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“Donde hay montaje hay cine”. Esta frase, sin duda, es el proverbio de la
revolución expresiva rusa en la teoría y práctica cinematográfica mundial.
La producción de la Rusia prerrevolucionaria tuvo poca relevancia. Pero con la
explosión de la revolución, los realizadores y los filmes que hacían eran frutos
de esta.
El primer estudio fue inaugurado en 1907 en San Petersburgo. En 1919 Lenin
firmó el decreto de nacionalización de la industria cinematográfica y se creaba
en Moscú la Escuela Cinematográfica del Estado (GIK), bajo la dirección de
Vladímir Gardin. La escuela dirigida por él estaba destinada a formar a los
técnicos que habrían de levantar el cine soviético. La guerra civil sirvió de
escuela a los operadores y documentalistas. Lev Vladimir Kuleshov fue el
primero de sus maestros. Demostró el poder creador del montaje con un
famoso experimento en el que conseguía difundir cargas emocionales de
diverso signo a un único primer plano del actor Iván Mosjukin, según el
contenido de los planos que le yuxtaponía: un plato de sopa, un niño, una
mujer. Su película más importante fue Las aventuras extraordinarias del
Mr.West en el país de los bolcheviques (1924).
La excentricidad vanguardista y fiebre renovadora presidió la creación de la
FEKS (fábrica del actor excéntrico), en 1921. Incorporaba recursos del circo y
del music hall. Su primera obra fue Las aventuras de Octobrina, 1924.
Dziga Vértov, entusiasmado por el talante renovador de los artistas y teóricos
de suna ción, fundó y dirigió el noticiario Kino-Pravda (Cine-verdad) en 1922,
aplicando sus teorías radicales del Kino-glaz (Cine-ojo), la meta era
desembarazar la imagen de artificios para conseguir la “objetividad integral”.
Definido, en realidad, más como una actitud filosófica, llega a ser una utopía
intelectual ya que el encuadre y el montaje dan un sentido a la realidad que
maneja el autor, consciente o inconscientemente. La sexta parte del mundo
(1926); El hombre de la cámara (1929); Tres cantos sobre Lenin (1934).
Serguéi Einsenstein, bajo la influencia de Vértov y Griffith, abandonó las
convenciones del teatro atraído por el realismo de la imagen cinematográfica,.
Su obra nacerá de la síntesis entre el realismo documental, el simbolismo y
expresionismo más barroco. En La huelga (1924) por primera vez la masa era
la protagonista de un drama. En el desenlace mezcla en montaje alternado la
represión zarista con imágenes de reses sacrificadas en el matadero. “De la
imagen al sentimiento, del sentimiento a la idea”. El acorazado Potemkin
(1925), epopeya revolucionaria con un montaje rítmico y preciso, prestigiará el
cine soviético.
Bibliografía: