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Luego se retira del fogón y se lleva hasta una banca de madera en donde se
quitan las ralladuras de limón que sirvieron para dar un tenue sabor pero que no
deben encontrarse en el dulce. Se añade una cucharada generosa de esencia de
vainilla y una copa de whisky. Luego se le añaden cuatro cucharadas de maicena
y se mezcla nuevamente.
La masa obtenida se deja reposar hasta enfriarse. Una vez fría se extiende la
masa sobre una tabla que ha sido cubierta con maicena.
Se corta la masa según el tamaño deseado y se vierte en los moldes hasta que
cuaje la forma deseada y luego de un golpe se desmolda y tenemos las
inolvidables conejitos, corazoncitos y estrellas de leche que vuelven desde la
memoria de nuestra infancia.