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El uróboros simboliza el esfuerzo eterno, la lucha eterna, o el esfuerzo inútil, la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos que vuelven a comenzar a pesar
El eterno retorno es una concepción filosófica del tiempo postulada en forma escrita por primera vez
en Occidente por el estoicismo que planteaba una repetición del mundo en donde este se extinguía para
volver a crearse. Bajo esta concepción, el mundo era vuelto a su origen por medio de una conflagración
donde todo ardía en fuego. Una vez quemado, se reconstruía para que los mismos actos ocurrieran una vez
más en él. Para la filosofía oriental, la existencia sigue siendo un hecho cíclico, en donde cada acto, cada
instante y acontecimiento se repetirán eternamente. En contraposición con la filosofía occidental, en el
pensamiento oriental el eterno retorno llevará a la perfección del universo, pues en cada reinicio se pulirá
cada hecho hasta ser perfecto.
En el "eterno retorno" como en una visión circular del tiempo, los acontecimientos siguen reglas
de causalidad. Hermes Trismegisto en su obra Kybalión fundamenta esta teoría considerando el ritmo en
todo lo existente. Hay un principio del tiempo y un fin, que vuelve a generar a su vez un principio. Sin
embargo, a diferencia de la visión cíclica del tiempo, no se trata de ciclos ni de nuevas combinaciones en
otras posibilidades, sino que los mismos acontecimientos se repiten en el mismo orden, tal cual ocurrieron,
sin ninguna posibilidad de variación. De esta forma, se asume que todo lo ocurrido y lo que ocurre en el
universo, ocurrió ya y será así hasta el fin de los tiempos. En su obra La gaya ciencia1 Friedrich
Nietzsche plantea que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también los pensamientos,
sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.
Esta idea fue también analizada por Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación. Su
seguidor Nietzsche, en Así habló Zaratustra.2 Como expresión ha pasado a ser un tópico literario y cultural.
En Así habló Zaratustra, el protagonista descubre esta visión del tiempo y queda desmayado por la
impresión. Zaratustra despierta después de siete días de inconsciencia y sus animales lo halagan diciéndole
que es el maestro del eterno retorno de lo mismo.
Sólo a través de la comprensión de que el "eterno retorno" incluye tanto los fracasos como los éxitos logra
"despertar" del estado de trance en el que está, sabiendo que, aunque el hombre vuelva a ser mono,
nuevamente Zaratustra aparecerá para predicar el Übermensch (superhumano o suprahombre), nuevamente
se dará cuenta de lo que es el "eterno retorno" y nuevamente despertará.
En general, se le considera únicamente desde el punto de vista cronológico, en el sentido de repetición de lo
sucedido. Pocas veces es pensado como uno de los conceptos más poderosos de la filosofía moral de todos
los tiempos: obrar de modo que un horizonte de infinitos retornos no intimide, elegir de forma que si uno
tuviera que volver a vivir toda su vida de nuevo, pudiera hacerlo sin temor. Nietzsche, en su teoría del eterno
retorno, enseña sólo una cosa: el ser humano logrará transformarse en el Übermensch cuando logre vivir sin
miedo, y por consiguiente, amar la vida, para así desear el eterno retorno.
Historia y progreso[editar]
La idea de eterno retorno se refiere a un concepto circular de la historia o los acontecimientos. La historia no
sería lineal, sino cíclica. Una vez cumplido un ciclo de hechos, estos vuelven a ocurrir con otras
circunstancias, pero siendo, básicamente, semejantes.
Es propio del pensamiento occidental la idea de que el progreso es indefinido y siempre hacia adelante, sin
embargo, en otros sistemas filosóficos, como los orientales, o en la filosofía de la historia de autores
occidentales como Giambattista Vico, Maquiavelo o Polibio, se encuentra la idea de ciclos que se van
perfeccionando, retornando eternamente hasta alcanzar la forma perfecta tras muchas fases erróneas,
retomando así al samsara, una rueda que para varias religiones orientales representa la idea de que la
existencia se repite una y otra vez.
Literatura[editar]
En literatura se encuentran ejemplos notables de esta idea, como en Madame Bovary del escritor
francés Gustave Flaubert o, en Cien años de soledad del colombiano Gabriel García Márquez.
Jorge Luis Borges usó la idea del eterno retorno como tema para algunos de sus cuentos. Asimismo le dedicó
dos noticias asombrosas, en las que exploró los precedentes (y algunas variaciones) de esa visión ("La
doctrina de los ciclos" y "El tiempo circular", en Historia de la eternidad).
Hermann Hesse en su libro Siddhartha hace uso de este concepto cuando su protagonista, quien lleva el
mismo nombre de la obra, mira cómo la historia de desobediencia y sufrimiento que vivieron él y su padre
respectivamente se repite entre él y su hijo.
De forma parecida, Manuel Vilas en su novela Ordesa explica cómo se repite entre sus hijos y él la escasa
atención y el desafecto que tuvo con sus padres antes de que estos fallecieran, y muestra su convicción en
que también está llamado a repetirse en sus hijos el amor y arrepentimiento que posteriormente él
experimenta.
La idea del eterno retorno también forma parte central de la obra del escritor checo Milan Kundera La
insoportable levedad del ser, en donde relaciona el concepto de gravedad o pesadez con el eterno retorno (tal
como lo hiciera Nietzsche), lo cual se encuentra según el autor en oposición a la levedad, caracterizada por
una condición de frivolidad propia de la posmodernidad. Los personajes desarrollan sus historias y su
interacción social en medio de la dicotomía de la pesadez y la levedad.
En La historia interminable, de Michael Ende (capítulo XII), cuando la Emperatriz Niña le ordena al Viejo
de la Montaña Errante que le cuente la historia interminable, el Viejo le advierte que en ese caso tendría que
escribirla otra vez, y lo que escriba sucederá de nuevo, dando lugar a un "final sin final": entrarían al círculo
del Eterno Retorno, del cual es imposible salir. En la novela, la imagen del símbolo del esplendor -el Áuryn-
representa la idea del Eterno Retorno: dos serpientes entrelazadas que se muerden la cola mutuamente.
Nietzsche, el eterno retorno y el misterio de la energía oscura: otra visión del universo
Aunque es un tema muy complejo todos tenemos una idea básica sobre el origen del universo en torno al Big
Bang. Pero es posible que no haya un principio
Por
Miguel Ayuso
15/07/2014 - 05:00 Actualizado: 15/07/2014 - 10:59
Aunque es un tema muy complejo –quizás “el más complejo”– todos tenemos una idea básica sobre el origen
y desarrollo del universo. Existe una cosmología de consenso, en torno a la teoría del Big Bang que, pese a
que sigue teniendo importantes lagunas, cuenta con un modelo teórico robusto y está ampliamente
aceptada entre la comunidad científica.
Según esta teoría, el universo surgió de la nada. Por razones que se desconocen, tuvo lugar una gran
explosión (el “Big Bang”, tal como lo bautizó el astrofísico inglés Fred Hoyle, paradójicamente, detractor de
esta teoría), surgió la materia y la energía y, desde entonces –hace 15.000 millones de años (aunque esta cifra
se sigue debatiendo)–, el universo no ha dejado de expandirse y enfriarse.
La teoría del Bing Bang no sólo es aceptada por gran parte de la comunidad científica, además ha calado
entre la ciudadanía, en su mayoría incapaz de entender nada de lo que investigan los físicos teóricos. En los
últimos 50 años nos hemos acostumbrado a pensar que el universo tiene un principio, algo que, además,
encaja (salvando las distancias) con la cosmología de las tres grandes religiones monoteistas, que insisten en
que Dios creó el mundo. Pero lo cierto es que, como señala el físico teórico de la Princeton University, Paul
Steinhardt, en el nuevo libro The Universe: Leading Scientists Explore the Origin, Mysteries, and Future of
the Cosmos (Harper Perennial) –del que se ha publicado un extracto en Salon–, la teoría del Bing Bang no
es la única que puede explicar cómo funciona el universo. Existe un paradigma alternativo que debemos
plantearnos: puede que el universo sea interminable y su evolución cíclica.
Steindhart no cree que el modelo del Bing Bang deba abandonarse –de hecho, sus aportaciones sobre
la inflación cósmica son claves para esta teoría–, pero lleva una década advirtiendo junto a su colega Neil
Turok de la Universidad de Cambridge que, dados los recientes descubrimientos sobre el asunto, es
necesario plantear una teoría cosmológica alternativa, que podría cambiar por completo lo que pensamos
sobre el universo.
Volviendo al terreno de la ciencia (aunque en estos terrenos comienza a mezclarse con la filosofía), en los
primeros días de la cosmología relativista hubo numerosos físicos que plantearon la posibilidad de que el
universo no tuviera principio ni final. El propio Albert Einstein teorizó con la posibilidad de que el
universo siguiera unos ciclos eternos que comenzaran con un Big Bang y acabaran con un Bing Crunch. La
teoría planteada por Turok y Steindhart no deja de ser una versión de lo planteado por Einstein, pero
adaptada a los últimos descubrimientos sobre el origen del universo (que no son pocos).
Steidhart cree que la idea de un universo cíclico es muy atractiva por una razón: “Si tienes un universo con
un principio tienes el desafío de explicar por qué empezó y las condiciones con las que empezó. Pero si
tienes un universo cíclico, es eterno, por lo que no tienes que explicar cómo empezó”.
Pero no es oro todo lo que reluce. En primer lugar, cada vez que el universo se contrae hasta que "cruje" la
densidad y temperatura de éste se elevan hasta valores infinitos, y no está claro cómo puede explicar esto las
leyes de la física. En segundo lugar, cada ciclo de expansión y contracción añade una entropía (según los
procesos naturales de la termodinámica) al ciclo siguiente. Esto hace que cada ciclo dure más que el
siguiente y, en sentido inverso, cada ciclo anterior es más corto, hasta llegar a cero. Por tanto, el problema
de no tener que explicar el principio no está resuelto.
La teoría que plantean Turok y Steindhart trata de reintroducir la idea del universo cíclico, pero resolviendo
estos dos problemas y, de paso, los escollos principales de la teoría del Big Bang.
Un descubrimiento que lo cambia todo
Según la teoría de consenso, tras el Big Bang la materia y la radiación dominaron el universo y, durante sus
15.000 millones de años de vida, la expansión del universo se fue decelerando, debido a que la materia y la
radiación provocan fuerzas gravitacionales que frenan ésta.
Pero en 1998 se hizo un descubrimiento que cambió por completo lo que creíamos. Las observaciones de
supernovas muy lejanas sugirieron que la expansión del Universo se estaba acelerando, una idea que se
confirmó después gracias a varias fuentes independientes. Esto quiere decir que, a la fuerza, la mayor parte
de la energía del universo no está compuesta por materia ni radiación, sino por otro tipo de energía que, en
vez de atraer a los cuerpos, los repele (tiene lo que se conoce como una fuerza gravitacional repulsiva). A
falta de un término mejor, fue bautizada por el físico Michael Turner como “energía oscura”.
Poco se sabe de lo que es en realidad esta energía oscura, más allá de que es muy homogénea, no muy
densa y no interactúa con ninguna de las fuerzas fundamentales excepto la gravedad. Hay diversas teorías
que tratan de explicar qué es en realidad pero si en algo coinciden los científicos es en que existe y, según los
últimos estudios, debe representar el 73% de la masa del universo.
Steindhart cree que los físicos, y no digamos el público general, no son plenamente conscientes de las
implicaciones que tiene este descubrimiento que, a su juicio, lo cambia todo. “Hemos descubierto algo
muy extraño sobre la naturaleza del tiempo”, asegura el físico. “Puede que no vivamos en un sitio especial,
pero sí vivimos en un tiempo especial, un tiempo de transición entre la deceleración y la aceleración; hemos
pasado de un tiempo en que la materia y la radiación dominaban el universo a uno en que de forma muy
rápida se están convirtiendo en componentes insignificantes”.
En la teoría cíclica propuesta Turok y Steindhart la energía oscura cumple un papel protagonista. Los
científicos proponen, en resumen y tratando de ser lo más simple posible, que los ciclos interminables del
universo comienzan con un bang (al no ser único, prefieren quitarle el título de “grande”), cuando el
universo alcanza su máxima densidad. Tras esto hay una fase dominada por la radiación, después, una fase
dominada por la materia –en la que se forman los átomos y las galaxias– y, tras esto, una fase (en la que
estaríamos ahora) dominada por la energía oscura.
Según esta idea, la energía oscura deja de ser un actor inesperado que los científicos no saben dónde colocar
en la teoría del Big Bang a ser el centro mismo de la evolución del universo. La energía oscura es
responsable de los ciclos pues, cuando domina el espacio, hace que la expansión del universo se
acelere y, después de varios miles de años después, vuelva a contraerse hasta que el ciclo se resuelve en
un crunch, que será seguido de inmediato de un nuevo bang.
El resto de detalles, que no son pocos, están explicados gracias a las branas, entidades físicas conjeturadas
por la Teoría M (la teoría universal que unifica todo lo que sabemos sobre las supercuerdas), que juegan un
rol fundamental en la teoría de Turok y Steindhart, ya que, de su colisión, depende su particular bang.
Sabemos mucho, pero no tenemos certezas de nada
Aunque en la teoría del universo cíclico los procesos físicos y la escala temporal del universo son
completamente distintos a la postulada por la teoría del Big Bang, la distribución de la energía y la
temperatura es esencialmente la misma que en la inflación cósmica, pilar básico de la teoría de consenso
y encaja con el resto de lo que sabemos hoy sobre el universo y la física.
La historia de nuestro universo, en cualquier caso, está muy lejos de completarse. Hay que recordar que el
pasado marzo se anunció el descubrimiento de las ondas gravitacionales que recorrieron el universo
primitivo, durante el período de inflación. Algo que, según reconoció el propio Steindhart en Nature daría
al traste con su teoría. El hallazgo, no obstante, se ha puesto en entredicho, y es probable que no logre
confirmarse. El propio Steindhart ha dirigido estudios que, asegura, desmienten los titulares que aparecieron
en todos los medios antes de que la investigación fuera revisada.
Aún no sabemos si el universo tiene principio o final, pero de momento lo que no acaban son las teorías para
explicar su formación y desarrollo.
………
Esta lección de un PROFESOR está dedicada al tema del Eterno Retorno de Nietzsche, el cual desarrolla
en su obra más representativa, Así Habló Zaratustra, en el capítulo “De la visión y el enigma”, y en la Gaya
Ciencia, y sin lugar a dudas, se trata de su pensamiento más profundo, y también el más difícil de entender,
ya que lo trata de una manera muy ambigua.
El eterno retorno de lo mismo no significa la repetición de las cosas concretas, sino que se concibe más bien
como una doctrina moral: es el sí a la vida, la afirmación de la vida y del sentido trágico y dionisíaco de la
misma, que se asocia al concepto del amor al destino o amor fati.
En este capítulo del Zaratustra, Nietzsche, describe la escena de una serpiente que amenaza a un pastor y
ante esto, el profeta, le insta a morder su cabeza. El pastor, muerto de miedo y repugnancia, viene a
representar el temor a liberación, que es superado una vez arranca con sus propios dientes la cabeza de la
serpiente. Con este acto, el filósofo pretende hacer una reivindicación de la vida, se trata de una afirmación
de la vida, un sí rotundo a la misma y una aceptación de todo lo vital.
La doctrina del eterno retorno intenta ser una llamada a la voluntad humana, ya que el eterno retorno se
construye con cada decisión, para que cada instante, posea un significado completo, un sentido total.
Nietzsche afirma que la incapacidad para aceptar el eterno retorno, nace del resentimiento contra la vida,
de no poder asumir que todo lo que fue, ha sucedido, porque así lo hemos querido. Esto es lo que significa
querer el eterno retorno. Según Gilles Deleuze, la doctrina del eterno retorno supone la total inversión de
la filosofía de Platón.
………………
Samsara
Etimología[editar]
Saṃsāra deriva del sánscrito saṃsārí, que significa 'fluir junto', 'pasar a través de diferentes estados',
'vagabundear'. "Samsara" es la raíz de la palabra malaya "sengsara" que significa sufrimiento. La persona
sujeta al saṃsāra se llama saṃsāri.
Los orígenes históricos del concepto del ciclo de repetición, reencarnación, no están claros, pero la idea
aparece frecuentemente en textos religiosos y filosóficos de la antigua Grecia e India durante la primera
mitad del primer milenio A.C. Orfismo, Platonismo, Jainismo y Budismo discuten sobre la transmigración de
los seres de una vida a otra. En la India el concepto parece haberse originado en la religión védica por la
heterogenia cultura shramanica. El Budismo y el Jainismo son la continuación de esta tradición. También el
movimiento temprano de los Upanishad fue influenciado por él. La reencarnación fue adoptada por el
brahmanismo védico ortodoxo. Los brahmanes escribieron por primera vez estas ideas en los
primeros Upanishad.
En el hinduismo[editar]
Dentro de las diferentes denominaciones en el hinduismo, el samsara es visto como mera ignorancia de la
verdadera naturaleza del ser: no hay diferencia entre el alma (el yo) y Brahman (lo divino). Debido
a avidya ('ignorancia', lo contrario de vidya) el alma cree en la realidad del mundo temporal y fenoménico, lo
que lleva a la confusión de creer que el cuerpo es el yo. Ese estado de ilusión es conocido como māyā.
Según el hinduismo personalista el samsara es generado por el deseo del alma de disfrutar aparte de la
Divinidad y sus allegados.
Liberación del saṃsāra[editar]
El hinduismo tiene varios términos para referirse al estado de liberación de la materia,
como mokṣa, mukti, samādhi o mahasamadhi.
Las tradiciones de yoga sostienen creencias diferentes. Mokṣa o liberación se puede alcanzar mediante:
el karma ioga o el sendero de la acción altruista, que subvierte el ego y obliga a la comprensión de la
unidad de todo.
el gñāna ioga (o yoga del conocimiento) mediante la discriminación entre lo que es real y lo que
es maia, por medio de una intensa contemplación y del estudio de las Escrituras védicas.
En el jainismo[editar]
En el jainismo, karma, anuva (ego) y el velo de māiā son considerados puntos centrales de sus creencias.
En el jainismo, la única liberación del samsara se llama mokṣa o mukti. El Saṅsāra es la existencia mundana
caracterizada por los continuos renacimientos y reencarnaciones en varias formas de existencia. Se describe
como una existencia llena de sufrimiento y miseria a la que, por tanto, merece la pena renunciar.
El Saṃsāra está con todos los seres ya que el alma está atada al Karma desde siempre, sin ni siquiera un
comienzo temporal.
En el budismo[editar]
Se corresponde con el dukkha (sufrimiento), propio de la ilusión del mundo material (mara) que es
alimentado por el klesa (estados mentales negativos), y del que los seres humanos son los únicos seres
renacidos dentro de los Seis reinos del samsara, que son capaces de distanciarse al entender la verdadera
naturaleza de la realidad, mediante la liberación, y, posteriormente, de separarse, mediante el nirvana. El
tiempo necesario para liberarse del samsara depende de las prácticas espirituales y del karma acumulado en
vidas anteriores.
En el budismo Mahāyāna[editar]
Los budistas mahayana utilizan el término para referirse a uno de los cinco skandhas o estratos que forman la
personalidad humana
En el judaísmo[editar]
Aunque es sistemáticamente negado en el judaísmo, ciertas partes de la escritura parecen indicar alguna
alineación con el renacimiento o el ciclo interminable.[cita requerida] Especial mención se hace del Eclesiastés,
que se dice fue escrito por Salomón al final de su extensa búsqueda de la Sabiduría. En el cap. 1 y versos 2 al
8 hace una reflexión sobre el mundo, en la que menciona ciertas características cíclicas que parecen
relacionarlo con ideas religiosas más antiguas sobre el ciclo de la vida.
Samsara y Filosofía[editar]
Frente a la Filosofía, Samsara se parte en dos significados: el común y el propiamente filosófico. El común
se refiere a la visión religiosa, un alma que viaja de cuerpo en cuerpo mientras va consumiendo
el Karma acumulado por los actos en vidas pasadas. El filosófico toma este conjunto de creencias populares
como un símbolo de:
Cualquier proceso que implique la repetición de un acto hasta lograr un equilibrio o una satisfacción
(por ejemplo, ensayar una melodía hasta tocarla correctamente).
El reconocimiento de uno mismo en todos los seres. En ese sentido, el conjunto de reencarnaciones
de una persona son simultáneas, y no transcurre tiempo entre cada una de ellas.