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El Racionalismo

Una razón que no admite interferencias


Llegamos así al tercer eslabón histórico que ha
influido profundamente en la mentalidad que
tenemos los hombres modernos, dificultando
gravemente la comprensión de los juicios
cristianos sobre la realidad humana

Para exponer brevemente la aparición del


tercer factor, se podría decir, que la
exaltación de la naturaleza que está en el
origen del naturalismo facilitó en cierta
manera al hombre el descubrimiento de la
correspondencia que hay entre los juegos y
los dinamismos de la naturaleza y los juegos
y los dinamismos del pensamiento.
Y así, el rico desarrollo que se produjo de
descubrimientos de leyes naturales le
pareció al hombre que abría una época
en la que la razón, como energía
característica suya, iba a dominar y
enseñorearse de la realidad

A partir de cierto momento de madurez


del Renacimiento emerge, entrando ya
en la época del racionalismo, un
concepto bien preciso de la razón y de
la conciencia que no admite
interferencias ni aportaciones externas.
Si la conciencia es el lugar y el sujeto que origina
la verdad —si el hombre es «medida de todas
las cosas»— y la razón es el único instrumento
de la conciencia, no se puede en ningún caso
salir de la razón. Todo lo que pretendiese estar
fuera de su alcance se consideraría una intrusión
ilícita, un atropello o una esclavitud del espíritu.
Todo queda encerrado dentro de los límites de la
razón, verdadero dios del mundo, manipulador y
creador. A ella se le pide que resuelva los
enigmas todavía no resueltos y en consecuencia
que haga al hombre capaz de utilizar las
soluciones; en definitiva, de ella es de quien se
espera. Nada puede pensarse o hacerse fuera de
la razón, a menos que se lo descalifique como
digno de los aspectos inferiores del hombre.
Este es el resultado final del proceso que hemos
descrito. El verdadero Señor de la naturaleza no
está lejos del hombre: es su razón. Para la
mentalidad racionalista, si hay un Dios, la forma
exhaustiva de su acción en el mundo es la razón
del hombre.

Una vez más: no se trata de una


abolición necesaria de Dios, sino la
abolición absoluta de cualquier
posibilidad del presente mediante
una intervención suya que exceda
del horizonte de la creatividad
racional.
1. Ante todo hay que subrayar que la
Iglesia propone exactamente lo que esta
concepción de la razón considera una
intrusión arbitraria. Propone el anuncio
de un Dios que camina con el hombre. Y
esta compañía supera la fuerza de la
conciencia, de la razón y de la voluntad
del individuo.

Debido a esta compañía, que es la compañía


de Cristo, el hombre sabe con claridad y
certeza lo que verdaderamente es, camina
como hombre, porque Cristo el Redentor,
conoce lo que hay en el hombre, es Dios hecho
hombre

Para el racionalismo semejante propuesta, es una prisión del espíritu y de la mente


2. El fervor por la ratio que descubre su
correspondencia con la naturaleza, no es
por sí hostil al Dios cristiano, pero al
convertirse en un fenómeno colectivo,
consuma una nueva etapa de alejamiento de
Dios en la mentalidad de la gente del cual ya
no tiene necesidad.

Así mediante una progresiva exaltación de


aspectos particulares de la realidad
humana, la agustiniana iluminatio de Dios
en el hombre se empieza a entender como
autoiluminación a la luz de la razón
autónoma
Todo esto persiste y prosigue, por
consiguiente, también después. «Más que
un sistema de pensamiento el espíritu
‘filosófico’ fue [...] una actitud general [...]
¿Cuáles fueron los datos más generalmente
admitidos? La primacía del hombre,
considerado como centro del mundo;

en el hombre la omnipotencia de la razón,


considerada como árbitro de todo el
pensamiento y de toda la conducta; en
consecuencia, el culto de la ciencia, por una parte
y, por otra, la afirmación de la moral natural es
suficiente, y no hacen falta ni enseñanzas divinas
ni recompensas de ultratumba
El denominador común de los tres factores descritos: ¿el hombre en el centro?
Se puede reconocer un denominador común en los tres
factores que hemos señalado como responsables de
nuestra dificultad para comprender la realidad cristiana:

❑ El humanismo por su aspecto eficientista y


desarticulador de una mentalidad unitaria.

❑ El Renacimiento por su naturalismo.

❑ El racionalismo por su exaltación del hombre como


medida de todas las cosas.
El denominador común que aparece en
estos tres factores es precisamente la
exaltación a ultranza del hombre.

Toda la época moderna está determinada por


esta exaltación que después se convertirá en
alejamiento presuntuoso de Dios. El hombre, y
no otra cosa, está en el centro de todo.
De esta postura se derivan dos interesantes
corolarios:
1) El primero nos revela que el hombre al
que se pone al centro de todo se le concibe
de manera abstracta, es distinto según la
concepción que lo proclama. Porque el
hombre en general no existe, existes tú, y a
ti no se te pone al centro.

En efecto, es intolerable la proclamación de


esa centralidad si se refiere al yo concreto de
cada individuo, es teóricamente repugnante
de puro falsa, aunque pueda vivirse en la
práctica porque podemos ser muy falsos
De este modo lo que se proclama en el
centro de todo es la humanidad entera y
no el concreto hombre presente. Pero
¿qué es la humanidad entera? Una
abstracción. El conjunto de la
humanidad es algo abstracto, porque el
único sujeto humano que se puede
reconocer es el que dice «yo»

E incluso cuando decimos «nosotros»


hay que reconocer que, de hecho, lo
humano que está manifestándose soy
«yo», eres «tú»: el «nosotros» de la
humanidad es una condición que cada
uno de nosotros contribuye a crear, un
clima para la relación que tiene cada
hombre con los demás.
2). Si el fenómeno hombre no afecta estructuralmente
al yo, se estará hablando de hombre y de humanidad
de acuerdo a una lógica de poder. La palabra yo se
pierde y se identifica al hombre con la colectividad

Nadie puede decir que tiene experiencia


de la humanidad, ya que no existe:
existe una mujer que da a luz un
hombre. La referencia a cualquier
categoría que eluda el “yo” en nombre
de la humanidad destruye al hombre.

El denominado común que aparece en los tres factores es la exaltación del hombre, pero no
del hombre en su concreción personal, sino de un hombre del que se olvidan factores
esenciales de su realidad y es víctima cantada de los juegos del poder humano

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