Está en la página 1de 8

Victor Guimarães

Cómo hablar de cine radical en un país subdesarrollado, colonizado, con las pan-
tallas ocupadas por el cine extranjero, en donde una de las ideas más usualmente
asociadas a la radicalidad –el aspecto antiindustrial– es prácticamente imposible, ya
que solamente hubo intentos de industrialización, y nunca una industria real? ¿Cómo
hablar de un cine antisistema en un país en donde no hubo, por decirlo rigurosamente,
un cine del sistema? Por otra parte, puede que no haya industria, pero el virus de un
cine sistémico se in ltra por todos lados, en las estructuras de producción protoindus-
triales, en la mente quieta de los realizadores comportados, en el buen gusto apacigua-
do de una crítica que pre ere las películas correctas, dóciles, institucionales. En contra
de un cine sumiso a la norma, la historia del cine brasileño es atravesada por las suras
de la radicalidad. Y si la norma es histórica, coyuntural, cambiante, la subversión
solamente puede ser multiforme. No hay un cine radical en Brasil, sino varias formas
de radicalidad, que han inventado nuevos campos de trabajo en situaciones históricas
concretas, nuevos frentes de batalla frente a cada nuevo enemigo. Formas que se han
peleado, transformado, renacido en donde menos se esperaba.

1931. El mito, la obra maestra desconocida, la más libre y audaz de las películas silen-
tes brasileñas, la joya incandescente que solamente fue vista por unos pocos afortu-
nados durante medio siglo, hasta que un trabajo de restauración la pusiera de nuevo
en circulación. En los años sesenta, Glauber Rocha sentía la necesidad imperativa
de reinterpretar la historia del cine brasileño y escribía sobre Limite (Mário Peixoto,
1931), sin haber visto la película. Se vio muy poco, pero se habló muchísimo. Aún en
1930, las páginas de la revista O Fan traían un adelanto del scenario de Limite y los crí-
ticos ya anunciaban, meses antes de que la película se estrenara: “Para nosotros, el lm
se presenta como la primera producción nacional de avant-garde” (1930: 75). Octávio
de Faria, en mayo de 1931, rati caba: “Limite no es una película nacional, que debe ser
vista. Es una gran película que merece ser estudiada en las diversas cuestiones de cine
que levanta. […] Es una película de imágenes, sin preocupaciones sociales. No expone,
no ataca, no de ende, no analiza. Muestra, apenas, relaciona cosas entre sí en el plano principal es la cerámica, hecha a partir del barro encontrado en las cercanías y vendida
estético, sintetiza emociones. […] Film puro, puro arte por el arte, imágenes, varia- en una feria a las familias igualmente miserables de la región. Pero no hay transición
ciones alrededor de temas, música y poesía cinematográ ca” (1931: 5). El texto –más estética entre pasado y presente: la cción histórica y el documental observacional
que la película– sintetizaba una forma pionera de radicalidad: el ideal vanguardista del forman un continuum íntegro. La economía de la comunidad, el aislamiento de sus
cine puro, despido de cualquier intento de comentario social, a rmación a cada plano habitantes, las relaciones de trabajo en aquel espacio, todo sigue exactamente igual. La
del genio poético del autor y nada más. pesadilla no es más existencial, sino explícitamente histórica.

Aún vista hoy, Limite asombra. La narrativa no avanza como una línea, sino como Nacía el germen del Cinema Novo. La técnica fotográ ca precaria, la ausencia de
una espiral: la situación dramática central –un hombre y dos mujeres en un barco sonido directo, la interpretación despejada de los actores ocasionales, todo contri-
abandonado en el medio del océano– se presenta y vuelve cada vez, siempre renova- buye para una visualidad exasperante, que encuentra en la austeridad de los medios
da, después de cada ashback que trae fragmentos poéticos inspirados por la historia fílmicos una traducción formal precisa de la precariedad del país subdesarrollado. Un
de cada personaje. La cámara de Edgar Brasil lma un árbol o una mirada, un rostro joven Glauber, con tan solo 21 años a la época y sin haber aún realizado ni siquiera su
o un detalle del paisaje con la misma obsesión por la variación incesante, mientras primer largometraje, escribía en 1960 sobre Aruanda: “Una fuerza interna nasce de
el montaje encuentra siempre nuevas formas de conducir a la nada. Cada parámetro aquella técnica bruta y crea un estado fílmico que se enfrenta y se impone” (1960: 7).
visual –la luz, el foco, el encuadre–, cada ritmo, cada acorde de la música, todo cambia Años después, ya en 1965, después de haber hecho Barravento (1962) y Deus e o Diabo
a cada segundo, para encontrar en el segundo siguiente una nueva forma de estagna- na Terra do Sol (1964), Glauber publicaría su texto más famoso en Latinoamérica, el
ción infernal. La estética del sueño de Glauber Rocha nacía cuarenta años antes de su mani esto Estética del Hambre (también traducido como Estética de la Violencia). Los
formulación, como una estética de la pesadilla. ecos del elogio a Aruanda resuenan en todo el texto:

Pero Glauber no podría saberlo. Y por eso atacaba la película no vista –por interme- El hambre del latinoamericano no es solamente un síntoma alarmante; es el nervio
dio del elogio de Octávio de Faria– en su in uyente libro Revisión Crítica del Cine de su propia sociedad. Ahí reside la trágica originalidad del cinema novo con relación
Brasileño (1963). En el panteón glauberiano, en donde no cabe ni la tradición popular al cine mundial: nuestra originalidad es nuestra hambre y nuestra mayor miseria
de la comedia musical brasileña –las chanchadas– ni el buen gusto protoindustrial de es que esta hambre, sentida, no es comprendida. […] Sin embargo, nosotros –que
la compañía Vera Cruz, Limite es también rechazada. Solamente sobrevive la obra de hemos hecho esas películas feas y tristes, esas películas gritadas y desesperadas en
Humberto Mauro, considerado el único verdadero antecedente de la generación del donde ni siempre la razón habló más alto– sabemos que el hambre no será curada
Cinema Novo. Si la comedia ligera o el drama que imitaba a Hollywood no podrían por plani caciones técnicas y que los remiendos del tecnicolor no esconden, sino
ser tomados como faros, tampoco la idea burguesa del arte por el arte podría ser el agravan sus tumores. Solamente una cultura del hambre, minando sus propias
paradigma de radicalidad de un cine comprometido con la revolución. estructuras, puede superarse cualitativamente: y la más noble manifestación cultural
del hambre es la violencia. Del cinema novo: una estética de la violencia, antes de
1960. En un paisaje seco, una familia deja su casa precaria para trasladarse a otro lado ser primitiva, es revolucionaria, reside ahí el punto inicial para que el colonizador
bajo el sol impiedoso del nordeste brasileño. Las primeras imágenes de Aruanda (Lin- comprenda la existencia del colonizado; solamente concientizando su posibilidad
duarte Noronha, 1960) son recubiertas por una voz over que recuenta la historia de única, la violencia, el colonizador puede comprender, por el horror, la fuerza de la
la formación de un quilombo en el siglo XIX. Un conjunto de planos descriptivos nos cultura que él explota (2004: 66).
muestra un trabajador negro esclavizado que huye de la hacienda con su familia en
dirección al matorral, hasta encontrar un lugar donde empezar una vida libre, forman- En la historia del cine brasileño, la fuerza de esa doble radicalidad –la defensa de
do con el tiempo una comunidad de exesclavos que sobrevive de la tierra. Pero nada la precariedad asumida como principio formal, la violencia como actitud estética
en lo que vemos materialmente en la pantalla remonta al pasado de más de un siglo anticolonial– ha sido duradera. No solamente fue una de las claves de la primera
atrás: son paisajes de hoy, cuerpos de hoy, vestuario de hoy, herramientas de trabajo fase del Cinema Novo –la luz dura de la fotografía de Vidas Secas (Nelson Pereira
de hoy. Todo es presente. O, más bien, todo es pasado. Lo insoportable de Aruanda es dos Santos, 1963) impregnada por la dureza de la vida en el sertón, la violencia
que no hace falta hacer una película de época para lmar el tiempo de la esclavitud en hambrienta de la secuencia nal de Os Fuzis (Ruy Guerra, 1964)–, sino que llegó,
Brasil. En veinte minutos, la película recubre un arco temporal de ciento y cincuenta aún más radical, a la generación del Cinema Marginal de Rogério Sganzerla, Julio
años, desde la formación del quilombo hasta su situación contemporánea, en la que los Bressane, Ozualdo Candeias, Andrea Tonacci y tantos otros. Pero esa no fue una
descendientes de los exesclavos siguen viviendo literalmente de la tierra: la actividad transición pací ca, un pasaje de testigo de una generación a otra, sino una lucha
armada. Hacia nales de la década de sesenta, cuando la represión de la dictadura cuerpo en embate violento con el mundo. En mayo, antes de partir hacia el exilio en Europa
resulta en torturas, persecuciones, terrorismo de Estado, parte del Cinema Novo con las latas llenas de los planos-secuencia magistrales de Sem Essa, Aranha (1970) literal-
decidirá operar adentro del sistema e institucionalizar la producción con apoyo mente bajo el brazo, Sganzerla deja un texto inédito, una especie de carta de despedida furio-
económico estatal, buscando una forma de comunicación sostenible con el público sa contra la institucionalización del Cinema Novo y en defensa de la radicalización marginal.
y amansando su ímpetu de radicalidad inicial, mientras los marginales irrumpirán El joven que había defendido Saraceni ahora ataca en bloque la generación cinemanovista.
contra cualquier forma de conciliación. En “A questão da cultura” (La cuestión de la cultura), escribe: “la conciencia dividida entre
la vanguardia y la reacción los ha estancado en la mala conciencia formalmente traducida
1965. A mediados de la década, la utopía inicial del Cinema Novo se mostró derrotada: el por un esteticismo autocomplaciente y tardío”. Contra las películas de qualité de ese Cinema
pueblo no solamente no hizo la revolución, sino que aceptó pací camente el golpe militar Novo tardío, técnicamente logradas, demagógicamente comunicativas –en una palabra, insti-
en 1964. Entonces, parte del grupo se involucra en películas pesimistas, autorreferenciales, tucionales–, Sganzerla vociferaba: “Nosotros, cineastas brasileños, podemos experimentar sin
impregnadas del sentimiento de derrota política. Su expresión pionera: O Desa o (Paulo preocuparnos con la calidad de nuestras películas voluntariamente impuras, subdesarrolladas
Cesar Saraceni, 1965). Largas escenas llenas de diálogos de un casal burgués progresista por condición y elección” (Sganzerla, 2005: 66).
en donde las palabras ya no dicen nada, mientras el pueblo se insinúa en los bordes del
encuadre, pero es ignorado por los protagonistas inmersos en su propia crisis. Entre la La historia no es lineal. La historia del cine brasileño es más bien una ruta llena de desvíos,
burguesía y el pueblo, una distancia infranqueable. Cortes abruptos interrumpen cualquier puentes invisibles, túneles secretos por donde circulan las ideas y cañerías desde donde
continuidad y a rman la recusa frente a cualquier teleología posible. Su más el defensor: las formas emergen, reinventadas, en otro tiempo. Imposible no reconocer, también en
el joven Rogério Sganzerla. En un texto de 1966 sobre O Desa o, escrito a los 20 años y el Sganzerla de 1970, enemigo número uno del Cinema Novo, la resonancia de Aruanda.
sintomáticamente titulado “O marginal Paulo Cesar”, nacía la expresión que sería más Así como es imposible no percibir, en el ataque sganzerliano a un movimiento rupturista
tarde adoptada por el crítico Jairo Ferreira para nombrar y defender al Cinema Marginal: que se erigió en norma, los ecos del pensamiento del mismo Glauber, en su texto de 1963
“He aquí el verdadero cinema-de-invenção (cine-de-invención), el más moderno ya hecho en contra de Limite. Sganzerla escribe: “Lejos de las metrópolis occidentales que intentan
en Brasil, descendiente de Lumière, Rosselini, Godard y el cine-verdad. Invención a la liberarse de la moral y de la cultura opresivas del pasado, en las colonias distantes los cultu-
hora del rodaje, plani cada en la personalidad del autor, con sus distancias equivocadas, ralistas continúan saboteando toda invención en nombre de la ‘cultura brasileña’ y del Arte
sus momentos indecisos o majestosos, su montaje en estilo noticiero” (1966: 5). Contra- con A mayúsculo para tranquilizar el ocupante. […] La cultura, objeto de segunda mano
riando a los que atentaban contra el hermetismo de la película de Saraceni, su ausencia todavía en uso en ciertas colonias distantes en el tiempo y en el espacio, continúa siendo la
de discurso progresista, su autocrítica incómoda de la izquierda biempensante, Sganzerla expresión de la clase poseedora y explotadora que la creó” (2005: 66). Perspectiva antibur-
lanza las bases para pensar el gesto de ese que él considera “el más radical y marginal de los guesa, anticolonial, radical.
cineastas nacionales”. La radicalidad aquí consiste en involucrase en la crisis, internalizar
el impase político, sumergirse en la ruptura histórica para crear una película rota, llena de Como escribe el crítico Ismail Xavier, “la ‘estética del hambre’ del Cinema Novo en-
movimientos en falso, contaminada por la perplejidad. cuentra su desdoblamiento radical y desencantado en la ‘estética de la basura’” (2001:
17) del Cinema Marginal. Imposible no recordar la escena de Jardim das Espumas
Esa misma ruta llevaría a Terra em Transe (Glauber Rocha, 1967), Desesperato (Sérgio Ber- (Luiz Rosemberg Filho, 1970) en la cual el protagonista literalmente entra en un basurero
nardes, 1968), A Vida Provisória (Maurício Gomes Leite, 1968), O Bravo Guerreiro (Gusta- en el medio de una ruta abandonada. El blanco del horror no es más el colonizador extran-
vo Dahl, 1969) y muchas películas hechas alrededor de 1968. Hoy, cincuenta años después, jero. Es el mismo público pequeño burgués que hizo la gloria interna del Cinema Novo
cuando una nueva crisis de proporciones históricas hace desmoronar las esperanzas del después de su consagración internacional. De una radicalidad a otra, por dentro: pasaje de
país y nos lanza a la desesperación, el camino es reinventado por los cineastas jóvenes, en la exasperación a la agresión. Realización, en alguna medida, de los presupuestos teóricos
ejercicios melancólicos y sombríos como Os Sonâmbulos (Tiago Mata Machado, 2018), de Glauber, pero sin subscribir integralmente su lectura del cine brasileño del pasado. En el
Baixo Centro (Ewerton Belico y Samuel Marotta, 2018), Era Uma Vez Brasília (Adirley panteón de los marginales caben gestos como la anarquía cómica heredada de la chancha-
Queirós, 2017) o Tremor Iê (Lívia de Paiva y Elena Meirelles, 2019). da o el horror subdesarrollado de José Mojica Marins, que nunca han encontrado guarida
en la corriente principal de la estética cinemanovista.
1970. La opción decidida por la precariedad de medios se radicaliza en la aventura de la
productora Belair, fundada por Sganzerla, Bressane y Helena Ignez en febrero de aquel año. Absorbiendo los in ujos del Tropicalismo –con sus rami caciones en las artes visuales de
Nada menos que seis largometrajes y un corto lmados en tan solo tres meses en la clandesti- Hélio Oiticica, Rubens Gerchman, Lygia Clark, y en la música popular de Caetano Veloso,
nidad. Un mismo grupo de actores, los paisajes de Rio de Janeiro, una cámara en la mano y el Gal Costa, los Mutantes y tantos otros–, los marginales degluten la cultura pop y la vomi-
tan en collages subversivos. Hitler III Mundo (José Agrippino de Paula, 1968): mientras Cinema Novo, participa de un concurso del gobierno dictatorial para hacer películas
un dictador intenta implantar el fascismo en el Tercer Mundo, un samuray recorre salas históricas en conmemoración del sesquicentenario de la Independencia de Brasil.
de tortura y favelas de São Paulo y un monstruo de piedra transita por terrenos baldíos Realiza entonces Os Incon dentes (1972), un petardo anticelebratorio que transfor-
y áticos de edi cios. Gestos animalescos, performances grotescas en el espacio público, ma la cción histórica pretendida por el poder en una alegoría subversiva del país
asincronía entre imagen y sonido. Odisea chanchadesca, vociferante y deteriorada por los bajo la dictadura. Si el dogmatismo de Glauber lo cegó para Limite y para el Cinema
detritos de un país arruinado. Glauber hablaba en 1965 de películas feas, gritadas, deses- Marginal, el de Sganzerla tampoco lo dejó ver que el Cinema Novo tardío escondía
peradas, pero los marginales encuentran formas muchísimo más horripilantes de fealdad, otra forma de radicalidad: el sabotaje. Joaquim Pedro destilaba veneno en la bebida
gritos aún más agudos, una desesperación aún más intensa. Abrazan el “mal gusto” como de la esta nacional, secuestraba las armas del enemigo para combatirlo en su propio
gesto de violencia antiburguesa y anticolonial. Como sintetiza Xavier, en el cambio de territorio. Como ya había hecho él mismo en el cortometraje Brasília: Contradições de
década, los autores marginales “insisten en las estructuras de agresión del moderno y uma Cidade Nova (1967), una encomienda de la marca Olivetti para celebrar la ma-
marcan su oposición a un Cinema Novo que buscaba salir del aislamiento y se volvía jestosa arquitectura modernista de la nueva capital del país. La película empieza con
hacia un estilo más convencional porque empeñado en estabilizar su comunicación travellings suaves y panorámicas elegantes sobre los edi cios de Brasília sobrepuestos
con el público […], rompen el ‘pacto’ con la platea y recusan mandatos de una izquier- a la música de Erik Satie y a una narración que explica las intenciones originales de
da biempensante, tomando la agresión como un principio formal del arte en tiempos los arquitectos, pero en la mitad la estructura cambia integralmente: pasamos a ver las
sombríos” (2001: 17). imágenes de la periferia de la ciudad, lmadas con la cámara en mano, y a escuchar los
testimonios de los trabajadores migrantes que han construido la capital y ahora viven
1973. Ozualdo Candeias lma un hombre y una mujer miserables revolcándose en un te- en condiciones miserables, bien lejos de la ciudad o cial. Subvertir la encomienda de
rreno baldío mientras la banda sonora se llena de aullidos de perros furibundos. El sexo los patrones, pervertir la suntuosidad de las líneas visuales y sonoras, contrariar la
en Zézero (1973) es pura mecanicidad instintiva, sin la menor sombra de sensualidad expectativa del espectador: el montaje como gesto saboteador.
o ternura. Terminada la escena, la mujer camina por el yermo, agarra sus bombachas
sucias tiradas al pasto, gira hacia la cámara y lanza furiosamente la ropa íntima en nues- 1971. Glauber escribe su segundo mani esto más famoso: La Estética del Sueño. Las
tra dirección, bloqueando la visión y obligando el montaje al corte. Lo intolerable del coordinadas del Cinema Novo son revistas y, si antes el compromiso político fornecía
mundo lmado se traduce en una visualidad que no puede llegar a ningún otro lado que el tono para la austeridad y la violencia, ahora Glauber busca liberar este cine para una
no sea la ruptura completa con la posibilidad de mirar. El mismo realizador que había revolución más profunda, que sea capaz de promover una ruptura con la más efectiva
lmado una adaptación de Hamlet sustituyendo los diálogos por ruidos de animales (A de las armas coloniales: el racionalismo. “Una obra de arte revolucionario debería no
Herança, 1970) lmará años después la historia de un sicario que permuta las orejas de solo actuar de modo inmediatamente político, como también promover la especula-
sus víctimas por platos de comida (Manelão, o caçador de orelhas, 1982). La bestialidad ción losó ca, creando una estética del eterno movimiento humano rumbo a su inte-
de los personajes de Candeias, la brutalidad de su estilo disonante es la realización más gración cósmica […]. La revolución es la antirrazón que comunica las tensiones y las
so sticada de los presupuestos de la estética del hambre. rebeliones del más irracional de todos los fenómenos que es la pobreza” (2004: 250).
La teoría es extraordinaria y de ne un arco muy semejante al de Fernando Birri, que
1931. Aún hace falta pensar Limite por fuera del ideal de pureza. ¿Cómo no encontrar en hablaba desde Tire Dié (1956-1960) en un cine “nacional, realista y popular” y llega,
aquellos árboles tortuosos un ritmo semejante al de las paredes de las casas arruinadas con Org (1979), a la propuesta de un cine “cósmico, delirante y lumpen”.
por donde circulan estos seres al borde de la desesperación? ¿Cómo no ver en aquellos
cabellos desgreñados y aquellos rostros sin maquillaje una insumisión pionera a la nor- 1963. Lo que Glauber no fue capaz de percibir es que ese cine no era solamente una
ma burguesa de “las muchachas maquiladas a la americana, los actores con el pelo teñido propuesta para el futuro, sino que algunas de sus posibilidades ya estaban siendo de-
en tonos más claros, el comportamiento tan poco nuestro”, como decía Nelson Pereira sarrolladas bien aquí, en Brasil, al menos desde 1963. Entre otros, por nuestro maestro
dos Santos sobre el intento industrial mimético de la Vera Cruz en los años cincuenta del horror popular: José Mojica Marins y su personaje Zé do Caixão, Co n Joe. À
(apud AVELLAR, 1995: 22)? ¿Cómo no encontrar en esa espiral hacia la nada la traduc- Meia-Noite Levarei Sua Alma (1963), Esta Noite Encarnarei no Teu Cadáver (1967) y,
ción formal íntima de un país atrapado en un subdesarrollo infernal? muy especialmente, Ritual dos Sádicos/O Despertar da Besta (1969) revelaban un autor
absolutamente comprometido con un irracionalismo profundo, radicalmente anormal,
1972. En el auge de la política de conciliación cinemanovista –que empujaba los intragable para cualquier conciencia burguesa – y en la misma medida adorado por
marginales hacia la clandestinidad por quitarles cualquier posibilidad de producción el público popular. En Ritual dos Sádicos, Mojica atinge la cúspide experimental de su
con apoyo del Estado–, Joaquim Pedro de Andrade, representante del grupo inicial del trayectoria: el horror tercermundista se transforma en delirio lisérgico, la mise-en-scè-
ne precaria se multiplica en metalenguaje corrosivo, la excitación irracional traduce los 1974. La poesía menos: en una de las experiencias pioneras del videoarte en Brasil,
tiempos sombríos del país y hace explotar el blanco y negro barato en miles de colores, Anna Bella Geiger está sentada, con la cámara posicionada frente a su rostro. En De-
superposiciones, interferencias sonoras. claração em Retrato n. 1 (1974), mirando directamente hacia el espectador, la artista
habla durante algunos minutos sobre su situación en un mundo artístico subdesa-
Mojica, el nombre más precioso para hacernos recordar que la radicalidad y la rrollado, represivo y colonial. Pero la película sigue, y entonces solamente escucha-
popularidad no necesariamente están predestinadas a caminar separadas. Sus más mos su respiración, vemos las contorciones involuntarias de su rostro al borde del
eles defensores: Sganzerla, Jairo Ferreira, Carlos Reichenbach. Todos marginales, llanto, sentimos la opresión del encuadre en el silencio angustiante de la duración.
todos inventores. Escribe Sganzerla en 1967 sobre Mojica, mientras prepara su Toda la gravedad histórica de los años de plomo brasileños condensada en un plano
primer largometraje: “Lo natural es tan falso como lo falso. Solamente lo archifalso único en close-up. En el mismo año, Letícia Parente radicaliza el gesto en Marca
es realmente real […] Todo es inseguro, todo puede explotar a cualquier instante, Registrada (1974): un único plano detalle, no del rostro, sino del pie de la artista,
la exasperación domina. Él amenaza las relaciones normales entre los actores, entre que cose con sus propias manos la palabra Brasil. Un pedazo de cuerpo, una palabra
la cámara y el decorado, entre el diálogo y la realidad […]. Mojica, el esplendor y la tejida con las manos en la carne propia y una de las más violentas alegorías del país
miseria de la mise-en-scène brasileña. Para ser sincera ella debe confesarse espon- ya lmadas. La sobriedad extrema, la aspereza en su punto límite.
tánea y mentirosa. Y todo es una misma cosa ingenua y sanguinaria […]. Como
todos lo saben, el cine latinoamericano tiene que ser un cine radicalmente involu- Dos años antes, Arthur Omar formulaba en Congo (1972) la posibilidad de una
crado en ese sentido, aceptándose en tanto miseria y en el delirio provocado por “película en blanco”. La promesa de un documental sobre el teatro popular negro en
la miseria” (apud FERREIRA, 2016: 81). Ninguna semejanza con las dos estéticas Brasil es contrariada por una guración que rechaza la imagen ilustrativa y multipli-
glauberianas es mera coincidencia. Mojica, cineasta de la precariedad: una oresta ca los letreros, por una banda sonora que recusa tanto la narración como el acom-
de cartón, unas uñas enormes y unos gritos bastan para instalar un clima incon- pañamiento melódico de la música folclórica, y entonces se llena de ruidos, noise,
fundible, impregnado hasta la medula por la miseria nacional. Mojica, cineasta del silencio absoluto, música concreta. Si Congo encuentra su radicalidad en la negación
exceso: deglución voraz de los más dispares géneros cinematográ cos –a comenzar absoluta del cuerpo negro, Alma no Olho (Zózimo Bulbul, 1973) formula la suya en
por la comedia ligera y el horror macabro–, yuxtaposición de las más diversas artes la multiplicación exponencial de la negritud a partir de la concentración en un úni-
–circo, fotonovela, comics, música concreta, cine expresionista alemán, pop art–, co espacio, totalmente blanco: el actor y cineasta baila, ocupa el espacio vacío frente
multiplicación de capas oníricas que transforman la película en experiencia funda- a la cámara, mientras el montaje fragmenta cada pedazo de su cuerpo y un collage
mentalmente inestable. musical vertiginoso yuxtapone las varias facetas de la experiencia de la diáspora. Si
Congo era un lm en blanco sobre fondo negro, Alma no Olho es un lm en negro
El exceso del arti cio en la precariedad: el gesto radical de Mojica renace hoy en la sobre fondo blanco.
farsa solar de Sol Alegria (Tavinho Teixeira y Mariah Teixeira, 2018), comedia icono-
clasta entre el Super 8 y la back projection, impregnada por los tiempos nuevamente Esta poesía menos desaguaría en el cine tardío de Eduardo Coutinho, que ha depu-
sombríos del presente. O en Inferninho (Guto Parente y Pedro Diógenes, 2018), con rado su estilo hasta el punto en que, a partir de nes de los años 1990, no necesitaba
su bar de n de mundo habitado por superhéroes tercermundistas, que es la locación más que gente hablando o cantando frente a una cámara para lmar las posibili-
perfecta para un melodrama queer en donde los cuerpos mestizos se mueven contra el dades e imposibilidades de la imaginación brasileña. O en Paci c (2009), el lm de
decorado arruinado para formular una fábula de resistencia. Marcelo Pedroso integralmente constituido de imágenes hechas por turistas de clase
media en un crucero marítimo, uno de los más intrigantes retratos recientes del país.
A lo largo de los años sesenta, las formas de radicalidad en el cine brasileño se con- O en una película como Retratos de Identi cação (2014), en donde Anita Leandro no
taminan y se multiplican en el espacio demarcado entre estos dos extremos: la poesía necesita más que un par de fotografías y las voces de los sobrevivientes para hacer
menos y la poesía más, la aspereza y el exceso, la sobriedad y la abundancia. La década la mejor película sobre el terrorismo de Estado ya hecha en Brasil. O aún en un
condensa las fuerzas dialécticas presentes en el cine radical brasileño en todos los cortometraje extraordinario como Retrato n. 1 – O povo acordado e suas mil ban-
tiempos y puede ser pensada como una constelación paradigmática de gestos radica- deiras (Edu Ioschpe, 2014): un único plano-secuencia a observar por cinco minutos
les, que apuntan simultáneamente hacia el pasado –en sus lecturas disonantes de la una trabajadora cargando una bandera en las protestas callejeras de junio del 2013
historia del cine brasileño– y hacia el futuro –al fornecer los gérmenes de otras radica- se vuelve la síntesis estética y política más precisa del acontecimiento histórico más
lidades venideras. decisivo de este siglo en nuestro país.
1982. El extremo opuesto. Ana Carolina entrega la segunda película de la extraordina- carnicería, en una mise-en-scène a la vez suntuosa y horrible, arti cial y escatológica.
ria trilogía iniciada en Mar de Rosas (1977), lanzando Das Tripas Coração (1982). Un O en la secuencia nal de As Aventuras Amorosas de um Padeiro (Waldir Onofre,
inspector del gobierno llega para revisar una escuela femenina y, mientras espera para 1975) y su incorporación vívida de las tradiciones religiosas y musicales afrobrasile-
ser atendido, sueña con las mujeres del lugar. Pero la sinopsis es engañosa: el ensueño ñas en la lucha entre el artista negro y el marido cornudo portugués.
en la película no se encaja en los con nes de la identidad. Ana Carolina elabora una
vibración onírica imparable, en donde hay alucinación y pesadilla, delirio erótico y 1949. Nuevo salto hacia el pasado porque esa actitud contrabandista nos hace recordar la
éxtasis religioso, y en donde los soñadores son tanto el inspector como las profesoras, característica más notable de las mejores chanchadas: su anarquía carnavalesca. Carnaval
funcionarias y alumnas. Mientras la película se vuelve más y más excesiva –travellings no Fogo (Watson Macedo, 1949): una comedia física construida sobre la estructura im-
rigurosamente disparatados, actuaciones cada vez más exageradas, contrapicados posible de una película policíaca. Los medios son demasiados precarios para cualquier
agresivos, vestuarios y decorados arti ciales–, el espectador embarca en un delirio de persecución de autos, entonces la película se pasa entera en un hotel. Ningún espectador
abundancia en donde parecen caber todas las neurosis – y todos los deseos fallidos – brasileño puede tomar en serio un cine policíaco hecho en Brasil en aquel momento,
de un país enfermo. cuando hay tantas otras películas hollywoodenses millonarias en cartelera, entonces lo
que hace el director es justamente carnavalizar toda la trama de investigación, ignorar el
Ese cine del exceso –que no está distante de las películas nales de Glauber– es tam- plot para dispersarse en secuencias de pura comedia anárquica, amar un alboroto en el
bién la tónica de un gesto experimental como el de Miguel Rio Branco, que en Nada vestíbulo del hotel que solamente termina cuando la pantalla se deshace en fuego frente
Levarei Quando Morrer Aqueles que mim Deve Cobrarei no Inferno (1981) recorre las a nuestros ojos. En 1968, el héroe de Bandido da Luz Vermelha (Rogério Sganzerla,
calles arruinadas del centro histórico de Salvador para descubrir el éxtasis sensual 1968) diría: “Cuando uno no puede hacer nada, chapucea”. En sus mejores momentos,
de los cuerpos multicolores del pueblo y multiplicarlo en las resonancias de la arqui- el chapuceo de la chanchada es arte radical: toma los géneros consagrados y los imita
tectura religiosa. En su versión sombría, la poesía más renace en los cortometrajes de voluntariamente mal, hasta que el mal gusto se in ltre y anarquice cualquier posibilidad
Débora Waldman en los años noventa. Kirye ou O Início do Caos (1998) y sus trave- de corrección estética colonial.
llings suntuosos con música religiosa sucedidos por contrapicados borrosos hacia el
cielo; la cámara que se aproxima lentamente de una alcantarilla y dispara la pesadilla 1954. La chanchada abraza el gesto explícitamente paródico en el cine de Carlos Manga
urbana de la protagonista con paisajes de ciencia cción, perros rabiosos y anuncios de en los años cincuenta. Un western famoso de Fred Zinnemann, que en Brasil se llamó
una sublevación infernal. Matar ou Morrer (High Noon, 1952) gana su versión “trucha” en Matar ou Correr, un
falso western convertido en comedia hilarante con la dupla cómica más famosa del cine
Ana Carolina, cineasta contrabandista. Durante los años 70, mientras el género brasileño, Oscarito y Grande Otelo. En el mismo año Manga lanzaría Nem Sansão Nem
más popular del país era la pornochanchada –las comedias eróticas hechas sobre Dalila (1954) –cuyo modelo es Samson and Delilah de Cecil B. DeMille (1949) –, en
todo en las compañías independentes de la Boca do Lixo en São Paulo–, algunos donde Oscarito vive un peluquero que viaja en el tiempo hacia la época bíblica y arma
cineastas vinculados tanto al Cinema Novo como al Cinema Marginal (mucho más un alboroto en un castillo cuyo decorado más parece el de un circo de barrio. Paulo
numerosos en ese grupo, que siempre tuvo una relación mucho más orgánica con Emílio Sales Gomes, nuestro mejor crítico de siempre, de nía el cine brasileño por su
lo popular) lman películas con tono humorístico y erótico, se acercan al género “incapacidad creativa en copiar” (1980: 90). El modelo extranjero es corrompido por su
para expandir sus límites y contrabandear para adentro de un cine semiindustrial irreverente copia in el. La qualité se desarma en la farsa. La carnavalización se radicaliza
de entretenimiento las ambiciones de un arte radical. La estética del delirio de Ana como arma anticolonial.
Carolina, el exceso operístico de su cine forma parte de ese esfuerzo que es, aún hoy,
uno de los territorios radicales menos explorados del cine brasileño. 1977. La parodia chanchadesca deviene escatología contracultural en los cortometra-
jes en Super 8 de Edgard Navarro. O Rei do Cagaço (1977) –cuyo título es un juego de
Pero no solamente los cineastas “cultos” han sido radicales haciendo cine comer- palabras paródico con O Rei do Cangaço (1937), documental sobre el leyendario bandido
cial, sino que varios de los artistas orgánicamente vinculados a la Boca do Lixo han revolucionario brasileño, el cangaceiro Lampião– comienza con el close-up de un culo
tenido momentos radicales en su lmografía. Basta pensar en la secuencia inicial de en plena acción excremental, con jazz en la banda sonora. La narración mezcla losofía
A Mulher que Inventou o Amor (Jean Garret, 1979), en donde la heroína –que más barata, discurso periodístico y radio de policía, mientras vemos escenas del héroe que
tarde se transformará en reina de la prostitución por sus gemidos magistrales en la caga en hojas de periódico y después lanza la mierda en los autos de las señoras de bien,
cama– es violada por un carnicero y recibe como retribución por su cuerpo nada o se dirige a los edi cios nobles frecuentados por la alta burguesía para defecar monu-
más que un bife. La escena es lmada en medio de las piezas de carne colgadas en la mentalmente en sus pasillos. Los restos de planos, las suras en la materialidad del Super
8 pobre, la velocidad del montaje enmierdan la guración por dentro. La escatología ¿Dónde están estas radicalidades en el cine actual? Seguramente no en el “radicalismo tí-
estética como último recurso antiburgués. mido” que Raul Arthuso ha cartogra ado tan bien, para hablar de un cine contemporáneo
que se quiere radical en sus elecciones estéticas aparentes –estructuras narrativas comple-
Mariano Mestman habla de una doble radicalización en el cine latinoamericano alre- jas, dispositivos so sticados, citaciones a los marginales del pasado–, pero no incorpora
dedor de 1968: de un lado, la radicalización política –producción en la clandestinidad, la violencia anticolonial que siempre ha sido la marca del mejor cine brasileño. Pero sí en
cine pan eto, destrucción de la institución-cine, pasaje al acto, cuyo paradigma es el una película como Fantasmas (2010), en donde André Novais Oliveira inventa, a partir de
Grupo Cine Liberación de Solanas, Getino y Vallejo–, de otro, la radicalización contra- un único plano-secuencia y de una cámara instalada en una terraza en las afueras de la me-
cultural –personajes anormales, mal gusto voluntario, agresión estética, cuyos modelos trópolis, una reversión subversiva de la mirada contemplativa del arte contemporáneo. O,
podrían ser el Cinema Marginal brasileño, el underground argentino o los superocheros en el extremo opuesto, cuando Adirley Queirós compone en Era Uma Vez Brasília (2017)
mexicanos. En el cine brasileño, se podría intentar hacer una separación semejante, y una ciencia cción delirante y absolutamente verosímil, arti cial y sofocante, en donde los
pensar desde allí los intentos radicales de cine-pan eto contra la dictadura, las películas actores son sus vecinos del barrio, y desarrolla un cine que hace de los espacios periféricos
pertenecientes al ciclo de las huelgas de nes de los años setenta o el cine militante hecho un territorio cinematográ co ilimitado.
en las aldeas indígenas. ¿Pero a qué costo?
¿Y dónde está la norma? El enemigo actual es sobre todo un cine festivalero, correcto,
¿Por qué separar, si el marginal Andrea Tonacci, autor de una de las más bellas pelícu- normativo, apto a agradar plateas biempensantes y a desagradar apenas los reacciona-
las contraculturales brasileñas, Bang Bang (1970), es el mismo hombre que a partir de rios de siempre. El crítico Juliano Gomes escribe: “La normosis es una bacteria voraz
nales de los setenta viaja por las aldeas e inventa un cine junto a los indios en películas y atenta” (2018). Hay que estar igualmente atento para percibir los matices de una
como Conversas no Maranhão (1977-1983) o Os Arara (1983)? ¿Por qué compartimentar, normatividad que se in ltra por los lugares menos obvios. Sganzerla escribía en 1970:
si João Silvério Trevisan es a la vez el cineasta que hace en la clandestinidad el más vio- “Al contrario de lo que piensan los piadosos culturalistas, no existe obra política reac-
lento pan eto antidictadura, Contestação (1969), dirige un clásico del Cinema Marginal, cionaria en la forma y progresista en el mensaje” (2005: 66). La crítica Carol Almeida
Orgia ou o Homem que Deu Cria (1970), y escribe el guion de la pornochanchada A Mul- escribe en contra de la reciente Democracia em Vertigem (Petra Costa, 2019), aclamada
her que Inventou o Amor (1979)? ¿Por qué crear divisiones arti ciales, si Helena Solberg por una crítica perezosa que se atiene solamente al mensaje progresista de la película:
es la misma mujer que hace el corto Meio-Dia (1970), elogio de la anarquía estética y “No hay vértigo sin la inminencia de la caída” (2019). No hay invención sin crisis. No
política bajo la música de Caetano Veloso, y después parte en exilio para lmar las luchas hay violencia sin amenaza al buen gusto. No hay radicalidad sin ponerse bajo el riesgo
políticas en varios países de Latinoamérica? real de que todo desmorone a cualquier momento.

Nada más elocuente en ese sentido que el cine de Aloysio Raulino, a la vez comprometido Por otra parte, la radicalidad puede estar en donde menos se espera. Puede estar en un
políticamente y experimental hasta la medula, áspero y excesivo, directo y citacional. La video de dos minutos, publicado en Youtube por una artista trans negra que se lma a
entrada en la favela de Lacrimosa (1970) bajo la música de Mozart incorpora la desespera- sí misma en una habitación-santuario y compone un poema-oración destinado a todas
ción más intensa en los rostros enigmáticos de los niños que huyen de la cámara persecu- las mujeres con testículos. En Para Todas as Moças (2019), Castiel Victorino Brasileiro
toria, mientras los letreros y los poemas de Ángel Parra nos involucran en la lucha revolu- lma su propia mano que enciende la vela, mientras que los tambores afrobrasileños
cionaria latinoamericana. Las citas de Frantz Fanon y Aimé Cesaire en O Tigre e a Gazela comienzan a acompañar la voz que da cuerpo a un texto entre la declaración política
(1976) rebaten sobre el zambullido epidérmico de la cámara en las calles de São Paulo y en y el canto a los orixás. Cine de hechizos, cine de macumba. Los objetos más singulares
el rostro de los parias de la sociedad. El pasaje de la cámara para que el trabajador lme sus se superponen en el más bello de los altares. La luz rosa que lo ilumina es la misma
propias imágenes en Jardim Nova Bahia (1971) no existe sin Strawberry Fields Forever en que hace que la sonrisa franca de la artista se vea en la tenue luz. De repente, en la
la banda sonora, que empuja toda la película hacia una guración de ensueño. La odisea invocación de Iansã, lo que era intimidad performativa se convierte, por un momento,
del inmigrante paraguayo en la metrópolis de Noites Paraguayas (1982) abarca la comedia en conjuración cósmica: el pequeño planeta vagabundo visto desde arriba, la Tierra
popular, los guiños hacia la pornochanchada, la desconstrucción de Vidas Secas, la pesadi- asesina hecha de píxeles de azul-pantalla, marrón-polvo digital. Cine vaporoso y orgá-
lla con la Guerra Grande lmada en estilo teatral antinaturalista y colores vibrantes. El cine nico, nubes y vísceras, vía láctea y culo. Un collar no adorna el cuello, sino el culo que
de Aloysio Raulino quizás sea el mejor territorio para pensar la convivencia y el embate se balancea hacia la cámara. Cine antihorario.
productivo entre las distintas formas de radicalidad en el cine brasileño: desesperado y
utópico, cercano a la gente común e impregnado de citas de todos tipos, autorreferencial y Superposición de imágenes, piedras, embudo, dinero, concha, cada símbolo estricta-
devotado a las luchas políticas más urgentes. mente secretado a las interlocutoras. Recordemos la Estética del Sueño glauberiana:
“Las raíces indias y negras del pueblo latinoamericano deben ser comprendidas como Gomes, Paulo Emílio Salles (1980). Cinema: trajetória no subdesenvolvimento. Rio de
la única fuerza desarrollada de este continente. Nuestras clases media y burguesa son Janeiro: Paz e Terra.
caricaturas decadentes de las sociedades colonizadoras. La cultura popular no es lo
que se llama técnicamente folclore, sino el lenguaje popular de la permanente rebelión Rocha, Glauber (1960). “Documentários: Arraial do Cabo e Aruanda”. En: Suplemento
histórica. El encuentro de los revolucionarios desligados de la razón burguesa con las Literário do Jornal do Brasil. Rio de Janeiro, 6 de agosto de 1960.
estructuras más signi cativas de esta cultura popular será la primera con guración de
un nuevo signo revolucionario” (2004: 250). Imposible no percibir como Para Todas as ---- (2004). “Eztetyka da Fome 65” y “Eztetyka do Sonho 71”. En: Revolução do Cinema
Moças hace renacer donde menos se espera el espíritu de rebelión impregnado por las Novo. São Paulo: Cosac Naify.
raíces más profundas del pueblo brasileño. Al nal de la película, la cámara gira lige-
ramente sobre el altar: el giro es la forma de un cine encantado, que esconde los mapas ---- (2003). Revisão Crítica do Cinema Brasileiro. São Paulo: Cosac Naify.
de sentido mientras traza el itinerario de las sensaciones. La palabra solo puede tantear
el secreto de estas imágenes, lo sagrado de esta profanación. Invención radical de un Sganzerla, Rogério (1966). “O marginal Paulo Cesar”. En: Suplemento Literário do
lenguaje secreto y vivo contra el alfabeto mortuorio de las embarcaciones que siguen jornal O Estado de São Paulo. São Paulo, 21 de mayo de 1966.
llenando esta tierra de esclavitud, represión y muerte.
---- (1967). “Cineasta: do excesso... do crime”. En: Artes, São Paulo, vol. 2, núm. 11,
octubre-noviembre de 1967. p. 1.

---. (2005). “A questão da cultura” (1970). En: Ignez, Helena; Drumond, Mario (orgs.).
Almeida, Carol (2019). “Democracia em Vertigem, de Petra Costa”. En: Fora de Projeto Rogério Sganzerla. Joinville: Letra d’água.
Quadro, [web]. Entrada del 28 de junio de 2019. Disponible en: https://forade-
quadro.com/2019/06/28/democracia-em-vertigem-de-petra-costa/. Fecha de Xavier, Ismail (2001). O Cinema Brasileiro Moderno. São Paulo: Paz e Terra.
consulta: 2 de septiembre de 2019.
O Fan (1930). “Limite”. En: O Fan, núm. 9, diciembre de 1930. p. 75.
Arthuso, Raul Lemos (2016) Cinema independente e radicalismo acanhado: ensaio
sobre o novíssimo cinema brasileiro. Dissertação de Mestrado. Universidade de
São Paulo.

Avellar, José Carlos (1995). A ponte clandestina. Teorias de Cinema na América Latina.
Rio de Janeiro/São Paulo: Ed. 34/Edusp.

Faria, Octávio de (1931). “Limite”. En: A Pátria, Rio de Janeiro, 10 de mayo de 1931.

Ferreira, Jairo (2016). Cinema de Invenção. Rio de Janeiro: Beco do Azougue.

Gomes, Juliano (2018). “Carta ao Heitor (ou Desculpe a bagunça ou Ao mesmo tem-
po)”. En: Cinética. Cinema e Critica [web]. Entrada del 13 de agosto de 2018.
Disponible en: http://revistacinetica.com.br/nova/carta-ao-heitor-ou-descul-
pe-a-bagunca-ou-ao-mesmo-tempo/. Fecha de consulta: 2 de septiembre de
2019.

También podría gustarte