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República Bolivariana de Venezuela.

Ministerio del Poder Popular para la Educación universitaria, Ciencia y Tecnología.


Colegio Universitario de Psicopedagogía.
I Semestre-Nocturno.
Técnicas de Estudio I.

Las Emociones.

Profesora:
Alumnas:
Migdalia Mora de Ortiz. Blanco
Ruth.
Gamero
Jessica.
Tovar
Deniuska.

Caracas, Noviembre del 2017.


Índice.

Introducción
1. Emoción.
2. Componentes de las emociones.
3. Complejidad de las emociones.
4. Tipos de emociones.
4.1 Felicidad.
4.2 Ira.
4.3 Miedo.
4.4 Asco.
4.5 Tristeza.
5. Funciones.
6. Variables implicadas en la emoción (teorías sobre la emoción).
6.1 Posiciones evolucionistas.
6.2 Variables psicofisiológicas.
6.3 Aspectos conductuales.
6.4 Variables cognitivas.
7. La importancia de las emociones.
8. Teorías de las emociones.
9. ¿Por qué nos emocionamos?
10. Inteligencia Emocional.
10.1 Campos de la inteligencia emocional.
10.2 Características de una persona emocionalmente inteligente.
11. Conclusiones.
12. Referencias bibliográficas.
Introducción
En la siguiente monografía se hablarà sobre las emociones, su función, variables,
importancia, teorias, porque de las emociones e inteligencia emocional.
Son reacciones autónomas que nuestro cuerpo experimenta ante un determinado
estímulo. Sin embargo, todas ellas luego derivan en sentimientos más
prolongados en el tiempo.
Tanto las emociones como los sentimientos nos señalan algo que tenemos que
saber o tener en cuenta.
Segun lo han demostrado diversos estudios, las emociones juegan un papel
fundamental en los procesos de salud de una persona lo cual le permite
establecer su posición respecto al entorno que lo rodea, siendo impulsada
hacia otras personas, objetos, acciones o ideas.
Las emociones funcionan también como una especie de depósito de influencias
innatas y aprendidas.
En un primer tiempo se presentan los puntos fundamentales que expone dicha
teoría.

Tanto las emociones como los sentimientos nos señalan algo que tenemos que
saber o tener en cuenta.
Segun lo han demostrado diversos estudios, las emociones juegan un papel
fundamental en los procesos de salud de una persona lo cual le permite
establecer su posición respecto al entorno que lo rodea, siendo impulsada
hacia otras personas, objetos, acciones o ideas.
Las emociones funcionan también como una especie de depósito de influencias
innatas y aprendidas
1. Emoción.

¿Que son las emociones?


Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción
subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y
endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia.

2. Componentes de las emociones.


Las emociones poseen unos componentes conductuales particulares, que son
la manera en que éstas se muestran externamente. Son en cierta medida
controlables, basados en el aprendizaje familiar y cultural de cada grupo:

● Expresiones faciales.

● Acciones y gestos.

● Distancia entre personas.

● Componentes no lingüísticos de la expresión verbal (comunicación no


verbal).

Los otros componentes de las emociones son fisiológicos e involuntarios,


iguales para todos:

● Temblor.

● Sonrojarse

● Sudoración

● Respiración agitada

● Dilatación pupilar

● Aumento del ritmo cardíaco

Estos componentes son los que están en la base del polígrafo o del “detector
de mentiras”. Se supone que cuando una persona miente siente o no puede
controlar sus cambios fisiológicos, aunque hay personas que con entrenamiento sí
pueden llegar a controlarlo.

3. Complejidad de las emociones.


La complejidad de las emociones La aparente simplicidad de las emociones
humanas encierra abundantes complejidades, problemáticas y paradojas.

Las emociones sentidas por el sujeto nunca deben ser consideradas como
simples respuestas mecánicas o fisiológicas a las variaciones producidas en el
entorno. Tal y como han puesto de relieve diversas teorías, la experiencia
emocional de un sujeto dependerá de muchos factores: de cómo valore consciente
y/o inconscientemente los hechos; de a qué/quién atribuya la
causa/responsabilidad de esos hechos; de sus expectativas ante la situación; de la
identidad social activa en cada momento; o de la identificación del sujeto con otras
personas, grupos o colectivos.

Según la teoría de la apreciación (Brody, 1999: 23), los seres humanos no


somos meros mecanismos biológicos sentientes, sino que valoramos
cognitivamente los elementos del entorno antes de experimentar o de expresar una
emoción. Hochschild (1983), aplicando a todas las emociones la idea de Sigmund
Freud (1948) de que la ansiedad advierte a las personas de un grave peligro para
su salud mental, sostiene que todas las emociones funcionan como mensajeros
para el yo, que cumplen una función de señal, y que por tanto son adaptativas y
útiles en el largo plazo de la evolución y en el corto plazo de la interacción (Stryker,
2004). Pero además de cumplir una función de señal, las experiencias emocionales
también causan un impacto y dejan una marca, a veces indeleble, que condiciona
las futuras disposiciones del sujeto.

Según las teorías de atribución (Lawler et al., 2008: 523), la emoción


experimentada no dependerá tan sólo del hecho en sí mismo, sino también de la
atribución causal que realice el sujeto. Si el sujeto cree que otro ha sido el
causante de un hecho indeseable, sentirá ira; sentirá culpa o pena si considera que
él es el responsable; y tristeza o desesperación si atribuye el hecho al destino
(Brody, 1999: 24).

Según la teoría de las expectativas (Turner and Stets, 2006: 36), la valoración
de un mismo objeto, hecho o persona dependerá de las expectativas previas que
tenga el sujeto, lo que puede modificar la experiencia emocional resultante. En el
ámbito de la interacción social, un factor clave es si los individuos están a la altura
de las expectativas que despiertan en los otros según cual sea su posición de
poder o estatus.

Las teorías de la identidad (Stryker, 2004), al reconocer y atender el hecho de


que tanto las identidades de rol como las identidades sociales o grupales operan
en posiciones culturalmente definidas de la estructura social, también vinculan las
emociones con las expectativas que los actores tienen en cada interacción social:
en la medida que verifiquen o no su identidad sentirán emociones positivas o
negativas (Burke and Stets, 2009).

Algunas teorías, como las teorías intergrupales de la emoción, ponen de


manifiesto que los sujetos experimentan emociones, no sólo por aquello que les
sucede a ellos personalmente, sino también por lo que le sucede a los grupos
sociales a los que pertenecen y/o con los que se identifican (Devos et al., 2002;
Mackie et al., 2000; Yzerbyt et al., 2003). De ahí que como sostuviera Durkheim en
Las formas elementales de la vida religiosa, existan emociones colectivas,
emociones socialmente compartidas (BarTal et al., 2007; Braithwaite, 2004) y
procesos de contagio emocional (Hatfield et al., 1994).

La complejidad de las emociones humanas también deriva de la dialéctica


existente entre experiencia y expresión emocional; de la capacidad que tienen las
emociones para transmutarse y agruparse conformando sucesivas estructuras
emocionales; y de la múltiple composición que configura la naturaleza de cualquier
estado afectivo.

En el mundo de las emociones la distinción entre experiencia emocional


interna, o sentimiento subjetivo, y expresión emocional, o conjunto de
manifestaciones externas, es fundamental. Podemos expresar lo que sentimos
mediante palabras, gestos faciales, tonos vocales, conductas y cambios
fisiológicos. Ahora bien, la relación existente entre experiencia y expresión es
confusa y problemática (Brody, 1999). En primer lugar, la expresión emocional no
puede quedar reducida a simple y mera manifestación de un estado interno, pues
la expresión, orientada comunicativamente hacia el otro, emerge en el contexto de
la interacción social (Marinetti et al., 2011: 32). Un niño que se ha caído al suelo
puede llorar porque el golpe le duele, o puede llorar para reclamar la atención de
sus padres. En segundo lugar, no está demostrado que los sentimientos internos
produzcan los cambios fisiológicos o corporales externos. Para Damasio (1994),
son los cambios fisiológicos los que desencadenan el sentimiento subjetivo: no
temblamos porque sentimos miedo, sino que tenemos miedo porque temblamos.
En suma, las manifestaciones externas cumplen una función expresivo-emocional,
pero también una función socio-comunicativa (Marinetti et al., 2011: 32).

El estudio de la emoción nunca es sencillo porque las emociones forman parte


de un proceso vivo y pueden sufrir múltiples y enigmáticas transmutaciones,
voluntarias e involuntarias, conscientes e inconscientes. La vergüenza se puede
convertir en rabia, la alegría en llanto o el dolor en placer. Represión, negación,
desplazamiento, proyección, sublimación o atribución son algunos de los
mecanismos de defensa que pueden alterar las emociones (Turner, 2008: 326).
Además, es obvio que ni experimentamos las emociones aisladamente, una por
una, ni constituyen estados estáticos en el tiempo. Nuestra vida afectiva es un
proceso dinámico cargado de múltiples cadenas y estructuras emocionales.

Finalmente, la complejidad de las emociones también se manifiesta en su


composición. La teoría multidimensional de las emociones (Scherer, 2001)
considera que una emoción tiene cinco componentes: cognitivo;
neurofisiológico; motivacional; expresivo; y de sentimiento subjetivo. Shott
(1979: 1318) sostiene que al menos dos elementos, la excitación fisiológica y
un etiquetado cognitivo como afectivo, son necesarios para que el actor
experimente una emoción. Thoits (1989: 318) distingue entre: valoración de
estímulos situacionales; cambios fisiológicos o corporales; gestos expresivos; y
una etiqueta cultural aplicada a combinaciones específicas de los tres primeros
componentes. En suma, el sentimiento subjetivo consciente constituye tan sólo
uno de los elementos esenciales implicados en la experiencia emocional.

5. Funciones.
5.1 Nos motivan a tomar medidas

Ante situaciones estresantes, nos ayudan a tomar una decisión que nos
permita superar el estrés para hacer algo para mejorar la situación.

En situaciones de emociones positivas, ayudan a minimizar la probabilidad de


sentir emociones negativas. Además, ayudan a evitar situaciones que podrían
potencialmente conducir a estados negativos.

5.2 Nos ayudan a sobrevivir, a prosperar y a evitar el peligro

Charles Darwin creía que las emociones son adaptaciones que permiten a los
seres humanos y animales sobrevivir y reproducirse. Cuando estamos enojados,
estamos propensos a enfrentar la fuente de nuestra irritación. Cuando
experimentamos miedo, somos más propensos a huir de la amenaza. Cuando
sentimos amor, podríamos buscar a un compañero y reproducirnos.

5.3 Pueden ayudarnos a tomar decisiones

Además de motivarnos a tomar decisiones, también nos ayudan a elegir. De


hecho, tienen una gran influencia en las decisiones que tomamos. Los
investigadores han encontrado que personas con ciertos tipos de daños cerebrales
que afectan a su capacidad emocional tienen una menor capacidad para tomar
buenas decisiones.

Incluso en situaciones donde creemos que nuestras decisiones se guían


exclusivamente por la lógica y la racionalidad, las emociones juegan un papel
clave. Se ha demostrado que la inteligencia emocional, en cuanto que refleja la
capacidad de comprender y manejar las emociones, juega un papel básico en la
toma de decisiones.
5.4 Permiten que otras personas nos entiendan

Cuando interactuamos con otras personas, las emociones nos permiten enviar
señales de cómo nos sentimos para que los demás lo entiendan. Estas señales,
pueden incluir la expresión emocional a través del lenguaje corporal o la
manifestación verbal explícita, que aclare lo que sentimos.

5.5 Nos permiten comprender a los demás

Así como nuestras propias emociones proporcionan información valiosa a los


demás, las expresiones emocionales de los que nos rodean nos dan una gran
cantidad de información social.

La comunicación social es una parte importante de nuestras vidas y relaciones


diarias, y ser capaz de interpretar y reaccionar ante las emociones de los demás es
esencial. De esta forma podemos responder de manera adecuada y construir
relaciones más profundas en diversas situaciones sociales.

6. Variables implicadas en la emociòn.

6.1 Posiciones evolucionistas.

Una de las características principales de la emoción, como bien han puesto de

manifiesto las teorías evolucionistas, es la función adaptativa de las


emociones, tanto como facilitadoras de la respuesta apropiada ante las exigencias
ambientales, como inductoras de la expresión de la reacción afectiva a otros
individuos. Así, según la primera de estas funciones, la cólera facilitaría el ataque,
mientras que el miedo

favorecería la huída o la inmovilidad corporal defensiva, por ejemplo. Respecto


a la segunda de las funciones, la expresión de cólera puede servir para amedrentar
a otro individuo en una situación comprometida, mientras que la expresión de
miedo podría ser útil para apaciguar una reacción intensa por parte de un agresor.

Uno de los postulados principales de esta orientación es el de la existencia de

emociones básicas, necesarias para la supervivencia y que derivan de reacciones


similares en los animales inferiores. El resto de emociones ("emociones derivadas")
se generan por combinaciones específicas de aquéllas (Plutchik, 1984). En las
emociones básicas el componente innato es mucho más patente, lo que se refleja
en la similitud de expresión en todos los individuos de la misma especie.

En lo que se refiere a la expresión emocional, tanto histórica como


teóricamente, el objeto de estudio de mayor interés ha sido la expresión facial de
las emociones. La universalidad de la expresión y el reconocimiento facial de las
emociones se ha tomado como indicador de la existencia de patrones innatos de
respuesta emocional, evidencia de la continuidad filogenética de las emociones
(Darwin, 1872/1984) y, principalmente, como constatación de la existencia de una
serie de emociones básicas cuyo reconocimiento sería universal en la especie
humana y fruto de las cuales derivarían el resto de reacciones afectivas.

En este aspecto el legado de Darwin es palpable tanto a nivel conceptual como

metodológico (Chóliz y Tejero, 1995). Las teorías evolucionistas asumen los


principios darwinistas de que:

a) Las emociones cumplen un papel fundamental en la evolución, facilitando


las respuestas adaptativas que exigen las condiciones ambientales.
b) Que existen una serie de emociones fundamentales de las cuales derivan el
resto de las emociones secundarias.

c) Que dichas emociones aparecen en todos los seres humanos y tanto la


expresión como el reconocimiento de las mismas es innato y universal.

Para demostrar tales asertos los procedimientos experimentales son los


mismos que ya utilizara Darwin hace más de cien años, a saber, el estudio de la
expresión emocional en niños y ciegos de nacimiento (que no han podido
aprenderlo de otras personas), o el estudio de la expresión y reconocimiento de las
emociones en individuos de diferentes

culturas.

Según Plutchik (1991), las implicaciones de la teoría de Darwin respecto a la

psicología de la emoción podrían resumirse en cinco preguntas relativas a la


expresión

de las emociones:

a) ¿cuál es la naturaleza precisa de la expresión que estamos

observando?

b) ¿de qué otras respuestas se ha desarrollado a nivel ontogenético?

c) ¿cuál es el origen filogenético de la misma?

d) ¿qué estados internos y estímulos específicos interaccionan para producir


tal conducta (causa proximal)?

e) ¿qué implicaciones tiene para la supervivencia (causa final)?.


Según el propio Plutchik, aquellas disciplinas que pretenden dar respuesta a
alguna de estas cuestiones representan la herencia de Darwin.

No obstante, tal y como hemos comentado anteriormente, es un hecho


controvertido

tanto la existencia de emociones básicas como el que la expresión y


reconocimiento de las mismas sea innato y universal.

6.2 Variables psicofisiológicas.

La importancia de las variables psicofisiológicas arranca de la concepción de


James

(1884) de que la emoción aparece como consecuencia de la percepción de los


cambios fisiológicos producidos por un determinado evento. En el caso de que no
existan tales percepciones somáticas la consecuencia principal sería la ausencia
de cualquier reacción afectiva. Además, las emociones similares se caracterizarían
por un patrón visceral y fisiológico similar, bien es cierto que dando pie a cierta
especificidad individual.

El postulado principal de los modelos psicofisiológicos, que se derivan de la

hipótesis de James-Lange, presupone que cada reacción emocional se podría


identificar por un patrón fisiológico diferenciado (Ax, 1953), o al menos existirían
algunos de ellos que caracterizarían a las emociones similares entre sí. Esta
pretensión se fundamenta teóricamente en el fraccionamiento direccional (Lacey,
1967; Lacey y Lacey, 1980), fenómeno caracterizado por el hecho de que ante una
reacción determinada unas variables autonómicas manifiestan los efectos de
activación simpática, mientras que la reacción de otras se distingue por una
respuesta parasimpática, lo que favorece la aparición de patrones de respuesta
diferenciados para cada reacción afectiva. Las investigaciones sobre este particular
han sido numerosas y todavía son de actualidad, algunas de las cuales han puesto
de relieve patrones fisiológicos de respuesta característicos de diferentes
emociones (Levenson, Ekman y Friesen, 1990; Cacioppo ycols., 1993). Así, por
ejemplo, en lo que se refiere a la frecuencia cardiaca, las emociones negativas
(miedo e ira) producen incrementos mayores en la misma que las positivas, como
la alegría. Si analizamos las diferencias entre las propias emociones negativas, las
reacciones de ira, miedo y tristeza suelen manifestar incrementos más elevados en
frecuencia cardiaca que las de asco. Por su parte, y referente a la conductancia,
los incrementos más significativos aparecen en las reacciones de tristeza, miedo,
ira y asco, mientras que emociones como la alegría producen variaciones mínimas
en dicha respuesta. Por último, en cuanto a la temperatura digital, la ira es la que
suele generar incrementos más elevados, mientras que el miedo se caracteriza por
un descenso en esta respuesta.

El hecho de que no hayan podido establecerse diferencias entre todas las


emociones puede ser reflejo de que se precisan otro tipo de registros fisiológicos
menos utilizados en la investigación experimental en este campo, tales como
respiración, o porque de hecho sea posible distinguirlas por la expresión facial,
pero no en base a las reacciones vegetativas. Estos resultados podrían explicarse
mediante la hipótesis de la especificidad autonómica, en concreto, mediante la
existencia de programas psicobiológicos para cada emoción que, una vez puestos
en marcha, activan los diferentes componentes (motores, autonómicos, etc.). La
existencia de tales programas psicobiológicos facilitaría la realización de conductas
adaptativas relacionadas con cada una de las emociones, tal y como hemos
señalado anteriormente.

No obstante, los resultados no son concluyentes, además de que los estudios


presentan serias dificultades metodológicas (Schmidt-Atzert, 1981). Solamente
podemos argumentar que es posible que existan patrones fisiológicos diferentes de
respuesta en función de las reacciones emocionales, pero no podemos concluir
que
dichos patrones de respuesta sean consistentes para un tipo de reacción
emocional determinada.

Otro de los tópicos relevantes en este área es la asunción de que existen


diferencias individuales en el patrón de respuesta fisiológico, de forma que la
reacción individual característica ante distintas exigencias ambientales puede ser la
responsable de la susceptibilidad a determinados trastornos. Wenger y Cullen
(1972) señalaron que puede establecerse un índice del equilibrio entre las dos
ramas del sistema nervioso autónomo, al que denominó balance autonómico, que
estaría directamente relacionado con la aparición de trastornos psicosomáticos.
Muy relacionado con este índice está el concepto de estereotipia individual, la
evidencia de que cada individuo puede mantener de forma consistente patrones
fisiológicos de respuesta característicos ante determinadas exigencias ambientales
o estados emocionales. Si se trata de patrones de respuesta excesivos (por su
elevada intensidad o frecuencia) y potencialmente peligrosos (por la disfunción que
generan), ello puede conducir a la aparición de trastornos orgánicos si es expuesto
frecuentemente a dichas situaciones, a pesar de que tales condiciones no generen
alteración alguna en otras personas que no manifiestan este patrón de respuesta.
Un ejemplo de estereotipia individual es el modelo de predisposición psicobiológica
de Bakal y Kaganov (1977), del que una de las derivaciones más interesantes es la
explicación de la génesis de cefaleas. Según esta hipótesis, quienes padecen
cefaleas tienden a presentar un patrón de respuesta de evitación no sólo ante los
estímulos potencialmente peligrosos, o aversivos, sino también ante los neutros
(que deberían generar una respuesta de orientación) (Vallejo y Labrador, 1983).

El procedimiento de investigación de dicha predisposición que se ha realizado


más frecuentemente es exponer a diferentes personas (con trastornos
psicosomáticos y sin trastornos psicosomáticos) a diferentes estímulos que
produzcan característicamente, bien una respuesta de orientación, bien una de
defensa. El patrón psicofisiológico desadaptativo que generaría las disfunciones
somáticas debería ser el hecho de reaccionar desadaptativamente, manifestando
respuesta de evitación en los casos en que debiera responder simplemente con
reacciones de orientación. A pesar de lo sugerente de esta hipótesis, nosotros no
obtuvimos resultados concluyentes en un estudio similar (Chóliz, Ibáñez, Capafóns,
Aliaga y Sáez, 1989).

La metodología utilizada en las investigaciones de tradición psicofisiológica


consiste

en evaluar los cambios producidos a nivel de la actividad del sistema nervioso


central, autónomo o somático en diferentes condiciones experimentales de
inducción de reacciones emocionales. Los sistemas de respuesta más utilizados
han sido la respuesta

electrodermal (Shagass, 1972; Palmero y Jara, 1993), actividad gastrointestinal


(Davis,1986), reactividad cardiovascular (Blascovich y Katkin, 1993), actividad
muscular, o respiratoria (Chóliz, 1993). En la misma línea, Andreassi (1995) analiza
recientemente la asimetría en el EEG durante la experiencia de diversas
emociones. Palmero (1993) ofrece una descripción más extensa de las
modalidades de evaluación psicofisiológica más utilizadas en Psicología de la
Motivación y Psicología de la Emoción.

6.3 Aspectos conductuales.

En la tradición conductista las emociones se entienden como respuestas

condicionadas que se generan cuando un estímulo neutro se asocia con un EI


que es capaz de elicitar una respuesta emocional intensa. Las primeras
elaboraciones teóricas, puestas de manifiesto por Watson (Watson y Rayner, 1920;
Watson, 1925), dieron pie a otras aportaciones como la teoría de los dos factores
(Mowrer, 1947) en la que se defiende que la adquisición y consolidación de la
respuesta emocional (en este caso (fobias) se desarrolla en dos etapas, una
primera de adquisición de la RC mediante condicionamiento clásico y una segunda
de consolidación, en la que la conducta de evitación de los EC's produce un alivio
de la RC, respuesta que se mantiene mediante reforzamiento negativo.
Posteriormente, Rescorla y Solomon (1967) desarrollan la teoria moderna de los
dos procesos, en la que se pone de manifiesto cómo puede producirse una
reacción emocional tanto en el proceso de condicionamiento clásico, como en el
operante, en función de si los Ed's, o EC's indican presencia o ausencia de
contingencias aversivas o apetitivas. El valor de este modelo estriba en que
pueden establecerse predicciones acerca de los efectos de dicha reacción
emocional en la conducta operante, concretamente cómo la reacción emocional
puede fortalecer o debilitar la conducta establecida previamente. Las predicciones
de este modelo se han corroborado a nivel experimental con los paradigmas de
estudio de la respuesta emocional condicionada (REC) y automodelamiento
(Rachlin, 1988).

Estas investigaciones son especialmente relevantes por cuanto se


circunscriben a un área de investigación de gran relevancia y actualidad en
condicionamiento, como es la interacción entre condicionamiento clásico y
operante y los efectos que ambos procedimientos de aprendizaje ejercen el uno
sobre el otro. En dicha interacción las reacciones emocionales juegan un papel de
extraordinaria relevancia, puesto además de manifiesto por el hecho de que desde
las formulaciones teóricas del aprendizaje se asuma que dicha interacción no
sólamente se produce a nivel externo, sino también a nivel interno (Millenson y de
Villiers, 1972).

En la tradición conductista, el hecho de poder predecir cómo puede verse


afectada la operante en función de la reacción emocional, hace que las emociones
pierdan la consideración (para dicha orientación) de causas internas, ficticias e
imaginarias de la conducta, para convertirse en un proceso digno de estudio por
sus efectos en el comportamiento (Chóliz, 1994d).

Para finalizar, debemos destacar que, ni la respuesta emocional condicionada


ejerce su influencia sólamente como inhibidora del condicionamiento (si bien la
supresión condicionada es posiblemente el área experimental donde se han
realizado mayor número de investigaciones), ni el papel del condicionamiento
operante se ciñe exclusivamente a la reducción de la RC de miedo o de ansiedad.
Por poner solamente unos ejemplos, el hecho de que puedan reforzarse
positivamente las respuestas emocionales viene constatándose desde las primeras
investigaciones sobre biofeedback y condicionamiento de respuestas emocionales
(Kimmel, 1967; Miller, 1969). La respuesta emocional puede aprenderse incluso
por aprendizaje vicario (Bandura y Rosenthal, 1966), mantenerse aún en
condiciones que debieran producir extinción de la RC, tal y como se pone de
manifiesto en el modelo de incubación de ansiedad (Eysenck, 1968, 1985; Chorot,
1989), al tiempo que las modificaciones en el proceso de contingencia pueden
acarrear severas alteraciones emocionales, como se evidencia en Psicología de la
Emoción: el proceso emocional las investigaciones sobre indefensión aprendida
(Seligman, 1975: Abramson, Seligman y Teasdale, 1978).

A nivel metodológico, los trabajos desde esta perspectiva han utilizado como
paradigma experimental los procesos de condicionamiento, especialmente el
condicionamiento clásico. Digamos que hasta la aparición de las técnicas de
biofeedback (Miller, 1969) uno de los axiomas fundamentales era que el operante y
el respondiente diferían incluso en los procesos implicados. Uno de los ejemplos
paradigmáticos era la suposición de que las respuestas viscerales y glandulares,
reguladas por el sistema nervioso autónomo no son susceptibles de ser
condicionadas de forma operante (Skinner, 1938; Mowrer, 1947). Dada la relación
entre la actividad de dichas respuestas y las reacciones afectivas, así como el
hecho de la incomodidad del concepto de emoción en el análisis experimental de la
conducta (Skinner, 1953), durante décadas el condicionamiento clásico, y no el
operante, ha sido el procedimiento de elección en la investigación sobre emoción y
condicionamiento.

Todo cambió cuando a principios de la década de los sesenta, Neal E. Miller y


su equipo de la Universidad de Rockefeller realizaron una serie de experimentos
que supusieron un hito en la comprensión de la relación entre procesos de
condicionamiento, emociones y salud. Independientemente de si la modificación de
la respuesta se establecía con la mediación del sistema nervioso central y de la
musculatura esquelética, o no, lo cierto es que se puso de evidencia el hecho de
que podía condicionarse de forma operante respuestas gobernadas por el sistema
nervioso autónomo, tales como frecuencia cardiaca, presión sanguínea,
temperatura, o nivel de secreción de orina. Por otro lado, las técnicas de
biofeedback demostraron su utilidad no sólamente en la modificación de trastornos
somáticos, sino también en alteraciones emocionales. Según Vila (1984), la
aplicación de las técnicas de biofeeback en la intervención ante alteraciones
emocionales se basa en el hecho de que es el procedimiento más eficaz en la
modificación del patrón fisiológico de la reacción emocional. Servirá tanto para
modificar o eliminar las reacciones fisiológicas características de las alteraciones
emocionales, como para la inducción de patrones fisiológicos propios de estados
emocionales adaptativos.

6.4 Variables cognitivas.

Según algunos autores la emoción es una consecuencia de los procesos


cognitivos.

La diferencia entre los diferentes acercamientos teóricos estriba en el papel


que le otorgan a determinado proceso en la génesis de la reacción emocional
(Cano, 1995a, 1995b) como, por ejemplo, la evaluación de la situación y de las
estrategias de coping(Lazarus, 1991a, 1991b), expectativas y conformidad con
normas sociales (Scherer, 1984, 1992), a la atribución de causalidad (Weiner,
1986), o a las diferencias en procesamiento de la información emocionalmente
relevante (Mathews y MacLeod, 1994).

En las aproximaciones cognitivas iniciales de la emoción se defendia que la


reacción ante una situación es de tipo fisiológico, consistente en un incremento
difuso y generalizado de la activación. Posteriormente, la interpretación cognitiva
de dicha reacción fisiológica es la que determinará la cualidad de la emoción
(Marañón, 1924; Schachter y Singer, 1962; Mandler, 1975). En cualquier caso la
emoción necesariamente surgiría como consecuencia de los dos factores que
hemos señalado:

activación e interpretación cognitiva.


La magnitud de la reacción fisiológica determinaría la intensidad de la reacción
emocional, mientras que los procesos cognitivos darían razón de la cualidad de la
misma. Posteriormente, Arnold (1960) señalaría que los procesos cognitivos no
surgen sólamente después de haberse producido una reacción fisiológica y como
interpretación de la misma, sino que se produce una evaluación primaria de la
situación ambiental antes incluso de la propia reacción fisiológica. Se trata de una
primera interpretación global del estímulo como bueno o malo (es decir,
agradable/desagradable, beneficioso/peligroso, etc.). Más recientemente, Mandler
(Mandler, 1982; MacDowell y Mandler, 1989) argumenta que, si bien las dos
variables principales implicadas en la génesis de la reacción emocional son el
arousal y la interpretación cognitiva, son estas últimas las que determinan la
emoción. El arousal sólamente sería el sustrato. La relevancia del arousal sería
muy limitada, ya que las personas sólamente son capaces de distinguir entre un
arousal elevado y otro bajo, pero no el nivel de otras variables fisiológicas
concretas, de forma que el grado de activación ejercería un papel indiferenciado
únicamente en el grado de intensidad de la emoción. Incluso la propia activación
podría producirse por una incongruencia en los esquemas cognitivos (ocurrencia
de un hecho inesperado o no ocurrencia de un evento previsto). Esta activación, a
su vez, instiga a una interpretación cognitiva de la situación que es la que
determinaría la cualidad de la emoción.

Así pues, desde Marañón a Mandler, los autores que defienden posiciones
cognitivas han ido otorgando progresivamente un papel de mayor relevancia a los
procesos cognitivos que el simple etiquetado de una reacción fisiológica, e incluso
han destacado que lo verdaderamente necesario para que se produzca una
emoción son los procesos cognoscitivos implicados.

De entre todos los procesos cognitivos, los más destacables son los siguientes:

6.4.1 Procesos de valoración cognitiva.


Lazarus (1977, 1993) desarrolla su modelo teórico de las emociones
basándose en la teoría cognitiva del estrés que había establecido con anterioridad
(Lazarus, 1966).

Según postula este modelo, en un primer momento se evalúan las


consecuencias positivas o negativas de una situación determinada (valoración
primaria).

Posteriormente se analizan los recursos que se poseen para hacer frente a


dicha situación (valoración secundaria). La cualidad de la reacción emocional es
consecuencia directa de los procesos de valoración cognitiva (Lazarus, 1982) y
cada evaluación conduce a un tipo de emoción, manifestada por una tendencia a
acción y expresión características.

Para Lazarus no es adecuado plantear si la emoción precede a la cognición o


si es consecuencia de la misma. La relación es bidireccional y ambas están
intrínsecamente unidas, ya que la cognición es una parte fundamental de la
emoción, que le proporciona la evaluación del significado.

6.4.2 Atribución de causalidad.

Según Weiner (1980, 1985, 1986; 1992, 1993) la reacción emocional puede

analizarse siguiendo la secuencia atribución-emoción-acción. Específicamente,


después de la ejecución conductual acontece una valoración primaria ceñida a las
consecuencias agradables o desagradables de la misma. Surgiría una primera
emoción preliminar. En un segundo momento, y esto es lo verdaderamente
relevante para Weiner, se analizan las causas de dicho resultado. En función de
dicha atribución de causalidad emerge la emoción más elaborada. Dicha emoción
será la que ejerza ulteriormente un papel motivacional en la conducta posterior.
A continuación, resumimos las atribuciones causales más importantes y el
estado emocional evocado en función de la consecución, o no, del objetivo de la
conducta.

A. Éxito, consecución del objetivo pretendido

Atribución causal Estado emocional


evocado

Esfuerzo Relajación

Habilidad Sentirse orgulloso

Suerte Sorpresa

Exito es responsabilidad de otros Gratitud

Dificultad de la tarea Sentirse orgulloso

B. Fracaso, no consecución del objetivo pretendido

Atribución causal Estado emocional


evocado

Esfuerzo Vergüenza, culpa.

Habilidad Incompetencia

Suerte Sorpresa

Fracaso es responsabilidad de otros Ira


Dificultad de la tarea Resignación

6.4.3 Control de evaluación de los estímulos.

Según Scherer (Scherer, 1984, 1988, 1992; Pittam y Scherer, 1993) los
estímulos internos o externos se evalúan jerárquica y organizadamente en una
serie de pasos, o fases. Como consecuencia de dicho proceso de evaluación
emergen las emociones correspondientes. Dado el valor adaptativo de las
emociones y el papel que ejercen en la supervivencia, se entiende que dicho
control se ejecute de forma jerárquica y ordenada.

La secuencia es la siguiente: 1) novedad del estímulo (lo que supone una


primera valoración de la peligrosidad del evento), 2) dimensión placentera-
displacentera, 3) si propicia la consecución de una meta o una necesidad, 4)
capacidad de enfrentarse a la situación y consecuencias sobre el organismo y 5) la
compatibilidad con las normas sociales o personales. Cada una de las emociones Commented [1]: Baby, no consigo el chat haha.

puede analizarse en función de esta secuencia de evaluación. Las que han sido
estudiadas con mayor profundidad de acuerdo con este esquema son: alegría,
tristeza, vergüenza, ira, asco y miedo.

6.4.4 Imágenes mentales.

ang (1977, 1979, 1990) postula que las imágenes mentales pueden entenderse
como una estructura proposicional que incluye componentes perceptivos y
semánticos.
Semejante estructura proposicional de la imagen es la que induce las
reacciones fisiológicas que acompañan a las emociones, de forma que puede
utilizarse el entrenamiento en imaginación para el control de diferentes procesos o
alteraciones emocionales (Lang, 1979), dado que las respuestas fisiológicas
inducidas están directamente relacionadas con el tipo de imagen entrenada.

6.4.5 Procesamiento de información emocionalmente relevante.

(Mathews y MacLeod, 1994). Los estados emocionales (tanto normales como

patológicos) están relacionados con patrones característicos de procesamiento


de la información emocionalmente relevante (Mathews y MacLeod, 1994). Así, por
ejemplo, la excesiva atención a la información amenazante puede generar
reacciones de ansiedad, de la misma forma que la incapacidad para eliminar los
pensamientos intrusivos negativos autorreferentes genera episodios depresivos.
Las diferencias individuales en el procesamiento de información emocionalmente
relevante es el componente cognitivo de la vulnerabilidad diferencial a trastornos
emocionales, de las cuales el fracaso de las técnicas que intentan eliminar la
información amenazante bajo condiciones de estrés es una de las principales
causas originarias de las alteraciones afectivas.

7. La importancia de las emociones.

Por mucho tiempo, las sociedades humanas negaron o desconocieron la


importancia de aquellas emociones complejas mencionadas en el párrafo anterior.
No fue hasta fines del siglo XIX y principios del siglo XX que las emociones, con el
desarrollo de las teorías de la psicología, comenzarían a ser reconocidas como
parte fundamental de la persona como individuo, pero también de la persona como
ser social que convive con otros y que está inserto en un medio que lo rodea y lo
determina.
De este modo, gracias al desarrollo de la psicología y las ciencias que estudian
la mente humana se pudo comprender que las emociones son centrales para
comprender el comportamiento, la manera de pensar y de actuar de una persona.
En esto influyen un sinfín de elementos como la historia familiar, la región donde se
vive, la realidad económica que la persona vive, el acceso a una vida social plena o
no, etc. Todos estos elementos delimitan las emociones básicas y complejas de
una persona y la hacen única frente al resto por lo cual terminan convirtiéndose
ellas en un elemento importantísimo de nuestras identidades.

8. Teoría de las emociones.

8.1 La teoría de James-Lange.

Estamos en el siglo XIX y William James junto al científico danés Carl Lange
nos explicaron que las emociones dependen de dos factores: los cambios físicos
que suceden en nuestro organismo ante un estímulo y la posterior interpretación
que hagamos de ellos después.

Es decir, para estos autores la reacción fisiológica se desencadena antes de


los pensamientos o sentimientos subjetivos. Algo que sin duda tiene matices y que
nos ofrece sin duda una visión algo determinista.

8.2 El modelo Schacter-Singer.

Nos vamos ahora a los años 60, a la prestigiosa Universidad de Yale, para
conocer a dos científicos: Stanley Schacter y Jerome Singer. Ambos afinaron un
poco más las teorías existentes hasta ese momento sobre qué son las emociones
y dieron forma a su conocido e interesante modelo.
Schachter y Singer nos enseñaron que las emociones pueden aparecer,
efectivamente, al interpretar las respuestas fisiológicas periféricas de nuestro
cuerpo, tal y como nos explicaron William James y Carl Lange. Sin embargo, y aquí
llega la novedad, también pueden darse a raíz de una evaluación cognitiva. Es
decir, nuestros pensamientos y cogniciones pueden desencadenar también una
respuesta orgánica y la posterior liberación de una serie de neurotransmisores que
activarán una emoción determinada y una respuesta asociada.

8.3 Paul Ekman, el pionero en el estudio de las emociones

Si deseamos saber qué son las emociones tenemos que pasar casi de forma
obligada por la obra de Paul Ekman. Cuando este psicólogo de la Universidad de
San Francisco empezó a estudiar este tema, creía como la mayor parte de la
comunidad científica que las emociones tenían un origen cultural.

No obstante, tras más de 40 años de estudios y análisis de gran parte de las


culturas que conforman nuestro mundo, concluyó una tesis que Darwin ya enunció
en su momento: las emociones básicas son innatas y resultado de nuestra
evolución. De este modo, y dentro de su teoría, Ekman estableció que el ser
humano se define por un conjunto de emociones básicas y universales en todos
nosotros:

-Alegría. -Ira. -Miedo. -Asco. -Sorpresa. -


Tristeza.

Más tarde, y a finales de los años 90 amplio esta lista al estudiar más
profundamente las expresiones faciales:

-Culpa. -Bochorno. -Desprecio. -Complacencia. -


Entusiasmo.
-Orgullo. -Placer. -Temor. -Asco o repulsión. -
Satisfacción.

-Sorpresa. -Vergüenza.

8.4 La rueda de las emociones, de Robert Plutchik.

La teoría de Robert Plutchik nos explica qué son las emociones desde un punto
de vista más evolucionista. Este médico y psicólogo nos facilitó un interesante
modelo en el que quedan bien identificadas y diferenciadas 8 emociones básicas.
Todas ellas habrían garantizado nuestra supervivencia a lo largo de nuestra
evolución. A ellas habría que sumar otras emociones secundarias e incluso
terciarias, que habríamos ido desarrollando con el tiempo para adaptarnos mucho
mejor a nuestros entornos.

Todo este interesante enfoque da forma a lo que se conoce ya como la “rueda


de las emociones de Plutchik”. En ella podemos apreciar cómo las emociones
varían en grado y en intensidad. Así, y como ejemplo, es interesante recordar que
la ira es menos intensa que la furia. Comprenderlo nos ayudará a regular un poco
mejor nuestras conductas.

8.5 Teoría De Schacter-Singer (1962).

Esta teoría mantiene que las emociones son debidas a la evaluación cognitiva
de un acontecimiento, pero también a las respuestas corporales. La persona nota
los cambios fisiológicos, advierte lo que ocurre a su alrededor y denomina sus
emociones de acuerdo a ambos tipos de observaciones.

8.6 Zajonc (1980, 1984).

Esta teorìa explica que nuestras emociones pueden ser más rápidas que
nuestras interpretaciones de una situación, lo cual implica que:
“sentimos algunas emociones antes de pensarlas y quealgunas vías nerviosas
implicadas en la emoción no pasan por las áreas corticales vinculadas al
pensamiento.”

8.7 Lazarus (1981,1998).

Aquì se plantea que la valoración e identificación de los acontecimientos


también determinan nuestras respuestas emocionales.

8.8 Teorías de Cannon-Bard (1927)

En 1927 Walter Cannon argumentó en contra de la posición de James-Lange,


argumentación que fue luego ampliada por Philip Bard (1938). Mediante la
investigación de laboratorio, mostraron que las reacciones fisiológicas que
acompañan a diferentes emociones son las mismas en una emoción u otra. En
otras palabras, cuando una persona está nerviosa, enfadada, tiene miedo o está
enamorada, aumenta el ritmo cardíaco, la velocidad de la respiración y los
músculos se tensan. Así, se dependiéramos únicamente de nuestras respuestas
fisiológicas, no seriamos capaces de distinguir una emoción de otra.

Afirmaron, además, que el individuo normalmente no es consciente de los


cambios internos (como las contracciones de los órganos viscerales, por ejemplo
de los riñones y el hígado) y que incluso los animales que por intervenciones
quirúrgicas no fueron capaces de experimentar estas sensaciones fisiológicas
manifestaron reacciones emocionales típicas. Propusieron que la experiencia
emocional y la activación fisiológicas ocurren al mismo tiempo, no una detrás de
otra.
8.9 Teorías del “Feedback” Facial.
Nuestras expresiones faciales nos conducen a la emoción. En una
investigación sobre la emoción, realizada en dos fases, se utilizaron actores
profesionales. En la primera, se pidió a los actores que pensasen en una expresión
emocional de sus propias vidas que reflejara cada una de las 6 emociones que se
iban a investigar: sorpresa, repugnancia, tristeza, ira, miedo y alegría. En la
segunda, el investigador principal entrenó a cada actor, con la ayuda de un espejo,
a representar una expresión determinada. No les pidió que sintiesen de una
manera especial, sino sólo que contrajesen determinados músculos faciales, con lo
cual representaba sonrisas, malas caras y otras expresiones comunes a los 6
estados emocionales. En ambas fases fueron grabadas las respuestas del sistema
nervioso autónomo.

8.10 Teorías categóricas.


Las teorías categóricas tratan de distinguir las emociones básicas de las
complejas. Las emociones básicas son innatas y se encuentran en muchas
especies. Los humanos las compartimos, independientemente de nuestra cultura o
sociedad.

Estas emociones son las más antiguas, evolutivamente hablando, y algunas


formas de expresarlas son comunes en varias especies. Las expresiones de estas
emociones se realizan a través de patrones de respuestas simples
(neurovegetativas, endocrinas y conductuales).

Las emociones complejas son adquiridas, es decir, son aprendidas y


modeladas mediante la sociedad y la cultura. Evolutivamente hablando, son más
nuevas que las emociones básicas y son especialmente importantes en los
humanos porque puede ser moldeada por el lenguaje.

Van apareciendo y perfeccionándose a medida que la persona va creciendo, y


se expresa a través de patrones de respuestas complejos que, a menudo, combina
varios patrones de respuestas simples.

8.11 Teorías dimensionales


Las teorías dimensionales se centran en describir las emociones como un
continuo en vez de en términos de todo o nada. Es decir, estas teorías establecen
un intervalo con dos ejes (por ejemplo, valencia positiva o negativa) e incluyen a
las emociones dentro de ese intervalo.

La mayoría de las teorías existentes toman como ejes la valencia o el arousal


(intensidad de la activación).

8.12 Teorías de componentes múltiples.


Las teorías de componentes múltiples consideran que las emociones no son
fijas, ya que una misma emoción puede sentirse de forma más o menos intensa
dependiendo de ciertos factores.

Uno de los factores que se ha estudiado más dentro de estas teorías es la


valoración cognitiva de la emoción, es decir el significado que le damos a los
acontecimientos.

Algunas de las teorías que se pueden englobar dentro de estas categorías son
la teoría de Schachter-Singer o teoría de los dos factores de la emoción (1962) y la
teoría de Antonio Damasio descrita en su libro El error de Descartes (1994).

La primera teoría da gran importancia a la cognición a la hora de elaborar e


interpretar las emociones, ya que se dieron cuenta de que una misma emoción
podía experimentarse teniendo activaciones neurovegetativas diferentes.

Damasio, por su parte, intenta establecer una relación entre las emociones y la
razón. Ya que, según su teoría del marcador somático, las emociones pueden
ayudarnos a tomar decisiones, incluso pueden sustituir a la razón en algunas
situaciones en las que hay que dar una respuesta rápida o no se conocen bien
todas las variables.
Por ejemplo, si alguien se encuentra en una situación peligrosa lo normal no es
ponerse a pensar y razonar qué hacer, si no expresar una emoción, el miedo, y
actuar en consecuencia (huyendo, atacando o quedándose paralizado).

9. ¿Por qué nos emocionamos?

Las emociones cumplen una finalidad muy concreta: permitir que nos
adaptemos a lo que nos rodea para garantizar nuestra supervivencia. Esto mismo
ya nos lo indicó Charles Darwin en su momento al demostrarnos que también los
animales tenían y expresaban emociones, y que semejante don, les facilitaba a
ellos y también a nosotros avanzar como especie y colaborar entre nosotros para
lograr dicho propósito.

Darwin fue posiblemente una de las figuras que más acertó a la hora de
explicarnos qué son las emociones y para qué sirven. Sin embargo, a lo largo de la
historia nos encontramos con más nombres, más enfoques y más teorías
orientadas a darnos más respuestas sobre este tema.

10. Qué es la Inteligencia Emocional.

De la misma manera que se reconoce el CI (cociente intelectual), se puede


reconocer la Inteligencia Emocional. Se trata de conectar las emociones con uno
mismo; saber qué es lo que siento, poder verme a mí y ver a los demás de forma
positiva y objetiva.
La Inteligencia Emocional es la capacidad de interactuar con el mundo de
forma receptiva y adecuada.

10.2 Características básicas y propias de la persona emocionalmente


inteligente:

· Poseer suficiente grado de autoestima.


· Ser personas positivas
· Saber dar y recibir
· Empatía (entender los sentimientos de los otros)
· Reconocer los propios sentimientos
· Ser capaz de expresar los sentimientos positivos como los negativos
· Ser capaz también de controlar estos sentimientos
· Motivación, ilusión, interés
· Tener valores alternativos
· Superación de las dificultades y de las frustraciones
· Encontrar equilibrio entre exigencia y tolerancia.
conclusión

las emociones persiguen un nivel de cambio radical en las personas.


ya que todo lo que experimentamos no dependerá tan solo del hecho en si mismo si no
también de la atribución casual que realicemos si creemos que otro ha sido el causante de
un hecho indeseable, sentiremos ira, culpa, pena tristeza o desesperacion.
Lo más importante de todo esto no es ver la mejora como algo imposible antes por el
contrario tenemos que apoyar y ayudar a que esas emociones puedan ser controladas con
la ayuda de un especialista y por supuesto con el apoyo familiar lo cual es muy importante
para cualquier individuo
Referencias Bibliográficas.
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https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/4298/26/TEMA%208.La%20emoci%C3%B3n.pdf

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Disponible en línea:
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Eva Maria Rodríguez. Para qué sirven las emociones. LISTO


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Para Citar: Título: Emociones. Sitio: Definición ABC. Fecha: 14/04/2009. Autor: Gabriel D..
LISTO URL: https://www.definicionabc.com/ciencia/emociones.php

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