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PIRÁMIDES COMO CENTRO DEL UNIVERSO

EDUARDO MATOS MOCTEZUMA*

http://www.arqueomex.com/S2N3nPiramides101.html

Para los pueblos mesoamericanos, el movimiento de los astros y


particularmente del Sol era determinante para estructurar su imagen del
universo, y con base en ella definían también la orientación de sus
ciudades y templos principales. El Sol nace por el oriente y se eleva en el
firmamento para después empezar a declinar hacia el poniente, es decir,
la forma piramidal representada en un edificio se asemeja en cierta
forma al movimiento de ascenso-descenso que realiza el astro.

Las pirámides son representaciones del Tonacatépetl, “montaña de los


mantenimientos”, que para los mesoamericanos era una gran troje que
contenía los granos y el agua que fertilizaba la tierra y hacía crecer las plantas.
En un mural teotihuacano hay una imagen de una montaña en que se ven
granos y agua que brota. Tlalocan. Tepantila, Teotihuacan, estado de México.
Foto: Marco Antonio Pacheco

Si atendemos al significado del término “pirámide” resulta evidente que su primera


acepción se relaciona con la forma de un cuerpo geométrico. Sin embargo, un segundo
nivel nos lleva a considerarla como la manera común con que la gente se expresa en
relación con edificios antiguos. Se habla de “pirámides de Egipto” (que en cuanto a la
forma son verdaderas pirámides) o de las mesoamericanas, que en realidad no se ajustan
cabalmente a la forma típica sino que son una serie de cuerpos escalonados
superpuestos que adquieren cierta forma piramidal, con la escalinata que conduce a la
parte superior. Esta masa arquitectónica conocida como basamento tiene por función la
de servir para que sobre él se erija el templo propiamente dicho, que se encuentra en la
parte más alta del mismo. En ocasiones, el basamento descansa sobre una plataforma
que sustenta a todo el edificio.
La primera pregunta que surge es: ¿por qué esta forma del edificio? Esto nos remite de

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inmediato a la manera de concebir el universo de los pueblos mesoamericanos. Para
ellos, el movimiento de los astros y particularmente del Sol era determinante para
estructurar su imagen del universo, y con base en ella definían también la orientación de
sus ciudades y templos principales. El Sol nace por el oriente y se eleva en el
firmamento para después empezar a declinar hacia el poniente, es decir, la forma
piramidal representada en un edificio se asemeja en cierta forma al movimiento de
ascenso-descenso que realiza el astro..
Ahora bien, dentro de la variedad de pirámides tenemos aquellas cuya función era ser
centro del universo o axis mundi de las sociedades en que se dan. Varias características
les son propias: a) Están construidas en lugares considerados sagrados; la sacralidad del
lugar se establece por medio de señales o símbolos que le dan validez. b) El edificio
guarda una orientación hacia el poniente. c) Se asocia con sacrificio humano y guerra.
d) Representa montañas sagradas con cuevas en su interior que contienen el agua y los
granos que habrán de alimentar al hombre. e) Como consecuencia de los dos apartados
anteriores, tienen relación con la dualidad vida-muerte. f) Estas montañas representan
mitos importantes. g) Al ser el centro del universo, estos cerros/templos son el medio de
comunicación entre los niveles terrestre, celeste y el inframundo, y de ellos parten los
cuatro rumbos universales. h) Estas pirámides están rodeadas por plataformas que las
circundan a la vez que delimitan su acceso y sirven para establecer el espacio sagrado
de habitación de los dioses frente a otro espacio externo de habitación humana. i) Estas
grandes plazas sirven para que en ellas se realicen ceremonias masivas con participación
de la población en fechas especiales (Matos, 1995, 1997, 2003).
En la región central de Mesoamérica hay ciudades en las que se presentan algunos de
estos rasgos, como en Teotihuacan, Cholula, Tula, Tenayuca, Tenochtitlan, Tlatelolco y
otras más, si bien tomaremos como ejemplos aquellas de las que tenemos mayor
información: Teotihuacan y Tenochtitlan. En el caso de la primera se aprecian en dos
conjuntos: la Pirámide del Sol y el Templo de Quetzalcóatl o de la Serpiente
Emplumada en la Ciudadela. La primera fue construida durante la fase Tzacualli (1-150
d.C.) y el segundo en la fase Miccaotli (150-250 d.C.). En Tenochtitlan los rasgos se
aprecian en el Templo Mayor, que se empezó a construir alrededor de 1325 d.C. y se
fue ampliando al paso del tiempo. A continuación analizaremos cada una de las
características mencionadas presentes en estos conjuntos.

a) Símbolos de sacralidad
En el caso de la Pirámide del Sol, el lugar sagrado está indicado por la cueva que fue
encontrada debajo del monumento por Jorge Acosta en 1971 y estudiada por Doris
Heyden (Heyden, 1975). Ya habíamos comentado que no importa si la cueva es natural,
artificial (hecha por el hombre) o presenta ambas características; lo que importa es el
simbolismo que la representa como lugar por donde se puede ir al mundo de los muertos
o la matriz que pare pueblos. Por eso suele asociarse con el agua como elemento de
fertilidad, como lo indican los canalones hallados en el interior de ella. En el caso de la
Ciudadela, recientemente se ha encontrado una especie de túnel que parte de la plaza y
llega hasta el Templo de Quetzalcóatl (Sergio Gómez y Rubén Cabrera, comunicación
personal).
En lo que respecta a Tenochtitlan, sabemos por diferentes crónicas que el símbolo de
sacralidad está representado por el águila parada sobre el nopal, lugar donde se erigirá el
Templo Mayor. Esta imagen la vemos en la parte posterior de la escultura del Teocalli
de la Guerra Sagrada, así como en la lámina 1 del Códice Mendoza y en el Aubin, por
mencionar sólo algunos casos. La figura del águila en su connotación solar representa al
dios Huitzilopochtli; las tunas y la piedra sobre la que se erige el nopal nos recuerdan el

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relato del sacrificio de Cópil por parte de Huitzilopochtli y la manera en que se le
arranca el corazón y se arroja en medio del lago. Por lo tanto, sacrificio, guerra y Sol
triunfante marcan el lugar sagrado en donde se ubicará el Templo Mayor.

b) Orientación hacia el poniente


Los edificios que venimos tratando están orientados hacia el poniente, lo que obedece
en todos los casos al movimiento solar de este a oeste, por medio del cual se establece la
orientación de la ciudad como imagen del cosmos. El orto y el ocaso del astro tienen un
contenido importante y a partir de él se fijan los rumbos del universo con sus símbolos,
deidades, colores, fauna y flora que los identifican. La imagen cuatripartita del universo
queda así expresada en estas urbes, la cual se plasma en códices como el Fejérvary-
Mayer y en estructuras arquitectónicas como la que se encuentra el frente de la Pirámide
de la Luna en Teotihuacan.

c) Sacrificio humano
Este aspecto se ve en la Pirámide del Sol, con los infantes hallados por Leopoldo Batres
en cada una de las esquinas del monumento. Otro tanto ocurre en el Templo de
Quetzalcóatl con los enterramientos masivos de individuos que tienen las manos atadas
a la espalda en grupos de 4, 9 y 18 esqueletos, además del túmulo mortuorio encontrado
en el centro del templo. Del Templo Mayor de Tenochtitlan tenemos un buen cúmulo de
información por parte de los cronistas acerca de la práctica del sacrificio humano tanto
en el lado de Tláloc como en el de Huitzilopochtli.

d) Montañas sagradas
En la actualidad muchas comunidades indígenas conservan la idea de que algunos
cerros contienen agua en su interior. Esta creencia proviene del mundo prehispánico y
se expresa en el altépetl o montaña de agua alrededor del cual se asienta la comunidad.
Si bien las referencias sobre éste son tardías, no es de dudar que tenga sus inicios en
Teotihuacan o aun antes. Es así como en el mural de Tepantitla, en Teotihuacan,
aparece la imagen de una deidad asentada sobre una montaña en cuyo interior
observamos agua y granos depositados dentro de una cueva. A su vez, la deidad arroja
con sus manos agua a la tierra. En el Templo de Quetzalcóatl se ven serpientes con
conchas y caracoles, indicadores todos ellos de un carácter acuático y de fertilidad. En
Tenochtitlan sabemos que el lado norte del edificio estaba tutelado por Tláloc y hemos
planteado que posiblemente representa el Tonacatépetl o montaña de los
mantenimientos, en tanto que el lado dedicado a Huitzilopochtli representa la montaña
de Coatépec, en donde se lleva a cabo el nacimiento y posterior combate entre este dios
y los poderes nocturnos (Matos, 2003). En la etapa constructiva IV-b del Templo Mayor
se hallaron, detrás del arranque de las escalinatas que conducen a los adoratorios
dedicados a estos dioses, dos cámaras o “cuevas” que contenían elementos de fertilidad.
El concepto de la doble montaña lo tenemos, por ejemplo, en los pasos que nos dice
Sahagún (1956) que hay que atravesar para llegar al Mictlan, así como en el Códice
Vaticano Ríos; es probable que el Templo Mayor desempeñara este papel al ser el lugar
por donde es posible acceder a los niveles celestes y al inframundo.

Las pirámides conformaban el centro fundamental de los pueblos


mesoamericanos y eran receptáculo de los principales componentes de su
Cosmovisión.

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Templo Mayor de Tlatelolco.
Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces

e) Dualidad vida-muerte
Esta dualidad surge de la observación que el hombre campesino hace de la naturaleza, al
notar que a lo largo del año trópico hay una temporada de lluvias en que crecen las
plantas y otra temporada de secas en que no hay agua y las plantas no dan frutos. Fue
base fundamental para que se estableciera, a mi juicio, la dualidad que cobra forma en el
calendario y sus festividades. En la Pirámide del Sol se expresa por medio del sacrificio
humano pero también en la cueva que se encuentra debajo del monumento con su
contenido de matriz/inframundo. El Templo de Quetzalcóatl muestra ambos aspectos
con la presencia del sacrificio y los símbolos relacionados con fertilidad, vida, etc. El
Templo Mayor de Tenochtitlan con sus dos adoratorios dedicados a Tláloc (lluvia,
fertilidad) y Huitzilopochtli (sacrificio, muerte) es también expresión de este concepto
fundamental del mundo prehispánico (Matos, 2003).

f) Presencia de mitos
En Teotihuacan no contamos con fuentes históricas que pudieran hacer referencia a
mitos. Situación diferente ocurre en Tenochtitlan, donde el lado de Huitzilopochtli en el
Templo Mator representa la montaña sagrada del Coatépec, mito que resulta de vital
importancia, ya que relata cómo nace el dios Huitzilopochtli para combatir contra
Coyolxauhqui, de modo que el destino de este pueblo es conquistar a otros pueblos
enemigos para imponerles un tributo. De esta manera se lograba justificar
teológicamente la expansión militar mexica. En la fiesta de panquetzaliztli, dedicada al
dios guerrero, se hacía un recuerdo de la peregrinación y de lo ocurrido en el cerro de
Coatépec, que finalizaba con el sacrificio de guerreros cautivos y esclavos. De esta
manera el mito se realizaba periódicamente y se manifestaba en los componentes
presentes en ese lado: Huitzilopochtli, triunfante, en lo alto de la montaña; Coyol-
xauhqui, vencida y mutilada, al pie del Coatépec. Además, el acto sacrificial en lo alto
del cerro/templo repetía lo hecho por el dios con su hermana: el cuerpo del guerrero
sacrificado era arrojado desde lo alto y yacía al fondo, como se aprecia en la escultura
de la diosa lunar.
En cuanto al lado de Tláloc, ya hemos mencionado que posiblemente se trata del cerro
de los mantenimientos, lo que lo relacionaría con el mito del robo del maíz por parte de
Quetzalcóatl y con las festividades que se hacían en el lado de Tláloc en el mes de huey
tozoztli, en el que, como dice Durán, se trataba de imitar un cerro: “…hacían un bosque
pequeño en el patio del templo, delante del oratorio de este ídolo Tláloc, donde ponían

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muchos matorrales y montecillos y ramas y peñasquillos que parecían cosa natural y no
compuesta y fingida” (Durán, 1951).

g) Estructura del universo


Las ciudades mencionadas guardaban una distribución acorde con la imagen del
universo. Estaban divididas en cuadrantes y en el centro se encontraba la gran plaza o
recinto ceremonial con el edificio que cumplía el papel de axis mundi. Al mismo tiempo
el monumento principal en sí tenía ciertas características –algunas ya mencionadas– que
lo hacían particular y a la vez diferente de otros. Por él se podía subir simbólicamente a
los niveles celestes, pasar al inframundo, y era el centro del que partían los cuatro
rumbos universales. Era también el lugar en donde se encontraban las diferentes fuerzas
del cosmos. Acerca de la gran sacralidad de que estaban revestidos tales monumentos
como eje esencial de la estructura del universo, apunta Mircea Eliade: “…por el hecho
de que están situados en el centro del cosmos, el templo o la ciudad sagrada son siempre
el punto de encuentro de las tres regiones cósmicas” (Eliade, 1979).

Las pirámides conformaban el centro fundamental de los pueblos


mesoamericanos y eran receptáculo de los principales componentes de su
cosmovisión.

h) Plataformas circundantes
La Pirámide del Sol tenía una plataforma de aproximadamente 35 m de ancho que rodea
el edificio por todos sus lados, formándose así una plaza en cuyo interior estaba el
citado monumento. El único acceso posible al interior de la misma era por la Calle de
los Muertos, tal como ocurre con la plaza de la Ciudadela. En Tenochtitlan y Tlatelolco
también se han encontrado arqueológicamente estas plataformas que formaban la plaza
dentro de la que se encontraba el Templo Mayor y muchos otros edificios. El acceso a la
plaza se hacía por medio de las puertas de las que partían las grandes calzadas hacia los
cuatro rumbos del universo. La función de estas plataformas era la de servir como límite
entre un espacio de gran sacralidad y otro que podríamos llamar profano, según Eliade:

La fundación de la nueva ciudad repite la creación del mundo; en efecto, una vez que el
lugar ha sido validado ritualmente, se eleva una cerca en forma de círculo o de cuadrado
interrumpida por cuatro puertas que corresponden a los cuatro puntos cardinales […] las
ciudades, a semejanza del cosmos, están divididas en cuatro; dicho de otra manera, son
una copia del universo (Eliade, 1979).

i) Fiestas y ceremonias
Para finalizar, me referiré a la función de estas grandes plazas en donde había pirámides

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que eran consideradas axis mundi. Pese a que tenían un acceso restringido, como lo
muestran los vestigios arquitectónicos, fueron lugares de concentración masiva de la
población, la cual participaba en determinadas celebraciones. No tenemos datos para
Teotihuacan, pero en Tenochtitlan sabemos que en diversas ceremonias (como la de
panquetzaliztli ya citada), la participación se extendía no sólo al recinto ceremonial sino
a diferentes partes de la ciudad.
Con lo hasta aquí expuesto hemos penetrado en las esencias del papel que tenían tales
monumentos, pues ellos conformaban el centro fundamental de estos pueblos y eran
receptáculo de los principales componentes de su cosmovisión.

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• Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en
arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio
Nacional. Profesor emérito del INAH.

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