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LITRUGIA DE LAS HORAS.

¿Qué es la Liturgia de las Horas?

Jeffrey Bruno
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Philip Kosloski  | Jun 20, 2017

Sacerdotes y religiosos a menudo rezan con un pequeño libro


negro a lo largo de todo el día… ¿qué es eso que rezan?

Es común ver a sacerdotes o religiosos y religiosas detenidos durante el


día para ofrecer oraciones recogidas en un pequeño libro negro. A veces
incluso los laicos tienen ese mismo libro negro y se sientan en los bancos
traseros de la iglesia para rezar. ¿Qué están rezando?
Sacerdotes, religiosos y diáconos están obligados a rezar diariamente lo
que se denomina la Liturgia de las Horas, también conocida como Oficio
Divino. Consiste en rezar un conjunto de oraciones cada día a
diferentes horas, desde la mañana a la noche. Es una rutina de
oración no exclusiva de los consagrados a Dios, sino una práctica de
oración común para muchos laicos.

Históricamente, los judíos han rezado en intervalos fijos a lo


largo del día. El rey David, quien se cree escribió los salmos, proclama:
“De tarde, de mañana, al mediodía,
gimo y me lamento,
pero él escuchará mi clamor”. (Salmos 55:18)

Incluso el profeta Daniel parece haber rezado a intervalos específicos.

“Cuando Daniel supo que el documento había sido firmado, entró en su


casa. Esta tenía en el piso superior unas ventanas que se abrían en
dirección a Jerusalén, y tres veces por día, él se ponía de rodillas,
invocando y alabando a su Dios, como lo había hecho antes” (Daniel
6:11).

CONTENIDO PATROCINADO

¿Es legítimo dudar de la existencia de Dios?


por   

El pueblo judío inició una tradición de rezar tres veces al día: mañana,
tarde y noche. Esto creció hasta desarrollar un programa de
oraciones de salmos en particular, ya que expresaban los
múltiples deseos del corazón humano.

Jesús aparece rezando los salmos en varias ocasiones, como en


una de sus palabras más famosas, del salmo 22, pronunciado desde la
cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

Ya que la mayoría de los primeros cristianos eran conversos del judaísmo,


continuaron con la tradición judía de rezar los salmos. Este tipo de
oración se mantuvo a medida que creció la Iglesia y, según señala el padre
Timothy Gallagher en su libro Praying the Liturgy of the Hours [Rezar la
Liturgia de las Horas]: “Por toda la Iglesia, en Palestina, Antioquía,
Constantinopla y África, los cristianos se reunían en sus iglesias dos veces
al día para rezar los salmos. Diariamente se reunían para los ‘himnos
matinales y nocturnos’”.

Más tarde, esta tradición se extendió en los monasterios a rezar los salmos
siete u ocho veces al día, en un esfuerzo por vivir las palabras de san Pablo
de “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).

Esta tradición tiene la siguiente forma:

 Maitines (durante la noche, a menudo a medianoche); también


llamados Vigilias o Nocturnos (Oficio Nocturno)
 Laudes u “Oración de la mañana” (al amanecer o a las 3 a.m.)
 Prima u “Oración de la madrugada” (Primera Hora, en torno a las 6
a.m.)
 Tercia u “Oración de Media mañana” (Tercera Hora, alrededor de
las 9 a.m.)
 Sexta u “Oración de Mediodía” (Sexta Hora, en torno al mediodía)
 Nona u “Oración de Media Tarde” (Novena Hora, en torno a las 3
p.m.)
 Vísperas u “Oración del Atardecer” (en torno a las 6 p.m.)
 Completa u “Oración de la Noche” (antes de ir a dormir,
normalmente a las 8 p.m. o 9 p.m.)

La Iglesia extendió los 150 salmos a lo largo de estas horas y con el tiempo
terminó creando un ciclo de oración. Actualmente consiste en un
Salterio de cuatro semanas con el que se rezan todos los salmos
en un periodo de cuatro semanas (si se observan todas las “horas” de
oración).
Los monasterios contemplativos mantienen este ritmo de oración,
mientras que los sacerdotes u otros religiosos activos tienden a “agrupar”
las horas juntas. Por ejemplo, si un párroco tiene reuniones toda la tarde y
noche, rezará la Oración del Atardecer y la Oración de la Noche seguidas
inmediatamente antes de retirarse a dormir. El momento del día es menos
importante para los que viven en el mundo que para los hombres y
mujeres enclaustrados, que acatan un ritmo sagrado de oración y trabajo.

Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha continuado fomentando esta


práctica y animado al laico a unirse a esta Liturgia.

“Procuren los pastores de almas que las Horas principales,


especialmente las Vísperas, se celebren comunitariamente en la iglesia
los domingos y fiestas más solemnes. Se recomienda, asimismo, que los
laicos recen el Oficio divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e
inclusive en particular” (Sacrosanctum Concilium, 100).

Pero, ¿cómo se reza el Oficio Divino?

Puede resultar un poco confuso y complejo asumir la práctica de rezar la


Liturgia de las Horas. En otro artículo les guiamos a través del rezo de la
Liturgia de las Horas y les ofrecemos una “guía para principiantes” que
desmitificará esta oración poderosa y habitual de la Iglesia.
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Conclusión. Liturgia de las horas fuente de


vida espiritual.
Hemos de concluir estas páginas y lo hacemos recordando las ideas principales. En

la primera parte de nuestra exposición hemos podido afirmar que la liturgia, y en concreto

la Liturgia de las Horas, es fuente de vida espiritual porque es participación en la oración

de Cristo, diálogo de amor eterno con su Padre, que caracteriza de modo esencial su vida

y se manifiesta de modo admirable en su misterio pascual. Ahora podemos añadir que


puede llegar a ser fuente de vida espiritual para nosotros, porque redimidos por el misterio

pascual y configurados con Cristo, por acción del Espíritu Santo, podemos entrar en este

diálogo filial con el Padre que es la liturgia, y hacerlo personalmente217 como miembros del

Cuerpo de Cristo que es la Iglesia218

En otras palabras, a la comunión con Dios se accede, a través de la realización de la

comunión de Dios con el hombre, que es Cristo en persona. A su vez, el encuentro con

Cristo crea comunión con Él mismo y, por tanto, con el Padre en el Espíritu Santo, y, a

partir de ahí, une a los hombres entre sí. Y este encuentro con Cristo llega a los hombres a

través del anuncio de la Iglesia. Así nace la comunión de los hombres entre sí, la cual, por

su parte, se funda en la comunión con el Dios uno y trino. Y todo esto se expresa por

medio de la oración, diálogo de amor, presente en la Trinidad, que se nos hace visible en

Jesucristo y al que por medio de la Iglesia, y la liturgia que la manifiesta, tenemos

acceso219

En definitiva, los dos aspectos que constituyen la base de la Liturgia de las Horas

como fuente de vida espiritual -la dimensión cristológico–trinitaria y eclesial- están

íntimamente unidos. ‚Cristo prolonga su función sacerdotal a través de su Iglesia, que,

sin cesar, alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo no sólo celebrando

la Eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el Oficio divino‛220

Por eso podemos afirmar también que la eclesialidad de la Liturgia de las Horas se

funda en su estrecha conexión con la persona y el mensaje de Cristo: ‚Ser amigo de Jesús,

ser sacerdote significa, por tanto, ser hombre de oración. Así lo reconocemos y salimos de

la ignorancia de los simples siervos. Así aprendemos a vivir, a sufrir y a obrar con él y por

él. La amistad con Jesús siempre es, por antonomasia, amistad con los suyos. Sólo

podemos ser amigos de Jesús en la comunión con el Cristo entero, con la cabeza y el

cuerpo; en la frondosa vid de la Iglesia, animada por su Señor‛221

En este contexto acogemos el deseo de Benedicto XVI: ‚celebrad la sagrada liturgia


dirigiendo la mirada a Dios en la comunión de los santos, de la Iglesia viva de todos los lugares y de

todos los tiempos, para que se transforme en expresión de la belleza y de la sublimidad del

Dios amigo de los hombres‛222

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LITURGIA DE LAS HORAS


WIKIPEDIA.

La Liturgia de las Horas (latín: liturgia horarum) es el conjunto de oraciones oficiales de la Iglesia


católica, ortodoxa y anglicana fuera de la misa, articuladas en torno a las horas canónicas. Como
el resto de la Liturgia, su forma varía dependiendo del rito. Esta oración está encomendada con
mandato específico fundamentalmente a sacerdotes y religiosos de todo tipo. Son observadas con
especial atención y cuidado por las comunidades monásticas. Sin embargo, al ser la oración oficial
de la Iglesia, es una oración propia de todo bautizado, también de los laicos.
A todo el conjunto que conforman estos rezos se les denomina Oficio divino (latín: Officium
Divinum) o Trabajo de Dios (latín: Opus Dei).

Índice
1Historia
2Estructura
2.1Horas Mayores
2.2Horas Menores
3Normativa canónica
4Bibliografía
5Enlaces externos

Historia[editar]
Jesucristo mandó a sus discípulos "orar siempre" (Lc 18,7) y los primeros cristianos tuvieron la
costumbre de rezar el Padre Nuestro 3 veces al día (Didaché VIII,3), Clemente de
Alejandría (+215) atestigua ya un oficio formulado con tiempos precisos ( Stromata 7,7) pero no
fue sino hasta que cesó la persecución (siglos IV y V d. C.) cuando se impuso uniformemente
la liturgia de las horas llamado también Oficio divino en las catedrales. Hay que añadir que la
oración monástica desarrolló plenamente las horas de Vísperas y Laudes aumentado los textos
bíblicos, y en ese ambiente es donde alcanzó su plenitud el canto salmódico y la música
litúrgica con el canto gregoriano. Su importancia se debe a la necesidad de rezar y elevar
oraciones al Padre por Jesucristo. La Iglesia ve esto realizado por medio de la Liturgia de las Horas
En el siglo X la ley carolingia extiende la obligación del rezo a todas las iglesias y hacia 1230 la
extensión y movilidad de los franciscanos cristaliza las primeras ediciones del breviario, que sufre
muchos intentos de reforma y unidad principalmente después del concilio de Trento pero no será
hasta 1568 cuando se edite al fin el libro unificado. Posteriormente hacia 1911 San Pío X asigna
salmos a cada día y establece un nuevo orden que retocará el Concilio Vaticano II teniendo la
primera edición completa en lengua española hacia 1979.

Estructura[editar]
Se distinguen en general dos niveles de celebración en la liturgia, las llamadas horas mayores o
principales y las horas menores, según el Concilio Vaticano II: «Los Laudes y las Vísperas...se
deben considerar y celebrar como las Horas principales (Sacrosanctum Concilium 89a,100)» (OGLH
37), también se ha considerado el oficio de lecturas como hora mayor. Dentro de las horas
menores podemos indicar las horas de Tercia, Sexta, y Nona además del rezo de Completas.
Cada hora está compuesta por los siguientes elementos:
Invocación Inicial
Himno
Salmodia (a la que se añaden en las horas mayores textos bíblicos no sálmicos llamados cánticos)
Lectura Bíblica (y Lectura Patrística en el oficio de lectura)
Responsorio
Cántico evangélico (Benedictus o Magnificat), las Preces y el Padre nuestro, estos sólo en el caso
de Laudes y Vísperas.
Oración final y despedida.

Horas Mayores[editar]
Oficio de Lectura conocido antiguamente como Maitines
Laudes corresponde a las alabanzas primeras de la mañana desde las 3:00 a.m. hasta las 9:00 a.m.

Vísperas desde las 6:00 p.m.

Horas Menores[editar]
Horas intermedias
Hora Tercia a las 9 de la mañana
Hora Sexta a las 12 del mediodía
Hora Nona a las 3 de la tarde
Completas
Antiguamente existía la hora Prima, que se rezaba entre laudes y tercia.

Normativa canónica[editar]
El rezo de la liturgia como parte oficial de la alabanza que la Iglesia tributa al Señor es obligatoria
para quienes llevan algunas formas de vida consagrada, como los sacerdotes y religiosos/as,
siendo para aquellos obligatorio su rezo "sub gravis" (la omisión voluntaria equivale a materia de
pecado mortal, según la dubbia respondida por la Congregación para el Culto Divino y la
Congregación del Clero).
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La Liturgia de las Horas para


principiantes 

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Edifa  | Feb 08, 2020

Liturgia de las Horas, Oficio Divino, oración del tiempo presente:


tantos sinónimos para designar esta oración diaria y oficial de la
Iglesia que da ritmo a los días y a los años, santifica el tiempo y lo
transfigura en Cristo. ¿Cuándo y cómo rezar con las Horas?  
Los primeros cristianos eran «asiduos en la oración» (Hechos 2:42). La
Oración de las Horas pasó por muchos cambios, pero el fundamento sigue
siendo siempre el mismo: responder al llamado de Cristo a orar en todo
momento, en la Iglesia y desde la Palabra de Dios (especialmente los
Salmos).

El Concilio Vaticano II reiteró esta obligación para los clérigos y las


personas consagradas. Además, renovando la tradición más antigua, la
recomendaba a todos los fieles, ya sea que rezaran «con el clero, con otros
o a solas» (Sacrosanctum Concilium, nº 100).

La Liturgia de las Horas está así «destinada a convertirse en la oración de


todo el Pueblo de Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica § 1175).
Fue en respuesta a este deseo del Concilio que se inició la revisión de la
publicación Magnificat con el apoyo de san Juan Pablo II. Los tesoros de la
Liturgia de las Horas se ofrecen a los fieles laicos de forma adaptada a su
vida familiar y profesional cotidiana.

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Alabar por la mañana, agradecer por la tarde

© Jeffrey Bruno

La Liturgia de las Horas se compone de la alabanza matutina (Laudes),


donde se consagra el día a Dios, y la acción de gracias vespertina
(Vísperas).

A estas se añaden las del medio día (tercia, sexta, nona) y las de antes de
acostarse (Completas), así como el oficio de lecturas, sin hora fija.

Este ciclo diario se extiende a lo largo de cuatro semanas. Se combina


con el ciclo anual de la liturgia: Adviento, Navidad, Tiempo Ordinario,
Cuaresma, Pascua, celebrando los misterios de Cristo, la Virgen María y
los santos.

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Las pausas y los silencios son parte integral de ella para promover la
resonancia en los corazones de la voz del Espíritu Santo. Como la mayoría
de estos elementos cambian según los días y las épocas del año, el
dominio de la Liturgia de las Horas requiere un cierto aprendizaje y una
cierta habilidad para pasar las páginas.

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¿Por qué rezar la Liturgia de las Horas?


Es la oración oficial de toda la Iglesia, la «voz de la Novia que habla a su
Esposo» (Vaticano II). Al asociarnos a ella, damos ritmo a nuestros días
con la Iglesia, participamos en su misión de alabanza e intercesión,
estamos en comunión más estrecha con todos aquellos cuyo oficio es
esta oración.

La Liturgia de las Horas es una pedagogía del Espíritu Santo,


especialmente a través de los Salmos. Los rezamos en diálogo con Dios,
le respondemos con sus propias palabras, con su Palabra.

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Estos cantos pueden tener más de mil quinientos años de historia, pero
tratan de nosotros y se dirigen a nosotros, tan actuales y a menudo mucho
más reales que lo que leemos en los periódicos.

La felicidad, la infelicidad, las luchas de la vida, la desesperación, la


súplica, la intercesión y, sobre todo, la alabanza y la acción de gracias,
todo el espectro de nuestra relación con Dios, con los demás y con
nosotros mismos se encuentra en ellas.

No hay ningún riesgo, con los Salmos, de vivir un cristianismo sensiblero


o diluido. Gracias a ellos, la vida se transforma en oración y la oración en
una escuela de vida (e incluso, a través de la alabanza, una escuela de vida
eterna).

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Oración personal versus rezo colectivo 


Jesús nos dice: «Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación,
cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve
en lo secreto, te recompensará.» (Mt 6,6), pero también: «Porque donde
hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de
ellos» (Mt 18,20).

Estos dos modos de oración se irrigan mutuamente y son fructíferos para


transfigurar nuestros días juntos a la luz de Cristo.

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¿Debe convertirse esta forma de oración recomendada por la Iglesia,


incluso para las familias, en una obligación moral para todos? No. Las
vocaciones y posibilidades de cada uno de sus miembros deben ser
tomadas en cuenta en este caso.
El Rosario también es una oración familiar muy recomendada por la
Iglesia, y otras formas de oración dan hermosos frutos, para el hogar y
más allá. Dejemos que la experiencia, especialmente la de los niños, nos
sirva de guía hacia la verdad.

Pero si una comunidad religiosa o una parroquia reza las Horas no muy
lejos de su casa, ¿por qué no unirse a ellos cuando pueda?

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¿Cómo leer los Salmos?


Lo mejor es, por supuesto, cantar los Salmos, porque son cantos
(algunos incluso tienen indicaciones de melodías e instrumentos). Lo
más importante es que sea hermoso y que «el alma esté en
sintonía con la voz» (San Benito).

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Sin embargo, las dificultades no deben minimizarse, incluso después de


haber dominado el proceso.  Al «no tengo tiempo», al estrés de la vida
moderna, cuyo ritmo caótico no va bien con el ritmo de la liturgia, a las
distracciones o a los hábitos y a la rutina, se añaden la distancia cultural
con los Salmos y la repugnancia ante la violencia de algunos (aunque no
se canten los versos más chocantes para la mentalidad contemporánea).
Es necesario aprender la lectura cristiana y espiritual de los Salmos, y
perseverar. ¡Los salmos que tan a menudo hablan de combate también
pueden ser un combate! Para muchos de nosotros, incluyendo a los
clérigos, el oficio divino cantado o recitado en solitario casi exige
heroísmo.

Pero a cambio, qué alegría es experimentar la misericordia de Dios día


tras día, saber que estamos «rodeados de una verdadera nube de testigos»
(Hebreos 12:1) que se han enriquecido de ella a través de los siglos.

Jeffrey Bruno

Y a veces, sin buscarlo, el versículo de un salmo se te agarra de repente,


como si lo escucharas por primera vez, como si hubiera sido escrito sólo
para ti. Te golpeará, y tal vez cambie tu vida. Sobre todo, tu intimidad con
Cristo crecerá.

A él, que rezaba y cantaba estos salmos, le gustaba levantarse ante el sol
para la oración de la mañana (Mc 1, 35) y a veces prolongaba la oración de
la tarde toda la noche (Lc 6, 12).

Nuestro corazón en su corazón, nuestra experiencia de oración se fundió


con la suya, podemos entonces decir: «Y ya no vivo yo, sino que Cristo
vive en mí» (Gal 2, 20), y entonces seremos introducidos en su intimidad
con el Padre.

Por Didier Rance

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CÓMO REZAR LA LITURGIA DE LAS HORAS-.

¿Cómo se reza la Liturgia de las Horas?


por Redacción ETF
30 de septiembre de 2005

Es una pregunta que se repite una y otra vez, en todos aquellos que
desearían comprometerse más a fondo en la oración de la Iglesia, pero que al mismo
tiempo se sienten confundidos y como rechazados por una serie de textos y de
conceptos que a simple vista parece que requiriesen saber demasiado para poder
comprenderlos...

"Memoria", "solemnidad", "tiempo", "feria", "propio", "común", "tercera


semana"... ¿qué es todo eso?

Comencemos desde el principio más básico: la oración litúrgica de la


Iglesia, la oración "oficial", es una oración que se desarrolla de manera continuada a
través de un año entero: el «año litúrgico».

El «año litúrgico»

Llamamos así al ciclo completo de celebraciones que comienza a fines de


noviembre de un año y termina hacia fines de noviembre del siguiente. Por ejemplo:
en este momento, septiembre de 2005, estamos en el año litúrgico 2004/2005, porque
el año litúrgico comenzó en noviembre del 2004.

¿Por qué en noviembre y no el 1 de enero?

Porque el año litúrgico no consiste en 365 días todos iguales entre sí,
como el año civil, sino en un conjunto de días todos distintos entre sí, que van
alternando días "fuertes" y "débiles"1, "festivos", "conmemorativos", etc, de carácter
más alegre, más (triste) (sereno?), más penitencial, etc. Por eso comienzan con la
espera (del nacimiento) del Señor2, el Adviento ("advenimiento") y se va desarrollando
hasta la celebración de "Jesucristo, Rey del universo" (hacia fines de noviembre del
siguiente año), pasando por todo el camino de la redención: el Nacimiento, la Pasión,
la Resurrección, la venida del Espíritu Santo ... hasta la glorificación definitiva de
nuestro Señor (la dicha celebración de Cristo Rey).

El centro del año litúrgico lo constituye el Santo Triduo Pascual, es decir,


desde la Cena del Señor (Jueves Santo), la celebración de la Pasión (Viernes Santo),
descenso a la muerte (Sábado Santo) y resurrección (Domingo de Resurrección).
Esta celebración se rige por el antiguo calendario judío, de origen lunar, que varía
cada año respecto del año civil (solar). De esta celebración, la más fuerte del año,
hacia atrás, todo tiene carácter de espera, mientras que hacia adelante, todo tiene
carácter de realización definitiva.

El año litúrgico puede dividirse en tiempos semifuertes, débiles, fuertes y


fortísimos:

Comienza cuatro domingos antes de Navidad (por eso el comienzo


varía, porque depende de qué día de la semana caerá la Navidad), con el tiempo de
Adviento, un período fuerte, en el que los textos de la liturgia combinan los temas de
la espera del nacimiento del Señor, con el tema de la espera de su venida final, con la
preparación penitencial al encuentro con el Señor.

Con la Navidad comienza el tiempo de Navidad, que se extiende unas


dos semanas, un tiempo semifuerte, con el carácter gozoso propio del nacimiento
humano de nuestro Señor. Durante estas dos semanas se suceden varias
solemnidades y fiestas, todas ellas ligadas a la vida terrena de Jesús. Culmina con la
celebración de la Epifanía (venida de los Reyes Magos) 3

Terminado este tiempo, comienza el tiempo "débil" llamado


Ordinario (TO), que comprende 34 semanas (¡más de la mitad del año!) y se divide
en dos partes: las primeras 7 a 9 semanas (dependiendo de la fecha de la Pascua de
cada año), antes de la miércoles de Ceniza (comienzo de la Cuaresma, hacia febrero-
marzo), y las restantes luego de la Solemnidad de Pentecostés (hacia junio). En el
Tiempo Ordinario es donde veremos acumularse la memorias de los santos.

Luego de la primera parte del TO comienza el tiempo fuerte de


Cuaresma, tiempo penitencial por excelencia, en el que durante 40 días
conmemoramos simbólicamente los 40 años de Israel en el desierto y los 40 días én
los que Jesús fue tentado. Todos los textos de este tiempo recuerdan la inminencia de
la Pasión. En la catequesis antigua de la Iglesia, este tiempo era también el tiempo de
penitencia y purificación de quienes iban a recibir el bautismo en Pascua -no en
cualquier otro momento- a lo que se unía en la preparación toda la comunidad
creyente.

Terminada la Cuaresma con el Domingo de Ramos, comienza la


Semana Santa, que desemboca en el Santo Triduo Pascual, el tiempo fortísimo, en el
que gira como en un eje todo el año litúrgico, de donde saca sus caracteres todo el
resto del año: el triple movimiento de dolor (viernes), silencio (sábado), explosiva
alegría (domingo), lo veremos aparecer en el resto de los tiempos, y a su vez en el
ritmo interno de cada una de las semanas del año.

Con el Domingo de Resurrección comienza el Tiempo de Pascua


(TP). Sin embargo, es tan fuerte el gozo de ese domingo, que se extiende durante
ocho días enteros, la llamada "Octava de Pascua". Una curiosidad de la Octava es
que se reza todos los días lo mismo, como si se tratara siempre del mismo domingo.
También las misas de la Octava son siempre la misma misa de Resurrección. Durante
esta semana los catecúmenos llevaban su ropa blanca bautismal que se quitaban al
domingo siguiente que por esto se lo llamó «in albis» («en -vestiduras- blancas»).

Durante el tiempo Pascual predomina el carácter alegre y festivo


(pero si prestamos atención a los textos de cada día, ese carácter alegre se combina
con el ritmo semanal de dolor-silencio-gozo ya mencionado). En él se suceden 50
días de recuerdo de la Resurrección, donde al mismo tiempo se va preparando el
"fruto" de esa resurrección. A los 50 días, la fiesta de Pentecostés, una antigua fiesta
judía que conmemoraba la recolección de los primeros frutos del campo,
conmemorará para nosotros los primeros frutos visibles de la Resurrección: la venida
del Espíritu Santo, y por lo tanto el impulso misionero de la Iglesia.

Con el domingo de Pentecostés finaliza el TP, aunque su carácter


glorioso se extiende unos días más, hasta la celebración del Cuerpo y Sangre del
Señor, a partir de la cual se retoma el carácter más neutro del Tiempo Ordinario.

Que el TO sea neutro, o "débil", no implica que no tenga su propio


ritmo. Ante todo por ese triple movimiento de cada semana (dolor-silencio-gozo), pero
también porque a medida que pasan las semanas los textos van haciendo cada vez
más alusión a la Segunda Venida del Señor, que se celebra con la Solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo, con la que -como se ha dicho- finaliza el año litúrgico.

¿Dónde se notan estos distintos caracteres de los tiempos litúrgicos?

En los tiempos semifuertes y fuertes, se notan en todos los textos y horas:


en los himnos, las antífonas, las lecturas, las preces, etc.

En cambio, en el largo Tiempo Ordinario, estas alusiones a la espera del


Señor se ven más en el Oficio de Lecturas, en las oraciones finales de cada Hora y en
la antífona del Cántico Evangélico de los domingos, ya que los demás textos están
engarzados en un ritmo de cuatro semanas que se repiten cíclicamente.
Las cuatro semanas del Salterio

Además del ritmo anual de los tiempos débiles y fuertes, la Liturgia de las
Horas contiene un ritmo mensual de cuatro semanas, que se llaman las "cuatro
semanas del Salterio", porque a lo largo de ellas se utilizan todos los salmos (excepto
tres y algunos pocos fragmentos), pero que no afecta sólo a los salmos sino a todos
los textos: en las cuatro semanas se suceden antífonas, lecturas, preces, etc, que se
volverán a repetir cuatro semanas más tarde.

Entonces, cada día será la conjunción de los textos del salterio en cuatro
semanas, con los textos del «propio del tiempo», es decir, de los textos que varían a
lo largo del año.

El calendario santoral

Junto con el año litúrgico y el salterio mensual, la Liturgia comprende el


recuerdo de los santos y de los hechos memorables de la vida del Señor, o de la
Virgen, o de la Iglesia.

Estas celebraciones intermedias están siempre sujetas a ser combinadas


con el año litúrgico, que es mucho más importante que cualquier otra celebración. Las
celebraciones que tienen que ver con el año litúrgico, son las Solemnidades del
Señor, mientras que las celebraciones del año santoral sólo excepcionalmente son
solemnidades, en general suelen ser fiestas (cuando son muy importantes), memorias
obligatorias, memorias libres o simples conmemoraciones.

La memorias (ya sean obligatorias, libres o conmemoriales) son lo más


abundante del calendario santoral, su texto principal es la oración final, que recuerda
al santo o hecho que se celebra. Los demás textos pueden ser, generalmente, del día
que toque en el salterio. La diferencia entre una y otra clase de memoria no está en
los textos, sino en que:

-las memorias obligatorias se celebran siempre (¡pero no en los tiempos


fuertes, en los que no hay memorias ni obligatorias ni libres!)

-las memorias libres pueden ser rezadas o no, e incluso en un mismo


día puede haber para elegir varias memorias libres. Si no se celebra ninguna
memoria, se reza el día que toca según el salterio en cuatro semanas y el propio, es
decir, la "Feria".
-Las conmemoraciones es un recuerdo de un santo que se hace al final
de una celebración de tiempo fuerte, en el que no puede haber memorias, es
simplemente el añadido de la oración del santo al final de la Hora.

Resumiendo:

Solemnidades: las celebraciones más importantes, generalmente propias


de los tiempos del año litúrgico, que recuerdan los hechos centrales de la Historia de
la Salvación.

Fiestas: celebraciones también importantes pero más vinculadas al ritmo


del calendario santoral (es decir que coinciden con el año civil).

Memorias (obligatorias y libres): recuerdo de un santo.

Conmemoraciones: lo mismo que lo anterior, pero en tiempos fuertes.

Feria: lo que toca cada día según el salterio en cuatro semanas.

Rezar la "feria del martes de la tercera semana", por ejemplo, significa


simplemente que se rezarán los textos correspondientes al martes de la tercera
semana del salterio, sin ninguna otra celebración añadida.

La semana litúrgica

Como ya se ha señalado, los textos de dentro de cada semana también


tienen su propio ritmo, que va de domingo a sábado (todo tiempo en la liturgia
comienza en domingo), así que tendremos:

Domingo: de carácter glorioso siempre, incluso en Cuaresma, en


recuerdo de la Santa Resurrección, recuerdo que no debe empañarse con ninguna
penitencia ni dolor.

Lunes: los salmos aluden generalmente a las contrariedades de la vida,


la persecución, las dificultades.

Martes: los salmos "responden" con acción de gracias al día anterior por


la salvación providencial que Dios nos ofrece.

Miércoles: de carácter semipenitencial.


Jueves: los salmos recuerdan la gloria que nos espera, generalmente
aludiendo a Sión, Jerusalén, el Templo, etc.

Viernes: de carácter fuertemente penitencial, aunque a la noche culminan


en acción de gracias por el perdón recibido.

Sábado: de espera y silencio, y simultáneamente marianos (lo propio de


la Virgen es precisamente su silencio expectante y esperanzado)

Como vemos, recorre esta semana el triple acento en el dolor del pecado,
el silencio de la espera y la alegría de la salvación.

Estos caracteres son generales, y no significa que todos los textos hagan
inmediata -ni mucho menos exclusiva- mención de cada uno de ellos. En cada día se
alude a todo junto, sólo que con un mayor acento en uno u otro aspecto.

Las Horas

Dentro de cada día se suceden las Horas, que se dividen en dos: Mayores
y Menores.

Las Horas Mayores son las dos que contienen el Padrenuestro: Laudes y
Vísperas, y que junto con la Misa dan su ritmo celebratorio de tres momentos fuertes
en cada día.

-Laudes es oración de la mañana, sus textos aluden al día que comienza,


con su esperanza y también con su desafío.

-Vísperas es oración del atardecer-noche, sus textos aluden al fin de la


jornada activa, en la que hemos visto actuar en nuestra vida al Señor, por lo que hay
un fuerte acento en la acción de gracias.

Las Horas Menores son: Oficio de Lecturas, Hora Intermedia y Completas

El Oficio de Lecturas no tiene un momento propio del día, sino que


consiste en una meditación en la Biblia y en el pensamiento eclesiástico que puede
realizarse en cualquier ocasión del día. Las lecturas de esta hora son las más
ajustadas al tiempo litúrgico, ya que sólo los salmos corresponden al salterio en cuatro
semanas, mientras que las lecturas son propias del tiempo. (Este oficio de lecturas es
la aplicación eclesial de la “Lectio divina”)
El Invitatorio: Si comienza el día litúrgico con el Oficio de Lecturas, se
antepone una breve introducción (si el día comienza por Laudes es optativa). Consta
de un único salmo y una antífona. La antífona varía, pero el salmo es -en principio-
siempre el mismo (aunque hay tres más para reemplazarlo, si se desea). El sentido de
esta "mini-hora" introductoria es: el primer minuto del día, que sea para el Señor.

Hora Intermedia es una pausa en las actividades, para recordar los


hechos centrales de la Pasión, por lo que se suele vincular a las tres horas romanas
de Tercia (9/12 hs), Sexta (12/15 hs) o Nona (15/18 hs). No se acostumbra rezar las
tres sino sólo una de ellas, ya que comparten entre sí varios textos. Como
"santificación del tiempo del día" es semejante a la tradición popular del rezo del
Ángelus a mediamañana, a mediodía y a mediatarde.

Las Completas es la oración final del día. Es la única oración de las


horas que no sigue el salterio en cuatro semanas sino que tiene su propia distribución,
completamente fija, en una única semana, en la que la diferencia entre los tiempos del
año sólo se nota en la presencia o ausencia de la aclamación "aleluya". El último
minuto del día, como el primero, que sea para el Señor, ése es su carácter. Por eso
puede incluso aprenderse de memoria uno sólo de los siete modelos de Completas y
utilizarse siempre el mismo.

Quien comienza a rezar las Horas...

Lo primero que debe tener presente el que quiere introducirse en el rezo


de las Horas, es que no hará una oración surgida de su propio corazón sino del
corazón de toda la Iglesia, menos en sintonía con nuestros sentimientos pasajeros,
pero un corazón más sutil y sabio que el nuestro personal, aquilatado y amasado en el
lenguaje del propio Dios: la Biblia.

Las Horas son oración bíblica por excelencia, en ella todos los textos son
o directamente bíblicos o inspirados en textos bíblicos, por lo que a la vez son una
escuela de Biblia para quien se deja guiar por sus resonancias y sus ritmos.

Las Horas son también oración muy estructurada, y en donde cada parte
está puesta en fuerte relación con los demás textos. Es una experiencia muy bella ir
percibiendo esas relaciones y ritmos, cómo va resonando una acción de gracias junto
a un pedido de perdón, cómo se superpone al ruego personal el recuerdo de la
Jerusalén que nos espera, etc...
El peligro de esa estructuración, y quien acometa el rezo de las Horas
debe evitarlo, es convertirla en una estructura externa, y farisea en definitiva. Por el
contrario: el ritmo de las Horas debe impregnar nuestro corazón, pero que sea
verdaderamnte el ritmo de las horas el que lo impregne, y no las rúbricas y pequeños
"preceptos" de cómo celebrarlas.

Por eso es preferible a quien comienza, ajustarse al ciclo de cuatro


semanas hasta haberse empapado de su sentido. Durante un primer tiempo es mejor
obviar las memorias, así sean obligatorias, para que lleguemos a sintonizar con la
progresión de salmos y otros textos.

Lo mismo, no conviene proponerse en principio más que el rezo de una


de las Horas Mayores, y seguir esa Hora hasta que hayamos incorporado su
movimiento a nuestra vida cotidiana.

A lo sumo complementar con alguna hora menor si se desea, pero


tratando de que el peso de la liturgia lo lleve la Hora Mayor, a la que es bueno
dedicarle un tiempo y un espacio propios en nuestro día.

Sólo de a poco ir comenzando a atender al calendario santoral, pero


tampoco a todas sus variantes, sino que, cuando toque, rescatar de la memoria de los
santos lo esencial: la oración final de las horas.

Sólo cuando ya se maneja bien el rezo de la Liturgia, correspondería ir


incorporando las variantes de oración que los diversos calendarios superpuestos
aportan.

Quienes tienen la edición manual, verán que a cada santo corresponde un


"común" (de la Virgen, de un mártir, de varios mártires, de pastores, de doctores, etc):
esos textos complementan los textos propios del santo, y pueden en principio
obviarse.

Si queremos rezar las Horas con provecho espiritual, deberíamos


comenzar recordando que nuestro Señor dice: "detesto falsedad y solemnidad". Que
las Horas no sean nunca una ocasión de sobreponer nuestra palabra a la de Dios,
sino, por el contrario, de dirigirnos a él con sus propias palabras.

Todo requiere tiempo, también el comenzar a hacer nuestro un lenguaje


que está ajeno a las tensiones y apuros de la vida cotidiana.

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Esquemas generales de Laudes, Vísperas
y Completas
Fecha: 26 noviembre, 2014Autor/a: ctobonc0 Comentarios

A continuación presento el esquema general de la celebración del rezo de las Laudes, las Vísperas
y las Completas, señalando las intervenciones de los ministros a lo largo de la oración. Como todo
acto litúrgico, el orden es importante, aunque no es lo más importante si lo que se busca es
habitar en oración ante la presencia del Dios vivo.

 Descargue este archivo en PDF: Esquema general de Laudes Vísperas y Completas

LAUDES

La oración de las Laudes corresponde a la oración de la mañana. En ella se celebra la luz del
amanecer, que es signo de Cristo: “el sol que alumbra de lo alto”. Su esquema, aunque, similar a la
de Vísperas, difiere en que cántico de la salmodia brota de la lírica del Antiguo Testamento. Se
puede rezar entre las 5:00 a.m. y las 8:00 a.m.

1. Invocación inicial (Presidente/asamblea)

2. Invitatorio (CM/asamblea)

3. Himno (CM/asamblea)

4. Salmodia

 Primer salmo (CM/asamblea)

 Cántico (Cm/asamblea)

 Segundo salmo (CM/asamblea)

5. Lectura breve (Lect)

6. Responsorio (CM/asamblea) nota: en caso que la lectura anterior no haya sido cambiada


por una extensa, se cambia este por la aclamación por parte del Lect: “Palabra de Dios” y
la respuesta de la asamblea: “te alabamos, Señor”.

7. Silencio sagrado: como eco a la Palabra proclamada. Homilía: a cargo del presidente o
alguien designado con anterioridad, si se considera pertinente.

8. Cántico evangélico: cántico de Zacarías: Benedictus  (CM/asamblea)

9. Preces (Presidente/asamblea)

10. Padre nuestro (Presidente/asamblea)

11. Oración conclusiva (Presidente)

12. Bendición – aclamación final (Presidente/asamblea)


VÍSPERAS

Las Vísperas se rezan cuando la luz del día comienza a retirarse (5:00 p.m. a 7:00 p.m.), en ellas se
da gracias por el día que ha pasado, se encomienda la noche y se ora por los difuntos. Sus cánticos
se centran en el Nuevo Testamento.

1. Invocación inicial (Presidente/asamblea)

2. Himno (CM/asamblea)

3. Salmodia

 Salmo (CM/asamblea)

 Salmo (Cm/asamblea)

 Cántico (CM/asamblea)

4. Lectura breve (Lect)

5. Responsorio (CM/asamblea) nota: en caso que la lectura anterior no haya sido cambiada


por una extensa, se cambia este por la aclamación por parte del Lect: “Palabra de Dios” y
la respuesta de la asamblea: “te alabamos, Señor”.

6. Silencio sagrado: como eco a la Palabra proclamada. Homilía: a cargo del presidente o
alguien designado con anterioridad, si se considera pertinente.

7. Cántico evangélico: cántico de María: Magníficat  (CM/asamblea)

8. Preces (Presidente/asamblea)

9. Padre nuestro (Presidente/asamblea)

10. Oración conclusiva (Presidente)

11. Bendición – aclamación final (Presidente/asamblea)

COMPLETAS

Las Completas son la última hora del día. En ellas se encomienda el descanso nocturno, aunque
haya pasado ya la media noche. En esta hora se enfatiza en el  examen de conciencia  y se recuerda
a Cristo que bajó al lugar de los muertos, metáfora del sueño nocturno. Es la única hora del día en
la cual es litúrgico y no devocional, una oración a María, la cual, aunque se pueda cambiar por
alguna más conveniente, se sugiere que se tomen las propuestas por el breviario ya que poseen
una antigüedad considerable, por lo que la Iglesia las conserva en alta estima.

1. Invocación inicial (Presidente/asamblea)

2. Examen de conciencia (Presidente/asamblea)

3. Himno (CM/asamblea)
4. Salmodia

 Salmo (CM/asamblea)

 Salmo, en el caso que lo haya (Cm/asamblea)

5. Lectura breve (Lect)

6. Responsorio (CM/asamblea) nota: en caso que la lectura anterior no haya sido cambiada


por una extensa, se cambia este por la aclamación por parte del Lect: “Palabra de Dios” y
la respuesta de la asamblea: “te alabamos, Señor”.

7. Cántico evangélico: cántico de Simeón: Nunc diminitis  (CM/asamblea)

8. Oración conclusiva (Presidente)

9. Bendición – aclamación final (Presidente/asamblea)

10. Oración a María (asamblea)

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PRESENTACIÓN EN PPT, LITURGIA


DE LAS HORAS.
Esquemas generales de Laudes, Vísperas y Completas

Fecha: 26 noviembre, 2014Autor/a: ctobonc0 Comentarios

A continuación presento el esquema general de la celebración del rezo de las Laudes, las Vísperas
y las Completas, señalando las intervenciones de los ministros a lo largo de la oración. Como todo
acto litúrgico, el orden es importante, aunque no es lo más importante si lo que se busca es
habitar en oración ante la presencia del Dios vivo.

 Descargue este archivo en PDF: Esquema general de Laudes Vísperas y Completas

laudes

La oración de las Laudes corresponde a la oración de la mañana. En ella se celebra la luz del
amanecer, que es signo de Cristo: “el sol que alumbra de lo alto”. Su esquema, aunque, similar a la
de Vísperas, difiere en que cántico de la salmodia brota de la lírica del Antiguo Testamento. Se
puede rezar entre las 5:00 a.m. y las 8:00 a.m.

1. Invocación inicial (Presidente/asamblea)

2. Invitatorio (CM/asamblea)

3. Himno (CM/asamblea)

4. Salmodia
 Primer salmo (CM/asamblea)

 Cántico (Cm/asamblea)

 Segundo salmo (CM/asamblea)

5. Lectura breve (Lect)

6. Responsorio (CM/asamblea) nota: en caso que la lectura anterior no haya sido cambiada


por una extensa, se cambia este por la aclamación por parte del Lect: “Palabra de Dios” y
la respuesta de la asamblea: “te alabamos, Señor”.

7. Silencio sagrado: como eco a la Palabra proclamada. Homilía: a cargo del presidente o
alguien designado con anterioridad, si se considera pertinente.

8. Cántico evangélico: cántico de Zacarías: Benedictus  (CM/asamblea)

9. Preces (Presidente/asamblea)

10. Padre nuestro (Presidente/asamblea)

11. Oración conclusiva (Presidente)

12. Bendición – aclamación final (Presidente/asamblea)

Vísperas

Las Vísperas se rezan cuando la luz del día comienza a retirarse (5:00 p.m. a 7:00 p.m.), en ellas se
da gracias por el día que ha pasado, se encomienda la noche y se ora por los difuntos. Sus cánticos
se centran en el Nuevo Testamento.

1. Invocación inicial (Presidente/asamblea)

2. Himno (CM/asamblea)

3. Salmodia

 Salmo (CM/asamblea)

 Salmo (Cm/asamblea)

 Cántico (CM/asamblea)

4. Lectura breve (Lect)

5. Responsorio (CM/asamblea) nota: en caso que la lectura anterior no haya sido cambiada


por una extensa, se cambia este por la aclamación por parte del Lect: “Palabra de Dios” y
la respuesta de la asamblea: “te alabamos, Señor”.

6. Silencio sagrado: como eco a la Palabra proclamada. Homilía: a cargo del presidente o
alguien designado con anterioridad, si se considera pertinente.

7. Cántico evangélico: cántico de María: Magníficat  (CM/asamblea)

8. Preces (Presidente/asamblea)
9. Padre nuestro (Presidente/asamblea)

10. Oración conclusiva (Presidente)

11. Bendición – aclamación final (Presidente/asamblea)

Completas

Las Completas son la última hora del día. En ellas se encomienda el descanso nocturno, aunque
haya pasado ya la media noche. En esta hora se enfatiza en el  examen de conciencia  y se recuerda
a Cristo que bajó al lugar de los muertos, metáfora del sueño nocturno. Es la única hora del día en
la cual es litúrgico y no devocional, una oración a María, la cual, aunque se pueda cambiar por
alguna más conveniente, se sugiere que se tomen las propuestas por el breviario ya que poseen
una antigüedad considerable, por lo que la Iglesia las conserva en alta estima.

1. Invocación inicial (Presidente/asamblea)

2. Examen de conciencia (Presidente/asamblea)

3. Himno (CM/asamblea)

4. Salmodia

 Salmo (CM/asamblea)

 Salmo, en el caso que lo haya (Cm/asamblea)

5. Lectura breve (Lect)

6. Responsorio (CM/asamblea) nota: en caso que la lectura anterior no haya sido cambiada


por una extensa, se cambia este por la aclamación por parte del Lect: “Palabra de Dios” y
la respuesta de la asamblea: “te alabamos, Señor”.

7. Cántico evangélico: cántico de Simeón: Nunc diminitis  (CM/asamblea)

8. Oración conclusiva (Presidente)

9. Bendición – aclamación final (Presidente/asamblea)

10. Oración a María (asamblea)

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LITURGIA DE LAS HORAS Y PAPA


FRANCISCO.
Liturgia de las horas es la santificación de
las horas del día
La Iglesia se une, pues, a Cristo muy especialmente en la Eucaristía y
en el rezo de las Horas, y así se entrega siempre con El en ofrenda de
alabanza y expiación

Por: José María Iraburu | Fuente: http://infocatolica.com/blog/reforma.php

–La Eucaristía y las Horas. «La Liturgia de las Horas extiende (PO 5) a los
distintos momentos del día la alabanza y la acción de gracias… que se nos
ofrecen en el Misterio eucarístico, “centro y cumbre de toda la vida de la
comunidad cristiana” (CD 30)» (OGLH 12). Jesucristo manifesta máximamente su
amor al Padre precisamente en la ofrenda total de la Eucaristía, es decir, de la
Cruz: «conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre, y que, según el
mandato que me dio el Padre, así hago» (Jn 14,31). Y una vez resucitado y
ascendido a los cielos junto al Padre, «vive siempre para interceder por nosotros»
(Heb 7,25).
La Iglesia se une, pues, a Cristo muy especialmente en la Eucaristía y en el rezo
de las Horas, y así se entrega siempre con El en ofrenda de alabanza y expiación,
para que el mundo conozca su amor al Padre, y que también ella con Cristo
resucitado vive siempre para interceder ante el Padre por los hombres. De este
modo, la oración común y permanente de la Iglesia extiende la Eucaristía a todas
las horas del día, asociándola al sacerdocio de Jesucristo, cuya «función sacerdotal
se prolonga a través de su Iglesia, que sin cesar alaba al Señor e intercede por la
salvación de todo el mundo no sólo celebrando la Eucaristía, sino también de otras
maneras, principalmente recitando el  Oficio divino» (SC 83).
 

–«De la salida del sol hasta su ocaso alabado sea el nombre del
Señor» (SaI 113,3). Todas las horas del día deben ser santificadas por la
oración, «porque nuestros tiempos son malos» (Ef 5,16). La Iglesia tiene como
misión levantar los tiempos hacia Dios, orientarlos a la glorificación del Padre, no
sólo en una glorificación  mediata realizada en el cumplimiento de acciones
buenas –«todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del
Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por El» (Col 3,17)–, sino también, y más
aún, por la glorificación  inmediata de Dios,plena, explícita, gratuita, realizada
visible y socialmente en la dimensión vertical de la liturgia.
La oración litúrgica de la Iglesia es, pues, una oración «de horas», destinada a
santificar para Dios el curso de nuestros días. Por eso el Vaticano II dispuso que
«siendo el fin del Oficio la santificación del día, restablézcase el curso tradicional
de las horas» (SC 88). «Ayuda mucho, tanto para santificar realmente el día como
para recitar con fruto espiritual las Horas, que en su recitación se observe el
tiempo más aproximado al verdadero tiempo natural de cada Hora canónica»
(ib. 94).

La fidelidad a ese consejo debe cuidarse con empeño, sobre todo en el rezo de
las Horas principales. «Laudes, como oración de la mañana, y Vísperas,
como oración de la tarde, según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el
doble quicio sobre el que gira el Oficio cotidiano, y se deben considerar y celebrar
como las horas principales» (ib. 89). «Se recomienda incluso su recitación
individual a los fieles que no tienen la posibilidad de participar en la celebración
común» (OGLH 40).
 

–«Los Laudes matutinos están ordenados a santificar la mañana, como dice


la Ordenación general de la Liturgia de las Horas:
«“Al comenzar el día [escribe San Basilio] oramos para que los primeros impulsos
de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna
antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, según está
escrito: “me acordé del Señor y me llené de gozo” (Sal 76,4), ni empleemos
nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: “por la
mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa, y me quedo
aguardando” (5,4-5).
«Esta Hora, que se tiene con la primera luz del día, trae además a la memoria la
resurrección del Señor Jesús, que es la luz verdadera que ilumina a todos los
hombres (Jn 1,9) y “el sol de justicia” (Mal 4,2), “que nace de lo alto” (Lc 1,78)»
(OGLH 38).

En Laudes, al comienzo del día, cuando el sol va alzándose en el horizonte,


levantamos con Cristo una gran alabanza al Padre celestial. Asumimos en nuestros
corazones el don fundamental: la Creación, recién salida de la noche, esa gran
Obra realizada en el Verbo al comienzo de todos los siglos y restaurada por El, y la
ofrecemos por Él al Padre. Es la hora de la Resurrección  de Cristo, cuando
superada la noche del sepulcro y de la muerte, amanece como Luz del mundo
sobre la creación renovada para la gloria del Padre y para la salvación de los
hombres. El himno, los salmos, en los que predomina la alabanza –lauda,
laudate–, el cántico elegido del Antiguo Testamento, culminan en el cántico
del Benedictus, en el que nos referimos al Salvador como a un sol «oriens ex
alto», y pedimos finalmente en las preces que su salvación se extienda a toda la
humanidad.
 
–«Las Vísperas se celebran a la tarde, cuando ya declina el día,
“en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto
hemos logrado realizar con acierto» (S. Basilio). También hacemos memoria de la
Redención por medio de la oración que elevamos «como el incienso en presencia
del Señor», y en la que “el alzar de las manos es oblación vespertina” (Sal 140,2).
Lo cual “puede aplicarse también con mayor sentido sagrado a aquel verdadero
sacrficio vespertino que el Divino Redentor instituyó precisamente en la tarde en
que cenaba con los Apóstoles, inaugurando así los sagrados misterios, y que
ofreció al Padre en la tarde del día supremo, que representa la cumbre de los
siglos, alzando sus manos por la salvación del mundo” (Casiano).
«Y para orientarnos con la esperanza hacia la luz que no conoce ocaso, “oramos y
suplicamos para que la luz retorne siempre a nosotros, y pedimos que venga
Cristo a concedernos el don de la luz eterna” (San Cipriano). Precisamente en esta
Hora concuerdan nuetras voces con las de las Iglesias orientales, al invocar “a la
luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo bendito, llegados a la
puesta del sol, viendo la luz encendida en la tarde, cantamos a Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo» (OGLH 399).
La hora de Vísperas santifica el atardecer y  predomina en ella la acción de
gracias. Al extinguirse la luz del día, nuestros corazones aspiran a Cristo, luz del
mundo, «aeterna lux credentium». Alabamos a Dios y le damos gracias por el día
que nos ha concedido vivir, pues «en Él vivimos y nos movemos y somos» (Hch
17,28), bien conscientes de que «es Dios el que obra en nosotros el querer y el
obrar según su beneplácito» (Flp 3,13).
En esta Hora rememoramos también la historia de la Creación y de la Salvación, y
contemplamos a un tiempo el desarrollo de la Misericordia divina en Israel, en
Cristo, en la Iglesia y en cada uno de nosotros. Los salmos Hallel (113-118) se
incluyen en esta hora, cuando Cristo los rezó con sus discípulos en la Ultima Cena
(Mt 14,26). También los salmos graduales (120-134), peregrinantes, están
presentes en el atardecer del Oficio divino, alegrando nuestros corazones con el
presentimiento de la Jerusalén celestial, cada día más próxima en la peregrinación
de nuestra vida. El canto del Magnificat nos une diariamente a la Virgen María, que
canta con nosotros agradecida la grandeza de Dios, pues Él miró la humildad de su
sierva y la hizo bienaventurada ante todas las generaciones. Y como en Laudes,
también termina la hora con las Preces en favor de todos los hombres, y la Oración
colecta.
 

La restauración de la Liturgia de las Horas ha de realizarse en el pueblo


cristiano a través del rezo de los Laudes y de las Vísperas. Son las horas
principales del Oficio, y conviene que los sacerdotes  las celebren con la mayor
solicitud posible; que algunas comunidades religiosas las recen o canten en común
–si hasta ahora no lo hacían–, y que en las parroquias se vaya recuperando para
todos los fieles esta oración común de la mañana y de la tarde, según la voluntad
del Vaticano II: «procuren los pastores de almas que las Horas principales,
especialmente las vísperas, se celebren comunitariamente en la iglesia los
domingos y fiestas más solemnes» (SC 100). Pero incluso en las familias, templos
domésticos de la Iglesia,es posible y deseable que el esposo y la esposa,
asociando si es posible a los hijos, oren juntos por la mañana los Laudes y que
vuelvan a orar unidos por la tarde en las Vísperas.
Como decía Pablo VI, «la Liturgia de las Horas incluye justamente el núcleo
familiar entre los grupos a que se adapta mejor la celebración en común del Oficio
divino. “Conviene que la familia, en cuanto sagrario doméstico de la Iglesia, no
sólo eleve oraciones comunes a Dios, sino también recite oportunamente algunas
partes de la Liturgia de las Horas, con el fin de unirse más estechamente a la
Iglesia” (OGLH 27). No debe quedar nada sin intentar para que esta  clara
indicación halle en las familias critianas una creciente y gozosa aplicación» (1974,
exht. apost. Marialis cultus  53).
El nuevo Oficio, menos cargado de salmos en cada hora, de estructura más
simple, mejorado en sus himnos y lecturas, viene a hacerse más asequible para
todo el pueblo de Dios. Su rezo en familia no es algo utópico, y lo es es menos
todavía donde ya hay ahora costumbre de orar en familia el Rosario u otras
devociones. Ciertamente no es posible hallar una oración más hermosa y más
genuinamente cristiana, santificante y eclesial.

–El Oficio de lectura. Dispuso el Concilio Vaticano II que «la hora llamada


de maitines, aunque en el coro conserve el carácter de alabanza nocturna, ha de
componerse de manera que pueda rezarse a cualquier hora del día y tenga menos
salmos y lecturas más largas» (SC 89). Este oficio de lecciones y salmos tiene un
carácter propio. A diferencia de las otras Horas del Oficio divina no está ligado de
suyo a una hora del día. Es una hora especialmente centrada en la lectura de la
Palabra de Dios y de textos elegidos de la Tradición de la Iglesia. Y su estructura la
hace propicia para la meditación. Los responsorios, con frecuencia muy bellos, son
la respuesta comunitaria a la Palabra escuchada, pero también
hay silencios sagrados en los que «la semilla germina y crece, sin que el hombre
sepa cómo» (Mc 4,27). Esta hora es, pues, especialmente contemplativa, y en ella,
sobre todo si se desarrollan más los tiempos de silencio, la oración privada se
enmarca en la oración litúrgica y en ella encuentra su más precioso alimento
espiritual.
«A semejanza de la Vigilia Pascual, hubo la costumbre de iniciar la celebración de
algunas solemnidades con una vigilia en el templo» (OGLH 70). Ése es el origen de
los  maitines, es decir, del Oficio de lectura. «Los Padres y autores espirituales con
muchísima frecuencia exhortan a los fieles, sobre todo a los que se dedican a la
vida contemplativa, a la oración en la noche, con la que se exprese y se aviva la
espera del Señor que ha de volver. “En medio de la noche se oyó un clamor: que
viene el Esposo, salid a su encuentro” (Mt 25,6)… Son, por tanto, dignos de
alabanza los que mantienen el carácter nocturno del Oficio de lectura» (ib. 72).
Por las lecturas bíblicas, Dios dirige su Palabra al hombre y suscita en el hombre la
respuesta, que es la oración. «A la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar
la oración de modo que se entable diálogo entre Dios y el hombre, pues “a El
hablamos cuando oramos; a El oímos cuando leemos sus palabras” (San
Ambrosio)» (Vat. II, Dei Verbum 25). En las lecciones de Sagrada Escritura la
Liturgia entrelaza los textos más variados con ocasión de fiestas solemnes, o deja
que la Palabra de Dios –tanto en el Leccionario del Misal romano como en este
curso de lecturas propio de las Horas– fluya en una lectura continua y ordenada. Y
todas las aplicaciones y acomodaciones de los textos bíblicos hechos por la Liturgia
afirma continuamente la perfecta unidad que enlaza el Antiguo con el Nuevo
Testamento. La historia de la salvación es un todo grandioso, en cuyo progreso se
da una continuidad perfecta.
Una maravillosa antología de los Santos Padres  y de otros grandes santos y
doctores de la Iglesia complementa en el Oficio de lectura las enseñanzas de la
Sagrada Escritura. Se prevé en esta Hora para ciertas ocasiones que una
breve homilía perfeccione la interpretación y aplicación concreta de la Palabra
escuchada. De este modo, diariamente, es ofrecida a sacerdotes, religiosos y a
todo el pueblo cristiano una lectio divina en cierto modo insuperable.
Tres salmos, frecuentemente históricos y sapienciales, así como
los responsorios que siguen a las lecturas, fomentan la respuesta de los orantes,
poniendo en su corazón y en sus labios palabras divinamente inspiradas: los
salmos, en primer lugar, pero también los responsorios, con frecuencia bellísimos,
plenos de ritmo y de gracia. Así Dios habla a los hombres y les da luego otra vez
su palabra para que puedan responderle y cantarle como conviene. En domingos y
en celebraciones solemnes termina la Hora con el rezo o el cántico del Te Deum.
De este modo se cumple en el Oficio de lectura el designio divino:  «La palabra de
Cristo habite en vosotros abundantemente, enseñándoos y exhortándoos unos a
otros con toda sabiduría, con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y
dando gracias a Dios en vuestros corazones (Col 3, 16). La Santa Madre Iglesia da
cada día a sus hijos un alimento espiritual excelente y siempre nuevo, y el
cristiano vive así «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4).

–Las Horas menores, Tercia, Sexta y Nona. «Conforme a una tradición muy
antigua de la Iglesia, los cristianos acostumbraron a orar por devoción privada en
determinados momentos del día, incluso en medio del trabajo, a imitación de la
Iglesia apostólica. Esta tradición, al paso del tiempo, cristalizó en diversas
maneras de celebraciones litúrgicas» (OGLH 74).
«Tanto en Oriente como en Occidente se ha mantenido la costumbre litúrgica de
rezar Tercia, Sexto y Nona, principalmente porque se unía a estas horas el
recuerdo de los acontecimientos de la Pasión del Señor y de la primera
propagación del Evangelio» (ib. 76). «Fuera del Oficio coral, cabe elegir una de
estas tres Horas, aquella que más se acomode al momento del día. Los que no
rezan las tres Horas, habrán de rezar una al menos, a fin de que se mantenga la
tradición de orar durante el día en medio del trabajo» (ib.  77).
Las Horas menores son, en el laborioso avanzar de cada día, como un alto en el
camino: en ellas pedimos a Dios que por su gracia nos mantenga
permanentemente orientados hacia El en nuestros trabajos, para que nuestras
actividades no nos alejen de El, sino que nos acerquen, y le glorifiquen en medio
del mundo por nuestro Señor Jesucristo.
 

–Completas, colocada inmediatamente antes del sueño, es la Hora última, muy


marcada por el arrepentimiento  (examen de conciencia, confesión, recogimiento
silencioso) y la absoluta confianza  en la protección del Altísimo (Sal 91, domingo).
La oscuridad de la noche simboliza la muerte, el poder de las tinieblas y del diablo,
que «ronda buscando a quién devorar» (1Pe 5,9; martes). Por eso nos acogemos
al amparo del Altísimo y a la protección de sus ángeles (Sal 91).
Por otra parte, siendo el sueño símbolo de la muerte, viene a ser Completas como
un ensayo diario de la propia muerte: cantamos el Nunc dimittis del anciano
Simeón –«ya puedes dejar a tu siervo irse en paz»–; en el responsorio hacemos
nuestras las palabras finales de Jesús en la Cruz: «a tus manos, Señor, 
encomiendo mi espíritu»; y las últimas palabras de la Hora piden que «el Señor
todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa».
La antífona final a la Virgen María –la Salve, el Sub tuum præsidium, el Regina
coeli, etc., según los tiempos– da término al Oficio divino del día con la dulce
presencia protectora de nuestra Madre María.
José María Iraburu, sacerdote
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Catequesis del Papa: rezar con


insistencia, seguros de que Dios
responderá
Rezar con insistencia y con confianza, porque la oración "siempre" cambia
la realidad. Lo aseguró el Papa Francisco en su catequesis sobre el
Padrenuestro, reflexionando sobre el Evangelio de Lucas que habla del
episodio de la transfiguración del Señor

Griselda Mutual - Ciudad del Vaticano


La imagen de Jesús orante fue el tema de la catequesis del Papa en el miércoles 9 de enero,
en la prosecución de sus reflexiones sobre el Padrenuestro. “Jesús reza”, dijo el Papa,
recordando el pasaje del evangelio de Lucas, que habla del episodio de la transfiguración
del Señor. «Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de
una blancura deslumbrante». (Lc 9, 29)
Jesús reza y el Espíritu Santo lo guía en su actuar
Del Evangelio de san Lucas, - señaló Francisco - provienen los 3 himnos diarios de la
Liturgia de las Horas: el Benedictus, el Magnificat y el Nunc dimittis, que muestra a Jesús
en una atmósfera de oración:
«Jesús es, sobre todo, el orante. En cada paso de su vida, es el Espíritu Santo quien lo guía
en su actuar. Antes de tomar decisiones importantes, Jesús ora, dialoga con el Padre».
Con valentía pidamos a Jesús que nos enseñe a orar 
En su catequesis en italiano, el Santo Padre señaló algunos de los momentos de oración de
Jesús: «Jesús reza en el bautismo en el Jordán, dialoga con el Padre antes de tomar las
decisiones más importantes, a menudo se retira a la soledad para orar, intercede por Pedro
que pronto lo negará». 
Esto "nos consuela", dijo Francisco: «El saber que Jesús ora por nosotros, ora por mí, por
cada uno de nosotros, para que nuestra fe no falle. Por eso también nosotros podemos decir
a Jesús: Tú rezas por mí, sigue rezando porque yo lo necesito. Así ¡valientes!».
Rezar con perseverancia y confianza
Prosiguiendo con la catequesis, el Santo Padre también se refirió al pedido de uno de los
discípulos al Maestro para que les enseñe a orar, y también en este caso, invitó a que
hagamos lo mismo nosotros hoy:
«Jesús les muestra las palabras y sentimientos que deben tener para dirigirse a Dios. Lo
hace enseñándoles el Padrenuestro y las actitudes que el creyente debe tener cuando ora,
que son la perseverancia y la confianza».
Sobre estas dos actitudes, el Papa se explayó en la catequesis en español:
«La perseverancia en la oración, porque aunque a veces pareciera que Dios no nos escucha,
sin embargo no es así, porque ninguna oración queda desatendida. A la perseverancia se
une la confianza puesta en Dios, porque Él es un Padre bueno y nunca olvida a sus hijos
que sufren».
«Padre», remarcó el Papa en italiano. «Esa palabra tan bella que decir. Podemos pasar el
tiempo de la oración sólo con esa palabra: Padre. Y sentir que tenemos un padre: no un
maestro o un padrastro. No: un padre. Padre».
Jesús enseña a insistir en la oración
El Santo Padre siguió explicando qué hace Jesús para darnos la confianza en la oración con
varios ejemplos, entre ellos, el de la parábola del amigo inoportuno, que va a despertar a
una entera familia porque no tiene pan para dar a una persona en viaje que llegó
improvisamente: 
«¿Qué le dice Jesús a este hombre que llama a la puerta y despierta a su amigo: “Yo les
aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a
causa de su insistencia y le dará todo lo necesario” (Lc 11,9). Con esto - dijo el Papa -
quiere enseñarnos a orar e insistir en la oración».
Seguros de que Dios responderá
Y aunque muchas veces nos parezca que nuestras oraciones no obtienen resultados,
“podemos estar seguros de que Dios responderá”:
«La oración cambia la realidad, y nos cambia también a nosotros. Es, ya desde ahora, la
victoria sobre la soledad y la desesperación; un camino que nos lleva a Dios, nuestro Padre,
que espera todo y a todos con los brazos abiertos».

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LITURGIA DE LAS HORAS Y CATECISM,O
IGLESIA CATÓLICA.
OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO
PONTÍFICE

Cuándo celebrar/4: La Liturgia de las Horas (CEC, 1174-1178)

La sección litúrgica del Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), en el párrafo


«¿Cuándo celebrar?», dedica un espacio al «Oficio Divino», hoy llamado
«Liturgia de las Horas» (LdH). La LdH es parte del Culto divino de la Iglesia, y
no un mero apéndice de los sacramentos. Es sagrada Liturgia en el verdadero
sentido. En la LdH, como en el sacramental (en particular la Liturgia Eucarística,
de la cual el Oficio es como una extensión), se entrecruzan dos dinámicas:
«desde lo alto» y «desde abajo».

Considerada «desde lo alto», la LdH fue traída a la tierra por el Verbo, cuando se
hizo hombre para redimirnos. Por eso, el Oficio Divino se define como «el himno
que se canta en el Cielo por toda la eternidad», introducido «en el exilio terreno»
por el Verbo encarnado (cfr. Pío XII, Mediator Dei: EE 6/565; también: Concilio
Vaticano II, Sacrosanctum Concilium [SC], n. 83). Podemos cantar las alabanzas de
Dios, porque Dios mismo nos permite esto y nos enseña cómo hacerlo. En este
sentido, la LdH representa la reproducción, obrada por la Iglesia peregrina y
militante, del canto de los espíritus celestiales y de los bienaventurados, que
forman la Iglesia gloriosa del Cielo. Es por esta razón que el lugar donde los
monjes, frailes y canónigos se reúnen para rezar el Oficio ha tomado el nombre
de «coro»: el cual quiere reproducir visiblemente las órdenes angelicales y los
coros de los santos, que constantemente alaban la majestad de Dios (cfr. Is. 6,1-4;
Ap. 5,6-14). Por lo tanto, el coro está estructurado en forma circular no para
facilitar la mirada del uno al otro, mientras se celebra la LdH, sino para
representar el «asomarse el cielo sobre la tierra» (Benedicto XVI, Sacramentum
caritatis, n. 35) que se produce cuando celebramos el Culto Divino.

En segundo lugar, una dinámica que refleja la LdH «desde abajo» hacia «lo
alto», es el movimiento por el cual la Iglesia terrena alaba, adora, agradece a su
Señor y le suplica, en el transcurso del día. En todo momento recibimos
beneficios de parte del Señor, por lo que es justo que le demos las gracias por
ello, a cada hora del día.

Por eso santo Tomás de Aquino considera que la oración es un acto que,
perteneciendo a la virtud de la religión, hace referencia a la virtud de la justicia
(cf. S. Th. II-II, 80, 1, 83, 3). Con el «Prefacio» de la Santa Misa, podemos decir
que «en verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación» alabar al Señor
en todo momento del día. Cristo ha sido el primero en dar el ejemplo de una
oración constante, día y noche (cf. Mt. 14,23, Mc. 1,35; Heb. 5,7). El Señor
también ha recomendado orar siempre y no desfallecer (cf. Lc. 18,1). Fiel a las
palabras y al ejemplo de su Fundador (cf. 1 Ts. 5.17, Ef. 6,18), desde los tiempos
apostólicos, la Iglesia ha desarrollado su propia oración diaria según un ritmo
ordenado que cubriese la jornada entera, asumiendo en una forma nueva, las
prácticas litúrgicas del templo de Jerusalén. Es cierto que las dos horas canónicas
principales (Laudes y Vísperas) han surgido en relación con los dos sacrificios
diarios del templo: el matutino y el vespertino. Incluso las oraciones de Tercia,
Sexta y Nona corresponden a tantos otros momentos de oración en la práctica
judía. En el día de Pentecostés, los apóstoles estaban reunidos en oración en la
Hora Tercia (cf. Hch. 2,15). San Pedro tuvo la visión de la tela que bajaba del
cielo, mientras estaba en oración en una terraza hacia la Hora Sexta (cf. Hch.
10,9). En otra ocasión, Pedro y Juan subían al templo a rezar a la Hora Nona (cf.
Hch. 3,1). Y no olvidemos que Pablo y Silas, encerrados en la cárcel, oraban
cantando himnos a Dios a la medianoche (cf. Hch.16,25).

No es de extrañar, entonces, que ya a finales del primer siglo, el papa san


Clemente pudiera recordar: «Tenemos que hacer con orden todo lo que el Señor
nos ha mandado hacer durante los períodos de tiempo fijos. Nos prescribe hacer
las ofrendas y las liturgias, y no al azar o sin orden, sino en las circunstancias y
los tiempos previstos» (A los Corintios, XL, 1-2). La Didachè (cf. VIII, 2)
recomienda recitar el Padre Nuestro tres veces al día, lo que hace la Iglesia
actualmente durante los Laudes, las Vísperas y en la Santa Misa. Así interpreta
Tertuliano esta antigua tradición: «Nosotros oramos, como mínimo, por lo menos
tres veces al día, ya que estamos en deuda con los Tres: con el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo» (De Oratione, XXV, 5). En Occidente, el gran organizador del
Oficio Divino fue san Benito de Nursia, quien ha perfeccionado el uso anterior de
la Iglesia de Roma.

De lo que se ha dicho, surgen al menos dos consideraciones fundamentales. La


primera es que la LdH, ya que es esencialmente cristocéntrica, es profundamente
eclesial. Esto implica que, en cuanto Culto público de la Iglesia, a la LdH es
sustraída del arbitrio del individuo y es regulada por la jerarquía eclesiástica.
Además, es una lectura eclesial de la Sagrada Escritura, porque los salmos y las
lecturas bíblicas son interpretadas por los textos de los Padres, de los Doctores y
de los Concilios, y por las oraciones litúrgicas compuestas por la Iglesia (cf.
CEC, 1177).

En cuanto Culto público, la LdH también tiene un componente visible, y no solo


uno interior. Es la unión de la oración y de los gestos. Si bien es cierto que «la
mente tiene que estar de acuerdo con la voz» (cf. CIC, 1176), también es cierto
que el culto no se celebra solo con la mente, sino también con el cuerpo (cf. S.
Th. II-II, 81, 7). Por ello, la liturgia prevé cantos, expresiones verbales, gestos,
inclinaciones, postraciones, genuflexiones, incensaciones, vestimentas, etc. Esto
también se aplica al Oficio Divino. Por otra parte, el carácter eclesial de la LdH
hace por su propia naturaleza que «esté destinada a convertirse en la oración de
todo el pueblo de Dios» (CEC, 1175). En este sentido, si es cierto que el Oficio
pertenece sobre todo a los ministros sagrados y a los religiosos –es a quienes la
Iglesia en particular se los confía–, este siempre involucra a toda la Iglesia: los
fieles laicos (en la medida en que les es posible participar), a las almas del
Purgatorio, a los santos y a los ángeles en sus diferentes rangos.

Cantando las alabanzas de Dios, la Iglesia terrena se une a la celestial y se


prepara para reunirse con ella. Por lo tanto, la LdH «es verdaderamente la voz de
la misma Esposa que le habla al Esposo, mas aún, es la oración de Cristo, con su
Cuerpo, al Padre» (SC, n. 84, cit. en CEC, 1174).

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OFICIO DIVINO EN LAS
CONSTITUCIONES Y ESTATUTOS
GENERALES.
Art. 2 – Comunidad de oración

028 –   a) Puesto que el misterio eucarístico expresa y edifica la


comunidad, es muy deseable que sea concelebrado o se celebre
comunitariamente.

            También aprecien de corazón el coloquio cotidiano con Cristo


Señor, en la acción de gracias después de la comunión y en la visita y
culto personal a la santísima eucaristía.

            b) Además, “siendo el Oficio divino la voz de la Iglesia que alaba


públicamente a Dios” (SC 99), se ha de procurar que se rece en común
al menos alguna parte del mismo (cf. C. 30).

          c) Los Estatutos (vice)provinciales determinarán cuántas veces al


día deben congregarse para orar en común a tenor de la C. 30.

029 – Más o menos un día cada mes, y durante ocho días todos los
años, se entregarán con más intensidad al trato interior con Dios por
medio de los ejercicios espirituales.

Los Estatutos (vice)provinciales concretarán más sobre este particular.

28 – La Palabra de Dios es sostén y vigor de la Iglesia, y para sus hijos


es fortaleza de fe, manjar del alma, fuente pura e inagotable de vida
espiritual. [21]

Por eso los congregados, como ministros de la revelación del misterio de


Cristo entre los hombres, frecuentarán y harán suya esta Palabra viva y
vivificante, tanto por la asidua lectura divina, como por las celebraciones
comunitarias. De este modo, compenetrados vitalmente con la Palabra
mediante la fe, se convertirán en apóstoles más eficaces para toda obra
buena (cf. 2Tm 3,17).
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LITURGIA DE LAS HORAS 100 PALABRAS PARA EL CAMINO.

Aplicación pastoral

“Los redentoristas tienen como misión primordial en la Iglesia la proclamación explícita de la


Palabra de Dios en orden a la conversión fundamental” (const. 10), pero es el Señor quien abre las
puertas de la Palabra (cfr. Col 4,3). Entonces, “invocarán incansablemente al Espíritu Santo, el cual,
dueño de los acontecimientos, pone en los labios la palabra oportuna y abre los corazones” (const.
10). La oración forja al misionero redentorista. Rezando, ¡ya está evangelizando! En la Liturgia de
las horas se realiza la santificación del ser humano y se rinde culto a Dios” (SC 10. 33).

La Liturgia de las horas alimenta la fe y en ella ciertamente “se abre santificación copiosa por
medio de la palabra salvadora de Dios” (IGLH, 14; cfr. SC 24. 33). Bien sabemos lo apostólica que
es la liturgia en sí misma. Los que oran con la Liturgia de las horas “hacen crecer el pueblo de Dios
por medio de una misteriosa fecundidad apostólica” (cfr. Perfectae Caritatis 7). Pues el objetivo de
la liturgia es “que todos los que se hicieron hijos de Dios por la fe y el bautismo se reúnan, alaben
a Dios en la comunidad eclesial, participen del sacrificio y se alimenten de la cena del Señor” (SC
10). “Mediante el culto público y la oración, los creyentes abrazan toda la humanidad y pueden
lograr mucho por la salvación de todo el mundo” (IGLH, 27).

Los ministros ordenados y los religiosos, guardianes mayores de la Liturgia de las horas,
“desempeñan el servicio del Buen Pastor, que ruega por los suyos para que tengan vida y sean
perfectos en la unidad (cfr. Jn 10,11; 17,20-23)… y encuentran no solamente una fuente de piedad
y alimento para su oración personal (cfr. SC 90), sino que nutren e incentivan en la contemplación
su actividad pastoral y misionera para bien de toda la Iglesia de Dios”. (IGLH, 28; cfr. LG 41). En el
Oficio de lecturas, “los predicadores de la Palabra de Dios entran en contacto diario con ilustres
ejemplos de predicación sagrada”.

Liturgia de la Oración

Un excelente camino para seguir y continuar al Redentor es “la fiel meditación de la Palabra de
Dios, sobre todo en los evangelios” (est. 056). Meditación u oración mental tenida como
indispensable por san Alfonso, que decía: “Todos los santos se hicieron santos con la oración
mental”. Y en otro libro: “¡Oración, oración! Mucho más porque nos dedicamos a la salvación de
las almas y tenemos necesidad de más fuerzas, de más luz, pues tenemos que comunicar a los
demás luz y calor. Y ¿qué luz o qué calor puede comunicar a los demás el cirio que está medio
encendido y en peligro de apagarse?” (Necesidad de la oración mental).

Se debe “dar importancia prioritaria a la oración mental”, alimento abundante de vida espiritual,
que lleva a “participar más íntima y fructuosamente en el sacrosanto misterio de la eucaristía”
(const. 31), a la cual los redentoristas “consideran como cumbre y fuente de toda su vida
apostólica y signo de la solidaridad misionera” (const. 29; cfr. 27). En este contexto, la Liturgia de
las horas es como el complemento necesario de todo culto divino, que tiene su culmen en la
eucaristía y repercute en cada hora de la existencia humana.
De esta manera la Liturgia de las horas irradia sobre las demás horas del día “las alabanzas y
acciones de gracias, como también la memoria de los misterios de salvación, las peticiones y aquel
gozo anticipado de la gloria celeste que se contienen en el misterio eucarístico”. Y si la prolonga en
el tiempo, también “la Liturgia de las horas prepara para la eucaristía” (IGLH, 12).

Dejémonos interpelar por estas llamadas, para que la alabanza de la Iglesia resuene más
espléndida, integrada al coro de los ángeles y de los santos y en camino hacia el trono del Cordero
(cfr. Ap 5,13). Y nosotros, “como ciervos sedientos, suspiremos por la fuente que llega en el
momento de la oración, cuando vamos a entretenernos a solas con nuestro Dios” (san Alfonso).

Preguntas para reflexionar

1. ¿Es el “Oficio divino” una alegría o un peso para mí? ¿Se integra en mi vida espiritual?

2. ¿Prefiero orar con la Liturgia de las Horas de modo privado o con la comunidad?

3. ¿Soy consciente de que la celebración de la Liturgia de las Horas es auténtica liturgia? ¿Cómo se
manifiesta?

Domingos Savio da Silva

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