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El absolutismo francés se dio en el siglo XV, en esta época Francia estaba formado por
regiones con distintas tradiciones, privilegios y regímenes legales.
El absolutismo fue una forma de gobierno y régimen político típicos del Antiguo Régimen
(período histórico previo a la Revolución Francesa de 1789), cuya ideología dictaba que el
poder político del gobernante, es decir, del Rey, no estuviera sujeto a ninguna limitación como
no fueran las propias de la ley divina o de Dios.
Esto significa que el poder del soberano era formalmente único, indivisible, inalienable,
incontrolable y pleno. En otras palabras, era un poder absoluto, y de allí el nombre que se le
confiere como ideología, es decir, el absolutismo.
El absolutismo proclamaba que el monarca era el Estado, por lo que los poderes públicos
emanaban de su voluntad y estaban subordinados a sus consideraciones. No había ninguna
autoridad mayor que la palabra del Rey, por lo que las majestades no se encontraban sujetas a
ninguna ley posible.
Las primeras monarquías de carácter absolutista se dieron a finales de la baja Edad media, a
medida que se sentaban las bases para la evolución de lo que luego sería el Estado moderno.
La tendencia a concentrar en el Rey todos los poderes fue producto del desprestigio del
papado y la Iglesia como instituciones de control moral y social, cuya legitimidad divina fue
poco a poco invistiéndose en el monarca mismo, cuya voluntad representaba la voluntad de
Dios en la tierra.
La ley de Dios. El Rey estaba sometido, como todo buen cristiano, a las leyes morales
de la religión y de la Iglesia.
El derecho natural. Ciertas partes del derecho, que atañían a los aspectos más
fundamentales de la cultura y que por lo tanto no eran consideración del Rey, se
preservaban en el absolutismo. Leyes como la herencia, el mayorazgo, etc. que eran
consideradas “naturales”.
Las leyes fundamentales del Reino. Leyes heredadas de la historia política del Reino y
que formaban una especie de Constitución intangible, fundamentada en la tradición y
que no estaban necesariamente escritas, como la ley de sucesión de los propios
monarcas.
Economía absolutista
En el absolutismo la economía solía ser mercantil y contar con una total intervención del
monarca. Probablemente de la alianza entre la política feudal de la aristocracia y la burguesía
insurgente, dependió que este modelo de gobierno durara tanto tiempo a pesar de haberse
sentado ya las bases del venidero capitalismo.
Instituciones absolutistas
El régimen absolutista no contemplaba poderes públicos de ningún tipo, excepto los designios
del monarca, cuya palabra era ley. Sin embargo, existían cuerpos de funcionarios encargados
de la hacienda, la burocracia, la diplomacia y del ejército, los cuales gozaban de los beneficios
de su cercanía con la clase dirigente.
El clero. Constituido por la clase eclesiástica, es decir, sacerdotes y monjas, que vivían
del diezmo y de su cercanía con los poderes políticos.
Los actos positivos del ejercicio de los poderes (legislación, administración y jurisdicción) se
apoyaron en la última instancia de decisión, la monarquía. Del monarca emanaban todos los
poderes del estado, no estando por encima sino por debajo del mismo; lo que implica la
identificación de la persona del rey absoluto con el propio Estado.
Según Bobbio, en términos kantianos, el poder absoluto consiste en que «el soberano del
Estado tiene con respecto a sus súbditos solamente derechos y ningún deber (coactivo); el
soberano no puede ser sometido a juicio por la violación de una ley que él mismo haya
elaborado, ya que está desligado del respeto a la ley popular (populum legis)». Esta definición
sería común a todos los iusnaturalistas, como Rousseau o Hobbes.
A pesar de que la autoridad del rey está sujeta a la razón, y justificada en último extremo por el
bien común, explícitamente se niega la existencia de ningún límite externo ni ningún tipo de
cuestión a sus decisiones; de modo similar a como la patria potestad se ejerce por el pater
familias (el rey como “padre” de sus “súbditos” (paternalismo)). Tales justificaciones imponen
de hecho el carácter ilimitado del ejercicio del poder por el rey: cualquier abuso puede
entenderse como una necesidad impuesta por razón de Estado.
El poder tiene un carácter divino, tanto en su origen como en su ejercicio por el propio rey, que
queda sacralizado. La teoría del derecho divino del poder real (monarquía de derecho divino o
absolutismo teológico) nació en el último cuarto del siglo XVI, en el ambiente de las guerras de
religión de Francia. Aunque en Europa la divinización del monarca nunca llegó tan lejos como
en el despotismo oriental (que identificaba al rey con el mismo Dios), el rey siempre tuvo cierto
poder sobre las iglesias nacionales; no solo en las surgidas de la Reforma protestante, sino en
las monarquías católicas, que supeditan en gran medida a la propia Iglesia católica a través del
regalismo, aunque las relaciones ente Iglesia y Estado son altamente complejas.
Frente al absolutismo pleno que caracteriza, al menos como pretensión, a las monarquías de la
Edad Moderna, surgieron todo tipo de resistencias y contestaciones, incluso en la forma de
revueltas o verdaderas revoluciones (la Guerra de las Comunidades de Castilla, las
alteraciones aragonesas y la crisis de 1640 en España “independencia de Portugal, revuelta de
los catalanes, revuelta de Masaniello”, la Fronda francesa, la Revolución inglesa, etc.).
El absolutismo real o maduro no llegó hasta la segunda mitad del siglo XVII, con el reinado de
Luis XIV en Francia.
Instituciones:
Hacienda, burocracia, diplomacia y ejército profesional, todos ellos servidos por funcionarios o
militares que deban a su formación y profesionalidad, y a la voluntad del rey (y no a su propia
riqueza o nobleza) el mantenimiento de su posición; fueron los instrumentos más importantes
de los que se valió la monarquía absoluta para afianzar y aumentar su poder, tanto hacia el
interior como hacia el exterior.
El poder militar pasó de estar disperso en la nobleza a estar centralizado en el rey. La fiscalidad
necesaria para sostener todos los gastos del Estado y del monarca, entre los que los que
destacaban los gastos militares, los salarios públicos y los lujos de la corte, incluía todo tipo de
impuestos, directos e indirectos, ordinarios y extraordinarios, además del recurso a la deuda
pública, cuyos crecientes intereses terminaban convirtiéndose en un problema insoluble que
llevaba a periódicas quiebras.
Parlamento:
Bajo el Antiguo Régimen en Francia, los parlamentos (en francés: parlement) eran cortes
superiores de justicia provinciales. Tenían también poderes administrativos y políticos limitados.
No eran "parlamentos" propiamente dichos. El parlamento estamental de la Monarquía
francesa eran los Estados generales.
También podían negarse a registrar las leyes que consideraran contradictorias con los
derechos fundamentales de la provincia, la coûtume local, haciendo uso de su "derecho de
reprimenda" (droit de remontrance) por el que manifestaban formalmente su desacuerdo al rey.
Algunos parlamentos, particularmente el de París, gradualmente adquirieron el hábito de negar
la promulgación de la legislación con la que ellos no estaban de acuerdo hasta que el rey
imponía un lit de justice (registro obligatorio de edictos reales) o enviaba una lettre de jussion
para doblegarlos.
Procesos judiciales:
En procesos civiles al juez debían pagársele épices esto se pagaba por las partes. La justicia
civil estaba fuera del alcance de la mayoría de la población, exceptuando a los ricos y a los que
tuvieran buenas conexiones.
Una sala del tribunal de Dijon, situado en el edificio del antiguo parlamento de Borgoña.
En lo que concierne a la justicia criminal, los procesos eran marcadamente arcaicos. Los jueces
podían ordenar que los sospechosos fueran torturados con el objeto de obtener confesiones, o
para inducirlos a inculpar a otros. Existían dos formas de tortura la ordinaria y la extraordinaria
distinguiéndose estas por la tremenda brutalidad de la segunda. Existía poca presunción de
inocencia si el sospechoso pertenecía al tercer estado. La sentencia de muerte podía ser
pronunciada por una gran variedad de crímenes, que incluían desde el robo en el que la pena
variaba según la clase social de la víctima y la pena podía realizarse a través de ahorcamiento,
decapitación (con espada para los nobles) y la hoguera para los herejes. Algunos crímenes
tenían castigos aún peores que estos como el regicidio.
La tortura judicial y los métodos crueles de ejecutar la pena máxima fueron abolidos por Luis
XVI en el año 1788
Justicia:
(como era el caso en Normandía) en vicomtés supervisados por un vicomte (cargo que
podía ser ocupado por plebeyos)
En un esfuerzo para reducir la carga judicial de los parlamentos, ciertas bailliages recibieron
competencies suplementarias por Enrique II de Francia: las que pasaron a llamarse présidial
("presidios").
El más importante de estos tribunales reales era el prévôté et présidial de París, el Châtelet,
presidido por el prévôt de París, lieutenients (aquí "jueces") de lo civil y de lo criminal, y un
funcionario real a cargo del mantenimiento del orden público en la capital, el Lieutenant General
de Police'("teniente general de policía") de París.
Tribunales superiores
Los siguientes eran las cours souveraines, ("cortes soberanas", o "cortes superiores"), cuyas
decisiones solo podían ser revocadas por el rey en su consejo.
Cours des aides - París, Clermont, Burdeos, Montauban. Las cours des aides
supervisaban asuntos de los pays d'élections, normalmente acerca de impuestos sobre
vino, cerveza, jabón, aceite, metales, etc.
Chambre des comptes en combinación con Cours des aides - Aix, Bar-le-Duc, Dole,
Nancy, Montpellier, Pau, Ruan
Cours des monnaies ("cortes de las monedas") - París; también Lyon durante el periodo
1704-1771, y (desde 1766), las chambres des comptes de Bar-le-Duc y Nancy. Estas
cours des monnaies supervisaban la circulación monetaria y los metales preciosos.
Grand Conseil ("gran consejo")- creado en 1497 para supervisar asuntos tocantes a los
beneficios eclesiásticos; ocasionalmente el rey derivaba al Grand Conseil asuntos que
consideraba demasiado polémicos para ser tratados en los parlamentos.
Historia Francesa:
A lo largo del siglo XVII o de los Ministerios, como es llamado en Francia ya que gobernaron
dos primeros ministros en vez de un rey, Richelieu y Mazarino, la autoridad real tiende hacia el
centralismo, y el absolutismo se apuntala: se uniformizan impuestos, se restringe la autonomía
de los Parlamentos provinciales, se integran en Francia territorios hasta entonces
independientes como Navarra, la Lorena y el Bearn, se desarrolla la administración central, se
reforma el ejército y se profesionaliza. Sumida en una profunda crisis económica y en medio de
grandes revueltas tales como la rebelión campesina de los Croquants o la rebelión aristocrática
de La Fronda, que debilitaron en apariencia la autoridad del Rey, a la larga el triunfo de este
sobre los rebeldes apuntaló el absolutismo, y para cuando Luis XIV alcanza la mayoría de
edad, la autoridad del monarca es indiscutible.
Luego de la muerte de Mazarino, Luis XIV instaura su gobierno personal y pasa por arriba de
todo lo existente y se impone nombrando a los ministros de su preferencia para que realicen las
funciones vitales, que acompañados por un pesado sistema burocrático sin pocas
innovaciones, hacen de lo que será la vida de Francia en aquel entonces.
En lo social, Francia contaba con una sociedad altamente estratificada en la época y con
privilegios solo para los nobles y los clérigos, que los distinguían en cuanto a la ley y a los
tributos. Los no privilegiados, entre los que se incluían los campesinos y el Tercer Estado,
estaban sometidos a todos los gravámenes y se encontraban bajo el imperio de una ley mucho
menos benevolente. De ellos se esperaba que obedecieran y respetaran a los otros dos
estamentos, a los que en realidad sostenían económicamente.
Luis XIV:
Luis XIV nació el 5 de septiembre de 1638 en Saint Germain en Laye, cerca de París. Sus
padres fueron el rey Luis XIII y su esposa Ana de Austria. Luis XIII falleció en 1643, por lo que
la reina hizo de regente del joven delfín, encargando su educación al cardenal Mazarino. Éste
le enseñó la importancia y el sentido que tenía la realeza, además de aconsejarle que se
sirviese de los hombres para que éstos no se sirvieran de él.
Entre los años 1648 y 1653 tuvieron lugar las luchas civiles de la Fronda producidas por la mala
administración de Mazarino y la creación de nuevos impuestos. Las protestas fueron en
cabezadas por los parlamentarios de París. Mazarino ordenó que uno de los líderes, Broussel,
fuera detenido, lo que provocó que la ciudad se sublevara y la familia real tuviese que huir.
La falta de acuerdo entre los sublevados iba a decidir su fracaso, pero eso no impidió que
durante meses el populacho se adueñara otra vez de París; la reina madre y su familia, de
regreso al palacio del Louvre, hubieron de soportar que una noche, tras correr la voz de que el
joven monarca estaba allí, las turbas invadiesen sus aposentos y se precipitaran hacia el
dormitorio donde el niño yacía inmóvil en su cama, completamente vestido bajo las mantas y
fingiendo estar dormido: ante el sonrosado rostro rodeado de bucles castaños, la cólera del
pueblo desapareció de pronto y fue sustituida por un murmullo de aprobación. Luego, todos
abandonaron el palacio como buenos súbditos, rogando a Dios de todo corazón que protegiera
a su joven príncipe.
Aquellos acontecimientos dejaron una profunda huella en el joven Luis. Se convenció de que
era preciso alejar del gobierno de la nación tanto al pueblo llano, que había osado invadir su
dormitorio, como a la nobleza, permanente enemiga de la monarquía.
Luis XIV fue declarado mayor de edad en 1651, y el 7 de junio de 1654, una vez pasado el
huracán de las Frondas, fue coronado rey de Francia en la catedral de Reims. A partir de ese
momento, su formación política y su preparación en el arte de gobernar se intensificaron.
Diariamente despachaba con Mazarino y examinaban juntos los asuntos de Estado.
Al morir el cardenal Mazarino en 1661, Luis XIV asumió por completo sus funciones regias; de
su padre había heredado el prurito de su grandeza y la idea del carácter divino de su poder. Un
año antes, en 1660, había contraído matrimonio con la infanta española María Teresa de
Austria, lo cual no le impidió tener varias amantes, entre ellas La Vallière, Montespan y
Madame de Maintenon, con quien, tras enviudar, casó en secreto en 1680.
Para hacer frente a los ingentes gastos de la corte, el rey controló la producción agraria y
manufacturera y el comercio exterior, y aplicó una dura política impositiva. Todas las fuentes de
recursos fueron orientadas hacia la hacienda pública. Al mismo tiempo, sus ministros Louvois y
Le Tellier se ocuparon de reorganizar el ejército en un cuerpo regular, y Vauban, de construir
un sistema defensivo basado en nuevas fortificaciones.
Su sueño de crear un bloque francoespañol bajo el dominio borbónico que terminara con el
poder de los Habsburgo, principales rivales de Francia en Europa, desembocó en la guerra de
Sucesión española (1700-1714), con motivo de la instauración de Felipe V, nieto de Luis XIV,
en el trono español. Frente a sus aspiraciones se formó la Gran Alianza, integrada por Gran
Bretaña, los Países Bajos y el Imperio Austríaco, que apoyaban las pretensiones del candidato
Carlos de Austria al trono español.
Tras un desarrollo incierto, el conflicto se resolvió con la aceptación de Felipe V por las demás
potencias en los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714), aunque buena parte de los
territorios españoles en Europa pasaron en compensación a su oponente, convertido en el
emperador Carlos VI. Además, en dichos tratados se preveía la unificación de los reinos de
España y Francia bajo la misma Corona.
El final de su reinado estuvo marcado por los primeros síntomas de decadencia del régimen y
de la corte, el declive de la hegemonía francesa en el continente, el fracaso de su política
colonial y el inquietante malestar social surgido de las hambrunas que padecía el pueblo bajo.
Sin embargo, el monarca, llamado vicediós por el obispo Godeau, siguió fiel a sí mismo y
confiado hasta el día de su muerte en su voluntad como único motor de la vida del reino y de
sus súbditos.
Luis XV:
(Versalles, 1710-1774) Rey de Francia. Era biznieto del “Rey Sol” Luis XIV, a quien sucedió en
1715. Durante la minoría de edad de Luis XV (1715-1723) gobernó como regente el duque
Felipe II de Orleans, que hubo de hacer frente a la delicada situación financiera en que el Rey
Sol había dejado a Francia. De hecho, Felipe de Orleans no hizo sino agravar los problemas
con el frustrado intento de sanear las arcas reales mediante el experimento bancario de John
Law (1717-1720).
Aunque Luis XV de Francia fue declarado mayor de edad en 1723, no asumió el poder hasta
veinte años después, dejando los asuntos en manos del duque de Borbón (1723-1726) y del
cardenal Fleury (1726-1743). El gobierno de este último estabilizó la moneda y las finanzas
reales, impulsando un cierto auge económico; pero no pudo impedir comprometer a Francia en
la desgraciada Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1735).
Entretanto, Luis XV se dedicaba a la caza, los viajes y las diversiones de la corte. Desde que
en 1743 asumió personalmente la dirección del reino, no dejó de cometer errores que
contribuyeron a desprestigiar a la Monarquía y abonaron el terreno para el estallido de la
Revolución Francesa durante el reinado de su sucesor, Luis XVI.
El monarca dejó crecer la influencia política de sus sucesivas amantes, sobre todo madame de
Pompadour y la duquesa Du Barry, en medio de un lujo cortesano desaforado que
escandalizaba a los franceses por su derroche; y mantuvo el equilibrio entre dos facciones
enfrentadas en la corte, llamando a gobernar alternativamente a una y otra. Luis XV alentó y
luego prohibió la obra de los enciclopedistas (Diderot y D'Alembert), que contenía la crítica de
los ilustrados al orden establecido, y fue incapaz de superar la oposición nobiliaria a las
imprescindibles reformas hacendísticas que emprendió.
También fue inconstante en política exterior, sin obtener resultados ni de su inicial alianza con
Prusia contra Austria (Guerra de Sucesión austriaca, 1740-1748) ni de la posterior con Austria
contra Prusia y Gran Bretaña (Guerra de los Siete Años, 1756-1763), por la cual perdió Francia
su imperio colonial en la India y Canadá. Por último, acabó por ser visto como un déspota
cuando zanjó la confrontación que mantenía con los parlamentos por motivos religiosos y
financieros desterrando a los parlamentarios y convirtiendo los parlamentos en meros
tribunales de justicia (1771).
Louis XVI:
El 16 de mayo de 1770 se casó en la capilla de palacio de Versalles con María Antonieta, hija
menor de la archiduquesa María Teresa de Austria.
El matrimonio no fue consumado hasta siete años después de la boda, cuando ya había sido
coronado. Tuvieron cuatro hijos.
Al llegar al trono, el problema primordial al que tuvo que enfrentarse fue con el déficit
acumulado por los dos reinados anteriores. Inmediatamente redujo algunas de las
contribuciones más gravosas y modificó el sistema financiero con el apoyo de políticos como
Anne Robert Jacques Turgot, ministro de Hacienda, Chrétien Guillaume de Lamoignon de
Malesherbes, ministro de Estado, y Charles Gravier, conde de Vergennes, ministro de Asuntos
Exteriores, aunque la nobleza le impidió llevar a cabo reformas más amplias.
El 14 de julio de 1789 el pueblo parisino asaltó La Bastilla y retuvo a la familia real en el palacio
de las Tullerías. Los monarcas, junto con sus hijos, intentaron huir a Austria en junio de 1790,
pero fueron capturados y enviados a París.
Luis juró obediencia a la nueva Constitución francesa en julio de 1790, aunque siguió
conspirando en contra del gobierno revolucionario.