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Contenido

Tema: Análisis del texto filosófico: el escepticismo ante la dignidad.................................................2


Tema: Comentario filosófico: dos concepciones de la dignidad.........................................................4
Tema: Disertación filosófica: La dignidad heterónoma......................................................................7
Tema: Análisis del texto filosófico: el escepticismo ante la dignidad.

Monitoria de filosofía
Agosto 20 de 2021
Enviarlo al correo: filosofia3y4gabrielfandino@gmail.com
Asunto: Actividad: Elaborar un análisis filosófico del texto.
Nombres y curso.

El análisis de un texto filosófico1

A) Para realizar un análisis debemos comenzar la lectura del texto buscando el significado y la estructura
lógica del mismo. Por lo que respecta a la estructura, hemos de prestar atención a los párrafos en que se
divide el texto, así como a los signos de puntuación y a todas aquellas partes del lenguaje -conjunciones,
adverbios...- que ponen en relación las distintas partes del texto. Hemos de atender igualmente a todas las
expresiones utilizadas por el autor para fijar el orden y la importancia de los contenidos, así como la
naturaleza propia de su discurso. Tiempo hasta las 10: 25 ok
Lista de palabras:
B) Hay que releer el texto tantas veces como sea necesario hasta estar completamente seguros de haber
determinado su sentido y estructura.
C) Al tiempo que hacemos este trabajo podemos ir anotando todas las sugerencias que se nos vayan
ocurriendo: aunque la mayoría no vayan a resultar fructíferas siempre habrá algunas que podrán sernos
útiles, ya para fijar el sentido del texto o su estructura, ya para un posible y ulterior comentario (si el análisis
que estamos realizando forma parte de un comentario de texto).
D) Resumir el texto2 nos permite, por supuesto, comprobar el grado de comprensión del mismo que hemos
alcanzado.
E) Hemos de dar todas las explicaciones que consideremos necesarias para fijar con precisión el significado
del texto y su estructura argumentativa.

EL ESCEPTICISMO ANTE LA DIGNIDAD 3

Una manera de abordar el asunto consiste en examinar las razones del escepticismo ante la dignidad para
determinar primero si son suficientes, y si lo son, tratar de ver si son superables mediante alguna precisión o
reelaboración del concepto cuestionado. Es el camino que seguiré aquí. Para ello, voy a utilizar dos textos en
los que la dignidad aparece calificada como «concepto inútil» y como «estupidez». Son sólo dos textos, pero
creo que significativos de un escepticismo más general en el ámbito de la bioética, sobre todo en el ámbito de
la bioética anglosajona.
Ruth MACKLIN, en un corto pero influyente artículo, calificó el concepto de dignidad como «inútil»2. Según
ella, «las apelaciones a la dignidad son o bien reafirmaciones vagas de otras nociones más precisas o meros
1
Este sitio fue creado en octubre de 2001 por José María Fouce, Licenciado en Filosofía por la  Universidad de Paris I,
Panthéon-Sorbonne, y por la Universidad Central de Barcelona, así como con otros estudios de postgrado en
la Universidad Complutense de Madrid y en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia).
https://www.webdianoia.com/estudiar/analisis.htm Cómo estudiar. El análisis.
2
Cómo resumir: 1.-Leer el texto tantas veces como sea necesario. 2.-Repensar el texto y "medirnos" con él, hasta estar
seguros de haberlo comprendido. 3.-Discernir la importancia de cada elemento. 4.-Elegir qué elementos debemos
sacrificar y cuáles destacar. 5.-Expresar, por último, lo que hemos comprendido.
3
“Sobre la dignidad y los principios. Análisis de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la
UNESCO”, María Casado (Coord.), Ed.CIVITAS, 2009 Disponibilidad y acceso en:
https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/53026/1/252153.pdf Páginas, 44, 45 y 46.
eslóganes» sin contenido. En el primer caso, la dignidad puede ser la reafirmación del principio del «respeto
por las personas» (que se traduce en la necesidad de obtener el consentimiento informado, en la exigencia de
confidencialidad y en la necesidad de evitar discriminaciones y prácticas abusivas) o, alternativamente, del
principio de la autonomía individual. El segundo caso ocurre cuando las referencias a la dignidad lo son a un
concepto cuyo sentido no es determinado. Su conclusión es que «aunque la etiología puede ser misteriosa, el
diagnóstico es claro. La dignidad es un concepto inútil en la ética médica y puede ser eliminado sin pérdida
alguna de contenido». La conclusión, desde luego, parece seguirse de la premisa (la dignidad o es una
reafirmación vaga de otros conceptos más precisos o es un concepto vacío); la cuestión es si la premisa es
verdadera.

El otro artículo es el publicado hace unos meses por Steven PINKER, profesor de psicología en Harvard3. Se
trata de una crítica mordaz de Human Dignity and Bioethics, un informe publicado en la primavera de 2008
por el Consejo de Bioética del Presidente (de los Estados Unidos de América; un órgano con fama de
conservador, incluso de reaccionario). Según PINKER, el rol asignado al concepto de dignidad es el de limitar,
mediante el rechazo social y político o incluso la prohibición jurídica, ciertos avances de las biotecnologías.
Sin embargo, el problema es que la dignidad es una noción «subjetiva e imprecisa» que no está a la altura de
las altas exigencias éticas que se le asignan. A su juicio, hay tres características de la dignidad que minan su
capacidad para servir como fundamento de la bioética, a saber: la dignidad es relativa, es fungible y puede
ser dañina. La dignidad es relativa porque lo que se ha considerado y considera digno es muy diverso. La
dignidad es fungible porque estamos siempre dispuestos a sacrificarla por otros bienes o valores. Y la
dignidad puede ser dañina porque a menudo determinadas concepciones de la dignidad se imponen
autoritariamente causando daños a un buen número de personas.

En consecuencia, también para PINKER el concepto de dignidad es «casi» inútil. «Casi», porque sí tiene un
sentido bien identificable que merece un pequeño hueco en nuestra percepción moral: la dignidad entendida
como «decoro» (PINKER no usa la palabra, ni ningún otro sinónimo, aunque claramente se está refiriendo a
él); pero la necesidad de respetar el decoro en las relaciones personales, dice, no es sino otra aplicación del
principio de autonomía, en la medida en que consiste en tratar a la gente como le gusta ser tratada, o bien en
la medida en que el menoscabo del decoro puede facilitar el desprecio por los demás y, por ello, favorecer la
tendencia a violar su autonomía.

El ensayo de PINKER termina por advertir de que el progreso biotecnológico puede ser retrasado por la
bioética neoconservadora de raíz católica que se aferra al concepto de dignidad y, si así fuera, millones de
personas sufrirán y morirán sin necesidad. «Y ésta –dice– sería la mayor afrenta de todas a la dignidad».

En definitiva, para los escépticos, la dignidad: (1) es un término vacío, sin significado, y las apelaciones a la
misma no tienen ningún sentido identificable; o (2) es un término que designa otros conceptos, como el de
respeto o autonomía o decoro, pero de manera más imprecisa y, por ello, peor. La consecuencia es que la
bioética puede prescindir del término sin pérdida alguna y con ganancias.

Los análisis de la dignidad de MACKLIN y PINKER tienen debilidades bien visibles. MACKLIN debería
preguntarse, cosa que no hace, por qué debemos respeto a las personas, dado que el respeto debido a
alguien o a algo depende de alguna cualidad que ese alguien o ese algo posee. Si es porque son seres
autónomos, entonces ella misma incurre en el vicio que denuncia, esto es, la multiplicación de los conceptos
más allá de lo necesario, pues la dignidad no designaría respeto o autonomía, sino sólo la segunda4. Aún en
este caso, habría debido preguntarse qué sucede con los seres humanos desprovistos de autonomía: sus
avatares vitales, ¿no son acaso también objeto de la bioética? ¿Estaría ella dispuesta a sostener que los
seres no autónomos no merecen ningún respeto? Y si el respeto debido a las personas deriva de una fuente
distinta de la autonomía, ¿cuál es esa fuente? MACKLIN no dice nada sobre ello. Esto, por un lado.
Tema: Comentario filosófico: dos concepciones de la dignidad

Monitoria de filosofía
Agosto 27 de 2021
Enviarlo al correo: filosofia3y4gabrielfandino@gmail.com
Asunto: Actividad: Elaborar un comentario filosófico del texto.
Nombres y curso.

El comentario de texto4

1. El comentario de un texto filosófico consiste en la emisión de un juicio o consideración sobre el lugar que
ocupan las ideas defendidas en el texto en el conjunto del conocimiento, y en la exposición de nuestro
punto de vista al respecto (no confundáis esto con lo que vosotros llamáis "opinión personal"). Esto
quiere decir que comentar es, ante todo, relacionar. Relacionar las ideas del texto con nuestros
conocimientos. Y relacionar las ideas del texto con nuestras propias ideas sobre el tema.
2. Determinar, mediante el análisis, las ideas principales y las secundarias. (color)
3. Hemos de buscar la relación de esas ideas con nuestros conocimientos, pues es a partir de estas
relaciones como podremos emitir ese juicio o consideración en que consiste el comentario.

4. ¿A qué escuela filosófica pertenece el autor, a cuál se opone? ¿Es un innovador? ¿Qué pretende el autor
con sus afirmaciones? ¿En qué contexto se producen? ¿Qué significado le podemos atribuir? ¿Qué
intención tienen sus palabras? ¿Es correcto todo lo que afirma el autor? Si creemos que no, debemos
aportar nuestra crítica, que debe comprender datos y soluciones. (Por ejemplo: a) si hay errores en el
texto debemos aportar los datos correctos; b) si hay afirmaciones gratuitas debemos explicar por qué
consideramos que lo son; c) si encontramos falsas interpretaciones, de datos o de pensamientos de otro
autor, debemos exponer los datos correctos. Etcétera).
Partes del comentario y características correspondientes
Parte del ejercicio Contenidos que desarrolla
Introducción Elaborada en función del desarrollo y la conclusión
Cuerpo del ejercicio con:

Desarrollo a) análisis
b) comentario propiamente dicho

Conclusión Valoración de lo obtenido en el desarrollo

Dos concepciones de la dignidad 5

4
Este sitio fue creado en octubre de 2001 por José María Fouce, Licenciado en Filosofía por la Universidad
de Paris I, Panthéon-Sorbonne, y por la Universidad Central de Barcelona, así como con otros estudios de
postgrado en la Universidad Complutense de Madrid y en la UNED (Universidad Nacional de Educación a
Distancia). https://www.webdianoia.com/estudiar/comentario.htm Cómo estudiar. El comentario de texto
Richard ASHCROFT ha establecido cuatro corrientes o actitudes contemporáneas ante la dignidad en el
ámbito de la reflexión bioética. La primera es la que consiste en el escepticismo ante el concepto, a la que ya
hemos hecho referencia. La segunda es la que la basa en la autonomía de una u otra forma (de raíz
genéricamente kantiana, aunque no sólo). La tercera es la que la asocia con otros conceptos como el de
capacidad, «funcionalidad» (functioning) o interacción social (presente en los escritos de Amartya SEN o
Martha NUSSBAUM, por ejemplo).
Y la cuarta es la que la considera una propiedad metafísica típica de los humanos (la bioética de raíz cristiana
y, en general, de raíz religiosa, aunque no sólo). A estas cuatro actitudes cabe añadir una quinta: la que no
renuncia al concepto de dignidad pero sí a su fundamentación. Esta quinta actitud da lugar una concepción
convencional, según la cual la dignidad humana sería un presupuesto o axioma del pensamiento y de la
acción moral o, para lo que ahora más importa, de la bioética. Si bien esta actitud es comprensible por el
desencanto que suscita lo interminable de las discusiones sobre el fundamento de las cosas, ha de ser, sin
embargo, rechazada, porque una concepción convencional de la dignidad humana es inconveniente: por
irracional, por estéril y por débil. Es irracional porque atribuye valor intrínseco a todos los seres humanos sin
aportar razón alguna para ello. Es estéril porque de ella no podrían deducirse consecuencias normativas: en
efecto, si no sabemos por qué los seres humanos son moralmente valiosos, entonces no podremos
determinar qué tipo de estatuto y de tratamiento merecen. Más aún, ni siquiera podremos saber qué significa
afirmar que los seres humanos son moralmente valiosos. Y es débil porque no puede ser defendida con
argumentos. A quien preguntase acerca de la razón por la cual son dignos los seres humanos sólo podríamos
responder que son dignos porque sí o porque así ha sido convenido. Una concepción tan débil estaría
expuesta a la postulación de otras concepciones alternativas de la dignidad, basadas, por ejemplo, en la raza,
el sexo, la clase social o la nacionalidad; y no podría defenderse contra ellas. Estas concepciones de la
dignidad, según las cuales los seres humanos tendrían valores intrínsecos diferentes, serían incluso más
fuertes si contasen con alguna razón en su favor. Desde luego, la lucha contra la esclavitud, el racismo, el
sexismo o el estamentalismo difícilmente habría podido apoyarse en una concepción convencional de la
dignidad humana, que sólo puede ofrecer a cambio un especieísmo injustificado .
Volvamos, pues, al esquema de ASHCROFT. Si dejamos de lado por el momento a los escépticos, restarán
tres concepciones de la dignidad. De entre ellas, asumiré que la vinculada con la obra de Amartya SEN y
Martha NUSSBAUM puede considerarse como situada en algún lugar a medio camino entre las otras dos o
como una variante de alguna de las dos. (En particular, NUSSBAUM sostiene que la dignidad humana no
descansa exclusivamente en la racionalidad o en las capacidades morales que nos permiten ser autónomos,
sino en la suma de una lista de hasta diez capacidades humanas; y por eso califica su concepción de la
dignidad como no kantiana y como aristotélica. Por tanto, nos quedaremos con dos concepciones de la
dignidad: la basada en la autonomía y la de raíz metafísica. Interesa examinar cómo y hasta qué punto se
contraponen la una a la otra.
La visión del concepto de dignidad como escindido entre estas dos concepciones, más o menos antagónicas,
es la que propone Víctor MÉNDEZ, como el resultado de mirar a nuestra tradición intelectual . Según la que
llama explicación ontológica o cosmológica (la que con más imprecisión acabo de llamar metafísica), «el valor
específico del ser humano (su dignidad) deriva del lugar que éste ocupa en la naturaleza», es decir, deriva del
lugar del ser humano en el orden general del mundo, un orden que, por supuesto, hay que suponer de posible
conocimiento. Según la que llama explicación ética o antropológica, más moderna, «el valor específico del ser
humano deriva de que éste se postula como un agente racional dotado de libertad y de que se supone que
esa libertad suya es la sede de su valor, la que instituye colectivamente el sentido y la que crea

5
https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/53026/1/252153.pdf
páginas,47,48, 49 y 50.
autónomamente los valores y la ley moral y jurídica». Es decir, la dignidad humana deriva de la capacidad de
los seres humanos para la autonomía.
Una dicotomía similar propone Ramón VALLS, al distinguir entre una dignidad que reside «en la capacidad de
acatar y observar la ley moral, la cual de ninguna manera emana de los humanos mismos», y una dignidad
que consiste «en la capacidad que tenemos los humanos de darnos ley moral a nosotros mismos». La
equivalencia con la distinción anterior es fácil de observar si nos fijamos en que, por una parte, es esa ley
moral de origen externo a nosotros la que determina cuál es nuestro lugar en el orden general del mundo (o,
viceversa, nuestro lugar en el orden general del mundo es la fuente de la ley moral que rige nuestras
acciones); y, por otra parte, esa capacidad de darnos ley moral a nosotros mismos es lo que se llama
«autonomía».
Y también similar es la dicotomía que articula todo el libro de Deryck BEYLEVELD y Roger BROWNSWORD,
uno de los que con mayor extensión se ocupa de la cuestión de la dignidad humana en el ámbito de la
bioética; en él, la contraposición lo es entre la dignidad humana como apoderamiento (empowerment) y como
limitación o restricción (constraint)11 . El rasgo característico de la primera concepción es su defensa de la
autonomía individual; el rasgo característico de la segunda es su defensa del respeto de la naturaleza
humana. También en este caso podemos ver cómo la dignidad como apoderamiento se corresponde con la
dignidad como autonomía, y cómo la dignidad como limitación o restricción implica una concepción
ontológica, cosmológica o naturalista del ser humano, y una ley heterónoma que debe ser respetada.
Nos hallamos, pues, ante dos concepciones de la dignidad bien diferentes y quizá incluso contradictorias y,
por tanto, mutuamente excluyentes. Si éste fuera el caso, no habría más remedio que optar por una de las
dos, descartando la otra. Vamos a ver si en efecto es así y, entonces, por cuál deberemos inclinarnos; la
cuestión, desde luego, es complicada y desborda el ámbito tradicional de la bioética para elevarse al de la
antropología filosófica, con lo cual ya cabe anticipar que no podremos siquiera aproximarnos a una solución
concluyente. Ahora bien, de aquí no se sigue que la cuestión no tenga implicaciones bioéticas concretas, más
bien todo lo contrario. Los autores a los que me he referido en los párrafos anteriores ponen ejemplos de
cómo la opción por una u otra concepción supone adoptar actitudes distintas ante ciertos problemas bioéticos
clásicos, sean el de la disposición del propio cuerpo, el tratamiento de los enfermos de alzheimer, o la
eutanasia. Y esto (contra lo que algunos trabajos como los de MACKLIN o PINKER dan a entender) lo que
significa es que la bioética no tiene más remedio que enfrentarse con problemas filosóficos de gran calado si
no quiere caer en la inconsistencia o en la frivolidad.
Tema: Disertación filosófica: La dignidad heterónoma.

Monitoria de filosofía
Septiembre 8 de 2021
Enviarlo al correo: filosofia3y4gabrielfandino@gmail.com
Asunto: Actividad: Elaborar una disertación filosófica del texto.
Nombres y curso.

La disertación se suele dividir en tres partes claramente diferenciadas: la introducción, el desarrollo


propiamente dicho, y la conclusión. Sobre la introducción y el desarrollo es válido lo que se ha explicado para
el comentario.
1) Qué posición defenderé sobre ese tema. (Conclusión).
2) Qué contenidos, argumentos, puedo utilizar para defender dicha opinión, y en qué orden. (Desarrollo).
3) Cómo situar al lector para una mejor comprensión del asunto que trato. (Introducción).
Partes de la disertación y características correspondientes
Parte del ejercicio Contenidos que desarrolla
Introducción Elaborada en función del desarrollo y la conclusión.
Cuerpo del ejercicio con el desarrollo de los argumentos que me permiten defender la
Desarrollo conclusión.

Conclusión Breve exposición y valoración de la tesis defendida.

LA DIGNIDAD HETERÓNOMA
Adaptando una indicación de Ramón VALLS, uso la expresión «dignidad heterónoma» para referirme a esa
concepción que Víctor MÉNDEZ llama «ontológica o cosmológica» y a la que BEYLEVELD y
BROWNSWORD llaman «dignidad como restricción», marcando así con claridad la contraposición con la
concepción de la dignidad basada en la autonomía. De acuerdo con ella, los seres humanos son dignos en
función del lugar que les ha sido atribuido en el orden general del mundo, y su conducta será adecuada a esta
dignidad en la medida en que sepan conservar ese lugar para sí y para los demás y, más allá de eso, en la
medida en que se comporten de acuerdo con las normas que rigen ese orden general.
Seguramente, la versión más extendida e influyente de esta concepción es la de raíz religiosa y, en nuestra
tradición cultural, la de raíz cristiana, bien representada por la doctrina católica. Desde este punto de vista, los
seres humanos son dignos (es decir, específicamente valiosos) porque todos ellos, a diferencia de los demás
seres terrenales, poseen un alma inmortal, o bien porque todos ellos han sido creados a imagen y semejanza
de Dios. Además, los seres humanos tienen la capacidad para conocer (descubrir) la ley natural, sobre todo
en la parte que regula su conducta, y la voluntad para decidir respetarla y así actuar de acuerdo con esa
dignidad suya.
Una concepción religiosa de la dignidad humana es, desde luego, respetable como creencia privada. Sin
embargo, a los efectos que aquí interesan, ninguna concepción religiosa de la dignidad humana es, como tal,
aceptable. No lo es en la medida en que una concepción de este tipo esté basada en la revelación y no en la
razón, es decir, en la medida en que sea una concepción irracional y, por lo tanto, sólo asumible por aquellos
que participan de la iluminación divina de la conciencia. Nosotros, en cambio, requerimos una concepción
racional de la dignidad, es decir, una concepción que sea comunicable argumentativamente a los demás, y
que los demás estén en condiciones de aceptar o rechazar de acuerdo con razones. Pues, en efecto, lo que
buscamos es dotar de sentido a ciertas cláusulas de un documento público de intención ecuménica (una
Declaración «universal»), y esta labor interpretativa se ha de basar sólo en la razón en tanto que todos
participamos de ella, a diferencia de la revelación, al alcance sólo de algunos afortunados. En realidad, toda
bioética pública debe ser una bioética laica, y así también las concepciones de la dignidad que nos es dado
admitir.
Pero el campo de las que llamo concepciones heterónomas de la dignidad no se agota con las de origen
religioso. También es posible sostener una concepción de la dignidad que, siendo de origen y articulación
racional, se base en la posición del ser humano en el orden general del mundo y no, o no sólo, en su
capacidad para la autonomía. Es el caso de las concepciones laicas de lo humano de raíz aristotélica y
carácter teleológico, según las cuales lo humano se define (entre otras cosas) por su «fin»21 . De acuerdo
con ellas, podemos distinguir dos elementos constitutivos de la naturaleza humana: el que caracteriza al ser
humano tal como es y el que caracteriza al ser humano tal como podría llegar a ser si alcanzase su fin o, con
otras palabras, «tal como podría ser si realizara su naturaleza esencial»22 . De acuerdo con una antropología
teleológica, la dignidad humana puede considerarse heterónoma porque viene determinada por una
determinada manera de ser (actual y potencial) que no es elegida por el propio ser humano, sino que está ya
establecida y forma parte del orden general del mundo. Esto no significa que la autonomía moral no tenga un
lugar en la afirmación de la dignidad humana (al contrario, lo tiene), sino que la fuente de esta dignidad no es
sólo la autonomía moral. Los seres humanos son dignos porque son autónomos, pero el sentido y valor de la
autonomía precisa de un criterio acerca de lo bueno para el ser humano, y este criterio es heterónomo,
porque no depende sólo de la propia determinación del sujeto autónomo.
Trataremos de precisar un poco mejor todo esto en el epígrafe siguiente, siempre teniendo en cuenta que
andamos a la busca de un concepto de dignidad que posea esa fertilidad normativa que parece ser requerida
por el rol que se le asigna en textos como la Declaración o como algunas constituciones o, genéricamente, el
que se le asigna en las discusiones bioéticas. Ha quedado dicho que el concepto kantiano de dignidad no
parece bastar para eso, pero de aquí no se sigue que haya que renunciar a la filosofía moral kantiana, porque
en ésta también puede encontrarse una antropología teleológica, como bien pone de manifiesto Adela
CORTINA en el Estudio Preliminar a su edición de La metafísica de las costumbres que vengo citando23 . Si
cabe afirmar, con ella, que, para KANT, «la ética se convierte en la vertiente axiológica de la antropología» o
que «la teleología configura el núcleo de la ética kantiana», entonces lo que se plantea en el párrafo anterior
no es una nueva instancia del supuesto dilema «ARISTÓTELES o KANT». Otra cosa es la coherencia interna
de la filosofía moral kantiana, y el hecho de que algunas filosofías morales neokantianas hayan optado por un
formalismo y una «modestia» que, probablemente, sí sean incompatibles con una concepción enriquecida de
la dignidad humana como la que tratamos de encontrar.
Por tanto, reitero, el uso del término «dignidad» en la obra de KANT no es el mismo que el uso de ese mismo
término en los contextos normativos que ahora nos ocupan (y, en particular, en el contexto de la Declaración).
Ambos usos son aceptables, siempre que no se confundan. No se trata, pues, de renunciar al concepto
kantiano de dignidad, sino de ser conscientes de que ése no es el concepto de dignidad que parece estar
presente en tales contextos normativos bioéticos o constitucionales. En éstos encontramos un concepto
normativo, sustantivamente cargado, que, sin duda, presupone o incluye ese valor intrínseco de lo humano
que KANT llamó «dignidad», pero que además comprende un relato de la vida humana buena que, también
sin duda, queda más allá del sentido que KANT dio al término.

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