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IMPRESSUM
EDITORES/EDITORS
Barbara Blaha Pfeiler (Universidad Nacional Autónoma de México, Mérida / University of
Hamburg, Hamburg), Andreas Koechert (Universidad de Quintana Roo, Chetumal / University of
Hamburg, Hamburg), Alexander W. Voss (Universidad de Quintana Roo, Chetumal)
ISSN: 1860–5710
(Alemania/Germany)
© by A. Koechert, Hannover. Alle Rechte vorbehalten, insbesondere die des Nachdrucks, der tontechnischen Wiedergabe und der Übersetzung. Ohne
schriftliche Zustimmung ist es – auch für den Eigengebrauch – nicht gestattet, dieses Werk oder Teile daraus in einem photomechanischen, digitalen
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INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN TORNO
A LOS MONTÍCULOS DE TIERRA DE TANTOC, Y
SUS RELACIONES CON SOCIEDADES DEL SURES-
TE DE ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA1
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y sus posibles relaciones culturales con sociedades que presentaron
características similares desde la perspectiva de los autores que
mencionamos en el presente artículo.
Palabras clave: Huasteca, Tantoc, montículos de tierra, Cahokia,
preclásico, posclásico
INTRODUCCIÓN
Tantoc, como lo subrayó Joaquín Meade, o Tamtok, como lo escribiera Guy Stres-
ser-Péan, o los últimos trabajos que se realizaron en el sitio con el nombre de
Tamtoc, realza su importancia desde tiempos decimonónicos o principios del siglo
XX gracias a que en medio de esa selva baja caducifolia, se erigían grandes y pro-
minentes montículos en forma piramidal y alrededor de espacios abiertos tipo pla-
za, elevaciones y trazo que inmediatamente se hicieron comparables con Teo-
tihuacán.
Esta notoriedad de abundantes y grandes montículos presenta una característi-
ca singular, que no tiene parangón con otras sociedades de otras regiones de Me-
soamérica.
El Proyecto Tantoc, que se desarrolló en la última década del siglo pasado y
que estuvo dirigido por el arqueólogo Patricio Dávila Cabrera, nos dio la oportuni-
dad de conocer no sólo la historiografía del sitio y la Huasteca en general, sino de
entender el desarrollo cultural del sitio arqueológico. Es por esta razón que pode-
mos aseverar que además de la construcción de estos grandes montículos que pre-
sentan rasgos particulares, hay otro grupo de montículos bajos diseminados por
toda el área de estudio que corresponden a períodos del epiclásico y posclásico.
Además, de haber logrado localizar hasta en tres lugares material cerámico corres-
pondiente a períodos tempranos comparables en fecha con el preclásico, incluso
uno de estos sitios está asociado al descubrimiento de esculturas y monolitos talla-
dos de grandes dimensiones.
Desde esta perspectiva, y al explorar los montículos en forma piramidal, nos
dimos cuenta, que estos solo eran grandes promontorios de tierra, sin su recubri-
miento de piedra como son los conocidos en toda Mesoamérica. Esta característi-
ca sui géneris, por supuesto, ha hecho que todos los que investigaron e investigan
el sitio arqueológico de Tantoc, solo se reduzcan a lo conocido, en este caso a los
montículos bajos del posclásico y en su defecto al área donde localizamos los mo-
nolitos con la cerámica del preclásico, olvidándose de los montículos. Por tanto, el
objetivo del presente estudio es, con base en un método comparativo, determinar
el período y sociedad al que pertenecieron estos grandes montículos.
Partimos de la hipótesis que estos promontorios de tierra fueron hechos por la
sociedad de los constructores de montículos y que el material con que los erigie-
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ron, fueron tomados de las presas que a la vez integran un interesante sistema
que en épocas de inundaciones, hacían que el área central de Tantoc quedaba co-
mo una “isla” y a salvo de las inundaciones.
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mo el ébano (Pithecolobium flexicaule), el chijo (Piscidia piscipula), el mezquite
(Prosopis juliflora), la guásima (Guazuma ulmifolia), y la ceiba (Ceiba penta-
dia) entre otras especies (Leiva y Galicia 1997: 48–49).
Al igual que la vegetación, la fauna es muy variada y está clasificada dentro de
la región zoogeográfica neotropical, la cual está compuesta por especies como ma-
pache, conejo, venado, armadillo, tejón, tlacuache, jabalí, ardilla, guajolote silves-
tre, faisán negro, chachalaca, loros, quila (Aratinga holochlorus), y que también
cuenta con una variedad de serpientes como víbora de cascabel, coralillo, nauya-
ca, mazacuata (Boa constrictor), y el falso coralillo, entre otras (Álvarez y Gonzá-
lez 1987: 50–51).
Un aspecto importante de la Huasteca es el sistema hidrológico que drena la
planicie costera. Al norte se encuentra el río Soto la Marina y el río Panuco, al sur
están los sistemas del río Tuxpan y el río Cazones, todos desembocan en el Golfo
de México. Dentro de este sistema hidrológico de la región retomamos los afluen-
tes del río Moctezuma y el río Tampaón, ambos forman el gran río Pánuco, consi-
derado el más importante por su enorme cuenca y mayor caudal. El sitio arqueo-
lógico de Tantoc se localiza en un meandro del río Tampaón (Álvarez y González
1987: 51–53).
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tículo 24, un cúe de 30 m de alto por 28 de diámetro, apunta que en la cima de
éste había un saqueo de unos 2 m2. Uno de los informantes que lo acompañaron,
le comentó que en la cima se podía observar el piso de estuco y unas escalinatas
que miran al poniente, sin embargo, Pavón describe que dada las erosiones pluvia-
les estos ya no eran visibles (Pavón 1933: 1–8).
En 1939, el ingeniero Joaquín Meade realizó una serie de reconocimientos de
tipo arqueológico en toda la Huasteca, evidentemente el sitio de Tantoc no pasó
desapercibido. En su Informe número 2 (Meade 1939a) narra que desde el paraje
La Coaya se ven claramente los montículos del Tantoque, que se encuentran en
los potreros de El Aserradero, pero es sólo en su Informe número 4, donde hace
una descripción detallada del sitio monumental. Desafortunadamente, dicho infor-
me está extraviado, sabemos de su existencia porque está registrado junto con to-
dos los informes que el ingeniero entregó al Departamento de Prehistoria, actual-
mente el Archivo Técnico del INAH.
A pesar de estos inconvenientes referente al acopio de información del sitio,
está la ponencia que Meade presentó en el XXVII Congreso Internacional de Ame-
ricanistas en el año de 1939, donde plantea que Tantoc ocupa el tercer sitio en
importancia de la región huasteca (Meade 1939: 13–14). La primera estructura
que describe es “El Cubilete”, calculando su altura en unos 50 o 60 m por unos
400 m de base. Tomando en cuenta los deslaves y derrumbes que lo hayan afecta-
do durante todo este tiempo, menciona la existencia de un piso de “cemento” en
la parte superior del cúe de aproximadamente 10m por 6m - Meade interpreta el
piso de estuco como piso de cemento -. La segunda estructura la conoce como “El
Tizate” o “La Noria”, y enfatiza que en dicho montículo son más notables los cuer-
pos escalonados, calculando su altura entre los 45 a 50 m por 350 m de base
(Meade 1939: 15–18).
Otras estructuras de menor altura son las que se encuentran entre ambas pirá-
mides, la primera de ellas es de forma alargada y presenta dos cuerpos en la parte
superior, se le conoce con el nombre de Tantoque, la segunda se llama Piedras
Paradas y se encuentra al oriente del Tantoque (Meade 1939: 15–18).
Finalmente, agrega que alrededor de estas grandes estructuras hay varios cúes
menores, y en los alrededores del sitio hay varias presas artificiales. Al respecto
plantea la hipótesis de que pudieron tener una triple función, como son proporcio-
nar tierra para construir las pirámides, agua para los moradores y como fosa o
acequia para servir de defensa (Meade 1942 y 1946).
En la década de los años sesenta la Misión Arqueológica de la Embajada de
Francia realiza investigaciones en México, quienes escogieron como área de estu-
dio la región huasteca. Estos trabajos estuvieron bajo la dirección de Guy Stresser-
Péan, y entre los sitios escogidos estaba Tantoc. Stresser-Péan tenía dos motivos
para estudiar dicho sitio, el primero es que conoció Tantoc antes que Meade, y
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quedó muy impresionado del lugar, pensó que se trataba de lomas naturales reto-
cadas por la mano del hombre. Responder a esta duda se volvió uno de sus objeti-
vos, y el segundo motivo se debió a que Meade consideró a Tantoc como el sitio
más monumental y grande de la región (Leiva y Galicia 1997: 38).
Los trabajos de Stresser-Péan iniciaron en 1962. Con el objetivo preliminar de
saber si estos montículos eran lomas naturales o no, escogió la pirámide este, que
es el Cubilete, y realizó una cala de 128 m de largo por el lado oeste, partiendo de
la parte más baja hasta la cima. Como resultado concluye que no halló ninguna
huella de construcción, adobe, paredes, ni escaleras, sólo capas geológicas, y con-
sidera que se trata de un cerro aislado, al cual los “indios” gracias a importantes
transportes de tierra lograron dar de un lado el aspecto de una gran pirámide de
tres cuerpos (Stresser-Péan 1964).
Menciona la gran plaza que se encuentra entre las pirámides, donde se forman
un patio hundido rectangular de 270 m de largo por 120 m de ancho, y un corre-
dor de 270 m de largo por 20 m de ancho. En su descripción agrega que estas es-
tructuras fueron hechas de pura tierra (Stresser-Péan 1964).
En la década de los años setentas se ejecutó el Proyecto Arqueológico Huaxte-
ca, bajo la dirección de los arqueólogos Ángel García Cook y Leonor Merino Ca-
rrión. Se realizaron recorridos de superficie en los estados de San Luis Potosí, Ta-
maulipas y Veracruz, con la finalidad de registrar los sitios que se verían afectados
por los trabajos de la presa Pujal Coy. De esta forma, Tantoc fue registrado con la
clave Hp 139 (García Cook y Merino Carrión 1978).
Posteriormente, en un informe de 1989, Leonor Merino habla de Tantoc, reto-
ma los trabajos que Meade y la misión francesa hicieron en el lugar y agrega que
este sitio se sitúa entre las fases culturales de desarrollo regional conocidos como
Tamul y Tamuín (900–1550 d.n.e.).
En 1980, los arqueólogos Patricio Dávila y Diana Zaragoza inician el proyecto
Atlas arqueológico del Estado de San Luis Potosí, registrando el sitio de Tantoc
con la clave SL-6. Posteriormente, el arqueólogo Patricio Dávila desarrolló el Pro-
yecto Tantoc, donde plantea como objetivo principal el estudio de los montículos
de tierra, conocer su temporalidad y sus posibles relaciones, también se ocupa de
explorar una plaza con una ocupación del período posclásico, con la finalidad de
definir los procesos culturales del sitio. En la primera temporada de campo 1994-
1995, se exploraron 17 unidades de excavación (Leiva y Galicia 1997: 41–42).
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de esta península, y al haber inundaciones el área queda como una isla.
El sitio está constituido por grandes montículos de tierra que sobrepasan los 30
m de altura, se encuentra rodeado de varias lagunas, algunas de ellas artificiales,
como resultado de la obtención de tierra para la construcción de los montículos, y
por consiguiente, también fueron usadas para el almacenamiento de agua (Figura
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también son de tierra. En el mapa (Figura 3) se presenta la ubicación de los mon-
tículos antes mencionados.
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Figura 4: Vista del cúe el Tizate,
desde el río Tampaón
Leiva y Galicia 1997
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El Cubilete está compuesto por dos plataformas y un montículo, la primera pla-
taforma es casi circular, es decir, mide de norte a sur 257 m y de este a oeste tie-
ne 270 m; la segunda tiene 130 m de diámetro, y el montículo cónico tiene 73 m
de diámetro, el área en la cima mide 15 m de diámetro, y su altura total es de
32.37 m (Leiva y Galicia 1997: 70–72). Si bien este montículo no fue explorado
en la temporada de campo del Proyecto Tantoc, pues quedo como línea de investi-
gación para futuras exploraciones, estamos de acuerdo con Stresser-Péan de que
dicho basamento fue modificado por el hombre, además de que guarda mucha si-
militud con el montículo de los Monjes, Cahokia, Illinois, de la cultura Hopewell
(Figura 14a).
El Montículo 3 o Cúes gemelos se localiza al sureste del Cubilete, sobre una
terraza, y consisten en un par de montículos paralelos, con una orientación de
norte-sur, como si conformaran un juego de pelota. Ambos son alargados, de 55
m de largo por 22 m de ancho cada uno, el montículo oeste tiene una altura de
2.79 m y el este tiene 2 m (Leiva y Galicia 1997: 72–73).
El Montículo 4 o Tantoque es el único que conserva su nombre de origen tee-
nek. En la parte superior sur-oeste, existe un pequeño cementerio moderno, el úl-
timo entierro se realizó en la década de los años sesentas (Patricio Dávila, comu-
nicación personal). Sobre este tema también comentó el arqueólogo Dávila, que
en el sitio arqueológico de Tacolua los habitantes aún van a ofrendar a sus muer-
tos. Referente a este tema, Stresser-Péan (1991) opina que se trata de la supervi-
vencia de un antiguo centro ceremonial o la necesidad de enterrar sus muertos en
una parte plana, elevada y seca, lejos de las inundaciones.
El Tantoque se localiza sobre la plataforma en “U” o Montículo 5 y delimita la
Gran Plaza por el lado oeste, donde el Tantoque se extiende a lo largo de 350 m,
por el lado sur tiene 180 m de ancho y se reduce a 130 m de ancho por el lado
norte. Sobre éste se erigen en sus extremos norte y sur dos montículos, el mon-
tículo norte mide 22.64 m y el sur tiene 28.69 m; ambos montículos presentan un
patrón homogéneo en sus curvas de nivel, situación que nos hace suponer que
fueron construidos por el hombre al igual que la parte suroeste del Tantoque, el
cual fue modificado para darle la forma a la Gran Plaza (Leiva y Galicia 1997:
73–74).
El Montículo 5 consiste en una plataforma en “U", la cual tiene una doble fun-
ción, por un lado delimita la Gran Plaza en sus lados oeste, sur y este, y por otro
lado, hacia el este, forma parte de un gran pasillo junto con el montículo 7 o Pie-
dras Paradas (Leiva y Galicia 1997: 74).
La plataforma mide en sus lados oeste y este 350 m de largo, la parte oriental
tiene 39 m de ancho en la base y 25 m de ancho en la cima, y la altura es de 9 m;
en la parte oeste, como ya mencionamos, se ubica el Tantoque. El lado sur tiene
una longitud de 139 m aproximadamente, y el ancho es bastante irregular, pues,
varía de los 50 a 70 m (Leiva y Galicia 1997: 75).
El Montículo 6 cierra a la Gran Plaza por el lado norte. Se trata de una estruc-
tura de menores dimensiones, es de forma circular y mide 50 m de diámetro,
cuenta con una altura de 12.55 m, y su cima tiene 8 m de diámetro, donde se ha-
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llaron los cimientos de un posible altar. Dicho montículo fue construido en su to-
talidad (Leiva y Galicia 1997: 75).
La Gran Plaza hundida tiene 275 m de largo y 100 m de ancho, está delimita-
da por el este, oeste y sur por la plataforma en “U”, y por el montículo 6 al norte
(Leiva y Galicia 1997: 76).
El Montículo 7 o Piedras Paradas consiste
en una plataforma alargada en forma de “b”,
que presenta un montículo en su extremo sur.
Al pie de este montículo se hallaron algunas
estelas o restos de ellas, de ahí su nombre de
piedras paradas. La plataforma es alargada mi-
de 258 m de largo, la parte norte tiene 44 m
de ancho, en la parte sur aumenta su ancho a
80m con una altura promedio de 2m. Sobre Figura 7: En esta vista de oeste
dicha plataforma al sur se encuentra un mon- a este, se observa en primer
tículo alargado de 87 m de largo por 37 m de plano el Gran Pasillo, seguido
ancho con una altura de 17.69 m, cuya cima del cúe de Piedras Paradas y al
también es alargada y es de 28 m de largo por fondo se encuentra el montícu-
6.5 m de ancho (Leiva y Galicia 1997: 76–77). lo del Cubilete, donde se pue-
El Pasillo o Corredor está formado por los
den notar sus tres cuerpos
montículos 5 y 7 (Figura 7), que crean un pa-
Leiva y Galicia 1997
sillo de 270 m de largo por 15 m de ancho. La
topografía del lugar tuvo que haber sido modi-
ficada para dejar el pasillo parejo (Leiva y Galicia 1997: 77–78).
En relación al resto de los montículos, estos son de menor tamaño, algunos for-
man pequeñas plazas, que se encuentran distribuidos al norte y sur de la gran pla-
za. Estos fueron agrupados en conjuntos, sin embargo, no fueron trabajados por el
Proyecto Tantoc.
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Comparativo de los Monumentos Arqueológicos de México, donde habla sobre
ciertas migraciones que se dieron en México en general, sin embargo, para el área
de nuestro interés, dice que,
“… la más importante de las migraciones, si no por su número, si por
su alto grado de cultura, es la que, procedente de la cuenca del río
Mississippi y estados orientales de Estados Unidos de América, se ex-
tendió por la parte norte del Golfo de México.
Puesto que no es fácil decir que denominación corresponda a estos
pueblos, cuyas manifestaciones de cultura en el territorio nacional al-
canzaran su máximo desarrollo en diferentes lugares, ya sea mezclán-
dose con los pobladores anteriores o evolucionando en forma natural
con nombre muy diferente, hemos optado designarlos de un modo ge-
neral con el de olmecas, nombre que nos parece más de acuerdo con
las tradiciones recogidas por los más antiguos historiadores.
Caminando hacia el sur, estos pueblos se estacionaron en parte,
cerca de la desembocadura del río Pánuco, y mezclándose con los to-
tonacos, pueblos arcaicos existentes en la comarca, constituyeron una
civilización especial…” (Marquina 1928: 7).
Obviamente, para los años 20 y
30 del siglo pasado, los estudios de
arqueología del noreste de México
eran escasos, no obstante, a la fecha
los estudios que existen sobre esta
región son muchos y todos nos remi-
ten a estudiar las evidencias que hay
para el preclásico (cerámica) y pos-
clásico (arquitectura). De cualquier
modo, Marquina desde entonces, es-
taba convencido que existían simili-
tudes culturales entre la sociedad
que ocupó el norte del Estado de Ta- Figura 8: En este mapa Marquina
maulipas con el sureste de Estados (1928) ilustra la movilidad de la cultura
Unidos, conocida como la región de de los mounds hacia el sur del Golfo de
“los mounds”, incluso asegura que
México, que él denomina circunstancial-
las relaciones se dieron de norte a
mente como “olmeca”
sur y no viceversa, además de tener
un origen común de las civilizaciones
que ocuparon el área cultural ahora conocido como Mesoamérica (Figura 8).
Las características generales que llevaron a Marquina a postular dicha teoría
son los trazos de los sitios arquitectónicos de estos “mounds” con sitios de Yuca-
tán, Veracruz, Oaxaca con Teotihuacán, etc.:
“… la disposición de conjunto de los edificios… revela un verdadero
sentido arquitectónico al buscar un efecto preconcebido en la decora-
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ción por medio de la distribución simétrica de las masas y del arreglo
de los ejes” (Marquina 1928: 34).
Él dice que estos montículos son
la plataforma para la construcción de
la parte superior, tal y como se en-
cuentran sobre las “pirámides”, claro
que señalando que esto es sobre los
montículos de tierra, antes de ser pi-
rámides, es decir, antes de estar re-
cubiertos con piedras como las que
encontramos en toda Mesoamérica
(Figura 9).
El autor desarrolla una serie de Figura 9: Distribución espacial de los
dibujos arquitectónicos para compa- edificios alrededor de un patio, similar a
rarlos con los encontrados en Mesoa- los trazos mesoamericanos
mérica y comenta que estos no son Marquina 1928
para nada accidentales, que hay ejem-
plos suficientes en regiones como el valle central del Mississippi y en Georgia
(Marquina 1928: 35).
Otros materiales arqueológicos que le sirven de comparación son la cerámica,
que confronta con algunos ejemplares encontrados en Teotihuacán y otras cerámi-
cas que corresponden al formativo que de manera provisional denomina
“olmecas”, aunque debemos agregar que el autor no menciona los tipos cerámicos
a los que hace alusión.
Por último, señala otra característica, la semejanza de la práctica de la defor-
mación craneana con la “… frente hacia atrás…”, y considera que todos estos ele-
mentos nos dan la pauta para explicarnos que la influencia de estas sociedades
vienen del sureste de Estados Unidos.
Marquina estaba convencido de que hubo una migración de norte a sur que in-
fluenció primeramente en las sociedades del Golfo de México y posteriormente en
todas las sociedades de Mesoamérica. Esta migración se dio desde el período for-
mativo que denomina de manera circunstancial como olmeca. Desde esta perspec-
tiva, buscaba sitios con claras manifestaciones de estos montículos, y es por ello
que en 1933 envió a Pavón a realizar la descripción del sitio arqueológico “El Ase-
rradero”3, sin embargo, como señala en su informe respectivo (Pavón 1933), los
datos no corresponden al sitio encomendado por Ignacio Marquina, empero, estas
corresponderían con el sitio posclásico conocido como “El Naranjo”, ubicado den-
tro del meandro donde se encuentra Tantoc (Leiva y Galicia 1997).
Gracias a los escritos de Marquina, se comienza a tener interés en realizar estu-
dios arqueológicos en la Huasteca. Así en el año de 1937, Wilfrido Du Solier reali-
zó excavaciones en sitios arqueológicos de Tancanhuitz y Tamposoque, San Luis
Potosí, de donde reportó cerámica del formativo. Posteriormente en 1943, los re-
sultados de sus exploraciones los da a conocer en la tercera reunión de mesa re-
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donda sobre problemas antropológicos de México y Centro América de la Socie-
dad Mexicana de Antropología, Castillo de Chapultepec, México (Du Solier 1944).
Por otra parte, entre septiembre de 1941 a febrero de 1942, Gordon F.
Ekholm excava sitios arqueológicos entre Tampico y Pánuco (Ekholm 1944) y,
con base al estudio comparativo de la cerámica, advierte fuertes similitudes con
las encontradas en Estados Unidos. Los resultados también se dan a conocer en la
tercera reunión de mesa redonda la Sociedad Mexicana de Antropología (Ekholm
1944a).
Posteriormente, Joaquín Meade publicó varios escritos sobre la Huasteca Poto-
sina en general, en ellos sostiene que los huastecos están emparentados con los
mayas (lingüísticamente), sin embargo, menciona que la ocupación de la Huaste-
ca es por “inmigrantes, extranjeros o primeros pobladores a quienes se ha dado
el nombre de olmecas”, y fue Pánuco la “puerta de entrada” de los “primeros po-
bladores civilizados” (Meade 1948: 17). Este investigador sostiene que Tamuín, y
sobre todo Tantoc, es el sitio más importante de la Huasteca, y plantea que es en
esta región donde se asentó una “gran cultura que después se había de disemi-
nar por todas partes” (Meade 1948: 18). Sin embargo, no señala específicamente
por donde llegaron, ni de donde llegaron estos primeros pobladores, aunque da a
entender implícitamente que estos provinieron de la parte sur de México, a dife-
rencia de Marquina, quien sostiene que la influencia viene del norte. Por otro la-
do, cuando realiza la descripción del sitio arqueológico de Tantoc, sustenta con
certeza que se trata de enormes plataformas todas construidas de tierra a diferen-
cia de los promontorios pequeños que si están recubiertos por piedra bola, consti-
tuyéndose estos grandes montículos como una prueba de la influencia de la cultu-
ra de los mound builders (Figuras 10–13).
En 1977, la Sociedad Mexicana de Antropología publica entre los trabajos de
su XVa mesa redonda titulada Los Procesos de cambio (en Mesoamérica y áreas
circunvecinas) el artículo “La Huasteca. Cultura – Origen en Mesoamérica y pun-
to de enlace con el sureste de Estados Unidos” de Gloria M. Delgado de Cantú.
Esta investigadora, en su afán de ubicar rastros teotihuacanos en la parte noreste
de Mesoamérica, se adentra al estudio de la “cultura” huasteca, la cuál considera
importante para Mesoamérica, sostiene que es probable que la influencia teotihua-
cana en la Huasteca se haya dado de manera inversa pero desde períodos más
tempranos, y considera que desde el horizonte formativo existieron relaciones
“con los más antiguos asentamientos humanos en el área mesoamerica-
na” (Delgado 1977: 439). Para esta autora los “huastecas” no son un grupo cultu-
ral sino que conforman varias etnias que provienen de una misma familia lingüísti-
ca y que se establecieron en toda la costa del Golfo desde Tamaulipas hasta la re-
gión maya del Petén, llevando su influencia a puntos importantes de Mesoamérica,
esto último así lo entiende de Marquina (1928) donde asevera que la “civilización
olmeca” recibió muchas denominaciones locales y desde el arcaico se extendió
por toda la costa este, partiendo desde el valle del Mississippi hasta el sur de la
zona maya (Delgado 1977: 439). Para ello, la autora dice que existe un parentes-
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Figura 10: Figura 11:
Croquis de Perfiles de
Tantoc los mon-
Meade 1948 tículos ma-
yores de
Tantoc
Meade 1948
co lingüístico entre la zona maya con la huasteca y esto como sabemos es por de-
más comprobado, sobre todo con la etnia teenek.
Delgado analiza la cerámica que encontraron Mc Neish y Ekholm en diferentes
excavaciones de Tamaulipas y Pánuco, y sostiene que los materiales cerámicos
encontrados desde la fase Pavón hasta la conquista española en lugares de Mesoa-
mérica están correlacionados con los del área Caddo en el sureste de los Estados
Unidos. Afirma que de esto también dan cuenta Du Solier y Krieger para quienes
estas características cerámicas son extraordinariamente sorprendentes.
Respecto a Tantoc señala que varios especialistas como Marquina, Du Solier,
Meade, y Blas Rodríguez, pudieron observar los dos enormes montículos que afir-
man eran artificiales y que les recordaban a las pirámides de Teotihuacán
(Delgado 1977: 442).
Por último, esta investigadora asume que en el período clásico mesoamericano
es cuando surgen los “grandes centros de civilización”, que desde Teotihuacán
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una sociedad expansionista entabló “relaciones culturales y comerciales” con los
mayas, zapotecas, el noreste de Mesoamérica y con el valle del Mississippi pero a
través de la Huasteca (Delgado 1977: 444), e insiste en que existen las huellas de
esa comunicación, aunque propone que dichos contactos pudieron ser vía marítima.
Patricio Dávila Cabrera junto a Diana Zaragoza Ocaña, inician una serie de pro-
yectos en la región huasteca con tres propósitos claros, que es definir una cultura
huasteca, definir un área cultural huasteca tanto diacrónica como sincrónicamen-
te y por otro lado, desarrollar una serie de nexos culturales de la Huasteca con el
sureste de Estados Unidos (Dávila 1993, 2002).
Dávila realizó estudios tanto de excavación como recorridos sistemáticos de
superficie en la región huasteca, pues considera que carece de límites tanto espa-
cial como temporal, del mismo modo que la región se comporta con la cultura
material, que es diversa.
Para este autor, la ubicación de la Huasteca en el noreste mexicano, la convier-
te en la puerta de entrada a Mesoamérica, dado que por esa área entraron influen-
cias de otros pueblos del Golfo de México, entre ellos los provenientes de la súper
área cultural del sureste de Norteamérica. Con ello, se plantea de manera distinta
a los estudios que consideran que esta área corresponde a Mesoamérica, específi-
camente del área maya (Dávila 2009: 33–34).
Los estudios de Dávila y Zaragoza nos llevan a entender que la Huasteca es un
espacio indefinido donde confluyeron muchas etnias y cada uno de estos desarro-
llos culturales guardaba independencia y compartían solo algunas semejanzas, es
decir, estaban interrelacionadas ideológica y comercialmente (Dávila 2009).
Patricio Dávila, en sus múltiples escritos, considera que a partir del formativo
se desarrollaron varias culturas con características propias en toda la región huas-
teca, e incluso algunas estuvieron influenciadas por la cultura olmeca. Con esto
nos damos cuenta que Dávila sigue la línea de estudio de Marquina, que mencio-
namos líneas arriba. En la época teotihuacana, en la fase Coy (200–650 d.C.) se
observa en el registro arqueológico de la Huasteca un decrecimiento de la pobla-
ción, traducido en la reducción de sus asentamientos. Este comportamiento se ex-
tendió por varios siglos. Es entre los siglos VIII y XI cuando en Mesoamérica se dan
florecimientos regionales, y es en esta época que Dávila ubica la presencia de es-
tas construcciones de tierra, cuyas influencias provienen del sureste de Norteamé-
rica, de las sociedades que se establecieron en el valle del Mississippi, y que dicha
influencia llegó vía fluvial y marítima (Dávila 2009). Es por esta razón que la ar-
queóloga Delgado no encuentra evidencia cerámica y arquitectónica para esta
época en gran parte del norte del México actual, pero sí en el área Caddo del sur-
este de Estados Unidos y la región huasteca.
Para Dávila, no es una simple influencia, sino “que llega una cantidad de gente
suficiente para instalarse con sus tradiciones, aunque después se integraron al
ámbito cultural de los pueblos autóctonos vecinos” (Dávila 2009: 35).
En el desarrollo cultural de la Huasteca, Dávila considera que lo que conoce-
mos y aceptamos como Huasteca con todos sus características se da a partir del
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siglo XIV, se pueden identificar centros ceremoniales semi urbanizados, basamen-
tos en torno a plazas, la alfarería típica es la “negro sobre blanco” o “negro y rojo
sobre blanco” y, posteriormente en el siglo XVI, se da el contacto con los euro-
peos, además de registrar a ocho grupos étnicos diferentes, entre ellos a los tee-
nek, a quienes Dávila y Zaragoza consideran fueron los que ocuparon Tantoc
(Dávila 2009: 36).
Dávila sostiene que la parte monumental de Tantoc se da entre 900 y 1200
d.C., para ello sus estudios concuerdan con los estudios de García Cook y Merino
(1989) quienes señalan la presencia de una nueva corriente cultural, cuyas raíces
no se encuentran en la región huasteca (Dávila 2000: 83).
Sobre los nexos entre la región huasteca y los pueblos de Norteamérica, señala
que son los montículos de tierra de Cahokia (mound builders) y Tantoc, los que
guardan similitudes tanto arquitectónica como urbanísticamente, existen cerámi-
cas con decoración similar como los platos del tipo cerámico Hun, variedad Ot,
así como vasijas tipo trofeo. Entre otros materiales se encuentran las puntas de
proyectil tipo Harrell4, los pectorales de concha y en la metalurgia se han encon-
trado algunos elementos forjados con las mismas técnicas. En relación a la con-
cha, los grabados y calados presentan formas circulares y semitrapezoidales (tipo
calzador), los motivos son la representación de cruz al centro de una estrella, el
hombre-pájaro, así como sacrificios humanos. Por otro lado también están las pi-
pas que se encontraron en la cueva veteada de San Luis Potosí, y que son simila-
res a las pipas del sureste de Estados Unidos. Agrega que, entre estas similitudes
existen términos lingüísticos como Tampaón y Tampa, por señalar solo algunos, y,
por último, diserta sobre el juego del chunki, practicado en Norteamérica y las
costas del Golfo, traducido en los discos de piedra y en figurillas de jugadores de
pelota, en cuyo yugo se luce el chunki, y que en Tantoc se hallaron en bastante
cantidad, como también en el sitio de Trapiche y Chalahuite (Dávila 2009: 45).
Frente a estos datos, añadimos que en las excavaciones del Proyecto Tantoc
pudimos comprobar que los montículos efectivamente fueron hechos por el hom-
bre, de ellos se pueden observar en la estratigrafía claramente las huellas de los
“canastazos”, además en algunos de ellos encontramos cerámica de épocas tem-
pranas (formativo). Gracias a la proyección de Patricio Dávila se pudo realizar -
como ya señalamos- un pozo de sondeo de más de 6m de profundidad al centro
mismo del montículo principal conocido como el Tizate, corroborando con esto,
no solo que se trataba de una elevación artificial, y que contenía material removi-
do de una fase de ocupación anterior, sino que corrobora el dato de la investiga-
dora Delgado, quién dice que las evidencias de las relaciones con grupos del sur-
este de los actuales Estados Unidos de Norteamérica se dieron posteriormente al
clásico, pues son los montículos de tierra, también conocidos como mounds, que
serían otro testigo más de esa influencia, incluso el trazo que conservan. La discu-
sión se centraría entonces sobre si la influencia provino de las culturas del Missis-
sippi o fue de la Huasteca hacia el valle del Mississippi.
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CONCLUSIONES
Cabe señalar que Tantoc ha tenido varios momentos de estudios, empero, algunos
investigadores como Joaquin Meade sostienen con toda seguridad que se trata de
plataformas “artificiales”. Por otra parte Guy Stresser-Péan realizó una gran exca-
vación (trinchera) de más de 128 m de longitud, atravesando hasta el lado oeste
del montículo El Cubilete con la finalidad de corroborar o refutar los datos de
Meade. En un comienzo, como vimos líneas arriba, Stresser-Péan confirma este
dato en 1962, sin embargo, muchos años más tarde, en declaraciones a la prensa
sostiene lo contrario:
“Decía5 que una de ellas parecía tener escalones, como una pirámide,
por lo que llamó al sitio el Teotihuacán de la Huasteca. Lo primero
que hicimos fue verificar eso y encontramos que no era obra humana,
sino lomas naturales” (Stresser-Péan 2001).
En esta entrevista da a conocer una síntesis sobre su libro Tamtok. Sitio ar-
queológico huasteco, su historia, sus edificios (Stresser-Péan y Stresser-Péan
2001), donde reporta las excavaciones que realizó en 20 montículos bajos perte-
necientes al período posclásico, y con esta afirmación evita detallar sus estudios
de los grandes montículos, incluso explicar los resultados de la trinchera hecha al
Cubilete y de refilón demeritar los trabajos de Patricio Dávila, quién si se dedicó a
explicar la presencia de estos grandes montículos.
Patricio Dávila dedicó a esclarecer el desarrollo cultural de Tantoc, para lo cual
desarrolló un excavación de seis metros en la parte media del montículo más alto
de Tantoc conocido como el Tizate con la finalidad de saber si este era cultural o
natural. Esta excavación arrojó interesantes deducciones, resulta que a cada 30 o
40 centímetros la estratigrafía cambiaba de características como vimos en el apar-
tado correspondiente, y en algunas de estas lentículas se apreciaba material del
preclásico. La cuestión es que a los 5.80m se logró registrar fragmentos de cerá-
mica gris característico del preclásico medio emparentada con el tipo Heavy Plain
que describe Mc Neish para la fase Pavón (1100–600 a.C.). Estos datos hicieron
que corroboráramos los planteamientos de Dávila, y es justamente este dato de
que el montículo haya sido construido, el que hizo que se comenzara a explicar
sus correlaciones correspondientes y poniendo la mirada en el Valle del Mississip-
pi en el sureste de Estados Unidos, pero para el período posterior al preclásico
medio y anterior al posclásico temprano, dado que ya se tenían los datos de estos
períodos que hasta la fecha se siguen investigando, olvidándose por completo del
período de ocupación de los grandes montículos, que representan un verdadero
enigma para la arqueología de la Huasteca. A partir de ese momento, Dávila se
dedica a reunir datos que confirmen esta relación obteniendo sorprendentes resul-
tados. Por nuestra parte, coincidimos ya que somos testigos oculares y de acción
laboral de que estos montículos efectivamente guardan similitudes con algunos
promontorios de la región en estudio, similitudes que desde los años de 1928 con
Marquina, y, posteriormente, Delgado (1977) y Dávila (1997, 1999, 2000) ya se
venían planteando.
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Cuando habla de la ciudad de Tantoc, Dávila se refiere al área monumental, no al
pequeño poblado tardío que se asentó en los alrededores de los grandes montícu-
los de tierra, y los cuales han sido excavados y adaptados para ser abiertos al pú-
blico. Desde esta perspectiva es triste que los grandes montículos no sean entendi-
dos como un asentamiento y una urbanización original, ni se les da el valor excep-
cional que le da a Tantoc el carácter de una ciudad arqueológica (Figura 14).
Figura 15: Relaciones con los Estados Unidos de Norteamérica: a) Grave Creek
Mound, cultura Adena en Virginia Occidental, Estados Unidos de Norteaméri-
ca, b) Montículo del Tizate, sitio arqueológico de Tantoc, México
Por otra parte, es necesario dirigir nuestras miradas a estudiar los montículos
de tierra con la finalidad de entender las características de la sociedad que las eri-
gió, pues consideramos que se trata de una nueva tradición cultural cuyas raíces
probablemente se encuentran en el sudeste de los actuales Estados Unidos de Nor-
teamérica, y sin el estudio de estos la secuencia cultural de Tantoc queda incon-
clusa (Figura 15).
Por último, consideramos que las investigaciones de Patricio Dávila y Diana Za-
ragoza son en suma importantes y deben continuarse, y no relegarlos al olvido,
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pues creemos que los estudios de Tantoc, sin entender la presencia de los grandes
montículos que le dan monumentalidad al sitio, solo quedan en una cronología
mutilada y en un estudio incompleto.
NOTAS
1. El presente artículo está dedicado a Patricio Dávila Cabrera y Diana Zaragoza Ocaña,
en reconocimiento a su infatigable labor de conceptuar la Huasteca y entender el
desarrollo histórico de las sociedades que ahí se establecieron en épocas prehispáni-
cas.
2. Cabe aclarar que en el campo, la plataforma del Tizate se ve alargada debido proba-
blemente a su enorme tamaño.
3. “Aserradero” es el nombre con el que se conoce, incluso en la actualidad a todo el
meandro donde se encuentra el sitio arqueológico de Tantoc.
4. Dávila (2009) menciona estas puntas en sus comparaciones por lo que sugerimos
consultar la bibliografía citada de ellas por no contar con la autorización para la re-
producción de las respectivas ilustraciones.
5. Refiriéndose a Joaquín Meade.
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ALUSIÓN AL INFRAMUNDO
EN DOS VASIJAS DEL
CONO SUR DE YUCATÁN
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INTRODUCCIÓN
En años recientes se han llevado a cabo en el así llamado “cono sur” del Estado
de Yucatán una cantidad importante de salvamentos arqueológicos cuyos resulta-
dos están cambiando la visión que se tenía de esta parte de las tierras bajas mayas
del norte (Figura 1). Durante la temporada 2008 se recuperaron dos vasos de ce-
rámica color gris con escenas grabadas de personas y dioses y una inscripción je-
roglífica, uno procedente del sitio Nohbec Balam y el otro recuperado en San Die-
go Buenavista.
Figura 1:
Mapa del “cono sur” del Estado de Yucatán
indicando la ubicación de los sitios arqueológicos
de Nohbec Balam y San Diego Buenavista
Plano: Salvamentos Nohbec-EI Escondido y
San Diego Buenavista-Pocoboch, CRY-INAH
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EL SITIO DE NOHBEC BALAM
El Salvamento Nohbec-EI Escondido, municipio de Tzucacab, fue motivado por la
inminente ampliación y pavimentación de un camino blanco que une los poblados
mencionados. En una franja estrecha de 20m de ancho y 11 km de largo se regis-
traron más de 83 estructuras.
El núcleo del sitio Nohbec Balam
(Figura 2) está caracterizado por
grandes plazas con estructuras above-
dadas, dos de ellas se encuentran uni-
das por un sacbe o lo que parece ser
una calzada de 150m de largo por
11.50m de ancho. Por otro lado, al
sur de este conjunto central se en-
cuentra otro grupo de edificios públi-
cos, entre los que destaca un juego de
pelota cerrado. Entre las plazas se le-
vantan numerosos basamentos de ti-
po habitacional, así como una gran
cantidad de cimientos.
En el sitio de estudio hay una pre-
sencia de abundantes materiales cerá-
micos del período Preclásico Medio
(c. 600–450 a.C.), del Preclásico Tar-
dío (c. 450 a.C.–180 d.C.); del Clási-
co Temprano (c. 250–550 d.C.), pero
el mejor representado y más abun-
dante es el Clásico Tardío (c. 550–
800 d.C.). La colección de los mate-
riales cerámicos es similar y comparti-
da por los sitios de la región Chenes.
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cleo principal del asentamiento. Debió tener un radio de acción de cerca de 4km
en donde en sus áreas periféricas existen pequeños núcleos de estructuras de tipo
público-residencial.
Los materiales cerámicos fechan al sitio para los periodos que van del Preclási-
co Medio (800/700–400/300 a.C.), del Preclásico Tardío (400/300 a.C.–250
d.C.), del Clásico Temprano (250–550 d.C.) hasta el Clásico Tardío (550–800
d.C.) y permiten ubicarlo dentro de los sitios con ocupación Chenes, principal-
mente.
Figura 3:
Planos del sitio San Diego Buenavista marcando (→) el lugar del hallazgo
del vaso y fotografías del lugar de hallazgo del vaso de Estilo Chochola
Planos y fotos: Dibujo: Salvamento San Diego Buenavista-Pocoboch, CRY-INAH
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ANÁLISIS CERÁMICO
Los dos vasos cilíndricos bajo estudio pertenecen a la vajilla Moxa Gris sin engo-
be. Se definen tipológicamente como Pocyaxum Gubiado-inciso, correspondiente
al grupo cerámico Hontun, establecido por Forsyth (1983) en Edzná dentro del
complejo cerámico Muralla (700/750–900/950 d.C.), periodo Floreciente Puro,
según Andrews IV (1965: 305). Forsyth (1983: 116) describe al tipo cerámico
con un acabado de superficie gris mate, que podría tener un ligero lustre, la pasta
es de matiz gris con núcleo rojo claro o rosáceo y de textura semi-fina. Las vasijas
tienen la forma de vasos cilíndricos con base plana y paredes delgadas ligeramen-
te curvo divergentes a rectas, la decoración es gubiada-incisa o excavada. Dichas
características son similares a las que se presentan en la alfarería Pizarra Delgada
y en la cerámica de pasta Gris Fina en cuanto a forma y técnica de decoración
(Forsyth 1983: 113, 116).
EL ESTILO CHOCHOLA
La variedad Chochola del tipo Pocyaxum Gubiado-inciso comparte sus diseños
con vasijas de diferentes formas y acabados diversos, que en su mayoría pertene-
cen a la tradición Pizarra Delgada (Werness 2010)2. Este diseño iconográfico y
epigráfico aplicado mediante la técnica de grabado e incisión pero distribuido so-
bre diferentes tipos cerámicos recibió en las investigaciones de la historia del arte
maya a partir de la publicación del catálogo de exposición The Maya Scribe and
his World el nombre de Estilo Chochola (Coe 1973: 123–135)3.
Siguiendo a la historiadora de arte Maline Werness (2010: 40), quien recoge
los comunicados personales de Michael Coe y David Stuart, el Estilo Chochola re-
cibió su nombre por el mismo Michael Coe basado en el hecho que el comercian-
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Figura 4:
Vaso de San Diego Buenavista,
tipo Pocyaxum Gubiado-inciso: variedad Chochola
Dibujo: Alexander Voss
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Figura 5:
Vaso de Nohbec Balam,
tipo Pocyaxum Gubiado-inciso: variedad Chochola
Dibujo: Alexander Voss
Figura 6:
Vaso de Xkipche,
tipo Pocyaxum Gubiado-
inciso: variedad Chochola
Dibujo: Alexander Voss
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te quien proporcionó muchas de las piezas para la exposición del Grolier Club in-
formó que provenían del área de Chochola/Maxcanu (Coe 1973: 114). Además,
según David Stuart, el poblado actual de Chochola actuó como un importante
punto intermediario entre comerciantes y lugareños que trafica(ba)n con objetos
saqueados de sitios del norte.
El Estilo Chochola corresponde en el análisis cerámico del área maya a lo que
Smith, Willey y Gifford (1960: 331) definieron como modo dentro del concepto
tipo-variedad:
“Un modo, entonces, se convierte en el término que designa un atri-
buto cerámico (o colectivamente un pequeño grupo de atributos inse-
parables) que se ha observado que tiene una importancia y un signifi-
cado singular más allá de cualquier aspecto puramente descriptivo
porque aparece en varias o diferentes variedades (o diferentes tipos)
permaneciendo todo el tiempo inalterado en sus propias característi-
cas esenciales. Un modo, según nuestra definición, es un atributo o
conjunto de atributos que muestra importancia en sus propios dere-
chos. Los modos deben ser objeto de un estudio por separado para
ver su comportamiento individual en variedades y tipos transversales a
través del tiempo y el espacio” (Traducción: los autores).
Así, el modo es una unidad de análisis complementaria de la clasificación tipo-
variedad que permite el estudio de atributos individuales o conjuntos de atributos
de manera independiente de los tipos y variedades definidos y sirve para estable-
cer los horizontes cerámicos, el estilo de horizonte (horizon style) y el estilo de
diseño (design style) (Vallo 2000: 51). Un horizonte cerámico es un conjunto de
complejos cerámicos cronológicamente contemporáneos debido a la presencia
simultánea de los modos que se consideran marcadores de horizonte (Willey,
Culbert y Adams 1967: 305). El estilo de horizonte está integrado por modos con
una distribución espacial amplia en las vajillas y los tipos de varias regiones pero
temporalmente muy limitada que se consideran indicadores de un patrón cultural
específico (Gifford 1976: 14). Finalmente, el estilo de diseño engloba tipos con
características estilísticas decorativas idénticas o muy parecidas – los diseños –.
Este estilo de diseño está estrechamente asociado a la cultura del productor y, co-
mo unidad de análisis, puede ser usado para el estudio del contenido (significado)
y la distribución espacio-temporal de ciertos fenómenos culturales (Gifford 1976:
14–15).
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mo oriente (Figura 7)4. Fuera de este perímetro quedan Ek Balam en el oriente
del Estado de Yucatán y Xpuhil en el sur del Estado de Campeche.
El periodo de producción y circulación de las vasijas de Estilo Chochola es, a
grandes rasgos, el siglo VIII, dato cronológico derivado de las técnicas de fabrica-
ción y artísticas específicas que se desarrollaron durante el Clásico Tardío en rela-
ción con la alfarería Pizarra (Werness 2010: 105) y que es verificado mediante
los ejemplares recuperados durante excavaciones arqueológicas controladas de
sitios como Oxkintok, Cholul y Xkipche, por ejemplo, lo que convierte a este mo-
do por definición en un excelente marcador de horizonte para el Clásico Tardío
en el noroeste de la península de Yucatán.
Figura 7:
Mapa de la
distribución
de vasijas de
Estilo
Chochola
Elaboración:
Alexander Voss
basado en
Werness 2010:
356–357
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ICONOGRAFÍA DE LA VASIJA DE SAN DIEGO BUENAVISTA
El cuadro iconográfico muestra a un personaje antropomorfo en perfil que está
sentado con las piernas cruzadas sobre un cojín cubierto de una piel de jaguar, un
‘trono’ o tz’am. Con los brazos extendidos acaricia a un perro jadeando que está
sentado a su izquierda. Por la vestimenta de faldellín o taparrabo puede identifi-
carse como un ser masculino.
Aparentemente, se trata de un hombre de edad avanzada con una nariz gan-
chuda y ojo grande. En la cabeza tiene un tocado elaborado del que caen plumas
largas hacia el frente de la cara y por la espalda. Las plumas del frente están inser-
tadas en lo que parece ser una flor de nenúfar. El adorno superior del tocado está
dañado pero los elementos sobrevivientes permiten identificarlo como plumas cor-
tas.
A primera vista, los rasgos faciales y las plumas largas que caen a manera de
borla al frente de la cara permiten suponer que el personaje representado es el
Dios D conocido también como Itzamná (Taube 1992: 31–41), pero hay tres ele-
mentos que no encajan en esta identificación: a) las plumas cortas en la parte su-
perior del tocado, b) el perro y c) el cojín sobre el cual se asienta el personaje.
Las plumas cortas son anchas y no largas y delgadas como aquellas que caen ha-
cia delante y atrás del tocado. Es probable que estas plumas cortas representen las
plumas de aves del orden de las estrigiformes o rapaces nocturnas, es decir, búhos
y lechuzas, que en las pinturas mayas poseen puntas negras mientras que las lar-
gas suelen ser de color verde y se atribuyen generalmente al quetzal (Pharama-
chrus mocinno).
El perro por su lado es un atributo que suele relacionarse con el inframundo y
no con las esferas celestiales a que pertenece Itzamná. Así, en el caso de la vasija
K521 donde el perro forma parte de una escena ubicada en el inframundo y se-
gún Coe, quien relaciona esta escena con la narrativa del Popol Vuh, aparenta ser
el acompañante del Dios A o dios de la muerte (Coe 1973; Taube 1992: 11–17).
El último elemento a tratar es el cojín con manchas de jaguar que no se rela-
ciona con Itzamná sino que se identifica a menudo como asiento del Dios L
(Taube 1992: 79–88). En la escena de la vasija K2796 – compárese también la
vasija K7750 – se ve una combinación de los tres atributos analizados. El Dios L
está sentado sobre un trono en forma de jaguar, en el techo del aposento hay una
bestia que posee rasgos caninos entre otros y el personaje mismo trae en la cabe-
za un sombrero con ala ancha adornada con plumas de punta negra y una lechu-
za.
El Dios L es frecuentemente representado como un hombre de edad avanzada
con una nariz ganchuda y piel arrugada en la cara. Este personaje casi siempre
trae una capa de piel de jaguar y frecuentemente tiene un sombrero con ala ancha
adornada con plumas de punta negra y una lechuza sentada encima. En aquellos
casos donde no trae su capa de jaguar, el Dios L está sentado sobre un trono ador-
nado con esta piel distintiva.
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tural de un grupo sociocultural, es decir, representan un estilo de arte (art style)
según la terminología del sistema tipo-variedad (Lizárraga 2002: 403).
Los resultados de los estudios epigráfico e iconográfico apuntan claramente ha-
cia una función funeraria para las vasijas de Estilo Chochola (Ardren 1996: 244).
Entre las formas iconográficas identificadas están, entre otros, los seres sobrehu-
manos como el Dios L, el Dios GI (de la triada de Palenque, un aspecto del Dios B
o Chak), el Dios K o K’awil y el Dios N que representa a los ancestros o mam;
también figuran hombres y mujeres jóvenes, gobernantes, jugadores de pelota, es-
cribas, remeros y enanos, al igual que animales como la lechuza, el jaguar, el
mono araña, el venado y el pez-serpiente o pejelagarto mitológico (Ardren 1996,
Werness 2010). Estas entidades aparecen de manera individual o en escenas don-
de interactúan. Una muy buena parte de estas imágenes vienen acompañadas de
elementos acuáticos, particularmente nenúfares que las asocian con el mundo
subacuático o de los muertos (Hellmuth 1987). El análisis epigráfico de la Secuen-
cia Primaria Estándar (Coe 1973) en vasijas Estilo Chochola por Grube (1990)
señala que los cajetes o cuencos semiesféricos eran (principalmente) para guardar
atole (ul) y los vasos cilíndricos contenían (mayormente) chocolate (kakaw).
Tanto los textos como las representaciones gráficas traen a la memoria las vasi-
jas pintadas y muestran que las vasijas Estilo Chochola siguen las temáticas cultu-
ralmente establecidas para la cerámica que pertenece a los ajuares funerarios de
la nobleza maya, los almehenob (en maya yucateco), de las tierras bajas. El inven-
tario cultural, los elementos de diseño, que empleó la élite sociocultural del no-
roeste de Yucatán forman parte de este estilo de arte maya característico del Clá-
sico Tardío. El estilo particular de su ejecución parece, según Werness (2010),
haber surgido en Oxkintok.
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La identificación del personaje como Dios L es congruente con las observacio-
nes de Ardren. Según esta autora, el Dios L es una de las imágenes más comunes
en las escenas iconográficas de las vasijas de Estilo Chocholá. De las 107 vasijas
examinadas por ella, veinte muestran el retrato de este ser sobrehumano (Ardren
1996: 241). Siguiendo a Taube (1992: 88), el Dios L es el señor del inframundo.
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Pero es posible pensar que la intención primaria del texto es resaltar la calidad
pronostica del Tzolkin 9-Kimi. En las listas de oráculos de suertes que se conser-
van en los libros de Chilam Balam de Ixil, Kaua I y Códice Pérez (Mani) de la
época colonial aparece el oráculo <9 Cimiy> o <9 Cimi> con un pronóstico positi-
vo o “bueno”, <utz>, <utz kin> o <U yutz kin>, (Miram 1988, 1994), pero no se
revela la razón ni la señal en qué se basa este juicio de valor.
El texto continúa a la derecha con el siguiente bloque (B2) que muestra la ca-
beza de un jaguar <BALAM> con un sufijo que puede ser <ma> para confirmar la
lectura /balam/ y que significa “jaguar”. Dado el contexto, el jaguar se asocia cla-
ramente con el oráculo 9-Kimi. La interrogante que queda por resolver es el signi-
ficado del jaguar en su relación con el pronóstico.
El bloque inferior de la columna izquierda (A3) representa lo que a primera
vista parece ser un dato bien conocido, el llamado Glifo A de la serie suplementa-
ria o lunar, que marca la duración de una lunación completa, aquí sería de 30
días. El signo de mayor tamaño representa la luna (T683 según el catálogo de
Thompson 1991) que en el presente contexto se leería <K’AL> “20” más las dos
barras que indican el número <X> “10” (Thompson 1971).
El último bloque (B3) nuevamente nos presenta la cabeza de un animal, en es-
te caso de un ave de rapiña ya que tiene un pico curvado. Sin embargo, presenta
el mismo tipo de oreja como el jaguar. Un ave de rapiña nocturna con “orejas” es
el búho cornudo o americano (Bubo virginianus mayensis). Aquí el sufijo <na>
también establece la lectura del consonante final del signo principal si seguimos la
dinámica establecida con el signo insertado en la parte posterior de la cabeza de
jaguar. Y bien, el búho cornudo se llama /ikim/ o /ikin/ en maya yucateco colo-
nial.
La lectura ikin resultaría sumamente interesante a nivel lingüístico. En un aná-
lisis de las diferencias lexicales en los códices, Vail (2000: 40–44) registra ikim
como vocablo exclusivo para las lenguas mayas yucatecas. Esto permitiría precisar
que la vasija bajo estudio definitivamente proviene del noroeste de la península de
Yucatán, espacio geográfico donde se manifiesta por vez primera el maya yucate-
co en las inscripciones jeroglíficas del siglo VIII (Lacadena y Wichmann 2002).
En los presagios conocidos, el búho y la lechuza se consideran aves de mal
agüero en la cultura maya. En el Códice de Madrid, confeccionado en el norte de
Yucatán a mediados del siglo XV (Thompson 1971: 26; Bricker 1996: 172–180;
Graff 1996; Chuchiak 2004), se encuentra esta ave en un “almanaque” para agüe-
ros. En la página 95, registro c2, su nombre se escribe <i-ki ku-yu>, /iki[n] kuy/.
Lo mismo consta para el Códice de Dresde, confeccionado en el norte de Yucatán
hacia el siglo XIV (Bricker y Bricker 1992: 83; Thompson 1988). En la página 7,
registro c2, página 10, registro a1, y página 11, registro a1, se ve al búho cornudo
en su forma antropomorfa y también aquí el augurio es siempre negativo <u-mu-
ka> /u-muk/, “su entierro”. Y en estos casos su nombre es <XIII-CHAN(-NAL) ku-
yu>, /uxlajun chan(al) kuy/, que se traduce como “13-(lugar del) cielo lechu-
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za” (Boot 2003). Pero lo que no se logra esclarecer es el vínculo entre un Tzolkin
positivo y un animal con presagio negativo.
***
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kimi/, (B2) el jaguar /balam/ (A3a) detiene o encierra /k’al/ (A3b-B3) a [Venus
en su aspecto de] 10-Cielo /lahun-chan/. Se trata, por ende, de un pronóstico.
La exégesis del texto conduce al Códice de Dresde, expresamente a la mitad
derecha de la página 47 de las tablas de Venus (almanaque 76). Ésta se divide en
tres secciones horizontales (d–f) formadas por un texto jeroglífico y una ilustra-
ción cada una. Relevante aquí son el segundo texto con su imagen (sección 47e) y
el tercer dibujo (sección 47f).
El texto de los bloques A1 a B3 de la sección 47e se lee /k’ah-aj lak’in jun
Lahun-Chan chak ek’, chak bolay u jul/ y significa que en los días bajo el Tzolkin
Lamat “se alza en el este el eminente 10-Cielo, la estrella migratoria6 [Venus], el
gran/rojo felino7 es su cosa flechada [su víctima]”. Las imágenes ilustran el acto
descrito (Thompson 1988: 165–166). El poderoso Lahun-Chan, con una estrella
colgando de su tocado y el lanzadardos en alto (sección 47e), acaba por flechar a
un puma (sección 47f).
El significado de chak bolay se indica en la página 8, registro a, del Códice de
Dresde (almanaque 8). Los tres atributos asociados con este felino que se dibuja
como jaguar con un nenúfar en la cabeza (Thompson 1988: 89) son cosas bue-
nas /y-utzil/, bebida y comida /uk’-we’/ y recompensa /hel/ (Schele y Grube
1997a: 98; 1997b: 45–46). Su muerte a manos de Lahun-Chan implica la pérdida
de las bondades que provee cuando se le invoca.
Retomando el texto del vaso cilíndrico de San Diego Buenavista, se advierte
que el rol de los dos partícipes está invertido. Estando bajo la influencia del Tzol-
kin Lamat, Venus en su aspecto de Lahun-Chan extingue al gran felino y sus be-
neficios, pero bajo el oráculo de 9-Kimi el jaguar detiene o encierra a 10-Cielo.
Así, la inscripción hace constar que el dueño de la vasija, ciertamente un integran-
te de la nobleza maya, estaba bajo la protección del Tzolkin 9-Kimi que le pronos-
tica(ba) una vida desahogada y libre de sufrimiento (en el más allá).
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vaso de un extremo del cuadro al otro. Esta banda es de 1cm de ancho y se ubica
a 0.7cm del borde superior (conservado) de la vasija (Figura 5).
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los del Popol Vuh vencen a la muerte. El individuo bailando con hacha en su
mano derecha y cabello largo parece corresponder al personaje bajo la banca en
la vasija de Nohbec. Se trata del Dios GI, un aspecto de Chak (véase Ardren 1996:
243).
En la vasija de Nohbec Balam el torso del dignatario maya fallecido aparece del
petate. Este está representado de perfil derecho, trae un tocado elaborado con
plumas largas y un mascarón zoomorfo en la cabeza, un par de orejeras circulares
con una extensión tubular hacia el frente – de las cuales solo se representa la ore-
jera derecha – y un collar compuesto de cuatro filas de cuentas con un pectoral al
frente que muestra una cara antropomorfa. En su mano derecha sostiene un ha-
cha, posible distintivo de su rango sociopolítico, a manera de batab.
Representaciones similares se conocen de monumentos de piedra y vasijas pin-
tadas. La mayor semejanza se tiene en la estela 40 de Piedras Negras, Petén, Gua-
temala. De interés para efectos de este estudio es la representación del ancestro
en la tumba. Dentro de una cavidad en forma de cartucho reposa sobre una banca
con dos soportes el torso del difunto que, según Houston et al. (1998: 19), repre-
senta un bulto mortuorio. De su lado derecho se ve un tejido con dos bandas tren-
zadas que parece ser un petate al igual como se aprecia en el vaso de Nohbec
(véase Teufel 2004: 462 para otra interpretación). Una escena similar se localiza
en la parte superior del lado posterior de la estela 2 de Piedras Negras. Aunque
muy erosionada, se logra distinguir una banca con un torso humano representado
en perfil izquierdo que extiende una mano (Teufel 2004: 310, 463).
Como último ejemplo en la lista de representaciones de torsos sobre bancas
está el vaso pintado K1377 que exhibe una escena de inframundo que ha sido
analizada por Eberl (1999, 2005). De particular interés es el edificio de piedra
cuya banca con soportes es representada a manera de las fauces abiertas de un
ser zoomorfo de las cuales aparece un bulto (¿códice?) con una tapa de piel de
jaguar. Encima del mismo está el torso de un ser antropomorfo con oreja de ja-
guar y un tocado elaborado de plumas largas y una máscara zoomorfa de cuya
mandíbula pende un nenúfar.
En las vasijas K594, K6317 y K7613 el torso de un dignatario se exhibe enci-
ma de un k’ocheb, andas para muertos hechas de una tela a manera de hamaca
que está suspendida de un poste en los hombros de dos portadores. Se trata de
procesiones funerarias. Nótese que en todas las escenas hay un perro presente,
debajo de la “hamaca” del difunto (Kerr 2001).
El paralelismo en los patrones iconográficos da constancia de un concepto ima-
ginario de muerte y entierro ampliamente difundido en el área maya. Los amorta-
jados sobre bancas se representan solamente con su torso (Eberl 1999, 2005) y
se ubican en este momento dentro de una cavidad, sea la tumba en sí, un envolto-
rio o un sarcófago.
Regresando nuevamente a la escena sobre la vasija de Nohbec Balam, se trata-
rán ahora los elementos que se organizan alrededor de la banca con el dignatario
maya amortajado. De cada lado de la banca se ubica un personaje sentado, ambos
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viendo hacia la derecha. El personaje arrodillado a la izquierda es de mayor tama-
ño y su tocado está confeccionado de un tejido de red que envuelve la cabeza. Es-
te individuo trae orejeras redondas simples, una faldilla y tiene los brazos cruza-
dos sobre su pecho.
El personaje del lado derecho de la banca es de menor tamaño, probablemente
se trate de un enano. A diferencia del anterior, este acompañante parece estar
sentado con las piernas cruzadas y tiene los brazos atados a la espalda. Trae la ca-
beza envuelta en un paño de tela lisa. Véase por ejemplo la vasija K1453, donde
se muestra una escena palaciega con un señor maya y varios cortesanos, entre
ellos a dos enanos, que traen la misma vestimenta como en el caso de la vasija de
Nohbec.
Frente al personaje pequeño de la vasija de Nohbec hay un bulto. En la parte
superior se logra distinguir un nudo y parece que del lado derecho hay una másca-
ra antropomorfa, se logra ver un elemento circular que podría ser un ojo y en el
caso del elemento inmediatamente debajo podría tratarse de la boca.
Detrás del bulto o como parte de este hay un estandarte en forma de parasol
en cuyo centro aparece como elemento distintivo el signo k’in, “sol”. Este objeto
es confeccionado con dos capas concéntricas de plumas largas. Los ejemplos ico-
nográficos más detallados se conocen de los murales de los cuartos 1 y 2 de la Es-
tructura 1 de Bonampak, Chiapas.
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probable que el Tzolkin 13-Ak’bal se relacionara íntimamente con la muerte y los
vivos debían de prever desenlaces negativos mediante una vigía.
COMENTARIOS Y CONCLUSIONES
El análisis de los cuadros iconográficos de los vasos cilíndricos de San Diego Bue-
navista y Nohbec Balam determina que se trata de alusiones al inframundo y que
ambas vasijas originalmente estaban destinadas a formar parte de ajuares funera-
rios de la nobleza maya.
EI personaje representado en la vasija de San Diego Buenavista es el Dios L,
señor del inframundo, aunque se trata de una representación inusual ya que le fal-
tan dos elementos característicos, su sombrero con ala ancha adornada con plu-
mas de punta negra y una lechuza o búho sentada encima y su capa de piel de ja-
guar. Estos elementos son sustituidos por el perro y el cojín con piel de jaguar.
El texto jeroglífico nos proporciona información sobre el oráculo 9-Kimi. Aun-
que este particular pronóstico no figura en los códices mayas conservados, su tex-
to tenía la función de asegurar el bienestar del fallecido en el inframundo. El ja-
guar (balam), animal que asegura la abundancia, restringe el poder destructivo de
10-Cielo (Lahun-Chan), un aspecto de la destructiva estrella del alba (chak ek’) y
némesis de la nobleza maya.
La escena en el vaso de Nohbec Balam, representa a un dignatario maya amor-
tajado con su ajuar funerario, que señala su estatus en vida, posiblemente en cate-
goría de batab. La escena sigue el patrón de las representaciones de dignatarios
mayas difuntos y es comparable con las imágenes e información textual de sitios
tan importantes como Palenque – la cámara funeraria del Templo de las Inscrip-
ciones – y Piedras Negras. El ajuar en la escena muestra su estandarte – una insig-
nia de guerra – dos cortesanos (de ambos lados de la banca), su tocado, su collar
con pectoral, su hacha y un bulto que probablemente contenía diversos objetos
que había adquirido en vida y que requería como provisiones para su viaje al “más
allá”.
En resumen, los elementos iconográficos como los textos jeroglíficos de las va-
sijas del grupo cerámico Hontun de Nohbec Balam y San Diego Buenavista tienen
una clara connotación funeraria. Lo que se entiende a través de las imágenes es
que se trata, sin lugar a dudas, de vasos funerarios del Clásico Tardío (c. 550–800
d.C.). Sin embargo y aunque su iconografía se asocia claramente con aspectos
mortuorios, ninguno fue encontrado como ofrenda directa de un entierro.
En el caso de San Diego Buenavista, se rescataron dos entierros en la platafor-
ma en la que se encontró el vaso. La importancia de esta plataforma, ya muy cer-
cana al núcleo del sitio, se evidencia por el hallazgo de doce ofrendas y una noto-
ria ofrenda masiva de incineración ritual del periodo Clásico Temprano en una
profunda oquedad en la roca caliza.
La situación del vaso encontrado en Nohbec Balam es diferente, ya que se en-
contró fracturado entre el relleno de una plataforma adosada al sacbe que une los
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principales grupos del sitio y que estaba recubierto de un grueso estuco pintado
de rojo. Seguramente el vaso fue depositado como ofrenda.
Es importante notar la importancia que tiene el modo como una unidad de
análisis complementaria de la clasificación tipo-variedad. En la práctica arqueoló-
gica se sigue partiendo de una relación directa entre un tipo de decoración especí-
fica (gubiado) y vasijas de un grupo cerámico específico (pizarra) en cuanto a las
vasijas de Estilo Chocholá. En los casos aquí estudiados, sin embargo, se tienen
vasijas tecnológicamente diferentes a la pizarra, pero con el diseño decorativo del
Estilo Chocholá. En el presente caso, el modo permitió el estudio de un conjunto
de atributos de manera independiente de los tipos y variedades definidos para
identificar y establecer el Estilo Chocholá como marcador de horizonte del siglo
VIII en el noroeste de la península de Yucatán y definirlo como estilo de diseño
que forma parte del estilo de arte maya característico del Clásico Tardío. en el no-
roeste de la península de Yucatán.
Según Teresa Ceballos Gallareta, ceramista del Centro INAH Yucatán, no se
puede dejar de mencionar que la presencia de la cerámica Hontun es muy escasa
fuera de Edzná, lo cual refuerza la filiación del sur de Yucatán con la región Che-
nes. Los sitios de Nohbec Balam y San Diego Buenavista forman parte, junto con
el extremo sur de Yucatán, de la región arqueológica Chenes.
NOTAS
1. Vallo (2000: 100) indica que se trata de un cajete con paredes curvo divergentes
(forma IV66), pero los cuatro tiestos recuperados permiten reconstruir la forma com-
pleta de un vaso con paredes rectas cóncavas, forma II69 en la clasificación de
Xkipche (Vallo 2000: 280–281, lámina 2).
2. Al igual existen vasijas de la vajilla Dzibilchaltun Negro, tipo Dzitya Negro, variedad
Chochola Moldeada (Simmons 1980; Pool Cab 1997) y de tipología desconocida en
Oxkintok (García Campillo 1992; Velázquez y García 2002; Schmidt 2004).
3. Para una definición del Estilo Chochola en el ámbito de la historia del arte maya se
remite a la tesis doctoral de Werness (2010: 79–129).
4. Para la elaboración del mapa de distribución se consideraron los sitios listados por
Werness (2010: 356–357) pero excluyendo Sotuta (Werness 2010: 38, nota 39) y
Dzilam (Werness 2010: 60–61).
5. Se emplea la transcripción plana para los jeroglíficos y la transliteración lata
(Kettunen y Helmke 2004: 15, 58–61) considerando la distinción entre fricativos glo-
tales /h/ y velares /j/ (Justeson 1989: 34; Grube 2004) pero excluyendo cualquier
reconstrucción de rasgos secundarios de las vocales (Houston et al. 1998; Lacadena y
Wichmann 2004).
6. El signo chak (T109) se usa en sentido atributivo y se entiende mayormente por
“rojo” y “grande”, pero la órbita de Venus hace que, vista desde la Tierra, el planeta
se moviera de un lado a otro, es decir, cruzara el espacio del extremo este al extremo
oeste (Barrera 1980: 77, 8chak).
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7. El término chak bolay se refiere al “tigre bermejo” o “león de esta tierra”, es decir,
puma (Puma concolor), pero el signo muestra los rasgos distintivos del pelaje motea-
do de un jaguar (Panthera onca) u ocelote (Leopardus pardalis). Las ilustraciones
asociadas aluden a todo tipo de felino, ya que bolay es un genérico para todo animal
bravo que mata, una bestia o fiera (Barrera 1980).
8. Se remite a Wagner (2005) para más datos sobre el significado de los nueve nudos.
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EXPLORACIONES RECIENTES EN AKÉ, YUCATÁN
(TEMPORADA 2004)
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La segunda temporada de campo se inició en el mes de abril de 2004 y tuvo
una duración de siete meses de trabajo de campo, que consistieron en continuar
con el mapeo del sitio arqueológico, la restauración del lado norte de la Estructu-
ra 2 y la restauración del lado norte de la estructura 3.
Tanto en la temporada 2003 como en la 2004 contamos con recursos aporta-
dos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Las Unidades de
Servicios Culturales y Turísticos (CULTUR). En el año 2004, contamos también con
la aportación económica de la señora Mariana Alves de Queiroz.
La Estructura 2 de Aké
La Estructura 2 se localiza al oeste de la plaza central del sitio (Figura 1). Es una
estructura de planta absidal con medidas de 45 m por lado y una altura aproxima-
da de 15 m y al parecer tuvo cuatro accesos, uno en cada uno de sus lados.
En 1966, Roys y Shook señalaron que el edificio marcaba dos etapas construc-
tivas, la primera que se caracteriza por bloques megalíticos, típicos de la región,
cuya construcción se realizó en dos fases. Al parecer la decoración de esta etapa
se hizo a base de estuco, que cubrió los grandes bloques monolíticos de los que
todavía se observan algunos en su lugar original. El segundo período constructivo
tiene como evidencia los restos de un edificio con la típica arquitectura Puuc en la
parte superior del mismo. Durante las temporadas 2003 y 2004, pudimos verificar
la existencia de éstas dos etapas constructivas, la primera caracterizada por la uti-
lización de bloques megalíticos y la segunda etapa, que cubrió la primera, en la
que se nota el empleo de bloques de piedra de menor tamaño que las de la prime-
ra etapa con restos de arquitectura Puuc.
Durante la liberación del lado norte en el 2004, a pesar de la destrucción que
ha sufrido este costado de la estructura a través del tiempo, pudimos observar evi-
dencia de cinco cuerpos, una escalinata central, en su gran parte desplomada, pa-
neles remetidos y grandes cornisas entre otros. Estos cinco cuerpos registrados en
el lado norte correspondían a los registrados en el lado este (Figura 2). En el lado
norte, el primer cuerpo se compone de piedras megalíticas con una altura de 1.10
m, con tres hileras de piedras, y el segundo cuerpo de piedras que miden entre 60
cm a 1 m de largo. Las piedras de estos cuerpos tienen espacios relativamente
grandes entre una y otra donde se observan cuñas, algunas de gran tamaño. Estos
bloques parecen haber sido reutilizados. El muro del primer cuerpo continúa ha-
cia el lado oeste de la estructura, tiene esquinas redondeadas y presenta en gene-
ral un buen estado de conservación. Por el lado norte cuenta con tres filas de pie-
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Figura 1:
Mapa del sitio arqueológico de Aké
Adaptado de Roys y Shook 1966: 3
Figura 2:
La Estructura 2
de Aké, esquina
noreste, facha-
da este de lado
izquierdo
Foto: Proyecto
Aké, temporada
2004, CRY-INAH
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dras y una altura promedio de 70 cm; por el oeste tiene hasta cinco filas de pie-
dras alcanzando una altura máxima de 1.05 m. Del lado oeste se liberaron 13 m a
partir de la esquina redondeada. A nivel del segundo cuerpo por el lado oeste se
registró un pequeño cuarto con una entrada de 60 cm. Las paredes están forma-
das con piedras reutilizadas y solamente estaban asentadas sobre el piso de estuco
de este segundo cuerpo. En el interior se encontró un entierro.
Continuando con la excavación del tercer cuerpo se llegó a un panel remetido
como el que se observa en la parte superior de este costado y como el registrado
también en el lado este de la estructura. El muro tiene una altura de 2.10 m y
9.30 m de largo, con un ligero talud de 13 cm. Se compone de bloques megalíti-
cos de 80 cm de largo y 45 cm de ancho. Se observan huellas de cornisas y com-
parte las mismas características del lado este, mismo que se identificó como co-
rrespondiente a la primera etapa constructiva del edificio. Este tercer cuerpo pre-
sentó esquinas redondeadas de las que se conservaba sólo la base del muro. Del
cuarto cuerpo solamente tenemos evidencia por los restos de un muro megalítico
cerca de la esquina en el lado oeste. El quinto cuerpo se compone de un muro
megalítico, con un ligero talud en el lado norte, se observan algunas cornisas en la
parte superior y paneles remetidos como los registrados en el lado este. En el lado
norte, la estructura presenta una escalinata desplomada en su mayor parte forma-
da con grandes piedras megalíticas. Esta escalinata es muy semejante a la registra-
da en el lado este. Por el oeste se detectó una escalinata megalítica que permitió
el acceso al quinto cuerpo.
La Estructura 3 de Aké
La Estructura 3 se localiza al oeste de la Estructura 2 (Figura 1) y se asienta sobre
una gran plataforma artificial designada como Estructura 3-c, que se extiende has-
ta la Estructura 2. Es muy probable que la Estructura 2 se asentara sobre la mis-
ma plataforma.
La Estructura 3 consiste en un basamento edificado que mide 43 m de largo
por 20 m de ancho y tiene una altura de 6 m aproximadamente (Figura 3). Anti-
guamente se accedía al edificio superior de la estructura por dos escaleras megalí-
ticas anchas, una en el lado norte y la otra en el sur. Las dos escaleras están clara-
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Figura 3:
La Estructura 3,
lado norte con
basamento 3-c
Foto: Proyecto
Aké, temporada
2004, CRY-INAH
Figura 4:
La planta
del edificio
superior de la
Estructura 3
Adaptado de
Roys y Shook
1966: 26
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En las partes de mampostería aún se conservan morteros lisos y superficies de
estuco, aunque maltratados por el tiempo. Los constructores efectivamente oculta-
ron debajo del estuco el uso de bloques rectangulares de piedra.
Los vanos de entrada fueron formados por pilares construidos con bloques cua-
drados colocados uno encima de otro, exactamente como la técnica empleada en
las columnas de la Estructura 1 de Aké. El cuarto abierto al norte tenía una triple
entrada y el del sur una entrada quíntuple. En ambos accesos el espacio entre las
pilastras es de 4 m. Dinteles de madera fueron necesarios para cubrir semejantes
espacios. Las ocho entradas interiores son angostas, aquí dinteles de madera o
piedra pudieron haberse usado.
Las similitudes de la planta de la Estructura 3 con la de la Estructura 11 es
muy notoria, sin embargo, la gran galería central de la Estructura 11 fue aboveda-
da. Probablemente también lo fueron los dos espacios de las cámaras, mientras
que en la Estructura 3 las diferentes acumulaciones de escombro nos hacen pen-
sar que solamente los cuartos centrales fueron techados. Que los cuartos al norte
y sur de la crujía central no fueran techados es confirmado por sus entradas an-
chas que requirieron de largos dinteles de madera que difícilmente pudieron so-
portar bóvedas. Aquí, como en la Estructura 19, hay una rara combinación, una
probable bóveda de mampostería sobre un cuarto central y un techo plano sobre
cámaras contiguas de mampostería y mortero (Roys y Shook 1966: 26–27).
Los trabajos de restauración de la temporada 2004 iniciaron en el costado nor-
te del basamento sobre el que se asienta la Estructura 3. En este sector se detectó
una escalinata que en un momento de la historia del edificio se adosó a un muro
rústico, que cubrió un muro estucado y este último se registró cubriendo un cuer-
po en talud con restos de estuco. Este último posiblemente correspondería a una
de las etapas más tempranas del basamento, probablemente contemporánea con
la Estructura 3.
Durante la liberación del lado norte de la Estructura 3 se registró una escalina-
ta cuyo primer escalón se asentaba sobre un piso de estuco bien conservado. La
escalinata consiste de cinco escalones en total que se conforman de bloques me-
galíticos en buen estado de conservación, con una huella de 80 cm en promedio.
Se notó que el primer escalón se prolongaba como un zócalo hasta los muros en
talud del basamento de esta estructura. Estos muros en talud se registraron en
ambos lados de esta escalinata norte. Este muro en talud tenía cornisas megalíti-
cas, conservando in situ dos en el lado oeste y cuatro en el oeste. De las otras cor-
nisas solamente quedaban las partes que estaban dentro de los muros, las partes
faltantes se encontraron en el escombro, reponiéndose nuevamente a su lugar ori-
ginal.
La escalinata norte llega a un descanso sobre el que se encuentran los cuartos
de la Estructura 3. Se accede a ellos por medio de dos escalones de bloques mega-
líticos de 23.5 m de largo, con una huella de 1.15 m en promedio. Estos escalo-
nes conducen a la crujía norte que se designó como cuarto 3-a en la temporada
2004. El acceso se divide en 3 vanos de entrada formados por dos pilares. Se en-
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contró únicamente la piedra de base de cada pilar en su sitio original, los demás
bloques que los conformaban se localizaron en el escombro. Los bloques de los
pilares miden 1.05 m de largo por 1.03 m de ancho.
Los trabajos de restauración en esta estructura solamente abarcaron el acceso
al gran basamento 3-c, el lado norte de la Estructura 3 incluyendo la escalinata, el
cuarto 3-a o crujía norte y el cuarto 3-b.
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LAS ESCULTURAS DE LA ESTRUCTURA 3 DE AKÉ
Durante el proceso de consolidación de la Estructura 3 se hizo necesario desman-
telar la escalinata moderna que recubría la escalinata norte y que servía de acceso
a una cruz de madera que estuvo montada en una mojonera, que a su vez se cons-
truyó sobre el derrumbe al interior de la crujía central del edificio superior.
Uno de los bloques que formaban esta escalinata moderna presentaba escultu-
ras iconográficas y epigráficas en dos de sus lados, y debido a que estaba expuesto
a la intemperie, el desgaste los hacía poco claros. Este bloque ya había sido repor-
tado con anterioridad (Mayer 2001). Otras tres piedras con inscripciones e icono-
grafía aparecieron en el escombro dentro de la crujía 3-a a lo largo del muro inte-
rior sur. También en estos casos se mostraba un desgaste considerable en las su-
perficies esculpidas.
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a b c
Figura 5:
Los bloques esculpidos de la Estructura 3:
a) el Bloque esculpido 1; b) el Bloque esculpido 2; c) el Bloque esculpido 3
Dibujos: Roberto Rosado Ramírez, 2004, CRY-INAH
cho y unos 20 mm de altura que corre a lo largo del lado esculpido y en el centro,
al parecer, una hondura circular de unos 160 mm de diámetro y de 40 mm de
profundidad aproximadamente.
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Bloque esculpido 4 (Figura 9):
Medidas: 300 mm de largo, 500 mm de ancho (aproximadamente y 240 mm de
alto aproximadamente
Descripción: Este bloque, al igual que el bloque 2, es un fragmento de un bloque
esculpido cuyas partes restantes no se han localizado hasta la fecha. Sin embargo,
muestra las mismas características que el anterior: un acabado liso de talla me-
ticulosa, un borde alzado de unos 170 mm de ancho y unos 20 mm de altura que
corre a lo largo del lado esculpido y en el centro, al parecer, una hondura circular
de unos 160 mm de diámetro y de 40 mm de profundidad aproximadamente.
b→
Figura 6:
La iconografía y epigrafía
←a del bloque esculpido 1:
a) frente; b) lado
Dibujos, sin escala:
Alexander Voss
Figura 7:
La iconografía y epigrafía
del bloque esculpido 2:
Dibujo, sin escala:
Alexander Voss
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Figura 8:
La iconografía Figura 9:
y epigrafía del La iconografía del
bloque esculpido 3 bloque esculpido 4
Dibujo, sin escala: Dibujo, sin escala:
Alexander Voss Alexander Voss
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Si tomamos la evidencia disponible que tenemos del friso de Aké, las escenas
parecen haber convergido en un punto no definido de una fachada principal, ya
que en el bloque 3 los personajes en posición felina se enfrentan cara a cara. En
las dos escenas del bloque 1, los personajes en las escenas siguen en la misma
orientación cuando doblan por la esquina.
Como ya se dijo, las escenas esculpidas siempre representan personajes en per-
fil con tocado en posición felina cargando un bulto en la espalda. Los brazos están
apoyados en sus codos y las manos están unidas en frente de la cara. Las manos
parecen estar atadas de las muñecas con un nudo (bloques 2 y 3). Se considera
que a todos les caía una banda o trenza de cabello de la sien (bloques 1-frente y
3) y les salían volutas de viento o humo de la frente. También el resto del cuerpo
está cubierto de volutas.
Sin embargo, hay detalles variables. Al parecer, cada individuo tiene un tocado
diferente, también los bultos parecen haber sido distintos. Lamentablemente, sólo
se conservan dos tocados intactos (bloques 1-frente y 3) y uno parcialmente
(bloque 4). De los bultos tenemos solamente uno completo pero muy erosionado
(bloque 3) y otro sólo se conserva de forma parcial (bloque 1-frente) lo que no
permite una identificación unívoca. En el caso del personaje del bloque 1-frente se
trata de un tocado que posiblemente lleve una pluma insertada detrás de la oreje-
ra, mientras que en el caso del bloque 3 se trata de un cono truncado o turbante.
En el caso del tocado parcialmente conservado se trata de una antorcha con volu-
tas de humo y/o fuego que posiblemente sale de la frente de un tocado. Los ele-
mentos más resaltantes del bulto parcialmente erosionado son dos rodajas en la
parte de abajo y un tocado que se asemeja al miotli azteca llamado “signo del año
mexicano” con su trapecio y su triángulo insertados (bloque 3). Tal parece, que se
trata de una representación temprana de las máscaras y los tocados que tienen las
entidades que salen de las fauces de los ciempiés en la escena del dintel 24 de
Yaxchilan (Graham y Von Euw 1977: 53). Según el texto de este dintel se trata de
una manifestación del Dios B o Chak, aunque las representaciones aluden a las
formas tempranas (teotihuacanas) de Tlaloc del centro de México.
El diseño más parecido al friso de Aké lo encontramos en Izamal en el segundo
cuerpo basal del lado occidente de la pirámide llamada Kabul, que se localiza al
oeste de la gran plaza de Izamal (Figura 10). Se trata de un bajo-relieve elaborado
en estuco de un hombre en posición felina. Según Charnay, la cabeza estaba coro-
nada por un peinado en forma de tiara y el cuerpo adornado con un nudo. Según
informaciones que obtuvo Charnay del entonces director de la escuela pública de
Izamal, el personaje principal llevaba en la espalda a otra persona con cabeza de
mochuelo con cola en forma de abanico. El personaje está rodeado de elementos
extraños, algunos en forma de voluta (Charnay 1978: 13–14).
La escalinata de los prisioneros de Dzibanché, Quintana Roo (Nalda 2004)
también muestra cierta semejanza. Pero aquí los personajes representados tienen
varias posturas corporales, sentadas con las piernas cruzadas, el cuerpo doblado
hacia delante y las manos atadas al frente (Mon. 3, 10b–c, 11–14; Nalda 2004:
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Figura 10:
El bajo-relieve
de la pirámide
Kabul, Izamal
Charnay 1978: 14
32, 42–47, 53), sentados con las manos atadas a las espaldas (Mon. 6, 7b, 15, 17;
Nalda 2004: 35, 37, 48, 50), recostado en el vientre con los pies en el aire y las
manos atadas al frente (Mon 7a, Nalda 2004: 36) y en posición felina con las ma-
nos atadas al frente (Mon. 5, 8b, 18, 21 y 22; Nalda 2004: 34, 39, 51, 54–55).
Casi todos los individuos tienen una máscara como decoración posterior de sus
bragueros que, al parecer, representan los jeroglíficos de sus nombres personales.
Los bloques jeroglíficos de esta escalinata están acomodados de manera vertical
en doble columna. En algunos casos los bloques están dentro del mismo espacio
que ocupa la escena del cautivo (p.ej. Mon. 3) o se presentan en espacios rectan-
gulares a los lados de la escena (p. ej. Mon. 5 y 17). En ningún caso los bloques
jeroglíficos se acomodan en espacios individuales en columnas singulares. La tem-
poralidad de esta escalera se establece en base a las fechas calendáricas de los tex-
tos. El monumento 15 se fecha a 471–484 d.C., los monumentos 13 y 22 a 490
d.C. y el monumento 11 a 505–518 d.C. (Velásquez 2004: 81–82).
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El segundo jeroglífico identificable se encuentra en el bloque 2, pero la erosión
y los daños sufridos por desprendimiento en la parte superior hacen difícil su lec-
tura unívoca (Figura 7). Esto da pie a dos interpretaciones con implicaciones muy
distintas. La primera lectura es de alcance ritual-religioso y la segunda de impor-
tancia política.
El elemento distintivo es una variante temprana del signo jeroglífico T714
(Thompson 1991) que representa a una mano agarrando un pez (hand-grasping
fish). En el caso de Aké se distingue la aleta caudal debajo de la mano cerrada
(Figura 11a). Mayor similitud existe con el ejemplo en la inscripción de una trom-
peta de concha del Clásico Temprano en la colección Pearlman (Figura 11b).
Otra variante acefálica, fechada hacia 667 d.C., proviene del texto de la PNG Este-
la 36 de Piedras Negras. La misma variante también se registra en la inscripción
de la QRG Estela J de Quintigua fechada hacia 756 d.C. (Figura 11c). No obstante,
la forma más común en el Clásico Tardío y el Posclásico muestran el pez comple-
to dentro de la mano (Figura 11d–e).
a b c d e
Figura 11:
El jeroglífico T714 <TSAK>:
a) Aké, Estructura 3, AKE Bloque esculpido 2, glifo; b) Pearlman Collection
N°63, Caracol, glifo C5; c) Quirigua, QRG Estela J, glifo E5; d) Yaxchilan,
YAX Estela 35, glifo A2; e) Cobá, Las Pinturas, Estr. 1, friso, glifo D1
Dibujos, sin escala: Alexander Voss
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b c
Figura 12:
Las reconstrucciones posibles
del glifo en el Bloque esculpido 2 de Aké:
a) trazos seguros; b) opción 1; c) opción 2
Dibujo: Alexander Voss
parte superior erosionada del jeroglífico sería un segmento del signo principal pa-
ra completar la forma acefálica del signo T714. Todo el conjunto se transcribe co-
mo <u-TSAK-wa> y su lectura es /u-tsak-aw/, dando un predicado verbal transiti-
vo en incompletivo que se traduce “alguien [el/ella] conjura temporales”.
La lectura en conjunto con la representación del personaje del bloque 1-frente
(véase arriba), permite enunciar la hipótesis, que todo el friso de la moldura algu-
na vez documentó un importante rito realizado para conjurar todos los dioses rela-
cionados con la lluvia. Una razón podría ser el hecho, que la precipitación durante
el verano en el noroeste de la península de Yucatán es muy errática, debido a que
esta área se localiza a sotavento de los vientos alisios que traen los temporales y,
que los señores de Aké le daban suma importancia a la actividad de invocar estos
vientos lluviosos mediante ceremonias para garantizar una cosecha agrícola abun-
dante.
Para la segunda reconstrucción (Figura 12c), se toma el prefijo como una va-
riante de T35 transcrito <K’U(HU)L> que significa “cosa divina” (Barrera Vásquez
1980: 421 <7k’ul>). El superfijo representa T168 <AJAW> y significa “señor, go-
bernante” (Lounsbury 1973). Se mantiene la transcripción del posfijo T130 como
<wa>.
En conjunto, estos signos forman un “glifo emblema” (Berlin 1958, 1986). El
“glifo emblema” es un título personal y pertenece al grupo de glifos que conclu-
yen una frase nominal, es decir la secuencia de nombres y motes de un gobernan-
te (Mathews y Justeson 1984). Así, el signo T714 <TSAK> sería el elemento dis-
tintivo del “glifo emblema” y designaría la entidad política y/o geográfica del sitio
arqueológico Aké. La transcripción completa sería <K’U(HU)L AJAW TSAK>. Su
lectura es /k’uhul tsak ajaw/ y se traduce con “señor de lo divino de Aké” o, me-
nos literal, “gobernante de Aké”.
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La segunda lectura implica, que el texto de la moldura haría mención de un
mandatario de alto rango de Aké. Esto sería una señal clara para la existencia de
un territorio político con su cabecera establecida en Aké. La razón de usar el tér-
mino /tsak/ como elemento principal del “glifo emblema” podría ser el hecho,
que el linaje de los gobernantes del sitio se relacionaban íntimamente con este ri-
to de conjurar nublados, para garantizar precipitaciones abundantes en Aké, ya
que en el noroeste de la península de Yucatán las lluvias suelen ser muy erráticas,
porque el área se localiza a sotavento de los vientos alisios que traen los nublados
para la agricultura.
CONSIDERACIONES FINALES
Los datos iconográficos y epigráficos nos permiten modificar nuestra visión acerca
del sitio arqueológico de Aké, porque hasta ahora no se habían encontrado textos
jeroglíficos. Las esculturas e inscripciones jeroglíficas que se hallaron asociadas a
la Estructura 3 posiblemente formaban un friso que alguna vez corrió a lo largo de
la fachada exterior de un cuarto o un edificio. La calidad y la exactitud del trabajo
de talla sugieren que el edificio respectivo fue importante en el ámbito público de
Aké durante el Clásico Temprano.
El jeroglífico con el signo <TSAK> resulta ser clave en determinar la función
del edificio que sostuvo la moldura con el friso. El lexema /tsak/ significa “con-
jurar temporales, nublados y vientos” y se refiere a un rito agrícola asociado a la
petición de lluvia para el campo. Dos lecturas del jeroglífico que incluye este signo
son posibles: una como acción mediante el predicado verbal /u-tsak-aw/ o como
sustantivo para el “glifo emblema” /k’uhul tsak ajaw/ de los gobernantes de Aké.
La presencia de un glifo emblema en Aké sería de mayor importancia ya que
permite una reconstrucción del panorama histórico del Clásico en el noroeste de
la península de Yucatán. Mediante el “glifo emblema” quedaría establecido que
Aké debió haber formado una entidad política independiente que ejerció cierto
poder en el noroeste de la península durante el Clásico Temprano.
Lo que quedaría por determinar es la temporalidad precisa del surgimiento de
esta entidad política y la fecha precisa del friso de la Estructura 3. Es de esperar
que en temporadas futuras se logre recuperar más elementos del friso de la Es-
tructura 3 que arrojen más luz a la historia del sitio arqueológico de Aké, Yucatán.
NOTAS
1. Agradecimientos: Los autores expresan su gratitud a José Huchim Herrera (CRY-INAH)
por realizar las fotografías necesarias para este reporte, como su apoyo técnico en la
digitalización del mismo material para la presente publicación. Agradecemos también
a Roberto Rosado Ramírez (FCA-UADY) su elaboración de los dibujos de los bloques de
la cornisa de la Estructura 3 de Aké. Gracias también a Enrique Nalda (INAH / †,
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q.e.p.d.) y Jeff Kowalski (Northern Illinois University) por sus comentarios a la ponen-
cia de este trabajo dada el 15 de marzo de 2005.
2. Se usan las convenciones de transcripción epigráfica establecidos durante la Confe-
rencia de Albany en 1979 (Fox y Justeson 1984), pero usaremos la ortografía estable-
cida por Barrera (1980) que escribe <ts> y <ts’> en vez de <tz> y <tz’>.
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68 1|2018
Ketzalcalli
EK’ BALAM
A TRAVÉS DE SUS IMÁGENES Y TEXTOS
INTRODUCCIÓN
Durante la época de esplendor de Ek’ Balam se produjeron en casi todos los espa-
cios interiores y exteriores de su arquitectura cuantiosas obras, con una gran ri-
queza de imágenes; estas imágenes fueron pintadas sobre diversas superficies, la-
bradas y modeladas en relieves y esculturas, percibiéndose una imperiosa necesi-
dad de transmitir a las generaciones futuras los acontecimientos más relevantes y
la identidad de quienes los protagonizaron, con el afán de sus gobernantes de per-
petuar la grandeza de sus actos.
La afortunada asociación de imágenes y textos son una oportunidad extraordi-
naria para el estudio de un sitio arqueológico y en Ek’ Balam se ha tenido la suer-
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te de encontrarlos en abundancia. No en todos los casos se han conservado en
perfectas condiciones, por efectos del paso del tiempo y del derrumbe de los edifi-
cios. Como resultado sólo se logran recuperar datos parciales, pero aun así son de
gran valor, proporcionando pequeños fragmentos de información que son un gran
avance en el conocimiento del sitio arqueológico bajo estudio.
Figura 1:
Plano del Recinto Amurallado de Ek’ Balam
Dibujo: Proyecto EKB-INAH
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modelado que al paso del tiempo se erosionó y perdió su forma (Vargas, Castillo y
Paul 1997).
Otros textos incompletos son los contenidos en unos artefactos muy especiales
y fuera de lo común, a los que llamamos coloquialmente “protectores de piedra
del juego de pelota”, pero que realmente lo son. Tres segmentos incompletos de
ellos fueron encontradas en sendos basureros prehispánicos y a pesar de ser sólo
partes de ellos, nos han dado importantes referencias históricas, además de que
su simple presencia nos ha permitido conocer un tipo objeto ritual nunca antes
visto.
El primer protector lo encontramos en un ba-
surero prehispánico ubicado en un pequeño patio
ubicado entre las estructuras 16, 17 y 18 (Figura
1). Este es el más completo y desde el primer
momento nos pareció, por su forma que se adap-
taba al antebrazo, que era precisamente para ser
colocado de manera que protegiera la muñeca y
el antebrazo. No obstante, los artefactos origina-
les, que realmente se usaban en el juego de pelo-
ta, debieron ser de cuero o madera para que no
fueran tan pesados, pues, el de piedra ciertamen-
te lo es y no sería práctico jugar con este peso.
La lectura de la inscripción del protector, rea-
lizada por Alfonso Lacadena García-Gallo1, con-
firmó la primera apreciación, pues, el texto talla-
do en la piedra dice Ub’aal pitz tuun, “Es el pro-
tector de piedra de juego de pelota de…”. La ima-
gen labrada en el objeto confirma su identifica-
ción, pues muestra un hombre de perfil, que lle-
va en el brazo derecho un protector, tal como el
objeto mismo que se describió (Figura 2). El
nombre y los títulos de su poseedor se han perdi-
do, debido al mal estado de conservación de los
bloques jeroglíficos (Lacadena 2003: 67–69).
El segundo protector fue encontrado en otro
basurero, junto a la esquina suroeste de la Es-
tructura 1 ó Acrópolis (Figura 1). También es un
fragmento en el que solamente se conservó parte
de la imagen de un personaje de perfil, muy pa- Figura 2:
recido al del primer protector, aunque en este Protector de
caso no hay ningún texto asociado. El tercer pro- Juego de Pelota 1
tector descubierto, por el contrario, no muestra Dibujo: Alfonso Lacadena,
una imagen, sino que sólo contiene un fragmento Proyecto EKB-INAH
de texto, donde se pueden reconocer los nom-
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bres de Ukit Kan Lek y K’an B’ohb’ Tok’, pero ya no existe la referencia al evento
en que se relacionarían ambos nombres (Lacadena 2003: 67–69).
Tres fragmentos de un mismo tipo de objeto, tan importante como para que
contuvieran inscripciones con los nombres de los gobernantes, deja ver la gran
trascendencia que tenía el juego de pelota para Ek’ Balam. A estos tres casos de-
bemos sumar las otras imágenes y textos relacionados con esa misma actividad
ritual.
En la Estructura 8 del Juego de Pelota recuperamos otros textos e imágenes y
fueron las primeras tapas pintadas que encontramos en Ek’ Balam. Éstas cerraban
las bóvedas de los dos cuartos contiguos ubicados en la parte superior de ese edifi-
cio. Las dos tapas tienen imágenes pintadas del dios K’awiil, relativamente bien
conservadas y en ambos casos las inscripciones mencionan como dueño de los
recintos a un personaje llamado Tz’ihb’am Tuun (EKB TB 1 y TB2, 841 d.C.), pe-
ro la identidad de este individuo permanece desconocida hasta ahora y, aparente-
mente, no ocupaba un lugar en la dinastía del Clásico tardío ya identificada. Pro-
bablemente no fue rey de Ek’ Balam, pues, su nombre no está asociado al glifo
emblema de Talol.
Figura 3:
Friso estucado de la
Estructura 9 Sub
Fotografía: V. Castillo,
Proyecto EKB-INAH
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con cuentas de jade – que fueron pintadas de verde – mientras que los demás ele-
mentos del friso estuvieron pintados predominantemente de rojo, con algunos de-
talles en azul y negro. Aunque hay algunos símbolos que posiblemente formaron
una banda celeste, no hay un texto legible.
Entre las numerosas y variadas imágenes de Ek’ Balam, una de las que han te-
nido mayor relevancia – desde el punto de vista de la investigación arqueológica –
es el glifo emblema, el título real del sitio, que lo identifica como el reino de Talol
e identifica a sus gobernantes, en el Clásico Tardío.
La presencia de un glifo emblema fue reportada
desde los años 80s por William Ringle, pero fue
hasta 1997 – cuando se liberaron las esculturas
llamadas Serpientes Jeroglíficas – que se pudo ver
claramente el glifo emblema bellamente labrado en
ambos monumentos de piedra (Figura 4) y fue
cuando pudo ser leído, revelándose el nombre del
reino, Talol (Lacadena 2003: 12–15). A partir de
entonces se ha encontrado su imagen en muchas
ocasiones, labrada o pintada en variadas superfi- Figura 4:
cies y objetos, formando parte de diversas icono- Glifo emblema de la
grafías y textos.
Serpiente Jeroglífica Oeste
Las imágenes del personaje gobernante más so-
Fotografía: J. López, Proyecto
bresaliente en la historia de Ek’ Balam – quien
EKB-INAH
condujo exitosamente los destinos del reino de Ta-
lol en el Clásico Tardío, Ukit Kan Lek Tok’ – son
varias y van desde un pequeño pendiente, que muestra el rostro deformado de un
simple mortal, hasta sus retratos, donde es enaltecido como un gran guerrero, co-
mo ancestro conjurado, como rey entronizado, como ancestro divinizado, como
jugador de pelota e incluso como una deidad.
El primer ejemplo mencionado está en un pendiente de hueso, uno de los nu-
merosos objetos que formaban parte de la rica ofrenda mortuoria de Ukit Kan Lek
(Vargas y Castillo 2001). Este colgante muestra un rostro humano con la boca y
mentón torcidos, evidenciando el defecto físico que el gobernante tuvo en vida,
con la mandíbula desviada y su labio superior partido (Figura 5).
Con el análisis de los restos óseos de este singular personaje por Vera Tiesler2,
se pudieron constatar varias patologías que le dieron a su rostro ese aspecto parti-
cular. En vida tuvo varios problemas, desde sarro y caries en 23 de sus piezas den-
tales, hasta procesos inflamatorios dentales y alveolares crónicos, que afectaron
todos sus dientes, además de tres procesos infecciosos muy severos, uno de los
cuales afectó los molares y premolares, con involución del tejido óseo alveolar, la
caída ante mortem de cinco dientes y una reducción notable en la altura del cuer-
po mandibular derecho, resultando en la pérdida de la simetría en la fisonomía
facial del personaje. Tenía también prognatismo de ambos incisivos centrales su-
periores, que, sumados a los procesos crónicos mencionados, probablemente in-
1|2018 73
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fluyeron en la fractura completa del incisivo superior derecho, que pudo ocurrir
debido a un golpe y tuvo lugar poco antes del deceso del personaje, ya que la pul-
pa aún se halló expuesta, con sólo una incipiente formación de dentina secundaria
(Tiesler 2002).
Figura 5: Figura 6:
Colgante de hueso, Detalle del
parte de la ofrenda rostro de Ukit
mortuoria de Kan Lek Tok’
Ukit Kan Lek Tok’ en la EKB TB 15
Fotografía: Fotografía:
J. L. Reyes, L. Vargas,
Proyecto EKB-INAH Proyecto EKB-INAH
El labio, que estuvo partido y hundido, según indica el estado del hueso de su
mandíbula superior, es revelado en el pendiente de hueso por una hendidura poco
perceptible, pero que se logra notar a pesar de la erosión de ese ornamento de
hueso. En cambio la lesión del labio fue claramente representada en la EKB Tapa
de Bóveda 15, que cerraba el recinto en el que se ubicó la cámara mortuoria de
Ukit Kan Lek Tok’, donde el gobernante fue caracterizado como el joven Dios del
Maíz, pero en el rostro de la deidad se dibujó el labio superior dividido en dos, pa-
ra indicar que se trataba del ajaw mismo, además de que la inscripción confirma
de quien se trata (Figura 6).
Hasta ahora, el pendiente de hueso es el único retrato que muestra el aspecto
físico que tuvo el gobernante al final de su vida, pues, en las otras imágenes que
se conocen, se le representa joven y en su mejor forma, como en su efigie de gue-
rrero y ancestro conjurado, finamente labrada en un monolito de piedra que clasi-
ficamos como EKB Columna 1. Aquí está el gobernante asociado con otras imáge-
nes, que se enlazan con los textos y que en su conjunto permiten comprender el
significado del evento recreado en la piedra. Afortunadamente, esto proporciona
la identificación de los protagonistas de ese suceso, así como el nombre mismo
del monumento (Vargas y Castillo [2016]).
Ukit Kan Lek Tok’ es revelado en la parte superior de este monumento como
un gran guerrero, enjoyado y ataviado con un faldellín, con un elaborado tocado y
portando un escudo hecho con placas de concha. Su imagen es la visión conjura-
da por Ukit Jol Ahkul – uno de sus sucesores en la dinastía reinante en Ek’ Balam
– quien a su vez fue representado en la parte media de la columna; este segundo
personaje es quien dedica el monumento el 11 de marzo de 830 d.C.
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En la EKB Columna 1 tenemos ade-
más de los dos personajes humanos, la
imagen de un galápago, que es la tortu-
ga del Mito de la Resurrección del Dios
del Maíz, con una cabeza invertida de
K’awiil saliendo de una de las aberturas
del caparazón, mientras que de la otra
emerge la cabeza del Dios N y un cuer-
po serpentiforme. En el texto se mencio-
na también el nombre del monumento,
que es Sak Ahk B’aal Tuun, que se tra-
duce como “la columna de piedra del
galápago” (Lacadena 2003: 18–23; Var-
gas y Castillo [2016]) (Figura 7).
Además de la información labrada en
la columna, su hallazgo nos brindó otros
datos significativos, como su ubicación
original. Durante la liberación fueron
hallados sus fragmentos entre el escom-
bro de los cuartos 25 y 26, en el tercer
nivel3 de la Acrópolis. La posición en el
derrumbe nos indicó que su lugar origi-
nal fue el muro que recubrió las facha-
das del cuarto nivel de la Acrópolis,
construido con el objeto de ocultar el
mausoleo donde reposaban los restos
del fundador de la dinastía. Otro detalle
que nos llevó a pensar en su ubicación
en ese muro, fue el aspecto físico del
monumento, que tiene una sección sin
labrar, misma que nos indicó que la pie-
dra debió estar insertada en una pared y
no con todo su contorno a la vista. Se-
guramente fue colocada por el nuevo
gobernante, como un monumento dedi-
Figura 7:
cado a la memoria de su ancestro y un
recordatorio de la importancia de lo que Parte de la EKB Columna 1
ahí estaba oculto a la vista de todos, pe- Fotografía: L. Vargas,
ro que permaneció en la memoria de Proyecto EKB-INAH
quienes lo siguieron mencionando en
sus textos dedicatorios, como se puede ver en varias inscripciones. La EKB Colum-
na 1 permaneció empotrada ahí, hasta el momento del derrumbe.
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Otros datos que pudimos obtener observando la imagen de Ukit Kan Lek Tok’
en la EKB Columna 1 fue el aspecto de su escudo, que está constituido por placas
de concha, lo que nos hizo pensar que el ajaw fue inhumado con ese escudo y
que la gran cantidad de placas que recuperamos en su tumba formaron parte de
este objeto, que debió tener una base – posiblemente de madera – que se deshizo
al paso del tiempo (Vargas y Castillo [2016]). También se advierte en la imagen
de la columna que el escudo está adornado en la parte superior con unos elemen-
tos en forma de “abanicos”, iguales a tres piezas que se hallaron entre el material
desenterrado en el interior del Cuarto 44 de la Acrópolis, por lo que se supone
que esos tres elementos pudieron fungir como “repuestos” del escudo del rey.
El Cuarto 44, recinto que por sus características ornamentales y los materiales
hallados en su interior, se ha identificado como una especie de “cuarto del tesoro”
de Ukit Kan Lek Tok’, donde se resguardaban algunos de sus objetos más precia-
dos. Entre estos se recuperaron diez vasijas fragmentadas y algunos tiestos cerá-
micos aislados, varios de ellos con textos jeroglíficos. Además encontramos en el
Cuarto 44 un conjunto de piezas al que llamamos “taller de concha”, porque con-
tiene materia prima, así como piezas a medio trabajar y otras terminadas, de va-
rias especies de concha y caracol, aunque en realidad sólo era material que se res-
guardaba y no se precisamente se trabajaba en este espacio del palacio, sino en
otro aun no localizado. Otro dato interesante respecto al contenido del recinto, es
que algunas de las vasijas y de los otros objetos son iguales o muy parecidos a los
que fueron depositados en la ofrenda mortuoria del gobernante (Vargas et al.
2007). Posiblemente, algunas piezas que pertenecen a la ofrenda fueron sacadas
del Cuarto 44 durante los preparativos de la ceremonia de inhumación y quizá al-
gunas otras no fueron escogidas o no estuvieron listas a tiempo para formar parte
de la singular ofrenda de la tumba de Ukit Kan Lek, por lo que habían permaneci-
do resguardadas, hasta que el tiempo y el derrumbe las cubrieron. En 1999–
2000, fueron encontradas al liberar el recinto.
Una imagen interesante de Ukit Kan Lek Tok’ es aquella, donde está represen-
tado como jugador de pelota, en una de las vasijas del Cuarto 44. Es un vaso cilín-
drico trípode de soportes huecos de forma globular, de la vajilla Pizarra negra
(grupo cerámico Dzityá), que tiene un engobe de color negro uniforme, un acaba-
do brilloso y cuya superficie fue esgrafiada, estucada y pintada. En la pared inte-
rior tiene un ducto vertical a manera de popote cuya parte superior termina al ras
del borde, por donde se podría sorber el contenido líquido del vaso. La vasija exhi-
be diseños geométricos excavados con la técnica decorativa gubiada-incisa cerca
del borde superior, mientras que los personajes y textos jeroglíficos fueron hechos
con la técnica del esgrafiado. El vaso aún conserva restos de una capa muy delga-
da de estuco que cubrió los diseños esgrafiados y al secarse dejó delineada la mis-
ma escena incisa de abajo, que finalmente fue pintada con colores azul y rojo
(Figura 8). El texto de mayor tamaño y grabado en diagonal está deteriorado y
solamente se puede decir que contenía originalmente la fórmula de dedicación del
vaso, con referencia a su grabado yuxuluul (Vargas et al. 2007).
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Figura 8:
Vaso de los Jugadores de Pelota
Fotografía / Dibujo: L. Vargas / A. Lacadena, Proyecto EKB-INAH
Pese a que la vasija estaba muy fragmentada y sólo se pudo reconstruir parcial-
mente, nos ha dado mucha información a través de sus textos e imágenes. Se re-
presentó una escena en la que se enfrentan dos hombres en un juego de pelota,
como claramente indica la postura de golpear a la pelota del personaje de la dere-
cha, el yugo que lleva en la cintura como protector y los restos del dibujo de una
pelota de gran tamaño entre ambos. Nuevamente, los textos de las dos cláusulas
jeroglíficas asociadas a la imagen proporcionan información relevante, identifican-
do a los protagonistas de este encuentro. El individuo de la derecha es Ukit Kan
Lek Tok’, cuyo joven rostro no muestra señales del daño físico sufrido al final de
su vida, como se aprecia en el pendiente de hueso y en la imagen de la EKB TB
15, ambos descritos anteriormente. El jugador de la izquierda, que lleva un intere-
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sante tocado en forma de iguana, es nombrado como Kal K’inich, mencionado
aquí por primera vez en el corpus epigráfico de Ek’ Balam. Desafortunadamente,
la fractura del texto al comienzo del tercer bloque jeroglífico nos impide saber a
qué título o títulos estaba asociado (Vargas et al. 2007).
Encontramos otros textos relacionados con el juego de pelota en el Mural B
del Cuarto 29 Sub de la Acrópolis, donde hay una referencia epigráfica explícita al
Juego de Pelota, en el contexto de las ceremonias del mes Wayeb. Este mural, de
belleza y valor histórico excepcional, registra importantes sucesos en los que parti-
cipan, no solamente personajes del sitio, sino también un visitante cuya presencia
fue muy significativa, y comunica lo que pudo ser el suceso más relevante para la
historia del reino de Talol: el ascenso al trono de su máximo gobernante y funda-
dor de una dinastía, Ukit Kan Lek Tok’ (Lacadena 2003: 54–55; Vargas y Castillo
2005, EN PRENSA).
Además, en el ICL Panel 1, proveniente de la vecina Ichmul (de Morley) – un
reino que parece haber estado subordinado a Talol – hay una posible mención del
rey Ukit Kan Lek Tok’ y, en el ICL Panel 2, parece haber una del rey Ukit Jol
Ahkul, quien podría ser el jugador de pelota representado a la izquierda, ya que
este individuo ostenta un glifo emblema al final de su cláusula nominal, el cual
por su conformación general podría ser el de Ek’ Balam, aunque no es evidente
por el dibujo. La presunta mención de Ukit Jol Ahkul no estaría en contradicción
con la fecha del monumento, un k’atun 7 Ajaw, correspondiente a la cuenta larga
10.0.0.0.0, precisamente la fecha que registra la EKB Columna 1 de Ek’ Balam,
por él dedicada (Lacadena 2003: 18–23).
Un elemento adicional, relacionado con el juego de pelota, fue encontrado en
la temporada de campo 2005 en Ek’ Balam, durante la liberación de una escalina-
ta en la Plaza Este de La Acrópolis; se trata de un sillar cuadrangular que aparen-
temente forma parte de la escalera que da acceso al edificio principal de dicha
plaza. En esta piedra se plasmó la ima-
gen de un jugador de pelota y una ins-
cripción en forma de “L” invertida, pe-
ro tristemente, los detalles de la imagen
y del texto fueron hechos con un relie-
ve tan fino de estuco, que se ha perdi-
do. Sin embargo, podemos notar con
claridad la posición adoptada por el
personaje, con la pierna derecha flexio-
nada y la rodilla en el piso y con la otra
pierna extendida a un lado del cuerpo,
que es la manera convencional de re-
presentar a los jugadores; se nota tam-
bién que lleva un gran tocado y a un Figura 9:
lado de su cuerpo hay una pelota algo Sillar del Jugador de Pelota
desproporcionada en relación al tama- Fotografía: L. Vargas, Proyecto EKB-INAH
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ño del personaje (Figura 9). Todo este conjunto de imágenes y textos menciona-
dos nos hablan de la gran trascendencia que tuvo el ritual del juego de pelota en
la sociedad de Ek’ Balam, como lo tuvo también en el resto de Mesoamérica.
En la EKB Estela 1 de Ek’ Balam tenemos nuevamente la imagen de Ukit Kan
Lek Tok’, esta vez como ancestro divinizado, sentado en un trono celeste y en el
interior de un cartucho de ancestros,
lo que probablemente le da el nombre
a la estela, Ajchan Naah o “el de la
casa del cielo”. El gobernante que eri-
ge la estela para conmemorar su pro-
pio ascenso al trono, el 18 de enero
de 840 d.C., es identificado por la ins-
cripción labrada frente a él como el
Kalo’mte’ ...K’uh...nal, cuyo nombre
está incompleto debido a la erosión de
la piedra, pero Alfonso Lacadena
planteó la amplia probabilidad de
que se trate de K’ihnich Junpik Tok’
K’uh...nal, mencionado en el HLK
Dintel 1 de Halakal (Lacadena 2003:
105–106).
La imponente imagen del nuevo
ajaw está ricamente ataviada y orna-
mentada, con un impresionante collar
de cuentas – posiblemente de jade –
con una máscara y un tocado sober-
bios, así como un cinturón de jugador
de pelota y una gran espaldera de plu-
mas; su brazo izquierdo está levantado
y sostiene el cetro-maniquí del Dios
K’awiil con el pie serpentino, mien-
tras que su brazo derecho está hacia
abajo, aparentemente esparciendo una
ofrenda sobre un recipiente a sus pies
(Figura 10). Ambas imágenes nos se-
ñalan la alta jerarquía de ambos perso-
najes y sobretodo la relevancia del
momento, para quien erige la estela,
legitimando su linaje mediante la re-
presentación de su ancestro y funda- Figura 10:
dor de la dinastía reinante, a quien EKB Estela 1
evoca tantos años después de su Fotografía: J. López,
muerte4. Proyecto EKB-INAH
1|2018 79
Ketzalcalli
Otra imagen de Ukit Kan Lek, entronizado como rey supremo, sobresale en un
lugar sin igual, en la parte más alta del recinto que pudo ser el más importante en
su vida y ciertamente lo fue en su muerte, al convertirse en el lugar en que repo-
saron sus restos mortales y desde donde emprendería su viaje al otromundo. Este
es el Cuarto 35 Sub, con la magnífica fachada zoomorfa, en la que está sentado
en su trono, el cual a su vez descansa sobre el hocico del monstruo de la tierra.
En esta representación el kalo’mte’ lleva solamente un ex, pero muy particular,
pues la parte frontal muestra la imagen de K’uh, el Dios C; tiene sandalias con ta-
loneras y el resto de su atavío es muy elegante, con un ancho cinturón de jugador
de pelota, decorado con bandas cruzadas y con caracoles en el borde inferior y
ornado con una cabeza-trofeo en la parte central, así como una gran espaldera de
largas plumas; su cabeza lamentablemente fue destruida por las raíces de un árbol
y de su tocado sólo quedaron huellas, pero es evidente por sus dimensiones, que
debió sobresalir por encima del nivel superior del techo, lo cual le daría a este re-
cinto una imagen espectacular (Vargas y Castillo 2001a) (Figura 11).
Figura 11:
Fachada del mausoleo de Ukit Kan Lek Tok’
Fotografía: J. López, Proyecto EKB-INAH
Este singular recinto, aunque no contiene textos, si muestra una serie de imá-
genes sorprendentes: mascarones, flores, guías vegetales y extraordinarios perso-
najes representados en la frente del gran monstruo de la tierra; además contiene
en su interior una banqueta de extraordinaria decoración, con cuatro mascarones
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de estuco modelado con la imagen de K’íin, la deidad solar. Este espacio tan parti-
cular tuvo como destino final albergar la tumba real de Ukit Kan Lek Tok’, donde
se depositó su cuerpo acompañado de una valiosa ofrenda que contenía 21 vasi-
jas, algunas de barro y otras de alabastro y más de 7,000 piezas de jade, concha,
hueso y pirita, además de algunos materiales poco comunes como un pendiente
de oro en forma de rana y tres perlas (Lacadena et al. [2015]).
Pero la singular función de este recinto la revela la tapa que cerró su bóveda,
cuya inscripción dice que su nombre es la Sak Xok Naah, lo que se traduce como
“la casa blanca de la lectura” (Lacadena 2003: 46–48). Esta fachada – al igual
que las de los cuartos que la flanquean – era literalmente blanca, según se puede
apreciar desde el inicio de la excavación, lo que era de llamar la atención, porque
existía la costumbre de pintar las fachadas con colores vivos, como comprueba el
resto de los recintos de la Acrópolis.
Al contrario de estas imágenes y textos que dan mucha información, hay otros
que debido a la acción del tiempo y el ambiente quizá se hayan perdido para siem-
pre, como los de la EKB Estela 2, que debió conmemorar algún suceso importante
ocurrido en la historia del reino de Talol. También se ha perdido la mayor parte
de la información contenida en las imágenes de las fachadas del Primer Nivel de
la Acrópolis, debido a que el diseño estaba hecho principalmente con estuco. Sin
embargo, lo poco que se conservó muestra personajes cautivos sometidos por gue-
rreros de Ek’ Balam, sus captores, lo que parece ser la temática desarrollada en
los diez cuartos de ese nivel constructivo.
Por otro lado, ya sea en pequeños fragmentos o en piezas incompletas, se han
recuperado en Ek’ Balam muchas otras imágenes que constituyen importantes tes-
timonios, pues, aun en ese estado y sin estar asociados con escritura, exponen las
técnicas, estilos y materiales empleados en su elaboración, como el uso de caraco-
les naturales insertos en los diseños modelados con estuco o como la técnica de
armado de las esculturas sobre un “esqueleto” de piedra en forma de cilindros de
diversos tamaños; o bien la costumbre de mezclar la cal y el sahkab con resinas
vegetales como aglutinantes o la extensa variedad de los pigmentos empleados,
algunos de los cuales son exclusivos de Ek’ Balam.
Algunas de las esculturas de piedra y estuco, aunque no se hallaron in situ, in-
dican su ubicación original por el lugar en que se encontraban entre el escombro
y, por lo tanto. el tipo de decoración que caracterizaba un recinto en particular.
Gracias a ello se sabe que una fachada estuvo decorada con imágenes variadas:
seres humanos, tortugas, soles y animales o seres fantásticos. Algunos frisos se
ornamentaron con calaveras, y todos esos elementos nos dan información sobre
las ideas y creencias de la gente de Ek’ Balam.
Las imágenes de personajes antropomorfos, aunque incompletas, muestran sus
tocados, peinados, vestimentas y ornamentos, que hablan del estatus de sus posee-
dores y, además, de la destreza de los maestros artesanos para reproducirlos
(Figura 12). También se han recuperado imágenes con un lenguaje iconográfico
difícil de interpretar, como los hallados en una subestructura del Juego de Pelota,
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Ketzalcalli
que recrea una especie de procesión con varios
individuos, en los que destacan sus gorros y toca-
dos, muy particulares e interesantes (Vargas y
Castillo EN PRENSA).
Este tipo de murales lo vimos también en el
Cuarto 29 Sub, donde está el Mural de los 96 Gli-
fos, que se ubica en la pared norte del recinto. La
parte final del mural muestra una serie de graffiti
sin sentido, en los que el autor intentó copiar los
signos que vio en el mural, pero sin lograrlo
(véase Lacadena 2003: 61–63). Probablemente,
él mismo pintó en otros sectores del cuarto algu-
nos otros dibujos aislados, de los que ahora ape-
nas se distinguen unos trazos, aunque en la pared
sur, muy cerca del nivel del piso, hay un pequeño
personaje con una posición muy particular, que
aparentemente está por bajar una escalinata,
mientras parece señalar con ambos brazos algo
que está en la dirección contraria.
Más imágenes de este tipo fueron halladas en el
Figura 12:
2008, en uno de los cuartos del edificio norte de
Cabeza de estuco hallada
la Estructura 17 (Figura 1). También se encontró
en la Acrópolis una tapa de bóveda pintada, que por desgracia
Fotografía: L. Vargas, perdió casi toda la capa de estuco donde estaba
Proyecto EKB-INAH el diseño, pero, por supuesto, está incluida en el
registro como EKB TB 23 de Ek’ Balam (Vargas y
Castillo 2001; Vargas y Castillo EN PRENSA). En
las paredes de este recinto se encuentran figuras geométricas, algunas líneas y tra-
zos aislados, así como pequeñas imágenes muy esquematizadas, que aparentemen-
te no guardan relación unas con otras.
Estos murales parecen haber sido hechos por algún pintor principiante o algún
“grafitero” que entró en este recinto – incluso pudiendo estar ya desocupado – y
dejó estas imágenes, aparentemente sin sentido, como una particular manera de
expresión que carecería de valor en la época en que fueron hechos, pero ahora
tienen la misma importancia que el más elaborado mural policromo. Además, su
importancia reside en que muestran una etapa de decadencia del otrora poderoso
reino de Talol (Figuras 13 y 14).
COMENTARIOS FINALES
Las imágenes de Ek’ Balam, recuperadas a lo largo de muchos años de trabajo,
son numerosas y es imposible incluirlas todas aquí, por lo que se han descrito las
más relevantes y mencionado las recuperadas más recientemente. En conclusión,
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Figura 13: Figura 14:
Fragmento 1 de mural Fragmento 2 de mural
hallado en la Estructura 17 hallado en la Estructura 17
Fotografía: V. Castillo, Fotografía: V. Castillo,
Proyecto EKB-INAH Proyecto EKB-INAH
los varios textos jeroglíficos y las numerosas imágenes recuperadas en Ek’ Balam
hasta la fecha, pintados en diversas superficies, labrados en la piedra y modelados
en el estuco, han permitido recuperar una parte significativa de la historia del sitio
y de su vigoroso desarrollo a través del Clásico Tardío. Especialmente, los textos
han aportado datos históricos precisos del desarrollo del reino de Talol, en su épo-
ca de gran esplendor.
Este florecimiento fue impulsado por sus gobernantes, sustancialmente por
Ukit Kan Lek Tok’, quien dejó en su palacio real, en pleno corazón de la capital
del reino de Talol, múltiples constancias de su presencia y poderío, en un conjun-
to espectacular de fachadas e interiores. La arquitectura, escritura, pintura, escul-
tura y otras manifestaciones científicas, técnicas y artísticas fueron altamente
desarrolladas en Ek’ Balam y son ahora valiosa información arqueológica, cuyo
análisis científico e interdisciplinario, así como su conservación, son un reto que
se asume y se sigue afrontando.
NOTAS
1. Alfonso Lacadena fue profesor-investigador de la Universidad Complutense de Madrid
y epigrafista del Proyecto Ek’ Balam († 2018, q.e.p.d.).
2. Profesora-investigadora de la Facultad de Antropología de la UADY.
3. Se trata del nivel inmediato inferior a aquel en que se encuentran las fachadas zoo-
morfas.
4. Para el 814 d.C. Ukit Kan Lek Tok’ ya había muerto, pues es la fecha en que proba-
blemente ascendió al trono K’an B’ohb’ Tok’ (Lacadena 2003: 102–104).
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EL SECTOR PONIENTE DE CHICHÉN ITZÁ:
DATOS NUEVOS DEL PATRÓN DE ASENTAMIENTO
INTRODUCCIÓN
Desde mediados del año 2014 y hasta el presente, el INAH ha atendido diversas
solicitudes de Gobierno del Estado de Yucatán para readecuar y mejorar la infra-
estructura de servicios a los visitantes en la Zona de Monumentos Arqueológicos
de Chichén Itzá. Como parte de este proceso, la Coordinación Nacional de Ar-
queología ha solicitado la opinión técnica y participación de personal de diversas
áreas del instituto para realizar labores tales como: reconocimiento de superficie,
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levantamiento topográfico, ubicación y registro de evidencias mediante GPS de
mapeo, recolección de muestras de material cerámico diagnóstico, prospección
geofísica (magnetometría y georradar), análisis SIG y procesamiento de datos LI-
DAR, entre otros.
Aunque se han inspeccionado varios sectores dentro y fuera del polígono de-
cretado de la zona, en este escrito nos ocuparemos de las labores enfocadas en el
sector norponiente de Chichén Itzá, particularmente en el tablaje catastral 7758,
propiedad del Gobierno del Estado de Yucatán.
Además de los diagnósticos, dictámenes y opiniones técnicas emitidos, los tra-
bajos realizados han permitido no sólo corroborar y ampliar la información sobre
las construcciones monumentales ubicadas en este sector, sino también documen-
tar una serie de monumentos arqueológicos que no habían sido registrados con
anterioridad.
Los datos obtenidos muestran una gran variabilidad con respecto al tipo y di-
mensiones de construcciones localizadas. Se tienen desde nivelaciones, conjuntos
habitacionales simples, hasta conjuntos con arquitectura monumental, redes de
caminos o sacbeob, así como cuevas, sascaberas y canteras prehispánicas.
En este trabajo se pretende caracterizar el patrón de asentamiento y composi-
ción social de los pobladores prehispánicos de este sector de Chichén Itzá consi-
derando dos factores principales: 1) las ventajas y condicionantes espaciales en
virtud de la proximidad del Conjunto Monumental de la Gran Nivelación y del Ce-
note Sagrado y 2) la asociación con labores artesanales especializadas bajo la or-
ganización de linajes o grupos familiares extensos, como podría ser el caso de la
lapidaria, extracción de materiales constructivos y cultivo intensivo.
EL ÁREA DE ESTUDIO
El tablaje catastral 7758 ocupa una extensión de poco más de 27 hectáreas. Colin-
da al norte con la antigua pista aérea (tablaje 7757); al este con el Sacbe No 1 y
el Cenote Sagrado; al sur con el trazo de la antigua carretera federal que atravesa-
ba la zona y que actualmente funciona como acceso al campamento arqueológico;
y al oeste con el ejido de Pisté. El terreno está dividido de forma diagonal por la
carretera federal libre 180 que comunica a Pisté con Valladolid. El predio se en-
cuentra dentro de los cuadrantes 1C, 2C, 1D y 2D correspondientes a la cuadrícu-
la de registro elaborada por la Institución Carnegie en los años 30s del siglo pasa-
do (Figura 1).
La topografía del terreno es irregular, con numerosas depresiones y afloramien-
tos calizos bajos (Schmidt 1981). Se registraron cotas que van desde los -6.00 a
los 22.00 msnm. Destaca una enorme rejollada o depresión ubicada al centro del
predio de unos 90 m de diámetro a partir de la cual se origina una zona baja que
se extiende hacia el norte del predio y rellenada por suelos rojos de tipo kankab.
La vegetación es secundaria, sumamente alterada por la actividad humana recien-
te (Figura 2).
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Figura 1:
Ubicación del Tablaje Catastral 7758 al noreste de la explanada central
de la zona arqueológica de Chichén Itzá
INAH - Centro Regional Yucatán y
Dirección de Salvamento Arqueológico
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Figura 2:
La configuración característica del terreno donde se localizan
numerosas depresiones y afloramientos calizos bajos
INAH - Centro Regional Yucatán y
Dirección de Salvamento Arqueológico
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En el presente caso, las edificaciones arqueológicas registradas al noroeste del
centro de Chichén Itzá pueden dividirse en dos grandes componentes: 1) la es-
tructura básica del asentamiento, constituido por los conjuntos de edificios monu-
mentales y la red de sacbeob, y 2) el componente doméstico, con diversidad de
unidades habitacionales, así como los rasgos naturales y áreas de aprovechamien-
to como cuevas, rejolladas, sascaberas, canteras y posibles áreas de cultivo.
EDIFICIOS MONUMENTALES
La distribución básica del asentamiento en el tablaje 7758 está definida por la pre-
sencia de un conjunto de caminos que describen dos direcciones básicas, sureste–
noroeste (sacbeob 3 y 49) y suroeste–noreste (sacbeob 2, 23, 48, 50 y 51), que
se vinculan con varios grupos con arquitectura monumental: el Grupo del Noroes-
te, el Grupo de El Arco, el Grupo Poniente del Gran Juego de Pelota y el Grupo
del Norte. Adicionalmente, en la esquina noroeste del predio, tenemos un grupo
de estructuras habitacionales, que no está vinculado con algún sacbe.
Los sacbeob 3 y 49 se originan en la Gran Nivelación y se asocian con la ma-
yor parte de los conjuntos monumentales registrados. Cabe destacar que, aunque
fue registrado en trabajos arqueológicos previos por el Proyecto Chichén Itzá, en
la actualidad no se observaron indicios en superficie, pero en el modelo de som-
breado LIDAR se observaron algunas partes del Sacbe 49.
En cambio, el Sacbe No. 3 comunica con el sitio periférico de Cumtún, a unos
5.5 km de distancia, y va más allá hasta el grupo del Cenote Siempreviva, localiza-
do a 12 km al poniente de Chichén Itzá. Siendo este el más largo registrado hasta
el momento (González De la Mata et al. 2006).
En cuanto a los sacbeob con rumbo suroeste–noreste, con excepción del 23
que se comunica con el grupo periférico de Poxil, localizado a 3 km. al norte del
asentamiento, todos los demás son sacbeob intrasitio y comunican a los conjuntos
entre sí. Cabe destacar el Sacbe 51 que parece enlazar el Grupo del Noroeste con
el Sacbe 23, así como con el conjunto de estructuras domésticas que se ubican en
la periferia del Cenote Sagrado (Pérez Ruiz 2004).
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Figura 3:
Grupo Principal
del Noroeste
INAH - CRY y
INAH - DSA
Figura 4:
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EL GRUPO DEL ARCO (ESTRUCTURA 2C6)
Este conjunto descansa sobre un basamento de esquinas redondeadas que mide
actualmente 36 por 25 m (Figura 5). Corona la parte alta del cimiente un edificio
con pilastras con un acceso en el interior en forma de arco hecho de piedras, que
conduce a un recinto columnado. En la parte posterior aún se observan los restos
de él, y que fue parcialmente destruido por la construcción de la primera carrete-
ra para llegar al sitio en 1923 (Ruppert 1952). Aunque existe mucha afectación
por la destrucción causada por la obra de construcción de la carretera, tanto en
campo como en el modelo LIDAR se observaron indicios que señalan que el con-
junto de El Arco se hallaba vinculado con el Sacbe No. 3 (Figura 6).
Figura 5:
Grupo del Arco
CRY - INAH y
DSA - INAH
Figura 6:
La puerta que le da
nombre al Grupo se
localiza en el interior
y conduce a una ha-
bitación columnada
CRY - INAH y
DSA - INAH
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Figura 7:
El plano general del tablaje 7758 con el Grupo del Norte y, al sur,
el Grupo Poniente del Gran Juego de Pelota, denominados
el Grupo del Basurero Esquina NW de la Gran Nivelación
DSA - INAH 2014
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Figura 8:
Grupo del Norte y
Grupo Poniente del
Gran Juego de Pelota
CRY - INAH y DSA - INAH
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Figura 9:
Grupo habitacional del
Sacbe 49 o Grupo del
Chultun Amilcar
CRY - INAH y
DSA - INAH
Figura 10:
La estructura 2C17 sobresale entre las construcciones
del Grupo habitacional del Sacbe 49
CRY - INAH y DSA - INAH
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EL COMPONENTE HABITACIONAL Y DE APROVECHAMIENTO DE RECURSOS
Con respecto a las unidades residenciales, la gran mayoría está dispuesta sobre
nivelaciones o afloramientos rocosos con grados variables de modificación artifi-
cial con cimientos de estructuras perecederas en su parte superior. Se detectaron
39 estructuras con estas características.
Figura 11:
Planta general del tablaje 7758 señalando la rejollada al centro del predio y
el área hacia el norte, que tal vez sirvió como área de cultivo
Centro CRY - INAH y DSA - INAH
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Otra línea de investigación a considerar, es la vinculación de las estructuras
domésticas con el desarrollo de actividades agrícolas especializadas. La depresión
topográfica condiciona la existencia de suelos con mayor profundidad y con mayo-
res posibilidades agrícolas. Adicionalmente, hay evidencia tanto histórica como
etnográfica del uso de las rejolladas para cultivos especiales como el algodón y el
cacao, reforzando el papel de los linajes nobles que las controlaban, en las redes
de intercambio regional (Schmidt 2007).
Está documentado entre los pueblos mesoamericanos y otras sociedades que el
acceso restringido a ciertos bienes de prestigio y su redistribución dentro de los
miembros de la sociedad juegan un papel muy importante para reforzar y legiti-
mar el papel del gobernante y ayudar a estrechar los lazos con sus aliados y suje-
tos.
En el caso del sector norponiente de Chichén Itzá, que aquí nos atañe, además
de la posibilidad de cultivos intensivos y especializados controlados por las élites,
cabe suponer la existencia de actividades artesanales controladas por los linajes
dominantes, tales como la extracción de materiales pétreos y el tallado de piedras.
En el área estudiada se registraron un total de 34 sascaberas y canteras con distin-
tas fases de trabajo y extracción (Figuras 12–14).
b) c)
a)
Figura 12:
Algunas sascaberas localizadas en el área, utilizadas para extraer diversos
materiales de construcción, como piedra para la elaboración de cal, sascab, etc.:
a) Sascabera 1: tallado de piedra; b) Cantera 7: bloques en proceso de tallado;
c) Sascabera 11: procesos de extracción
Centro CRY - INAH y DSA - INAH
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Figura 13:
Sascabera 19 ubicada en el lateral poniente del Cenote Sagrado:
cerca de la entrada se localizó un pequeño altar y en su interior se aprecia
el trabajo realizado para la extracción de materiales de construcción
CRY - INAH y DSA - INAH
Al sur del tablaje 7758, dentro del tablaje 2090, se localizaron cuatro grandes
canteras, donde se observan restos de la fase de extracción y tallado de los gran-
des bloques de piedra (Figura 15). En la Cantera 1, la más grande de las localiza-
das, se encuentra in situ una cabeza de serpiente que quedó en proceso de tallado
(Figura 16). En su estudio sobre el Templo de los Guerreros, Morris, Charlot y
Morris (1931), dedican un apartado a estudiar las técnicas de extracción de mate-
riales de construcción y tallado de la piedra. Presentan una fotografía de la misma
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Figura 14:
Otras sascaberas localizadas en el área de trabajo:
a) Sascabera 19 con herramientas in situ; b) Sascabera 20
CRY - INAH y DSA - INAH
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Figura 15:
Canteras localizadas en la cercanía del Grupo habitacional del Sacbé 49
CRY - INAH y DSA - INAH
El caso del tablaje 7758 corresponde a un área colindante con la parte central
del sitio, pero que contrasta por un decremento significativo en cuanto a la monu-
mentalidad de las construcciones. La distribución espacial de los conjuntos con
arquitectura monumental y los arreglos de los sistemas de caminos, señalan a los
conjuntos del Noroeste, del Arco, del Norte y del Poniente del Gran Juego de Pelo-
ta, como sede de un grupo social que controlaba una serie de actividades en este
sector, entre ellas las rutas de circulación de bienes y personas hacia el oeste y
norte del interior de la ciudad. Una contribución importante de este trabajo fue la
identificación del Sacbe 3 como principal acceso a la ciudad, que por años se ha-
bía considerado como un ramal del Sacbe 48 (González De la Mata et al. 2006).
La distribución de las unidades residenciales de rango social medio y bajo se
distribuyen en torno a una depresión natural del terreno ocupada por la Gran Re-
jollada y una zona de suelos con mayor profundidad. La ausencia de construccio-
nes permite inferir un uso agrícola del terreno, posiblemente para cultivos impor-
tantes para el intercambio de materias primas como cacao y algodón, actividad
susceptible de ser controlada por los linajes predominantes del sitio. No obstante,
esta hipótesis requiere de datos de excavación para ser corroborado. Asimismo,
habría que analizar a nivel de sitio, si las zonas con depresiones y mayor profundi-
dad de suelo presentan este mismo patrón de baja densidad de estructuras. El sec-
tor al oriente del Sacbe No. 1 y del Cenote Sagrado, al parecer, presenta un com-
portamiento similar de acuerdo con el análisis de datos LIDAR.
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Figura 16:
Cabeza de Serpiente
semi-trabajada localizada en el
interior de una de las canteras
que se encuentran en la inme-
diación del Grupo habitacio-
nal del Sacbé 49: imágenes
actuales y fotografía de Earl
Morris publicada en 1931
CRY - INAH y DSA - INAH
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Figura 17:
Sascabera 15 muy cerca del Sacbe 51:
en su interior se localizaron dos cámaras donde se pueden apreciar
las huellas de donde se extraían diversos materiales de construcción
CRY - INAH y DSA - INAH
ción de los materiales pétreos hasta el tallado de bloques e incluso relieves com-
pletos, lo que debió requerir de artesanos altamente especializados. Siguiendo las
tradiciones de los escultores mayas del periodo clásico, esta actividad debió ser
asumida y controlada por un grupo con preeminencia social. Excavaciones siste-
máticas en las canteras, unidades residenciales y grupos de élite, así como un aná-
lisis de la iconografía de las esculturas en el Grupo del Noroeste, posibilitarían en
el futuro refutar o corroborar los argumentos vertidos en este trabajo.
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NOTAS
Agradecemos a José Manuel Estrada Faisal y Ramón Enrique Carrillo Sánchez por su cola-
boración en el trabajo arqueológico, a Roberto Martínez Meza y Luis Carlos Hernández
Aguilar por los levantamientos topográficos con estación total, a Oscar Reyes Sánchez y
Daniel Hernández por el registro de la topografía y la arquitectura, a Pedro Góngora por el
apoyo logístico en campo y a todo el personal que por muchos años ha colaborado en los
recorridos del monte de Chichén Itzá. Gracias también a Yoshio Castelán por la prospec-
ción de georradar y magnetometría y, finalmente, a Travis Stanton, director del Proyecto
Arqueológico PIPCY, quien proporcionó el barrido de LIDAR de gran parte de Chichén Itzá.
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