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Registro nro.

En la Ciudad de Buenos Aires, en la fecha que surge de la constancia de firma


electrónica inserta al pie, se reúne la Sala II de la Cámara Nacional de Casación en lo
Criminal y Correccional de la Capital Federal, integrada por los señores jueces Horacio
L. Días, Eugenio Sarrabayrouse y Daniel Morin, asistidos por la secretaria actuante,
Paula Gorsd, a los efectos de resolver el recurso de casación interpuesto por la defensa
de Mario Kevin Trejo en la causa n° 4203/2019/TO1/CNC2, caratulada, “TREJO,
Kevin Mario s/ recurso de casación”, de la que RESULTA:
I. El 3 de marzo de 2021 el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional n° 9 de
esta Ciudad resolvió -en lo que aquí interesa- “...II. CONDENAR a KEVIN MARIO
TREJO, de las demás condiciones personales obrantes en el encabezamiento, por ser
autor material penalmente responsable del delito de lesiones leves hecho de fecha
14/10/2018 de la causa n° 6375, a la PENA DE OCHO MESES DE PRISIÓN DE
EJECUCIÓN CONDICIONAL y al pago de las costas del proceso (arts. 29 inc. 3°, 45
y 89 del Código Penal y 530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación). III.
DISPONER como reglas de conducta, por el término de dos años, que Kevin Mario
Trejo cumpla con las siguientes condiciones: a) Fijar residencia y someterse al cuidado
de la Dirección de Control y Asistencia de Ejecución Penal (DCAEP); b) Abstenerse de
usar estupefacientes y abusar de bebidas alcohólicas, y c) Someterse a un tratamiento
médico o psicológico por su adicción a las drogas, previo informe del Cuerpo Médico
Forense, que acredite su necesidad y eficacia (art. 27 bis, incs. 1°, 3 y 6, del CP).”.
II. Contra dicha resolución la defensa de Kevin Mario Trejo, interpuso recurso de
casación, el que fue concedido por el a quo y luego mantenido en esta instancia.
III. La Sala de Turno de esta Cámara asignó al recurso el trámite previsto en el
art. 465, CPPN.
IV. Ya sorteada esta sala II, en el término de oficina establecido en los arts. 465,
cuarto párrafo, y 466 del CPPN, la defensa reprodujo los agravios introducidos por su
colega de la instancia. Asimismo, solicitó que se exima a su asistido del pago de las
costas procesales en la instancia en caso de una resolución adversa para dicha parte en
tanto existieron razones plausibles para litigar.
V. En función de la Acordada 14/2021 de la CSJN y la Acordada 10/2021 de esta
Cámara se le concedió a las partes el plazo de diez días para la presentación de un
memorial en sustitución de la audiencia de trámite ordinario establecida en el art. 465,
CPPN o, en su defecto, para solicitar la realización de audiencia por videoconferencia,
ocasión en la que las partes no efectuaron presentaciones.
VI. Superada la etapa prevista por el art. 468, CPPN, tuvo lugar la deliberación
tras lo cual las actuaciones quedaron en estado de ser resueltas.
Y CONSIDERANDO:
El juez Horacio L. Días dijo:
I. Inicialmente corresponde señalar que el recurso de casación interpuesto es
formalmente admisible, toda vez que la sentencia recurrida es definitiva; los planteos
esgrimidos encuadran dentro de los motivos establecidos por el art. 456, CPPN (de
conformidad con la sentencia “Casal” – Fallos 328:3399) y se han cumplido los
requisitos de temporaneidad y fundamentación requeridos por el art. 463 del citado
código ritual.
II. Resuelta la admisibilidad del recurso articulado y previo a ingresar al
tratamiento de los agravios traídos a estudio por el recurrente, es preciso recordar que el
tribunal tuvo por probado el siguiente hecho, a saber: “...Se encuentra acreditado que el
día 14 de octubre de 2018, siendo aproximadamente las 6,00, en las proximidades de la
intersección de Av. Gaona y Bahía Blanca, el acusado Kevin Mario Trejo, produjo
lesiones de carácter leve al damnificado Maximiliano Ricardo Gallo. El hecho ocurrió
luego de que el acusado se acercara al damnificado, quien se encontraba tomando mate
y descansando junto a su compañero Alexis David Loiza, al finalizar su jornada laboral
de doce horas, en la vereda de la Estación GNC. Trejo se aproximó así a Gallo y Loiza,
quienes estaban vestidos con sus uniformes de trabajo y con quienes se conocía del
barrio, y empezó inmediatamente a agredirlos diciéndoles frases como: “ustedes no son
policías... no son ratis, son re truchos...”. El damnificado, ante la agresión, se aproximó
al acusado, produciéndose inmediatamente un intercambio mutuo de golpes, en medio
del cual, Gallo, estando cerca del imputado, levantó su brazo y recibió de éste, al
menos, una puñalada en el hemitórax de la región izquierda, con el cuchillo “tipo
Tramontina” que aquel portaba. A raíz de la acción del acusado, Gallo sufrió una
herida cortante en la línea axilar, calificada como “lesión leve”. Seguidamente el autor
fue retenido por Alexis David Loiza, cuando intentaba ingresar a su domicilio, sito en la
Av. Gaona 4264, quedando el arma utilizada por Trejo tirada en el cordón de la vereda,
lugar de donde fue finalmente secuestrada por el personal policial que se hizo presente
y formalizó la detención de Kevin Trejo”.
III. Dicho ello, estimo oportuno recordar aquí que mi intervención en esta
instancia se encuentra limitada por el principio dispositivo, en razón de los cuales mi
labor revisora no puede ir –salvo supuestos excepcionales– más allá de lo expresamente
requerido por el recurrente, ni tampoco puede brindarse una solución más gravosa
cuando sólo el imputado ha impugnado la resolución judicial o sólo lo haya sido por otra
parte a su favor. Con esos alcances, pasaré a abordar los agravios presentados por las
partes.
A. Agravio vinculado a la errónea valoración probatoria
En primer lugar, la recurrente expuso que la sentencia impugnada presentaba una
fundamentación deficiente con relación a la valoración de las constancias de la causa,
incurriendo en un supuesto de arbitrariedad al parcializar los dichos de los testigos y dar
preeminencia a aquello que correspondía con lo que se pretendía dar por acreditado.
Al respecto, señaló que los elementos incorporados al debate no permitían dar por
probado con la certeza suficiente la ocurrencia del hecho. Aseveró que en caso no se
encontraba discutido el altercado suscitado entre Maximiliano Gallo y Kevin Trejo,
donde ambos resultaron con lesiones, sin embargo aún subsistían dudas sobre la
mecánica del hecho. Es decir, si fue su defendido quien atacó físicamente al
damnificado o si ello fue la consecuencia no querida de resguardar su integridad física,
en un supuesto de ejercicio de legítima defensa. Así como tampoco podía afirmarse que
existió un “...intercambio mutuo de golpes, en medio del cual, Gallo, estando cerca del
imputado, levantó su brazo y recibió de éste, al menos, una puñalada [...] previo a la
agresión verbal de Trejo”.
Frente a ello, destacó que el magistrado de juicio tomó por cierta la versión del
testigo Gallo y por ende, le adjudicó un mayor valor probatorio, pese a que entraba en
contradicción con los dichos de Loiza y el resto de la prueba documental.
Por otra parte, con relación a la afirmación del tribunal “...la torcedura del
cuchillo no llegó a penetrar más profundamente se debió, seguramente, a que hizo tope
con una parte dura como lo es el hueso de las costillas” adujo que era un conjetura sin
valor científico en tanto se refería a los dichos de un testigo que desconoce sobre ello.
En ese sentido, puso de resalto la pericia realizada por el Cuerpo Médico Forense
obrante a fs. 76 en cuanto se concluyó que la herida producida pudo deberse a “presión
o roce”.
Descartó que se haya dado una pelea pareja debido a la contextura robusta de
Gallo, quien solamente sufrió una herida que fue suturada con dos puntos mientras que
Trejo estaba en el piso, con múltiples lesiones de mayor entidad.
En ese sentido, argumentó que “...no es lo mismo que la pelea se produzca como
consecuencia inicial de un ataque con un cuchillo como pretendió el Fiscal, que el uso
del cuchillo pueda deberse a un mero intento por resguardar su integridad física. No es
lo mismo decir que estuvo sentado, que el uso de un elemento para evitar seguir siendo
golpeado. Justamente ello, no pudo acreditarse”. A su criterio, además, resultaba
relevante el lugar donde fue hallado el cuchillo ya que daba cuenta de que Trejo no fue a
atacar a Gallo con un cuchillo, sino que la secuencia ocurrió en la puerta del domicilio
del imputado.
Por último, cuestionó la afirmación del tribunal relativa a que las lesiones de Trejo
no fueron causadas por Gallo, ya que si bien Loiza no vio las lesiones, el agente policial
Pereyra refirió que el imputado estaba en el suelo todo golpeado.
En virtud de ello, concluyó que “...de las pruebas producidas y según lo afirmado
incluso por el tribunal, no es posible afirmar que el Sr. Trejo haya iniciado una
agresión física y que hubiera atacado subrepticiamente a Gallo; y no es provocación
suficiente en los términos de la legítima defensa, una expresión peyorativa simplemente
verbal para que una persona tenga derecho a golpear y atentar contra la integridad
física de otra –en los términos de la legítima defensa-. Pero sí lo es que quien es
agredido físicamente, pueda usar el único medio que tenga a su alcance porque no tiene
que dejarse lesionar”.
B. Agravio relativo a la arbitraria valoración respecto a la culpabilidad
En segundo lugar, planteó la falta de certeza sobre la culpabilidad de Kevin Trejo.
Efectuó una distinción entre los términos “comprender” y “saber”, puesto que
ambos tenían dos significaciones distintas. Ello en razón de que “comprender” no solo
implicaba la mera posibilidad de conocer el carácter criminal del acto. Se exige no sólo
ese extremo, sino también vivenciar afectivamente el carácter criminal del hecho; es
decir que en este punto se “analiza si el sujeto pudo efectuar el juicio de introyección de
valores, internalizando pautas de conducta”.
En particular, cuestionó la capacidad de comprensión de Trejo ya que es una
persona con problemas de adicción, lo que se encontraba acreditado tanto por los
testigos como por la pericia del laboratorio de toxicología del Cuerpo Médico Forense
obrante a fs. 109/110 el que arrojó resultado positivo para cocaína y thc.
Ello, a su criterio, adquiría especial relevancia con relación a la naturaleza del
hecho imputado, que carecía de sentido si se observaba que fue un ataque verbal y luego
físico contra una persona de contextura muy superior sin previo conflicto.
C. Agravio relativo a la arbitrariedad en la mensuración de la pena
impuesta.
1. Preliminarmente, la asistencia técnica de Trejo explicó que se desconocía el
quantum punitivo requerido por la fiscalía para este hecho ya que el juez de mérito
declaró la nulidad parcial del alegato fiscal, en el que se había solicitado la pena de
cinco años de prisión, accesorias legales y costas, donde dicho monto abarcaba las dos
causas traídas a juicio.
En ese marco, se contaba con una acusación incompleta, sin un pedido concreto
de pena respecto a la imputación que subsistió a la declaración de nulidad. A su parecer,
la decisión de condenar a Trejo generó una afectación al derecho de defensa en juicio en
tanto la defensa se vio impedida de rebatir lo requerido por el agente fiscal. A su vez,
postuló que el tribunal se excedió del límite impuesto por la pretensión punitiva,
integrada con las consideraciones efectuadas por el acusador para requerir la imposición
de una determinada clase y quantum de pena. Lo que, en definitiva, implicó la asunción
de facultades acusatorias por parte de la jurisdicción.
En consecuencia, solicitó la absolución de Kevin Trejo por entender que la pena
impuesta en esas condiciones resultaba imposible.
2. Subsidiariamente, objetó el monto de ocho meses de pena impuesto al
imputado.
En lo concerniente a la cuestión, argumentó que las circunstancias atenuantes -si
bien mencionadas en la sentencia- no tuvieron una real incidencia en la pena, cuando se
valoró una sola circunstancia agravante lo que condujo a un monto cercano al máximo
legal de la escala de lesiones leves.
Agregó que debía valorarse no solamente que Trejo tiene serios problemas de
consumo, sino también que fue abandonado por su madre a temprana edad, lo cual lo
colocó en una situación de mayor vulnerabilidad.
Asimismo, estimó conveniente merituar las lesiones físicas sufridas durante el
hecho, puesto que “obtuvo un castigo por mano propia de la presunta víctima”.
Finalmente, sostuvo que debía valorarse la duración indebida del proceso penal
contra su asistido, quien estuvo dos años sin sentencia pese a que la causa no resultara
compleja. A su parecer, ello se traducía en el sufrimiento de encontrarse sometido a
proceso y en el caso, del deber cumplir con la obligación de comparecencia ante el
tribunal.
IV. Ahora bien, del resumen efectuado sobre el primer agravio traído por la
defensa en el recurso se advierte que su tesis se basa en que el hecho se desarrolló como
parte del ejercicio de la legítima defensa del imputado Trejo. Para ello, sostiene que la
lesión con el cuchillo al damnificado, Maximiliano Gallo, fue el medio menos lesivo al
alcance de Kevin Mario Trejo para repeler la agresión sufrida en el intercambio de
golpes entre ambos.
Sin embargo, lo cierto es que este argumento ha sido adecuadamente tratado por
el magistrado de juicio en la sentencia puesta en crisis. Allí, se dijo lo siguiente: “...aún
considerando que se haya efectivamente producido un intercambio de golpes entre
Trejo y Gallo, como señaló el testigo Loiza, esa circunstancia no soslaya que el origen
de la pelea se motivó en una ostensible burla que les dirigió Trejo, que los conocía, con
referencia al uniforme de trabajo de personal de seguridad. Hay que tener en cuenta,
finalmente, que el intercambio de golpes, alegado por la defensa, que pudo haberse
suscitado -que nunca fue mencionado por el mismo Trejo- en modo alguno compensa la
responsabilidad individual por las lesiones, ni menos aún habilita el uso de un cuchillo,
en la agresión dirigida hacia el tórax que el acusado le provocó a Maximiliano Gallo”.
Y, al respecto de la supuesta divergencia entre ambos testigos “...la pretendida
contradicción señalada por la defensa entre las versiones de Loiza y Gallo no resulta
plausible. En efecto, más allá de que: i) los dos hubiesen estado sentados o parados
cuando se produjo el arribo de Trejo, ii) se hubiese producido una pelea entre Trejo y
Gallo, iii) cual fue lugar en donde ésta habría sucedido y iv) del sitio donde se secuestró
el cuchillo, sobre lo que insistió la defensa, lo cierto es que esos extremos resultan
datos irrelevantes para mensurar la entidad del acometimiento doloso del acusado”.
Es que, precisamente la defensa pretende sostener que la provocación de Trejo a
Gallo y Loiza no reviste una entidad ostensible. Ambos testigos al momento de describir
el hecho refirieron que estaban sentados tomando mate al finalizar la jornada laboral en
la estación de GNC ubicada en Avenida Gaona y Bahía Blanca, cuando el imputado
apareció insultándolos en la vereda de enfrente, luego se acercó a ellos y siguió
agrediendo verbalmente diciéndoles “...eh ratis, que se la dan de policías, ustedes son re
truchos”. Y que ante esta situación Gallo se levanta y le dice a Trejo “...tomatelas,
dejate de joder, andate a tu casa” momento en cual comienza una discusión entre ambos
en donde el damnificado empuja a Trejo para que se vaya a la casa ya que vivía enfrente
a la estación de servicio y al levantar el brazo lo ataca con un cuchillo.
Incluso, Loiza preguntado sobre cómo se dieron los hechos dijo “...el que arrancó
fue él que lo fue a buscar, lo fue a encarar” en alusión a la provocación de Trejo hacia
su compañero de trabajo, Gallo. Por lo que, en este contexto, no se advierten las
contradicciones entre los dichos de ambos testigos que alega la recurrente, cuando
ambas declaraciones fueron coincidentes respecto de la mecánica del suceso.
De allí que esta discusión suscitada entre ambos no puede ser tomada de forma
descontextualizada como se presenta en el recurso, sino que su causa precisamente se
encuentra en la provocación verbal del imputado hacia los testigos. Más aún, ese
intercambio tenía la finalidad de que Trejo cesara los insultos contra los hombres que se
encontraban allí, y se vaya a su casa.
Además, Maximiliano Gallo en su descripción del hecho explicó por qué fue él
quien se levantó cuando Trejo se acercó a agredirlos: “...mi compañero estaba al lado
mío, pasa que él es más chiquito, más reservado. Nosotros estábamos sentados,
estábamos tomando mate [...] empieza a insultarnos de la vereda de enfrente, se cruza
se nos pone a insultar al lado, le digo andate a tu casa…”.
Al respecto, la defensa se pregunta si el hecho “...fue la consecuencia no querida
de resguarda su integridad, ante la reacción del nombrado ante las meras
manifestaciones, que no se sabe cuales fueron, pero por lo que lo fue a buscar”. Sin
embargo, como se observa de lo dicho hasta aquí que lo proferido por Trejo no fueron
“meras manifestaciones” de poco valor o que “no se sabe cuales son”: al contrario, el
imputado se acercó a los dos trabajadores de la cooperativa para agredirlos -acción que
ya había comenzado mientras se encontraba en la vereda de enfrente a la estación GNC-
y uno de ellos explicó que se incorporó y lo fue a buscar para que Trejo los dejara de
molestar.
Por lo tanto, la escena que intenta presentar la defensa sobre la participación de su
asistido como alguien ajeno -casi en una condición igual o peor a la que puso al propio
damnificado- que apuñaló a otro con un cuchillo en una pelea dispar a fin de resguardar
su integridad física ciertamente no tiene asidero alguno.
En ese sentido, no se entiende cuál sería la relevancia del lugar donde fue hallado
el cuchillo. Ambos testigos refirieron que mientras se encontraban discutiendo Gallo
empuja a Trejo para que se vaya a su casa, cuando éste saca un cuchillo y lo apuñala -al
respecto Loiza refirió ver los gestos de Trejo-, momento en el Gallo lo empuja contra un
auto. Además, de especificar que Loiza advertido de la situación, se acerca para
separarlos y lo patea para que suelte lo que tenía en la mano, razón por la cual la policía
encontró el cuchillo debajo de un auto.
Asimismo, se observa que el resto de las críticas de la recurrente también han sido
respondidas por el juez a quo. Con relación a la torcedura del cuchillo, el magistrado
expuso que: “...Según las vistas fotográficas del cuchillo secuestrado en autos
incorporadas por lectura y obrantes a fs. 17/19, de acuerdo con lo declarado por el
damnificado y los testigos Loiza y Pereira, que las reconocieron en la audiencia, se
puede afirmar que la hoja del elemento con el que Trejo produjo la puñalada, que
derivó en la lesión que presentó Gallo, presentaba una destacable torcedura. Aunque
no pueda afirmarse que la hoja se dobló por ello, es fácil concluir que el hecho de que
la cuchilla dentada no llegó a penetrar más profundamente se debió, seguramente, a
que hizo tope con una parte dura como lo es el hueso de las costillas. En ese punto, el
propio damnificado señaló que los médicos que lo atendieron en el Hospital Álvarez le
habían indicado que, precisamente debido a ello, las lesiones no habían resultado más
graves. Dicha circunstancia, indudablemente, da cuenta de la violencia del
acometimiento realizado por Trejo, y termina descartando de plano el argumento
defensista con relación a que la lesión se pudo haber originado en un “roce casual” en
medio de una pelea pareja. Nada más alejado de los rastros que resultaron en la
integridad física del damnificado”.
Nuevamente, este argumento es introducido por la defensa en la pieza recursiva
cuando el propio damnificado preguntado respecto qué consecuencias tuvo por la lesión
detalló que: “...me entró una puñalada entre las costillas, se dobló el cuchillo, no me
pinchó el pulmón porque por lo que me dijo el médico pegó en la costilla, era un
tramontina y se dobló”. Luego, continuó explicando que le dieron dos puntos de sutura y
que no era una herida muy profunda ya que “...al ser un tramontina era más profundo
que el diámetro del corte”. Por último, al exhibírsele el cuchillo continuó diciendo:
“...si, es este, estaba doblado”. Preguntado si lo vio antes de la agresión contó
“...cuando [Trejo] lo tenía en la mano estaba derecho, se dobló cuando me apuñaló,
que eso es lo que me dijo también el médico. Al doblarse no tuvo consecuencias más
graves”.
Ello, a su vez, se encuentra en coincidencia con el informe médico legal a fs. 12
vta donde se concluye: “...presenta lesión en dorso de golpe, roce, o choque con o
contra superficie dura y herida cortante en axila izquierda (hemotórax izquierdo) por
acción de elemento de filo” junto con las imágenes del cuchillo a fs. 17 a 19. Y luego el
informe a fs. 76 en el cual se expone: “...el mecanismo de producción pudo
corresponder a presión o deslizamiento, o roce con o contra cuerpo duro de puntas y/o
bordes afilados”.
De esta manera, se observa que contrariamente a lo objetado por la defensa, los
informes agregados al expediente -que incluso cita de forma parcial- así como también
los dichos de los testigos dan cuenta del mecanismo de producción por presión con o
contra un elemento de bordes filosos.
Por último, con relación a las lesiones que habría sufrido Trejo a raíz de la
discusión con Gallo, el juez de mérito sostuvo: “No se ha acreditado en el juicio que las
lesiones que presentaba Trejo, al ser atendido por la ambulancia requerida por el
personal policial que resultó convocado y de las que da cuenta el informe de fs. 21
incorporado por lectura en la audiencia de debate, se hayan efectivamente originado en
supuestos golpes producidos por Gallo. Éste dijo que Trejo, cuando llegó, ya tenía
lesiones en su cuerpo. Es más, nada de eso surge de lo declarado por el propio
imputado quien se limitó a señalar en su indagatoria cercana a los hechos “que no tuvo
intención de matar a nadie”, sin hacer la más mínima referencia a un hipotético ataque
de parte del damnificado”.
Al respecto, Gallo al ser consultado si vió a Trejo con alguna marca en el rostro
contó: “...estaba así como que había andado a los golpes [...] estaba golpeado como
que había venido de una pelea anterior”.
De este modo, la hipótesis de la defensa basada en un supuesto ejercicio de la
legítima defensa por parte de su asistido carece de sustento frente a las pruebas
colectadas durante el debate, por cuanto ellas dan cuenta del contexto inicial y las
circunstancias que rodearon el hecho investigado.
Así las cosas, no hay elementos que permitan afirmar que el razonamiento y las
inferencias realizadas por el a quo conduzcan a dudar razonadamente acerca de la
responsabilidad de Kevin Mario Trejo respecto al hecho y a la modalidad que el tribunal
de juicio tuvo por acreditados.
Llegado a este punto, estimo apropiado poner de resalto –como ya lo he hecho en
reiterados pronunciamientos– que en lo relativo a la cuestión sobre la valoración de la
prueba, desde “…el caso «Rolón, Miguel Ángel s/abuso sexual» (causa n° CCC
39411/2010/TO1/2/CNC1 y registro número 996/2016 de la Sala III° de esta Cámara
Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de Capital Federal, fechado el
pasado 13 de diciembre de 2016) tuve oportunidad de explicar –cita mediante del
epistemólogo Larry Laudan– que la duda razonable, es decir aquélla que conduce a la
absolución del acusado por aplicación del principio constitucional del in dubio pro reo,
no puede ser una mera duda posible; sino que, en realidad, no debe existir ninguna
explicación alternativa plausible de los datos –o sea, internamente consistente,
consistente con los hechos conocidos, no altamente inverosímil y que represente una
posibilidad real, no una mera posibilidad lógica; es decir, que no suponga violación
alguna de las reglas de la naturaleza, ni tampoco un comportamiento que sea
completamente único y sin precedentes ni, finalmente, una cadena improbable de
coincidencias– que, como tal, conduzca a afirmar la no responsabilidad penal del
acusado. De este modo, una condena ha sido legítimamente dictada desde el punto de
vista probatorio sólo si la hipótesis acusatoria ofrecida por el fiscal es plausible y no
existe ninguna teoría alternativa plausible que sea compatible con la inocencia del
acusado” (causa n° CCC 44601/2010/T01/CNC1, caratulada “Rodríguez, Martín
s/amenazas, lesiones leves (art. 89)”.
Asimismo, con posterioridad en la causa n° CCC 66054/2003/TO1, caratulada
“Echalecú Goyeneche, Alberto Eduardo s/recurso de casación” (rta. por esta misma sala
el 1º de septiembre de 2021; Reg. 1218/2021), en virtud de mi última profundización en
el estudio de esta materia, suscribí algunos de los criterios expuestos por el Tribunal
Supremo español en relación con ello.
En tal sentido, aclaré que lo afirmado por Laudan no era desacertado ni
equivocado, por cuanto explica en forma correcta y acabada qué significa superar el
estado de duda que conduce a dictar válidamente una condena contra el acusado; no
obstante lo cual, las funciones asignadas a una judicatura como la presente, exigen en
materia probatoria criterios complementarios a la hora de proceder a ejercer sus labores
jurisdiccionales.
Ello, precisamente por aplicación del citado principio dispositivo imperante
durante la etapa recursiva de todo proceso penal (cfr. de nuevo el segundo acápite de
esta ponencia), pero sin olvidar tampoco las reglas contenidas a este respecto en el
propio CPPN ni la interpretación que de ellas ha venido realizando nuestra CSJN: en
particular, en el aquí varias veces nombrado precedente “Casal” (Fallos: 328:3399), en
el cual nuestro máximo tribunal de justicia amplió el alcance del recurso de casación a
cuestiones de hecho y prueba, permitiendo entonces que esta cámara haga análisis e
incluso cambie la calificación legal y/o absuelva –si lo requiere de este modo la defensa
recurrente– cuando advierta una carencia probatoria que permita decidir de esta forma
(véase al respecto mi voto emitido en la causa n° CCC 52062/2016/TO1, caratulada
“Micha José Daniel s/homicidio simple en tentativa”, registro n° 665/2018, resuelta por
esta misma sala el 13 de junio de 2018).
Así las cosas, no advierto en el presente caso que haya mediado una vulneración
al derecho que tiene todo imputado a que se presuma su inocencia. Es que no hubo aquí
una ausencia de pruebas de cargo referidas a todos y cada uno de los aspectos que hacen
a la conducta delictiva endilgada al acusado sino que fueron suficientemente
consistentes como para derribar la presunción de inocencia que les asiste; ni ellas fueron
inválidas o el fruto de una actividad probatoria desarrollada al margen de las garantías
constitucionales aplicables a esta materia y a los principios de contradicción,
inmediación, publicidad e igualdad entre las partes que rigen al momento de su
producción; ni tampoco existió una convicción probatoria inmotivada, o sustentada en
pruebas insuficientes o sobre la base de un razonamiento ilógico, irracional o no
concluyente, de modo tal que el tribunal de juicio sí explicitó los argumentos que
justificaron el dictado de la condena acá impugnada.
En consecuencia, luce razonable la argumentación desarrollada por el a quo que
ha unido la actividad probatoria y el relato fáctico que de ella resulta.
E indubitablemente, desde una perspectiva objetiva y externa, la motivación
judicial relativa al conjunto de la prueba válidamente producida durante el juicio oral y
público conduce a afirmar que la conclusión probatoria adoptada por la instancia judicial
anterior, en virtud de las exigencias impuestas por el mencionado principio
constitucional del in dubio pro reo (cfr. el art. 18 de la CN), implica una versión de los
hechos que no ha podido ser contrariada por el recurrente, puesto que se presenta como
lógica, coherente y razonable de acuerdo con las máximas de la experiencia, las reglas
de la lógica y los principios científicos.
Esto último, más allá de que ciertamente puedan existir otras alternativas al hecho
que tuvo por acreditado el a quo (como las expuestas por la defensa); aunque de acuerdo
con lo explicado a lo largo de todo este acápite, la decisión escogida por el tribunal de la
instancia anterior soporta y mantiene la condena, a la luz de los cuestionamientos
articulados por el impugnante.
En efecto, de conformidad con el análisis realizado previamente, el razonamiento
desarrollado por el juez a cargo del debate, lejos de resultar arbitrario o infundado, se
asienta en contundentes elementos probatorios que le permitieron tener por acreditada la
intervención del acusado en el hecho investigado.
Así las cosas, la sentencia condenatoria ha arribado, en términos de lo expuesto
precedentemente, a una “certeza moral”; sin que la defensa haya presentado
fundamentos reales o racionales que permitan ponerla en duda.
Es que frente al contundente cuadro cargoso antes mencionado, esa parte se limitó
a realizar una crítica genérica a la decisión impugnada; y no presentó una argumentación
sólida que conduzca a controvertir los fundamentos allí expresados, ni articuló una
teoría alternativa que permita contrarrestar la acusación dirigida en contra de sus
representados.
Que en definitiva el análisis recabado revela que, contrariamente a lo sostenido
por el recurrente, la valoración probatoria realizada en la sentencia impugnada resultó
ajustada a las reglas de la sana crítica racional; lo que permitió acreditar la participación
de Trejo en el hecho, más allá de toda duda razonable.
Sintéticamente, corresponde entonces rechazar el presente agravio.
V. En segundo término, la defensa sostuvo que la sentencia condenatoria no
fundamentó adecuadamente el rechazo del planteo de inimputabilidad. En tal sentido,
explicó que este agravio se sustentaba en la duda que se había cimentado respecto de la
capacidad de Kevin Trejo para dirigir sus acciones. A ese fin, hizo hincapié en los
problemas de adicción a los estupefacientes que padece su asistido, y las diversas
pruebas que respaldarían su postura.
A los efectos de contestar adecuadamente el planteo de la defensa, estimo
necesario realizar ciertas aclaraciones iniciales.
Tal como señalé en el precedente “Cardozo Ortega”1 el principio de culpabilidad
puede enunciarse sintéticamente con la fórmula “no hay pena sin reprochabilidad”; es
decir, no hay delito si el autor no tuvo libertad para decidir. Así, la culpabilidad viene a
ser el reproche jurídico al comportamiento del autor, fundado en su libertad de obrar. De
ahí que la libertad del sujeto hace exigible la conducta conforme a derecho y la
realización de la conducta contraria es lo que se le reprocha al autor con asiento en esa
exigibilidad.
El núcleo central de la culpabilidad constituye un juicio de reproche a un
individuo que tuvo la posibilidad de motivarse en la norma con arreglo a derecho; previa
demostración del presupuesto esencial para ello, esto es, la imputabilidad, entendida
como capacidad de culpabilidad.
1
CCC 47897/2012, caratulada “Cardozo Ortega, Toribio Primitivo s/ recurso de casación” (reg. n° 910/2018)
La imputabilidad exige capacidad psíquica de culpabilidad. Se trata de la
capacidad del autor para responder a la exigencia de que comprenda la antijuridicidad y
que adecue su conducta a esa comprensión. La capacidad psíquica es una condición del
autor y la imputabilidad es la característica que esa condición le agrega al injusto típico.
La capacidad psíquica de culpabilidad implica la de ser sujeto de requerimiento o
exigencia de comprensión de la antijuridicidad del hecho, pero también es necesario que
esa capacidad la tenga para adecuar su conducta conforme a esa comprensión.
En efecto, no puede motivarse en la norma tanto quien no la conoce, como quien
conociéndola no le es posible actuar conforme a esa comprensión. Así, el término
capacidad de culpabilidad significa un requisito sistemático de la condición de
culpabilidad. Se trata de la formación de la voluntad, de la capacidad práctica normativa.
Por lo tanto, la capacidad intelectual y emotiva del sujeto no debe haber sido perturbada.
Y es esa capacidad la que le debe haber permitido al sujeto comprender lo injusto de su
hecho.
En tal sentido, se advierte que el planteo central –relativo a la inimputabilidad– ha
sido específicamente abordado en el pronunciamiento cuestionado y que el tribunal de
mérito ha descartado que el acusado se haya encontrado, en el momento de los hechos,
en un estado de intoxicación tal que le haya impedido comprender y dirigir sus acciones.
En concreto, el magistrado de juicio sostuvo que “...la Defensa de Kevin Mario
Trejo, además de la valoración probatoria efectuada durante su alegato, fundó el
pedido de absolución de su asistido en que no se había podido acreditar que el
nombrado hubiera actuado con culpabilidad dado que habría carecido de capacidad de
comprensión al momento del hecho. Señaló la problemática de su asistido en torno al
consumo de estupefacientes, lo cual también ya había sido dicho en la causa conexa por
el testigo Alberto Moisés Casabe. En ese sentido se debe valorar el informe de fs.
105/106, del Laboratorio de Toxicología del CMF de sangre y orina de Kevin Trejo,
que arrojó resultado positivo para cocaína y THC, y negativo para otros compuestos
analizados. Ahora bien, más allá del consumo de sustancias, se debe tener en cuenta el
informe médico de fs. 21, realizado a las 8,30, esto es, a escasas dos horas de
producido el hecho, que señala que el acusado se encontraba “vigil y orientado en
tiempo y espacio”. Por otro lado, se debe considerar especialmente la materialidad que
tuvieron los hechos. Se ha acreditado que efectivamente, tal como indicaron los testigos
Gallo, Loiza y Pereira, Trejo se encontraba “muy exaltado, agresivo” (así dijeron), no
obstante, ello no se puede afirmar, como pretende la defensa, que Trejo no haya
comprendido lo que realizó o que estuviera imposibilitado de conducirse de acuerdo a
derecho. Por el contrario, del relato de los testigos, es claro que Trejo sabía quienes
eran Gallo y Loiza, y se daba cuenta también a que correspondían los uniformes de
guardias de seguridad que llevaban puestos. Fue a partir de ello que se burló
atribuyéndoles una condición inferior, “ustedes no son policías, no son ratis, son re
truchos...”. Esta valoración y el modo en que Trejo se condujo, utilizando de manera
sorpresiva un elemento que mantenía escondido a los ojos de la víctima, descartan de
plano que el acusado no hubiese tenido la comprensión acerca de la ilegitimidad de los
hechos que realizó”
Entiendo que en este punto lleva razón el a quo, pues en idénticos términos me he
expedido en los precedentes “Osuna”2, “Ochoa Quispe”3, “Cardozo Ortega” ya citado,
entre muchos otros, en los que he afirmado que a los efectos de analizar judicialmente la
culpabilidad del autor por la realización del injusto en casos en los que se alega que el
grado de intoxicación le impidió al acusado comprender la criminalidad de su conducta
y dirigir sus acciones no sólo debe evaluarse el resultado de las pruebas periciales y las
consideraciones de los expertos médicos, sino también, y muy especialmente, resulta
esencial evaluar el comportamiento del sujeto durante la comisión del hecho.
En igual sentido, JAKOBS ha indicado que “[t]ambién se da con seguridad el
cuadro psicopatológico en las intoxicaciones agudas, p. ej., de alcohol, siempre que el
autor actúe todavía típica y antijurídicamente u omita típica y antijurídicamente (la
imputabilidad no comienza ya en el embriagarse que no permite movimientos
corporales coordinados). La inclusión de los estados de embriaguez en la psico-
patología –en lugar de la alteración de la conciencia– es discutida, indicándose contra
la consideración como enfermedad que, en contraste con la enfermedad la embriaguez
no surge fatídicamente. Esto no sólo puede que sea de otro modo en el caso concreto (la
embriaguez ocasionada arteramente es más fatídica que diversas parálisis
determinadas por la sífilis), sino que no tiene en cuenta tampoco la semejanza de los
síntomas de la embriaguez con los de la psicosis. Además, resulta preferible reservar el
concepto de alteración de la conciencia para casos de inexigibilidad; en la embriaguez
que excluye la culpabilidad sólo viene en consideración, como pone de manifiesto el
323 a StGB, la inimputabilidad y no la inexigibilidad (dependiente de baremos). (...) El
que la embriaguez excluya la imputabilidad no depende de la cantidad de la sustancia
tóxica sino de su efecto en el autor, puesto de manifiesto en el hecho. Sobre todo en la
embriaguez etílica no cabe señalar un límite fijo” (JAKOBS, Günther, Derecho Penal.
Parte General, Fundamentos y Teoría de la Imputación, 2° edición, corregida.
Traducción de Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano González de Murillo, ed.
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas S.A, Madrid 1997, Ps. 634 y 635).
Siendo ello así, cabe recordar que el testigo Gallo preguntado por las condiciones
-además de las físicas- en que se encontraba Trejo, declaró “...estaba muy efusivo,
2
Causa n ° 73980/2013, caratulada “Osuna, Gabriel Ignacio s/ recurso de casación”, rta. El 10/11/17 (Reg. n° 1145/2017).
3
buscando pelea, no se veía que le costara hablar, estaba agresivo [...] golpeado, muy
enérgico, se le entendía perfecto lo que hablaba, no trastabillaba, se le entendía claro
lo que hablaba”.
Además, el testigo Pereyra mencionó durante la audiencia que “...el señor Trejo
estaba bastante pasado, estaba muy exaltado, demasiado. Gritaba constantemente que
vivía ahí en el edificio, que toquen el timbre a los padres”.
El juez de grado también consideró las conclusiones del informe médico legal a
fs. 21 vta donde se dejó constancia que el día del hecho a las 8:30 de la mañana, esto es,
a dos horas de producido el suceso se presentó Trejo al examen en los siguientes
términos: “...masculino vigil, orientado en tiempo y espacio…”
Así, con independencia del informe a fs. 105 a 106, se verifica abundante prueba
que confirma la conclusión sostenida en la sentencia, pues revelan una conducta
meditada, planificada y ejecutada en forma consciente y dirigida a alcanzar el resultado
propuesto.
En efecto, Gallo durante la audiencia declaró que una vez lesionado, Trejo cruzó
corriendo en dirección a la puerta del edificio -lugar donde vivía junto con sus padres- y
una de las personas que se encontraba en la estación de GNC grita “...agarralo,
agarralo” para que lo reduzcan hasta que arribara el personal policial.
Tampoco puede soslayarse lo dicho por Pereyra, quien refirió que mientras se
procedía a la detención de Trejo y secuestro del cuchillo, el imputado gritaba que vivía
en el edificio a fin de que sus padres aparecieran.
Así, la crítica de la defensa dirigida a la falta de una pericia que acredite la
capacidad de culpabilidad de Trejo se encuentra desprovista de fundamento cuando se
verifica abundante prueba que asegura lo sostenido en la sentencia impugnada, pese al
consumo de estupefacientes que pudo haber tenido en ese momento.
En definitiva, el análisis realizado demostraba que el razonamiento desarrollado
por el tribunal de juicio, lejos de resultar arbitrario o infundado, se asienta en distintas
líneas de prueba que permiten descartar la aplicación de la eximente penal peticionada
por la defensa de Kevin Mario Trejo.
VI. Por último, la asistencia técnica de Kevin Trejo en la sección C de la pieza
recursiva realizó dos planteos relativos a la mensuración de la pena impuesta a su
asistido.
A. Por un lado, se puede resumir que estimó arbitraria la imposición de la pena de
ocho meses de prisión ya que frente a un alegato fiscal declarado parcialmente nulo en el
cual se solicitó el monto de cinco años, abarcativo de los dos hechos por los que Trejo
fue llevado a juicio, no se contaba con un quantum punitivo individualizado respecto de
este hecho. Por lo tanto, sin la pretensión punitiva de la fiscalía que establezca el límite a
imponer, la decisión del a quo incurriría en una afectación al principio acusatorio
extralimitándose en su función, además de erigirse en un menoscabo al derecho de
defensa en tanto no tuvo oportunidad de rebatir y discutir en el debate lo requerido por la
fiscalía.
De este modo, debe recordarse lo sucedido en la audiencia al momento del alegato
del fiscal de juicio. Allí, se calificaron los hechos investigados en orden a los delitos de
“...robo agravado por haberse cometido con armas en grado de tentativa en concurso
ideal con lesiones leves que concurren materialmente con el delito de lesiones leves en
perjuicio del señor Gallo” por lo cual se requirió el monto de cinco años de prisión,
accesorias legales y costas. Frente a ello, el magistrado de juicio resolvió, sin correrle
traslado a la defensa, declarar parcialmente nulo el alegato fiscal por cuanto consideró
que el cambio de calificación a Kevin Trejo -imputado previamente en el requerimiento
de elevación a juicio por el delito de lesiones leves en concurso real con hurto simple- en
la causa n° 6354 modificó sustancialmente el sustrato fáctico sobre el cual versaba el
proceso sin haberse solicitado ese cambio con anterioridad en el debate, lo que consideró
violatorio del principio de congruencia y el derecho de defensa en juicio del imputado.
Tras ello, se corrió traslado a la defensa respecto de la parte subsistente del
alegato fiscal, esto es, de la causa n° 6365 Allí, la defensora oficial alegó, oponiendo sus
defensas específicamente sobre el hecho de esa causa, y si bien se expidió respecto a la
nulidad del alegato postulando sobre ello la absolución de Kevin Trejo, por aplicación
de los precedentes “Tarifeño”, “García” y “Cattonar” de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, en ningún momento de su exposición -su duración es de 19:42:00 minutos-
dirigió sus críticas a la imposibilidad de alegar -y por tanto, concluir en una sentencia
condenatoria- sin un monto punitivo correctamente individualizado en el alegato fiscal
que resultó subsistente. Al contrario, su presentación giró en torno a las mismas
objeciones que, como se mencionó precedentemente, también fueron traídas a la pieza
recursiva.
En este marco, la defensa menciona que “...el temperamento adoptado por el
Tribunal ha quitado a esta parte la posibilidad de discutir en el debate todas las
circunstancias”; mientras que en el video de la audiencia de debate se observa que
cuando tuvo la posibilidad de introducir una objeción con relación a esta cuestión, no lo
hizo.
Asimismo, argumentó -de forma escueta- que “...el Tribunal se excedió del límite
impuesto por la pretensión punitiva, que se integra con las consideraciones efectuadas
por el acusador para requerir la imposición de una determinada clase y quantum de
pena” lo que significaba “...una clara afectación al derecho de defensa a través de la
asunción de facultades por parte del Tribunal que, por estricta aplicación del principio
acusatorio que rige nuestro ordenamiento, tiene vedada” sin enunciar siquiera cuál sería
la base legal en nuestro ordenamiento procesal sobre la que se asienta -o surge- un límite
a la jurisdicción de estas características, más allá de los desarrollados doctrinarios
mencionados sobre la cuestión. Así las cosas, en virtud de lo expuesto precedentemente,
corresponde rechazar el agravio planteado.
B. En forma subsidiaria, sostuvo la arbitrariedad en la mensuración de la pena en
tanto si bien las circunstancias atenuantes fueron enunciadas en la sentencia, ello no se
vio reflejado en el monto impuesto.
Al momento de valorar las circunstancias atenuantes, el magistrado tomó en
cuenta que Kevin Trejo padece problemas de adicción de larga data y que al momento
del hecho se encontraba exaltado y efusivo, aspecto que resultó coincidente con el
resultado positivo en sangre y orina de restos de cocaína y THC. Lo que, en definitiva,
permitía considerar una imputabilidad disminuida que no llegó a afectar la comprensión
del acto.
Por otra parte, valoró como circunstancias agravantes el modo alevoso en que
Trejo le produjo las lesiones al damnificado, quien se encontraba tomando mate con su
compañero de trabajo, al mantener hasta último momento escondido de la vista el
cuchillo que iba a utilizar.
1. En el precedente “Coniglio/Ausqui”4 señalé que es un principio rector para el
derecho penal propio de un estado moderno y de derecho, el que no sea válida una pena
sin culpa, de manera tal que la medida de la culpabilidad por el hecho injusto, ha de ser
justamente la medida de la desaprobación jurídica de un ilícito culpable que la pena
estatal implica.
Esto viene a demostrar que es errado pensar en que pueda existir un punto de
ingreso a la escala penal aplicable, sea el mínimo legal, la mitad, o el máximo, que
prescinda de las circunstancias que agravan el injusto y la culpabilidad por el hecho,
pretendiéndolas justipreciar después, en un segundo momento de desplazamiento dentro
del marco legal. Por el contrario, tengo claro que a mayor gravedad del injusto típico,
mayor culpabilidad por el hecho; y a mayor culpabilidad, mayor pena. La anchura de la
culpabilidad ha de verse reflejada, dentro del marco legal aplicable, en una anchura
determinada de pena. Podrá ser el mínimo de la figura en trato como no serlo, y ello
dependerá de la gravedad del ilícito culpable. Esta es la función que cumple el principio
de proporcionalidad en la medición judicial de la pena.
También allí, siguiendo lo sostenido por Ziffer, señalé que afirmar que un hecho
es más o menos grave, consiste en una tarea que implica necesariamente una
comparación –es más o menos grave “que”–. Mencioné que, para ello, el mayor avance
4
Coniglio Ausiqui s/robo agravado” (causa n° 2236/2359, resuelta con fecha 16 de abril de 2007, del Tribunal Oral en lo
Criminal n° 21)
en la dogmática de la determinación de la pena ha sido recurrir al auxilio de una figura:
el denominado “caso regular”, que es aquél que puede ser configurado a partir de la
denominada “criminalidad cotidiana”, que presenta una gravedad proporcionalmente
escasa y que es ubicada generalmente en el tercio inferior del marco legal 5. El
mencionado “caso regular”, aspira a evolucionar desde una noción eminentemente
práctica a una construcción más bien normativa.
El suceso que se tuvo por comprobado en estas actuaciones efectivamente puede
ser considerado como lo que se denomina “caso regular” de este tipo de criminalidad
específica y la pena impuesta debe situarse, conforme con ello, en el tercio inferior de la
escala penal en tanto asiste razón a la defensa respecto de una incidencia mayor de la
adicción a los estupefacientes como circunstancia atenuante en el monto punitivo a
imponer.
2. En este contexto, no resulta razonable merituar para ello el resto de las pautas
enunciadas en el recurso -las supuestas lesiones sufridas-. Ello así, pues tal como fue
tratado en la sección IV de este voto, no se encuentra acreditado que los golpes en el
rostro se hayan debido al hecho investigado. Al respecto, me remito a las
consideraciones expuestas en dicho apartado, en especial a la declaración del testigo
Gallo, quien refirió que se notaba que el imputado había estado en una pelea con
anterioridad al suceso. De modo que este extremo no puede servir como una cuestión
relevante para atenuar el reproche por el injusto cometido
3. Por lo demás, no advierto en el presente caso que la duración del proceso deba
ser tomada en consideración como una circunstancia atenuante, en la medida en que la
recurrente no desarrolla -ni tampoco se verifica de las constancias de la causa- cuál sería
el perjuicio concreto del imputado, más allá de su obligación de comparecencia.
De esta manera, una correcta ponderación de las pautas mencionadas al inicio de
este apartado, en conjunto con el conocimiento directo que tuve del imputado en el
marco de la audiencia de visu celebrada ante esta cámara en fecha XXX (en caso que
corresponda) me llevan a estimar adecuado imponerle a Kevin Mario Trejo la pena de 4
meses de prisión de ejecución en suspenso, accesorias legales y costas en orden al delito
de lesiones leves (art. 89, CP).
Por las consideraciones que anteceden, propongo al acuerdo:
I. RECHAZAR el recurso de casación intentado por la defensa de Kevin Mario
Trejo con relación a los agravios tratados en los acápites de esta exposición
individualizados como IV, V, VI, VI.A y VI.B en lo que respecta a los puntos 2 y 3;
HACER LUGAR PARCIALMENTE al recurso de casación interpuesto por la defensa

5
(cfr. Ziffer, P., "Lineamientos de la determinación judicial de la pena", Editorial Ad Hoc, Bs. As., p.
103)
de Kevin Mario Trejo en lo atinente a la mensuración de la pena impuesta en orden al
delito de lesiones leves, y en consecuencia, ESTABLECER el monto en cuatro meses
de prisión de ejecución condicional, accesorias legales y costas; con costas (arts. 470,
471, 530 y 531 todos ellos a contrario sensu, CPPN; art. 89, CP).
Tal es mi voto.
El juez Eugenio C. Sarrabayrouse dijo:
1. Con independencia de la cuestión de la admisibilidad del recurso (que
considero innecesario tratar, en virtud del precedente “Casal”6 de la Corte Suprema y la
necesidad de garantizar una revisión amplia de la sentencia de condena), adhiero al voto
del juez Días, según expondré en los puntos siguientes.
De este modo, comparto el análisis de los agravios vinculados con la valoración
de la prueba en la sentencia que condujo a afirmar la responsabilidad de Trejo en el
hecho tenido por acreditado, incluida la ilegitimidad de su conducta. Me remito para eso
al desarrollo efectuado en los precedentes “Taborda”7, “Marchetti”8, “Castañeda
Chávez”9, “Guapi”10, “Fernández y otros”11, “Díaz”12, “Sheriff”13, “González”14 y
“Trelles de Armas”15 (entre muchísimos otros), en los cuales me expedí sobre el
alcance de la duda en el proceso penal y la aplicación del principio in dubio pro reo; a lo
dicho en “Castañeda Chávez” (ya citado), “Giménez”16, “Rodríguez”17, “Torres”18 y
“Arias”19 en punto a la distinción entre la defensa material y la técnica (es decir, la que
realiza el propio imputado y la que ejerce su asistencia letrada); y a lo explicado en
causas como “Cardozo Ortega”20, “Ochoa Quispe”21, “Novo Rey”22, “Ramos”23,
“Quintana Cabanillas”24, “Lucero”25, “Asmundo”26 y “Villegas”27 (entre otros) en
torno a la aplicación del art. 34 inc. 1°, CP y al alcance de ciertas acciones que no
pueden ser consideradas como automatizadas y que exigen una conciencia de la
situación en que se desarrollan.

6
Fallos 328:3399.
7
Sentencia del 2.9.15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin, registro n° 400/15.
8
Sentencia del 2.9.15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin, registro n° 396/15.
9
Sentencia del 18.11.15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin, registro n° 670/15.
10
Sentencia del 24.11.16, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Niño, registro n° 947/16.
11
Sentencia del 10.11.17, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Niño, registro n° 1136/17.
12
Sentencia del 27.2.18, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Días, registro n° 132/18.
13
Sentencia del 11.3.20, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Días, registro nº 339/20.
14
Sentencia del 26.8.20, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Días, registro n° 2583/20.
15
Sentencia del 18.3.21, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 331/21.
16
Sentencia del 7.12.16, Sala II, jueces Niño, Morin y Sarrabayrouse, registro n° 979/16.
17
Sentencia del 20.2.17, Sala II, jueces Morin, Niño y Sarrabayrouse, registro n° 89/17.
18
Sentencia del 9.10.17, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 977/17.
19
Sentencia del 8.3.19, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 190/19.
20
Sentencia del 6.8.18, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 910/18.
21
Sentencia del 31.10.18, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 1388/18.
22
Sentencia del 17. 5.19, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Días, registro n° 582/19.
23
Sentencia del 1.10.19, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 1381/19.
24
Sentencia del 7.11.19, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 1618/19.
25
Sentencia del 29.7.20, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Días, registro n° 2313/20.
26
Sentencia del 7.4.21, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Días, registro nº 437/21.
27
Sentencia del 14.10.21, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 1530/21.
2. Ahora bien, con relación con los dos agravios relativos a la pena impuesta, cabe
tratarlos por separado, tal como hizo el juez Días.
a. En primer lugar considero necesario efectuar ciertas aclaraciones sobre la
decisión del juez de grado de anular parcialmente el alegato del fiscal general en lo
concerniente al hecho de la causa n° 6354 por vulneración del principio de congruencia.
i) Esta crítica fue aludida por la defensa al desarrollar el primer agravio dirigido
contra la sanción aplicada (cfr. punto III.c.1 del voto del juez Días), por entender que
“…se desconocía y se desconoce la pena requerida por el acusador respecto de la
acusación formulada, puesto que no se remendó el pedido de pena concreto válido. No
se encontraba completa la acusación, porque el monto requerido fue abarcativo de
sendos hechos, sin efectuar diferenciación o valoración respecto de hecho por el que
fuera condenado. En esa dirección, es que la acusación no fue completa y el [juez] solo
tenía un camino, el de absolver al Sr. Trejo…” (p. 14 del recurso).
Luego añadió: “…el temperamento adoptado por el Tribunal ha quitado a esta
parte la posibilidad de discutir en el debate todas las circunstancias, extremo que ha
significado, ni más ni menos, una clara afectación al derecho de defensa a través de la
asunción de facultades por parte del Tribunal que, por estricta aplicación del principio
acusatorio que rige nuestro ordenamiento, tiene vedada. Resolver en sentido contrario
al aquí propugnado supone que se torn[e] ilusorio el derecho de defensa, que se
desprecie el sistema acusatorio y que se quite virtualidad al papel que posee en el
proceso la figura del Fiscal…” (ps. 14/15).
ii) En el precedente “Quinteros”28 analicé los alcances de las facultades del
Ministerio Público Fiscal en la etapa del juicio y qué potestades tiene el tribunal de
mérito cuando no concuerda con la valoración de la prueba hecha en el alegato fiscal.
Resumí, a partir de un repaso de las correspondientes sentencias de la Corte Suprema, la
creación, por vía interpretativa, de reglas para ajustar las facultades de los fiscales y los
jueces en el proceso penal pero, como toda creación pretoriana, no está exenta de
problemas; y el principal es que las sentencias judiciales resuelven casos estrechamente
vinculados con los hechos que los motivan, lo que impide extraer consecuencias
generales, tal como lo hacen los textos legales.
A raíz de lo expuesto, colegí que no está claro qué límites tienen los jueces frente
a un alegato fiscal que no comparten. Los riesgos son el de encubrir la mera discrepancia
sobre la valoración de las pruebas o la calificación jurídica de los hechos.
En aquel caso la decisión de anular el alegato fiscal (y el debate) había sido
adoptada sin escuchar previamente a la defensa y sin dar por concluido el juicio, es
decir, fuera del ámbito de la sentencia que es el modo normal de conclusión del aquél;

28
Sentencia del 8.3.16, Sala III, jueces Jantus, Garrigós de Rébori y Sarrabayrouse, registro n° 158/16.
además, se había ordenado remitir las actuaciones a un nuevo tribunal para que se
reeditara el debate. Así las cosas, indiqué que la manera en que había procedido el
tribunal resultaba un resabio del modelo inquisitivo, pues si las sentencias de la Corte
Suprema (aceptadas mayoritariamente incluso por la doctrina) le otorgan un papel
preeminente al Ministerio Público Fiscal para definir la absolución o la condena del
imputado tras finalizar la recepción de la prueba en el juicio, se debe ser consecuente
con él. Cité a Julio B. J. Maier cuando señalaba, en referencia a la anulación de un
alegato fiscal donde se planteaba una acusación alternativa: “…constituye un exceso el
haber declarado nulo, incluso de oficio, el alegato fiscal, parcialmente –en cuanto se
refirió al hecho distinto, aunque ello no traiga consecuencia alguna para la decisión
que, correctamente, no entró a considerar esta imputación que halló inadmisible.
Bastaba no considerarla en la sentencia porque excedía la acusación originaria o se
refería a un hecho no acusado. Se deja ver, detrás de este exceso, una reminiscencia de
las rutinas del procedimiento por actas: casi puedo ver, detrás, la orden de tener por no
escritas palabras escritas y mandar a un funcionario, como símbolo, testar esas
palabras…”29.
Bajo esa óptica, la lectura del acta de debate y de las razones brindadas por el
tribunal para anular el alegato del fiscal general mostraban la existencia de un mero
disenso sobre la valoración de la prueba, emitido fuera del momento procesal oportuno
(la sentencia). Por lo tanto, el tribunal de grado no tenía facultades para anular el
alegato fiscal, menos aún sin escuchar previamente a la defensa, con lo cual se había
transgredido el debido proceso; además, la resolución había implicado, en los hechos,
adelantar opinión sobre el asunto sujeto a resolución, pues no era el momento para
pronunciarse sobre el mérito de la acusación.
Por tales motivos, concluí que la resolución era arbitraria y debía ser anulada de
acuerdo con los arts. 123 y 456 inc. 2°, CPPN; lo cual condujo a la absolución del
imputado en esta instancia.
iii) La particularidad del presente caso radica en que, pese a la decisión errada
adoptada por el juez de grado (anular parcialmente el alegato fiscal), quien también aquí
procedió sin escuchar previamente a la asistencia técnica, igualmente se dictó la
absolución de Trejo por ese hecho.
Por otro lado, la defensa tuvo la oportunidad de pronunciarse al respecto en el
mismo juicio con posterioridad, al alegar respecto del suceso cuya acusación válida
subsistía –a criterio del juez–. En ese marco requirió la absolución de su asistido por el
hecho de la causa n° 6354 en virtud de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación emanada de los fallos “García”, “Tarifeño” y “Cattonar” (cfr. p. 5 de la
29
 Cfr. Julio   B.   J.  MAIER, Acusación   alternativa   o   subsidiaria.   Cuadernos   de   doctrina   y
jurisprudencia penal n° 4 y 5, p. 633.
sentencia); solución que, en definitiva y como ya se dijo, terminó adoptándose en la
sentencia.
Lo dicho aleja las circunstancias de este caso de las presentes en “Quinteros” y
exhibe, aquí, la ausencia de un agravio para la defensa sobre el punto.
Por lo demás, en cuanto a la crítica concreta que introduce en su impugnación
relacionada con la supuesta falta de individualización del quantum punitivo requerido
por el fiscal para cada suceso, del registro fílmico del debate se observa que el acusador
evaluó circunstancias agravantes concernientes a cada uno de los dos hechos que
imputó, por separado. En concreto, sobre el delito que luego motivó la condena requirió
al juez “…valorar muy especialmente las características del hecho, lesiones leves
pueden producirse de muchas maneras, pero con una agresión de estas características,
empleando un arma blanca, aplicándola en forma de puñalada, no una sino varias
veces, como lo dijeron los testigos, sobre el hemitórax del damnificado, basta ver el
cuchillo para notar que, como se lo explicaron los médicos al damnificado, la situación
no fue extremadamente grave y riesgosa para la vida de Gallo porque el cuchillo no
penetró la caja toráxica al chocar contra una costilla, y eso provocó que se curvara del
modo en que está curvada la hoja. Así es que, digo, dentro del contexto de la escala
penal de las lesiones leves, ésta es de las más graves que uno podría pensar. Así es que,
bueno, sobre esto, más allá de que la pena global la voy a pedir cuando me refiera a
ambos hechos, creo que hay que tenerlo especialmente en cuenta como circunstancia
agravante. Atenuantes en relación al hecho no veo, en relación a la situación global del
acusado los voy a valorar al final…” (video 4203-2019, audiencia de juicio 26_2 parte
II, minuto 12:33 a 13:50). Al finalizar su alegato, como había adelantado, señaló sobre
las atenuantes: “…creo que como atenuante hay que tener en cuenta la circunstancia de
que el acusado no tiene antecedentes previos y sus problemas de consumo, y no más que
esto…” (mismo video, minuto 24:56 a 25:05).
De este modo, no advierto que el temperamento (errado, reitero) adoptado por el
juez de mérito al anular parcialmente el alegato por uno de los sucesos haya quitado a la
defensa “…la posibilidad de discutir en el debate todas las circunstancias…” relativas a
la mensuración de la pena (p. 14), como se pretende esforzadamente en la impugnación.
Lo cierto es que la concreta posibilidad de controvertirlas efectivamente existió en el
caso. Amén de que, como resalta el juez Días (punto VI.A), al momento de formular su
alegato y pese a que la declaración de nulidad parcial ya había tenido lugar, la
defensora ninguna consideración introdujo desde esta perspectiva.
Todo lo analizado conduce a descartar que se haya visto vulnerado el derecho de
defensa de Trejo y, en consecuencia, coincido con el juez Días en rechazar este agravio.
b. Sobre el restante reclamo, relacionado con el monto de pena determinado en la
sentencia, disiento con la solución propuesta por el juez Días y con sus consideraciones
sobre el tercio inferior de la escala resultante.
Al respecto, el juez de grado repasó: “…La defensa argumentó que su defendido
consumía sustancias tóxicas, que tenía problemas de adicciones. Se valora, como ya se
dijo, lo afirmado a ese respecto por el testigo Alberto Moisés Casabe, quien indicó que
es pareja de su madre, y que ambos padecen problemas de adicción a las drogas. Se
valora también lo señalado por los testigos Gallo y Loiza quienes señalaron que Trejo
estaba exaltado. Se reitera que se constató, en su examen de sangre y orina, restos de
consumo de cocaína y THC (según el informe de fs. 105/106 referido supra). Lo
indicado sí permite considerar en él una imputabilidad disminuida, la cual, sin haber
llegado a afectar su comprensión de las acciones emprendidas, debe ser tenido en
cuenta como atenuante en cuanto a la individualización de la pena que corresponde
aplicar. Se considera así que la adicción que padece Trejo es de antigua data, lo que lo
ha llevado a internarse en la Comunidad Terapéutica ‘Cuarta Opción’, durante un año
y ocho meses, entre los quince y dieciséis años, y también, durante algunos meses, en el
Hospital de día del CENARESO, a lo que se suma que carece de cobertura médica (cfr.
surge del legajo de personalidad)…” (p. 27).
Seguidamente agregó: “…Como agravante se considera el modo alevoso en que
Trejo produjo las lesiones a la víctima, cuando ésta se hallaba compartiendo un
refrigerio con su compañero, manteniendo hasta último momento, escondido de la vista,
el arma que estaba dispuesto a utilizar para producir el ataque…”. Por tales razones,
estimó justo imponer a Trejo la pena de ocho meses de prisión, “…cuyo cumplimiento
debe ser dejado en suspenso, atento a que no registra condenas anteriores y aparece
como inadecuado, en términos de prevención especial, disponer una primera pena de
corta duración, de cumplimiento efectivo, ello por los factores criminógenos que
pudiese conllevar…” (ps. 27/28).
Estimo que las agravantes y atenuantes consideradas por el tribunal de mérito
fueron ponderadas adecuadamente, según los lineamientos generales expuestos en
causas como “Medina”30, “Ceballos”31, “Soplán”32, “Habiaga”33 y “Verde Alva”34
sobre la medición de la pena y la valoración de aquellas circunstancias en esa actividad.
La defensa plantea que las atenuantes mencionadas no tuvieron una real
incidencia en la pena finalmente discernida, pues se impuso un monto cercano al
máximo de la escala cuando se valoró una sola circunstancia agravante. Sin embargo, la
30
Sentencia del 3.09.2015, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin, registro n° 406/2015.
31
Sentencia del 3.9.15, Sala I, jueces García, Días y Sarrabayrouse, registro n° 407/15.
32
Sentencia del 17.10.16, Sala II, jueces Días, Sarrabayrouse y Morin, registro n° 820/16.
33
Sentencia del 21.11.16, Sala II, jueces Niño, Sarrabayrouse y Morin, registro n° 934/16.
34
Sentencia del 22.5.17, Sala II, jueces Niño, Sarrabayrouse y Morin, registro n° 399/17.
crítica desatiende que la valoración de las atenuantes no debe medirse en sí misma
exclusivamente, sino también en su relación con las agravantes, como expliqué en los
precedentes “Trigo y Baltazar”35, “Zárate y Capón”36, “Valdez Cardozo”37,
“Serrano”38 y “Lupiañez y Rodríguez”39 (entre muchos otros); examen ausente en la
impugnación, en tanto la parte recurrente, pese a su esfuerzo, se limitó a contemplar la
cantidad de circunstancias ponderadas y no su peso o calidad.
Por otra parte, concuerdo con el juez Días en que no resulta razonable evaluar las
supuestas lesiones sufridas por Trejo cuando, tal como emerge del tratamiento de la
cuestión sobre la valoración probatoria en su voto (tramo al que adherí), no se encuentra
acreditado que los golpes sufridos por el imputado hayan obedecido al suceso que
damnificó a Gallo ni a un “castigo por mano propia” de su parte.
En cuanto a la supuesta duración indebida del proceso por haber permanecido dos
años sin sentencia, no se advierte ni el recurrente explica de qué modo tal extremo
debería traducirse en una menor culpabilidad por la conducta cometida y reflejarse
necesariamente en la imposición de una pena inferior a la impuesta. En este sentido, “el
sufrimiento de encontrarse sometido a proceso” y el “deber cumplir con la obligación de
comparecencia ante el tribunal” no alcanzan para sustentar el reclamo pues no se
vinculan en modo alguno con el grado de reproche merecido.
Lo mismo cabe decir con relación al hecho de haber sido abandonado Trejo
por su madre a temprana edad, cuya evaluación favorable procura su asistencia técnica.
Más allá del mayor grado de vulnerabilidad propio de dicha vivencia (por la falta de
contención y afecto), en el recurso no se explica ni se logra demostrar por qué ese dato
acarrearía la conclusión sobre una culpabilidad menor por la comisión de este delito
concreto.
Por último, sobre la imposición de reglas de conducta que no habían sido
solicitadas por el acusador, no puede perderse de vista que –como ya se repasó– el fiscal
requirió en el caso una pena de efectivo cumplimiento (por los dos hechos imputados),
mientras que el juez de grado le aplicó a Trejo una de ejecución condicional (por uno
solo de ellos), es decir una más beneficiosa, con la consecuente selección de pautas
prevista por el art. 27 bis, CP. En otros precedentes he señalado que la imposición
oficiosa de una regla de conducta puede justificarse si mediante ella se permite el
cumplimiento condicional de una pena de prisión (cfr. lo dicho en el precedente
“Pedro”40 sobre las consecuencias perniciosas de las penas privativas de la libertad de
corta duración, al igual que menciona someramente el juez de grado).
35
Sentencia del 12.6.18, Sala II, jueces Días, Morin y Sarrabayrouse, registro n° 631/18.
36
Sentencia del 7.8.18, Sala II, jueces Días, Morin y Sarrabayrouse, registro n° 917/18.
37
Sentencia del 11.09.18, Sala II, jueces Días, Morin y Sarrabayrouse, registro n° 1094/2018.
38
Sentencia del 19.9.18, Sala II, jueces Morin, Niño y Sarrabayrouse, registro n° 1157/18.
39
Sentencia del 28.12.18, Sala II, jueces Morin, Días y Sarrabayrouse, registro n° 1693/18.
40
Sentencia del 5.3.20, Sala II, jueces Sarrabayrouse, Morin y Días, registro nº 284/20.
En conclusión: no aprecio que haya existido arbitrariedad en el razonamiento,
tampoco una errónea interpretación de los arts. 40 y 41, CP o algún otro vicio en la
determinación de la pena que justifique su anulación o modificación en esta instancia.
Los elementos ponderados en la sentencia constituyen circunstancias relativas al hecho
juzgado y discutidas por las partes durante el debate oral y público. Además, las
atenuantes enunciadas tuvieron reflejo en la sanción discernida. De esta manera, la fijada
no se revela desproporcionada y corresponde confirmarla.
3. En virtud de lo expuesto, considero que corresponde rechazar el recurso de
casación interpuesto por la defensa de Trejo y confirmar la sentencia impugnada en todo
cuanto fue materia de agravio. Con costas, por no advertir razones que justifiquen el
apartamiento del principio general de la derrota (arts. 456, 465, 468, 469, 470 y 471 a
contrario sensu, 530 y 531, CPPN).
El juez Morin dijo:
1. Por compartir -en lo sustancial- sus fundamentos, adhiero a la solución
propuesta por el juez Días en lo que respecta a los agravios de la defensa dirigidos a
demostrar una arbitrariedad en la valoración de la prueba efectuada por el a quo al tener
por acreditada la materialidad de los hechos descripta en la sentencia y a descartar la
existencia de duda en cuanto a la capacidad de culpabilidad de Trejo -puntos 4 y 5 de su
voto-, ya que su ponderación de los elementos colectados luce razonable, acorde a las
constancias de la causa y a las reglas de la sana crítica racional41.
2. Asimismo, concuerdo con la conclusión a la que arriba el mencionado colega
en lo que concierne a los reproches orientados a demostrar la vulneración del principio
acusatorio y del derecho de defensa por haber impuesto el a quo una pena de 8 meses de
prisión en suspenso al nombrado frente a una “acusación incompleta”.
3. En lo que se refiere al quantum de pena aplicable en el caso, coincido con el
análisis efectuado por el juez Sarrabayrouse en el punto 2.b de su voto -de acuerdo a las
pautas brindadas en el precedente “Bazán”42- y, por ende, con la solución que allí
postula.
4. Por último, respecto a la solicitud de eximición del pago de las costas
procesales en la instancia formulada por la defensa durante el término de oficina, que se
basó en que “tuvo razón plausible para litigar”, en el derecho de defensa en juicio, en el
de propiedad y en el derecho al recurso, advierto que, más allá de estas alegaciones
genéricas que realiza el recurrente, no ha logrado demostrar por qué motivo nos
encontraríamos ante un caso que permitiría apartarse de la regla prevista en los arts. 530
y 531, CPPN.
41
Cfr. los parámetros expuestos en la causa “Gómez”, nº 19572/12, rta. el 27/10/17, reg. 1071/17, entre
muchas otras.
42
Causa nº 22490/2018/TO1/CNC1, rta. el 24/11/21, reg. nº 1799/21.
5. Sobre esta base, corresponde rechazar el recurso de casación interpuesto por la
defensa oficial de Trejo; con costas en la instancia (arts. 456, 465, 468, 469, 470 y 471 a
contrario sensu, 530 y 531, CPPN).
En virtud del acuerdo que antecede, la Sala II de la Cámara Nacional de
Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal RESUELVE:
RECHAZAR el recurso interpuesto por la defensa de Kevin Mario Trejo y, en
consecuencia, CONFIRMAR el decisorio impugnado, en todo en cuanto fue materia de
agravio; con costas, atento al resultado de la presente (art. 89, CP; arts. 456, 465, 468,
469, 470 y 471 –estos dos a contrario sensu–, 431 bis, 530 y 531 del CPPN).
Regístrese, comuníquese mediante medios electrónicos al tribunal de la instancia
–que deberá́ notificar personalmente al imputado–, notifíquese (Acordada 15/13, CSJN;
Lex 100) y remítase la causa oportunamente (cfr. Acordadas n° 27/2020, 24/2021 y cc.
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación), sirviendo la presente de atenta nota de
estilo.

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