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EL UTILITARISMO

¿Qué es el utilitarismo?

Muy relacionado con el hedonismo, el utilitarismo es una teoría de la rama ética de la filosofía
según la cual las conductas moralmente buenas son aquellas cuyas consecuencias producen
felicidad. De este modo, hay dos elementos básicos que definen el utilitarismo: su modo de
relacionar el bien con la felicidad de los individuos y su consecuencialismo.

Esta última propiedad significa que, al contrario de lo que ocurre con algunas doctrinas
filosóficas que identifican el bien con las intenciones buenas que tiene alguien a la hora de
actuar, el utilitarismo identifica las consecuencias de las acciones como el aspecto que debe
ser examinado a la hora de juzgar si una acción es buena o mala.

El cálculo de la felicidad de Bentham

Examinar la bondad o maldad de los actos centrándose en las intenciones que tenemos puede
parecer fácil a la hora de evaluar el grado en el que somos moralmente buenos o no. A fin de
cuentas, solo tenemos que preguntarnos si con nuestras acciones buscábamos perjudicar a
alguien o más bien beneficiar a alguien.

Desde la perspectiva del utilitarismo, sin embargo, ver si nos ceñimos al bien o al mal no es tan
fácil, porque se pierde la referencia clara que son nuestras intenciones, un ámbito en el que
cada uno de nosotros somos nuestros únicos jueces. Pasamos a tener la necesidad de
desarrollar un modo de "medir" la felicidad que generan nuestras acciones. Esta empresa fue
emprendida en su forma más literal uno de los padres del utilitarismo, el filósofo inglés Jeremy
Bentham, que creía que la utilidad puede ser evaluada cuantitativamente tal y como se hace
con cualquier elemento que puede ser identificado en el tiempo y el espacio.

Este cálculo hedonista era un esfuerzo por crear una forma sistemática de establecer
objetivamente el nivel de felicidad que tienen como consecuencia nuestras acciones, y por lo
tanto se ajustaba totalmente a la filosofía utilitarista. Incluía ciertas medidas para ponderar la
duración e intensidad de las sensaciones positivas y placenteras que se experimentan y para
hacer lo mismo con las experiencias dolorosas. Sin embargo, las pretensiones de objetivar el
nivel de felicidad de una acción pueden ser puestas en duda fácilmente. A fin de cuentas, no
hay un criterio único e incuestionable acerca del grado de importancia que hay que darle a
cada “variable” del nivel de felicidad; a algunas personas les interesará más la duración de
estas, a otras su intensidad, a otras el grado de probabilidad con el que acarreará más
consecuencias placenteras, etc.

John Stuart Mill y el utilitarismo

John Stuart Mill es considerado uno de los pensadores más influyentes en el desarrollo teórico
del liberalismo, y fue también un entusiasta defensor del utilitarismo. Stuart Mill se preocupó
por resolver una problemática concreta: el modo en el que los intereses del individuo pueden
chocar con los de otras personas en la búsqueda de la felicidad. Este tipo de conflictos pueden
aparecer muy fácilmente por el hecho de que la felicidad y el placer asociado a esta solo
pueden ser experimentados individualmente, y no socialmente, pero a la vez los seres
humanos necesitan vivir en sociedad para tener ciertas garantías de supervivencia.
Es por eso que Stuart Mill relaciona el concepto de la felicidad con el de justicia. Tiene sentido
que lo hiciese de este modo, porque la justicia puede ser entendida como un sistema de
mantenimiento de un marco de relaciones sanas en el que cada individuo tiene garantizada la
protección ante ciertos ataques (convertidos en infracciones) a la vez que sigue gozando de
libertad para perseguir sus propios objetivos.

Los tipos de felicidad

Si para Bentham la felicidad era básicamente una cuestión de cantidad, John Stuart Mill
estableció una diferencia cualitativa entre diferentes tipos de felicidad.

Así, según él, la felicidad de naturaleza intelectual es mejor que la que se basa en la
satisfacción producida por la estimulación de los sentidos. Sin embargo, tal y como
comprobarían años después los psicólogos y los neurocientíficos, no es fácil delimitar estas dos
clases de placer.

El principio de la mayor felicidad

John Stuart Mill hizo algo más por el utilitarismo con el que había entrado en contacto a través
de Bentham: le añadió definición al tipo de felicidad que debe ser perseguido desde este
planteamiento ético. De este modo, si hasta entonces se entendía que el utilitarismo era la
persecución de la felicidad que es fruto de las consecuencias de las acciones, Stuart Mill
concretó el tema de quién de experimentar esa felicidad: la mayor cantidad posible de
personas.

Esta idea es la que es llamada el principio de la mayor felicidad: debemos actuar de modo que
nuestras acciones producen la mayor cantidad de felicidad en el mayor número de personas
posible, una idea que se parece un poco al modelo de moral que propuso décadas antes el
filósofo Immanuel Kant.

El utilitarismo como filosofía de vida

¿Resulta de utilidad el utilitarismo como referente filosófico a través del cual estructurar
nuestra manera de vivir? La respuesta fácil a esta cuestión es que descubrir esto depende de
uno mismo y del grado de felicidad que genere en nosotros la implementación de esta forma
de ética.

Sin embargo, hay algo que sí se le puede conceder al utilitarismo como filosofía generalizable;
hoy en día hay una mayor cantidad de investigadores dispuestos a realizar estudios acerca de
los hábitos de vida que están asociados a la felicidad, lo cual significa que esta teoría filosófica
puede ofrecer unas pautas de comportamiento algo más claras que hace 100 años.

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