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Universidad de Lima

Programa de Estudios Generales


Curso de Filosofía

El utilitarismo

© Ricardo Braun

“La mayor felicidad para el mayor numero.”


Francis Hutchenson,
Inquiry into the Original of our Ideas of Beauty and Virtue

La tesis fundamental del utilitarismo a diferencia de otras teorías morales (ej.,


deontológica) es que la acción es correcta si nos conduce al mejor balance
posible de buenas consecuencias o al menos al menor balance posible de
consecuencias malas en el mundo 1. Distingue entonces al utilitarismo la
búsqueda de las consecuencias buenas y la evaluación de la acción estará
determinada por los resultados que obtiene. Asociamos esta teoría al trabajo de
dos filósofos británicos, Jeremy Bentham y John Stuart Mill, sin embargo, las
raíces del utilitarismo pueden ser rastreadas hasta Epicuro (341-270 a.n.e.)
quien defendía el valor intrínseco del placer (hedonismo). Tanto Bentham como
Mill se ven influidos por la corriente empirista que domina el pensamiento
particularmente en las islas británicas.

Bentham y el “cálculo hedonista”

Jeremy Bentham (1748-1832) vivió una época de grandes cambios


científicos y fascinación por el control de la naturaleza (ej. Newton). El campo de
la ética históricamente no había aportado soluciones a los dilemas morales en
forma definitiva, como por contraste sí podía hacerlo la matemática en la
1
Beauchamp, T. (1982) Contemporary issues in bioethics. Belmont, CA: Wadsworth, p. 12.
solución de sus problemas. Por ello, Bentham quería convertir a la ética en una
ciencia que pudiera hacer cálculos para determinar lo moralmente bueno o malo.

Bentham parte de la siguiente proposición: “La naturaleza nos ha puesto bajo el


dominio de dos amos soberanos, el placer y el dolor. Solo ellos nos pueden
indicar lo que debemos hacer, así como determinar lo que, en efecto, haremos”.
Nótese que este punto de partida es empírico: nos está indicando cómo somos
por naturaleza los seres humanos; no parte de principios formales como
encontraríamos en Kant que más bien consideraría que un punto de partida
empírico sería inadecuado para fundamentar una moral formal. A partir de esa
proposición Bentham construye el principio de utilidad: utilidad es la cantidad
de placer causada por la acción moral. Lo correcto o incorrecto de la acción
moral será determinado entonces por la adecuación a este principio: un acto
será moralmente correcto si trae placer o al menos disminuye el dolor.

Como Bentham quería convertir la ética en una ciencia exacta propuso y diseñó
un “cálculo hedonista” compuesto de siete criterios para determinar la utilidad de
las acciones en unidades de placer (“hedones’). Para cada acción habría que
medir o estimar de acuerdo a los criterios las consecuencias esperadas de la
siguiente forma:

1. Intensidad. ¿Cuán fuerte es el placer o dolor?


2. Duración. ¿Cuánto durara?
3. Propincuidad. ¿Cuán pronto ocurrirá?
4. Certeza. ¿Cuán seguros estamos que ocurra?
5. Fecundidad. ¿Cuánta seguridad hay que la acción produzca mas placer?
6. Pureza. ¿Se mezclará el placer con el dolor?
7. Extensión. ¿Cuántas personas serán afectadas?

Luego, se procede a sumar el placer total que se producirá, restar el dolor y


multiplicar por el número total de personas a las que se calcula afectará
determinado acto. El resultado sería la determinación matemática de los actos
buenos y los malos: cualquier acto que produce un incremento total del placer es
bueno y los actos que produce mayor dolor que placer son malos. En resumen:

BUENO: bien intrínseco, placer y ausencia de dolor.


CORRECTO: la acción que produce la mayor cantidad de placer para el mayor
número de personas.

No se requiere una gran imaginación para sospechar que el “cálculo hedonista”


no podía ir muy lejos. De hecho, nunca fue puesto en práctica. Así que el
proyecto de hacer una ciencia moral exacta quedó truncado, pero la filosofía
moral de Bentham no quedó olvidada gracias a un joven lector de su obra, John
Stuart Mill.

Mill y el concepto de felicidad

John Stuart Mill (1806-1873) fue un entusiasta lector de Bentham


particularmente porque el padre de John Stuart era amigo de Bentham. En
principio, Mill estaba de acuerdo con la idea que la acción correcta está
determinada por la maximización del placer y la disminución del dolor. Lo que los
diferencia es que Mill afirma que no es tanto la cantidad de placer obtenida
(típico del calculo hedonista) lo que importa en la evaluación de un acto moral
sino la calidad de placer.

En parte debido a una experiencia personal 2, Mill estaba convencido que había
placeres que eran intrínsecamente mejores que otros, y que inclusive el término

2
A los 20 años Mill sufrió un colapso nervioso que lo sumió en una depresión profunda y atribuyó
su cura a la lectura de la poesía romántica, que la veía como una de esas “cosas superiores”.
“placer” como indicador del valor de la acción moral debía ser reemplazado por
el termino “felicidad” que suponía criterios mas complejos. No sólo bastaba que
fueran placeres sino que tenían que ser mejores placeres. Pero, ¿cómo
sabríamos cuales placeres son cualitativamente mejores? Mill responde:

[S]i de dos placeres, hay uno al cual, independientemente de cualquier


sentimiento de obligación moral, dan una decidida preferencia todos o casi todos
los que tienen experiencia de ambos, ese es el placer más deseable 3.

Mill esta diciendo que habría que preguntar a los “expertos” (los que han
experimentado) lo que sería cualitativamente placentero. Por ejemplo, si la
mayoría de futbolistas profesionales han leído los cuentos de Borges y dicen que
es mejor leer los cuentos de Borges a jugar fútbol, entonces leer cuentos de
Borges debiera ser más placentero que jugar fútbol, ¡aun cuando los futbolistas
admitan que jugar fútbol era mas divertido!

Basándose en criterios empíricos como el mencionado, Mill sostiene que los


seres humanos somos unas criaturas que necesitamos más para ser felices, no
nos basta cualquier tipo de placer, por ello, buscamos placeres más complejos
para poder tener felicidad. Por ello afirma que no cambiaríamos nuestra
condición humana a cambio de mayor cantidad de placeres, que probablemente
serian mas fáciles de obtener. Dice Mill: “ningún ser humano consentiría en ser
un loco, ninguna persona instruida en ser ignorante, ninguna persona con
sentimiento y conciencia en ser egoísta e infame” 4. Es más, dado que para
procurarnos la felicidad, requerimos mayor esfuerzo (y posiblemente mayores
frustraciones), aceptamos la búsqueda de aquellos placeres que son más
complejos y no estaríamos dispuestos a renunciar a ellos por algo inferior. Es
clásica la siguiente cita de Mill: “Es mejor ser un hombre insatisfecho que un
cerdo satisfecho, es mejor ser Sócrates insatisfecho, que un loco satisfecho. Y si

3
Mill, J.S. (1863/1974). El utilitarismo. Buenos Aires: Aguilar, p. 31.
4
Ibid., 31.
el loco o el cerdo son de distinta opinión, es porque sólo conocen su propio lado
de la cuestión. El otro extremo de la comparación conoce ambos lados.” 5

Mill no desconoce nuestro apetito por placeres inferiores, sólo advierte que
nuestra naturaleza nos lleva a desear otro tipo de placeres. Buscamos placeres
elementales, pero también queremos amistad, habilidad intelectual,
conocimiento y productos culturales6.

¿Cómo se determina lo moralmente bueno o malo? La fuente de


la información moral

Mill es un empirista, es decir, afirma que la experiencia es fuente de


conocimiento. En la moral nos podemos preguntar, ¿cómo saber qué es lo
correcto para hacer en esta ocasión? Mill no quiere dejar la decisión de la
respuesta en manos de los intuicionistas, aquellos que afirman que la costumbre
y un sentido común moral nos podrían indicar lo que es, en efecto, correcto.

La norma que resume el criterio de lo bueno/malo la denomina Mill la “Utilidad o


Principio de la Mayor Felicidad” que reza así: “las acciones son justas en la
proporción con que tienden a promover a felicidad: e injustas en cuanto tienden
a producir lo contrario de la felicidad”7.

En el capítulo IV de El utilitarismo Mill intenta demostrar con pruebas empíricas


la veracidad del Principio. Usa como evidencia la experiencia personal y
concluye que lo bueno es lo que se desea. Y eso lo considera como prueba
suficiente:

5
Ibid., 33.
6
Es interesante comparar la visión de Mill acerca de los seres humanos y la descripción posterior
de Abraham Maslow y su jerarquía de las necesidades humanas.
7
Mill, 28.
[L]a única evidencia que puede alegarse para mostrar que una cosa es
deseable, es que la gente la desee de hecho...No puede darse ninguna
razón de que la felicidad es deseable, a no ser que cada persona desee
su propia felicidad en lo que esta tenga de alcanzable, según ella. Ahora
bien, siendo esto un hecho, no sólo tenemos la prueba adecuada de que
la felicidad es un bien, sino todo lo que es posible exigirle: que la felicidad
de cada persona es un bien para esa persona, y por, por tanto, la felicidad
es un bien para el conjunto de todas las personas. La felicidad ha
demostrado su pretensión de ser uno de los fines de la conducta y, por
consiguiente, uno de los criterios de la moral 8.

Esta demostración puede representarse en forma de argumento así:

1. La felicidad de cada persona es “un bien para esa persona”.


2. La felicidad general es “un bien para el conjunto de todas las
personas”.
Por lo tanto,
3. La felicidad general es “uno de los fines de la conducta, y por
consiguiente, uno de los criterios de la moral”.

Aquí se puede apreciar que el criterio para determinar lo bueno/malo son las
consecuencias de las acciones que tienden a maximizar la felicidad de cada uno
(o producir infelicidad). La felicidad se convierte entonces en un fin en sí mismo
de la moral. Lo valioso en la moral es la felicidad o lo que dicen los filósofos, la
felicidad se convierte es un “bien intrínseco” (un bien en sí mismo, algo que debe
buscarse como fin y no como medio). Pero además, como la moral tiene que ver
con los demás, Mill incluye el componente colectivo en la determinación de lo
bueno/malo: la felicidad general es lo bueno para todas las personas que resulta
de la “suma” o “añadido”9 de lo que es bueno para el punto de vista de cada
persona.
8
Ibid., 70.
9
El termino en ingles usado por Mill es “aggregate”.
Pero, ¿cómo podríamos determinar la felicidad general sin recurrir a métodos
como el de Bentham? Mill sostenía que tanto la cantidad como la calidad forman
parte de las contribuciones al valor intrínseco de la felicidad. Es de suponer que
Mill estaba bajo la convicción que aún en los casos de búsqueda de placeres
mas complejos habría alguna forma de medir y comparar las cantidades de
placer obtenible. En efecto, si no creyera en que la medición y comparación de
placer fueran posibles no se comprometería a sostener que los actos
moralmente buenos serían aquellos que se dirigieran a aumentar la felicidad
general. Dice Mill: “El método comparativo es el que mejor nos proporciona la
comprobación de la superioridad cualitativa; y la regla para medirla con relación
a la cantidad, es la preferencia que sienten los que tienen mejores
oportunidades de experiencia, junto con los hábitos de la reflexión y propia
observación”10. Discutiremos el problema de la determinación de las acciones
morales en la siguiente sección.

Críticas al utilitarismo

1. La medición de las consecuencias


De la sección anterior podemos advertir la primera crítica que se ha hecho
tradicionalmente al utilitarismo: la dificultad de medir lo que hace una acción
buena con relación al aumento de la felicidad colectiva. De acuerdo tanto a
Bentham como a Mill, el placer/felicidad resultante de una acción (¿o acciones?)
puede ser de alguna manera medido. ¿Pero en verdad puede ser medido?
¿Cómo podríamos medir las consecuencias de nuestras acciones para cada
acto moral?

Supongamos que tratamos de medir las consecuencias. Notemos que el lema


utilitarista sugiere maximizar la felicidad al mayor número. Pero, ¿cuál criterio
debiera ser preferido? ¿Mayor felicidad o mayor número? ¿Procuramos más

10
Mill, 36
felicidad o repartimos una menor felicidad a un mayor número? Por un lado
tendríamos que hacer una lista de las preferencias individuales, lo cual plantea
una serie de dificultades, y luego, confrontarla o compararla con las preferencias
de los demás. ¿Cómo solucionaríamos los conflictos de preferencias? Puede ser
que lo que me hace feliz a mí puede producir mucha infelicidad a otras
personas.

2. El cálculo de consecuencias
Los críticos del utilitarismo consideran que sólo una mente divina podría conocer
las consecuencias de todas nuestras acciones morales. Podemos conocer algo
de las consecuencias de nuestros actos, pero no podríamos saber las
consecuencias de largo plazo. Por ejemplo, podríamos creer que una
determinada operación quirúrgica va a producir un aumento de la felicidad de
una persona, y resultar que tiempo después provoque una gran infelicidad 11.

3. Mayoría vs. minoría


Mill era consciente de lo que él denominó la “tiranía de la mayoría”, sin embargo
no tenía una respuesta para el problema de la supremacía de los derechos y
deseos colectivos frente a los del individuo, puesto que insistía en la
maximización de la felicidad de todos.

Mill advierte de la posibilidad de los “guardias sádicos” que obtenían placer de


torturar a un prisionero injustamente sentenciado. Para Mill aun cuando los
guardias obtenían placer, sus actos no eran buenos. Pero ¿cómo podríamos
garantizar que no caeríamos en las manos de guardianes sádicos que fueran la
mayoría, que si bien no torturaran como Mill supone, pero que podrían impedir
nuestra felicidad? Tenemos ejemplos históricos en los que la mayoría ha
11
Los casos de operaciones pediátricas a personas con llamados “genitales ambiguos”
proporcionan ejemplos de actos que es difícil predecir consecuencias. Algunas personas
operadas relatan haber perdido capacidad de sentir placer a causa de las operaciones, y sin
embargo, podríamos asumir que hubo la mejor intención por parte de la comunidad médica para
proporcionarle felicidad al paciente. Beh, H & Diamond, M. (2000). An Emerging Ethical and
Medical Dilemma: Should Physicians Perform Sex Assignment on Infants with Ambiguous
Genitalia? Michigan Journal of Gender & La. 7 (1): 1-63.
aplastado los deseos y aspiraciones de las minorías. Inclusive las leyes eran
confeccionadas de tal modo que protegieran a la mayoría a costa del otro grupo.
Esto nos indica que la ley no siempre tiene que reflejar el sentido de justicia.

La justicia supone alguna noción de igualdad con respecto a un criterio, pero es


precisamente el problema de la mayoría vs. minoría que destaca la diferencia
entre las personas. Unas tendrían mayores derechos que otras. Podríamos
sacrificar a unos cuantos para salvar o mejorar las vidas de otros.

4. ¿Es lo placentero necesariamente bueno?


La última crítica que vamos a examinar alude al problema que veíamos en la
crítica anterior. Los sádicos buscan placer, pero ¿la búsqueda de placer
(¿felicidad?) hace necesariamente al acto bueno? Tenemos experiencias en las
que hemos hecho algo que no nos trajo felicidad pero que sin embargo
sentíamos que era la acción correcta. Es más, de acuerdo a los críticos del
utilitarismo, hay muchos actos morales que son buenos independientemente que
aumenten o no la felicidad: Una magistrada puede sentirse aterrada por
sentenciar a un narcotraficante pero tiene la convicción que si bien no le traerá
felicidad dictar una sentencia desfavorable al narcotraficante, es su deber
hacerlo.

Preguntas y reflexión

1. Escriba dos características de la moral utilitarista.


2. ¿Por qué no es adecuada la comparación de las fuentes de placer del cerdo
con las del ser humano?
3. ¿Cuál es la posición de Mill acerca de la cantidad de placer?
4. ¿Por qué la gente obra sin ser feliz?
5. ¿Por qué se debe renunciar a la propia felicidad?
6. ¿Está de acuerdo Mill con el sacrificio? ¿Por qué?
7. Mencione dos críticas a la moral utilitarista.
8. Elabore un cuadro comparativo entre la moral deontológico y la utilitarista

Criterios Moral deontólgica Moral utilitarista

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