesa a todo el que sigue creyendo en él (véase sobre 1:8; 3:16; 8:30, 31a en cuanto al significado
del verbo πιστεύω, y de su participio presente seguido de ε_ς). Tal persona hará las obras que Jesús hace, y esto no a
pesar del hecho de que va al Padre sino debido a ese hecho. La partida misma del Señor beneficiará a los discípulos. En
14:16ss se explica cómo puede ser verdad esto. Como consecuencia de esta partida los discípulos realizarán no sólo las
obras que Jesús había venido haciendo (milagros en el ámbito físico), sino incluso obras mayores que éstas, a saber,
milagros en el ámbito espiritual. Véase sobre 5:20, 21, 24. Las obras de Cristo habían consistido en gran medida en milagros
en el ámbito físico, realizados mayormente entre los judíos. Cuando habla ahora acerca de obras mayores, con toda
probabilidad piensa en las que tienen relación con la conversión de los gentiles. Tales obras eran de un carácter más elevado
y más amplio en alcance. El que Jesús de hecho estaba pensando en esta gran tarea, parece seguirse del hecho de que se
había referido a ella apenas unos días antes (12:23–32) y también concretamente durante esta misma noche (17:20).
La conversión de (los elegidos de Dios de entre) los gentiles, la labor de Pedro en casa de Cornelio y de Pablo en todos
sus viajes misioneros no se hubieran podido realizar antes de la muerte y ascensión de Cristo por la simple razón de que
en ese tiempo el Espíritu Santo todavía no había sido derramado. Por esta misma razón seguía existiendo el muro de
separación. Todo esto iba a cambiar ahora, es decir, en relación con la muerte, resurrección, ascensión y coronación de
Cristo. En consecuencia, Jesús puede decir, “y aún mayores obras hará, porque yo voy al Padre”.
Antes de dejar este pasaje es necesario hacer dos observaciones adicionales:
(1) Que nadie diga que la obra de la conversión no se puede nunca atribuir en algún sentido al hombre. Cf. Stg. 5:20, “El
que haga volver al pecador del error de su camino”. Véase también Pr. 11:30 y Dn. 12:3. Desde luego que esta es una
forma muy relativa de hablar. El verdadero Autor de la conversión siempre es Dios mismo, pero él utiliza al hombre como
agente. Los discípulos se consideran como cosechadores (véase sobre 4:35–38).
(2) Ciertamente vale la pena advertir que, según este gran dicho de nuestro Señor, las obras mayores son las espirituales.
Los milagros en el ámbito físico están subordinados a los en el ámbito espiritual: aquéllos sirven para probar el carácter
genuino de éstos. ¿Acaso Jesús, por medio de esta misma comparación, que sitúa a lo espiritual muy por encima de lo
físico, sugiere que los milagros en el ámbito físico irán poco a poco desapareciendo cuando ya no sean necesarios?
[13, 14]. Y todo lo que pidiereis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo
me pidiereis en mi nombre, yo lo haré. La palabra todo abarca mucho. Se refiere tanto a las obras grandes como a las
obras aún mayores (del versículo 12). En consecuencia, en este pasaje se pone de relieve la relación de estas obras con la
oración. Jesús enseña muy claramente que existe esta conexión. En el libro de Hechos los milagros en ambos ámbitos se
relacionan una y otra vez con la oración (Hch. 1:14 seguido de los grandes milagros de cap. 2; 4:31; 6:6, 7; 9:40, 41; 10:4,
9; 12:5; 13:3; 16:25–34).
Sólo se responde, sin embargo, a las oraciones que se hacen en el nombre de Cristo. Tales oraciones, claro está, no son
egoístas, sino que buscan el interés del reino de Dios. Proceden de la fe, están de acuerdo con la voluntad de Dios—siempre
suponen el, “No nuestra voluntad, sino tu voluntad sea hecha”—, son para su gloria. La oración en el nombre de Cristo es
una oración que armoniza con todo lo que Cristo ha revelado respecto a sí mismo. Su nombre es su autorrevelación en sus
obras; aquí particularmente, su autorrevelación en la esfera de la redención.
No es difícil ver que tal oración siempre y con toda certeza tendrá respuesta, porque el que la pronuncia nunca desea
nada que Cristo no desee. Y cuando se responde a tal oración, el Padre, que permanece siempre en el Hijo, hará sus obras.
Por ello, el Padre será glorificado en el Hijo. Los atributos esplendorosos de Dios brillarán en toda su hermosura en estas
obras y por medio de ellas.
No es sólo que el creyente recibe lo que pide—es decir, si pide en el nombre de Cristo, con lo cual se cumplen todas las
condiciones para que la oración sea contestada—, sino que Cristo mismo en persona concederá esta humilde petición de
su discípulo; adviértanse las palabras, “Yo lo haré”. En cuanto al significado del verbo pedir y su sinónimo, véase sobre
11:22, y más abajo, sobre 14:16.
Debido a la índole extraordinaria de la promesa que contiene el versículo 13, se la repite ahora en el versículo siguiente.
Sin embargo, hay una diferencia, porque ahora se les dice a los discípulos que deben no sólo orar en el nombre de Cristo,
sino a Cristo, “si algo (me) pidiereis en mi nombre”, etc. En consecuencia, si se toman juntos los dos versículos vemos que
Cristo aquí se presenta a sí mismo como:
a. Aquél en cuyo nombre debe ofrecerse la oración.
b. El objeto de la oración.
c. El que escucha la oración.

Comentario de Romanos 15: 17–19a. En Cristo Jesús, entonces, tengo derecho a gloriarme de mi obra para
Dios. Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo, al llevar a los gentiles a Dios, ha logrado

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a través de mí por medio de lo que he dicho y hecho. (Él lo ha logrado) por el poder de señales y prodigios
(hechos) por el poder del Espíritu.
Nótese lo siguiente:
▬ a. La relación entre este versículo y el contexto que le antecede es evidente inmediatamente. Pablo se ha descrito como
“ministro de Cristo Jesús a los gentiles”. Y ahora prosigue: “En Cristo Jesús, entonces, tengo derecho a gloriarme”. La
exultación tiene su lugar; es decir, la exultación “en Cristo Jesús”, no la autoglorificación.411 Cf. 1 Co. 1:29–31; 2 Co.
10:17. Nótese la humildad de Pablo. No dice: “No me atreveré a hablar de nada sino de lo que he logrado por medio de
Cristo”, sino “Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo o … ha logrado a través de mí por lo que he
dicho y hecho”.
▬ b. “Cristo … ha logrado … por el poder del Espíritu”. Se le atribuye a ambos un honor y un reconocimiento igual. Hay
más sobre este tema en Ro. 8:9–11.
▬ c. El [Cristo] lo ha logrado por el poder de señales y prodigios”. Ambos, los “señales” y los “prodigios”, son milagros,
hechos sobrenaturales. A un milagro se lo llama “prodigio” cuando el énfasis recae sobre el efecto que el mismo tiene sobre
el espectador, haciendo que quede lleno de un sentido de asombro y reverencia. Por otra parte, cuando el milagro apunta
más allá de sí mismo y significa las cualidades (poder, sabiduría, gracia, etc.) de Aquel que lo hace, se lo llama “signo” o
“señal”.
▬ d. Sin duda el mejor comentario sobre esta afirmación de Pablo, en lo que él repasa sus tareas anteriores para el Señor,
es el libro de Hechos. Es extraño que aun algunos de los mejores libros sobre Romanos no se refieran a Hechos en relación
con esto. No obstante, si no leemos meditativamente lo que Lucas nos dice en ese libro sobre las señales y los prodigios
que acompañaron la obra de Pablo, corremos el peligro de perder el significado y la importancia verdaderos de lo que el
apóstol afirma.
Estos “señales y prodigios” fueron muchos en número y enormes en sus efectos. Aquí el lector debiera ir a Hechos y leer
las siguientes secciones: 13:6–12; 14:1–3; 14:8–10; 16:16–18; 16:25s; 19:11–16. Como resultado del primero de estos
milagros, “… cuando el procónsul vio lo que había sucedido, creyó …”. Y como resultado del último: “… el nombre del Señor
Jesús fue glorificado”.
Sin embargo, tal como Pablo aclara, muchos de los milagros que ocurrieron durante su extenso ministerio pre-romano
fueron los resultados inmediatos de la predicación (nótese el “por lo que he dicho y hecho”) aplicados a los corazones y
vidas por el Espíritu Santo. Estos éxitos eran “triunfos del evangelio”. Cf. 2 Co. 2:14. De hecho, en el libro de Hechos el
énfasis recae en estas victorias espirituales. Véanse los siguientes pasajes: Hch. 13:42–44, 48, 49; 16:5, 14, 15, 32–34;
17:4, 11, 12; 18:4, 8, 27, 28. A pesar de la feroz oposición tanto de parte de los judíos como de los paganos, aun los
enemigos tenían que reconocer que Pablo y sus compañeros estaban “trastornando el mundo” (Hch. 17:6). La formulación
inspirada del apóstol mismo es mucho mejor: “Cristo estaba llevando a los gentiles a Dios”.
«y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre»
(Romanos 1:5).
«pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno,
se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe» (Romanos 16:26).
«Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo» (Hechos 19:11).

3er Titulo: Claro mandato: esperar instrucciones antes de actuar. Versículo 8. Luego bajarás delante de mí a
Gilgal; entonces descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo
venga a ti y te enseñe lo que has de hacer. (Léase: Lamentaciones 3:25 y 26. Bueno es Jehová a los que en él esperan,
al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová. ▬ San Lucas 24:49. He aquí, yo enviaré la
promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder
desde lo alto.).

Pensamiento de la enseñanza de esperar instrucciones en la voluntad de Dios.


«Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.» (Miqueas 7:7).
Miqueas 7.7 Esperaré, yachal; Strong #3176: Aguardar, tardarse, confiar, expectativa, ser paciente, anticipar. Yachal
aparece 38 veces en el Antiguo Testamento. La primera vez (Gn 8.10), en el relato de la espera de siete días de Noé, desde
que soltó por vez primera la paloma, hasta que la envió de nuevo. Con frecuencia yachal se traduce como «esperanza››
(Sal 31.24; 33.18; 130.5, 7; 147.11). La forma correcta de confiar y aguardar en el Señor es esperar firmemente en su
misericordia, su salvación y su rescate. Mientras esperamos, no debemos tomar las cosas en nuestras propias manos
(compárese Gn 15.1-17.22).
«Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le
desertaba» (1ª de Sam. 13:8).
«Y descendiendo ellos al extremo de la ciudad, dijo Samuel a Saúl: Di al criado que se adelante (y se adelantó el criado),
más espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios.»

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 5
ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2023

Comentario de Lamentaciones 3.25-26: Se nota la fe creciente del poeta. Habla de lo que es bueno. El Señor es
bueno. El que busca a Dios y espera en él puede confiar en su bondad. Por esto, es bueno esperar la liberación que es de
él solo y proviene solamente de él (vv. 25, 26). Puesto que Dios es la porción de Judá, cualquier esperanza de restauración
tiene que fundarse firmemente en él.

Comentario de Lucas 24: 49. Además mirad, yo envío sobre vosotros lo que prometió mi Padre; pero
permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.
Aunque tiene que ver especialmente con los Once (pronto volverían a ser los Doce, Hch. 1:26), lo que aquí se registra
tuvo y tiene significado para cada creyente. Jesús está informando a los apóstoles que está por enviar sobre ellos lo que el
Padre prometió, a saber, el Espíritu Santo. Véanse Jn. 14:16, 17, 26; Hch. 1:18. Aquel Espíritu los capacitará para ser
testigos verdaderos y eficaces. Ellos deben permanecer en Jerusalén hasta que reciban este gran don, Cf. Hch. 1:4.
Esta promesa se cumplió en el día de Pentecostés; es decir, el cincuentavo día después de la resurrección de Cristo, el
décimo después de su ascensión. Se aprecia claramente en el libro de Hechos que por medio de las palabras de Jesús al
abrir sus mentes y por medio del derramamiento del Espíritu Santo sobre ellos, estos hombres llegaron a ser
verdaderamente testigos eficaces. Sin duda, el discurso de Pedro el día de Pentecostés es una muestra de este incrementado
poder y eficacia (Hch. 2:14–36).

«Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre» (Juan 14.16).
«Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo,
oísteis de mí.» (Hechos 1.4).
«Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el
Padre, a Jesucristo el justo.» (1ª de Juan 2:1).

Amén, Para La Honra Y Gloria De Dios.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 6

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