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Crimen y Castigo, una dimensión no contemplada.

Leí Crimen y Castigo en los años sesentas del siglo pasado y en verdad que me impresionó. Con el
paso de los años no retomé la lectura de esta novela tan intensa, solamente de vez en cuando leía
algún ensayo sobre ella.

Ahora el P. Mario Alberto Aguilar la aborda con un comentario, a veces escarpado, para conectar
al enorme escritor ruso con la religión que profesó. Este hecho me hizo retomar gustosamente la
lectura de esta obra y me doy cuenta de que casi no la recordaba. Mi memoria apenas alcanzaba
las escenas del asesinato de la usurera y el traslado del protagonista a Siberia, de ahí en adelante
no había más recuerdos.

Pero una vez que leí el ensayo denominado Sonia: Una aproximación cristiana sobre la redención y
la salvación en Crimen y Castigo de Fiódor Dostoievski, me entusiasmé de nuevo por la novela.

Mario Alberto Aguilar aborda la obra desde una perspectiva religiosa católica ortodoxa, con base
en el Nuevo Testamento y otros pocos autores católicos, y aquí el adjetivo es importante, porque
se trata de teólogos profesionales, dedicados a la reflexión del dato revelado, es decir, una
actividad semejante a la que hace el autor del ensayo aquí comentado.

Dostoievski puso los personajes, los diálogos, la trama, pero no puso el telón de fondo, éste existe
desde el inconsciente del autor, y se refleja hacia el lector como una presencia continua a lo largo
de las páginas de Crimen y Castigo, obra analizada por Aguilar Escobar, donde las culpas y los
remordimientos son armas punzocortantes tanto para Sonia como para Raskólnikov, pecadores
ambos, infractores voluntarios o involuntarios de las leyes sociales y religiosas de su tiempo.

El trabajo de Mario A. Aguilar no es solamente un pretexto para exponer sus ideas sobre la
redención y la salvación, como suele acontecer en este tipo de trabajos. No, Mario Aguilar
entendió el mensaje de la novela y lo interpretó a la luz de sus propios conceptos, porque él tiene
una inspiración vital que lo ha llevado a dedicar su vida completa (profesional y privada) a la
difusión del Evangelio.

Considero que lo que hace el P. Aguilar es perfectamente válido y hasta muy útil. Insistir en las
ideas del Reino de los Cielos en una interpretación de alguna obra literaria es una forma de
pastoral legítima, y éste es un aspecto importante de su ensayo, pues un cristiano también es
capaz de leer una novela con perspectiva religiosa.

Una buena novela resiste diferentes tipos de análisis, como es el caso expuesto por el autor del
ensayo, aunque la misma obra también puede analizarse desde varias otras perspectivas
religiosas, como la musulmana o el cristianismo protestante.

En su ensayo, el autor toma no al protagonista de la obra para analizar su comportamiento, sino a


otro personaje que actúa como espejo de quien lleva el rol principal.

No estoy seguro de que Dostoiesvki haya sido “muy católico” o que haya presentado a Sonia como
una santa en el sentido más convencional de la palabra, más bien lo veo como un hombre lleno de
culpas que busca su propia redención mediante la escritura de obras tan intensas como Crimen y
Castigo o Los Hermanos Karamazov, y creo que logra en parte su propósito, pues la catarsis suele
ser efectiva, sobre todo si se hace mediante la expresión tan penetrante en una novela que
serpentea por los vericuetos psicológicos de los personajes y los dibuja desde dentro de sí mismos,
donde se enseñorean los recuerdos ácidos de los asesinatos cometidos por Raskólnikov, crímenes
que confiesa y reciben su castigo, pero el auténtico y valedero perdón lo recibe de Sonia, quien a
su vez paga con esa acción su pasado pecaminoso de prostitución.

Dos redenciones que se generan en favor del otro: ella se sacrifica por él; y él, a su vez, se
transforma para merecerla. Es un proceso de redención mutua, necesaria para ambos, como lo
propone Dostoievski, y tal sufrimiento puede ser visto a la luz de la psicología de Jung, a través del
cristal simple de la moral social, bajo la mirada del amor y la compasión o simplemente
estremecerse por la suerte de los sufrientes, sin necesidad de acudir a un vínculo explicador más
allá de los hechos mismos.

Y aquí aparece una catarsis múltiple, pues le sirve no solamente al autor, sino a los lectores
atentos, pues el seguir los pasos de los personajes los lleva a achicar sus tensiones y así evitar un
estallido nocivo para ellos mismos y para quienes los rodean.

Pero la lectura que hace Mario no es catártica, tampoco es un abordaje frío de la novela, su lectura
tiene una alta racionalidad envuelta en pensamiento religioso que supera la frialdad de los
conceptos asépticos de la ciencia e incluye la solidaridad con los demás y la entrega al prójimo por
razón de Cristo, es decir, la caridad entendida como el amor en su máxima expresión.

Y es precisamente en lo que pone mientes Mario Aguilar al considerar el comportamiento de


Sonia, una persona que busca la redención propia a través de la salvación ajena, una mujer con
fuerte necesidad de liberación buscada en la salvación de las personas de su entorno.

Aquí Mario nos hace poner atención en los mandatos de Cristo cuando comenta el actuar de
Sonia. La doctrina del evangelio se vive para remediar las necesidades del otro, podemos
liberarnos de nuestras aberraciones internas mediante la entrega amorosa a los demás y también
ayudarlos a su vez en su liberación. La sociedad necesita mucho más que una simple convivencia
pacífica; para vivir en paz se requiere la entrega total al bien del prójimo, solamente así podremos
lograr una armonía social verdadera y duradera.

Es una situación feliz el hecho de que el autor del ensayo encuentre en la lectura de Crimen y
Castigo la necesidad de convivir en armonía de una forma más allá de lo elemental y convencional
que entraña solamente no dañar al otro, sino que nos propone amarlo para lograr la convivencia
ideal, en una utopía alcanzable propuesta por el Evangelio e interpretada en la lectura de esta
novela.

Tiene razón Mario al decir que para redimirse como lo hace Raskólnicov, es necesario que el sujeto
tenga “un espíritu de rectificación moral que lo haga reflexionar y llevar al arrepentimiento, así
mismo a la búsqueda de salvación de la propia vida”, porque sin este requisito de poseer un
espíritu capaz de superarse mediante la reflexión y la búsqueda de la liberación, todo esfuerzo
externo al propio sujeto es inútil, y quien pretenda ayudarlo estaría arando en el desierto.

El sacrificio que propone Aguilar Escobar en su análisis es diferente al que estamos acostumbrados
a ver y que consiste en inmolar una víctima ajena al sujeto que la ofrece. En el estudio presentado
por este autor se trata de un sacrificio de sí mismo, pero no en un ara ceremonial, sino en la vida
cotidiana, inmolación que trasciende al sujeto y beneficia al prójimo, como en este caso en el que
Sonia ofrece sus esfuerzos y sufrimientos para que Rascólnikov encuentre la felicidad en la
liberación de sus demonios recurrentes. La doctrina cristiana nos propone que si queremos
encontrar la felicidad, debemos buscarla y promoverla en los demás, pues solamente si nuestro
entorno es feliz podremos experimentar la felicidad completa. En este punto recuerdo que san
Lucas pone en boca de Jesús que “…el Reino de los Cielos está entre ustedes” (Lc 17,21). Y debe
ser cierto, pues no debo buscarlo en el interior de mí mismo, lo que me convertiría en uno egoísta,
sino entre nosotros, entre los que me rodean y entre los que yo ejerzo influencia para continuar
con la relación pacífica hasta convertirla en caritativa.

Y en el caso de Sonia, el sacrificio no es púnico, es decir, no tiene como fin pagar una culpa en la
que ella ha incurrido, sino que lo hace para que otro (el prójimo) se libere de culpas insondables.
En este punto encontramos una entrega al otro muy particular, ya que no existe un vínculo entre
ella y la expiación y por lo tanto no tiene la obligación de restituir nada y a nadie, sin embargo
Sonia se sacrifica desinteresadamente y sin miramientos, lo que le provoca incomodidades y hasta
dolor. Es aquí donde encontramos una extraña paradoja, pues ella se sentirá satisfecha por haber
sufrido sin necesidad, y verá los dolores e incomodidades como algo agradable por los resultados
que implica su actuación.

Purgar una pena por haber cometido una falta se ve necesario en la dinámica de la sociedad, pues
todo delito requiere la restitución de lo que el delincuente arrebató con su felonía, a eso le
llamamos justicia, en cambio en este caso, Sonia no ha cometido delito y aun así purga una pena
mediante el sacrificio, lo que le da a este acto una calidad más allá de la justicia, que es
precisamente lo que denominamos caridad cristiana bien entendida. Con estos actos caritativos el
individuo y la sociedad se perfeccionan al trascender la justicia, este tipo de acciones nos hace vivir
en un mundo más habitable, nos hace más grata la vida en el planeta y nos permite desarrollarnos
y realizarnos como individuos y como sociedad.

El autor del ensayo llama nuestra atención en la condición de los sujetos implicados en la trama:
una prostituta y un ladrón. La prostitución y el latrocinio son abominables y quienes los ejercen
por lo general son rechazados o castigados por la sociedad, pero aquí Dostoievski nos los propone
como paradigmas para que entendamos las potencialidades humanas, que van más allá de los
prejuicios y las etiquetas que solemos poner a grupos y personas supuestamente perversas.
Además nos recuerda la doctrina de Jesús de Nazaret cuando nos dice que son ellos los que
necesitan redención y a quienes hay que poner atención para implantar el Reino de los Cielos en
nuestra sociedad.

Creo que definitivamente el cristianismo es una doctrina extremista, el amor al prójimo sin medida
ni discriminaciones es lo fundamental en las propuestas del Redentor. En el Evangelio de San Lucas
Jesús nos dice: “Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los
maldicen, y oren por quienes los calumnian. Si alguno te golpea en una mejilla, preséntale también
la otra. Si alguien te quita la capa, deja que se lleve también la túnica. A todo el que te pida, dale; y
a quien se lleve lo que es tuyo, no le pidas que te lo devuelva.” (Lc 6,27 y ss).

Es claro que este mandato está llevado al extremo, lo que lo hace algo muy difícil de cumplir, esto
solamente lo practicarán literalmente solo algunos cuantos privilegiados, simplemente porque va
en contra de los instintos de conservación propios del ser humano, aunque de hecho son
practicables, como nos lo han enseñado San Francisco de Asís, santa Teresa de Calcuta y otros
portentos del comportamiento bondadoso que encontramos en la historia del cristianismo. Y
también así practica Sonia estos mandamientos evangélicos, y Dostoievski no la presenta como
una santa convencional, sino como una prostituta que se relaciona con un ladrón, pero ambos
tienen la capacidad de reflexionar y de cambiar de vida no con un fin pragmático, sino para
establecer en la sociedad una forma de convivencia que va más allá de lo convencional, pero sobre
todo para liberarse de sus traumas psíquicos y sus culpas morales que les corroen el alma y no les
dejan espacio para el sueño reparador. No creo que Mario Aguilar sea un ingenuo cuando nos dice
que “no tendría caso hacerle el bien a quien nos hace el bien, eso lo haría cualquiera, pero no
cualquiera tendría atención sobre el que nos hace o hace mal, de ahí la invitación a ser perfecto
como Dios (Mt 5, 46ss).” Lo que sucede es que el autor del ensayo está viendo como posible y
deseable el aspirar a la perfección para poder alcanzar un mínimo aceptable en la bondad hacia los
demás, pero con la consigna de llegar a la perfección para vivir una utopía, siempre perfectible,
pero absolutamente alcanzable.

Un extremo difícil de entender es el hecho de que Sonia haga que Raskólnikov se entregue para
ser juzgado y enviado a Siberia con la idea de seguirlo para asegurarse de su redención. No
solamente se trata de dar consejos y asegurarse de que el asesorado los cumpla, sino que la
entrega va hasta el extremo de acompañar al convicto con el fin de dar seguimiento a su
conversión y asegurar su salvación, que a fin de cuentas también es la salvación de la misma
Sonia.

Mario Alberto no deja pasar los absurdos morales profesados por gente famosa como Napoleón
Bonaparte, quien justifica el asesinato en aras de un supuesto bien mayor, como hacer que la
humanidad avance. Este argumento es rechazado por el cristianismo, y así lo hace Dostoievski en
su novela, a quien el P. Mario confirma mediante la negación del nihilismo y la sacralidad de la
vida humana, idea que refuerza con una cita del Evangelio de San Mateo. Aquí aparecen con
claridad las convicciones del autor del ensayo, que no deja escapar ocasión para difundir la
bondad de la moral cristiana.

Al final de la novela Dostoievski deja abierta la posibilidad de un matrimonio (o unión estable en


cualquier situación jurídica) entre los dos personajes analizados en el ensayo. Esto es un acierto
del autor de la novela, pues si se hubiera decantado por un matrimonio celebrado una vez que
Raskólnikov hubiera purgado su culpa, habría echado a perder toda la novela con un “amercan
happy end” al estilo Holliwood, algo muy lejano a Dostoievski.

Pecador y heroína, asesino y redentora, binomio presidido finalmente por el amor y el


arrepentimiento mutuo; entrega a la búsqueda de la paz perdida y recuperada, todo narrado en
renglones magistrales, tanto, que resisten cualquier tipo de análisis, como el que hace Aguilar
Escobar, en este caso, desde la lectura bíblica, con la particular lógica del entrecruce de valores
entre Cristo y el evangelio. Novedosa forma de leer a un autor católico y caótico, ente que sufre la
injusticia en carne propia y traslada su propia atrocidad a la Literatura.

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