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Caracas, 15 de julio del 2020

THE FOURTH ALARM: EL REFUGIO DE “LOS TIEMPOS MÁS


SENCILLOS”
Verónica Flórez
En The fourth alarm, el relato corto de John Cheever, un protagonista masculino nos
introduce en una mañana de domingo, en el patio de su casa ubicada en los suburbios, donde
se encuentra bebiendo ginebra. Ahí, desata el relato de lo ocurrido en, aproximadamente, las
últimas semanas de su vida: su esposa se ha unido a un show nudista en la ciudad de Nueva
York, por lo que ha estado más ausente y ha tenido que contratar una niñera. También nos
narra la primera vez que asistió al show. En esta parte, inserta un recuerdo que es disparado
por cierta nostalgia que el protagonista siente: cuando, de niño, iba al cine a ver su película
favorita The fourth alarm. Esta memoria toma tanta importancia que se convierte en el título
del relato.
El mismo protagonista nos cuenta que la película trataba sobre cuatro estaciones de
bomberos, de las cuales tres decidieron cambiar los transportes impulsados por caballos por
automóviles, y vender los caballos a personas terribles. En esta cuarta estación, tanto los
caballos como los hombres estaban tristes, porque sabían que tenían sus días contados. Sin
embargo, un día, hubo un incendio en la ciudad. Las tres primeras estaciones ya habían salido
al lugar, cuando, en la cuarta estación, sonó la cuarta alarma. Los bomberos galoparon hasta
el incendio, lo apagaron, salvaron a la ciudad y fueron conmemorados por el alcalde de la
ciudad. Esta sinopsis del film se encuentra en un párrafo donde el protagonista describe la
obra Ozamanides, donde se encuentra su esposa.
Este recuerdo es detonado porque, en el teatro donde se encuentra, un muchacho que está
sentado a su lado pone la mano en su rodilla, y esto le hace recordar “la inocencia de los
teatros de su juventud”. Efectivamente, la palabra inocencia es esencial para comprender este
recuerdo: un cine en su pequeño pueblo, cuando era niño, escapaba de sus padres para poder
ver la película, sin ninguna mala intención: simplemente la película le gustaba mucho. No es
de extrañar, entonces, que este recuerdo llegue justamente cuando ve a su esposa desnuda en
el escenario, siendo vista y tocada por extraños: aquella pureza que ella le inspiraba, los ojos
que guardan todos sus recuerdos, ya no serían exclusivamente de él. Su ideal matrimonio, su
ideal esposa, habían sido corrompidos.
Los bomberos cambiando a los caballos por automóviles funcionaban como cierta
metáfora de evolución, de proceso de modernidad. En la vida del protagonista, su esposa
también pasó por un proceso de cambios que la llevaron a liberarse también de cosas tan
arcaicas como los estereotipos de madre, esposa, mujer: “"Oh, how wonderful and rich and
strange life can be when you stop playing out the roles that your parents and their friends
wrote out for you. I feel like an explorer."”. En la película, los bomberos a caballo salvando
la ciudad da el mensaje de que lo viejo no es necesariamente malo, lo bueno de las
tradiciones: los valores conservadores, tan valiosos, que logran superar hasta a los intentos de
modernidad. Cuando el protagonista se desnuda en el teatro, se siente desamparado, como la
última tropa de bomberos a caballo, “unwanted”. Recoge las llaves y su cartera, que tiene su
identificación, tan importantes para él porque sabe que es lo normal y lo que lo mantiene
atado a una realidad certera y lógica. La película y la trama de la historia guardan relación
porque en ambas la modernidad, que incluye cambios de valores, de conceptos, de maneras
de ver y entender la realidad, va insertándose en contextos muy conservadores. El
protagonista se refugia en el recuerdo de la película porque su sistema de creencias coincide
con el mensaje de esta, no con la nueva vida de su esposa: una mujer que ha dejado de lado
los estigmas puestos en ella para ser realmente feliz.

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