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Una superstitio
Los cristianos son considerados una superstitio por que se mantienen al margen de la
vida pública; sus quehaceres son incompatibles a los quehaceres de un romano
común que asiste a los cultos, a los templos; que presta atención a la adivinación a la
magia; que asiste al anfiteatro, al circo; que tiene el oficio de soldado. En otras
palabras, son ciudadanos fieles al estado, que rinden culto a los dioses y
emperadores.
Los cristianos fueron acusados de ateos, por no participar de los cultos tradicionales y
públicos, además, son acusados de antropófagos por que se devoraban el cuerpo y la
sangre de los niños en rituales. Si se perdía un niño los primeros sospechosos serían
los cristianos. También se les acusaba de practicar orgías y el incesto. Todas estas
acusaciones son rumores populares que la gente “de a pie” comentaba de los
cristianos.
Hubo otro sector de la población que tenía críticas a los cristianos, ellos son los
políticos e intelectuales. Ellos decían que los cristianos son gente ignorante, crédula y
pobre; que son malos ciudadanos por desinteresarle los asuntos políticos del imperio;
que tienen una doctrina opuesta a la razón humana, por ejemplo, la encarnación, la
resurrección de los cuerpos, darle autoridad a los incultos y mujeres, tienen ritos
inmorales sobre todo el de la eucaristía ya que consideraban que era un acto
antropofágico por comerse a su dios. Toda esta doctrina era un absurdo.
Ante esta situación los cristianos fueron sometidos y perseguidos desde que fueron
identificados como un sistema religioso autónomo al judaísmo. La respuesta del
imperio fue sangrienta, imponiéndose una cultura martirial.
Durante los dos primeros siglos no existió una legislación como tal, pero si una ardua
intención de los de los gobernantes quienes aplican leyes en contra de las religiones
nuevas e ilícitas. Estos primeros cristianos no son acusados por lo que hacen sino, por
lo que son, siendo continuamente victimas del odio producto de una política de
represión. La persecución fue puntual, local y esporádica, sin embargo, no fueron
perseguidos de forma continua ni generalizada. Ya para el siglo III la persecución se
volvió generalizada.
Para los años 257-258 el emperador Valeriano ordena una persecución general de los
cristianos, con el fin de extraviar el descontento popular hacía estos. Por primera vez,
dos edictos se contemplan exclusivamente: prohibición de reuniones y acceso a
cementerios; obispos, sacerdotes y diáconos deben realizar sacrificios bajo pena de
exilio y confiscación de bienes. Esta persecución es suspendida en el año 260 por el
emperador Galiano perimiendo a los cristianos recuperar sus lugares de culto y
cementerios. Fueron 40 años que los cristianos gozaron de paz.
En el año 284 el emperador Diocleciano empezó a reorganizar el imperio y convoca a
colegas que forman una tetrarquía o colegio de cuatro emperadores. Este proceso
implicaba una estricta cohesión religiosa dentro del marco de la religión imperial
tradicional lo que comportó la persecución de quienes la rechazaban: los maniqueos
en 297 y los cristianos en 303.