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Culturas prehispánicas americanas

TEOTIHUACÁN

Teotihuacán fue la mayor y más impresionante de las ciudades americanas hasta los tiempos
modernos. Situada en el altiplano central mexicano, Teotihuacán tuvo una existencia de unos
novecientos años, pasando de ser un pueblo grande de unos 6.000 habitantes a convertirse en una
metrópolis de 150.000 a 200.000 habitantes hacia 600 d. C., con un núcleo urbano que se extendía
por una superficie de unos 20 km². Era el centro de un imperio que llegó incluso a dominar la
cultura y la política de ciudades estado y reinos mayas más remotos. Las inscripciones del siglo iii
de las estelas de Tikal y Copán indican que sus dinastías estaban dominadas por Teotihuacán.
También pudieran haber influido en las culturas de los montículos funerarios del Misisipi.

A pesar de la importancia y magnificencia de Teotihuacán, poco se sabe de sus multiétnicos


habitantes. Sólo hasta hace poco se ha descifrado algo de su sistema de escritura, la mayor parte
de cuyas muestras se perdieron con la caída de la ciudad. Los mayas contemporáneos llamaban a
la ciudad Puh (Palacio de las cañas), pero su nombre de Teotihuacán (Ciudad de los dioses) le fue
dado más adelante por los aztecas, quienes, un milenio más tarde, construirían su propia capital,
Tenochtitlán, algo más al sur. Se desconoce su nombre original, pero lo que sí está claro es que, ya
en tiempos de los aztecas, Teotihuacán era en un lugar legendario y misterioso.

Los arqueólogos creen que una cueva de cuatro cámaras de principios del siglo i marcó el inicio del
rápido crecimiento de Teotihuacán. Las cuevas jugaban un papel integral en la religión
mesoamericana, pues eran consideradas lugares conectados con el origen de los dioses y los
antepasados, así como los portales del inframundo, el mundo de los demonios y otros seres
poderosos. La cueva de lava de Teotihuacán podría tener un significado particular, pues sus cuatro
pétalos o lóbulos representarían las cuatro partes del cosmos mesoamericano, un punto focal de
rituales de fuego y agua. En el siglo ii, la pirámide más grande de Teotihuacán, la del Sol, fue
construida directamente sobre la cueva.

La ciudad, trazada en su mayor parte entre 150 a. C. y 150 d. C., estaba organizada en cuadrantes,
con una avenida en dirección este-oeste y otra más importante en dirección norte-sur, llamada
por los aztecas “calzada de los muertos”, que estaba alineada con la montaña sagrada de Cerro
Gordo, formando un ángulo este-norte de unos 15º. La anchura de la avenida era variable (40-95
metros), y un canal ancho y largo bajo el pavimento de la misma recogía el agua de los edificios
vecinos y la evacuaba al río San Juan. La pirámide de la Luna, orientada al sur, definía el extremo
septentrional de la avenida, junto con la pirámide del Sol, orientada al oeste y separada un
kilómetro de la primera. La calle este-oeste no formaba un ángulo exacto de 90º con la avenida
norte-sur, sino una inclinación de 16º 30’, seguramente por razones astronómicas. Más al sur se
encuentra la llamada plaza de la ciudadela, una gran plaza hundida que debe su nombre a los
españoles, quienes le atribuyeron, erróneamente, un carácter militar.

Emulando las formas de las montañas que rodean el valle, la construcción de las pirámides del Sol
y la Luna requirieron el transporte de millones de metros cúbicos de adobes sin ayuda de ruedas
(pues las desconocían) o bestias de carga. Las pirámides están construidas sobre estructuras más
antiguas, tal vez incluso sobre tumbas de gobernantes de Teotihuacán. La primera fue la pirámide
del Sol, que se acabó hacia 200 d. C. La base de esta estructura, una de las mayores construidas en
la América antigua, es un cuadrado de 215 metros de lado con una altura de unos 63 metros. Su
perfil actual es engañoso, ya que fue producto de la imaginación de los que la reconstruyeron en
los albores del siglo xx. La pirámide original constaba de cuatro plataformas escalonadas
coronadas por un templo, y una plataforma adosada construida sobre lo que originalmente había
sido la fachada principal de la pirámide. El exterior de la pirámide estaba revestido por una gruesa
capa de argamasa suave y, probablemente, estuvo pintada de rojo.

La pirámide de la Luna, en el extremo norte de la calzada de los muertos, fue terminada hacia 250
d. C. Excavaciones recientes cerca de la base de la escalera de la pirámide han descubierto la
tumba de un varón con numerosos objetos de obsidiana y jade, así como animales sacrificados.
Esta tumba, una de las más significativas descubiertas hasta ahora en Teotihuacán, podría indicar
la existencia de otras aún más importantes enterradas en el corazón de la pirámide. A los pies de
la pirámide de la Luna hay una plaza (de 204 × 123 metros) rodeada de plataformas, que en su
tiempo estuvieron estucadas, pintadas y coronadas por templos. Una plataforma baja situada en
el centro de la plaza, y visible desde todas las plataformas circundantes, servía como lugar
destacado para los rituales.

El templo de la Serpiente Emplumada

Una vez terminadas las pirámides del Sol y de la Luna, el grueso de la construcción se trasladó
hacia el sur, donde se erigió un amplio conjunto mixto, religioso y palaciego —llamado por los
españoles la ciudadela, una plaza hundida con capacidad para acoger a la mayor parte de los
habitantes de la ciudad—, centrado en el templo de la Serpiente Emplumada (Quetzalcoatl).
Terminado a principios del siglo iii, el templo está flanqueado por dos conjuntos residenciales,
donde posiblemente vivieron los soberanos de la ciudad, y quince pirámides escalonadas más
pequeñas, tres al oeste, detrás del templo, y otras cuatro en los otros tres lados.

Al parecer, la fase inicial de la construcción del templo de la Serpiente Emplumada estuvo marcada
por varios enterramientos masivos de personas, que en apariencia fueron sacrificadas con las
manos atadas a la espalda, durante la construcción de la pirámide. Lo más probable es que los
sacrificios fueran parte de un culto de guerra que, según los astrónomos de la época, estaba
regulado por la posición del planeta Venus en el cielo durante su ciclo celestial de 584 días.

Todo parece indicar que en el templo de la Serpiente Emplumada podría haberse utilizado por
primera vez el perfil arquitectónico característico de Teotihuacán conocido como “talud tablero”,
donde un panel rectangular (el tablero) se asienta sobre un panel inclinado (el talud). Los
paramentos solían estar decorados con murales. Todas las plataformas de Teotihuacán tienen este
perfil, y su presencia en otros lugares arqueológicos indica, por lo general, la influencia de
Teotihuacán en toda Mesoamérica. La balaustrada y los tableros del templo de la Serpiente
Emplumada muestran grandes cabezas de serpiente con bajorrelieves, sobre los que, a intervalos,
se ilustran complicados tocados de mosaico de piedra perfectamente ensamblada. Los tocados, así
como los ojos y dientes prominentes, son parte integral de la iconografía militar de Teotihuacán, y
se utilizaron en toda Mesoamérica.

Hacia 200 d. C. se habían acabado todos los grandes edificios del lugar, y el imperio Puh se
ocupaba de construir y mejorar las zonas residenciales de la ciudad. Los espacios intersticiales de
la retícula urbana de Teotihuacán se rellenaron con conjuntos de viviendas de una o varias plantas.
Esta retícula, la única conocida en la Mesoamérica anterior a la capital azteca Tenochtitlán (siglo
xiv), demuestra la existencia de un elevado grado de control social.

Entre 200 y 600 prosiguió el florecimiento de Teotihuacán, una de cuyas claves fue el comercio de
larga distancia. Pero este éxito no fue duradero, pues hacia 750 la ciudad sufrió un incendió
devastador, posiblemente provocado por invasores procedentes de la ciudad de Cacaxtla, situada
210 kilómetros al este.

Una historia universal de la arquitectura, Francis Ching.

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