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Juan Escoto Erígena

Apuntes de clase
J. Salvador García Cuéllar

En una época sumida en la oscuridad de la incultura, en la que los pensadores más preclaros
no producen obras originales, sino solamente conservan y propagan lo que de hecho ya
había, brilla la figura de Juan Escoto Erígena, quien, a diferencia de sus congéneres
contemporáneos, produce un sistema filosófico válido y coherente. Es la honrosa y feliz
excepción que confirma la regla. Un oasis en el desierto del pensamiento en la llamada
edad oscura. Su pensamiento se adelanta a su época. Algunos lo comparan con filósofos tan
distantes como Hegel y Teilhar de Chardin. Lo cierto es que elaboró un sistema de
pensamiento complejo y a veces difícil de entender a cabalidad, sobre todo cuando se busca
ortodoxia en su sistema.

VIDA Y OBRAS

Nació en el año 810 en Irlanda. Su nombre ligado a Escocia no debe confundirnos, pues en
ese tiempo Irlanda (Ibernia en lengua latina) era conocida como Scotia Maior. Por otra
parte, el nombre de Erígena refiere su nacimiento al pueblo de Erin, que está precisamente
en Irlanda.

Conocía la lengua griega más que sus compañeros, monjes europeos occidentales, pero no
podemos asegurar si ese conocimiento lo adquirió en su tierra natal o en Francia, a donde se
trasladó para enseñar. Los escritos de la época lo sitúan en la culta corte de Carlos El Calvo
(sucesor de Carlomagno), como maestro en la Escuela Palatina, alrededor del año 850. Su
fama de buen pensador hizo que dos obispos: Párdulo de Laon e Hincmaro de Reims lo
invitaran a refutar los errores de Gottschalk, quien sostenía que hay una predestinación
divina tanto a la perdición eterna como a la salvación. Escribió entonces De
Predestinatione, en el que hizo afirmaciones que no parecieron muy ortodoxas a quienes lo
invitaron, y su doctrina fue condenada en los concilios de Valence y Langres en 855 y 859.
Dese entonces prefirió dedicarse más a la Filosofía, aunque no estuvo exento de sospechas
de herejía el resto de su vida.

Algunos autores afirman que murió antes que Carlos el Calvo, otros dicen que fue abad de
un convento en Athelney y que los monjes de ese mismo lugar lo asesinaron. Esta historia
parece incorrecta, pues algunos autores dicen que quienes así lo afirman, lo confunden con
otro Juan, éste sí originario de Escocia y abad de ese convento, pero muy posterior al gran
pensador medieval.
Empezó su obra escrita como traductor, con las obras de Dionisio el Aeropagita, del griego
al latín, y además publicó algunos comentarios a estas obras. También publicó la traducción
al libro Ambigua de Máximo el Confesor y De Hominis Opificio, de san Gregorio de Nisa.
Al aprecer también hizo un comentario al Evangelio de San Juan y al De Consolatione
Philosophiae de Boecio.

Su obra original que lo hizo famoso se llama De Divisione Naturae en cinco libros y escrita
en forma dialogada, al estilo las obras de Platón.

Juan Escoto echa mano de pensadores anteriores para fundamentas sus afirmaciones, es por
eso que si algún intérprete lo tilda de heterodoxo, también debe hacerlo en contra de San
Agustín, Dionisio, Máximo el Confesor, san Ambrosio y otros padres de la Iglesia.

Doctrina.

Juan Escoto sigue a san Agustín, y afirma que para entender primero hay que creer. La fe es
punto de partida para la razón. Este punto es válido porque de la fe se parte con verdad, sin
posibilidad de error. Pero el hombre no debe detenerse en ella, al contrario, a partir de ella
el ser racional debe desarrollar el conocimiento de su Creador. La fe necesita de una ciencia
que la complete.

La fe ciega conduce a errores graves si la razón no interviene. La interpretación de los


símbolos escriturísticos exige un esfuerzo de la razón natural para determinar su sentido. La
fe nos conduce a un fin a través de la especulación filosófica. La verdadera filosofía
prolonga el esfuerzo de la fe para alcanzar su objeto.

De Divisione Naturae.

La noción de naturaleza para Juan Escoto equivale a la noción de la realidad entre nosotros,
es decir, todo lo que existe, y de alguna manera también todo lo que no existe.

El ser se define como todo lo que puede ser percibido por los sentidos o comprendido por el
entendimiento. Todo ser es el no ser de alguna cosa, y ese no ser tiene más realidad que tal
o cual ser. Lo no comprendido en cualquiera de los dos métodos (percepción sensible e
intelección racional) entra en la categoría del no ser.

Según Escoto Erígena, la naturaleza (toda la realidad) se divide en:

1. Naturaleza que crea y no es creada.


2. Naturaleza que es creada y crea.
3. Naturaleza que es creada y no crea.
4. Naturaleza que ni crea ni es creada.

La primera categoría pertenece naturalmente a Dios, causa de todas las cosas ex nihilo, y a
su vez totalmente incausado. Él es principio de todas las cosas, también es el medio dentro
del cual todas las cosas se mueven y subsisten. También es el término del movimiento de
desarrollo y autoperfección de las creaturas.

Esta doctrina, novedosa en su tiempo, está de acuerdo con la teología cristiana ortodoxa y
contiene una clara enunciación de la trascendencia y la existencia a se de Dios.

Según Juan Escoto, puede decirse que Dios es creado en las creaturas, que es hecho en las
cosas que él hace. Esta doctrina no se ha entendido a cabalidad por muchos críticos,
quienes tildan de panteísta al Erígena, pero en realidad él habla de la manifestación de Dios
a través de las creaturas. El problema está en la expresión a veces muy complicada, pero
siempre se apoya en escritores ortodoxos, como San Agustín y Dionisio Aeropagita, y
aclara sus dichos con estas doctrinas correctas.

Para llegar a algún conocimiento de la naturaleza que crea y no es creada, hacemos uso de
las vías afirmativa y negativa, como lo propone el Aeropagita. Dios es la Superverdad, la
Supersabiduría, la Superciencia… a la que conocemos mediante la negación de atributos
como la verdad, la sabiduría y la ciencia y luego por el paso a la superlatividad de lo
afirmado. Estos atributos se afirman de Dios de manera metafórica o traslativa.

La segunda categoría: naturaleza que es creada y crea, se refiere a lo que Erígena llama
praedestinationes o causas primordiales y existen en la Palaba o Verbo de Dios. Se refiere a
las ideas divinas, los prototipos de las esencias creadas.

La generación eterna del Verbo de Dios no es un proceso temporal. Lo mismo sucede con
las praedestinationes. La prioridad de Verbo sobre los arquetipos es prioridad lógica, no
temporal, Los arquetipos se dan por generación en la eternidad. En este sentido afirma
Escoto que son creados, y llama a estos arquetipos Naturaleza que crea y es creada.

La Naturaleza que es creada y no crea consiste en la creaturas, exteriores a Dios, que


forman el cosmos, un mundo hecho por Dios a partir de la nada.

Juan Escoto llama a estas creaturas “participaciones” y afirma que participan en las causas
primordiales, así como éstas a su vez participan en Dios. Las causas primordiales miran
hacia arriba, hacia Dios, y al mismo tiempo hacia abajo, hacia sus efectos múltiples. Las
creaturas externas a Dios son una segunda esencia, derivadas de la primera esencia que son
las causas primordiales.

Además de ser una participación, las creaturas son verdadera teofanía, ellas manifiestan a
Dios, son “la aparición de lo que no aparece, la manifestación de lo oculto, la afirmación de
lo negado (referencia a la vía negativa), la comprensión de lo incomprensible, el
entendimiento de lo ininteligible…”. Esto significa que el hombre llega a lo inteligible a
través de lo sensible, El hombre conoce Dios a través de las creaturas, que son su teofanía.
La cuarta y última categoría, Naturaleza que no crea ni es creada, corresponde a Dios como
término y fin de todas las cosas: “El final de todo el movimiento es su principio, a partir del
cual comienza el movimiento y al que constantemente desea regresar y alcanzar en él
reposo”. Se trata de un proceso cósmico que afecta a toda la creación, aunque la materia
mudable y no espiritualizada perecerá.

En este sentido, el hombre regresará a Dios por el Logos encarnado, que ha asumido la
naturaleza humana y redimido a todos los humanos en esa naturaleza. Erigena subraya la
solidaridad de la humanidad tanto en la caída de Adán como en la resurrección de Cristo.
Cristo lleva de nuevo a la humanidad a Dios. “A algunos los restaura al primer estado de la
naturaleza humana, mientras que a otros los deifíca por encima de la naturaleza humana”;
sin embargo nadie, excepto en el mismo Cristo, se une sustancialmente la naturaleza
humana con la divinidad.

Doctrina

Juan Escoto sigue a san Agustín, y afirma que para entender primero hay que creer. La fe es
punto de partida para la razón. Este punto es válido porque de la fe se parte con verdad, sin
posibilidad de error. Pero el hombre no debe detenerse en ella, al contrario, a partir de ella
el ser racional debe desarrollar el conocimiento de su Creador.
La fe necesita de una ciencia que la complete. La fe ciega conduce a errores graves si la
razón no interviene. La interpretación de los símbolos escriturísticos exige un esfuerzo de la
razón natural para determinar su sentido.
La fe nos conduce a un fin a través de la especulación filosófica. La verdadera filosofía
prolonga el esfuerzo de la fe para alcanzar su objeto.

De Divisione Naturae
La noción de naturaleza para Juan Escoto equivale a la noción de la realidad entre nosotros,
es decir, todo lo que existe, y de alguna manera también todo lo que no existe. El ser se
define como todo lo que puede ser percibido por los sentidos o comprendido por el
entendimiento. Todo ser es el no ser de alguna cosa, y ese no ser tiene más realidad que tal
o cual ser. Lo no comprendido en cualquiera de los dos métodos (percepción sensible e
intelección racional) entra en la categoría del no ser.
Según Escoto Erígena, la naturaleza (toda la realidad) se divide en:
1. Naturaleza que crea y no es creada.
2. Naturaleza que es creada y crea.
3. Naturaleza que es creada y no crea.
4. Naturaleza que ni crea ni es creada.
La primera categoría pertenece naturalmente a Dios, causa de todas las cosas ex nihilo, y a
su vez totalmente incausado. Él es principio de todas las cosas, también es el medio dentro
del cual todas las cosas se mueven y subsisten. También es el término del movimiento de
desarrollo y autoperfección de las creaturas. Esta doctrina, novedosa en su tiempo, está de
acuerdo con la teología cristiana ortodoxa y contiene una clara enunciación de la
trascendencia y la existencia a se de Dios.
Según Juan Escoto, puede decirse que Dios es creado en las creaturas, que es hecho en las
cosas que él hace. Esta doctrina no se ha entendido a cabalidad por muchos críticos,
quienes tildan de panteísta al Erígena, pero en realidad él habla de la manifestación de Dios
a través de las creaturas. El problema está en la expresión a veces muy complicada, pero
siempre se apoya en escritores ortodoxos, como San Agustín y Dionisio Aeropagita, y
aclara sus dichos con estas doctrinas correctas.
Para llegar a algún conocimiento de la naturaleza que crea y no es creada, hacemos uso de
las vías afirmativa y negativa, como lo propone el Aeropagita. Dios es la Superverdad, la
Supersabiduría, la Superciencia… a la que conocemos mediante la negación de atributos
como la verdad, la sabiduría y la ciencia y luego por el paso a la superlatividad de lo
afirmado.
Estos atributos se afirman de Dios de manera metafórica o traslativa. La segunda categoría:
naturaleza que es creada y crea, se refiere a lo que Erígena llama praedestinationes o causas
primordiales y existen en la Palabra o Verbo de Dios. Se refiere a las ideas divinas, los
prototipos de las esencias creadas.
La generación eterna del Verbo de Dios no es un proceso temporal. Lo mismo sucede con
las praedestinationes. La prioridad de Verbo sobre los arquetipos es prioridad lógica, no
temporal, Los arquetipos se dan por generación en la eternidad. En este sentido afirma
Escoto que son creados, y llama a estos arquetipos Naturaleza que crea y es creada.
La Naturaleza que es creada y no crea consiste en la creaturas, exteriores a Dios, que
forman el cosmos, un mundo hecho por Dios a partir de la nada. Juan Escoto llama a estas
creaturas “participaciones” y afirma que participan en las causas primordiales, así como
éstas a su vez participan en Dios.
Las causas primordiales miran hacia arriba, hacia Dios, y al mismo tiempo hacia abajo,
hacia sus efectos múltiples. Las creaturas externas a Dios son una segunda esencia,
derivadas de la primera esencia que son las causas primordiales. Además de ser una
participación, las creaturas son verdadera teofanía, ellas manifiestan a Dios, son “la
aparición de lo que no aparece, la manifestación de lo oculto, la afirmación de lo negado
(referencia a la vía negativa), la comprensión de lo incomprensible, el entendimiento de lo
ininteligible…”. Esto significa que el hombre llega a lo inteligible a través de lo sensible,
El hombre conoce a Dios a través de las creaturas, que son su teofanía.
La cuarta y última categoría, Naturaleza que no crea ni es creada, corresponde a Dios como
término y fin de todas las cosas: “El final de todo el movimiento es su principio, a partir del
cual comienza el movimiento y al que constantemente desea regresar y alcanzar en él
reposo”.
Se trata de un proceso cósmico que afecta a toda la creación, aunque la materia mudable y
no espiritualizada perecerá. En este sentido, el hombre regresará a Dios por el Logos
encarnado, que ha asumido la naturaleza humana y redimido a todos los humanos en esa
naturaleza.
Erígena subraya la solidaridad de la humanidad tanto en la caída de Adán como en la
resurrección de Cristo. Cristo lleva de nuevo a la humanidad a Dios. “A algunos los
restaura al primer estado de la naturaleza humana, mientras que a otros los deifíca por
encima de la naturaleza humana”; sin embargo nadie, excepto en el mismo Cristo, se une
sustancialmente la naturaleza humana con la divinidad.

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