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15.3. ELEMENTOS DE CAMBIO EN LA ETAPA FINAL DEL FRANQUISMO. LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN.

EVOLUCIÓN DE LAS MENTALIDADES. LA CULTURA. (DE OCTUBRE DE 1969 A NOVIEMBRE DE 1975).

Después del escándalo MATESA (caso de corrupción en varias administraciones públicas), Franco cesó a los ministros
tecnócratas y a sus oponentes (Fraga incluido) y optó por un gobierno monocolor del Opus Dei bajo la vicepresidencia de Carrero
Blanco. En 1969 Franco nombró al príncipe Juan Carlos de Borbón su sucesor a título de rey, con el objetivo de instaurar
una monarquía que mantuviera la dictadura a su muerte, para lo que hizo jurar al príncipe la Ley de Principios del Movimiento
Nacional.

En junio de 1973 la enfermedad de Franco hizo que este dejara la presidencia del gobierno en manos del Almirante Carrero
Blanco quien formó un gobierno con las diferentes tendencias que había dentro del régimen, pero el 20 de diciembre de 1973 fue
asesinado en un atentado de ETA, lo que supuso un enorme golpe contra el franquismo ya que se le consideraba el único, junto
con Franco, capaz de mantener unidas a las familias ideológicas del franquismo.

A Carrero le sucedió Arias Navarro. Este apartó a los tecnócratas del gobierno y nombró ministros de signo falangista. Presentó a
las Cortes un programa de signo aperturista, conocido como el “espíritu del 12 de febrero” (elección de alcaldes, mayor
autogobierno de los sindicatos oficiales y creación de asociaciones políticas) que causó la división de los franquistas por lo que se
volvió al inmovilismo (condena a muerte de Puig Antich, arresto del obispo Añoveros, etc). Se aprobó la Ley de Asociaciones
Políticas pero sólo se inscribieron algunas asociaciones franquistas ya que se establecían numerosos impedimentos para crearlas.
El régimen entraba en una profunda crisis política, económica y social agudizada por la muerte de Franco el 20 de noviembre
de 1975. La crisis económica de 1973 y el aumento de la conflictividad social, además de las protestas dentro y fuera de España
propiciaron el fin del franquismo.

El mantenimiento del inmovilismo institucional y la represión suponía un gran contraste con los acelerados cambios
económicos y sociales ya apreciados en la década “desarrollista” anterior. Aún así, se había instalado una confortable clase
media conformista con el sistema (el franquismo sociológico) que obligó a los partidos de oposición a variar sus planteamientos
radicales de la década de los años treinta.

En cuanto a la política exterior, tras vencer los pactos bilaterales con EEUU se firmó el Acuerdo de Amistad y Cooperación en
1970. Dicho acuerdo incrementaba la ayuda económica a España mientras se mantenían las bases militares estadounidense en
territorio español.
En 1970 se firmó el Acuerdo Preferencial con la CEE, cuya entrada fue solicitada en 1962, pero fracasó en su intento de
recuperar Gibraltar, cuya frontera cerró en 1969.
Pero las relaciones exteriores de España fueron difíciles por el aislamiento internacional de la dictadura a causa de su política
represiva y por la caída de las últimas dictaduras de Grecia y Portugal en Europa.
En 1975, tras la Marcha Verde, organizada por el rey de Marruecos Hassan II ante la intención de convocar el gobierno español
un referéndum entre la población saharaui, España firmó con este país y con Mauritania el Acuerdo de Madrid por el que
España abandonaba la colonia que se repartía entre Marruecos y Mauritania.

LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN.

Hasta los años 60 la oposición al franquismo fue bastante limitada. Los exiliados estaban muy divididos aunque intentaron unirse
en la ANFD (Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas) de la que estuvieron excluidos los comunistas que siempre fueron el
grupo más activo frente al franquismo. En el interior fue la guerrilla armada del maquis, constituida fundamentalmente por
comunistas y anarquistas, la que se ocupó de la resistencia a la dictadura. En los años 50 se comenzó a construir una oposición en
el interior del país que se materializó en protestas en la universidad y huelgas en Barcelona, Madrid y el País Vasco.

A partir de 1960, cuando aumentó notablemente el número españoles que no habían conocido la Guerra Civil, la oposición
creció y se fue organizando. Estaba formada por obreros industriales, las clases medias y los estudiantes universitarios. Defendían
los valores democráticos. Aparecieron nuevos sindicatos, junto a la UGT y la CNT, entre los que destaca CC.OO. Vinculada en
gran medida al PCE, que añadieron a sus reivindicaciones tradicionales (salarios, jornadas, condiciones del trabajo) otras políticas
como el derecho de manifestación y huelga y la libertad de sindicación. Este sindicato practicó con éxito la infiltración en el
aparato del Sindicato Vertical para hacer llegar sus reivindicaciones a los trabajadores. Las protestas y huelgas se sucedieron
fundamentalmente en las grandes ciudades. A partir de 1967, las huelgas se hicieron cotidianas a pesar de estar prohibido el
derecho de huelga.

En la Universidad los conflictos volvieron a estallar a partir de 1965 y se convirtieron en una revuelta permanente que obligó al
Gobierno a declarar el estado de excepción en 1969. Los estudiantes universitarios crearon el Sindicato Democrático de
Estudiantes Universitarios que promovió huelgas, asambleas y manifestaciones que fueron respondidas por el gobierno con la
ocupación de los campus universitarios y la expulsión de sus cátedras de varios profesores como Tierno Galván. En los barrios
populares comenzaron a surgir numerosos movimientos vecinales y ciudadanos que reivindicaban infraestructuras básicas y que,
en ocasiones, derivaron en la protesta política, exigiendo democracia y cambio.
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Entre los políticos moderados destacaron aquellos que protagonizaron en 1962 el contubernio de Munich, el democristiano Gil
Robles, el liberal Joaquín Satrústegui y personalidades apartadas por el régimen como Ruiz Giménez o próximas a D. Juan.

A partir de 1970 y ante la inminencia de la muerte del dictador, se incrementó la actividad de los partidos políticos de la
oposición. Los partidos políticos históricos y otros nuevos intensificaron su actividad desde la clandestinidad o
semiclandestinidad, desde los democristianos, los socialdemócratas, los liberales o los republicanos hasta el PSOE y el PCE.
El PCE, dirigido por Santiago Carrillo desde 1960, el de mayor implantación, desarrolló la política formulada en 1956 de
“reconciliación nacional”, fomentando la unidad de clases contra el franquismo y a través de la doctrina llamada del
“eurocomunismo” rompió la dependencia del comunismo soviético después de la invasión en Checoslovaquia en 1968.

Surgieron también partidos de extrema izquierda y algunos grupos se decantaron por la lucha armada como el FRAP o ETA.
El radicalismo del nacionalismo vasco cristalizó en la formación de ETA como organización terrorista, que tras el asesinato del
Jefe de la Brigada Político-Social, fue protagonista del famoso Juicio de Burgos ETA (1970) en el que por las presiones
internacionales y protestas interiores se conmutaron hasta cinco penas de muerte. La escalada terrorista antifranquista de ETA
culminó con el atentado al Presidente del Gobierno Carrero Blanco (20-XII-1973), coincidiendo además con el sonado
proceso a CCOO (Proceso 1001).

Dentro de los nacionalismos estaban los partidos históricos como el PNV y Esquerra Republicana y surgieron otros como
Convergencia Democrática de Cataluña. En 1974 se creó la Junta Democrática dominada por el PCE y en 1975 la Plataforma
de Convergencia Democrática dominada por el PSOE. Ambos grupos defendían la ruptura democrática con el régimen.

La revolución de los “claveles” en Portugal, llevada a cabo por el MFA (movimiento de las Fuerzas Armadas) dejaba a España
como única dictadura de Europa occidental. Este hecho generó tensiones dentro del propio ejército español, produciéndose la
constitución de asociaciones democráticas de militares como la Unión Militar Democrática (UMD), otro factor desestabilizador
para el régimen.

Desde la iglesia católica hubo una oposición al régimen tras la renovación que supuso el Concilio Vaticano II (1962-65). El
principal protagonista fue el cardenal Tarancón, presidente de la Conferencia Episcopal Española así como numerosos
sacerdotes y parte importante del clero catalán y vasco. Muchos miembros de organizaciones católicas (HOAC, Cáritas, etc)
colaboraron o se afiliaron a los clandestinos sindicatos y partidos políticos, sobre todo al PCE y CC.OO.
Hay que destacar el protagonismo de los movimientos ciudadanos como las asociaciones de vecinos de los barrios obreros de las
grandes ciudades que pedían mejoras urbanas pero también exigían un cambio político hacia la democracia.

EVOLUCIÓN DE LAS MENTALIDADES

El franquismo trató de imponer una forma de vida ultraconservadora basada en una estricta moral católica, la obediencia a la
jerarquía (padre, jefes, Franco) y una división por sexos que dedicaba al hombre al trabajo y a la mujer al cuidado de la
casa y los hijos para lo que se creó la Sección Femenina, organismo perteneciente a Falange. La educación fue controlada desde
el régimen y puesta al servicio de sus intereses a través de varias leyes. En la enseñanza pública se depuró a los docentes
sospechosos de republicanismo mientras se potenciaban los colegios privados religiosos.

A partir de los años 60, el desarrollo económico transformó profundamente a la sociedad, los cambios económicos produjeron el
paso de una sociedad agraria a otra donde predominaban la industria y los servicios, de un modo de vida rural a un modo de vida
urbano. Esto produjo un significativo aumento de las clases medias y de los obreros industriales.

Los movimientos migratorios tanto exteriores, hacia Europa (Alemania, Suiza, Francia), como interiores, del campo a la ciudad,
fueron masivos. También cambió la población con respecto a los sectores de producción llegándose a la estructura de un país
desarrollado de manera que la población activa de los sectores secundario y terciario superó a la del primario. Se dobló casi la
renta nacional y la renta per cápita. La sociedad se volvió consumista (teléfono, frigorífico, televisor o el automóvil). Las formas
de vida ciudadana y la mentalidad también se fueron pareciendo cada vez más a las europeas a lo que contribuyó la llegada de
turistas (cuyos comportamientos chocaban con la moral rígida del sistema), el regreso de los emigrantes, los viajes, el cine y la
televisión. Se extendió la admiración por Europa fomentada por el propio régimen que pretendía la entrada de España en la CEE.
Surgió una población urbana, especialmente entre la juventud, que rechazaba el autoritarismo y el conservadurismo social y que
aspiraba a la libertad moral, cultural y política y en definitiva a la democracia.

Las transformaciones contribuyeron a la secularización y a la modernización de las costumbres y respaldaron un activo


movimiento de protesta en todos los sectores sociales, comandados por el movimiento obrero y estudiantil. La juventud, en su
mayoría, demandaba un cambio radical y democrático.

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LA CULTURA.

La guerra civil y el franquismo supusieron un duro golpe para la cultura y la vida intelectual y científica: la represión y la censura
se impusieron como norma en el interior. La cultura sufrió un enorme retroceso porque gran parte de los intelectuales se
exiliaron, principalmente a América Latina. Gran parte de la obra de los escritores y artistas españoles se realizará fuera de España
(Juan Ramón Jiménez, Picasso, Sénder, Max Aub, Cernuda, Miró, etc), en México, Francia, EEUU. Algunos de estos
intelectuales, como Ortega y Gasset, regresaron a España y desarrollaron una cultura independiente de la oficial junto a
franquistas que se iban alejando del régimen (Azorín, Dámaso Alonso, Ridruejo, Torrente Ballester, Berlanga).
Las manifestaciones culturales en el interior estuvieron inspiradas en los principios estéticos y doctrinales del franquismo:
clasicismo en los gustos artísticos y exaltación del nacionalismo español y el catolicismo militante. La censura que aplicaba el
régimen afectó a todas las actividades intelectuales y a los medios de comunicación.

En los años 50 surgió la llamada generación realista de la posguerra o generación de los cincuenta formada por escritores que
criticaban la realidad política y social del país, sobreviviendo a las limitaciones políticas y de censura creativa. Algunos de estos
escritores son Sánchez Ferlosio, Fernández Santos, Delibes, Alfonso Sastre. Cela, Laforet, Delibes, Buero Vallejo, etc. También
se critica la realidad social desde el cine con directores como Bardem o Berlanga.

Entre 1957 y 1975, y, sobre todo con el desarrollismo, se propició en la sociedad española la cultura de la evasión: cine
folclórico, comedia intrascendente o literatura de folletín. Este modelo cultural se vio potenciado con la aparición de la TV, con
los toros y el fútbol como principales catalizadores.

A partir de la Ley de Imprenta (1966) hubo algún avance en la libertad de expresión aunque las multas y el secuestro de
publicaciones fue constante. Penetraron las nuevas corrientes estéticas e intelectuales europeas con escritores como Gimferrer o
Panero y pintores como Genovés o el Equipo Crónica.

Las nuevas generaciones universitarias de los años sesenta también fueron perseguidas o encarceladas (Javier Pradera,
Aranguren, Miret Magdalena, Tierno Galván, Morodo, Múgica, Vázquez Montalbán, Tamames, Ruiz Gallardón…), pero dejaron
el testigo a las generaciones de los años setenta que fueron las que asestaron el golpe definitivo al régimen franquista, coincidiendo
ya con su agonía y en un escenario cultura de doble poder, el oficial, y el real, el de la calle, cines, teatros, conciertos,
conferencias, cine-clubs, etc.

Durante estos años adquirieron gran difusión semanarios políticos y culturales como Cuadernos para el Diálogo, de tendencia
democristiana y Triunfo, de ideología de izquierdas.

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