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Antecedentes
El crecimiento del cristianismo fue considerado por los emperadores romanos como
una amenaza para el imperio. Eso dio lugar a persecuciones violentas contra los
seguidores de la nueva religión.
Entre las campañas contra los cristianos más sangrientas destacó la emprendida por
Diocleciano y Galerio. Además de las condenas a muerte a muchos cristianos y
sacrificarlos a sus dioses, estos emperadores demolieron y quemaron iglesias y
ordenaron destruir copias de la Biblia.
Esta persecución, al igual que las anteriores, no fueron solo causadas por motivo
religiosos. Las fuentes históricas indican que los emperadores pensaban que los
cristianos conspiraban contra el Estado de manera sistemática.
Diocleciano (284-305 d.C.)
Galerio, que murió cinco días después de promulgar este edicto, comprendió que sus
medidas represivas no estaban siendo eficaces. Con su decreto, ordenó terminar con
las persecuciones y concedió a los cristianos existencia legal.
“Habiendo recibido esta indulgencia, ellos habrán de orar a su Dios por nuestra
seguridad, por la de la República, y por la propia, que la república continúe intacta, y
para que ellos puedan vivir tranquilamente en sus hogares.”
—Emperador Galerio
Según los historiadores, el cambio de opinión de Gelario se debió a consideraciones
políticas. El emperador sabía que el sistema de gobierno de la Tetrarquía era un
fracaso y pretendía que su sucesor el oriente tuviera mejores condiciones. Para ello
trató de eliminar la constante fuente de conflictos que eran los cristianos y ponerlos a
su favor.
Consecuencias
Las consecuencias del Edicto de Milán fueron más allá del reconocimiento de la
libertad religiosa para los cristianos. Esta proclamación conllevó cambios profundos
dentro del Imperio romano, así como la expansión de la Iglesia y el aumento paulatino
de su poder.
El edicto significó la devolución de los lugares de culto a los cristianos, así como de las
propiedades que habían sido confiscadas por los romanos y vendidas a particulares.
Esto dio al cristianismo un mayor reconocimiento legal, hasta ponerse al mismo nivel
que la religión romana. Algunos años más tarde, se convirtió en la religión oficial del
Imperio y de sus ejércitos.