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(martes 1 septiembre)

El agnosticismo

Rechaza la capacidad del hombre para probar argumentativamente la existencia de Dios.


Normalmente buscan otros modos de garante, distinto del racional, como el sentimiento.
No se confunde con el escepticismo porque el problema de éste es el de la certeza y el del
agnosticismo es aquello que concierne al absoluto.

I. Raíces kantianas

Desde la razón pura, especulativa, no sé si a la idea de Dios le corresponde un correlato


objetivo.
Certeza sólo subjetiva de la existencia de Dios por la razón práctica.
La causalidad es una categoría del entendimiento aplicable al ámbito fenoménico.

II. Formas de agnosticismo

a) Fideísmo

Niega a la razón el poder de conocer los preámbulos de la fe con certeza. Asentimiento de fe


sin justificación racional posible. Preámbulos de la fe son la existencia de Dios, la inmortalidad del
alma humana, la libertad.
Raíces de Ockham.

b) Tradicionalismo

Como reacción a la ilustración pretende que todas las verdades metafísicas, religiosas y
morales han sido reveladas por Dios y transmitidas después por tradición.
Representantes son Joseph de Maistre, Louis de Bonald y Juan Donoso Cortés (siglos XVIII y
XIX).

c) Modernismo

Finales del siglo XIX en Francia.


No tiene en cuenta la teología natural ni las razones de credibilidad. Se juzgan como principios
ligados al intelectualismo ya superado. Representante es Loisy.

d) Positivismo y neopositivismo

Hay que recordar la línea nominalismo, empirismo y, positivismo.


Positivismo; Augusto Comte (s. XIX)
El neopositivismo o positivismo lógico (s. XX) es empirista y anti metafísico.
Principio de verificabilidad.

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III. Concilio Vaticano I

“Si alguno dijese que el único y verdadero Dios, Creador y Señor…por las cosas que han sido
creadas…por la luz natural de la razón…sea anatema”.

El Concilio Vaticano I decretó lo que sigue: «Si alguno dijere que la luz natural de la razón
humana es incapaz de conocer con certeza, por medio de las cosas creadas, el único y verdadero
Dios, nuestro Creador y Señor, sea excomulgado» (4). Igualmente: «Si alguno dijere no ser posible
o conveniente que el hombre sea instruido, mediante la revelación divina, sobre Dios y sobre el
culto a él debido, sea excomulgado» (5). Y por último: «Si alguno dijere que la revelación divina no
puede hacerse creíble por signos exteriores, y que, en consecuencia, sólo por la experiencia
individual o por una inspiración privada deben ser movidos los hombres a la fe, sea excomulgado»
(6).

IV. Crítica al agnosticismo

Intelecto humano tiene capacidad metafísica


Concepción no reductiva de la experiencia
Abstracción de la dimensión inteligible (no en sentido empirista)
Agnósticas son todas aquellas filosofías que se inspiran directamente en el fenomenismo
empírico de Hume y en el criticismo especulativo de Kant. Recordar lo que ambos dicen sobre
la causalidad, siendo ésta un pilar de la teología natural.
De Dios tenemos un conocimiento: positivo, real, inadecuado (no es lo mismo que falso) y no
exhaustivo. Primum notum: el ente. Objeto propio y adecuado: esencia de las cosas
materiales.
Recordar tres características de un conocimiento:

Indicativo: de algún modo, distinto o confuso, termina o apunta a la esencia de las cosas.
Adecuado: el conocimiento capta distintamente los constitutivos esenciales de la cosa
Comprehensivo: Abraza todos los caracteres y constitutivos del ser. Este es exclusivo de
Dios.

De las cosas materiales y de la propia alma tenemos un conocimiento real, positivo, adecuado
y no comprehensivo (exhaustivo).
De Dios tenemos un conocimiento real, positivo, inadecuado y no exhaustivo.
De Dios podemos conocer lo que las creaturas sensibles (y la propia alma) nos manifiestan.

V. Catolicismo y protestantismo

A la concepción tomista de la analogía como itinerario de los dos momentos (la afirmación y la
negación) de nuestro conocimiento de Dios, se opone la concepción protestante tradicional que

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niega a la naturaleza caída toda capacidad positiva para el conocimiento de Dios. Su lema es el
Deus absconditus de Lutero, cuyo origen del nominalismo, más que del neoplatonismo griego y
cristiano, está hoy fuera de duda. “Estos bienes divinos, al ser invisibles, incomprensibles y casi
ocultos, no puede la naturaleza alcanzarlos o amarlos, a no ser que sea elevada por la gracia de
Dios” (Lutero). He aquí el principio del fideísmo absoluto.

En el concepto luterano de “Dios escondido” están indicados dos momentos de la negatividad


de nuestro conocer natural respecto de Dios: primeramente, Dios que está oculto, y después Dios
que se oculta. El primer momento es el neoplatónico del “Dios oculto” a causa de la
transcendencia de su ser, que Lutero exagera hasta la incognoscibilidad total. El segundo es
propio de Lutero y se refiere a la doctrina del “mito” de la antigüedad clásica y a las aberraciones
gnósticas para proclamar la absoluta imposibilidad del significado del lenguaje humano respecto
de Dios, de suerte que, incluso cuando Dios se revela, en realidad no hace sino esconderse. En
particular, la encarnación del Verbo en Cristo es la forma más alta y definitiva de este
ocultamiento, de donde se deriva que también está oculta la Iglesia y que los santos permanecen
ocultos.

No sorprende entonces que en la ortodoxia teológica protestante la incognoscibilidad de Dios


haya impulsado a acentuar, por una parte, la exégesis histórico-literal y, por otra, la “teología del
sentimiento”, de suerte que el conocimiento religioso queda sin un contenido propio. De este
modo nuestros conceptos, cuando se quieren aplicar a Dios, resultan equívocos y constituyen una
especie de atentado a la divina majestad; por eso es significativo y no sorprende que K. Barth se
haya lanzado contra la analogía tomista como si fuera una invención del Anticristo (“Tengo la
analogía del ser por invención del Anticristo y pienso que por su causa no es posible hacerse
católico”. K. Barth).

Igual suerte, después de los conceptos, han sufrido los “hechos” de la manifestación o
revelación de Dios al hombre: lejos de “quitar el velo”, esconden todavía más a Dios y sus
misterios, los cuales se presentan al conocimiento de la fe como “mito”. A diferencia de Nicolás de
Cusa, que relacionaba al “Dios escondido” de la tradición dionisiana con el “Logos” de san Juan,
frente al cual la creatura profesa la “docta ignorancia”, Lutero termina en el mito porque “separa”,
como quiere su nominalismo, la razón de la fe.

Sobre el contraste de “analogía” y “mito”, de rebasamiento del conocimiento humano


mediante la “vía de eminencia”, que ve en Dios la realización de las perfecciones puras, y de nuda
fe, que rechaza todo avance de la razón, se mantiene firme la oposición entre la teología católica y
la teología protestante. La posición católica se apoya sobre el fundamento de la semejanza entre
la causa y el efecto, entre el creador y la creatura; en la concepción protestante, en cambio, toda
analogía creada no tiene más que “carácter simbólico” y no permite, por tanto, ningún paso
positivo de la esfera de lo finito a la concepción de la naturaleza de Dios.

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