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Edicto de Milán

 Fue promulgado en Milán en el año 313 y en él se establecía


la libertad de religión en el Imperio romano, dando fin a las
persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos grupos
religiosos, particularmente los cristianos. El edicto fue firmado
por Constantino I el Grande y Licinio, dirigentes de los imperios
romanos de Occidente y Oriente, respectivamente.
En el momento de la promulgación del edicto, existían en el
Imperio cerca de 1500 sedes episcopales y al menos de cinco a
siete millones de habitantes de los cincuenta que componían el
imperio profesaban el cristianismo.1 Después de la aprobación,
se inició la etapa conocida por los historiadores cristianos como
la Paz de la Iglesia.

Anteriormente, en el año 311 el Emperador Galerio había


emitido en la ciudad un edicto conocido como el Edicto de
Tolerancia de Nicomedia. En él se concedía indulgencia a
los cristianos y se les reconocía su existencia legal y libertad para
celebrar reuniones y construir templos para su Dios, por lo que la
persecución de los mismos finalizaría.
Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser
cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al
arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas
conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto
todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la fe y
observancia de su secta y religión... que a los cristianos y a todos
los demás se conceda libre facultad de seguir la religión que a
bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino
y celestial pueda ser propicio a nosotros y a todos los que viven
bajo nuestro imperio.
Así, pues, hemos promulgado con saludable y rectísimo criterio
esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto
la licencia de seguir o elegir la observancia y religión cristiana.
Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión
que estimare convenirle.
Copias de las constituciones imperiales de Constantino y Licinio,
traducidas del latín al griego
El edicto de Milán no sólo significó el reconocimiento oficial de
los cristianos, sino que trajo como consecuencia profundos
cambios dentro del Imperio romano, así como el comienzo de la
expansión de la Iglesia. La aplicación del edicto devolvió a los
cristianos sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras
propiedades que habían sido confiscadas por las autoridades
romanas y vendidas a particulares: «las propiedades habrán de
ser devueltas a los cristianos sin exigir pago o recompensa de
ningún tipo, y sin admitir ningún tipo de fraude o engaño». Esto
le brindó al cristianismo un estatus de legitimidad junto con
la religión romana, y en efecto, depuso a esta última como la
religión oficial del imperio romano y de sus ejércitos.
Todavía no se han recuperado registros en piedra del edicto. Las
citas que se le conocen provienen de los capítulos 35 y 48 del
documento histórico De mortibus persecutorum (Sobre la
muerte de los perseguidores), escrito por Lactancio.
Si bien la religión cristiana será distinguida de las creencias
arrianas a partir del Concilio de Nicea en el 325, y oficializada
por Teodosio I a través del Edicto de Tesalónica (380), el fin del
acosamiento perseguía la reunificación y fortalecimiento del
poder, amenazado por el constante crecimiento del cristianismo.
Galerio terminó con las persecuciones infligidas a los cristianos a
través del “Edicto de Tolerancia Nicomedia”. Aún así, existía un
constante enfrentamiento entre los dos emperadores cuyo
objetivo era unificar el poder del Imperio en una sola persona. Es
así como Licinio había permitido a su milicia la persecución de
cristianos, desobedeciendo el edicto promulgado por Galerio.
La finalidad de Licinio era la de ganar el favor de su ejército. La
consecuencia directa fue la conversión de algunos soldados y la
pérdida de la vida de muchos cristianos.
Cuando se establece el edicto, el Imperio contaba con,
aproximadamente, siete millones de habitantes (sobre cuarenta
y cinco, aproximadamente) que profesaban el cristianismo,
sumando a ello, mas de mil sedes religiosas.

Lo acordado en Milán llega al presente en virtud de las cartas


enviadas a los gobernadores provinciales por Licinio en Oriente.
En la primera parte se establece la libertad de religión, y por
ende, el derecho de los cristianos a ejercer esa libertad. Cabe
aclarar que el edicto no es privativo para los cristianos, sino que
autoriza a la libertad de religión dentro del Imperio.

En segundo lugar, se les devuelve a los cristianos sus lugares de


reunión y culto, como así también los edificios confiscados.
Desde el punto de vista del cristianismo, la legalización de su
credo proveyó a las iglesias de las mismas ventajas económicas
que otras religiones.

De esta manera, el paganismo deja de ser la religión oficial de


estado, contribuyendo a un paulatino fortalecimiento de la
Iglesia que comenzó a expandirse, logrando su máximo poderío a
lo largo de toda la Edad Media.

Decreto firmado y aprobado Constantino I el


Grande y Licinio mediante el cual finaliza la persecución de
cristianos en el Imperio romano al considerarla iusta religio o
religión lícita. La firma de este documento da evidencia de la
silenciosa acción de principios cristianos de Constantino[1],
siendo el fue el máximo responsable de la redacción de la
también denominada Carta Magna de la Cristiandad.
Mediante este Edicto se concedía a los cristianos una libertad
total y absoluta para el ejercicio de su religión. Sería difícil
encontrar un mayor contraste que el que se observa entre la
posición de la iglesia al principio y al final del reinado de
Constantino.
El Edicto de Milán (en latín, Edictum Mediolanense), conocido
también como La tolerancia del cristianismo, fue promulgado
en Milán en el año 313, por el cual se estableció
la libertad de religión en el Imperio romano, dando fin a las
persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos grupos
religiosos, particularmente los cristianos. El edicto fue firmado
por Constantino I el Grande y Licinio, dirigentes de los imperios
romanos de Occidente y Oriente, respectivamente.
En el momento de la promulgación del edicto, existían en el
Imperio cerca de 1.500 sedes episcopales y al menos de 5 a 7
millones de habitantes de los 50 que componían al imperio
profesaban el cristianismo.[1] Después de la aprobación, se inició
la etapa conocida por los historiadores cristianos como la Paz de
la Iglesia.
En un intento por reintegrar el imperio Romano bajo una sola
autoridad, Licinio se armó en contra de Constantino. Como parte
de su esfuerzo para ganarse la lealtad del ejército, Licinio eximió
al ejército y los funcionarios públicos de la práctica de la política
de tolerancia que imponía el edicto, permitiéndoles continuar la
persecución de cristianos. Como consecuencia de esta orden,
algunos cristianos perdieron sus propiedades y hasta la vida. De
ese entonces sobrevive una leyenda, que cuenta de 40 cristianos
en Sevaste, al negarse a ofrendar vino a los dioses paganos,
fueron torturados y encarcelados. Al rehusar aún participar en el
rito, fueron obligados a mantenerse de pie desnudos sobre el
hielo del invierno hasta la congelación. Unos cuantos cedieron y
aceptaron renunciar al cristianismo con tal de acompañar a los
soldados en las fogatas, al mismo tiempo que un número igual
de soldados decidieron confesar su hasta entonces secreta
devoción al cristianismo y se unieron a aquellos en el hielo.
Cuenta la tradición que descendieron del cielo ángeles, quienes
colocaron coronas en las cabezas de los mártires.
En el año 324 se reanuda la guerra entre ambos imperios.
Constantino logra vencer el 3 de julio de ese año al ejército de
Licinio en la Batalla de Adrianópolis cercándolo dentro de las
murallas de Bizancio. Por otro lado, gracias a la victoria que
consigue el primogénito de Constantino, Flavio Julio Crispo,
sobre la flota de Licinio, obliga a este a retirarse a Bitinia donde
pierde su último puesto el 18 de septiembre durante la Batalla
de Crisópolis. Constantino entonces ganó la sola posesión del
imperio, y ordenó que Licinio fuera internado en Tesalónica,
donde intentó alzarse en armas y fue ejecutado por traición.

El edicto o constitución imperial fue aprobado entre otra serie de


medidas tomadas en conjunto por los emperadores romanos de
Oriente y Occidente en junio del año 313. En el mismo se
establecía lo siguiente:
Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser
cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al
arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas
conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto
todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la fe y
observancia de su secta y religión... que a los cristianos y a todos
los demás se conceda libre facultad de seguir la religión que a
bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino
y celestial pueda ser propicio a nosotros y a todos los que viven
bajo nuestro imperio. Así, pues, hemos promulgado con
saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a
ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o elegir la
observancia y religión cristiana. Antes bien sea lícito a cada uno
dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle.
Copias de las constituciones imperiales de Constantino y Licinio

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