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Bajo las alfombrillas han aparecido picaduras perforantes y lo que es peor, el sonido emitido al
percutir es análogo al de una hojalata llena de herrumbre. Problemas similares han aparecido en los
guardabarros, especialmente en las zonas más escondidas, donde se había acumulado barro. Del
mismo modo hemos detectado una fuerte corrosión en los alveolos de los faros delanteros que
sufren la influencia desfavorable de las salpicaduras de lodo de los vehículos que nos preceden en la
época de lluvias.
Este efecto de agentes corrosivos sobre la carrocería se agrava en las zonas costeras, por la
influencia de la brisa marina que llega a poner en contacto con la carrocería gotitas cargadas de
cloruro de sodio (sal). Asimismo, es perniciosa la acción de la sal común que se echa en invierno
sobre las calzadas heladas, en muchos países con inviernos largos y duros, con el fin de que puedan
transitar los vehículos por ellas.
La corrosión sufrida por la carrocería aumenta con el grado de humedad y con la temperatura, todo
ello acrecentado por el contenido de gases sulfurosos en la atmósfera. Por ello, no es raro ver en
ciudades costeras e industriales una verdadera legión de auténtica chatarra rodante.
Estas estructuras están reforzadas interiormente con varillas de acero, las cuales se cubren de
concreto (mezcla de cemento Portland, arena, agua y agregado de pH alto, aproximadamente 12)
con el objeto de proporcionar una adecuada resistencia mecánica a la estructura. En condiciones
normales, o sea en un medio con atmósfera limpia, no debe ocurrir nada que afecte a la estructura,
ya que el concreto es un medio perfectamente compatible con el acero, precisamente por el alto
valor del pH.
Bibliografía: