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Unidad VI

Teorías Humanistas. La teoría de C. R. Rogers

Docente: Ing. Guadalupe Chávez Carrasco.

Alumna: Aguirre Molina Karla Carolina.

Teorías de la personalidad I

03 de agosto de 2022.
La psicología humanista es una de las corrientes de pensamiento más importantes
de la psicología. Desde ella, gente como Abraham Maslow (con su
popular Pirámide de Maslow) o Rollo May defendieron una visión positiva del ser
humano, según la cual todos somos capaces de convertirnos en el tipo de
personas que deseemos. La teoría de la personalidad de Carl Rogers es un
ejemplo de este optimismo vital llevado a la psicología y la filosofía. Veamos en
qué consiste esta teoría.

7.1 Introducción a la teoría humanista de C. R. Rogers.


Los psicólogos humanistas como Carl Rogers propusieron algunas ideas sobre los
procesos mentales en los que se enfatiza la libertad de los individuos a la hora de
tomar el rumbo de sus vidas. Según ellos, ni los factores biológicos ni los
ambientales son determinantes en nuestro comportamiento, y no nos "arrastran"
irremediablemente hacia ciertos tipos de comportamiento. En resumidas cuentas,
no eran deterministas.
La idea de que el desarrollo personal y el modo en el que el individuo lucha por
llegar a ser como quiere ser es una idea central de la psicología humanista, pero
para Carl Rogers tiene especial importancia, porque para él es a través del
desarrollo personal como se forma el carácter y el modo de ser.

7.2. La teoría humanista de C. R. Rogers.


Carl Rogers propone la idea de que la personalidad de cada individuo puede
analizarse según el modo en el que se acerca o se aleja a un modo de ser y vivir la
vida al que él pone la etiqueta de persona altamente funcional. Las personas
altamente funcionales se caracterizan por estar en un proceso constante de
autoactualización, es decir, búsqueda de un ajuste casi perfecto con los objetivos y
las metas vitales. Este proceso de desarrollo personal se encuentra en el presente,
por lo que siempre está en funcionamiento. De este modo, la personalidad de las
personas altamente funcionales es, para Carl Rogers, un marco en el que fluye en
tiempo real un modo de vivir la vida que se adapta a las circunstancias
constantemente.

7.3. Postulados iniciales de la teoría rogeriana.


Según Carl Rogers, los rasgos de la personalidad que definían a las personas
altamente funcionales están definidos según las siguientes cinco características:
1. Apertura a la experiencia. La personalidad de la persona altamente funcional
es, según Carl Rogers, muy abierta a la experiencia, en un sentido amplio.
No adopta una actitud defensiva por defecto ante lo desconocido, sino que
prefiere explorar nuevas posibilidades. Es por eso que este tipo de
personalidad se define por la aceptación de las emociones asociadas a lo
que se está viviendo, la no evitación de las "emociones negativas" y la
adopción de actitudes receptivas ante situaciones que no son claramente
peligrosas.

2. Estilo de vida existencial. Esta característica tiene que ver con la tendencia
a asumir que es uno mismo quien ha de otorgar sentido a las experiencias
que se viven en cada momento, a través de un proceso de creación de
significado. De este modo, se deja que el modo de vivir el día a día sea
espontáneo, creativo, sin intentar que todo lo que se percibe encaje a la
fuerza en esquemas preconcebidos. El estilo de vida asociado a este tipo de
personalidad, para Carl Rogers, se caracteriza por evitar la tendencia a
prejuzgar. No se analiza el presente como algo que debe ser explicado
totalmente por las vivencias del pasado, sino que se vive plenamente.

3. Confianza en uno mismo. Para Carl Rogers, el hecho de abrazar una manera
libre de vivir la vida conlleva fiarse del propio criterio y la propia manera de
tomar decisiones por encima de cualquier otro referente. La idea es que,
como nadie conoce mejor que uno mismo la propia manera de vivir la vida,
no se tiende a apoyarse en códigos de comportamiento impuestos desde
instancias externas.

4. Creatividad. El hecho de que las personas altamente funcionales de Carl


Rogers sean enemigas de los dogmas y las convenciones hace que miren
más allá de lo considerado como "normal". Esto proporciona las bases
necesarias para que puedan desarrollar su creatividad.

5. Libertad de elección. El modo de ser creativo e innovador de la personalidad


altamente funcional teorizada por Carl Rogers hace que estas personas sean
capaces de encontrar nuevas opciones de comportamiento allí donde
aparentemente solo hay unas pocas. Esto define el carácter inconformista de
este tipo de personalidad, que es capaz de resolver paradojas en las que hay
una aparente contradicción entre las opciones que a priori parecen
disponibles.

6. Carácter constructivo. Este tipo de personalidad muestra una gran facilidad


para dar respuesta a todas las necesidades de manera equilibrada, de
manera que las crisis son aprovechadas como oportunidades para construir
nuevas oportunidades y encontrar maneras de alcanzar niveles de bienestar.

7. Desarrollo personal. El desarrollo personal es el motor vital de las personas


altamente funcionales. Se vive como un proceso de cambio constante, en el
que nunca se alcanza una meta final definitiva, sino que se va pasando de
una etapa a otra. La teoría de “Rogers está construida a partir de una sola
“fuerza de vida” que llama la Tendencia Actualizante. Esto puede definirse
como una motivación innata presente en toda forma de vida dirigida a
desarrollar sus potenciales hasta el mayor límite posible. No estamos
hablando aquí solamente de sobrevivencia: Rogers entendía que todas las
criaturas persiguen hacer lo mejor de su existencia, y si fallan en su propósito,
no será por falta de deseo.
Las características y definiciones que Carl Rogers utiliza para definir a las personas
altamente funcionales son muy abstractas y altamente ambiguas, ya que ceñirse a
conceptos muy rígidos iría en contra de su idea de que una personalidad basada en
la autoactualización y el desarrollo personal fluye constantemente y escapa a las
convenciones.
Sin embargo, esto también le ha ganado muchas críticas: a fin de
cuentas, prácticamente todo el mundo puede sentirse identificado con los rasgos
que se atribuyen a las personas altamente funcionales, siguiendo la lógica del efecto
Forer. Solo cada persona es capaz de juzgar hasta qué punto es útil o inspirador
tener estas características como referencia.

7.4. Estructura y desarrollo de la personalidad


El término “personalidad” viene del latín personalitas, que significaba máscara. Este
concepto no sólo hace referencia a cuestiones externas, como la máscara del actor
en la palabra original, sino al propio actor y al conjunto de sus cualidades internas.
La personalidad constituye una forma particular y peculiar de ser, organizada en
una estructura psicológica integrada por determinados rasgos psíquicos, fisiológicos
y morfológicos relacionados entre sí. Todo ello manifestado en una conducta, un
pensamiento y una afectividad que caracterizan a quien lo posee. La personalidad
es lo más identitario del ser, siendo una entidad compleja y reuniendo muchos
componentes diferentes: hábitos, aptitudes, intereses, instintos, tendencias,
necesidades, sentimientos, ideas, reacciones, morfología, etc. Podemos afirmar
que no hay dos personalidades idénticas: la personalidad es un elemento
diferenciador del ser humano, otorgándole un sello individual.
Dos componentes de la personalidad: temperamento y carácter: el temperamento y
el carácter. Con el primero se nace; el segundo se va adquiriendo y modelando
durante toda la vida. El carácter está formado por las ideas, las voliciones, los
valores y las actitudes personales y sociales; el temperamento está formado por
tendencias, instintos y sentimientos vitales.
El temperamento está constituido por lo hereditario y lo genético, jugando un papel
fundamental los rasgos morfológicos y fisiológicos de la persona. Son
características en bruto que irán configurando la personalidad, desde la más tierna
infancia. Así, por ejemplo, hay niños recién nacidos más tranquilos, inquietos,
sociables u hoscos.
El carácter es adquirido, siendo más fácil de cambiar. Depende de las experiencias,
de la educación, del aprendizaje y de la cultura donde se haya desarrollado el ser.
Es dinámico, por lo que cualquier vivencia puede provocar un pequeño o gran
cambio. Estos cambios pueden ser favorables, y el ser se expande, madura y crece,
o, por el contrario, son negativos y el ser se traumatiza y sufre.

7.5. Psicopatología y terapia rogeriana


Para Rogers la psicopatología se deriva de la incongruencia entre la experiencia del
organismo (“yo organísmico) y el autoconcepto, o sentido de la identidad; así, los
síntomas aparecen cuando la conducta y las emociones no son coherentes con la
idea que tiene la persona de ella misma.
En consecuencia, la terapia debe focalizarse en que el cliente alcance dicha
congruencia. Cuando lo haga podrá desarrollarse plenamente, mostrándose abierto
a las experiencias del presente y sintiendo confianza en su propio organismo.

7.5.1 Terapia centrada en el cliente.


La terapia centrada en el cliente fue desarrollada por Carl Rogers en las décadas
de 1940 y 1950. Sus aportaciones fueron fundamentales para el desarrollo de la
psicoterapia científica tal y como la conocemos en la actualidad.
La obra de Rogers se enmarca en el humanismo psicológico, un movimiento que
reivindicó la bondad del ser humano y su tendencia innata al crecimiento
personal frente a las perspectivas más frías y pesimistas del psicoanálisis y del
conductismo. Rogers y Abraham Maslow son considerados los pioneros de esta
orientación teórica.
A partir de sus investigaciones Rogers propuso un esquema básico y flexible del
proceso psicoterapéutico; a día de hoy este modelo sigue
utilizándose, independientemente de la orientación teórica del terapeuta, si bien
cada tipo de terapia puede focalizarse en una etapa concreta.
Posteriormente autores como Robert Carkhuff y Gerard Egan sometieron a
investigación la propuesta de Rogers y la desarrollaron. Las tres fases principales
de la terapia psicológica.
1. Catarsis: La palabra “catarsis” proviene de la Grecia clásica, donde se usaba
para hacer referencia a la capacidad de la tragedia para purificar a las
personas al hacerlas sentir compasión y miedo intensos. Posteriormente
Freud y Breuer llamaron “método catártico” a su técnica terapéutica,
consistente en la expresión de emociones reprimidas. En este modelo, la
catarsis es la exploración de las propias emociones y de la situación vital por
parte del cliente. Egan habla de esta fase como “identificación y clarificación
de situaciones conflictivas y oportunidades no aprovechadas”; se trata de que
la persona logre centrar la problemática para poder resolverla durante las
etapas siguientes.

2. Insight: “Insight” es un término anglosajón que se puede traducir


como “intuición”, “introspección”, “percepción”, “comprensión” o
“profundización”, entre otras alternativas. En la terapia este término denota
un momento en que el cliente reinterpreta su situación en conjunto y percibe
“la verdad” -o al menos pasa a identificarse con una narrativa determinada.
En esta fase es clave el papel de las metas personales del cliente; según
Egan, en la segunda etapa se construye una nueva perspectiva y se genera
un compromiso con los nuevos objetivos. El psicoanálisis y la terapia
psicodinámica se focalizan en la etapa de insight.

3. Acción: La fase de acción consiste, como su nombre indica, en actuar para


lograr los nuevos objetivos. En esta fase se preparan y se aplican estrategias
para solucionar los problemas que bloquean el bienestar o el desarrollo
personal. La terapia de modificación de conducta, que utiliza técnicas
cognitivas y conductuales para resolver problemas concretos de los clientes,
es probablemente el mejor ejemplo de psicoterapia focalizada en la fase de
acción.

Actitudes terapéuticas
Según Rogers el éxito de la terapia depende fundamentalmente de que se cumplan
ciertas condiciones; considera que estas son necesarias y suficientes para el
cambio terapéutico, y por tanto más importantes que cualquier técnica concreta.
Entre estos requisitos, que se refieren a actitudes del cliente y del terapeuta, Rogers
destaca los tres que dependen del clínico: la autenticidad, la empatía y la aceptación
incondicional del cliente.
• Contacto psicológico: Debe existir una relación personal entre el terapeuta y
el cliente para que la terapia pueda funcionar. Además, esta relación debe
resultar significativa para ambas partes.

• Incongruencia del cliente: La terapia sólo tendrá éxito en caso de que exista
una incongruencia entre el yo organísmico del cliente y su autoconcepto.
Como hemos explicado previamente, el concepto de “yo organísmico” se
refiere a los procesos fisiológicos y el de “autoconcepto” al sentido de la
identidad consciente.
• Autenticidad del terapeuta: Que el terapeuta sea auténtico, o congruente,
significa que se encuentra en contacto con sus sentimientos y que los
comunica al cliente de forma abierta. Esto ayuda a crear una relación
personal sincera y puede implicar que el terapeuta haga autorrevelaciones
con respecto a su propia vida.

• Aceptación positiva incondicional: El terapeuta debe aceptar al cliente tal y


como es, sin juzgar sus actos o pensamientos, además de respetarlo e
interesarse sinceramente por él. La aceptación positiva incondicional permite
que el cliente perciba sus experiencias sin la distorsión propia de las
relaciones cotidianas, y por tanto que pueda reinterpretarse a sí mismo sin
juicios apriorísticos.

• Comprensión empática: Para Rogers la empatía implica la capacidad


de introducirse en la perspectiva del cliente y de percibir el mundo desde
ésta, así como de experimentar sus sentimientos. La comprensión por parte
del terapeuta facilita que el cliente se acepte a sí mismo y a sus experiencias.

• Percepción del cliente: Aunque el terapeuta sienta verdadera empatía por el


cliente y lo acepte de forma incondicional, si éste no lo percibe la relación
terapéutica no se desarrollará adecuadamente; por tanto, el terapeuta debe
ser capaz de transmitir al cliente las actitudes que le ayudarán a cambiar.

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