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Sobre la cima de la pirámide se pueden observar los atlantes (fig 2 y 3), son esculturas que
están ensambladas con cuatro fustes (partes) y servían para sostener la techumbre del
templo. Éstas representan a los guerreros zuyuanos ataviados con penachos, que portan
armas como cuchillos, flechas y lanza dardos (atlas).
La Pirámide de Tenayuca
Otra de las grandes culturas del periodo Post-Clásico sería la Chichimeca y la Pirámide de
Tenayuca (fig. 4) es uno de sus vestigios. De basamento cuadrangular, está construida, al
igual que la Pirámide de Tlahuizcalpantecuchtli, según el sistema talud tablero,
diferenciándose de ésta última por sus paredes lisas. Está constituida por un vestíbulo en su
base, que antecede a una gran escalinata y en la cima, se ubican dos templos semejantes
colocados frente a cada uno de los centros de las dos partes en que quedaba dividida la
escalinata por una alfarda central, por lo que se cree que este monumento tenía un carácter
esencialmente solar.
Fig. 4. Pirámide Tenayuca.
Escultura de Coatlicue
La escultura de Coatlicue (fig. 6) mide 2.60 metros y es uno de los grandes monumentos de
la cultura mexica azteca. En ella, la diosa aparece decapitada, de su cuello brotan dos
torrentes de sangre en figura de cabeza de serpientes. Su pecho está caído y se ve decorado
con manos cortadas y corazones arrancados. En la parte baja de su busto, tanto como en
medio de sus espaldas, aparece un cráneo humano. La falda de la diosa se compone de
serpientes entrelazadas que indican su relación con la tierra, la fertilidad, la vida y la
muerte. De entre la falda de serpiente salen piernas macizas, fundadas en unos pies con
garras. La parte inferior del monolito es grabada según la imagen de Tlaltecuhtli, el
monstruo de la tierra, que así se sitúa en el punto de contacto del monumento con el suelo.
De acuerdo con Jean-Claude Delhalle y Albert Luykx (1992), la iconografía que alude a la
muerte y los sacrificios humanos no es mera casualidad ya que subraya un enlace estrecho
entre las riquezas proporcionadas por la tierra y las vidas devoradas. Además el chorro de
sangre transformado en serpiente sólo puede ser el símbolo de la vida volviendo a surgir.
Todo esto nos permite aventurar los fines religiosos de las construcciones del México
precolombino. El sacrificio humano y la observación de los astros iban de la mano, por lo
que las pirámides cumplen esta doble función: observatorios y templos. Por su parte la
escultura de Coatlicue remite a esa mitología que imperaba, con mayor o menor fuerza
dependiendo de la región, en todo el territorio mexicano y que ha podido ser rescatada
aunque con cierto sincretismo, gracias a los testimonios artísticos cuya significación se
encuentra en los testimonios de los españoles a través de los códices.