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Emociones básicas y desarrollo de la personalidad

Virgilio Peláez Barquet

Etimológicamente la palabra emoción procede del latín emotio, que deriva en


emovere, del prefijo e- o ex- (salir o desde) y movere (trasladar o impresionar). Por
lo tanto, la motivación es el acto de hacer mover a alguien.

“Se conoce por definición de emoción al conjunto de respuestas orgánicas que siente
una persona cuando reacciona ante algunos estímulos externos que le facilita
adaptarse a una circunstancia con relación a un individuo, lugar, objeto, entre otros.
Estas se caracterizan por ser una perturbación del ánimo por un periodo corto, pero,
de mayor ímpetu que un sentimiento” (Pérez, 2021: 1).
Los sentimientos por su parte son resultado de las emociones, los cuales se
incorporan en procesos de racionalización. A diferencia de la emoción que es un
acto inmediato, el sentimiento es perdurable. La emoción constata el hecho de que
el organismo está vivo, interactúa con el entorno y construye respuestas tendientes
a la autoprotección. “Se puede decir entonces que los sentimientos son la
recopilación de emociones y pensamientos, una emoción respuesta orgánica puede
transformarse en sentimiento a medida que el individuo tome conciencia de ello”
(Ibídem).

Aunque las emociones son respuestas orgánicas es conveniente que el sujeto


aprenda a convivir con ellas para evitar que su aparición derive en efectos negativos
tanto al momento de su aparición como al derivarse en sentimiento, pues en ambas
situaciones será perturbado su equilibrio psicológico, fisiológico y social.

A continuación, se indican los diferentes tipos de emociones:

Emociones básicas. Son aquellas que se comparten en todas las culturas y es


indistinto en ambos sexos. Ejemplos: ira, miedo, tristeza, alegría, asco y sorpresa.

Emociones primarias. Emergen en los individuos desde su nacimiento. Ejemplos:


ira, miedo, tristeza, alegría, asco y sorpresa.

Emociones secundarias. Aparecen con la madurez neuronal aproximadamente a


partir de los tres años edad y está fuertemente involucrado el proceso de
socialización transitado por el sujeto. Ejemplos: culpa, vergüenza, orgullo, celos,
bochorno, aburrimiento, envidia.
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Virgilio Peláez Barquet

El sujeto manifiesta diferentes reacciones emocionales: fisiológicas, psicológicas y


conductuales. Pérez (2021) a la letra las detalla de la manera siguiente:

“El factor fisiológico de la emoción son las variaciones que se desenvuelven


en la función del sistema nervioso central (SNC) y que se encuentra
relacionado con los mecanismos de cognición que descifran la información que
capta el organismo y las fases emocionales que se originen… el factor
subjetivo de la emoción es el grupo de procesos cognitivos conectados con las
reacciones emocionales a ciertas características del medio y a cambios
fisiológicos… Las reacciones conductuales son el factor perceptible de las
personas asociado a condiciones mentales emocionales. Se cree que las
reacciones del comportamiento a los contextos emocionales” (Ibídem: 2-3).

Las emociones son reacciones funcionales para la protección del propio sujeto, por
ejemplo:

• Felicidad. Fortalece vínculos.


• Tristeza. Reconocimiento de pérdidas y contribuye a desarrollar empatías.
• Miedo. Alerta ante la presencia de un peligro
• Ira. Sentimiento de autoprotección
• Sorpresa. Detonante para construir explicaciones.
• Asco. Rechazo a estímulos desagradables.

Es así como en otra clasificación se pueden considerar las emociones como


positivas, negativas o neutras dependiendo la percepción de agrado o rechazo.

La posmodernidad caracterizada por la industrialización e inacabada individuación,


dio al traste a la vida predecible (no necesariamente grata) de las sociedades que
le precedieron. El individualismo inconcluso centró al sujeto como el único
responsable de sus actos, ubicándose por encima del colectivo, generando así un
incremento de estímulos nerviosos.

“El tipo de individualidad propio de las metrópolis tiene bases sociológicas que se
definen en torno de la intensificación del estímulo nervioso, que resulta del rápido e
ininterrumpido intercambio de impresiones externas e internas” (Simmel, 1977: 2).
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En una sociedad agresiva, volátil, impredecible (ver sociedades líquidas de


Bauman) repleta de torbellinos ideológico económicos, el sujeto se concibe a sí
mismo incapacitado a transformar su mundo material por lo que inconscientemente,
y como medida de protección, construye una actitud blasée adormeciendo los
efectos de las reacciones emocionales naturales.

“Dentro de esta actitud la concentración tan alta de hombres y cosas estimula el


sistema nervioso del individuo hasta a sus máximos grados de excitación. Por medio
de la mera intensificación cualitativa de los mismos factores condicionantes esta
excitación se transforma en su opuesto y desemboca en el hastío tan peculiar en la
actitud blasée. En este caso los nervios encuentran en el rechazo a reaccionar ante
los estímulos la última posibilidad de acomodo frente a las formas y contenidos de la
vida metropolitana. La autoconservación de ciertos tipos de personalidad se logra al
precio de devaluar todo el mundo objetivo, y esta devaluación es la misma que
finalmente arrastra a nuestra personalidad individual a sentir en carne propia la misma
desvalorización” (Simmel, op. cit., 5).

La aberrante propuesta de vivir feliz en medio de la distopía es la triste solución que


nuestras sociedades posmodernas ofrecen al sujeto, incluso se ha construido el
absurdo constructo de inteligencia emocional ¿en realidad me puedo emocionar de
manera inteligente?

“…la Inteligencia Emocional es un constructo que nos ayuda a entender de qué


manera podemos influir de un modo adaptativo e inteligente tanto sobre nuestras
emociones como en nuestra interpretación de los estados emocionales de los
demás. Este aspecto de la dimensión psicológica humana tiene un papel fundamental
tanto en nuestra manera de socializar como en las estrategias de adaptación al medio
que seguimos” (Regader, 1989: 1).
El sujeto se socializa entonces desde el absurdo, la humanización del hombre para
contrarrestar los efectos de su naturaleza animal permite reducirlo a un ente
adaptativo y no transformacional. Vivir en el ello es lo animal, vivir en el yo es el
sufrimiento y vivir en el superyó es vivir dentro de la inteligencia emocional. ¿Cómo
determino mi grado de felicidad artificial? Acercándome al superyó ¿Cómo
determino mi grado de felicidad real? Reconociéndome en el ello. ¡Ser o no ser,
esa es la cuestión!

Nos construyen personalidades que se ajustan a las necesidades gregarias y


cuando hemos madurado lo suficiente para deconstruirnos, el terror de ser quien
quiero ser me lanza a ser quien debo ser bajo la mirada complaciente de los demás
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hasta que la autonegación cumple su cometido y termino queriendo ser lo que debo
ser, es decir, el momento en que he interiorizado las normas sociales al grado que
podría matar por ellas para defender a aquel que soy que nunca quise ser.

Referencias

Pérez, M., (2021). Emoción. Recuperado el día 23 de febrero del 2021 en:
https://conceptodefinicion.de/emocion/
Regader, B., (1989). ¿Qué es la Inteligencia Emocional? Recuperado el día 23 de enero
del 2021 en: https://psicologiaymente.com/inteligencia/inteligencia-
emocional
Ruiz, L., (2021). Clasificación de las emociones 1: Básicas, Primarias y Secundarias.
Recuperado el día 23 de febrero del 2021 en:
https://www.aulafacil.com/cursos/psicologia/inteligencia-emocional-
principales-conceptos-teoricos/clasificacion-de-las-emociones-1-
basicas-primarias-y-secundarias-l34472
Simmel, G., (1977). La metrópolis y la vida mental. Recuperado el día 23 de febrero del
2021 en:
http://www.bifurcaciones.cl/004/bifurcaciones_004_reserva.pdf

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