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Un viaje por el pasado: Maquiavelo, Shakespeare, Montaigne
El término “opinión pública” apareció por primera vez en Francia en el siglo XVIII
en la novela “Las amistades peligrosas” (1782), y allí la opinión pública actúa
como un tribunal de justicia en esferas muy alejadas de la política (una mujer
aconseja a su amiga que se deje la compañía de un hombre de mala reputación).
Retrocediendo aún más en el tiempo, Shakespeare describe una conversación
entre el rey Enrique IV reprende a su hijo, el futuro Enrique V porque lo ven muy
seguido con malas compañías, y lo aconseja diciéndole que debe tener más
cuidado con la opinión ya que es muy importante, es la que lo ha llevado al trono.
La idea de que un gobernante o futuro rey debiera prestarle atención a la opinión
de su público no era nada nuevo para Shakespeare, ya que su siglo estaba
sumamente familiarizado con “El príncipe” (1514), de Maquiavelo, con secciones
importantes que aconsejaban a los gobernantes el mejor modo de tratar al público.
Maquiavelo dijo que todo depende de lo que parezca a los ojos de quien lo ve,
entonces, no es necesario que el príncipe tenga todas las cualidades deseables
pero sí que parezca tenerlas.
Sesenta años después de “El príncipe”, de Maquiavelo, Montaigne utilizó en dos
ocasiones el término “opinión pública”.
-El primero dice que la opinión pública hace que el sujeto se presente de
determinada manera, con adornos prestados, es decir, de una manera que no es
realmente, sino como lo moldeó la opinión pública;
-El segundo fue para explicar los cambios de costumbres e ideas morales.
Montaigne fue leído posteriormente por John Locke, David Hume, James Madison,
Alexis de Tocqueville y Jean-Jacques Rousseau.
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Glanvill creó el concepto “clima de opinión”, que denota la distribución de
opiniones y la fuerza relativa de una de ellas como predominante. El clima rodea
totalmente al individuo desde el exterior, no lo deja escapar, y trae a la mente la
imagen del espacio y del tiempo.
Descartes estableció que en los períodos revolucionarios, lo público se presenta
como una amenaza, mientras que en los períodos de orden se experimenta como
un ámbito en el que uno puede enaltecerse. La espiral del silencio es un proceso
que alimenta a la opinión pública en desarrollo.
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El problema fundamental es encontrar una forma de asociación que defienda y
proteja la persona y la propiedad de cada miembro, y en la que cada uno, aunque
unido a los demás, solo obedezca a sí mismo y permanezca tan libre como antes.