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Media, Mediana, y Moda

La media de un conjunto de datos


La media de un conjunto de números, algunas ocasiones simplemente llamada el promedio, es la
suma de los datos dividida entre el número total de datos.

Ejemplo :

Encuentre la media del conjunto {2, 5, 5, 6, 8, 8, 9, 11}.

Hay 8 números en el conjunto. Súmelos, y luego divida entre 8.

= 6.75

Así, la media es 6.75.

La mediana de un conjunto de datos


La mediana de un conjunto de números es el número medio en el conjunto (después que los
números han sido arreglados del menor al mayor) -- o, si hay un número par de datos, la mediana
es el promedio de los dos números medios.

Ejemplo 1 :

Encuentre la mediana del conjunto {2, 5, 8, 11, 16, 21, 30}.

Hay 7 números en el conjunto, y estos están acomodados en orden ascendente. El número medio
(el cuarto en la lista) es 11. Así, la mediana es 11.

Ejemplo 2 :

Encuentre la mediana del conjunto {3, 10, 36, 255, 79, 24, 5, 8}.

Primero, arregle los números en orden ascendente.

{3, 5, 8, 10, 24, 36, 79, 255}

Hay 8 números en el conjunto -- un número par. Así, encuentre el promedio de los dos números
medios, 10 y 24.

(10 + 24)/2 = 34/2 = 17

Así, la mediana es 17.


La moda de un conjunto de datos
La moda de un conjunto de números es el número que aparece más a menudo.

Ejemplo 1 :

Encuentre la moda del conjunto {2, 3, 5, 5, 7, 9, 9, 9, 10, 12}.

El 2, 3, 7, 10 y 12 aparecen una vez cada uno.

El 5 aparece dos veces y el 9 aparece tres veces.

Así, el 9 es la moda.

Ejemplo 2 :

Encuentre la moda del conjunto {2, 5, 5, 6, 8, 8, 9, 11}.

En este caso, hay dos modas -- el 5 y el 8 ambos aparecen dos veces, mientras que los otros
números solo aparecen una vez.

Magnitud, trascendencia, vulnerabilidad, factibilidad

Este criterio permite determinar el “tamaño del problema” y se mide en términos de morbilidad,
mortalidad y/o invalidez. Incluye el estudio de la frecuencia y distribución de los problemas, es
decir, la identificación de las características de las personas afectadas (grupos de edad y sexo), el
comportamiento de los daños en el transcurso del tiempo, para determinar tendencias y la
variación en regiones o áreas geográficas.

Trascendencia social

Este criterio permite valorar las repercusiones o consecuencias biológicas, psicosociales y socio-
económicas de los daños en el individuo, su familia y la sociedad en su conjunto.

Vulnerabilidad del problema

Este criterio permite evaluar la posibilidad de poder controlar o eliminar con los avances
científicos y la tecnología médica existentes, en un plazo determinado un problema de salud. De
acuerdo con este criterio son más importantes los daños más vulnerables, como serían las
enfermedades prevenibles por vacunación, para las cuales se cuenta con programas de acción en
el país. En otro sentido, la atención de las diarreas, cuya morbilidad en el país es de gran
magnitud, ha sido un problema poco vulnerable no sólo por la múltiple etiología de las mismas
(bacterias, parásitos, virus, intoxicaciones alimentarias, trastornos metabólicos, tumores, entre
otros), sino por los componentes ambientales involucrados, que requieren de una coordinación
intersectorial. El mayor impacto, desde la prestación de servicios de salud no ha sido disminución
de la incidencia, sino la reducción de la mortalidad por diarreas en función de los esfuerzos
realizados a favor de las acciones de rehidratación oral.
Planificación, establecimiento de prioridades y toma de decisiones en salud

He aquí el clásico problema económico: existencia de necesidades múltiples versus


recursos escasos de posible aplicación alternativa a las diversas necesidades…Este
desajuste entre recursos relativamente flexibles y necesidades múltiples, obliga a
seleccionar los problemas en un orden de prelación determinado, para su solución
mediante la asignación de diferentes combinaciones de recursos. En otras palabras, ello
supone la necesidad de planificar y establecer prioridades entre las necesidades y
problemas existentes.

Históricamente, y en relación con la gestión pública y los problemas sociales en general,


durante mucho tiempo se han venido multiplicando los debates en torno a los indicadores
o criterios que deberían emplearse para planificar, seleccionar y establecer dichas
prioridades sociales y adoptar así las correspondientes decisiones en cuanto a la
asignación de recursos. En este sentido, en el proceso de planificación y toma de
decisiones en la gestión coexisten, confluyen e intervienen, con distinta intensidad según
la fase del proceso, tres tipos de racionalidad: la racionalidad política, la racionalidad
técnica y la racionalidad operativa. Constituye, al mismo tiempo, un ámbito en el que se
relacionan los distintos agentes implicados: políticos, técnicos, gestores o administradores
y grupos sociales organizados.

Como es lógico, lo importante es lograr que las racionalidades y los agentes mencionados
confluyan de manera armónica, evitando situaciones de conflicto y buscando la
colaboración y cooperación en un marco de valores [estratégicos] comunes y
compartidos.

Por lo que se refiere a la gestión sanitaria, con cierta frecuencia suelen escucharse algunas
opiniones que defienden una supuesta neutralidad y una perspectiva exclusivamente
técnica de los problemas del sector, según la cual éstos debieran situarse al margen de las
decisiones políticas. Sin embargo, es preciso señalar que no existen cuestiones que sean
puramente técnicas. Resulta imposible trazar una línea que establezca con exactitud
dónde termina la política y dónde comienzan la planificación y la gestión. Muy al
contrario, hay que percibir claramente que la planificación y la gestión no son sino el
instrumento para dotar de racionalidad técnica y viabilidad al conjunto de proposiciones
contenidas en la política formulada, en donde se establecen las prioridades y se diseña el
horizonte que se desea alcanzar…
La gestión y la planificación son, por tanto, mucho más que una metodología de
formulación de planes y programas y su mera ejecución o puesta en práctica, debiendo
contemplarse en realidad como un ‘búsqueda racional de mecanismos para administrar el
futuro’ (A. Sonis, 1973). Se trata de condicionar y construir ese futuro mediante la
intervención racional, creando hechos, modificando el azar y reduciendo la incertidumbre.
Un plan no refleja únicamente lo probable/posible sino que anuncia lo deseable como
expresión y ejercicio de una voluntad política. Tiene, por tanto, importantes implicaciones
éticas que no pueden soslayarse. Los fines y objetivos que se desean conseguir, los valores
que hay que respetar. Unos abren vías y cursos de acción, otros marcan límites a la
gestión.

Dadas las importantes consecuencias (de carácter moral, económico y social) que
conllevan las decisiones de asignación de recursos sanitarios, la definición y
establecimiento de prioridades en salud tienen un carácter sustancialmente político y
están referidas al área de los agentes responsables de la toma de decisiones en ese nivel.
Naturalmente, este tipo de decisiones tiene un elevado componente ideológico y se
encuadran en el terreno -siempre polémico- de las distintas concepciones culturales,
filosóficas y/o políticas (no es lo mismo destinar recursos a la atención primaria o a
programas de prevención, que a cuidados paliativos o a salud mental, por poner algunos
ejemplos).

En conjunto, todo ello viene a demostrar la importancia de tener en cuenta el contexto


local/regional en el que se desarrollan tanto la gestión/planificación como las fórmulas y
mecanismos utilizados para resolver los problemas en cada ámbito. Es preciso “inventar”
o adaptar procedimientos, tecnologías, sistemas de información y recursos en función de
las características y necesidades de ese contexto concreto.

Con respecto al acto de establecer prioridades entre problemas, éste constituye uno de
los aspectos fundamentales en el proceso de definición de una política determinada, por
lo que la racionalidad política debe jugar un papel decisivo en esta etapa a la hora de
decidir qué problemas abordar y fijar soluciones alternativas:
Peso relativo de los criterios de selección de prioridades en los distintos niveles del
proceso

Los criterios técnicos están constituidos por aquellas variables que conciernen al nivel de
gestión, responsable de la programación de las decisiones para asegurar la máxima
eficacia por medio de soluciones eficientes. Los criterios operativos se refieren al conjunto
de variables que conciernen a los responsables de la ejecución de las decisiones –los
profesionales-, cuya preocupación principal es conseguir la máxima productividad de los
recursos.

Partiendo de esta base puede construirse una subclasificación para cada uno de estos
tipos de criterios que facilitaría la consideración ponderada de cada una de las variables
en el proceso de decisión. Es obvio que esta clasificación de las variables relevantes para
la toma de decisiones estará en función de las peculiaridades propias de cada caso en
particular. No obstante, a título ilustrativo, es posible establecer ciertos conjuntos de
variables agrupadas según categorías amplias, lo suficientemente universales y
generalizables, como las que se proponen en el siguiente cuadro:
Ejemplos de grandes grupos de variables para los criterios de selección de prioridades a
diferentes niveles del proceso

Conviene destacar que la definición y selección de estos criterios es, esencialmente, un


juicio de valor, por más sofisticada que sea su formalización y su manejo. Estos juicios de
valor son resultado de las ideologías, tanto políticas como profesionales, de los que
participan en el proceso de decisión, así como de las pautas culturales u organizativas que
condicionan la situación de cada centro, organismo o institución.

Como bien sabemos este planteamiento no siempre es admitido. Todavía se tiende a


oponer la llamada racionalidad a la subjetividad inherente a todo juicio de valor. Sin
embargo, cuando calificamos una decisión como racional o irracional, es evidente que lo
hacemos desde el punto de vista de un sistema de valores dado. Es importante reconocer
pues, que el concepto de decisión racional o irracional es relativo y que está constituido
en función de valores e ideologías.

Un sistema de valores es el resultado de un proceso complejo de relaciones entre pautas


culturales y los procesos de socialización profesional-político-social. No hace falta decir
que en las decisiones de “alta política” son los valores ideológico-políticos los que
predominan, pero el análisis de la realidad y la experiencia diaria demuestran que lo que
podría denominarse como “ideologías profesionales”, (o simples intereses corporativos),
influyen notablemente, y de forma más o menos explícita, sobre el proceso de decisión.

En el sector salud, como en otros ámbitos de la vida social, es importante destacar la


trascendencia del componente político en el proceso de decisión porque responde a una
ideología o a una concepción de la sociedad en su conjunto que puede ser más acertada
que la visión más reducida y fragmentaria de la realidad que generalmente tienen los
técnicos altamente especializados. Sin embargo, también es muy importante tener en
cuenta que las posibilidades de que una decisión sea acertada se incrementan a medida
que aumenta la disponibilidad de criterios para el análisis que conduce a esa decisión. De
aquí la enorme importancia de incorporar los criterios técnicos y operativos en el análisis
de las situaciones problema en el nivel político.

Métodos o instrumentos de priorización para la asignación de recursos


Hace ya mucho tiempo que desde el campo de la Planificación y de la Salud Pública se han
venido desarrollando diferentes técnicas y metodologías diversas para jerarquizar
necesidades y problemas detectados o existentes y establecer prioridades a la hora de
asignar los recursos disponibles.

Uno de los métodos más conocidos y utilizados es el Método OPS-CENDES (Organización


Panamericana de la Salud-Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de
Venezuela en Caracas) desarrollado en los primeros años 60’s del pasado siglo, cuyos
criterios de priorización son los siguientes:

Magnitud (M): Se refiere a las dimensiones o amplitud del problema desde un punto de
vista cuantitativo (pacientes, población afectada, etc.).

Trascendencia (T): Consecuencias o repercusión cualitativa de las cifras cuantificadas en la


magnitud (valoración de la gravedad, severidad, tendencia, etc.).

Vulnerabilidad (V): Tiene que ver con las posibilidades de poder modificar la situación
existente, el problema o la necesidad identificada.

Coste-efectividad (C): Estimación de los resultados posibles asignando determinados


recursos para realizar una intervención concreta.

De tal modo que:

Para cada uno de los criterios se propone una calificación de 0 a 10.


Otros criterios complementarios que pueden emplearse en este método son los de
factibilidad (posibilidad de contar con los suficientes recursos humanos, económicos,
materiales, tecnológicos, etc.) y viabilidad (criterios legales, administrativos o políticas con
que se cuenta para apoyar promover las medidas, intervenciones o el curso de acción que
se pretende llevar a cabo).

El Método de Hanlon se basa en los siguientes cuatro componentes:

A: Magnitud del problema

B: Severidad o gravedad del problema

C: Eficacia de la solución (o capacidad de resolución del problema)

D: Factibilidad del programa o intervención

Se asigna un valor mediante consenso grupal a cada uno de los componentes de la


fórmula, lo que permite ordenar los problemas o necesidades que deben resolverse a
partir de la fórmula:

(A+B)C x D

Para el componente D se tienen en cuenta una serie de factores que determinan si una
medida, programa o intervención concreta puede o no ser aplicada. Un buen acrónimo
para recordarlos es el que forman las siglas PERLA, siendo

P: Pertinencia

E: Factibilidad Económica

R: Disponibilidad Económica

L: Legalidad

A: Aceptabilidad

Otro método, utilizado en el estudio de prioridades realizado en los Países Bajos en 1990
considera como criterios de priorización:
Dimensión del problema (previa, actual y futura)

Evitabilidad teórica o eficiencia

Evitabilidad práctica o efectividad

Costes directos e indirectos

Barreras existentes

Cada uno de estos criterios se califica en una escala ordinal y posteriormente se establece
una jerarquización del conjunto de problemas/intervenciones estudiados.

Para terminar, el resultado de la aplicación de cualquiera de las metodologías propuestas,


debe considerarse como uno de tantos elementos a tener en cuenta en la toma de
decisiones ya que debe complementarse con aspectos más globales de tipo político, ético
y cultural.

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