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1. CONCEPTO
Con carácter general la posesión va a ser la relación de hecho de una persona con una cosa.
Históricamente se consideró a la posesión como el Estado de Hecho por el cual una persona
tiene una cosa en su poder. Actualmente autores como Peña señalan que la posesión es un
derecho que consiste en una potestad inmediata, tenencia o goce conferida por el derecho con
carácter provisionalmente prevalerte con independencia de que exista o no un derecho firme
que justifique la atribución definitiva de esa potestad.
Por tanto, se trata de un derecho subjetivo que protege con carácter absoluto la relación entre
el sujeto y la cosa, existirá además inmediatividad y absolutividad sin perjuicio de la posible
actuación de otro sujeto que se crea con mejor derecho a la cosa.
• El artículo 430 CC. define la posesión natural como la tenencia de una cosa o el disfrute
de un derecho por una persona, y la posesión civil como esa misma tenencia o disfrute
unidos a la intención de haber la cosa o derecho como suyos.
• El 431 CC. establece que la posesión se ejerce en las cosas o en los derechos por la misma
persona que los tiene y los disfruta, o por otra en su nombre.
• El 432 CC. dice que la posesión en los bienes y derechos puede tenerse dos conceptos:
- en el de dueño
- en el de tenedor de la cosa o derecho para conservarlos o disfrutarlos, perteneciendo
el dominio a otra persona.
2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA
En el Derecho Germánico aparece el término “gewere” que consiste en que la posesión lleva
consigo el corpus, el animus, y la propiedad, es decir, a través de la institución de la gewere se
establece una relación directa entre la persona y la cosa, y no habría separación entre los
conceptos de posesión jurídica y de tentación. Este concepto tuvo gran amplitud en el derecho
germánico.
En cuanto al Derecho Canónico el concepto de posesión es más amplio que el derecho romano
extendiéndose la posesión a bienes incorporales y estableciendo la tutela posesoria como una
de las fórmulas necesarias para la recuperación de la posesión.
3. EL OBJETO
Pueden ser objeto de posesión tanto las cosas como los derechos. El artículo 437 CC, subraya
que debe tratarse de cosas y derechos susceptibles de apropiación.
En la posesión de derechos: En efecto, lo poseído siempre son los derechos, pues cuando
hablamos de la posesión de una cosa, en realidad estamos aludiendo al derecho de
propiedad sobre una cosa o a la posesión de esa cosa en concepto de propietario.
4. ADQUISICIÓN
El artículo 438 CC establece que, “La posesión se adquiere por la ocupación la ocupación material
de la cosa o derecho poseído, o por el hecho de quedar estos sujetos a la acción de nuestra
voluntad, o por los actos propios y formalidades legales establecidas para adquirir tal derecho”.
b) La adquisición que se produce por ministerio de la Ley: Es en aquellos casos que una
disposición legal va a investir a una persona, con la condición de poseedor. Sin necesidad
de aprehensión material.
En cuanto a la adquisición por parte de un menor, el art 443 CC establece que: “los menores y
los incapacitados pueden adquirir la posesión de las cosas, pero necesitan de la asistencia de sus
representantes legítimos para usar los derechos que de la posesión nazcan a su favor”.
La adquisición por una persona distinta del poseedor: el art 439 CC establece que “puede
adquirirse la posición por su representante legal, por su mandatario y por un tercero sin
mandato alguno, en cuyo caso, deberá ratificarlo la persona en cuyo nombre se ha adquirido.”
5. PÉRDIDA
La relación entre el titular y un bien y el mismo puede llevar consigo que en determinadas
situaciones, pueda producirse la ruptura entre ambos (el sujeto y la cosa), tanto por hechos
propios como por hechos ajenos. El artículo 460 CC regula la pérdida de la posesión enumerando
los modos en los que se pierde; los dos primeros modos son voluntarios, y los dos últimos ajenos.
Estos son:
1.º Por abandono de la cosa.
2.º Por cesión hecha a otro por título oneroso o gratuito.
3.º Por destrucción o pérdida total de la cosa, o por quedar ésta fuera del comercio.
4.º Por la posesión de otro, aun contra la voluntad del antiguo poseedor, si la nueva
posesión hubiese durado más de un año.
En virtud de una relación, un sujeto puede poner a otro en poder y posesión de un bien, con la
consigna de que lo restituya pasado un tiempo. En estos casos, quien recibe la cosa se convierte
en su POSEEDOR INMEDIATO, mientras que, el que le puso en esa situación, conservaría su
POSESIÓN MEDIATA.
La buena fe se presume siempre. Parece razonable que el sistema considera que el sujeto afirme
que todos los sujetos son de buena fe, y si alguien cree lo contrario, le corresponderá a ese
alguien demostrar/probar esa mala fe.
El carácter claudicante de la posesión comporta que sea frecuente la sucesión en los estados
posesorios, por extinción del derecho real o de crédito que los amparaba o por evicción ante
otra posesión mejor cualificada. Llegado ese momento habrá que determinar quien de entre los
poseedores sucesivos tendrá derecho a los frutos y a quien hay que imputar el abono de los
gastos generados por la cosa poseída.
En todo caso, se trata de fijar unos ingresos y unos gastos producidos por y en la cosa poseída
durante el tiempo de la posesión por quien no era su dueño.
En caso de ser fructífera la cosa, el poseedor de mala fe deberá abonar al poseedor legítimo:
1. Todos los frutos que haya percibido efectivamente, naturales o civiles
2. Incluso el valor de los frutos que hubiera podido percibir el poseedor "legítimo"
conforme a la utilización normal de la cosa, aunque el poseedor de mala fe no los haya
recibido en efecto.
En cuanto a los gastos, pueden ser o no reintegrables al poseedor que deja de serlo. El criterio
fundamental para ello sigue siendo el de la buena o mala fe. Conviene distinguir entre:
- ÚTILES: Para el Código Civil, gastos útiles son aquellos que conllevan un incremento del
valor de la cosa. De ahí que, en la práctica, sea frecuente hablar de mejoras, en vez de
gastos útiles.
- SUNTUARIOS: Son los gastos de puro lujo o mero recreo. También denominados gastos
suntuarios. El concepto es claro: son gastos provocados sólo por el afán de lujo. Los
gastos suntuarios no son abonables al poseedor de mala fe ni tampoco al poseedor de
buena fe.