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Monitoria de filosofía

Agosto 27 de 2021
Enviarlo al correo: filosofia3y4gabrielfandino@gmail.com
Asunto: Actividad: Elaborar un comentario filosófico del texto.
Nombres y curso.

El comentario de texto1

1. El comentario de un texto filosófico consiste en la emisión de un juicio o consideración sobre el lugar que
ocupan las ideas defendidas en el texto en el conjunto del conocimiento, y en la exposición de nuestro
punto de vista al respecto (no confundáis esto con lo que vosotros llamáis "opinión personal"). Esto
quiere decir que comentar es, ante todo, relacionar. Relacionar las ideas del texto con nuestros
conocimientos. Y relacionar las ideas del texto con nuestras propias ideas sobre el tema.
2. Determinar, mediante el análisis, las ideas principales y las secundarias.
3. Hemos de buscar la relación de esas ideas con nuestros conocimientos, pues es a partir de estas
relaciones como podremos emitir ese juicio o consideración en que consiste el comentario.

4. ¿A qué escuela filosófica pertenece el autor, a cuál se opone? ¿Es un innovador? ¿Qué pretende el autor
con sus afirmaciones? ¿En qué contexto se producen? ¿Qué significado le podemos atribuir? ¿Qué
intención tienen sus palabras? ¿Es correcto todo lo que afirma el autor? Si creemos que no, debemos
aportar nuestra crítica, que debe comprender datos y soluciones. (Por ejemplo: a) si hay errores en el
texto debemos aportar los datos correctos; b) si hay afirmaciones gratuitas debemos explicar por qué
consideramos que lo son; c) si encontramos falsas interpretaciones, de datos o de pensamientos de otro
autor, debemos exponer los datos correctos. Etcétera).
Partes del comentario y características correspondientes
Parte del ejercicio Contenidos que desarrolla
Introducción Elaborada en función del desarrollo y la conclusión
Cuerpo del ejercicio con:

Desarrollo a) análisis
b) comentario propiamente dicho

Conclusión Valoración de lo obtenido en el desarrollo

1
Este sitio fue creado en octubre de 2001 por José María Fouce, Licenciado en Filosofía por la Universidad
de Paris I, Panthéon-Sorbonne, y por la Universidad Central de Barcelona, así como con otros estudios de
postgrado en la Universidad Complutense de Madrid y en la UNED (Universidad Nacional de Educación a
Distancia). https://www.webdianoia.com/estudiar/comentario.htm Cómo estudiar. El comentario de texto
DOS CONCEPCIONES DE LA DIGNIDAD 2

Richard ASHCROFT ha establecido cuatro corrientes o actitudes contemporáneas ante la dignidad


en el ámbito de la reflexión bioética. La primera es la que consiste en el escepticismo ante el
concepto, a la que ya hemos hecho referencia. La segunda es la que la basa en la autonomía de
una u otra forma (de raíz genéricamente kantiana, aunque no sólo). La tercera es la que la asocia
con otros conceptos como el de capacidad, «funcionalidad» (functioning) o interacción social
(presente en los escritos de Amartya SEN o Martha NUSSBAUM, por ejemplo).

Y la cuarta es la que la considera una propiedad metafísica típica de los humanos (la bioética de
raíz cristiana y, en general, de raíz religiosa, aunque no sólo). A estas cuatro actitudes cabe añadir
una quinta: la que no renuncia al concepto de dignidad pero sí a su fundamentación. Esta quinta
actitud da lugar una concepción convencional, según la cual la dignidad humana sería un
presupuesto o axioma del pensamiento y de la acción moral o, para lo que ahora más importa, de
la bioética. Si bien esta actitud es comprensible por el desencanto que suscita lo interminable de
las discusiones sobre el fundamento de las cosas, ha de ser, sin embargo, rechazada, porque una
concepción convencional de la dignidad humana es inconveniente: por irracional, por estéril y por
débil. Es irracional porque atribuye valor intrínseco a todos los seres humanos sin aportar razón
alguna para ello. Es estéril porque de ella no podrían deducirse consecuencias normativas: en
efecto, si no sabemos por qué los seres humanos son moralmente valiosos, entonces no podremos
determinar qué tipo de estatuto y de tratamiento merecen. Más aún, ni siquiera podremos saber
qué significa afirmar que los seres humanos son moralmente valiosos. Y es débil porque no puede
ser defendida con argumentos. A quien preguntase acerca de la razón por la cual son dignos los
seres humanos sólo podríamos responder que son dignos porque sí o porque así ha sido
convenido. Una concepción tan débil estaría expuesta a la postulación de otras concepciones
alternativas de la dignidad, basadas, por ejemplo, en la raza, el sexo, la clase social o la
nacionalidad; y no podría defenderse contra ellas. Estas concepciones de la dignidad, según las
cuales los seres humanos tendrían valores intrínsecos diferentes, serían incluso más fuertes si
contasen con alguna razón en su favor. Desde luego, la lucha contra la esclavitud, el racismo, el
sexismo o el estamentalismo difícilmente habría podido apoyarse en una concepción convencional
de la dignidad humana, que sólo puede ofrecer a cambio un especieísmo injustificado .

Volvamos, pues, al esquema de ASHCROFT. Si dejamos de lado por el momento a los escépticos,
restarán tres concepciones de la dignidad. De entre ellas, asumiré que la vinculada con la obra de
Amartya SEN y Martha NUSSBAUM puede considerarse como situada en algún lugar a medio
camino entre las otras dos o como una variante de alguna de las dos. (En particular, NUSSBAUM
sostiene que la dignidad humana no descansa exclusivamente en la racionalidad o en las
capacidades morales que nos permiten ser autónomos, sino en la suma de una lista de hasta diez
capacidades humanas; y por eso califica su concepción de la dignidad como no kantiana y como
aristotélica. Por tanto, nos quedaremos con dos concepciones de la dignidad: la basada en la
autonomía y la de raíz metafísica. Interesa examinar cómo y hasta qué punto se contraponen la
una a la otra.

2
https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/53026/1/252153.pdf
páginas,47,48, 49 y 50.
La visión del concepto de dignidad como escindido entre estas dos concepciones, más o menos
antagónicas, es la que propone Víctor MÉNDEZ, como el resultado de mirar a nuestra tradición
intelectual . Según la que llama explicación ontológica o cosmológica (la que con más imprecisión
acabo de llamar metafísica), «el valor específico del ser humano (su dignidad) deriva del lugar que
éste ocupa en la naturaleza», es decir, deriva del lugar del ser humano en el orden general del
mundo, un orden que, por supuesto, hay que suponer de posible conocimiento. Según la que
llama explicación ética o antropológica, más moderna, «el valor específico del ser humano deriva
de que éste se postula como un agente racional dotado de libertad y de que se supone que esa
libertad suya es la sede de su valor, la que instituye colectivamente el sentido y la que crea
autónomamente los valores y la ley moral y jurídica». Es decir, la dignidad humana deriva de la
capacidad de los seres humanos para la autonomía.

Una dicotomía similar propone Ramón VALLS, al distinguir entre una dignidad que reside «en la
capacidad de acatar y observar la ley moral, la cual de ninguna manera emana de los humanos
mismos», y una dignidad que consiste «en la capacidad que tenemos los humanos de darnos ley
moral a nosotros mismos». La equivalencia con la distinción anterior es fácil de observar si nos
fijamos en que, por una parte, es esa ley moral de origen externo a nosotros la que determina cuál
es nuestro lugar en el orden general del mundo (o, viceversa, nuestro lugar en el orden general del
mundo es la fuente de la ley moral que rige nuestras acciones); y, por otra parte, esa capacidad de
darnos ley moral a nosotros mismos es lo que se llama «autonomía».

Y también similar es la dicotomía que articula todo el libro de Deryck BEYLEVELD y Roger
BROWNSWORD, uno de los que con mayor extensión se ocupa de la cuestión de la dignidad
humana en el ámbito de la bioética; en él, la contraposición lo es entre la dignidad humana como
apoderamiento (empowerment) y como limitación o restricción (constraint)11 . El rasgo
característico de la primera concepción es su defensa de la autonomía individual; el rasgo
característico de la segunda es su defensa del respeto de la naturaleza humana. También en este
caso podemos ver cómo la dignidad como apoderamiento se corresponde con la dignidad como
autonomía, y cómo la dignidad como limitación o restricción implica una concepción ontológica,
cosmológica o naturalista del ser humano, y una ley heterónoma que debe ser respetada.

Nos hallamos, pues, ante dos concepciones de la dignidad bien diferentes y quizá incluso
contradictorias y, por tanto, mutuamente excluyentes. Si éste fuera el caso, no habría más
remedio que optar por una de las dos, descartando la otra. Vamos a ver si en efecto es así y,
entonces, por cuál deberemos inclinarnos; la cuestión, desde luego, es complicada y desborda el
ámbito tradicional de la bioética para elevarse al de la antropología filosófica, con lo cual ya cabe
anticipar que no podremos siquiera aproximarnos a una solución concluyente. Ahora bien, de aquí
no se sigue que la cuestión no tenga implicaciones bioéticas concretas, más bien todo lo contrario.
Los autores a los que me he referido en los párrafos anteriores ponen ejemplos de cómo la opción
por una u otra concepción supone adoptar actitudes distintas ante ciertos problemas bioéticos
clásicos, sean el de la disposición del propio cuerpo, el tratamiento de los enfermos de alzheimer,
o la eutanasia. Y esto (contra lo que algunos trabajos como los de MACKLIN o PINKER dan a
entender) lo que significa es que la bioética no tiene más remedio que enfrentarse con problemas
filosóficos de gran calado si no quiere caer en la inconsistencia o en la frivolidad.

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