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MONZÓN

“Opinión pública, comunicación y política”

La OP es un concepto polisémico y complejo, producto de las variaciones que han sufrido


a lo largo del tiempo los dos términos que la componen: «opinión» y «público».

- OPINIÓN
La historia de la OP (propiamente dicha) debe situarse en los comienzos de la Edad Moder-
na, junto al desarrollo de la imprenta, la expansión de las ideas democráticas y el nacimiento
del público político. No obstante, las primeras referencias más claras vienen de Grecia y
Roma.
Platón y Aristóteles desarrollan, desde la filosofía, el concepto de “opinión” (doxa). Para el
primero, la doxa es un conocimiento parcial e inseguro de la realidad, basado en impresiones
y ambigüedades. Aristóteles, en cambio, acepta la vía de la opinión como forma de acercarse
a la verdad, ya que entiende aquélla como un conocimiento aproximado o probable.
En la cultura romana, cuando se habla de opinión (rumor o fama) ya no se la entiende en
sentido filosófico, sino publicístico. “Opinión es sinónimo de apariencia, suposición o noto-
riedad, la buena o mala imagen que los demás tienen de uno mismo” [Monzón: 23].
A lo largo de la Edad Media, domina la concepción vertical de entender las relaciones entre
poder y pueblo; así, no existe lugar para la OP. Sin embargo, el Renacimiento trae aires de
renovación siendo “(...) Nicolás Maquiavelo quien nos introduzca en la prehistoria propia-
mente dicha de la opinión pública (...) [ya que] reconoce el poder de la opinión pública, «con
el objeto de construir una teoría del manejo de esta opinión que él sabe maleable, sensible a
la fuerza y fácil de engañar»” [Monzón: 26].
Frente al posible apoyo que puedan darle los grandes o notables del reino, el príncipe necesi-
ta siempre del aprecio, la estima o el favor popular. Maquiavelo reconoce el concepto roma-
no de opinión como la (buena o mala) imagen que los demás tienen de uno. El príncipe debe
aparecer ante los demás con la mejor imagen posible: “Procure, pues, un príncipe conservar
y mantener el Estado; los medios que emplee serán siempre considerados honrosos y alaba-
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dos por todos; porque el vulgo se deja siempre coger por las apariencias y por el acierto de la
cosa”.
Recapitulando: “(...) dos formas distintas de entender el término «opinión», que ayuda-
rán más tarde a explicar el concepto de opinión pública: la primera de ellas se sitúa en
el plano filosófico y traduce los significados de doxa y opinio como semisaber, juicio in-
cierto o conocimiento probable y, la segunda, desde un punto de vista publicístico, se
equiparará con reputación, fama o notoriedad” [Monzón: 46].

- PÚBLICO
Tanto en Grecia como en Roma quedan perfectamente diferenciadas las esferas de “privado”
(gira en torno al domicilio doméstico y la reproducción de la vida) y “público” (refiere a
aquellas actividades cívicas y comunes donde el ciudadano puede participar como ser libre).
Esta contraposición es apenas usada durante la Baja Edad Media; es más apropiado usar los
términos germánicos “común” (accesible para todo el mundo) y “particular” (propio y de uso
exclusivo para cada uno) [período de transición – pueblos romagermánicos].
“Entre las causas más importantes que contribuyen al cambio de la mentalidad medieval en
mentalidad moderna se encuentran el invento de la imprenta, el poder emergente de la bur-
guesía, la vuelta al pasado de los clásicos, el nacimiento del Estado-Nación y la ruptura reli-
giosa con la reforma protestante. La imprenta se convierte en el mejor soporte de la comuni-
cación y la publicidad y, en el espacio de dos siglos, ayudará a crear las bases necesarias para
el surgimiento de la opinión pública” [Monzón: 32].
En esta línea, los cafés, los salones de té y los clubes se erigen como incubadoras de la OP:
- los cafés entran a Inglaterra a mediados del siglo XVII y se convierten en poco tiempo en
centros populares para adquirir y comunicar noticias, para hacer debates políticos y para rea-
lizar crítica literaria
- los salones franceses se remontan al siglo XVIII. En ellos se reunían hombres y mujeres
[verdadero experimento de igualdad] distinguidos que disfrutaban de la conversación, la crí-
tica, el libre pensamiento y las ideas irreverentes.
Hechos estos planteamientos, Monzón recorre autores que, si bien no utilizan el término
«opinión pública», irán desarrollando poco a poco el concepto y sus funciones en la socie-
dad:
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Locke: destaca la importancia de la ley de opinión. Ésta remite a una “opinión” entendida
como la idea que los demás tienen de uno; “Es el poder del «qué dirán», del clima de opinión
o de la mentalidad del grupo que presiona para que nadie se desmande o se margine y perma-
nezca dentro del sistema de valores de la colectividad” [citado en Monzón: 47]. En este sen-
tido, es un control social indirecto más eficaz que la censura formal.

Rousseau: define la opinión pública como la aclamación constante de la voluntad general


de un Estado cuya perfección no se cuestiona.
Establece una relación estrecha entre opinión, costumbre y ley, atribuyendo a la opinión pú-
blica la función de árbitro moral de la sociedad a través de la censura y la función de elabo-
rar leyes que expresen la voluntad general.

Liberalismo clásico: la opinión pública es el resultado del pensamiento de todos aquellos


ciudadanos interesados en un tema común. Así, la sociedad es entendida como un gran orga-
nismo de discusión libre, donde todo el mundo puede opinar, escuchar, discutir, plantear pro-
blemas y soluciones.
Los principios que guían al liberalismo son:
› individualismo
Sólo a través del interés personal se puede pasar al interés general
› igualdad política
El origen del poder está en el pueblo. Consecuentemente, todos los ciudadanos están coloca-
dos en el mismo plano de la ley y la única autoridad proviene del consentimiento de la pobla-
ción.
› libertades civiles (o individuales) y públicas (o políticas)
Las libertades civiles se refieren a todas aquellas actividades que afectan la libertad privada,
con la única limitación de la libertad de los demás. Contrariamente, las libertades públicas
necesitan de los demás para su realización.
› limitación de los gobernantes
Separación de las esferas privada y pública y limitación al mínimo de las funciones del Esta-
do.
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› pluralismo político
Marco social donde todos tienen cabida.
› separación del poder económico del poder político
El primero forma parte de la actividad privada, la sociedad civil, y, el segundo, de la esfera
pública, el Estado.
Tomando como base estos preceptos, el punto de arranque de la OP debe situarse en las per-
sonas privadas, en las opiniones que emiten los particulares sobre los asuntos de interés ge-
neral [cuyo interlocutor es el Estado; sólo “hablan” los propietarios –burgués e ilustrado ].
Desde esta perspectiva, la OP ejerce funciones de control y crítica frente al poder.

Tocqueville: OP = fuerza de opresión.


Se centra en alertar sobre el poder de las mayorías: “En las épocas igualitarias, a medida que
los ciudadanos se nivelan y asemejan (...) aumenta (...) la masa, y su opinión llega a ser la
que conduce el mundo” [citado en Monzón: 81].
Frente a esta situación, existen escasas garantías. ¿A quién acudir entonces? A la libertad de
prensa.

Stuart Mill: entiende la OP como la expresión de las masas y su poder.


Ante el poder de las masas, concebirá la libertad, la integridad, el respeto a la persona y la
distinción personal como bienes intrínsecos [inalienables]. Debe defenderse la libertad a tra-
vés del dominio interno de la conciencia, la absoluta libertad de pensamiento y sentimiento y
la libertad de expresar y publicar las opiniones.

BÉJAR


“La opinión pública, por lo tanto, no tiene por sujeto al cuerpo de ciudadanos, sino a una parte minoritaria que llamamos
público burgués e ilustrado y que, pretendiendo representar el punto de vista de la población, no hace sino representar los intereses
de su clase” [Monzón: 67].

‘Masas’ definido como ‘mediocridad colectiva’
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“Rousseau: opinión pública y voluntad general”


“J. J. Rousseau (...) con su Discurso sobre las ciencias y las artes (...) se revela contra la
Ilustración, sus protagonistas, su ideología y el papel nefasto de la cultura. La civilización –
dice – ha traído la alienación al hombre y la cultura ha desnaturalizado su estado primitivo
(...) La cultura y su portavoz, la opinión pública, no son, sin embargo, la causa de los males,
sino la consecuencia de una situación que encuentra su raíz en la desigualdad humana. Esta
idea la desarrolla en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre
los hombres (...) En el primer estado el hombre evoluciona de una situación autónoma, indi-
vidual y aislada (nomadismo) a una situación grupal. Se vuelve sedentario, se ubica en el es-
pacio formando comunidades y a través de las relaciones interpersonales y el uso del lengua-
je va creando un nuevo espacio simbólico y social que posibilita la entrada de lo público y la
opinión pública. Las relaciones son directas y espontáneas y el espíritu comunitario resultan-
te responde a los deseos individuales; por ello, la opinión pública es auténtica y muy distinta
a la opinión de los ilustrados.
En el tránsito del paleolítico al neolítico el hombre se separa de su espacio-entorno, empieza
a organizarse, aumenta el progreso económico y, como consecuencia, surge la necesidad de
acumular riquezas y el deseo de agradar. La pérdida del estado de naturaleza ha traído el
reino de la ficción y de las apariencias y la opinión pública ha perdido su carácter de repre-
sentación colectiva para transformarse en opinión privada de los poderosos (...)
Rousseau (...) busca un nuevo tipo de sociedad donde el estado de naturaleza se reencuentre
con el estado social, sociedad ideal que describe en El contrato social. La nueva sociedad se
basa en un contrato donde las personas, libre y espontáneamente, entregan su libertad para
unirse en una nueva mentalidad común que llama «voluntad general»: «Cada uno de noso-
tros – dice Rousseau – pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección
de la voluntad general; y nosotros recibimos corporativamente a cada miembro como parte
indivisible del todo». Este gesto de solidaridad y de «entrega incondicional al espacio públi-
co conlleva la solución de la contradicción entre la conciencia privada y el ser social», trans-
formando al «individuo» (particular) en «ciudadano» (público)” [Monzón: 47 y 48].
El objetivo del texto es analizar el concepto de OP, rastreando su evolución en los principa-
les escritos rousseaunianos y visualizar las consecuencias teóricas que conlleva.
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Los textos a trabajar son:
1) Discurso sobre las ciencias y las artes
2) Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres
3) El contrato social

En su primer Discurso, Rousseau acomete una dura crítica con la Ilustración, que tras la apa-
riencia de libertad y progreso, ha caído en un estado de hipocresía y corrupción absolutas:
“(...) la cultura es el mundo de la apariencia (...)” [Béjar: 194].
El autor critica las consecuencias de la civilización. Según explica, la cultura se opone a la
naturaleza y produce un nuevo ser humano desnaturalizado y escindido de su propia existen-
cia social. Como ser social, vive pendiente de las formas y la OP, tratando de dar una
imagen al gusto de los demás hasta el punto de prescindir de la moral si con ello gana pres-
tigio o fama → DESPERSONALIZACIÒN: “(...) desde el momento en que el individuo vive
pendiente de la mirada de los demás, ya no es él, es un ser-para-los-otros” [Béjar: 194] [ALI-
NEACIÓN].
Sin embargo, la cultura (y su portavoz la OP) no es la causa del mal; la genealogía del mal
nace de un problema social: la desigualdad, que engendra riqueza, lujo y ocio. Se hace ne-
cesario, entonces, investigar el proceso que da lugar a esta desigualdad.
Así, nos remitimos al segundo Discurso donde Rousseau hace la reconstrucción hipotética
del proceso de paso del hombre como ser natural e independiente al individuo civilizado, an-
sioso, inseguro y progresivamente dependiente.

Se distinguen dos espacios:


NATURAL (fases)
– En el estado de naturaleza los hombres, originariamente autónomos, viven de forma indivi-
dual, aislada; prima la “sociabilidad reflexiva”: los contactos son efímeros y dependen de las
necesidades del momento.
– La «primera revolución» [revolución agrícola] coincide con el Paleolítico: el nomadismo
ha terminado y los hombres se asientan. Esta «edad de oro» supone un espacio afectivo, un
tiempo feliz que contiene la libertad del estado anterior; esta «sociedad natural» se guía por
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las costumbres. Es en esta época cuando se origina la opinión pública, nacida del continuo
contacto que supone la vida grupal; la opinión es realmente pública por ser colectiva.

SOCIAL (fases)
– La «segunda revolución» [aparición propiedad], que se sitúa históricamente en el Neolíti-
co, lleva a una separación radical del hombre con su espacio-entorno: los hombres empiezan
a relacionarse y surgen las formas de organización. El aumento de las necesidades inaugura
el reino de la apariencia; así, el hombre se escinde luchando internamente entre su verdadera
naturaleza y sus nuevas necesidades ficticias; cada individuo, en competencia con los demás,
debe tenerlas o simularlas en una absoluta dependencia de la OP.
Aparece la ansiedad por agradar, la necesidad de acumular bienes y fama, la urgencia por
mostrar el propio valor. En este sentido, la opinión pública está formada por ciertos indivi-
duos: aquellos que juzgan precisamente en función del poder (traducido principalmente en
propiedad) que tienen.
“(...) la opinión primitivamente pública de la comunidad se transforma en opinión privada de
los poderosos que hacen valer sus criterios al conjunto de la sociedad (...) la colectividad (...)
se siente enajenada de su voluntad y juicio por la imposición de unos criterios que, no siendo
los suyos, pretende representarla (...) [Béjar: 196].
– Consecuentemente, aparecen la desigualdad y la guerra; el espacio se llena de relaciones
sociales y económicas cada vez más complejas (división del trabajo, explotación del espacio
natural, apropiación del excedente, propiedad privada, instauración de la ley, gobierno políti-
co) hasta que este proceso de degeneración culmina con la instauración de un contrato injus-
to. El autor extrae dos conclusiones principales (de esta exposición): por un lado, la cul-
tura propicia el desarrollo del hombre y a la vez lo degenera; por otro, la moralidad del
hombre natural ha sido reemplazada por la inmoralidad que representa vivir no para
sí, sino de cara a la OP.

Ante esta crítica sólo cabe una solución: Rousseau construye un modelo de sociedad ideal en
El contrato social, que supone la instauración del estado de naturaleza en el estado social, la
renaturalización de la historia por medio del artificio político.
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El contrato es una construcción teórica que tiene principalmente dos funciones: una dimen-
sión normativa, en tanto que «entre de la razón» que armoniza naturaleza y cultura, así como
un modelo útil para juzgar la perversión actual, y una dimensión liberadora, puesto que a tra-
vés de él la historia deja de ser sufrida para ser vivida como gozosa construcción común. Se
trata de que la colectividad cree una sociedad voluntariamente.
El contrato social es un tratado sobre la legitimidad del poder, planteado como algo volunta-
rio y libre, poder capaz de unir la seguridad, perdida en el espacio social cuando la vida se
convierte en una jungla de intereses en lucha, y la libertad, perdida en el espacio natural y ja-
más reencontrada.
En la nueva sociedad, el individuo vive enteramente para la política, convertida en moral y
práctica vital en la que todos participan, cediendo su vida privada por completo a la esfera
pública que les permite realizar su destino común. La cláusula fundamental de este con-
trato es la negación conjunta de la libertad de cada uno; la entrega incondicionada al
espacio público. “(...) la construcción de este sociedad perfecta, libre y voluntaria, cimenta-
da en el apoyo claro y unánime de la colectividad, en la «voluntad general», conjunto de
sujetos que han consentido en ser borrados para acceder al ámbito de la verdad y así sal-
var la historia del hombre, en un acto de suprema redención a través del Estado (...)” [Béjar:
197].

Necesariamente se modifican las principales categorías conceptuales:


› libertad: “(...) en el principio, cuando el hombre era un ser aislado y moralmente indiferen-
te y primaba el instinto había «libertad negativa», es decir, no reconocida, definida o institu-
cionalizada (...) Mucho tiempo después, en un espacio civilizado y competitivo, donde pri-
man la razón y la astucia, existe la «libertad del ser privado», que será sustituida por la del
ciudadano, la «libertad del ser público», que se caracteriza por una obediencia voluntaria a
los límites de la ley, es la libertad (...) del contrato social” [Béjar: 197].
› ley: es el supremo criterio de justicia en la comunidad.
› Estado: es un fin en sí mismo, en cuanto realización colectiva del bien en la historia.
› moral: “(...) de la amoralidad del hombre en soledad, independiente para pensar y actuar,
de esta «amoralidad negativa» por innecesaria en una vida no conflictiva, se pasa a la morali-
dad pública de un individuo-masa que obedece a la ley (...)” [Béjar: 197].
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› OP: “(...) la opinión pública tiene que ser auténticamente democrática (ha de refrendar el
poder soberano de la voluntad general, por lo que se superaría la injusticia originaria de un
gobierno que nació del abuso) y colectiva (ser la voz del pueblo en el ejercicio mismo de su
comunicación, para rebasar la opinión minoritaria de los círculos ilustrados, propia de la ci-
vilización degenerada)” [Béjar: 198].

Existe una estrecha relación entre opinión, costumbres y ley: Rousseau insiste en la opinión
pública cuyo control por medio de la censura revierte en la purificación de las costum-
bres. Así, actuando sobre el juicio moral de los hombres (por medio de la manipulación del
pensamiento o de su mera contención), se purifican las costumbres (que se mantendrán fir-
mes si las leyes también lo son). A través de la censura, que actúa como correctivo de la opi-
nión, se fuerza a los individuos a desprivatizarse y convertirse de buen grado en «voluntad
general».
Por lo tanto, haciendo coincidir el pensamiento de cada individuo y su conducta con la vo-
luntad general [unanimidad de opiniones], éste debe rendirse al Estado. La OP es dominio
total del Estado y de sus aparatos ideológicos. “Rousseau define esta opinión pública como
el juicio de la masa sobre asuntos generales, del mismo modo que la voluntad general es la
acción conjunta de la colectividad” [Béjar: 199].

La OP tiene, entonces, dos funciones principales:


a) ser árbitro moral de la sociedad a través de la censura
b) formular la voluntad de la sociedad elaborando leyes a través del legislador
La opinión pública se convierte en aclamación constante de la voluntad general de un Esta-
do cuya perfección no se cuestiona.

PALEOLÍTICO NEOLÍTICO CONTRATO


SOCIAL
PERCEPCIÓN Positiva Negativa Positiva

NACIMIENTO Conversación Núcleos de poder Voluntad General


colectiva (Estado)

FUNCIÓN Sociabilización Imposición de grupos - Árbitro moral de las


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costumbres
dominantes - Dicta leyes

ES Sí, porque es No, porque se privatiza Sí, porque es la

VERDADERAMENTE colectiva expresión del todo


(Para Béjar no, porque
PÙBLICA?
no hay disenso)

* Crítica hecha por Béjar: “(...) seguiremos la hipótesis de Habermas que «descubre» que la
opinión a la que Rousseau se refiere en El contrato social no tiene nada de pública, sino todo
lo contrario (...) cabe preguntarse: ¿Dónde queda este sujeto que ha entregado al ser público
su personalidad, su libertad, su moral y se ha tachado a sí mismo en aras de una comunidad
que siente como profundamente suya en tanto que conjunto de voces, dónde queda si su jui-
cio, su criterio, su sentir tampoco van a ser suyos? (...)” [Béjar: 198].
Se elimina la discusión pública. Se obvian las contradicciones.
La crítica es considerada como traición.

TOCQUEVILLE

“La democracia en América”


El autor destaca el IMPERIO / PODER DE LA MAYORÍA como correspondiente a la es-
encia misma del gobierno democrático. Éste será un concepto clave en su obra, definido
como predominante e irresistible.
“El imperio moral de la mayoría se funda en (...) la teoría de la igualdad (...) se funda tam-
bién sobre este principio que los intereses el mayor número deben ser preferidos a los del
menor”.
Tocqueville basa su teorización en el estudio que hiciera sobre la sociedad norteamericana.
Allí, prima la poca garantía contra la tiranía [de la mayoría]. Es justamente la OP la que
forma dicha mayoría. En tanto ésta última se mantiene dudosa, la gente habla; pero en
cuanto se ha pronunciado irrevocablemente, todo el mundo se calla. Se sigue de esta idea que
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“(...) la mayoría está revestida de una fuerza, a la vez material y moral, que actúa sobre la vo-
luntad tanto como sobre las acciones, que impide al mismo tiempo, el hecho y el deseo de
hacer”. La mayoría traza un círculo formidable alrededor del pensamiento, viviendo en una
perpetua adoración de sí misma.

Claramente, se entiende que la mayoría se desarrolla dentro de un gobierno democrático,


donde la propensión a la igualdad es irrefrenable. En consecuencia, se hacen necesarios de-
terminados elementos para conservarlo:
– una forma federal, que permite a la Unión gozar del poder de una gran república y la segu-
ridad de una pequeña;
– unas instituciones municipales, que moderan el despotismo y al mismo tiempo, dan al pue-
blo la afición a la libertad y el arte de ser libre;
– un poder judicial, que sirve para corregir los extravíos de la democracia y disminuir los
movimientos de la mayoría [aunque no llega a detenerlos].

El principal: las costumbres (entendidas como los hábitos del corazón, las diferentes nocio-
nes que poseen los hombres, las diversas opiniones que discurren entre ellos, es decir: todo
estado moral e intelectual de un pueblo). “Son, pues, particularmente, las costumbres las que
hacen a los americanos de los Estados Unidos únicos entre todos los americanos, capaces de
soportar el imperio de la democracia (...)” [Tocqueville: 143].
Las costumbres permiten el mantenimiento de las leyes y éstas, del régimen de gobierno. El
secreto está dado en que las instituciones democráticas son introducidas prudentemente en la
sociedad, mezclándose poco a poco con los hábitos y fundiéndose con las opiniones mismas
del pueblo; de esta manera, logran subsistir.

 OP = OPINIÓN DE LA MAYORÍA (NO DEBATE); ES UNA FORMA DE CON-


TROL SOCIAL.

La OP se circunscribe al sistema político. Por ello, el sujeto de la OP es el ciudadano; éste


internaliza la OP y “teme” expresarse en tanto su opinión no coincida con ella.
La OP coacciona al individuo; fija límites a la libertad [individual].
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 Tocqueville entiende la democracia como igualdad de condiciones; un modo de ser de la


sociedad. Es, según lo define, un proceso irresistible e irreversible. En este sentido, EEUU es
su “ideal de democracia” puesto que allí la pasión por la igualdad es intrínseca: al no haber
sufrido revoluciones democráticas y haber nacido todos iguales comparten desde el comien-
zo un sistema de creencias, valores, ideales y nociones que les permite la unidad. Son hábi-
tos, costumbres que los habitantes del suelo norteamericano han ido internalizando a través
del tiempo y les brindan la seguridad de la identificación mutua como nación. A partir de es-
tos valores y máximas (morales) + su tendencia natural a la igualdad han estructurado un or-
denamiento político basado en la equidad y la libertad.
Sin embargo, la igualdad tiene desventajas: al establecer una uniformidad de ideas, suscita
menos el pensamiento individual y ubica la verdad donde está la mayoría. Como consecuen-
cia, el hombre deja de pensar por sí mismo, convirtiéndose en parte de la “masa”, pero si-
multáneamente exacerba su individualismo en el plano privado.
Socialmente, la mayoría centraliza el poder de decisión y ejerce un despotismo sobre aque-
llos que piensan u opinan diferente. La OP esbozada desde la cúpula presume el manteni-
miento del orden por medio de un control social [sobre el pensamiento individual].
Siguiendo el trazado teórico de Tocqueville, se infiere que la relación entre democracia y
costumbres es muy estrecha: en tanto la democracia exalta los valores de igualdad y unidad,
se sustenta en ese sistema de creencias e ideologías comunes que permiten la vinculación de
unos individuos con otros a través de concebirse como miembros de una misma nación, que
piensan, sienten y actúan parecido. Aquel que intentara transgredir este orden y expresarse
contrario a la opinión mayoritaria [es obvio que si piensan, sienten y actúan parecido, los
hombres necesariamente van a compartir sus opiniones] es visto como un hereje y traidor a
los valores tradicionales. Es que justamente la tradición y la costumbre son valores fundan-
tes.

STUART MILL

“Sobre la libertad”
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El autor boga por la libertad individual, puesto que entiende que “(...) el libre desenvolvi-
miento de la individualidad es uno de los principios esenciales del bienestar” [Stuart Mill:
127]. Así, en las cosas que no conciernen a los demás debe ser afirmada la individualidad; ya
que donde la regla de conducta son las tradiciones o costumbres, falta uno de los principales
elementos de la felicidad humana y del progreso tanto individual como social.

LA OPINIÓN DEBE SER LIBRE – LA UNANIMIDAD DE OPINIONES NO ES DESEA-


BLE.

El seguir las costumbres desarrolla caracteres ordinarios, sin práctica alguna en la facultad de
discernir, desear lo mejor, decidir, prever y determinar. No permite el ejercicio de las capa-
cidades propias y únicas de cada ser humano.
Stuart Mill considera que la sociedad actual [de su tiempo] sufre de la falta de impulsos y
preferencias personales; el espíritu se doblega a la conformidad; la singularidad de gusto o la
excentricidad de conducta se evitan como crímenes; no se tienen ideas ni sentimientos pro-
pios; en conclusión: no hay voluntad propia.
Los individuos están perdidos en la multitud. A través de la OP, la masa gobierna al mundo
ejerciendo una «tiranía de la opinión».
Frente a esto, “(...) es sólo el cultivo de la individualidad lo que produce, o puede producir,
seres humanos bien desarrollados (...)” [Stuart Mill: 136]; esto, a su vez, permitirá que cada
persona, al alcanzar un mayor valor de sí misma, es capaz de adquirir [y dar] un mayor valor
para los demás. Se da una mayor plenitud de vida en la propia existencia y cuando hay más
vida en las unidades, hay también más vida en la masa que se compone de ellas. Además,
una sociedad que estima la originalidad permite la aparición de hombres de genio: alientan
la libertad, la innovación; experimentan y dan lugar a un mejoramiento en las prácticas esta-
blecidas; introducen cosas buenas que antes no existían y además, dan vida a las ya existen-
tes.
En este tipo de sociedad DEBE PRIMAR LA INDEPENDENCIA DE LA ACCIÓN Y EL
MENOSPRECIO DE LA CONSTUMBRE.


Más individuales que los demás, tienen originalidad de pensamiento y acción.
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Es claro que Stuart Mill tiene una concepción negativa de la costumbre, ya que “es el
eterno obstáculo al desenvolvimiento humano”; está en contra del espíritu de progreso. Lle-
va a la sumisión, el acatamiento y la obediencia. Tiende a lo ordinario (circunstancias y ca-
racteres) que no permiten desarrollar el propio discernimiento, el autodominio, las potencia-
lidades. Doblega el espíritu (individual).
El despotismo de la costumbre se vale del régimen de opinión para anular la pluralidad, la di-
versidad de individuales y originar un “pueblo uniforme” regido por las mismas máximas,
reglas y pensamientos.

 En este punto, su oposición con Tocqueville es clara ya que éste considera a las costum-
bres como un instrumento para frenar el avance tiránico de la mayoría en el sentido de adap-
tarla a los hábitos y leyes vigentes. Sin embargo, ambos coinciden en su caracterización de la
OP como elemento coactivo [control interno (temor) y externo]. Buscan la protección contra
la arbitrariedad de las mayorías.
Mientras Tocqueville centra su “preocupación” en un tono político-institucional, Stuart Mill
lo hace más a nivel social. LA OP ES MAYORITARIA; SE IMPONE Y ANULA LAS MI-
NORÍAS, LA OPOSICIÓN, LO DIFERENTE. Ejerce una «coacción moral» sobre estos
grupos.

DADER

“Las teoría contemporáneas”


Una definición generalmente aceptada de OP no existe. En base a ello, el autor ofrece una
variedad de interpretaciones:

El interaccionismo entre OP y sociedad según Blumer


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Para el autor existe una yuxtaposición estrecha y recíprocamente modeladora entre OP y so-
ciedad: no puede entenderse la naturaleza o estructura de la OP sin entender la naturaleza o
estructura de la sociedad concreta en que aquélla surge y viceversa.

La «naturaleza específica» de la OP es resumida en seis puntos:


1) la OP se elabora en una sociedad y es una función de esa sociedad en acción. La OP se
modela a partir de un contexto en el que ella evoluciona.
2) toda sociedad es una organización, compuesta por el ensamblaje de diversos grupos fun-
cionales.
3) la actuación de los grupos funcionales se desarrolla a través de los canales disponibles en
la sociedad. Y dado que en cada sociedad tienen que existir individuos, comités, comisiones,
legisladores que tomen las decisiones que afectan al resultado de las acciones de estos gru-
pos funcionales, tales personajes claves se convierten en objeto de presión o de influencia di-
recta o indirecta.
4) estos individuos clave están obligados a «evaluar» las diversas influencias que soportan.
Tales individuos toman en cuenta lo que ellos consideran que vale la pena tomar en cuenta.
5) la OP se forma y expresa en gran medida a través de los canales del funcionamiento socie-
tal. Su formación refleja la composición u organización funcional de la sociedad.
“Por expresión de la opinión pública entonces ha de entenderse la parte de esta opinión
global que es conocida o tenida en cuenta por quienes deben actuar en respuesta a ella. Tal
expresión no puede asimilarse con la discusión en una tribuna libre, de los juicios de indivi-
duos dispares. La expresión de la opinión pública es una forma de influencia directa sobre
aquellos que actúan en respuesta a esa opinión” [Dader: 194].
6) definida de manera realista, la OP consiste en el ensamblaje de diferentes puntos de
vista que son considerados por los individuos antes de actuar en respuesta.
Dader destaca los siguientes aspectos de la concepción de Blumer:
> la OP se reconoce por sus efectos.
> «consiste en el ensamblaje de diferentes puntos de vista», de todo aquello que va a ser in-
defectiblemente tenido en cuenta por cualquier miembro de la sociedad a la hora de interve-
nir en asuntos públicos.
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> la OP es un fenómeno social, lo que significa que se genera en una sociedad y se ve afecta-
da por la estructura de sea sociedad y se explica por las mismas reglas sociológicas de esta
última. Esto significa que la pluralidad de elementos existentes en la sociedad también se re-
flejan en el fenómeno de la OP. Sin embargo, no son exactamente una sola cosa.
“Describir realmente la OP – establece Blumer – es hacerlo en términos de organización fun-
cional de la sociedad, de grupos de influencia, divergencia, de líderes, de masas indiferencia-
das. Sólo así podremos saber si aquellos que expresan una opinión la tienen verdaderamente
y si pretenden que su opinión tenga consecuencias” [citado en Dader: 196].

Concepción «comparativa» y «crítica» de la OP en Habermas

Critica ferozmente lo que él llama la «disolución psicosociológica del concepto de opinión


pública» [cientificismo positivista]. Entiende que el éxito de las mediciones empíricas sobre
manifestaciones superficiales de fenómenos grupales aislados conduce «acríticamente» a ol-
vidar la existencia de un significado global de la OP, de repercusiones ético-políticas, sobre
el que descansa precisamente la posibilidad de una sociedad plural y democrática [se opone a
contar fenómenos empíricos aislados].
Frente a esta opción, Habermas pretende redescubrir un nuevo paradigma de LO PÚBLICO
y la OPINIÓN PÚBLICA que sirva como prueba de que la sociedad es verdaderamente de-
mocrática.
Según él, la OP puede significar dos cosas muy distintas:
– una instancia crítica, de los ciudadanos particulares en comunicación racional con los re-
presentantes de las distintas instituciones, y con una posibilidad real de debate público y de-
mocrático; o bien,
– una instancia receptiva de los ciudadanos aislados y particularizados, sin posibilidad de co-
municación real con los instalados en la «notoriedad pública», ante los que sólo se puede
reaccionar con aclamación – nunca con diálogo –, ya que los miembros de la notoriedad pú-
blica sólo utilizan una «divulgación manipulativa» de mensajes.
A la primera instancia podría llamársele OP ideal o paradigmática, a la segunda sólo OP
manipulada.
17
En nuestra época tiende a predominar la instancia receptiva. De ahí que el autor bogue por la
reivindicación de fórmulas de incentivación de la vía crítica, y la propuesta de análisis com-
parativo entre OP paradigmática (ajustada a los ideales del Estado social-liberal) y los fenó-
menos cotidianos [esto es lo que permite denominar esta corriente como “crítica” y “compa-
rativa”, respectivamente].
La OP es en realidad una ficción, puesto que Habermas define la palabra público en un senti-
do muy restrictivo y reverencial: es lo que tiene interés general, involucra al ciudadano
como tal, es decir, afecta al ciudadano como miembro de una sociedad y no sólo como suje-
to particular privado o como miembro de un grupo de intereses particulares.
Por ello dice que lo público (auténticamente público) cada día es menor motivo de preocupa-
ción para una sociedad particularizada y esto genera dos movimientos de suplantación: por
un lado, el aparato institucional del Estado que acaba considerándose el único guardián e in-
térprete de lo público y, por otro, los intereses egoístas o particulares de grupos de presión
que mediante las «relaciones públicas», etc, camuflan como de interés público lo que es de
su exclusivo interés particular (contaminación de las esferas pública y privada).
El autor propone desarrollar criterios que permitan medir empíricamente el carácter más o
menos público de las distintas opiniones. El criterio fundamental sería «el principio demo-
crático de la publicidad», cuyos rasgos esenciales serían, a su vez, diálogo racional, transpa-
rente y abierto a la participación de todos los ciudadanos en la búsqueda de soluciones con-
sensuadas para las cuestiones de incumbencia general.
La idea de mantener una comparación constante entre idealidades y realidades de la OP le
lleva a Habermas a introducir un nuevo elemento de gran importancia para el estudio cientí-
fico y sistemático de los fenómenos de OP. Me refiero a la noción de «Espacio Público»,
ámbito de la intercomunicación humana diferenciable de los otros ámbitos intergrupales de
la vida privada y el resto de la vida social genérica.
El «Espacio Público» es subdivisible en dos ámbitos, a menudo contrapuestos: «el complejo
de las opiniones informales, personales y no públicas» por un lado, y por el otro el de «las
opiniones formales, reconocidas por sus instituciones».
Dentro del primer ámbito, se encuentran las «evidencias culturales indiscutibles»; la «expre-
sión poco discutida de experiencias fundamentales propias de toda biografía personal» y «la
evidencia de la cultura de masas». El segundo ámbito está constituido por: las opiniones que
18
circulan por los circuitos relativamente restringidos de la «gran prensa» y sobre todo de la
prensa intelectual o de élite; y las opiniones altamente formalizadas en representación oficial
o directa de grupos o instituciones de un protagonismo legalmente privilegiado (Gobierno,
Parlamento, partidos políticos, etc). Entre ambos, una conexión constante a través de los me-
dios de comunicación; intercomunicación manipulante y dirigida.
Por eso, Habermas insiste, sólo puede resultar un OP en un sentido estricto (o paradigmática)
cuando se constituya un espacio público crítico (con conexión comunicativa entre personas
raciocinantes). En su lugar, la comunicación pública (que exige entre otros requisitos la
apertura de intervención para todos los ciudadanos), ha sido suplantada por la comunicación
masiva (que no permite el debate racional y ampliamente participativo).

Concepción «realista» y «psicosociológica» de la OP en Nöelle-Neumann


[enfrentada a la visión de Habermas] Nöelle-Neumann identifica la OP con el control so-
cial o censura moral que de una manera efectiva todos los individuos de una sociedad son
capaces de reconocer intuitivamente. OP no es exactamente opinión mayoritaria, ni tampoco
opinión unánime pero sí es «control social», es decir, la opinión mejor vista, la que es de
buen tono sustentar, la que de antemano se sabe que va a producir mayores simpatías por el
hecho de ser expresada. En palabras de la autora: “Opinión pública son aquellas opiniones,
pertenecientes al terreno de la controversia, que uno puede expresar en público sin sentirse
aislado de los demás (...) Opinión pública es utilizada en un sentido que se remite directa-
mente a Rousseau como la expresión que puede manifestarse públicamente en caso de con-
troversia, sin querer quedar aislado” [citado en Dader: 204].
Retoma, además, el concepto de Ley del Vicio y la Virtud (o también, «ley de la costumbre o
la moda») de John Locke, para indicar que tal ley ejerce una coerción social sobre todos los
individuos porque nadie puede vivir en una sociedad bajo el constante desagrado y la mala
opinión de sus familiares y de aquellos que conviven con él.
Esta visión conceptual de la OP tiene su traducción práctica en su TEORÍA DE LA ESPI-
RAL DEL SILENCIO. Quienes se sienten portadores de opiniones discrepantes de la ma-
yoría tenderán, por la presión social del miedo a sentirse aislados o en choque con lo mayo-
ritario bien visto, a silenciar sus verdaderas opiniones, favoreciendo así la impresión de los
que opinan en mayoría, de que su preponderancia social es incluso más extensa de la exis-
19
tente en realidad. A la inversa, los minoritarios se sentirán más aislados de lo que verdade-
ramente están y esto irá creando un proceso de espiral: las personas de convicciones menos
firmes o más indecisas irán adoptando con más facilidad las tesis de moda y la considera-
ción social de las opiniones minoritarias será cada vez más escasa.

Nöelle-Neumann utiliza una imagen biológica para referirse a la OP, calificándola de «piel
social», con las mismas funciones de protección hacia fuera y cohesión de todo lo interior
que tiene el tejido epidérmico en cualquier ser vivo: “Opinión pública, nuestra piel social (...)
de una parte significa que la opinión pública protege a nuestra sociedad como una piel,
manteniendo la unidad. De otra, afecta a los individuos particulares, que cuando sufren los
ataques de la opinión pública, sienten la sensibilidad de su piel social” [citado en Dader].

La autora adopta una novedoso concepto de «público»:


– se ha identificado con los «asuntos públicos».
– refiere a una situación de público anónimo.
– se ha expresado como equivalente a «sanción»; y este uso de la OP se llamó «control so-
cial».

Esta concepción de OP, basada en un rasgo psicosocial supuestamente nuclear del com-
portamiento del hombre en sociedad, choca frontalmente con la «concepción crítica» e
idealista de Habermas. Para Nöelle-Neumann, la «opinión pública crítica» u opinión
racional sobre el bien común, surgida del debate democrático, no es más que una inven-
ción intelectual mientras que la poderosa fuerza de la «ley de la opinión o de la reputa-
ción» que condiciona a los individuos comunes es algo que puede ser observado todos
los días.
Desde este planteamiento, Nöelle-Neumann arremete contra la exclusiva dimensión po-
lítica de la OP.
“Confrontando las concepciones de Habermas y de Nöelle-Neumann merece la pena desta-
car algunos rasgos sintéticos de tal oposición. En el caso de Habermas la opinión pública se


Tal dinámica tiene asimismo algunos resortes de inversión de la tendencia, reconocidos por la autora, que permiten com-
prender el carácter cíclico de muchas modas y hábitos sociales.
20
analiza prioritariamente en su vertiente y significación política, se concibe como un espacio
estructural – el Espacio Público –, donde pueden coexistir una opinión pública manipulada
y una opinión pública crítica y se expresa éticamente la necesidad de una «Opinión Públi-
ca» ideal o arquetípica, producto del debate racional y libre de todos los ciudadanos – que
constituyen el ámbito público –, para obtener una fundamentación filosófico-política del Es-
tado social o democracia social-liberal.
En el caso de Nöelle-Neumann la opinión pública se analiza prioritariamente en su vertiente
psicosociológica, aunque de tal vertiente también se hacen depender consecuencias políti-
cas prácticas (...) Se acepta la existencia de fenómenos de opinión diversos emparentados
con la opinión pública (clima de opinión, corrientes de opinión, etc) pero genuinamente se
restringe el término para identificarse con el control social anónimo de cuya existencia todo
particular tiene conciencia y acepta sus comportamientos. Por último plantea una actitud
resignada o realista que, por oposición al idealismo de denuncia de Habermas, niega la po-
sibilidad de una opinión pública racional y dialogante y se queda instalada en la contempla-
ción conservadora de este acrítico e irreflexivo control social anónimo” [Dader].

BLUMER

“El interaccionismo simbólico. Perspectiva y método”


(1) Es forzoso reconocer que la OP tiene su base en una sociedad y constituye una función
de la misma. Esto significa, evidentemente, que toma su forma del marco social en que se
mueve y del proceso social que se desarrolla en dicho marco; asimismo quiere decir que su
función está determinada por el papel que desempeña en la acción social.
(2) Toda sociedad humana se compone de diversos tipos de grupos funcionales. La vida co-
lectiva está compuesta por las acciones y actos de tales grupos, los cuales se orientan en dis-
tintas direcciones, de acuerdo con intereses especiales. Estos grupos difieren en cuanto a la
posición estratégica que ocupan en la sociedad y en cuanto a sus oportunidades para actuar y,
en consecuencia, en cuanto a prestigio y poder. Dado que son grupos funcionales, es decir,
formados por personas que actúan individualmente en un contexto colectivo o unitario, han
de poseer necesariamente una organización: necesitan líderes, personas que fijen normas, in-
21
dividuos que actúen como portavoces del grupo, y otros que tomen iniciativas en representa-
ción de todos.
(3) A la hora de actuar, estos grupos funcionales lo hacen a través de los cauces asequibles
en la sociedad. Si el destino de los actos que planean realizar depende de las decisiones de
los individuos o grupos situados en puntos estratégicos de esos cauces de acción, la influen-
cia y la presión se ejercerán, directa o indirectamente, sobre los grupos o individuos que to-
man las decisiones.
(4) Los individuos clave que tienen que tomar las decisiones cruciales se enfrentan, casi ine-
vitablemente, a la necesidad de valorar las diversas influencias, reclamaciones, demandas, y
urgencias y presiones que recaen sobre ellos. Desde el momento en que responden y son res-
ponsables de ellas, se ven obligados a hacer dicha valoración en el proceso que conduce a la
toma de sus decisiones.
(5) La OP se forma y expresa en gran medida, a través de estos modos de operación societal.
La formación de la OP se produce como una función de la sociedad en actividad; es producto
de la interacción de los grupos. En el proceso de formación de la OP intervienen las diferen-
cias de prestigio, posición e influencia que caracterizan a los grupos y a los individuos en las
organizaciones funcionales de toda sociedad. La imagen de la OP a partir de la interacción
de una serie de grupos e individuos, con niveles de influencia significativamente distintos es
igualmente válida en lo que se refiere a la expresión de dicha opinión. Por expresión de la
OP se entiende la incidencia de ésta sobre quienes tienen que actuar en respuesta a la
misma. La OP se manifiesta en forma de influencia ejercida directamente sobre quienes
han de actuar en respuesta a dicha opinión.
(6) Considerada de un modo realista, la OP consiste en un modelo de los diversos criterios y
posturas sobre aquello que afecta a los individuos que tienen que actuar en respuesta a la
misma. La OP es considerada motor de la acción.

A partir de estos seis aspectos enumerados, Blumer se aboca al estudio de los sondeos de
opinión. Según entiende, el principal defecto de los sondeos reside en el procedimiento de
muestreo, el cual obliga a considerar al sociedad como una mera colección de individuos ais-
lados. A su vez, la OP es considerada como una distribución cuantitativa de opiniones indivi-
duales. El autor es claro al afirmar que “ni las muestras ni las respuestas de quienes figuren
22
incluidos en aquéllas [a través de] los datos convencionales sobre la edad, sexo, ocupación,
status económico o de clase, conocimientos, etc [permiten revelar] una posición funcional
significativa en la formación de la opinión pública sobre el asunto en cuestión” [Blumer:
156].
En suma, (casi) nada se sabe del individuo que figura en la muestra, en cuanto a la significa -
ción que su personalidad o su criterio: no se sabe qué papel desempeña en la formación de la
OP, ni tampoco qué influencia (si es que influye de alguna manera) ejerce el razonamiento
que ha expresado. Esto es así porque, en realidad “(...) la formación y expresión de la opi-
nión pública efectiva no constituye la acción de una población de individuos aislados y
revestidos de idéntica influencia, sino que es función de una sociedad estructurada y di-
ferenciada constituida por una red de grupos y personas de diversos tipos de peso espe-
cífico e influencia, que ocupan posiciones estratégicas diferentes” [Blumer: 158].

 La OP es la opinión que impacta en aquellos que toman decisiones para dar respuesta.
Se construye a través de grupos que interactúan (simbólicamente) y buscan influir.
La influencia se ejerce a través de los canales societales establecidos: los medios de comuni-
cación. Para cada tema, habrá una OP distinta puesto que cada grupo simbólico tiene intere-
ses y funciones distintos, buscando influenciar sólo en estos temas (que son los de su incum-
bencia). Los sondeos de opinión no reflejan la composición social.

HABERMAS

“Historia crítica de la opinión pública. Investigaciones sobre una categoría de la socie -


dad burguesa”
La OP significa dos cosas distintas según se contemple como
– una instancia crítica, en relación a la notoriedad pública normativamente licitada del ejerci-
cio del poder político y social
– una instancia receptiva, en relación a la notoriedad pública, «representativa» o manipulati-
vamente divulgada, de personas e instituciones, de bienes de consumo y de programas.
Una tiene que ver con la OP; la otra, con la opinión no pública.
23
La OP ideal conlleva la polémica racional, el debate [universales]; es políticamente relevan-
te, porque permite la acción.
El autor critica el actual tratamiento (positivismo) de la OP: analizada como «opinión de ma-
sas» “(...) pasa ahora por producto de un proceso de comunicación en el seno de las masas
que no está vinculado a los principios de la discusión pública ni a la dominación política”.

El público es equiparado con group, como sujeto sociopsicológico de un proceso de interac-


ción entre dos o más personas. La noción de «grupo» se abstrae de todo presupuesto social e
histórico, también de todo medio institucional.
Opinión es identificada con expression on a controversial topic, luego con expression of an
attitude y, posteriormente, con attitude sin más. La opinión acaba por no necesitar siquiera
de la capacidad de verbalización; ella comprende no sólo cualesquiera hábitos o costumbres
que se manifiestan en determinadas concepciones, sino también modos de conducta sin más.

Para el positivismo, el concepto sociopsicológico de OP supone la eliminación de todos


los momentos sociológicos y politológicos esenciales.
Frente a esta concepción, Habermas propone concebir la OP en un sentido comparativo,
porque hay que entender la realidad constitucional del Estado social como el proceso en
cuyo decurso se realiza una publicidad políticamente activa, esto es, en cuyo decurso el
ejercicio del poder social y de la dominación política se someten efectivamente al man-
dato democrático de la publicidad.

Hay que poder medir empíricamente a las opiniones según el grado de publicidad.
En el modelo construido, pueden contraponerse dos ámbitos de comunicación políticamente
relevantes: por un lado, el sistema de opiniones informales, personales, no públicas; por el
otro, el de las opiniones formales, institucionalizadas. Las opiniones informales se diferen-
cian según el grado de su obligatoriedad: en el plano más bajo de ese ámbito de comunica-
ción son verbalizadas las evidencias culturales; en un segundo plano son verbalizadas las ex-
periencias básicas de la propia biografía; en un tercer plano, las evidencias de la cultura in-
dustrial.
24
Las opiniones formales están oficial u oficiosamente autorizadas en calidad de comunicados,
notificaciones, declaraciones, discursos, etc. De ahí que se trate primordialmente de opinio-
nes que circulan, en un plano que escapa a la masa de la población, entre círculos relativa-
mente reducidos de la gran prensa política, de la publicística raciocinante, en general, y de
los órganos consultivos, influyentes y decisorios con competencias políticas o políticamente
relevantes (gobierno, comisiones gubernamentales, entidades administrativas, comités parla-
mentarios, direcciones de partidos, etc).
Existe entre ambos ámbitos una conexión constante de los medios de comunicación de ma-
sas.
“(...) una opinión pública en el sentido estricto de la palabra sólo puede producirse en la me-
dida en que los dos ámbitos comunicativos sean mediados por el ámbito de la notoriedad pú-
blica crítica. Una tal mediación sólo es hoy posible, evidentemente, en una magnitud socio-
lógicamente relevante, por la vía de la participación de las personas privadas en una proceso
de comunicación formal conducido a través de la publicidad interna de las organizaciones”
[Habermas: 272].
En la medida en que esas organizaciones se doten de publicidad interna en todos los niveles,
existirá la posibilidad de que se establezca una correspondencia recíproca entre las opiniones
políticas de las personas privadas y aquella opinión casi pública. En la medida en que de nin-
gún modo «se da» la opinión pública como tal, sólo puede definirse comparativamente [com-
paración con el ideal].

 La opinión será (verdaderamente) pública en tanto esté expandida por los medios de co-
municación de masas, entre las organizaciones sociales y las institucionales estatales. Se de-
duce que el autor define «publicístico [público]» en base a su grado de difusión. Cuanta ma-
yor difusión tenga la OP, más «pública». Y aquí Habermas está pensando en un debato sobre
cuestiones políticamente relevantes donde participe la ciudadanía a pleno y permite arribar al
consenso.
La idea de Habermas es contrastar permanentemente la situación real con lo que debería ser
[método comparativo]. En este sentido, utiliza la noción de OP como crítica a las democra-
cias liberales.
NÖELLE NEUMANN
25

“La espiral del silencio”


La autora estudia la opinión pública como una forma de control social en la que los indivi-
duos, percibiendo casi instintivamente las opiniones de quienes les rodean, adaptan su com-
portamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no.
> Tres significados de «público»
1) lo abierto a todo el mundo en cuanto a distinto de la esfera privada, que es algo distingui-
do o apartado como propio.
2) denota alguna implicación del Estado; intereses públicos.
3) la piel social. Este tercer sentido podría caracterizarse como psicosociológico.

El individuo no vive sólo en su espacio interior; su vida también está vuelta hacia fuera, ha-
cia la colectividad. Entonces, ¿qué es eso que «expone» continuamente al individuo y le exi-
ge que atienda a la dimensión social de su medio? Es el miedo al aislamiento, a la mala
fama, a la impopularidad; es la necesidad de consenso. Esto hace que la persona desee pres-
tar atención al entorno y se vuelva así consciente del «ojo público». Los individuo siempre
saben si están expuesta a u ocultos de la visión pública, y se comportan en consecuencia.
La autora, a partir de este planteo, destaca la existencia de un individuo temeroso de la opi-
nión de sus iguales.

> Elementos relacionados con el proceso de la OP:


1) la capacidad humana de percibir el crecimiento o debilitamiento de las opiniones públicas;
2) las reacciones ante esta percepción, que impulsan a hablar más confiadamente o a callarse;
3) el temor al aislamiento que hace que la mayor parte de la gente tienda a someterse a la
opinión ajena.

Con estos tres elementos, se construye una definición operativa de la OP: “ (...) opiniones
sobre temas controvertidos que pueden expresarse en público sin aislarse” [Nöelle-Neu-
mann: 88]. Y luego agrega [para completar la definición]: “(...) en el terreno de las tradicio-
nes, la moral y, sobre todo, las normas consolidadas, las opiniones y comportamientos de la
opinión pública son opiniones y comportamientos que hay que expresar o adoptar si uno no
26
quiere aislarse. El orden vigente es mantenido, por una parte, por el miedo individual al ais-
lamiento; por la otra, por la exigencia pública, que tiene el peso de la sentencia de un tribu-
nal, de que nos amoldemos a las opiniones y a los comportamientos establecidos”.

> La autora retoma a John Locke y su «ley de la virtud y el vicio» (también llamada: de la
opinión o la reputación o de la moda); se remite al mismo Locke para exponer su significa-
do: “(...) Para comprenderla correctamente hay que tener en cuenta que, cuando los hombres
se unen en sociedades políticas, aunque entreguen a lo público la disposición sobre toda su
fuerza, de modo que no puedan emplearla contra ningún conciudadano más allá de lo que
permita la ley de su país, conservan sin embargo el poder de pensar bien o mal, de aprobar o
censurar las acciones de los que viven y tienen trato con ellos”. La conclusión, a la que esta
cita permite arribar, es clave: el tribunal de la OP obliga a los hombres a amoldarse por
miedo al aislamiento.
Nöelle-Neumann destaca además, la insistencia de Locke en conceptos como «reputación»,
es decir, conceptos psicosociológicos que muestran la completa dependencia de los seres
humanos respecto al medio social, a los muchos, a los otros.

> Teoría de la opinión pública: LA ESPIRAL DEL SILENCIO


Esta teoría se apoya en el supuesto de que la sociedad amenaza con el aislamiento y la exclu-
sión a los individuos que se desvían del consenso. Los individuos, por su parte, tienen un
miedo en gran medida subconsciente al aislamiento, probablemente determinado genética-
mente. Este miedo al aislamiento hace que la gente intente comprobar constantemente qué
opiniones y modos de comportamiento son aprobados o desaprobados en su medio, y qué
opiniones y formas de comportamiento están ganando o perdiendo fuerza. La teoría postula
la existencia de un sentido cuasiestadístico que permite realizar esas estimaciones. Si la gen-
te cree que su opinión forma parte de un consenso, se expresa con confianza. Y, a la inversa,
cuando la gente se siente en minoría se vuelve precavida y silenciosa, reforzando así la im-
presión de debilidad, hasta que el bando aparentemente más débil desaparece, quedando sólo
un núcleo duro que se aferra a sus valores anteriores, o hasta que la opinión se convierte en
tabú.
27

Entonces, los supuestos base son:


 la sociedad amenaza a los individuos desviados con el aislamiento
 los individuos experimentan un continuo miedo al aislamiento
 este miedo al aislamiento hace que los individuos intente evaluar continuamente el
clima de opinión
 los resultados de esta evaluación influyen en el comportamiento en público, especial-
mente en la expresión pública o el ocultamiento de las opiniones.

A partir de experimentos realizados para comprobar cómo funciona la amenaza del aisla-
miento, Nöelle-Neumann explica que “(...) en cuanto las personas dejan de estar solas (...) se
transforman debido a la conciencia de que los otros se están formando una opinión sobre
ellas (...)”. Así, hay una especie de control personal interno que filtra el comportamiento an-
tes de realizarse el control social: el mero pensamiento de lo desagradable que puede ser una
situación hace que el individuo corrija sus comportamientos divergentes del consenso públi-
co antes de que la colectividad ejerza el control social exterior.
¿Existe realmente el sentido cuasiestadístico tal como lo describe la teoría de la opinión pú-
blica? ¿Puede la gente percibir el clima de opinión? La disposición a realizar una estimación
es un indicio de que la gente intenta continuamente evaluar la fuerza de las opiniones contra-
puestas sobre un tema determinado.
Pero con frecuencia las estimaciones son incorrectas. A menudo se sobrevaloran las opinio-
nes apoyadas por los medios de comunicación influyentes. Este fenómeno es lo que suele lla-
marse actualmente «ignorancia pluralista». La autora sigue a otros pensadores [como All-
port] para explicar que “(...) el individuo sólo tiene tres maneras de realizar deducciones so-
bre las opiniones y puntos de vista predominantes entre la población: la prensa, el rumor y la
«proyección social». El concepto de «proyección social» es en realidad idéntico al de «per-
cepción especular» (looking glass perception), término introducido posteriormente para ex-
plicar la «ignorancia pluralista» (...) y oponerse a la idea de un sentido cuasiestadístico (...)”.

Nöelle-Neumann destaca la existencia de grupos que “no temen al aislamiento”. Los que
pertenecen a la vanguardia están comprometidos con el futuro y por ello se encuentran
28
necesariamente aislados; pero su convicción de que se hallan por delante de su época
les permite soportarlo. El «núcleo duro» sigue comprometido con el pasado, conserva
los valores antiguos mientras sufre el aislamiento presente. Es decir, estos grupos “no te-
men al aislamiento” puesto que según, se aferran a sus convicciones y opiniones, ya se en-
cuentran aislados.

¿Cómo se transforma la suma de opiniones individuales, tal como las define la investigación
de la opinión pública, en el tremendo poder político conocido como «opinión pública»? La
causa de la transformación de la suma de las opiniones individuales en esa OP es la continua
interacción entre las personas debida a su naturaleza social. La amenaza al aislamiento, el
miedo al aislamiento, la continua observación del clima de opinión y la evaluación de la
fuerza o de la debilidad relativas de los diferentes puntos de vista determina si la gente ex-
presa sus opiniones o permanece callada.

> La OP es el resultado de la interacción entre los individuos y su entorno social.


Para no encontrarse aislado, un individuo puede renunciar a su propio juicio.
Este temor al aislamiento forma parte integrante, según entiende Nöelle-Neumann, de todos
los procesos de opinión pública. Aquí reside el punto vulnerable del individuo; en esto los
grupos sociales pueden castigarlo por no haber sabido adaptarse. Hay un vínculo estrecho
entre los conceptos de OP, sanción y castigo.
¿Pero en qué momento una se encuentra aislado? Es lo que el individuo intenta descubrir
mediante un “órgano cuasiestadístico”: al observar su entorno social, estimar la distribución
de las opiniones a favor o en contra de sus ideas, pero sobre todo al evaluar la fuerza y el ca-
rácter movilizador y apremiante, así como las posibilidades de éxito, de ciertos puntos de
vista o de ciertas propuestas.
[como ya se dijo] Puede estar de acuerdo con el punto de vista dominante, lo cual refuerza su
confianza en sí mismo y le permite expresarse sin reticencias y sin correr el riesgo de quedar
aislado. Por el contrario, puede advertir que sus convicciones pierden terreno; cuanto más su-
ceda esto, menos seguro estará de sí y menos propenso estará a expresar sus opiniones.
29
“Basándonos en el concepto de un proceso interactivo que genera una ‘espiral’ del silencio,
definimos a la opinión pública como aquella que puede ser expresada en público sin ries-
go de sanciones, y en la cual puede fundarse la acción llevada adelante en público”.

La autora define a la OP como la opinión dominante que impone una postura y una conducta
de sumisión, a la vez que amenaza con aislamiento al individuo rebelde y, al político, con
una pérdida de apoyo popular. Por esto, el papel de activo de iniciador de un proceso de la
opinión queda reservado para cualquiera que pueda resistir a la amenaza de aislamiento.

> Rol de los medios de comunicación: difunden determinadas opiniones, haciéndolas accesi-
bles para todos y permitiendo que se vuelvan mayoritarias; esto alienta la amenaza al aisla-
miento. “(...) las opiniones que se hacen públicas (...) se hacen públicas en los medios de co-
municación de masas” [Nöelle-Neumann: 88]. Podría decirse que impulsan a obrar a los in-
dividuos, incluso contra su voluntad a fin de no ser apartados socialmente.
Retomando el concepto lockeano de “ley de moda”, los medios de masas difunden estas con-
cepciones que marcan aquello considerado como agradable o desagradable, como bueno o
malo; la mayoría de la gente las utiliza como guía para mantener su buena reputación frente
a los demás, olvidando las leyes de Dios o del juez.

> Críticas:
– prescinde de aspectos normativos: es una teoría realista, del “como es” ≠ debe ser.
– trabaja únicamente sobre los aspectos psicosociales
– toma al individuo como unidad de análisis: es difícil vincular la OP con la opinión indivi-
dual. Nöelle-Neumann “salva” esta crítica a partir del argumento de que sus experimentos
preguntan sobre «¿qué cree ud. que piensan los demás sobre...?».

SARTORI

“Teoría de la democracia. El debate contemporáneo”


30
¿Cuándo encontramos un «pueblo gobernante», el demos en acto o función de gobierno? La
respuesta es: en las elecciones.
Las elecciones constatan el consenso; registran las decisiones de los votantes; computan opi-
niones. Empero, debe tenerse presente que poseen un carácter discontinuo y elemental.
El poder electoral en sí es la garantía mecánica de la democracia; pero las condiciones bajo
las cuales el ciudadano obtiene la información y está expuesto a las presiones de los fabri-
cantes de opinión son las que constituyen la garantía sustantiva.
“En su significado primario se llama pública a una opinión, no sólo porque se encuentra di-
fundida entre el público, sino además porque pertenece a las «cosas públicas», a la res pú-
blica. En resumen, la opinión pública es ante todo y sobre todo un concepto político (...) la
opinión puede definirse del modo siguiente: un público, o multiplicidad de públicos, cu-
yos difusos estados mentales (de opinión) se interrelacionan con corrientes de informa-
ción referentes al estado de la res pública” [Sartori: 118].
Consecuentemente, el sujeto de la OP es el ciudadano.

> La cuestión del CONSENSO


El consenso, en principio, no es consentimiento real: no implica el consentimiento activo de
cada uno a algo. En segundo lugar, la característica definitoria general del consensus-acepta-
ción es un «compartir» que de alguna manera vincula (obliga).

Respecto a la teoría de la democracia hay que distinguir claramente al menos tres posibles
objetos compartibles [objetos de consenso]:
a) valores fundamentales (tales como la libertad y la igualdad), que estructuran el siste-
ma de creencias;
b) reglas de juego, o procedimientos;
c) gobiernos y políticas gubernamentales específicas.

Estos objetos de consenso y de disenso pueden convertirse respectivamente, siguiendo a Eas-


ton, en tres niveles de consenso:
a) consenso a nivel de comunidad, o consenso básico;
b) consenso a nivel de régimen, o consenso procedimental;
31
c) consenso a nivel de acción política, o «consenso político».

El primer objeto o nivel de consenso – identificado como consenso básico – señala si una so-
ciedad determinada comparte en su totalidad los mismos valores y fines valorativos. Un con-
senso sobre los valores fundamentales es una condición que facilita la democracia, pero no
es una condición necesaria de la misma.
El segundo objeto o nivel de consenso puede denominarse consenso procedimental, en cuan-
to establece las llamadas reglas de juego. Estas son numerosas, pero existe una de extraordi-
naria importancia: la regla que determina cómo deben resolverse los conflictos. Si una socie-
dad política no comparte una norma de resolución de conflictos, entrará en pugna en cada
conflicto, y esto es la guerra civil. En una democracia, esta regla es la regla de la mayoría. El
consenso procedimental, y concretamente el consenso sobre la regla de solución de los con-
flictos, es la condición sine qua non de la democracia. En consecuencia, es adecuado hablar
del consenso procedimental como consenso relacionado con el régimen. Si no acepta el prin-
cipio de mayoría, o al menos se le presta conformidad, lo que no se acepta es la democracia
como régimen. El desacuerdo en el ámbito de esas reglas es lo que la democracia protege y
fomenta.
Es, pues, el tercer objeto o nivel de consenso – sobre la acción política y los gobiernos – el
que trae a colación el consenso como disenso y apoya la opinión sostenida por Barker de que
«la base y la esencia de la democracia» es «el gobierno mediante la discusión». Este es el
contexto en el que la discrepancia, el disenso y la oposición surgen como elementos caracte-
rizadores de la democracia.

“Resumiendo, el consenso básico, o acuerdo sobre lo fundamental (las creencias valora-


tivas y la estructura de nuestro sistema de creencias), es la condición que facilita, aun-
que no sea una condición necesaria para, la democracia. En cambio, el consenso proce-
dimental, y sobre todo el consensus sobre la norma de solución de los conflictos, y las
normas complementarias, son una condición necesaria, verdaderamente el prerrequisi-
to de la democracia. Este consenso es el comienzo de la democracia. Sólo, por tanto,
cuando el consenso se refiere a las acciones políticas y al personal gubernamental el én-
fasis se sitúa en la discusión, el disenso y el papel crucial de la oposición”.
32

En este contexto, el disenso se asume y se precisa para producir cambios en el consenso, es


decir, una consenso nuevo o nuevas personas que muestren su acuerdo sobre temas diferen-
tes.

> La formación de opiniones


La mejor forma de contestar a la pregunta «¿qué es la opinión pública?» pasa por distinguir
tres procesos, en el siguiente orden: a) las opiniones que destilan las diferentes élites; b) el
hervidero de opiniones que emana la base; c) las identificaciones de los grupos de referencia.
El modelo de cascada, formulado por Deutsch, describe perfectamente la formación de opi-
niones inducida por la élite. Las opiniones discurren de arriba hacia abajo a través de varios
saltos, como en una cascada escalonada por una serie de remansos. El remanso más elevado
lo constituyen las élites económicas y sociales. Le siguen las élites políticas y gubernamenta-
les, los medios de comunicación, los líderes de opinión y, por último, la masa del público. El
valor explicativo del modelo de la cascada reside, sobre todo, en su capacidad para resaltar
hasta qué punto los procesos de formación de la opinión se ven interrumpidos y regenerados
horizontalmente en cada nivel; cada nivel supone la reapertura de una dialéctica de opiniones
y opiniones adversas.
De los cinco niveles, dos revisten especial importancia: el de los medios de comunicación y
el de los creadores de opinión. En las democracias actuales, el papel principal en la forma-
ción de la opinión pública lo desempeñan los medios de comunicación. Sartori es contunden-
te: “(...) el mundo es – para el público en general – el mensaje de los medios de comunica-
ción” [Sartori: 127, 128]. Desde esta perspectiva, los creadores de opinión locales tienen un
papel fundamental: median la relación entre medios de comunicación y público, resignifican-
do en forma global los mensajes que éstos [los medios de comunicación] emiten y “limitan-
do” su poder. El autor entiende que “(...) son un grupo de referencia para sus respectivas co-
munidades de amigos y vecinos, para las audiencias a las que se dirigen. De este modo, los
líderes de opinión locales pueden bloquear o reforzar, disminuir o ampliar y seleccionar, en
cualquier caso, la importancia de, y otorgar credibilidad a, los mensajes de los medios de co-
municación”.
33
El modelo de borboteo es consecuencia de la proliferación de grupos de ideas [la expansión
masiva de la educación superior produce una considerable población intelectual que es difí-
cilmente acomodable, cada vez más, donde cuadra, o donde siente que debería estar situada;
aparecen en gran número intelectuales desempleados o subempleados, que se concentran
cada vez más en el remanso o depósito residual]. Estos núcleos de intelectuales, que perma-
necen en los espacios más bajos de la escala de estratificación social, generan procesos de
opinión ascendente; un borboteo que, en ocasiones, puede transformarse en una poderosa
marea: alcanzan a los niveles más altos (sociales, económicos, políticos, medios de comuni-
cación) y se imponen como tema de agenda. Sartori revela que estos grupos son “(...) las an-
tiélites [que] siguen siendo élites, pero ya no coinciden con un nivel de élite; son élites a ni-
vel de masa”.

Por último, el modelo de identificación con grupos de referencia. En este caso, las opinio-
nes de los individuos derivan, en gran parte, de las identificaciones con una variedad de gru-
pos concretos y / o grupos de referencia: la familia, grupos de compañeros, de trabajo, reli-
giosos, étnicos, identificaciones partidistas y de clase. Dichas identificaciones tienen poco
que ver con el hecho de estar informado y adquirir información. En efecto, las opiniones no
dimanan de una exposición a la información; se trata de individuos que tienen opiniones sin
información, y opiniones que verdaderamente pueden oponerse abiertamente a la evidencia
suministrada por la información.

Entonces, “el modelo de cascada de formación de la opinión es crucial respecto al elemento


informativo, o sea, respecto a la cantidad y a la naturaleza de la información que contiene
una opinión pública (...) El ingrediente de la opinión pública basado en la identificación es,
en cambio, el elemento no informado. Aquí encontramos específicamente opiniones que ig-
noran «la noticia» (...) Finalmente, la expresión de la forma de opinión de borboteo se en-
cuentra – respecto al elemento de la información – en algún lugar intermedio” [Sartori: 130,
131].

> Autonomía de la OP
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Se trata de un opinión que, hasta cierto punto, el público se ha formado por sí mismo. Es una
opinión del público, en la que el público es el sujeto.
Las condiciones que permiten una OP relativamente autónoma pueden resumirse en dos: a)
un sistema educativo que no sea un sistema de adoctrinamiento; y b) una estructura global de
centros de influencia e información plural y diversa.
Una OP libre deriva de y se apoya en una estructura policéntrica de los medios de comuni-
cación y el interjuego competitivo de éstos. Nótese que el razonamiento no asume que una
estructura competitiva y policéntrica de los medios se dirija a audiencias capaces de compa-
rar las diversas fuentes y de decidir en consecuencia. Una multiplicidad de persuasores refle-
ja en sí misma una pluralidad de públicos; lo que, a su vez, se traduce en una sociedad plura-
lista. Por otro lado, la autonomía de la OP supone condiciones del tipo mercado; un sistema
de información del tipo mercado es un sistema autocontrolable y alerta, pues cada canal está
expuesto a la vigilancia de los otros.

La OP debe ser autónoma, no racional (la OP racional no existe). En el planteo sartoriano,


la racionalidad está adjudicada a los representantes.

 Para entender este punto, es pertinente aclarar que Sartori está definiendo un modelo de
democracia liberal, electoral y representativa. Claramente, la democracia supone un pueblo
que no gobierna, pero elige representantes que lo gobiernen. El momento de la elección se
plantea como el momento en que el pueblo se encuentra en función de gobernante y ejerce
un control directo sobre los líderes políticos. De allí, la importancia que para Sartori revisten
las elecciones como registro de preferencias y opiniones de los votantes. Son el mecanismo
para constatar el consenso sobre los problemas de interés público.
En una línea similar a la de Habermas, Sartori distingue claramente esfera pública y esfera
privada. La «cosa pública», «lo público» es el objeto de la OP. Los ciudadanos se forman
opiniones sobre los asuntos de gobierno y temáticas que refieren al estado de esta «cosa pú-
blica», dejando fuera las cuestiones privadas [≠ Nöelle-Neumann].

La OP se manifiesta continuamente en el espacio público, pero el momento de expresión má-


xima se da en los procesos electorales. Las elecciones son la institucionalización de la OP.
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Este proceso permite la legitimidad de la democracia a través de la expresión del electorado.
Esta OP se forma gracias a un proceso que involucra elementos de subjetividad individual
(“difusos estados mentales” según define Sartori: valores, creencias, ideologías) y corrientes
de información externas. Dichos elementos pueden combinarse en grados distintos, según
tres modelos: de cascada, de borboteo, de identificación con grupos de referencia.
Durante el proceso de formación de la OP no hay jerarquías, ni actores que dominen comple-
tamente este proceso. Esto porque la OP debe ser autónoma: debe primar el pluralismo, una
estructura policéntrica en lo que a medios de comunicación refiere y una educación libre de
adoctrinamiento. Sólo así, el individuo podrá informarse (o no) y elegir, adherir a aquellas
ideas que siente más próximas [que más lo identifican]. Esta base externa sumada a sus parti-
cularidades individuales (internalizadas, intrínsecas) [aquellos elementos que lo definen
como sujeto individual] serán expresadas, condensadas, plasmadas a través del voto en las
elecciones.
En este sentido, el gobierno democrático es un gobierno fundado en el consenso. Donde se
privilegia la regla de la mayoría. Sin embargo (como se dijo), esta mayoría no gobierna en el
día a día. La función la ejerce un grupo de “elegidos electorales” que tienen competencia
para decidir (tienen racionalidad para tomar decisiones) y generar, a través de la discusión y
el disenso, los cambios necesarios a nivel social. Sartori parte del supuesto de que la demo-
cracia es discusión; dicha discusión permite la variación y esta variación refleja la pluralidad
del sistema. En este punto existe una vinculación con los procesos de formación de la OP:
ésta permite los cambios mencionados porque más allá de que las decisiones no surgen de la
ciudadanía, sí las condiciona.

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