Está en la página 1de 24

UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA

FACULTAD DE CIENCIAS EMPRESARIALES

ESCUELA PROFESIONAL DE INGENIERIA COMERCIAL

ENSAYO DE REGIMEN GENERAL DE LOS CONTRATOS ASOCIATIVOS

MERCANTILES CON PARTICULAR REFERENCIA A SU DURACION

TEMPORAL

PRESENTADO POR:

CURSO:

DOCENTE:

CICLO:

TACNA, OCTUBRE DEL 2022


Índice
1. INTRODUCCIÓN

DESARROLLO

1.1. Antecedentes legislativos 4

1.2. Los contratos asociativos 5

1.3. La asociación en participación (artículos 440 - 444) 7

1.3.1 La asociación en participación:..............................................................

1.4. Delimitación de la noción legal de contrato asociativo 9

1.5. Origen de la categoría y su engarce en la teoría general del

contrato 10

1.6. Problemas que plantea el fenómeno asociativo mercantil 14

2. LOS CONTRATOS ASOCIATIVOS EN EL CC Y LA LGS

1.7. Invalidez y resolución parciales del vínculo asociativo 16

1.8. Forma del contrato y registrabilidad: 17

1.9. Régimen de las contribuciones 19

3. CONCLUSIONES
3

1. INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se va a analizar una breve parte acerca de las

normativas que presenta el código civil y respecto a ley general de

sociedades por las que regulan la categoría de los contratos asociativos, en

vista de eso poder afrontar una pregunta que surge, la cual es saber la

necesidad de ejecutar cualquier tipo de contrato asociativo hasta lo máximo

de duración que este presente.

Las sociedades y los contratos de riesgo compartido forman parte de

la amplia gama de alternativas que ofrece la ley para hacer negocios. Por lo

tanto, cuando una persona decide iniciar una empresa o negocio, por lo

general busca conexiones con otras personas para no tener que cubrir todos

los costos de iniciar un negocio. En otras palabras, encontrar un socio es

compartir el riesgo de administrar un negocio, porque nadie puede garantizar

que el negocio traiga resultados positivos.


4

DESARROLLO

1.1. Antecedentes legislativos

En cuanto a los acuerdos conjuntos, cabe mencionar en primer lugar

que la Ley de Sociedades Anónimas derogada en diciembre de 1997 se

aplica únicamente a los acuerdos de joint venture, aunque la práctica

comercial muestra el uso frecuente y generalizado de la denominada joint

venture o joint venture. reglas del consorcio. Pero cuando la existencia de

socios ocultos no es deseable o permisible, los contratos se otorgan en

forma de contratos silenciosos debido al tamaño reducido de la empresa

conjunta, de modo que, por ejemplo, al celebrar contratos con el estado, es

necesario actuar directa y públicamente Cuando todos los contratistas

trabajan juntos, es aún más importante determinar su responsabilidad

solidaria.

A continuación, analizaremos las características de los acuerdos

relacionados, especialmente las empresas mixtas y los consorcios; y las

diferencias existentes entre estas dos figuras jurídicas, tal y como ya están

definidas en la vigente Ley General de Sociedades (en adelante LGS o

simplemente Ley). ) se muestra.

Sin embargo, antes es necesario indicar que a pesar de la gran

difusión de la figura del joint venture o consorcio, este tipo de contrato

asociativo no se había regulado anteriormente en ley alguna como consorcio

o joint venture algunos sostenían no sin poco fundamento que su regulación

no era necesaria ya que las partes le dotaban a través del acuerdo de


5

voluntades de contenido y que en todo caso el documento del contrato

determinaba las características, obligaciones y derecho de cada una de las

partes participantes en el consorcio. Sin embargo, por una cuestión de orden

y sistemática la Comisión Reformadora de la Ley General de Sociedades

optó por incluir en la ley actualmente vigente las figuras del consorcio y la

asociación en participación como contratos asociativos. También es

importante indicar que no han faltado opiniones en el sentido que a la figura

del consorcio o joint venture le correspondía una ubicación distinta al que

ocupa actualmente en la LGS, así por ejemplo en un código de comercio o

en un código de la empresa y no en la LGS. La Comisión Reformadora de la

LGS, por cuestiones de tradición jurídica, considerando que la ley anterior

había incluido en su articulado a la asociación en participación, y además si

bien ni el consorcio ni la asociación en participación constituyen una persona

jurídica distinta a los miembros que han decidido "cooperar o asociarse" para

el negocio común, estas figuras o mecanismos contractuales implican una

"sociedad" entendiéndose como una participación, cooperación o asociación

comercial conjunta para la explotación de un negocio común. En cuyo caso,

el contrato asociativo determina las reglas que van a regir la relación entre

las partes ventures o de la asociación en participación, implican una

asociación específica y determinada para un negocio común en concreto y

no una relación de socios dentro de una misma entidad legal (Canseco,

1999).
6

1.2. Los contratos asociativos

Según este autor, una definición bastante acertada y completa del

concepto, la desarrolla FARINA, basado en las definiciones de MESSINEO y

SPOTA. Expresa que “son contratos de colaboración aquellos en los cuales

media una función de cooperación de una parte hacia otra o,

recíprocamente, para alcanzar el fin que ha determinado el advenimiento del

contrato. Ese fin puede ser una gestión para realizar, un resultado a obtener,

o una utilidad a conseguir y repartir. “

También se les suele llamar contratos de colaboración o cooperación

empresarial. (FARINA J. , 1999).

Al respecto, distingue entre acuerdos plurilaterales estructurales y

acuerdos plurilaterales funcionales y afirma que estos últimos tienen un

objetivo común, que es en sí mismo un acuerdo cooperativo y organizativo

que permite la participación multilateral, por lo que también se denominan

tratados. abiertos o posiblemente Según la legislación peruana, las empresas

mixtas y las asociaciones participantes son contratos de carácter asociativo

en los que las partes se obligan y cada una conserva su identidad o

personalidad jurídica para realizar un negocio conjunto con el fin último de

obtener beneficios económicos.

La ley actual, artículos 438 y siguientes, al regular los contratos

asociativos empieza por determinar el alcance de la definición del contrato

asociativo y establece que sus características son las siguientes:


7

a) Es un contrato cuyo objetivo principal es crear y regular relaciones

de participación, integración o negocios.

b) El contrato no genera una persona jurídica.

e) Debe constar por escrito.

d) No está sujeto a inscripción en registros públicos.

e) Las partes están obligadas a efectuar las contribuciones en dinero,

bienes o servicios establecidas en el contrato.

f) En caso no se hubiera establecido el monto de las contribuciones,

las partes estarán obligadas a efectuar las que sean necesarias para la

realización del negocio o empresa y en proporción a su participación en las

utilidades.

La ley actual establece dos formas de contratos asociativos, la

asociación en participación y el consorcio o joint venture utilizado

referencialmente en la legislación local pero no definido aún por ley alguna,

salvo por la LGS vigente y que es materia de esta exposición (MESSINEO F.

, 1954).

1.3. La asociación en participación (artículos 440 - 444)

Es importante señalar que una asociación en participación, a

diferencia de una asociación en participación, ya tiene sus propias reglas

dentro de la empresa, pero para la mayoría de nuestros ordenamientos

jurídicos su tratamiento en la LGS es por lo tanto más fácil porque proviene

del inicio de nuestra experiencia particular.


8

1.3.1 La asociación en participación:

Ante todo, cabe distinguir entre las diversas conjugar los esfuerzos y

recursos para la realización figuras en las que se presenta el elemento

participación, al respecto resulta didáctica la clasificación realizada

formalismos y exigencias legales obligatorias por Farina (FARINA J. , 1999),

Según lo revela Mantilla Molina el antecedente de la asociación en

participación es la commenda medieval en cuyo término el commendator

confía el dinero o mercancía al commendatario (comerciante) para su

utilización comercial en un viaje, concluido el cual se repartían las ganancias

o pérdidas en la proporción convenida ( MANTILLA MOLINA, Roberto L. ,

1982).

Según Díaz Bravo, el auge de este tipo de contrato en la alta edad

media parece haber sido involuntariamente propiciado por la prohibición del

préstamo con intereses (DIAZ BRAVO, 1994).

1.4. Delimitación de la noción legal de contrato asociativo

Todas las clasificaciones de los contratos son más o menos relativas,

y por lo tanto la agrupación de los contratos que voy a abordar en este

trabajo los llamados contratos asociativos, responde, en buena medida, a un

criterio de conveniencia didáctica y sistemática. Para algunas agrupaciones

de contratos, tales consideraciones son prácticamente las únicas o resultan,

en todo caso, decisivas; la condición de “categoría” diferenciada de los

contratos asociativos se funda también, en cambio, en razones jurídicas


9

positivas. La LGS, en efecto, ha recogido en sus arts. 438 y 439 una serie de

normas aplicables de manera general a todos los contratos asociativos.

También tratan específicamente de este grupo de contratos los arts. 223 y

1434 CC, que, aunque no los llamen así, regulan, respectivamente, la

invalidez y la resolución por incumplimiento o por imposibilidad sobrevenida

de los contratos asociativos (GUTIERREZ CAMACHO, 1998).

Es frecuente oír y leer críticas al legislador cuando introduce en las

normas positivas clasificaciones de los contratos, tarea considerada más

propia de la doctrina que de la ley. Sin embargo, también es verdad que

puede ser útil, y en ocasiones necesario, que el legislador haga referencia a

determinada categoría de contratos, si de ello se han de seguir

consecuencias normativas concretas como dice (DE LA PUENTE Y

LAVALLE, 2003).

Es necesario establecer criterios para clasificar los contratos según

sus características, porque si bien los contratos en sí mismos son una

categoría abstracta que contiene todas las posibilidades contractuales, bajo

este manto hay un número ilimitado de órdenes ; no tipos de contratos con

diferentes significados, diseñados para satisfacer diferentes necesidades, y

tienen diferentes efectos a este respecto.

Esta necesidad ha cobrado especial relevancia en áreas como el

sector comercial, donde cada vez aparecen más nuevos números de

contrato, tanto típicos como atípicos.


10

En ese sentido, no considero en sí mismo criticable que la LGS haya

regulado de manera general la categoría de contratos asociativos, incluso

ensayando una especie de definición. Tal definición se encuentra en la

primera parte del art. 438, según el cual:

“se considera contrato asociativo aquél que crea y regula relaciones

de participación e integración en negocios o empresas determinadas, en

interés común de los intervinientes” (GUTIERREZ CAMACHO, 1998).

1.5. Origen de la categoría y su engarce en la teoría general del contrato

Desde el punto de vista del número de partes involucradas, los

negocios jurídicos patrimoniales, así los civiles como los mercantiles, pueden

ser unilaterales y plurilaterales (DE LA PUENTE Y LAVALLE, 2003).

Es importante aclarar el término "sección" que es la base de esta

clasificación. No es solo una cuestión del número de personas físicas

diferentes involucradas en la actividad. Puede existir una sociedad plurilateral

en la que sólo interviene efectivamente una persona, que declara la sociedad

en su conjunto en nombre de dos o más "partes": esto se denomina

"autocontrato" o "autocontrato" (ver artículo 5) . 166 CC y 261 CdC) si una

misma persona está incluida en el contrato en dos o más cargos, en

particular como representante de al menos otra persona. También puede ser

una (si es unilateral) o (si es multilateral) una empresa compuesta por varias

personas: así, la autoridad otorgada por varias copropiedades es el titular de

la gestión de los asuntos públicos (ver Arte. 971 CC), o la posición (única) de

la parte vendedora en la venta consiste en varios copropietarios.


11

Una “parte” no es simplemente una “persona”, sino una persona o un

conjunto de personas que polarizan o agrupan diferentes intereses jurídicos:

un “centro” en el cual recaen los intereses jurídicos que se buscan satisfacer

mediante el contrato, en definitiva (MESSINEO F. , Il contrato in genere,

reimpresión corregida, 1973).

Me parece sumamente dudoso que puedan existir, en el campo

patrimonial, negocios jurídicos estrictamente plurilaterales que no sean

contratos. Hay al menos dos teorías que lo afirman: la doctrina “adversarial”

o estrictamente “bilateralista” del contrato, por un lado (que afirma que en

realidad ningún acto estrictamente plurilateral es verdadero contrato)

(MESSINEO F. , 2007); y la que afirma la plurilateralidad de los actos

colectivos (esto es, actos genuinamente plurilaterales que no son contrato).

Durante bastante tiempo, una importante corriente doctrinal de origen

italiano insistió en construir una noción (demasiado) estricta de contrato,

basada únicamente en la idea de conciliar intereses opuestos. Consecuencia

de esta teoría sería que el contrato en sentido estricto solo pudiera

concebirse como estructuralmente bilateral, pues una estricta oposición (y,

por tanto, su conciliación) solo puede mediar entre dos intereses al mismo

tiempo (DE LA PUENTE Y LAVALLE, 2003). Tomada estrictamente, esta

teoría no solo compromete el carácter genuinamente contractual de los

contratos gratuitos y unilaterales (en cuanto a las partes obligadas), sino

también precisa y especialmente el de los contratos asociativos (MESSINEO

F. , 2007). Ahora bien, como dice DE LA PUENTE, en el sistema de nuestro


12

CC (y en el del CdC), “aquella distinción entre contrato plurilateral (con

finalidad común) y negocio plurilateral (sin comunidad de fin) no encuentra

asidero y constituye una innecesaria elaboración dogmática. Si el artículo

1351 establece que el contrato es el acuerdo entre dos o más partes para

crear una situación jurídica patrimonial, son contratos todos los actos

jurídicos plurilaterales que reúnen estas condiciones, tanto si son de cambio

como si son asociativos, cualquiera que sea el número de partes que los

celebren”. “Por otro lado, el artículo 1434 del mismo Código admite

expresamente la existencia de los contratos plurilaterales con prestaciones

autónomas, lo que pone en evidencia que la plurilateralidad de partes (más

de dos) no está reñida con el concepto de contrato según el ordenamiento

peruano” (DE LA PUENTE Y LAVALLE, 2003). De hecho, en parte sobre la

base de consideraciones (que personalmente encuentro demasiado

“positivistas”) como las expuestas por el Profesor DE LA PUENTE

(igualmente válidas en Italia, de cuyo ordenamiento tomó el nuestro la mayor

parte de su régimen general del contrato y del negocio jurídico), el propio

MESSINEO replanteó su postura en su valiosísima, aunque

lamentablemente inconclusa, reexposición definitiva de sus tesis sobre el

contrato en general. De lo que puede concluirse que no cabe, por lo menos a

partir del Derecho positivo vigente, poner en duda el carácter genuinamente

contractual de los contratos plurilaterales y asociativos (MESSINEO F. ,

1973).
13

Por otro lado, en cuanto al tratamiento de las llamadas acciones

colectivas como negocios jurídicos multilaterales y no como contratos20, me

pongo del lado de quienes las consideran acciones estrictamente unilaterales

porque representan la posición o voluntad de un centro. En sentido estricto,

los intereses o "sesgo" (los intereses del grupo, entidad o individuo

representado por el panel que emitió la acción colectiva o su órgano

consultivo).

Como dice GARCÍA PITA “pudiera ser que se esté tratando de

someter a una misma consideración fenómenos diferentes”, porque no todos

los “acuerdos colectivos” de los que hablan a este respecto los autores

tienen la misma significación.

La mayor parte de los actos complejos o colectivos de los que se trata

“no pueden calificarse de plurilaterales, aunque intervengan varias personas

que emiten declaraciones de voluntad, porque y cuando sus declaraciones

pierden la individualidad, absorbidas o unificadas estructuralmente en un

acto superior” (García Pita y Lastres, 2003), como puede ocurrir en las

deliberaciones de los órganos de una persona jurídica. En estos casos, que

son los únicos que en mi opinión merecen el nombre de “actos colectivos” en

sentido estricto, lo que hay es un negocio jurídico unilateral, aunque

plurisubjetivo. En cambio, cuando en el supuesto “acto colectivo”

subsisten, y se manifiestan como tales, los intereses diferenciados de cada

uno de los integrantes de la pluralidad de intervinientes, por ejemplo,

conciliándolos o reuniéndolos para crear el (nuevo) centro unificado de


14

intereses (o “interés común”) que luego, en un segundo momento podrá

manifestarse como un verdadero acto colectivo (por ejemplo, el acuerdo por

el que la totalidad de los copropietarios convienen en vender a un tercero la

integridad de la cosa común), hay, sí, un verdadero acto plurilateral, sin

ninguna duda (García Pita y Lastres, 2003); lo que ocurre es que este “acto

plurilateral” no deja de ser un contrato, aunque no pertenezca a la “clase” de

los “contratos recíprocos” o “de cambio”, sino a la de los “contratos

asociativos” (Cfr. Miranda Serrano, Luis María., 2006).

1.6. Problemas que plantea el fenómeno asociativo mercantil

Ahora bien, aunque (de vez en cuando) lo haga correctamente, está

claro que no es papel de la ley definir las distintas instituciones, sino el de

regularlas ordenadamente y según justicia con vistas al bien común. Por eso

es lícito preguntarse por los problemas fundamentales que se plantean en

materia de contratos asociativos, y que son los que reclaman la atención de

la ley. Se podrían resumir estos problemas en la siguiente enumeración:

Todo contrato asociativo, implícitamente al menos, conlleva la

prohibición de hacerse la competencia en el ámbito del negocio común. Pero

nadie esto es, nadie que sea persona natural, único sujeto de los derechos

fundamentales de libertad personal en sentido estricto (Cfr. Castillo Córdova,

2008) puede disponer válidamente de su libertad de empresa (u otra

manifestación económica de su libertad personal) de manera definitiva, o de

manera tan drástica que resulte definitiva en la práctica (Cfr. Ferri,

Giuseppe., 1997).
15

La propia limitación de la competencia que estos contratos suelen

introducir, dado que la efectividad de la competencia es un objetivo central

del sistema económico constitucionalizado (artículo 61 Const.), el cual a su

vez protege como derecho fundamental la libertad de contratar en general

(art. 2, inc. 14, y art. 62 Const.) y la libertad de asociación en especial (art. 2,

inc. 13, Const.). Por lo tanto, es necesario armonizar la existencia y licitud de

los contratos asociativos con el principio de prohibición de acuerdos

restrictivos de la competencia (Cfr. Ferri, Giuseppe., 1997).

Los problemas vinculados al fenómeno de agrupación de empresas,

que suele instrumentarse mediante este tipo de contratos (GUTIERREZ

CAMACHO, 1998). Tales problemas, aparte de los relacionados con las

restricciones de la competencia, ya mencionados, son fundamentalmente la

protección de los llamados “socios externos” (especialmente apremiante

cuando los empresarios interesados son sociedades, con grupos de socios

minoritarios) y la responsabilidad de los miembros frente a los terceros que

entran en relación con la empresa común (Cfr. Ferri, Giuseppe., 1997).

2. LOS CONTRATOS ASOCIATIVOS EN EL CC Y LA LGS

1.7. Invalidez y resolución parciales del vínculo asociativo

La regulación que no ya la LGS sino el propio CC dedica a los

contratos asociativos, o plurilaterales con prestaciones autónomas, se reduce

a recoger diversas manifestaciones del principio según el cual las vicisitudes

del negocio que afectan al vínculo de una de las partes no tienen por qué

afectar a la integridad del contrato, salvo que la participación de la parte en


16

cuestión deba considerarse esencial para la economía de la operación o,

más en general, para la consecución del fin común (Bianca, Massimo.,

1987). El art. 223 CC materializa ese principio respecto de la “nulidad” que

puede afectar únicamente el vínculo de uno de los asociados (por ejemplo,

por incapacidad) sin comprometer en sí mismo el vínculo de los demás. Al

englobarse en el régimen de la “invalidez”, recogido preferentemente en el

Libro II del CC y no en el Libro VII (sobre las fuentes de las obligaciones),

este artículo fue expresado íntegramente en los términos (pretendidamente

generales) del “acto jurídico” a partir de un modelo original (el art. 1420 CC

it.) que era explícitamente contractual.

El art. 1434 CC, por su parte, prevé no ya la invalidez (originaria) del

contrato asociativo, sino la posibilidad de resolverlo —una vez más, sólo

respecto de la parte cuyo vínculo se ve afectado por los acontecimientos en

cuestión, salvo que tal vínculo sea esencial para la subsistencia de todo el

contrato—, sea por imposibilidad sobrevenida (cfr. párr. 1°), sea por

incumplimiento (cfr. párr. 2º), cuestiones que el CC it. desarrolla igualmente

en dos arts. diferenciados (arts. 1459 y 1466, respectivamente).

1.8. Forma del contrato y registrabilidad:

El art. 438 LGS, tras definir el concepto de contrato asociativo,

dispone que “debe constar por escrito y no está sujeto a inscripción en el

Registro”. Es necesario por tanto examinar los alcances de una y otra

prescripción. La primera es una exigencia de forma determinada, formulada

de manera aparentemente imperativa. ¿Se trata entonces de una forma


17

solemne exigida imperativamente por la ley, de modo que su inobservancia

acarrea la nulidad del contrato? Para responder a esta pregunta es necesario

remitirse, a falta de disposición más específica de la propia LGS sobre los

efectos de su inobservancia, a lo dispuesto en el Derecho contractual

general. En buena lógica, tratándose de contratos mercantiles, se habría que

acudir a lo dispuesto en los arts. 51 y 52 CdC, que regulan la forma de

celebración de los contratos mercantiles. Sin embargo, para entender lo que

establece el inc. 1 del art. 52 (que no producen obligación ni acción en juicio

“los contratos que, con arreglo a este Código o a las leyes especiales, deban

reducirse a escritura o requieran formas o solemnidades necesarias para su

eficacia”) es necesario interpretarlo a la luz de lo que dispone el art. 144 CC,

aplicable supletoriamente a todo el ordenamiento (art. IX del TP del CC):

“cuando la ley impone una forma y no sanciona con nulidad su

inobservancia, constituye sólo un medio de prueba de la existencia del acto”.

En conclusión, el art. 438 LGS no impone sino una formalidad más

idónea o apropiada para la prueba de la existencia y contenido del contrato

asociativo, en caso de una eventual controversia, sin afectar para nada la

validez de este, cualquiera que sea la forma utilizada para su celebración35.

Norma, por lo demás, de escasa relevancia práctica desde que el art. 198

CPC ha establecido el principio de valoración conjunta de la prueba,

conforme a la apreciación razonada del juez, y no según el sistema de

prueba tasada, vigente en el anterior ordenamiento procesal. La segunda

disposición del art. 438 es textualmente más clara, pero quizás de más difícil
18

interpretación. En efecto, decir que el contrato asociativo “no está sujeto a

inscripción en el Registro” sólo implica que no hay obligación alguna, ni

siquiera una carga como la prevista para las sociedades, de inscribir el

contrato; pero no necesariamente que no sea inscribible de ninguna manera.

Por lo tanto, en principio, ningún contrato asociativo es de inscripción

obligatoria en el Registro, ni el hecho de no inscribirlo menoscaba lo más

mínimo su eficacia propia. Pero ello no significa, como regla general, que el

contrato asociativo no pueda ser inscrito si así interesa a las partes y el

contrato contiene extremos de aquéllos que la ley registral declara

inscribibles (por ejemplo, en los consorcios, una representación común).

Ahora bien, ocurre que el texto de esta disposición del art. 438 LGS se

ha tomado literalmente del art. 400 LGS ant., referido entonces tan sólo al

contrato de asociación en participación. (Mulánovich, Á. Z., 2010).

En este contexto, la norma fue interpretada repetidas veces por las

autoridades registrales en el sentido de que excluían la registrabilidad del

contrato.

Sin embargo, es evidente que esta interpretación de los tribunales

administrativos no puede tener el mismo valor en el nuevo contexto. No se

pone en duda que hay buenas razones para excluir totalmente del Registro el

contrato de asociación en participación. En él, por disposición de la propia

ley, sólo es relevante frente a terceros, y capaz de fundar una

responsabilidad concreta, la actividad del asociante y no la del asociado. La

inscripción del contrato en estas circunstancias puede producir más


19

confusión que seguridad jurídica. Lo mismo vale para otros contratos

asociativos asimilados a la asociación en participación. Pero es claro también

que, en otros supuestos, como los contratos de consorcio, esa limitación no

se justifica de ninguna manera. Por lo tanto, parece que el alcance de la “no

sujeción al Registro” de los contratos asociativos debe examinarse de

manera particular para cada tipo contractual (Mulánovich, Á. Z., 2010).

1.9. Régimen de las contribuciones

El art. 439 LGS regula las contribuciones en dinero, bienes o servicios

que las partes de un contrato asociativo deban hacer para obtener la

finalidad común. La ley usa el término “contribuciones”, y no “aportes”, que

se reserva para las prestaciones a cargo de los socios de la sociedad,

porque además el hecho de contribuir no tiene por qué producir un traspaso

de la titularidad de los bienes, como en cambio es natural en los aportes.

Al tratarse de un área en la que prima la autonomía privada, la primera

fuente de regulación de esta materia estará naturalmente en las

disposiciones del propio contrato. En ellas se debe determinar la

oportunidad, lugar y forma en que se harán las contribuciones. Pero para el

caso de que las partes no hubieran establecido con claridad todos esos

extremos, el artículo prevé algunas reglas supletorias.

En primer lugar, se determina el monto de las contribuciones, si no se

hubiese hecho en el contrato, pero sí se hubiera establecido la participación

de cada interesado en las utilidades. En tal caso, el conjunto de las

contribuciones de todos los intervinientes debe igualar a las que sean


20

necesarias para llevar adelante el negocio o empresa, debiendo cada uno

efectuar las que proporcionalmente correspondan a su participación en las

utilidades (art. 439 LGS, segunda frase). La ley no prevé el caso de que no

se hubiese establecido ni el monto de las contribuciones ni la participación

que a cada uno corresponde en las utilidades. En ese caso, debería

aplicarse analógicamente a todos los contratos asociativos lo previsto

especialmente para el consorcio en el art. 448 LGS: de no preverse la

participación de cada interesado en los resultados, “se entenderá que es en

partes iguales”.

Todavía cabe pensar en una aplicación de lo dispuesto en el primer

párrafo in fine del art. 439 LGS, para el caso de que se hubiera previsto el

monto de las contribuciones, pero no la participación de cada parte en las

utilidades. Así como conocer el porcentaje de participación permite deducir el

monto de la contribución, de la misma manera, conocer el monto de las

contribuciones deberá permitir que se deduzca la proporción que a cada uno

corresponde en el resultado.

Sin embargo, es evidente que en tema de contribuciones el monto o

proporción que a cada uno corresponde no es el único aspecto determinante,

ni resulta suficiente para determinar adecuadamente la obligación de cada

partícipe. Hace falta también regular el modo de llevar a cabo la entrega, la

transferencia del riesgo, la valorización de las contribuciones en especie, etc.

Si el contrato no hubiese previsto alguna de estas cuestiones y fuese

necesario determinarlas, el segundo párrafo del artículo 439 remite a las


21

disposiciones de la propia LGS sobre los aportes (artículos 22 al 30), en

cuanto fuesen aplicables (Mulánovich, Á. Z., 2010).

3. CONCLUSIONES

Un acuerdo comercial conjunto es un acuerdo cuyo propósito no es

crear una persona jurídica independiente de las partes, sino crear y regular la

participación e integración de empresas separadas para el beneficio mutuo

de las partes.

Los convenios colectivos comerciales plantean algunas cuestiones

jurídicas de gran alcance que la Ley General de Sociedades y otras normas

jurídicas generales no abordan o intentan abordar directamente, como su

capacidad para formar grupos empresariales, su delicada relación con los

reguladores y la libre competencia, las normas y la necesidad de limitar su

tiempo vinculante para evitar responsabilidades continuas o excesivas.

Teniendo en cuenta la indiscutible vigencia del principio de la

inaccesibilidad de la libertad personal en nuestro ordenamiento, debe


22

concluirse que la relación personal que puede derivarse de todo contrato

vinculante tiene inevitablemente una duración máxima.

4. Bibliografía

MANTILLA MOLINA, Roberto L. . (1982). Derecho Mercantil. Mexico.

Abad, A. M. (2016). Disolución de sociedades mercantiles. Cont4bl3, 35-38.

Bianca, Massimo. (1987). Diritto Civile,. Milán.

Boulangger Nieves, P. E. (2017). La gestión financiera del activo corriente y

su impacto en la liquidez de la empresa Elektra del Peru SA periodo

2014-2016. Repositorio Institucional Digital de la Universidad del

Callao, 10.

Canseco, A. F. (1999). Algunos apuntes sobre los contratos asociativos y su

tratamiento en la Ley General de Sociedades peruana. . 56-66.

Cfr. Castillo Córdova, L. (2008). Derechos fundamentales y procesos

constitucionales. Lima – Trujillo – Chiclayo – Arequipa,.

Cfr. Ferri, Giuseppe. (1997). Manuale di Diritto Commerciale,.

Cfr. Miranda Serrano, Luis María. (2006).

DE LA PUENTE Y LAVALLE, M. (2003). El contrato en general. Comentarios

a la Sección primera del Libro VII del Código Civil,. pág. 161.
23

Denegri, A. B. (2021). ¿La propia corrupción como argumento de defensa?.

Blog IAGP.

Deza Figueroa, L. A. (2019). Análisis y evaluación de la política de créditos y

cobranzas para incrementar la colocación de líneas de crédito del

banco Azteca del Perú SA, Chiclayo 2017. Chiclayo: Escuela

Academica Profesional de Contabilidad.

DIAZ BRAVO, A. (1994). Contratos Mercantiles.

Diez Picazo, L. (1996). Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial,. Madrid.

Exebio, O. H. (1998). Disolución, liquidación y extinción de sociedades y las

sociedades irregulares. Revista de Derecho, 57-63.

FARINA, J. (1999). Contratos Comerciales Modernos. Buenos Aires: Editorial

Astrea, primera reimpresión de segunda.

FARINA, J. (1999). Contratos Comerciales Modernos. Buenos Aires: Editorial

Astrea.

García Pita y Lastres, J. L. (2003).

GARRlGUEZ, J. (1987). Curso de Derecho Mercantil. 56-63. Bogotá:.

GUTIERREZ CAMACHO, W. (1998). “Los contratos asociativos”. 62.

MESSINEO, F. (1954). Manual de Derecho Civil y Comercial.

MESSINEO, F. (1973). Il contrato in genere, reimpresión corregida. Milán.

MESSINEO, F. (2007). Doctrina General del Contrato. Lima.

Mulánovich, Á. Z. (2010). Régimen general de los contratos asociativos

mercantiles, con particular referencia a su duración temporal. Revista

de Derecho,.
24

Ortiz, R. G. (2022). Análisis del riesgo de quiebra de instituciones financieras

peruanas. Revista Mexicana de Economía y Finanzas Nueva Época

REMEF, 735.

Redacción Gestión. (26 de 11 de 2020). Gestión. Obtenido de

https://gestion.pe/economia/empresas/grupo-elektra-de-mexico-

vendera-banco-azteca-en-peru-noticia/?ref=gesr

RICHARD, E. (1990). Contratos Asociativos o de Colaboración. . 597 y 600.

Buenos Aires.

TSG Perú SAC. (2020). Empresas y Servicios. Obtenido de

https://lima.empresasyservicios.pe/empresas/lima-lima/15237/TSG-

Peru-SAC.html

Zurita, M. (09 de 07 de 2021). Forbes. Obtenido de

https://www.forbes.com.mx/elektra-hechos-anticiparon-salida-peru/

También podría gustarte