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Absolutismo:

El absolutismo francés se dio en el siglo XV, en esta época Francia estaba formado por
regiones con distintas tradiciones, privilegios y regímenes legales.

El absolutismo fue una forma de gobierno y régimen político típicos del Antiguo Régimen
(período histórico previo a la Revolución Francesa de 1789), cuya ideología dictaba que el
poder político del gobernante, es decir, del Rey, no estuviera sujeto a ninguna limitación como
no fueran las propias de la ley divina o de Dios.

Esto significa que el poder del soberano era formalmente único, indivisible, inalienable,
incontrolable y pleno. En otras palabras, era un poder absoluto, y de allí el nombre que se le
confiere como ideología, es decir, el absolutismo.

El absolutismo proclamaba que el monarca era el Estado, por lo que los poderes públicos
emanaban de su voluntad y estaban subordinados a sus consideraciones. No había ninguna
autoridad mayor que la palabra del Rey, por lo que las majestades no se encontraban sujetas a
ninguna ley posible.

En el absolutismo el Estado como tal no existe, ni separación de poderes, y mucho menos


partidos políticos: la ley se adhiere a la voluntad del Rey, simplemente.

Inicios del absolutismo

Las primeras monarquías de carácter absolutista se dieron a finales de la baja Edad media, a
medida que se sentaban las bases para la evolución de lo que luego sería el Estado moderno.
La tendencia a concentrar en el Rey todos los poderes fue producto del desprestigio del
papado y la Iglesia como instituciones de control moral y social, cuya legitimidad divina fue
poco a poco invistiéndose en el monarca mismo, cuya voluntad representaba la voluntad de
Dios en la tierra.

Las monarquías autoritarias de la Europa medieval no devendrían en absolutismos “maduros” o


absolutismo regio, sin embargo, hasta el siglo XVII, con el reinado de Luis XIV en Francia.

Límites del poder absolutista

El rey estaba sometido a las leyes morales de la religión y la Iglesia.


En el absolutismo no existían límites, en principio, para la voluntad del monarca, máximo jurista
y autoridad en todas las materias, sociales, políticas, económicas y morales. No obstante,
existían límites que no se expresaban de forma explícita, pero que de algún modo enmarcaban
el poder real, y eran:

 La ley de Dios. El Rey estaba sometido, como todo buen cristiano, a las leyes morales
de la religión y de la Iglesia.

 El derecho natural. Ciertas partes del derecho, que atañían a los aspectos más
fundamentales de la cultura y que por lo tanto no eran consideración del Rey, se
preservaban en el absolutismo. Leyes como la herencia, el mayorazgo, etc. que eran
consideradas “naturales”.
 Las leyes fundamentales del Reino. Leyes heredadas de la historia política del Reino y
que formaban una especie de Constitución intangible, fundamentada en la tradición y
que no estaban necesariamente escritas, como la ley de sucesión de los propios
monarcas.

Economía absolutista

En el absolutismo la economía solía ser mercantil y contar con una total intervención del
monarca. Probablemente de la alianza entre la política feudal de la aristocracia y la burguesía
insurgente, dependió que este modelo de gobierno durara tanto tiempo a pesar de haberse
sentado ya las bases del venidero capitalismo.

Instituciones absolutistas

El régimen absolutista no contemplaba poderes públicos de ningún tipo, excepto los designios
del monarca, cuya palabra era ley. Sin embargo, existían cuerpos de funcionarios encargados
de la hacienda, la burocracia, la diplomacia y del ejército, los cuales gozaban de los beneficios
de su cercanía con la clase dirigente.

La sociedad absolutista estaba fuertemente estratificada, separando a los ciudadanos en tres


estratos:

 La nobleza. Los aristócratas y terratenientes, que hacían de consejeros o aliados del


rey, todos protegidos por la fuerza militar.

 El clero. Constituido por la clase eclesiástica, es decir, sacerdotes y monjas, que vivían
del diezmo y de su cercanía con los poderes políticos.

 El pueblo llano. La masa de trabajadores, campesinos y comerciantes.

Los actos positivos del ejercicio de los poderes (legislación, administración y jurisdicción) se
apoyaron en la última instancia de decisión, la monarquía. Del monarca emanaban todos los
poderes del estado, no estando por encima sino por debajo del mismo; lo que implica la
identificación de la persona del rey absoluto con el propio Estado.

Status, id est, magistratus (‘Estado, es decir, magistrado’).

L'Etat, c'est moi (‘el Estado soy yo’).


La frase latina, de origen medieval; la francesa, atribuida a Luis XIV.

Según Bobbio, en términos kantianos, el poder absoluto consiste en que «el soberano del
Estado tiene con respecto a sus súbditos solamente derechos y ningún deber (coactivo); el
soberano no puede ser sometido a juicio por la violación de una ley que él mismo haya
elaborado, ya que está desligado del respeto a la ley popular (populum legis)». Esta definición
sería común a todos los iusnaturalistas, como Rousseau o Hobbes.

A pesar de que la autoridad del rey está sujeta a la razón, y justificada en último extremo por el
bien común, explícitamente se niega la existencia de ningún límite externo ni ningún tipo de
cuestión a sus decisiones; de modo similar a como la patria potestad se ejerce por el pater
familias (el rey como “padre” de sus “súbditos” (paternalismo)). Tales justificaciones imponen
de hecho el carácter ilimitado del ejercicio del poder por el rey: cualquier abuso puede
entenderse como una necesidad impuesta por razón de Estado.

El absolutismo se caracteriza por la concentración de poderes; no hay ninguna división de


poderes como la que definirá la monarquía limitada propia de las revoluciones liberales. El
poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo son ejercidos por la misma autoridad: el
rey como supremo magistrado en todos los ámbitos. Rex, lex (o, en francés le Roi, c'est la loi, a
veces expresado como ‘la palabra del rey es la ley’); sus decisiones son sentencias
inapelables, y al rey la hacienda y la vida se ha de dar.

El poder tiene un carácter divino, tanto en su origen como en su ejercicio por el propio rey, que
queda sacralizado. La teoría del derecho divino del poder real (monarquía de derecho divino o
absolutismo teológico) nació en el último cuarto del siglo XVI, en el ambiente de las guerras de
religión de Francia. Aunque en Europa la divinización del monarca nunca llegó tan lejos como
en el despotismo oriental (que identificaba al rey con el mismo Dios), el rey siempre tuvo cierto
poder sobre las iglesias nacionales; no solo en las surgidas de la Reforma protestante, sino en
las monarquías católicas, que supeditan en gran medida a la propia Iglesia católica a través del
regalismo, aunque las relaciones ente Iglesia y Estado son altamente complejas.

Evolución del absolutismo:

El absolutismo tuvo un largo proceso de evolución ligado al surgimiento de los Estados


modernos. Desde principios del siglo XV hasta la primera mitad del siglo XVI existió una
primera fase o período de absolutismo en formación, caracterizada por la tendencia a la
concentración progresiva del poder en manos del monarca, aunque todavía existían unas
limitaciones muy claras, especialmente el poder religioso.

Frente al absolutismo pleno que caracteriza, al menos como pretensión, a las monarquías de la
Edad Moderna, surgieron todo tipo de resistencias y contestaciones, incluso en la forma de
revueltas o verdaderas revoluciones (la Guerra de las Comunidades de Castilla, las
alteraciones aragonesas y la crisis de 1640 en España “independencia de Portugal, revuelta de
los catalanes, revuelta de Masaniello”, la Fronda francesa, la Revolución inglesa, etc.).

El absolutismo real o maduro no llegó hasta la segunda mitad del siglo XVII, con el reinado de
Luis XIV en Francia.

Instituciones:

Hacienda, burocracia, diplomacia y ejército profesional, todos ellos servidos por funcionarios o
militares que deban a su formación y profesionalidad, y a la voluntad del rey (y no a su propia
riqueza o nobleza) el mantenimiento de su posición; fueron los instrumentos más importantes
de los que se valió la monarquía absoluta para afianzar y aumentar su poder, tanto hacia el
interior como hacia el exterior.
El poder militar pasó de estar disperso en la nobleza a estar centralizado en el rey. La fiscalidad
necesaria para sostener todos los gastos del Estado y del monarca, entre los que los que
destacaban los gastos militares, los salarios públicos y los lujos de la corte, incluía todo tipo de
impuestos, directos e indirectos, ordinarios y extraordinarios, además del recurso a la deuda
pública, cuyos crecientes intereses terminaban convirtiéndose en un problema insoluble que
llevaba a periódicas quiebras.

Parlamento:

Bajo el Antiguo Régimen en Francia, los parlamentos (en francés: parlement) eran cortes
superiores de justicia provinciales. Tenían también poderes administrativos y políticos limitados.
No eran "parlamentos" propiamente dichos. El parlamento estamental de la Monarquía
francesa eran los Estados generales.

Los parlamentos no eran cuerpos legislativos ni políticos sino cortes de apelación y de


casación. Los magistrados del parlamento podían establecer reglamentos (arrêts de règlement)
para la aplicación de los edictos reales, basándose en prácticas consuetudinarias fijadas por la
jurisprudencia derivada de sus sentencias. Esos derechos fundamentales de las provincias
constituían unas trescientas jurisdicciones en Francia. Para acceder al cargo de magistrado de
esas cortes era necesario poseer un oficio que compraban a la autoridad real, y esa posición
era hereditaria haciendo el pago de un impuesto al rey (la Paulette). Constituían la nobleza de
toga.

También podían negarse a registrar las leyes que consideraran contradictorias con los
derechos fundamentales de la provincia, la coûtume local, haciendo uso de su "derecho de
reprimenda" (droit de remontrance) por el que manifestaban formalmente su desacuerdo al rey.
Algunos parlamentos, particularmente el de París, gradualmente adquirieron el hábito de negar
la promulgación de la legislación con la que ellos no estaban de acuerdo hasta que el rey
imponía un lit de justice (registro obligatorio de edictos reales) o enviaba una lettre de jussion
para doblegarlos.

Procesos judiciales:

En procesos civiles al juez debían pagársele épices esto se pagaba por las partes. La justicia
civil estaba fuera del alcance de la mayoría de la población, exceptuando a los ricos y a los que
tuvieran buenas conexiones.

Una sala del tribunal de Dijon, situado en el edificio del antiguo parlamento de Borgoña.
En lo que concierne a la justicia criminal, los procesos eran marcadamente arcaicos. Los jueces
podían ordenar que los sospechosos fueran torturados con el objeto de obtener confesiones, o
para inducirlos a inculpar a otros. Existían dos formas de tortura la ordinaria y la extraordinaria
distinguiéndose estas por la tremenda brutalidad de la segunda. Existía poca presunción de
inocencia si el sospechoso pertenecía al tercer estado. La sentencia de muerte podía ser
pronunciada por una gran variedad de crímenes, que incluían desde el robo en el que la pena
variaba según la clase social de la víctima y la pena podía realizarse a través de ahorcamiento,
decapitación (con espada para los nobles) y la hoguera para los herejes. Algunos crímenes
tenían castigos aún peores que estos como el regicidio.

La tortura judicial y los métodos crueles de ejecutar la pena máxima fueron abolidos por Luis
XVI en el año 1788
Justicia:

El sistema judicial nacional se componía de tribunales divididos en bailliages (bailías) en el


norte de Francia y sénéchaussées ("senescalatos") en el sur de Francia; estos tribunales
(alrededor de 90 en el siglo XVI, y bastantes más a finales del XVIII) estaban supervisados por
un lieutenant général ("teniente general") y subdivididos en:

 prévôtés (brebostazgos) supervisados por un prévôt (preboste)

 (como era el caso en Normandía) en vicomtés supervisados por un vicomte (cargo que
podía ser ocupado por plebeyos)

 (en parte del norte de Francia) en châtellenies (castellanías) supervisadas por un


châtelain (castellano, que de la misma forma podía ser un plebeyo)

 o, en el Sur, en vigueries ("veguerías") o baylies ("bailías") supervisadas por un viguier


(veguer) o un bayle (baile).

En un esfuerzo para reducir la carga judicial de los parlamentos, ciertas bailliages recibieron
competencies suplementarias por Enrique II de Francia: las que pasaron a llamarse présidial
("presidios").

El prévôt ("preboste") o su equivalente era el juez de primera instancia para no privilegiados. En


el ejercicio de sus funciones legales, dictaba sentencia por sí mimo, pero había de consultar
con ciertos letrados (avocats o procureurs, "abogados" o "procuradores") elegidos por él mismo
(usando la expresión técnica llamados en su consejo). La apelación de sus sentencias
competía a los bailliages, que también tenían jurisdicción de primera instancia sobre en lo
tocante a los nobles. Bailliages y présidiaux también eran primera instancia para ciertos delitos
(denominados cas royaux, "casos reales"; estos casos anteriormente competían a los señores
locales): sacrilegio, lesa majestad, secuestro, violación, herejía, alteración de moneda,
sedición, insurrección, y portar armas ilegalmente. La apelación del bailliage competía al
parlamento regional.

El más importante de estos tribunales reales era el prévôté et présidial de París, el Châtelet,
presidido por el prévôt de París, lieutenients (aquí "jueces") de lo civil y de lo criminal, y un
funcionario real a cargo del mantenimiento del orden público en la capital, el Lieutenant General
de Police'("teniente general de policía") de París.

Tribunales superiores

Los siguientes eran las cours souveraines, ("cortes soberanas", o "cortes superiores"), cuyas
decisiones solo podían ser revocadas por el rey en su consejo.

 Parlamentos (que llegaron a ser catorce): en París (Parlamento de París), Languedoc


(Toulouse), Provenza (Aix), Franco-Condado (Besançon), Guyena (Burdeos), Borgoña
(Parlamento de Dijon), Flandes (Douai), Delfinado (Grenoble), Lorena (Nancy), Metz (en
principio uno de los Trois-Évêchés), Navarra (Pau), Bretaña (Parlamento de Bretaña en
Rennes, por un breve tiempo en Nantes), Normandía (Ruan) y (de 1523 a 1771)
Dombes (Trévoux). También hubo parlamento en Saboya (Chambéry) de 1537 a 1559.
Los parlamentos eran originalmente de naturaleza únicamente judicial (cortes de
apelación para los tribunales civiles y eclesiásticos inferiores), pero comenzaron a
asumir funciones legislativas limitadas. El más importante de los parlamentos, tanto en
el área administrativa (cubría la mayor parte de la Francia central y septentrional) como
en prestigio, fue el parlamento de París, que también era el tribunal de primera instancia
para los pares de Francia y para asuntos relacionados con las regalías.

 Conseils souverains ("consejos soberanos") - Alsacia (Colmar), Rosellón (Perpiñán),


Artois (un conseil provincial, Arras), y (de 1553 a 1559) Córcega (Bastia); también
Flandes, Navarra y Lorena (antes de ser convertidos en parlements). Los conseils
souverains eran parlamentos regionales de territorios conquistados recientemente.
 Chambre des comptes ("tribunal de cuentas") - París, Dijon, Blois, Grenoble, Nantes.

 La chambre des comptes supervisaba el gasto de fondos públicos, la protección de las


tierras reales (domaine royal), y los asuntos legales que concernían a tales ámbitos.

 Cours des aides - París, Clermont, Burdeos, Montauban. Las cours des aides
supervisaban asuntos de los pays d'élections, normalmente acerca de impuestos sobre
vino, cerveza, jabón, aceite, metales, etc.

 Chambre des comptes en combinación con Cours des aides - Aix, Bar-le-Duc, Dole,
Nancy, Montpellier, Pau, Ruan

 Cours des monnaies ("cortes de las monedas") - París; también Lyon durante el periodo
1704-1771, y (desde 1766), las chambres des comptes de Bar-le-Duc y Nancy. Estas
cours des monnaies supervisaban la circulación monetaria y los metales preciosos.

 Grand Conseil ("gran consejo")- creado en 1497 para supervisar asuntos tocantes a los
beneficios eclesiásticos; ocasionalmente el rey derivaba al Grand Conseil asuntos que
consideraba demasiado polémicos para ser tratados en los parlamentos.

La cúspide del sistema judicial era el canciller.

Historia Francesa:

La Francia en el siglo XV era un mosaico de regiones con distintas tradiciones, privilegios y


regímenes legales. La tendencia de la monarquía francesa a centralizar el poder aparece sobre
todo tras el fin de la Guerra de los cien años. Tras la invasión inglesa y la derrota de la vieja
nobleza en la batalla de Agincourt, su prestigio queda seriamente dañado, algo que es
aprovechado por los monarcas franceses para incrementar su influencia y poder. Hasta
entonces, los reyes de Francia habían sido considerados como un primus inter pares por parte
del resto de la nobleza francesa, y su influencia real se limitaba a los territorios patrimoniales de
la casa Capeto, esto es, la Île de France. El primer monarca en desarrollar la tendencia
centralista fue Luis XI, que se sirvió de múltiples intrigas para extender su autoridad por todos
aquellos territorios que conformaban la Francia del siglo XVI. Sus sucesores continuaron esta
política, que pasó con reducir la potestad de los nobles en sus señoríos jurisdiccionales y el
desarrollo de una administración centralizada.

En cuanto a la economía, como en cualquier régimen absolutista, era mercantil y el monarca


intervenía en ella activamente. En lo que a la sociedad se refiere, esta estaba dividida en
órdenes o estamentos, entendidos como la condición social y política de índole colectiva que se
define por un conjunto de libertades. A lo largo del siglo XVI los sucesivos monarcas
incrementaron su influencia, pero de ellos se esperaba que actuaran siguiendo la ley divina y el
derecho natural, esto es, que respetaran las costumbres feudales.

A lo largo del siglo XVII o de los Ministerios, como es llamado en Francia ya que gobernaron
dos primeros ministros en vez de un rey, Richelieu y Mazarino, la autoridad real tiende hacia el
centralismo, y el absolutismo se apuntala: se uniformizan impuestos, se restringe la autonomía
de los Parlamentos provinciales, se integran en Francia territorios hasta entonces
independientes como Navarra, la Lorena y el Bearn, se desarrolla la administración central, se
reforma el ejército y se profesionaliza. Sumida en una profunda crisis económica y en medio de
grandes revueltas tales como la rebelión campesina de los Croquants o la rebelión aristocrática
de La Fronda, que debilitaron en apariencia la autoridad del Rey, a la larga el triunfo de este
sobre los rebeldes apuntaló el absolutismo, y para cuando Luis XIV alcanza la mayoría de
edad, la autoridad del monarca es indiscutible.

Luego de la muerte de Mazarino, Luis XIV instaura su gobierno personal y pasa por arriba de
todo lo existente y se impone nombrando a los ministros de su preferencia para que realicen las
funciones vitales, que acompañados por un pesado sistema burocrático sin pocas
innovaciones, hacen de lo que será la vida de Francia en aquel entonces.

En lo social, Francia contaba con una sociedad altamente estratificada en la época y con
privilegios solo para los nobles y los clérigos, que los distinguían en cuanto a la ley y a los
tributos. Los no privilegiados, entre los que se incluían los campesinos y el Tercer Estado,
estaban sometidos a todos los gravámenes y se encontraban bajo el imperio de una ley mucho
menos benevolente. De ellos se esperaba que obedecieran y respetaran a los otros dos
estamentos, a los que en realidad sostenían económicamente.

Luis XIV:

Luis XIV nació el 5 de septiembre de 1638 en Saint Germain en Laye, cerca de París. Sus
padres fueron el rey Luis XIII y su esposa Ana de Austria. Luis XIII falleció en 1643, por lo que
la reina hizo de regente del joven delfín, encargando su educación al cardenal Mazarino. Éste
le enseñó la importancia y el sentido que tenía la realeza, además de aconsejarle que se
sirviese de los hombres para que éstos no se sirvieran de él.

Entre los años 1648 y 1653 tuvieron lugar las luchas civiles de la Fronda producidas por la mala
administración de Mazarino y la creación de nuevos impuestos. Las protestas fueron en
cabezadas por los parlamentarios de París. Mazarino ordenó que uno de los líderes, Broussel,
fuera detenido, lo que provocó que la ciudad se sublevara y la familia real tuviese que huir.

La falta de acuerdo entre los sublevados iba a decidir su fracaso, pero eso no impidió que
durante meses el populacho se adueñara otra vez de París; la reina madre y su familia, de
regreso al palacio del Louvre, hubieron de soportar que una noche, tras correr la voz de que el
joven monarca estaba allí, las turbas invadiesen sus aposentos y se precipitaran hacia el
dormitorio donde el niño yacía inmóvil en su cama, completamente vestido bajo las mantas y
fingiendo estar dormido: ante el sonrosado rostro rodeado de bucles castaños, la cólera del
pueblo desapareció de pronto y fue sustituida por un murmullo de aprobación. Luego, todos
abandonaron el palacio como buenos súbditos, rogando a Dios de todo corazón que protegiera
a su joven príncipe.
Aquellos acontecimientos dejaron una profunda huella en el joven Luis. Se convenció de que
era preciso alejar del gobierno de la nación tanto al pueblo llano, que había osado invadir su
dormitorio, como a la nobleza, permanente enemiga de la monarquía.

Luis XIV fue declarado mayor de edad en 1651, y el 7 de junio de 1654, una vez pasado el
huracán de las Frondas, fue coronado rey de Francia en la catedral de Reims. A partir de ese
momento, su formación política y su preparación en el arte de gobernar se intensificaron.
Diariamente despachaba con Mazarino y examinaban juntos los asuntos de Estado.

Al morir el cardenal Mazarino en 1661, Luis XIV asumió por completo sus funciones regias; de
su padre había heredado el prurito de su grandeza y la idea del carácter divino de su poder. Un
año antes, en 1660, había contraído matrimonio con la infanta española María Teresa de
Austria, lo cual no le impidió tener varias amantes, entre ellas La Vallière, Montespan y
Madame de Maintenon, con quien, tras enviudar, casó en secreto en 1680.

Instalado primero en Saint-Germain y más tarde en el imponente marco del palacio de


Versalles, el nuevo monarca se rodeó de dóciles cortesanos, redujo a la nobleza, restó poder al
Parlamento y el clero y centralizó la Administración pública mediante un complejo aparato
burocrático. Su ministro de Finanzas, Colbert, fue el artífice de la organización administrativa
del Estado monárquico.

Para hacer frente a los ingentes gastos de la corte, el rey controló la producción agraria y
manufacturera y el comercio exterior, y aplicó una dura política impositiva. Todas las fuentes de
recursos fueron orientadas hacia la hacienda pública. Al mismo tiempo, sus ministros Louvois y
Le Tellier se ocuparon de reorganizar el ejército en un cuerpo regular, y Vauban, de construir
un sistema defensivo basado en nuevas fortificaciones.

En el interior, la política del monarca se basó en la consolidación del absolutismo, identificando


a la monarquía con el Estado. En el exterior, su máxima preocupación fue mantener el prestigio
de Francia, por lo cual entró en la guerra de Devolución (1667-1668), sobre la base de los
derechos que le correspondían a su esposa sobre Flandes, obteniendo Lille, y en la guerra de
los Países Bajos (1672-1679), que afianzó la hegemonía francesa en Europa.

Su sueño de crear un bloque francoespañol bajo el dominio borbónico que terminara con el
poder de los Habsburgo, principales rivales de Francia en Europa, desembocó en la guerra de
Sucesión española (1700-1714), con motivo de la instauración de Felipe V, nieto de Luis XIV,
en el trono español. Frente a sus aspiraciones se formó la Gran Alianza, integrada por Gran
Bretaña, los Países Bajos y el Imperio Austríaco, que apoyaban las pretensiones del candidato
Carlos de Austria al trono español.

Tras un desarrollo incierto, el conflicto se resolvió con la aceptación de Felipe V por las demás
potencias en los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714), aunque buena parte de los
territorios españoles en Europa pasaron en compensación a su oponente, convertido en el
emperador Carlos VI. Además, en dichos tratados se preveía la unificación de los reinos de
España y Francia bajo la misma Corona.

Las ambiciones hegemónicas de Luis lo llevaron también a defender la autonomía de la Iglesia


francesa frente al Vaticano y a afirmar su autoridad en el terreno religioso. Sus choques con el
Papado no fueron obstáculo para que protegiera a los católicos y reprimiera a sus enemigos,
quietistas, jansenistas y hugonotes. El enorme despliegue militar realizado ocasionó unos
gastos exorbitantes que, sumados a los derivados del boato de la corte, fueron una de las
causas que llevaron a una aguda crisis económica.

El final de su reinado estuvo marcado por los primeros síntomas de decadencia del régimen y
de la corte, el declive de la hegemonía francesa en el continente, el fracaso de su política
colonial y el inquietante malestar social surgido de las hambrunas que padecía el pueblo bajo.
Sin embargo, el monarca, llamado vicediós por el obispo Godeau, siguió fiel a sí mismo y
confiado hasta el día de su muerte en su voluntad como único motor de la vida del reino y de
sus súbditos.

Luis XV:

(Versalles, 1710-1774) Rey de Francia. Era biznieto del “Rey Sol” Luis XIV, a quien sucedió en
1715. Durante la minoría de edad de Luis XV (1715-1723) gobernó como regente el duque
Felipe II de Orleans, que hubo de hacer frente a la delicada situación financiera en que el Rey
Sol había dejado a Francia. De hecho, Felipe de Orleans no hizo sino agravar los problemas
con el frustrado intento de sanear las arcas reales mediante el experimento bancario de John
Law (1717-1720).

Aunque Luis XV de Francia fue declarado mayor de edad en 1723, no asumió el poder hasta
veinte años después, dejando los asuntos en manos del duque de Borbón (1723-1726) y del
cardenal Fleury (1726-1743). El gobierno de este último estabilizó la moneda y las finanzas
reales, impulsando un cierto auge económico; pero no pudo impedir comprometer a Francia en
la desgraciada Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1735).

Entretanto, Luis XV se dedicaba a la caza, los viajes y las diversiones de la corte. Desde que
en 1743 asumió personalmente la dirección del reino, no dejó de cometer errores que
contribuyeron a desprestigiar a la Monarquía y abonaron el terreno para el estallido de la
Revolución Francesa durante el reinado de su sucesor, Luis XVI.

El monarca dejó crecer la influencia política de sus sucesivas amantes, sobre todo madame de
Pompadour y la duquesa Du Barry, en medio de un lujo cortesano desaforado que
escandalizaba a los franceses por su derroche; y mantuvo el equilibrio entre dos facciones
enfrentadas en la corte, llamando a gobernar alternativamente a una y otra. Luis XV alentó y
luego prohibió la obra de los enciclopedistas (Diderot y D'Alembert), que contenía la crítica de
los ilustrados al orden establecido, y fue incapaz de superar la oposición nobiliaria a las
imprescindibles reformas hacendísticas que emprendió.

También fue inconstante en política exterior, sin obtener resultados ni de su inicial alianza con
Prusia contra Austria (Guerra de Sucesión austriaca, 1740-1748) ni de la posterior con Austria
contra Prusia y Gran Bretaña (Guerra de los Siete Años, 1756-1763), por la cual perdió Francia
su imperio colonial en la India y Canadá. Por último, acabó por ser visto como un déspota
cuando zanjó la confrontación que mantenía con los parlamentos por motivos religiosos y
financieros desterrando a los parlamentarios y convirtiendo los parlamentos en meros
tribunales de justicia (1771).

Louis XVI:

Luis XVI nació el 23 de agosto de 1754 en Versalles, Francia.

Nieto de Luis XV. Hijo de Luis de Francia y María Josefa de Sajonia.


Al fallecer sus dos hermanos mayores y su padre, único hijo de Luis XV, se convirtió en el
delfín (príncipe heredero) de Francia en 1765.

El 16 de mayo de 1770 se casó en la capilla de palacio de Versalles con María Antonieta, hija
menor de la archiduquesa María Teresa de Austria.

El matrimonio no fue consumado hasta siete años después de la boda, cuando ya había sido
coronado. Tuvieron cuatro hijos.

Al llegar al trono, el problema primordial al que tuvo que enfrentarse fue con el déficit
acumulado por los dos reinados anteriores. Inmediatamente redujo algunas de las
contribuciones más gravosas y modificó el sistema financiero con el apoyo de políticos como
Anne Robert Jacques Turgot, ministro de Hacienda, Chrétien Guillaume de Lamoignon de
Malesherbes, ministro de Estado, y Charles Gravier, conde de Vergennes, ministro de Asuntos
Exteriores, aunque la nobleza le impidió llevar a cabo reformas más amplias.

Tras conceder ayuda económica a las colonias angloamericanas durante su guerra de la


Independencia contra el dominio británico (1778-1781), Necker propuso la aplicación de
impuestos a la nobleza para equilibrar el déficit presupuestario. La impopularidad de esta
medida entre las clases influyentes provocó su dimisión en 1781.

El 14 de julio de 1789 el pueblo parisino asaltó La Bastilla y retuvo a la familia real en el palacio
de las Tullerías. Los monarcas, junto con sus hijos, intentaron huir a Austria en junio de 1790,
pero fueron capturados y enviados a París.

Luis juró obediencia a la nueva Constitución francesa en julio de 1790, aunque siguió
conspirando en contra del gobierno revolucionario.

En 1792 la Convención Nacional, la asamblea de diputados francesa, proclamó la República. El


Rey, desposeído de sus títulos fue procesado como el "ciudadano Luis Capet" (apellido de su
familia), acusado de traidor a la nación, por haber mantenido correspondencia secreta con los
monarcas europeos que se interesaban por su salvación.

Luis XVI fue guillotinado en la Plaza de la Revolución, hoy Plaza de la Concordia, el 21 de


enero de 1793, 1 de la República. Sus últimas palabras fueron: "¡Pueblo, muero inocente!".

El proceso de la reina se efectuó seis meses después.

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