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FLORENCIA LUNA

ARLEEN L. F. SALLES

BIOÉTICA: NUEVAS
REFLEXIONES SOBRE
DEBATES CLÁSICOS

Con colaboraciones de
MARÍA VICTORIA COSTA, SUSANA SOMMER
Y GRACIELA VIDIELLA

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPAÑA
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA - PERÚ - VENEZUELA
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 25

2. TEORÍAS CONSECUENCIALISTAS: EL UTILITARISMO

Una de las teorías que mayor influencia ha tenido y tiene actual-


mente en los análisis éticos es el utilitarismo. Los orígenes clásicos
del utilitarismo se encuentran en los escritos de David Hume (1711-
1776), Jeremy Bentham (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873).
El utilitarismo es un tipo de teoría consecuencialista. El tér-
mino “consecuencialismo” se ha aplicado a aquellas teorías que
consideran una acción correcta o incorrecta en función del equili-
brio entre sus buenas y malas consecuencias.
Así, los utilitaristas sostienen que la corrección moral de las
acciones se determina por sus consecuencias y no por sus caracte-
rísticas intrínsecas. En estas teorías, los criterios de obligación y
corrección dependen de y están subordinados a los conceptos del
bien. Un acto correcto es aquel que, desde una perspectiva imper-
sonal, otorga igual importancia a cada una de las partes afectadas
y obtiene el mejor resultado de todos los posibles.1
El utilitarismo se basa en un único principio básico: el princi-
pio de utilidad, el cual establece que debemos proceder obte-
niendo el máximo beneficio posible para el mayor número de per-
sonas. O, en su defecto, el menor perjuicio posible. En palabras de
Mill, el principio de la mayor felicidad sostiene que las acciones
son justas en la proporción con que tienden a promover la felici-
dad e injustas en cuanto tienden a producir lo contrario.2
Para Mill el bien es la felicidad y lo correcto aquello que pro-
mueve el bien. Contrariamente, la incorrección de una acción está
determinada por su falta de felicidad o utilidad.3 Las acciones pue-
den generar tanto felicidad para algunos como desdicha para

1 Tom Beauchamp y James Childress, Principles of Biomedical Ethics, 4º edi-

tion, Nueva York, Oxford University Press, 1999, p. 45. [Trad. esp.: Principios
de ética biomédica (4ª edición), Barcelona, Masson, 1999].
2 John Stuart Mill, El utilitarismo, Madrid, Ediciones Orbis-Hyspamérica,

1985, p. 139.
3 John Arras y Nancy Rhoden, Ethical Issues in Modern Medicine (3º edition),

California, Mayfield Publishing Company, 1989, pp. 7 y 8.


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otros. En tales casos, debemos elegir aquella que promueva la ma-


yor cantidad neta de felicidad para el mayor número de personas.4

2.1 Otros rasgos

El utilitarismo es un intento de clarificar y sistematizar un princi-


pio no articulado de nuestra vida moral: la importancia que tienen
las consecuencias de nuestras acciones, sobre todo cuando pensa-
mos que éstas pueden causar un gran daño o sufrimiento.
Además, esta teoría refleja un aspecto importante de la acti-
tud moral: mejorar la suerte de los seres humanos. Como se preo-
cupa por el bienestar de todas las personas, pretende mejorar la
condición humana. Aquellos que son indiferentes al sufrimiento
de sus semejantes o de los efectos de sus acciones en ellos, parecen
representar el paradigma de alguien que no tiene moral.
Por otro lado, el utilitarismo no admite prohibiciones morales
arbitrarias. Por ejemplo, todos en algún momento hemos tenido
que tratar con personas que opinaban que determinado tema –la
homosexualidad, cierto tipo de baile, etc.– era moralmente inco-
rrecto, pero que al mismo tiempo eran incapaces de señalar las
consecuencias nocivas que se derivaban de ello. El utilitarismo
exige a todo el que condene algo como moralmente incorrecto que
muestre a quién perjudica. Así este enfoque resultó, histórica-
mente, bastante progresista.5
Un error frecuente de interpretación radica en considerar que
el utilitarismo es una doctrina que promueve el egoísmo, esto es,
que pregona “la mayor utilidad para mí”. Esto no es así. Por el
contrario, el utilitarismo es una teoría imparcial. Se debe recordar
que se trata de un planteo que prioriza la felicidad o el bienestar
para el mayor número de personas y uno cuenta como sólo uno

4 A lo largo de esta presentación, se tomarán como equivalentes términos

como “felicidad”, “bienestar”, “placer” o “utilidad”.


5 Will Kymlicka, Filosofía política contemporánea, Barcelona, Ariel, 1995, pp.

24 a 31.
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 27

más. Así, hay que considerar a todas las partes. Ninguna persona
tiene un estatus privilegiado. Además, se debe tener en cuenta las
consecuencias a corto y a largo plazo. Por ejemplo, esta teoría es-
taría en contra de administrar una poderosa droga contra el dolor
que aliviará inmediatamente un sufrimiento intenso al costo de
crear uno mayor si se sabe que probablemente genere una adic-
ción posterior.
El utilitarismo permite distinguir entre los actos y el carácter
del agente.6 Las consideraciones de las intenciones, sentimientos o
convicciones del agente son irrelevantes respecto de la pregunta
acerca de cuál es la acción correcta a realizar. Al respecto, dice
Mill, “el que salva a otra persona que se ahoga, hace lo que es mo-
ralmente justo, bien sea su motivo el deber, bien sea la esperanza
de ser pagado por el esfuerzo”.7

2.2. Diferentes versiones del utilitarismo

El utilitarismo ha sufrido fuertes críticas internas y externas, algu-


nas de las cuales llevaron a reformulaciones de esta doctrina. Así
surgen diversos tipos de propuestas utilitaristas. Se esquematiza-
rán algunas versiones con el objetivo de mostrar cómo esta teoría
se fue modificando y complejizando. Se verá más adelante que al-
gunas de ellas tuvieron fuerte influencia en la propuesta de Beau-
champ y Childress, y en la bioética en general.
Un punto fundamental que llevó a reformulaciones es el con-
cepto de utilidad. El filósofo canadiense Will Kymkicka distingue
al menos cuatro posiciones.8
a) El hedonismo del bienestar: ésta fue la primera formulación y
sostiene que la experiencia o sensación de placer es el principal
bien de la persona. Corresponde a las posiciones de Bentham y

6 John Arras y Nancy Rhoden, op. cit., p. 8.


7 John S. Mill, op. cit., p. 148. Se trata de una alusión directa a la moral kan-
tiana. Véase más adelante la contraposición entre ellos.
8 Will Kymlicka, op.cit., pp. 24 a 31.
28 BASES TEÓRICAS DE LA BIOÉTICA

Mill, quienes son considerados hedonistas porque conciben a la


utilidad en términos de felicidad o placer.9 Bentham señaló que ju-
gar con alfileres es tan bueno como la poesía si proporciona la
misma intensidad y duración del placer. En este punto, Mill dife-
rirá. Este último distinguió entre placeres intelectuales y placeres
sensuales, e introdujo elementos cualitativos en la evaluación de
los mismos. En efecto, en contraposición a la posición de Ben-
tham, señaló que es mejor ser Sócrates insatisfecho que un cerdo
satisfecho.10
b) La utilidad no hedonista de estados mentales: aquí se rechaza la
idea de que basta con un solo estado mental como la felicidad
para maximizar la utilidad. Se señala que existen muchas expe-
riencias valiosas y que deberíamos abogar por un abanico de esta-
dos mentales valiosos.
Estas dos primeras posiciones sostienen que el concepto de
utilidad debe ser agente-neutral, esto implica que no debe variar
de persona a persona.
Robert Nozick criticó esta segunda versión: el utilitarismo de
estados mentales, que valora las experiencias subjetivas. Para ello
propuso imaginar una “máquina de las experiencias”, un aparato
creado por unos neurofisiólogos que suministrarían drogas para
crear estados mentales más placenteros. Así objeta Nozick:

si el placer fuera el principal bien del hombre, todos nos ofrecerí-


amos para ser conectados de por vida a tal aparato. Pero lo cierto
es que muy poca gente lo haría. Lo que queremos en la vida es

9 Debe distinguirse el hedonismo valorativo –que hace afirmaciones acerca

de lo valorable intrínsecamente– del hedonismo psicológico –que afirma que


las motivaciones de todas las acciones humanas, en último término, se basan
en alcanzar el placer y evitar el dolor–. Se puede sostener lo primero y negar lo
segundo.
10 “Es del todo compatible con el principio de utilidad el reconocer el hecho

de que algunos tipos de placer son más deseables y valiosos que otros. Sería
absurdo que mientras al examinar todas las demás cosas se tiene en cuenta la
calidad además de la cantidad, la estimación de los placeres se supusiese que
dependía tan sólo de la cantidad”. John S. Mill, op. cit., p. 48.
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 29

algo más que la consecución de cualquier tipo de estado mental o


disfrute de esta clase… no queremos tener solamente la experien-
cia de escribir poesía, queremos escribir poesía.11

Es cierto que a veces sólo deseamos ciertas experiencias. Ésta es


seguramente la razón por la que algunas personas se drogan. Pero
nuestras actividades, cuando no estamos drogados, no son sólo
pobres sustitutos para alcanzar lo que las drogas nos pueden pro-
porcionar directamente.12
Otras versiones más actuales no son agente-neutrales.13 En con-
traposición a lo anterior, se plantea:
c) La satisfacción de preferencias: ésta explica la utilidad en tér-
minos de satisfacción de preferencias. Para esta posición, por
ejemplo, son las preferencias individuales las que deben determinar
la utilidad. Esta concepción ha sido defendida porque la elección
de los valores de una persona parece estar profundamente afec-
tada por las experiencias y deseos personales. El gran problema
que enfrenta esta propuesta es cómo rechazar preferencias “mo-
ralmente inaceptables”, “preferencias no equitativas”: por ejem-
plo, la de negar derechos a otras personas, el deseo de discriminar
(entre otras cuestiones, que ciertos grupos sociales no se puedan
mudar a determinados barrios o que se les niegue tratamiento
médico y educación). Frente a esta objeción, un no utilitarista res-
ponde señalando que tales preferencias son ilegítimas, por lo que
cualquier utilidad que pueda provenir de la satisfacción de tales
preferencias no tiene peso moral, aun cuando no haya un perjui-
cio directo. Pero un utilitarista de preferencia no puede argumen-
tar así. Otro problema para esta posición es que no se disponga de
la información adecuada o se hayan cometido errores en el cálculo

11 Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia, Nueva York, Basic Books, 1974,

pp. 42-45.
12 Will Kymlicka, op.cit., p. 26.
13 El filósofo australiano Peter Singer es un representante relevante de esta

posición en bioética. Véase, por ejemplo, Peter Singer, Ética práctica, Barcelona,
Ariel, 1988.
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de costo y beneficio. En efecto, las preferencias subjetivas pueden


no definir aquello que es objetivamente bueno para nosotros. Re-
conocer este problema dio lugar a otra propuesta:
d) Las preferencias informadas: esta última posición intenta re-
solver el problema de las preferencias erróneas, definiendo el
bienestar como la satisfacción de las preferencias “racionales” o
“informadas”.
Además de las diferencias en el concepto de utilidad, otras dife-
rencias sumamente significativas en las propuestas utilitaristas
surgen en relación con la aplicación del principio de utilidad. Para
todos los utilitaristas, el principio de utilidad es el recurso funda-
mental para determinar la corrección moral de las acciones. Sin
embargo, las diferencias surgen cuando se especifica en qué ins-
tancia se debe aplicar el mencionado principio. Si se lo aplica a las
acciones particulares, estamos en presencia de un utilitarismo de
acto, que tiene lugar cuando se examinan los efectos o consecuen-
cias de los actos específicos e individuales caso por caso.
Si el principio de utilidad se aplica a reglas generales para de-
terminar si, en función de éstas, las acciones particulares son co-
rrectas, nos enfrentamos a un utilitarismo de regla. Este último tipo
de utilitarismo surge entre 1950 y 1960 como una forma “supe-
rior” del utilitarismo de acto.14 El mismo pide que evaluemos los
efectos de las clases o tipos de actos, y no las consecuencias de ese
acto en particular.
El siguiente ejemplo ayudará a aclarar la diferencia. Considé-
rese el caso de un niño de 10 años con leucemia que probable-
mente morirá en los próximos seis meses. ¿Resulta correcto enga-
ñarlo respecto de su diagnóstico y pronóstico? El utilitarista de
acto intentará determinar qué alternativa, en esta situación en par-
ticular, maximizará la felicidad o minimizará el sufrimiento. Por
ejemplo, para algunas familias y para sus niños la alternativa de
decir la verdad es lo que resultará más útil. En cambio, para otras

14 Mark Timmons, Moral Theory. An Introduction, Maryland, Rowman & Lit-

tlefield Publishers, 2002, p. 138 y ss.


PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 31

familias, la mentira piadosa será la acción que promueva el menor


sufrimiento. Según cuáles sean las circunstancias y la situación fa-
miliar específica, el utilitarista de acto considerará cuál es la acción
correcta. El utilitarista de regla, en cambio, se preguntará qué polí-
tica, como regla general, maximizará la felicidad o minimizará el
sufrimiento en aquellas situaciones que afectan a niños con enfer-
medades terminales. Si concluye que los efectos generales de se-
guir la regla “en casos tales como éste se debe decir la verdad” pro-
moverá la mayor utilidad o resultará más beneficiosa que la
contraria, entonces se debe adoptar tal acción como correcta en to-
dos los casos, independientemente de esa situación en particular.15
Ambas posiciones emplean el principio de utilidad, pero la
primera lo aplica a las acciones particulares, mientras que la se-
gunda a clases o tipos de acciones. Lo que el utilitarista de regla
sostiene es que se deben adoptar las reglas morales que promue-
van el principio de la mayor felicidad. Una de las ventajas de esta
propuesta es evitar el cálculo de las utilidades en cada acto parti-
cular y el poder guiarse por estas reglas. Lo que no se aceptará es
que se efectúen excepciones a la regla, aun si en ese caso en parti-
cular su violación incrementa la felicidad general.
Como veremos en el próximo apartado, el utilitarista de regla
resuelve algunos de los problemas que enfrentan los utilitaristas
de acto (por ejemplo, respetar ciertas reglas de la moralidad coti-
diana, legitima las relaciones especiales como el respeto a las pro-
mesas y obligaciones contraídas). También permite rechazar pre-
ferencias ilegítimas ya que en general este tipo de acciones serían
contraproducentes. No obstante, es una cuestión muy discutible si
la solución que brinda el utilitarista de regla no implica demasia-
dos costos. Por un lado, algunos teóricos señalan que, al poder
describir las reglas de un modo muy detallado y rígido, el utilita-
rismo de reglas termina en un utilitarismo de acto.16 Pero si las re-

15 John Arras y Nancy Rhoden, op. cit., p. 8.


16 David Lyons, Forms and Limits of Utilitarianism, Londres, Oxford Univer-
sity Press, 1965, cap. 4; Richard Hare, Freedom and Reason, Londres, Oxford
University Press, 1963, pp. 130-136; Will Kymlicka, op. cit., pp. 41-43.
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glas son amplias y flexibles, sostener el utilitarismo de regla pa-


rece llevar a una inconsistencia: el conjunto de reglas maximizará
la utilidad, pero seguirlo implicará realizar acciones que no maxi-
mizarán la utilidad. ¿Hasta qué punto no termina esta propuesta
“adorando las reglas” y sometiéndose a ellas, cuando justamente
la única regla a aceptar es el principio de utilidad y es a ésta a la
que se puede llegar a desobedecer?
Finalmente se puede formular algunas críticas externas con-
tra el utilitarismo de reglas. No se las planteará aquí ya que se ase-
mejan a las de cualquier otra teoría basada en reglas, que se verá
más adelante.17

2.3. Objeciones al utilitarismo

Se presentarán sólo algunas de las críticas más fuertes y frecuen-


tes que se le plantean al utilitarismo de acto.
Un primer tipo de crítica –radical– señala que el utilitarismo
no funciona. Se cuestiona su utilidad como procedimiento de de-
cisión. Aun si se sabe en qué consiste la felicidad (concepto desde
ya muy discutible), no se puede estar seguro de que cierta acción
producirá tales consecuencias. E, incluso si se llegara a saber, no
es posible tener certeza respecto de otras consecuencias a largo
plazo o efectos secundarios.18 Como ejemplo, se señala el caso de
la trágica e imprevista consecuencia de la talidomida en mujeres
embarazadas. Esta droga se prescribió, especialmente en Europa,
en los años sesenta y tuvo como consecuencia serias malformacio-
nes en los recién nacidos. Tanto las futuras madres como sus mé-
dicos pensaban que producirían efectos beneficiosos, sin conocer
el sufrimiento que causaría a largo plazo.

17 Véanse las críticas a las teorías basadas en reglas como, por ejemplo, las que

señalan conflictos entre las reglas u obligaciones (cuando hay varias de éstas en el
sistema), problemas en la formulación de las mismas, etc. Consúltese en la sección
3.5 de este mismo capítulo, el apartado “Algunas objeciones a la teoría kantiana”.
18 John Arras y Nancy , op. cit., p. 11.
PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 33

El utilitarista puede responder que si bien es cierto que en al-


gunas circunstancias la falta de conocimiento empírico puede im-
pedir determinar cuál es la acción correcta, tales situaciones repre-
sentan casos extremos, muy inusuales. En general, en la mayoría
de los casos, se sabe qué es lo que hará feliz a una persona o le
brindará bienestar. Otra forma de defensa reside en distinguir en-
tre utilitarismo de consecuencias actuales y utilitarismo de conse-
cuencias probables,19 o proponer un enfoque del pensamiento
moral de dos niveles que permita que las reglas de la moralidad
de sentido común provean la guía moral en la mayoría de las si-
tuaciones, y se reserve el uso del principio de utilidad para cir-
cunstancias de conflicto moral y falta de certeza.20
Un segundo tipo de crítica señala que el utilitarismo es inade-
cuado porque sostiene juicios que entran en conflicto con creencias
morales fundamentales. Si alguien nos presta dinero, nos sentimos
obligados a devolverlo y sería incorrecto no hacerlo, aun si pode-
mos incrementar la felicidad general dando ese dinero a otra per-
sona. En este sentido, con frecuencia, se mira hacia atrás y se consi-
deran las deudas y obligaciones. Esto es, la moralidad cotidiana
reconoce a éstas como relaciones especiales que deben respetarse.
El utilitarista respondería concediendo que tenemos relacio-
nes especiales con ciertas personas como resultado de acciones
pasadas, pero que tales “relaciones” se fundan en consideraciones
de utilidad y, por lo tanto, pueden pasarse por alto en circunstan-
cias excepcionales de utilidad. Por ejemplo, se puede decir que el
doctor X tiene una obligación mayor hacia el paciente A que hizo
una cita con él que con el B que llegó de improviso. Sin embargo,
si el paciente A requiere un examen de rutina y el B presenta una
situación de emergencia; el utilitarista señalará que el doctor X
tiene una obligación mayor hacia el paciente B.
Así, ser veraz, respetar las promesas, honrar la confidenciali-
dad, respetar la libertad de los otros son preceptos valorables.

19 Mark Timmons, op. cit., pp. 121 y ss.


20 Véanse Richard Hare, op.cit., cap.1, y Mark Timmons, op.cit., pp. 126 y ss.
34 BASES TEÓRICAS DE LA BIOÉTICA

Pero no son valorables per se, sino porque respetarlos incrementa


la suma de felicidad y hay una fuerte presunción de que no adhe-
rir a tales prácticas tendrá consecuencias negativas.
Otra crítica aún más fuerte es la que objeta que el utilita-
rismo no da cuenta del hecho de que frecuentemente valoramos
ciertos actos porque son justos y no sólo porque maximizan la
felicidad. Se podría aplicar el principio de la mayor felicidad
para el mayor número de personas y llegar a la conclusión de
que la acción correcta es “sacrificar” a ciertos miembros de la so-
ciedad. Algunos utilitaristas han admitido las terribles conse-
cuencias que puede tener su teoría. Es el caso de John Jamieson
Carswell Smart quien analiza el caso de un sheriff de un pequeño
pueblo que puede prevenir serios levantamientos de la pobla-
ción si culpabiliza y ejecuta a un hombre inocente (un chivo ex-
piatorio). Smart señala que si el utilitarista se opone al acto in-
justo deja de lado el utilitarismo, ya que matar al inocente
evitará decenas de muertes también inocentes. Pero aclara que
tal situación nunca sucederá de hecho, ya que hay una serie de
variables a tener en cuenta para respetar realmente el principio
utilitarista, por ejemplo, que el sheriff nunca sea descubierto, que
no haya consecuencias negativas en relación con la falta de res-
peto a la ley y las instituciones, que no se erosione la confianza
en la justicia, etc. Sin embargo, lo que el utilitarista debe admitir
es que es lógicamente posible que esta situación ocurra. Smart
argumenta que, si efectivamente se diera un caso así, también se-
ría terrible para el deontólogo permitir las cientos de venganzas
y muertes que se generarían.21
Frente a estas críticas, el utilitarista, nuevamente, señalará
que se valora el tratamiento justo y equitativo hacia los otros por-
que se sabe que tal tratamiento tiene consecuencias positivas. Para
el utilitarista se valoran las prácticas morales tradicionales porque
maximizan la felicidad. Pero ello no implica que eso siempre sea lo

21 Véase John J. C. Smart, Utilitarianism for and against, Cambridge, Cam-

bridge University Press, 1973, pp. 68-74.


PLANTEOS CLÁSICOS Y TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS 35

justo o correcto, y cuando se enfrenta a un conflicto entre justicia y


utilidad, elegirá al segundo.
De este modo, el utilitarismo es criticado porque puede llegar
a justificar el sacrificio de los miembros débiles e impopulares de
la comunidad en beneficio de la mayoría.22 Se trata de un punto
no menor y que cuesta digerir. Pero tampoco se debe perder de
vista que el utilitarismo ha servido para atacar a aquellos que
mantienen privilegios injustos a costa de la mayoría. De hecho, en
tanto movimiento político y filosófico, surgió como una crítica ra-
dical a la sociedad y aristocracia inglesas. Bentham y Mill eran fi-
lósofos radicales que creyeron en un replanteamiento completo de
su sociedad. El utilitarismo exigió que las costumbres y las autori-
dades, que por siglos habían oprimido a la gente, fuesen examina-
das a la luz de sus consecuencias y el bienestar de la humanidad.
Así, si bien no está exento de críticas, en su formulación más vá-
lida, el utilitarismo constituye un arma muy poderosa contra los
prejuicios, la superstición y la desigualdad social.23

2.4. El utilitarismo en la bioética actual

El utilitarismo tiene sólidos representantes en la bioética actual.


Algunos de los más renombrados son Peter Singer, John Harris,
Helga Kuhse, Julian Savulescu. Para señalar algunos de los pun-
tos que estos autores ponen en juego en relación con la bioética, se
tomará como figura paradigmática al polémico filósofo austra-
liano Singer proveyendo algunos de los planteos de este prolífico
autor.
Singer defiende un utilitarismo de preferencias con bases fuer-
temente igualitarias, por ejemplo planteando la igual considera-
ción de los intereses de todos los afectados,24 así como adoptando,

22 Este tipo de crítica, en cambio, no se aplicaría al utilitarismo de regla.


23 Will Kymlicka, op. cit., pp. 22-23.
24 Peter Singer, op. cit, cap. 2.

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