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Es el poder directo e inmediato sobre un objeto o bien, por la que se atribuye a su titular la
capacidad de disponer del mismo, sin más limitaciones que las que imponga la ley. Es el
derecho real que implica el ejercicio de las facultades jurídicas más amplias que el
ordenamiento jurídico concede sobre un bien. Para el jurista Guillermo Cabanellas la
propiedad no es más "que el dominio que un individuo tiene sobre una cosa determinada,
con la que puede hacer lo que desee su voluntad".
La Posesión
Es la tenencia de una cosa determinada con ánimo de señor o dueño, sea que el dueño o el
que se da por tal, tenga la cosa por sí mismo, o por otra persona que la tenga en lugar y a
nombre de él.
La posesión regular: es la que se tiene por un título justo y se posee de buena o mala
fe, pero siempre acompañada de un título justo
La posesión irregular: es aquella que carece de uno o más requisitos de los de la
posesión regular, por ejemplo cuando no se posea título justo, el código menciona
algunos títulos no justos tales como, el falsificado.
Superficie de suelo
Superficie solo cedit es una locución latina, que literalmente significa la superficie accede
al suelo, utilizada en Derecho al tratar los derechos reales cuando se relacionan con el
derecho de accesión. Proviene del Derecho romano y su utilización actual se centra en el
campo de los derechos reales, dentro del Derecho civil. Según este principio, todas aquellas
superficies o bienes que se encuentran inseparablemente en un determinado terreno o finca
pertenecen, por accesión, al dueño del suelo.
Esta norma general puede quebrarse en algunos supuestos: como ejemplo, en los casos en
que el valor de la propiedad o bien es ostensiblemente mayor al del propio suelo. Así, si
ambos elementos pertenecen a propietarios distintos, el ordenamiento jurídico puede
establecer que el dueño del suelo puede elegir entre pagar el precio del bien o propiedad en
cuestión, para alzarse con la propiedad del mismo o vender el suelo en favor del propietario
del bien en concreto.
En Roma, al igual que en otros pueblos, la evolución jurídica tiene su iniciación en una
etapa en la cual toda el derecho existente es consuetudinario. Es que antes de la existencia
del derecho escrito (lus scriptum), se encuentran normas no escritas que, nacidas en el seno
del pueblo por el uso constante (longa consuetudo, inveterata consuetudo), valían por
convicción general de los ciudadanos como preceptos obligatorios, tanto para el individuo
en particular como para la comunidad en general. De ahí qué se diga que la costumbre para
que fuera tal (lus non scriptum), debía reunir tres requisitos:
a. Que correspondiera a Una necesidad .social y no a una simple tolerancia.
b. Que se mantuviera durante largo tiempo.
c. Que fuera practicada de manera constante.
El punto de partida de la costumbre, como fuente que fue del derecho durante toda la vida
romana, se encuentra en las prácticas populares o consuetudo, de donde se deriva el nombre
de derecho consuetudinario; en las prácticas de los jueces, consecuenciales de la autoritas
rerum perpetuo similar iudicatorum (autoridad de los jueces aplicada de igual manera a
casos similares); y en las opiniones de los jurisconsultos o responsa prudentium.
DERECHO ESCRITO. Las varias fuentes del ius scriptum adquirieron firmeza a través de
las distintas épocas de la evolución del derecho romano. Esos períodos, según la división de
Eugenio Petit, una de las más divulgadas, son cuatro: desde la fundación de Roma hasta la
expedición de la Ley de las XII Tablas; desde esa expedición de las Tablas hasta fines de la
república; desde el advenimiento del Imperio hasta la muerte del emperador Alejandro
Severo; y finalmente, desde la muerte de éste (235 D.C.) hasta la muerte del emperador
Justiniano (565, D.C.).
La magistratura nació, realmente, con ocasión de la República, por cuanto el Estado, que es
una persona ficticia, estaba incapacitado para obrar por sí mismo y se hizo necesaria la
existencia de funcionarios que ejercitaran la soberanía, con sus dos manifestaciones
fundamentales: La Potestad -facultad de imponer normas de conducta- y el imperio –
facultad de ejecutar o hacer cumplir las normas de conducta.-
Surgieron así los magistratus populi romani, quienes, como sucesores de los- reyes, pasaron
a ser los vectores del poder público, pero sin desvincularse de la organización religiosa que
dominaba toda la conducta pública del romano, e, incluso, los actos de la administración, al
extremo de que si se iba a votar una ley, primero había que consultar a los dioses para que
quedara en claro si estos eran o no propicios; y cuando de hacer una declaración de guerra
se trataba, era menester los sacrificios a loa dioses para buscar el favor de éstos. Es más, el
Colegio de los Pontífices, presidido en la monarquía por el mismo rey, fue el depositario
del derecho, como el representante de la autoridad divina, razón por la que le correspondía
decir la forma en que debía administrarse la Justicia. A la caída de la monarquía, ese papel
lo asumió el Pontifex Maximus, rol que en la etapa imperial asumieron los emperadores.
Tito Livio sostiene que el conocimiento del derecho fue'largo tiempo privilegio exclusivo
del Colegio de Pontífices, a quien correspondía dar fe del derecho vigente, interpretarlo,
señalar los días fastos (dies fasti) en los cuales podía ser administrada la justicia y elaborar
las fórmulas a las que debían sujetarse las peticiones de justicia de los ciudadanos. De ahí
que se sostenga que para entonces el derecho era de carácter eminentemente secreto.
Fue en época de Augusto, quien quiso reunir la totalidad de los poderes del Estado, cuando
dicho emperador opto por conceder a los jurisconsultos adictos a su régimen el ius
respondendi ex autoritate principis (derecho de responder con autoridad del principe) o ius
publico respondendi (derecho publico de respuesta).
Aparecieron así dos categorías de juristas: la de los oficialmente autorizados para responder
el derecho, y la de aquellos que debían moverse simplemente en el ámbito privado y
doctrinal. Mas, a medida que el derecho se iba perfeccionando, las responsa prudentíum se
fueron aplicando, por extensión, a los casos semejantes, hasta cuando Adriano dispuso que
los jueces debían fallar de acuerdo con las opiniones de los prudentes, siempre y cuando
estas fueran uniformes.
Pero al sobrevenir la decadencia del Imperio y, con ella, la del derecho, se abusó de las
citas, con secuela de que los jueces, al finalizar el imperio pagano, se limitaran a dictar sus
sentencias con apoyo en un criterio cualquiera proveniente de prudentes y que estimara
avenible al caso. Tal estado de cosas dio lugar a que en el Bajo Imperio, el Emperador
Teodosio II, expidiera la llamada "Ley de Citas", según la cual, solo podrían servir de
fundamento a los fallos, las opiniones de los jurisconsultos Gayo, Papiniano, Paulo,
Ulpiano y Modestino; que si ellas no eran concordantes, debía prevalecer el criterio
mayoritario; y que si esa mayoría no era obtenible, porque alguno de tales jurisconsultos no
hubiese tratado la materia, prevalecía la opinión de Papiniano; pero que si éste no había
hecho pronunciamiento alguno respecto al caso, el juez quedaba en libertad de escoger. La
cita operaba a través dé las obras dejadas por los mentados jurisperitos, puesto que para la
era de Teodosio II, ya ellos habían fallecido.
El carácter de fuentes del Ius Civile, que tuvieron las respuestas de los jurisconsultos, la
evidencia el hecho de qué las Pandectas o Digesto son, en sus 50 libros, ni más ni menos
exposición ordenada de esas respuestas.
F. Las constituciones imperiales. Constitución del príncipe era lo que él emperador
establecía por edicto, decreto, mandato y rescripto, sin que llegara a dudarse de que tenía
fuerza de ley.
Los edictos eran aquellas constituciones contentivas de disposiciones generales aplicables a
todos los ciudadanos y sin las limitaciones de los edictos de los demás magistrados.
Los decretos eran resoluciones judiciales.
Los mandatos eran órdenes imperiales dirigidas a los lugartenientes, sobre el manejo de las
cosas adscritas a sus empleos.
Los rescriptos eran las respuestas del emperador a consultas sobre derecho o aspectos
jurídicos concretos y que podían ser dadas por carta o, a continuación del mismo pliego
contentivo del interrogante.
Las instituciones gayanas parecen dar a entender que bajo la denominación genérica de
epístola, eran comprendidos los rescriptos y los mandatos; pero la mayoría de los autores de
derecho romano aplican la palabra rescripto, que literalmente significa respuesta escrita,
como comprensiva de las epístolas y mandatos, tal vez porque unas y otros se emitían por
escrito.