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Universidad Autónoma de Zacatecas

Maestría en Clínica Psicoanalítica


Seminario: Neurosis: Obsesión y fobia
Dr. Carlos Gerardo Galindo
Martínez Navarro Juan Pablo
En el presente ensayo, en base a lo que se vio en el seminario “Neurosis: Obsesión y fobia”
de la maestría en Clínica Psicoanalítica de la Universidad Autónoma de Zacatecas, se
buscará hacer ciertos planteamientos sobre neurosis obsesivas y fobias, así como una
diferenciación entre los conceptos mencionados.

Podemos recordar que la identificación es siempre inconsciente y que está puede ser
primaria o secundaria. En la identificación primaria (el padre de la pre-historia personal) en
base al significante nos podríamos preguntar sobre el infante: ¿cuál padre quiso tener, que
no tiene y que es otro?, ¿cuál es el lugar que ocupa en el niño? Sabiendo de antemano que
ese padre simbólico es introducido por la madre que será en base a una función,
diferenciándose de un posible rol. De este conflicto en el infante nos habla Freud (1913):

Es verdad que el desplazamiento no puede tramitar ese conflicto estableciendo una


tersa separación entre sentimientos tiernos y hostiles. Más bien el conflicto continúa
en torno del objeto de desplazamiento, la ambivalencia se apropia de este último. Es
inequívoco que el pequeño Hans no sólo tiene angustia ante los caballos, sino
también respeto e interés por ellos.

En clase veíamos sobre “Tótem y tabú” pág. 129 en cuanto a la fobia a los animales
(zoofobia), ¿qué pasa? cuándo un niño tiene miedo a un león y nunca ha tenido un
encuentro con él, es decir, hay una realidad subjetiva que modifica la realidad objetiva. A
pesar de que Hans si conoció caballos en su vida cotidiana, el ejemplo pasado nos sirve
para ilustrar y acercarnos al caso, donde el animal es el sustituto del padre, puesto que al
padre se le teme, hay una angustia (fobia). Y si hay un afecto que no sabe mentir es
justamente la angustia. El temor es ser amenazado genitalmente (lo fálico). Sobre este
temor que se imprime y que incluso deja una marca en el sujeto, nos comenta Lacan
(1957):
Este superyó tiránico, profundamente paradójico y contingente, representa por sí
solo, incluso en los no neuróticos, el significante que marca, imprime, estampa en el
hombre el sello de su relación con el significante. Hay en el hombre un significante
que señala su relación con el significante, y eso se llama superyó. Incluso hay
muchos más, y eso se llama los síntomas.

Donde el superyó se refiere a lo pulsional, tiene que ver con la historia de los padres,
podríamos decir que éste no se anda con rodeos, es directo y cruel.

Entonces el niño es el portador del padre simbólico, portador del falo. Por más que lo
intente no lo va hacer, pues cumplir con un ideal es terrible, es un ideal. Seguir un ideal
nunca se alcanza, no hay suficiente de ello.

Por otra parte, si la ficción es verdad y la mentira es verdad, podríamos pensar que estamos
sostenidos en ficciones, “en la fantasía”. El siguiente ejemplo nos ayudará a ilustrarlo:
alguien que tiene fobia a los perros no fue atacado por uno de ellos, tiene una historia con
ellos. Me parece importante escuchar, conocer y reconocer la historicidad de cada paciente,
respetar su singularidad, que en vez de guardar distancia de ella o pensar que le es ajena,
pueda vivirse en ella de una manera menos dolorosa, posicionándose de una manera distinta
frente al deseo, frente a la propia castración.

Sobre el síntoma, éste es críptico (no todos lo pueden entender), en él se encuentra una
metáfora, un sentido a descifrar nos comenta Ortiz (2011). Es siempre simbólico, es el
resultado de una moción pulsional (movimiento), interceptada por la represión. Es una
tentativa de solución, no la solución.

El síntoma es una señal de angustia (de ahí parte el análisis), es un sustituto de una pulsión
que no se realiza, la represión lo impide, impide la representación, impide el sentido y en su
lugar aparece otra cosa. El síntoma indica enfermedad, pero no sujeto. Por eso para el
psicoanálisis, el síntoma nos dice que la represión ha fallado. El síntoma es el lugar de la
existencia, ahí podemos mostrarnos como sujetos.

La pulsión es placentera, lo que la hace displacentera es el pase a la conciencia. Es


constante pues se satisface a través de otro objeto, que no es el que le corresponde. Nunca
se reprime, lo que se reprime es la representación.
La angustia es el estado afectivo por excelencia, ya que no está vinculado con la pérdida de
un objeto, tiene que ver con la insatisfacción, con la necesidad, con el temor a perder, pero
no tiene que ver con la pérdida. La angustia es una señal, su sede es el yo y hay peligro de
que el placer se realice. Hay una tendencia al displacer a través de la angustia. Cabe
mencionar, que también la angustia no es una producción, es una reproducción de una
angustia arcaica. En la señal de angustia se establece la represión.

La angustia nos deja sin recursos, hay una impotencialidad radical. Frente a la angustia
nada se puede, a menos que vaya cediendo. El yo no puede hacer nada con la angustia.
Justamente lo que echa a andar la represión es la angustia de castración. A continuación
veremos algo de lo que nos comenta Kierkegaard (1843/ 2001):

Si no existiera una conciencia eterna en el hombre, si como fundamento de todas las


cosas se encontrase sólo una fuerza salvaje y desenfrenada que retorciéndose en
oscuras pasiones generase todo, tanto lo grandioso como lo insignificante, si un
abismo sin fondo, imposible de colmar, se ocultase detrás de todo, ¿qué otra cosa
podría ser la existencia sino desesperación?

De lo que habla Soren no es de cualquier angustia, es de una angustia existencial, una


angustia por el hecho de vivir, es decir algo que nos acompaña desde el nacimiento. La
angustia es nuestra primera respuesta a la existencia misma, no se vive sin dolor y algo de
ello nos posiciona con el otro.

En el caso Hans, la castración va para Juanito y para su madre, es decir, para ambos. El
Edipo no es relación de dos, es de tres o más bien cuatro con el falo. Quien tenga el falo
tiene el poder. Aquí entran los seres vivos y los seres animados con su “hace pipi” que
decía Juanito.

La castración no recae sobre una parte del cuerpo, sino en un objeto simbólico. Primero en
lo imaginario (rivalidad con el cuerpo) y luego en lo simbólico (esto permite al hijo el
linaje). Las fallas de castración causan neurosis y estas a veces producen síntomas.

El falo como significante (de la falta) es el ordenador del mundo, entra diciendo, hay un
binario. El falo es pura ausencia, esta vaciado y esto posibilita la posición frente a la falta.
El significante de la falta es una ordenación simbólica, es normativa y no es natural.
Siguiendo con el caso Juanito y el objeto de enamoramiento-sexual (infancia), son falos
que él les da a todas las niñas, para evitar la castración en su madre (que siga completa),
dándole en la ficción o fantasía una especie de plenitud o completud a la madre.

Esto nos puede hacer pensar que, para la religión católica (entre otras) con Adán y Eva, se
instala el “pecado original”, concepto que es el centro de etiología cristiana. Sin embargo,
si vamos más allá, lo que está de fondo es la prohibición. Kierkegaard nos comenta que el
tiempo previo al pecado es la inocencia y esta inocencia es la ignorancia del pecado. Nos
menciona el autor del libro “Temor y temblor” que sin pecado no hay sexualidad y sin
sexualidad no hay historia. Vino el pecado al mundo e instaló la sexualidad, no hay una sin
otra.

¿Será el pecado posible y que nos enuncia? Pareciera que cuando aparece la angustia,
aparece la prohibición, la prohibición lleva entonces hacia la angustia, por la posibilidad de
libertad, aunque haya una transgresión. La prohibición no nos deja ser libres.

La angustia aparece con la posibilidad de fracaso, ¿por qué algo que debe ser placentero se
torna en displacentero? Esto me hace pensar cuando Adán y Eva comen del fruto prohibido
y el placer se torna en pudor (displacer) se “sienten desnudos”, como si el saber les quitará
algo o les diera algo de lo que no daban cuenta. Por otra parte Freud (1926) comenta:

La neurosis se caracteriza, principalmente, por un sentimiento de culpa pronunciado


y del cual, quien lo padece, no encuentra razones lógicas para tal. Esta condición
produce en la persona angustia, inhibiciones y síntomas que perturban el andar
diario del paciente neurótico.

En las neurosis obsesivas por su parte, no se habla tanto de síntomas, sino más bien de
inhibición. Es así que en el caso Hans la fobia (a los caballos) se fue diluyendo, la represión
se llevó todo, hasta el síntoma. Si algo ignoraba Juanito era la falta. Ignoraba ¿qué es un
papá? La respuesta es un padre que falla. Con esto se inicia un síntoma, pues lo que estaba
en juego era el falo.

Ante la falta de que falta, surge la mentira: “le va a crecer” (significante de completud). La
mentira taponea un agujero, prohíbe la entrada del real, es una defensa ante la castración.
Podremos decir que el ser animado es la mamá y los seres inanimados la mesa, muebles,
etc. Hay una dependencia amorosa con la madre, cosa que es asegurada porque él es el falo
de su madre. Si el no cumple con lo que la madre le pide, corre el riesgo de perderla
(heces).

Hay una diferenciación con la masturbación de vivo (pene) o muerto. No ha perdido el


amor de su madre. Si ella tuviera cosa de “hacer pipí”, yo no sería el falo de ella. Hans dice
los caballos muerden los dedos a los niños.

En Lacan (1957), es el Otro el que le da al niño su posición fálica, que después pasara a ser
el mismo niño poseedor del falo. La cuestión de ser el falo a tenerlo es algo que Lacan ya
había relacionado también con el caso de la homosexualidad femenina, naturalmente, en
ambos casos, surge la pregunta: ¿Qué es ser un padre?, una pregunta a la que Hans recurre
en el juego con su hace-pipí.

Las neurosis obsesivas (neuropsicosis de defensa) van cargadas de rituales y/o de culpa esto
difiere de la histeria de conversión, en la obsesión hay una entidad diferenciada. En la
neurosis hay un intento de olvidar la representación inconciliable (sexual) tiene algo de
penosa y de vergonzosa, el sujeto decide olvidarla, renunciando al esfuerzo de conciliar. Es
decir, si el yo no logra liberar o dialectizar esa representación el yo se ve impotente y así
prefiere olvidarla. La neurosis obsesiva es un dialecto, una variedad de la histeria.

Hay una predisposición de orden ético (degeneración), donde los mecanismo de formación
de síntomas son dos, el primero es el intento de olvidar, donde no se puede borrar o
cancelar algo que está en mí, no va haber una cancelación de ese registro aunque sea
negado y el segundo, si no puede olvidar, lo debilita a través del afecto. Con esto surge un
problema ¿ahora qué hago con el afecto? ¿Qué hacemos con la suma de afecto? Entonces
no es la representación es el destino del afecto.

El síntoma obsesivo sufre una deformación y resulta en una representación obsesiva, una
sustitución del recuerdo infantil por un recuerdo reciente. Se sustituye lo sexual del
recuerdo infantil, por algo análogo que no sea sexual (doble sustitución). No es su
contenido (el sentido) lo que hace obsesiva a una representación, es su origen. Como
menciona Chávez (2018) de aquí se entenderá que el análisis no consista en hacer el
recuento de una historia gris de tipo lineal, sino que la genealogía consiste en aprovechar la
pérdida del origen para encontrarse así con la construcción de algo nuevo.

Comenta Ortiz (2011) de como en las neurosis se posibilita algo de lo nuevo, debido al
eros:

En la neurosis, hay más movimientos, posibilidad de nuevas cadenas discursivas.


Los conceptos de pulsión de muerte y repetición para Lacan tienen que ver con
detener el desplazamiento en la cadena significante. La vida es el movimiento de
significantes; la pulsión de muerte el congelamiento.

Lo que retorna entonces, no es un recuerdo, es un reproche. El recuerdo de la experiencia


sexual infantil. En la deformación el afecto que fue placentero, en el reproche aparece como
displacentero. El reproche se hace compulsivo, sin referencia al recuerdo. La obsesión es
transferida a actos u acciones. Por ejemplo la compulsión de pensar (erotización del
pensamiento), una manía de duda, no puede dejar de dudar.

En la neurosis obsesiva el carácter compulsivo no lo marca la conciencia. Si algo


caracteriza al inconsciente es la repetición, y en la repetición hay algo de diferente. A
continuación Chávez (2018) comenta sobre ello:

En “Recordar, repetir y reelaborar”, Freud afirma que el analizando no recuerda


nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa, pero no lo reproduce como un
recuerdo, sino que repite sin saber que lo hace. Freud avanza y señala que está
repetición está ligada a la transferencia y a la resistencia. Esta compulsión a la
repetición señala la transferencia del pasado olvidado. El mismo análisis comienza
con una repetición.

Algo que nos comentaban en alguna clase en la Universidad era que: “el paciente para no
recordar, repite”. Pareciera de lo que el paciente se muestra distante o ajeno, se le presenta
de maneras inusitadas e insospechadas, no se puede mantener alejado de aquello de lo que
reprimió.

Para ir concluyendo con el presente ensayo, se mencionarán algunas otras distinciones entre
neurosis obsesivas y fobias. Sobre el tema Freud (1894/1895) comenta:
Una vez separado este grupo, es necesario distinguir otros dos: a) Las obsesiones
propias; y b) las fobias. Su diferencia esencial es la siguiente: En toda obsesión hay
dos elementos: 1º. Una idea que se impone al enfermo. 2º.Un estado emotivo
asociado. Ahora bien: en las fobias, este estado emotivo es siempre la angustia,
mientras que en las obsesiones propias puede ser igualmente cualquier otro, tal
como la duda, el remordimiento o la cólera.

En la obsesión hay un recurso de aislamiento, donde se quita el afecto a ciertas


representaciones. El obsesivo toma el afecto, lo separa de la representación y lo pone en
otra. Donde el infante al experimentar un exceso de amor, busca seguir siendo el objeto de
amor de su madre, hay una postergación o procrastinación para dejar de ser ese objeto
amado. Recordamos que la posibilidad del afecto es gracias a la palabra, es decir, si el
afecto no pudiera ser apalabrado, no fuera.

En cambio en la fobia, se sustituye el peligro interno, por un temor del mundo exterior
(visible), es decir, el peligro de la castración lo sustituye por un peligro externo. Algo hay
en la vida del infante que le provoca angustia, pero si le es introyectada sería insoportable,
por eso el desplazamiento (inconsciente) a un objeto externo, así a pesar de padecerlo, se
torna soportable.

Referencias

Chávez, J. (2018) De la tragedia al psicoanálisis por venir. Zacatecas: Pandora.

Freud, S. (1894) Obsesiones y fobias. LIBROdot.com

Freud S. (1913) Tótem y Tabú. Vol. XIII

Freud, S. (1926). ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? Diálogos con un juez
imparcial. Tomo XX. Amorrortu. Buenos Aires, Argentina.

Kierkegaard, S. (1843/2001) Temor y temblor. Madrid: Alianza

Lacan, J. (1957). Seminario 4. Sesiones XII y XIII. Del complejo de Edipo y Del complejo
de castración. Paidós. Buenos Aires, Argentina.

Ortiz, E. (2011) La mente en desarrollo. México: Paidós

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