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Trabajo sobre cine inspirado en la película “Competencia oficial” dirigida por Gastón Duprat y

Mariano Cohn.
Por Pilar Estevez.
Competencia Oficial es otra más de las películas dirigidas por Gastón Duprat y Mariano
Cohn. Tal como en otras películas, hacen una crítica a alguno de los ámbitos o aspectos del arte,
en este caso desde la parodia, siendo a un mundo muy particular del cine, más bien
“Hollywoodense”. La trama trata acerca de un empresario de la industria farmacéutica que quiere
hacer trascender su nombre para la posteridad por fuera de su labor diaria. Para eso, encarga la
realización de una película “con los mejores” en su área. Así, su equipo de colaboradores reúne a
la directora Lola Cuevas (Penélope Cruz) y a sus dos protagonistas: Félix Rivero (Antonio
Banderas) e Iván Torres (Oscar Martínez). El primero es uno de los máximos artistas españoles
en Hollywood, y el segundo uno de los grandes maestros de la actuación, argentino. A partir de
las excéntricas maneras de la realizadora de ponerlos frente a frente, se irán probando y
compitiendo los actores, hasta aquel inminente final, punto de no retorno, donde lo que sucede en
el libro que intentan representar, irónicamente, tiene lugar en la vida real de la película.
Aquí se observan tres críticas bien marcadas hacia la industria cinematográfica, hecho más
bien pedagógico, es el fin con el que se hizo esta película, como diría Godard. “El cine no es
tanto lo que permite ver, sino, sobre todo, lo que enseña a ver. No es un mero reflejo” (Oubiña,
2012, pp. 213-214). La primera es la de Félix, interpretado por Antonio Banderas, que hace del
papel de este actor bien Hollywoodense, al que lo único que le interesa es obtener premios o
reconocimiento de sus obras, sin importar mucho de qué se tratan. Después está el otro extremo,
representado por el actor argentino Oscar Martínez, quien detesta a este tipo de personajes, y le
importa el cine como oficio, es más, da clases de él, pero se desprende de lo económico y el
prestigio del cine extremosamente, hasta el punto de que lo hace de una manera amarga. Ambos
actores son como una cara de una misma moneda, enfrentándose todo el tiempo con ella misma.
Y por último esta la “mediadora” en esta película de los dos, precisamente en el medio, la
directora excéntrica de cine, considerada “rara” por muchos, cámara que registra todo. Pero que
es contratada en primer lugar por el hombre millonario porque es considerada una sensación en
la dirección de cine de aquel momento por esta excentricidad, la forma “indie” o “moderna” de
dirigir películas.
También, esta película se realiza, entre otros aspectos, por un juego de luces (la luz y la
oscuridad), las tomas particulares, como se juega con el reflejo, el espejo, la mirada, la dualidad
de la imagen, escenas de muchos actores, escenas de pocos autores, en fin, una especie de
estética minimalista, haciendo de la película una pequeña obra de arte a su vez. Como diría
Bruckner, este momentum del cine, movimiento, es decir que no está todo estático, y se producen
pausas o disrupciones en la programación normal de la película, que son detalles, no parecen
relevantes, pero en realidad suman y acompañan, haciendo la película lo que es. Todas esas
minuciosidades que en realidad parecen “casualidades” son previamente calculadas, pero dando

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ese toque de espontaneidad. Por ejemplo, y sin intenciones de generar un spoiler sobre la
película, en más de un momento los espejos se alinean y la escena pasa a verse en parte, o
completamente, a partir del espejo, el reflejo. Esta esta imagen dual, como si sucediera dos
veces, o se pudiera observar desde otra perspectiva que la original.
Y finalmente destaco, que el hecho de verla en un cine, como te lleva a ese mundo verla a
través de una pantalla gigante y unos parlantes muy fuertes, sintoniza con la película
completamente. Nunca es la misma experiencia ver una película dentro de la casa de uno, que en
una sala de cine. También parece importante esta distinción, porque dependiendo de la
reproducción de su película es que algunos directores orientas sus obras. No es lo mismo, hoy en
día, la recepción que se da en plataformas digitales, por ejemplo, y como se preparan para ser
proyectadas luego esas películas. El verla en aquella pantalla, con el sonido adecuado, y
distribuido, le da otra perspectiva, una en la que el espectador logra zambullirse más dentro de
ella, realmente interaccionar y adentrarse más todavía en la trama, lo que mejora el posterior
entendimiento de ella. Podría decirse que el cine no es parte nuestro, sino que nosotros pasamos
a formar parte del cine. Roland Barthes habla al respecto de esto en su texto “salir del cine”, que
es y como es que sale del cine lo que quiere decir la película. O más bien como es que nosotros
como espectadores entramos en ella en primer lugar. Como esta música cinematográfica no es
azarosa, acompaña a la verosimilitud de la película, queriendo trasmitir emociones en momentos
concretos.
En síntesis, creo que esta obra de cine es realizada eficientemente por Duprat y Cohn,
manteniendo su estilo como en “Un ciudadano ilustre” o “el hombre de al lado”, ambos
conflictos pero en otros ámbitos, siendo este el de las películas. Por momentos, Competencia
oficial tiene un tono dramático que es el puente para otra cosa: burlarse de la construcción de ese
drama, de sus aspectos técnicos y de sus lugares comunes y excéntricos. Es así como la sátira
aparece, la mofa a la industria se da en el planteo de cómo se inicia la producción del filme en
cuestión y, más que nada, en la puesta que hace la directora Lola Cuevas y su resolución.
También el eje del que parte es la lucha tóxica entre los protagonistas, que va tomando lugares
cada vez más oscuros a medida que avanza la película. Y termina en un duelo, como en un
western, va siendo cada vez más áspero, incómodo e inútil.

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