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Emoción: Hay un quiebre, me emociono. Es reactiva está sujeta al modelo mental. Yo me siento
Estado de ánimo: No hay evento detonador, me invade, no lo veo venir, nos predispone para la
acción. Yo estoy
Por ejemplo, si alguien lo trata con descortesía usted se enojará. Ese sentimiento intenso de ira es
probable que llegue y se vaya con rapidez, quizá en cuestión de segundos. Puede ser que cuando
se encuentre de mal humor se pueda sentir mal por varias horas. Las emociones son reacciones
hacia una persona (ver a un amigo en el trabajo lo hace sentir bien) o un evento (tratar con un
cliente grosero le provoca enojo). Usted manifiesta emociones cuando está “feliz por algo,
enojado con alguien y temeroso de algo”. Por el contrario, los estados de ánimo por lo general no
se dirigen a una persona o evento. Pero las emociones se convierten en estados de ánimo cuando
se pierde la atención del evento u objeto que suscitó el sentimiento. Además, de la misma
manera, los estados de ánimo buenos o malos hacen más emocional su respuesta a un evento. Por
eso, cuando un colega critica la forma en que usted habla a un cliente, se enoja con él. Es decir,
muestra emoción (enojo) hacia un objeto específico (su colega). Pero conforme la emoción
específica se disipa, por lo general usted se siente desalentado.
Ejemplo: Sofía, quien habitualmente interpreta el futuro como positivo y lleno de posibilidades
(podemos decir que su estado anímico es el optimismo), recibe la noticia de la muerte de su
querido profesor de canto. Este le estaba ayudando a desarrollar una nueva carrera como
cantante profesional. Sofía recibe la noticia con gran tristeza. No ver más a su profesor, no tener
más su guía y su aliento, le parece devastador. Piensa que esto puede ser el fin de su incipiente
carrera. Aquí tenemos el caso de alguien que habitualmente interpreta el futuro como positivo y
que, sin embargo, en un momento determinado y gavillado por un evento particular, en este caso
la muerte de alguien, cambia temporalmente su predisposición a la acción. Distinguimos así un
estado anímico, el optimismo, de una emoción, la tristeza. Desde el punto de vista del aprendizaje
del coaching y la ontología, la práctica de la reconstrucción lingüística nos permite penetrar en las
sutilezas de la experiencia emocional de una manera inusual y experimentar, por ejemplo, el
poder de distinguir culpa de vergüenza, indignación de rabia, aceptación de resignación, y de
descubrir juicios que son centrales en nuestros estados anímicos, hasta ahora poderosos
fundamentalmente por desconocidos. Quiero insistir en un punto: la práctica de la reconstrucción
aquí propuesta, el proceso de realizar reconstrucciones lingüísticas de las emociones, es
fundamental en el desarrollo de la capacidad de “leer”coherencias del que hablamos
anteriormente.