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Criminología y cambio social: El Delito en la

sociedad de consumo
por SERGIO MANUEL TERRÓN
www.saij.gob.ar
SISTEMA ARGENTINO DE INFORMACIÓN JURÍDICA
Id SAIJ: DACF190078

El devenir constante nos indica que la sociedad se encuentra frente a una segunda modernidad postindustrial
,siendo denominada por algunos pensadores como la sociedad del riesgo, que presenta como sus
características más salientes y dominantes, el paso del mundo de la producción hacia una sociedad en la que
impera el consumo . En aquella sociedad de producción de incipiente tecnología con cadenas de montajes y
ensambles de corte fordista, el modelo de la fábrica disciplinaba todo lo social, en capilaridad y extensión
penetrando en todas las capas, de tal manera que el control fabril se extendía hacia todo lo largo y lo ancho del
tejido social , por ello decía con razón Máximo Pavarini en su "Control y Dominación" que fuera de los límites de
la fábrica ,el obrero no puede ser dejado solo a sí mismo sino que debe ser seguido y controlado en su barrio,
allí donde vive, y con mayor razón debe decirse esto respecto de quien está excluido del proceso productivo,
que es siempre potencial atentador del orden social.

El Estado de Bienestar :Esta filosofía del control originada en los años veinte en los EE UU para salir de la crisis
económica - y que de manera tan superlativa grafica el Profesor y criminólogo colombiano Jesús Antonio
Muñoz- se basaba en el Estado de Bienestar , y se implementó a través de los mecanismos de asistencia. Toda
una red de servicios controlada de cerca por la Policía. Así mientras los sujetos integrados al ciclo productivo
eran vigilados por los mecanismos primarios de control social: Escuela , familia, organización del tiempo libre
fuera de la fábrica, con una política de altos ingresos y generación del consumo; como contracara, para los
marginados sociales se implementó una política de control social basada en el asistencialismo traducido en el
otorgamiento de subsidios, seguros de desempleo, servicios sociales, etc. Este fue el camino que eligieron
seguir los demás países del mundo occidental desarrollado.

Lo cierto es que en aquella sociedad industrializada ,en relación a los individuos criminalizados comenzaron a
ponerse de moda las medidas sustitutivas de la prisión en detrimento de los lugares de encierro como
mecanismo de control social de las personas marginalizadas por el aparato productivo. En el caso de la cárcel,
se implementaron las excarcelaciones ,la libertad bajo palabra, los periodos de prueba bajo la supervisión de un
servicio social, la suspensión condicional de la condena ,etc.

Respecto de las internaciones psiquiátricas ,se comenzaron a otorgar libertades ambulatorias la utilización de
sedantes o chalecos farmacológicos como sustitutivos del manicomio tradicional. Se pretendía un control social
total, con el sujeto controlado allá donde se desplace, en donde viva, la cárcel y los manicomios abrieron sus
puertas y liberaron sujetos que serían controlados en todo el territorio mediante la asistencia social y la policía.

Con dicho sistema de control social se pretendía solucionar el problema económico de la superproducción, ya
que se producían mercaderías a bajo costo por la incorporación de la tecnología, pero que sin embargo no
encontraban mercados. Con los dineros de la asistencia se pretendía elevar la capacidad de consumo.

Pero la finalidad esencial del sistema era desmontar una bomba de tiempo: la gran mayoría de personas
marginadas del ciclo productivo, que descontentas generaban malestar, crimen, desorden y permanentes
reclamos de justicia social.

Obviamente, los dineros para la asistencia social provenían de gravar el ciclo productivo, a través de tasas
impuestos y contribuciones. Se ideaba de tal manera un mecanismo para redistribuir la riqueza y procurar la paz
social.

Otro matiz de este fenómeno, fue que con la pérdida de vigencia de los lugares de encerramiento, las grandes
ciudades del mundo industrializado privilegiaron la segregación territorial. Se formaron múltiples guetos vigilados
por cordones policiales. El ejemplo más paradigmático fue el apartheid en Sudáfrica, pero también es válido
recordar que en EE UU se separó a los blancos de los negros en las escuelas ,transportes , espectáculos, etc.,
además de los barrios, ( Brooklyn, Bronx, etc.). El propio Martin Luther King en legítima y sentida reacción ,llegó
a decir "no soy un negro, soy un hombre". Murió asesinado poco después.

El cambio de paradigma: La sociedad de consumo.

A Este modelo de contención ciudadana perduró de manera generalizada en todo el mundo occidental
industrializado hasta la década del 70 , en que la aparición de la crisis fiscal se tradujo en el desmonte de la
maquinaria asistencial y la deslegitimación creciente del estado de Bienestar, como correlato lógico de las
masas de marginados que de manera exponencial generaba el sistema. Ese enorme Gigante con pies de barro,
productor de burocracia y devorador de los dineros públicos llevó al estado a los límites de su propia bancarrota.

Se imponía un nuevo paradigma y los dineros de la asistencia social, fueron redireccionados para reforzar a la
Policía, que vigilaba los grandes guetos de excluidos de las inmensas urbes, acordonándolos ,estigmatizándolos
geográficamente.

Este brevísimo esbozo que ensayamos ,intenta explicar cómo pasamos a convertirnos en una sociedad de
consumo, como correlato del postfordismo o crisis de la forma de producción con base en la cadena de montaje
y la introducción de la producción flexible a gusto de las exigencias del cliente, amo y señor del consumo.

En este nuevo ciclo, el consumidor a través de las técnicas de comunicación ,fundamentalmente las
computadoras, comienza a direccionar y dominar una nueva forma de control. Atrás queda para siempre el
modelo taylorista-fordista de la separación de tareas y planificación de la producción, la organización piramidal,
la especialización y la separación del pensamiento y la acción. Las ultra modernísimas tecnologías informáticas
dan paso a la producción flexible, que permite la adaptación constante y continua a los cambios de la demanda.

En este horizonte en que predomina el consumo se torna inevitable el cambio social, ya no son necesarios los
ejércitos de trabajadores, en cambio ,se necesita comprometer a todos los integrantes del tejido social como
consumidores. Zigmunt Bauman en "Globalización. Consecuencias humanas", refiere que la formación que
brinda la sociedad contemporánea a sus miembros está dictada, ante todo , por el deber de cumplir la función
de consumidor.

Pero en esta sociedad de consumo dominante, también se producen cambios que afectan de lleno sobre los
sistemas punitivos, los cambios en la moral del trabajo provocan cambios en los discursos sobre la finalidad de
la pena o castigo . También las normas penales y procesales penales son objeto de continuos cambios, porque
cambian los bienes que se pretenden tutelar y también las modalidades delictivas ,cada vez más refinadas y
sofisticadas.

Las nanotecnologías, la microelectrónica, las telecomunicaciones, la globalización como base del modelo
neoliberal o de libre mercado, nos han llevado a una profundísima crisis del trabajo , que arroja millones de
personas desocupadas o paradas en todo el planeta. Las tecnologías digitales permiten producir más con
escasísimo empleo de mano de obra, en un mundo con una creciente densidad demográfica. Algunos autores
hablan de la sociedad del 80-20 % ,es decir un 80% de desocupados y un 20 % con empleo. Inevitablemente
esta era del auge digital terminará por acabar con el trabajo humano masivo.

Esta nueva postmodernidad ha dado lugar a la aparición de una degradada moral de corte narcisista, hedonista,
insensible y profundamente egoísta. Circulando por fuera de los dogmas religiosos la nueva modernidad elude a
Dios, se libera del temor de las sanciones morales ,exaltando los derechos subjetivos, el ser humano en la
búsqueda epicúrea de la felicidad terrenal , los placeres ,la consecución de las metas económicas sin ningún
tipo de límite , es decir, una ética universalista laica que enfrenta a Dios , con una carga de profundo egoísmo
desenfrenado de los que más tienen y todo lo quieren, en detrimento de los que poco pueden y casi nada
consiguen.

Afirma Guilles Lipovetsky en "El crepúsculo del deber" que la civilización del bienestar consumista ha sido al
gran enterradora histórica de la ideología gloriosa del deber. La felicidad predomina sobre el mandato moral, los
placeres sobre la prohibición. A través de la publicidad , el crédito, la inflación de los objetos y los ocios. Se ha
edificado una nueva civilización que ya no se dedica a vencer el deseo sino a exacerbarlo y disculpabilizarlo: los
goces del presente, el templo del yo, del cuerpo y de la comodidad se han convertido en la nueva Jerusalén de
los tiempos postmoralistas . Huelgan nuestros comentarios ante una postal tan nítida.

Se pretende que una sociedad hedonista y de consumo masivo sea a la vez ordenada, una suerte de neo
individualismo eticista. Por cierto lo vemos como un desafío , muy cercano a la quimera, sobre todo si se olvidan
a las masas de excluidos que crecen a ritmo exponencial.

Los cambios en el derecho penal : El profesor Alemán Ulrich Beck define a la sociedad actual como un sociedad
de riesgos globales. Ya se habla de un derecho penal de riesgo con profunda raíz preventista. Aparecen nuevos
riesgos de dimensión planetaria. los grupos humano se sienten cada vez más amenazados y demandan
seguridad constantemente, se incorporan tecnologías de prevención: cámaras, sensores, lectores laser
,dispositivos inteligentes, animales de guardia, etc. ,nada parece suficiente en una sociedad panóptica con
pulsiones paranoicas. Tal demanda de seguridad se enfoca directamente al derecho penal y lo cataloga a
menudo de ineficiente, en consecuencia se indexan sus normas , se elastizan los tipos legales y en dicha
ampliación de la criminalización ,se pierde el eje de los principios garantistas propios del derecho penal de un
Estado democrático .

Los cambios en el proceso penal: El modelo de mercado a escala planetaria , también hace sentir sus
influencias en el proceso penal. Los criterios de globalización económica se transmutan en criterios eficientistas
que se expanden al proceso penal en la búsqueda de menores costos judiciales y de economía en la ejecución
de la pena. Solo se procura que lleguen a juicio los casos más impactantes desde el punto de vista del poder
(según la Secretaria de Justicia de EEUU solo el 5 % de los casos llega ante el gran jurado) , especialmente en
la búsqueda de los menores costos económicos del poder judicial , el Estado procura impulsar los casos que
puede ganar o le pueden dar rédito ante la opinión pública. Se impone un modelo de justicia acusatoria , que
propiciamos por cierto, pero en la que -no podemos soslayar- se negocian las salidas del conflicto entre partes
que muchas veces no están en igualdad de armas, lo propio ocurre con las responsabilidades, los informantes o
delatores premiados con la impunidad. Todo se negocia como en el mundo del mercado globalizado, por lo cual
a penas mayores , mayor posibilidad para el Estado de posicionarse a la hora de regatear penas. El resultado: la
superpoblación carcelaria , presos sin condena que como Penélope tejen y destejen esperando el juicio o ceden
a la negociación para evitar los lapsos de encerramiento en estado de incertidumbre.
A escala global se observa que en las sociedades de consumo se tiende a ampliar la criminalización y a utilizar
el derecho procesal como un cepo en el que quedan presos los más débiles , los estigmatizados, los excluidos
del circuito consumo, los diferentes, pero al que nunca llegan los poderosos ,quienes en realidad provocan los
mayores daños sociales ,especialmente mediante la criminalidad económica ,condenando a millones de
personas a la pobreza y la exclusión. El egoísmo sin límites de los que más pueden ,proyecta su cono de
sombras sobre todo un sistema de enjuiciamiento penal diseñado a su conveniencia.

Conclusión: Impera actualmente en el mundo una nueva ética de corte hedonista, insensible , profundamente
individualista , en la que el trabajo humano escasea y el que subsiste se encuentra degradado. El consumismo
mantiene a los sujetos mucho tiempo frente a los ordenadores , y sus paseos remiten a menudo a grandes
centros comerciales . Se necesita tener al consumidor la mayor parte del tiempo conectado a la red,
bombardearlo con corre CRIMINOLOGÍA Y CAMBIO SOCIAL :El Delito en la sociedad de consumo.

El devenir constante nos indica que la sociedad se encuentra frente a una segunda modernidad postindustrial
,siendo denominada por algunos pensadores como la sociedad del riesgo, que presenta como sus
características más salientes y dominantes, el paso del mundo de la producción hacia una sociedad en la que
impera el consumo . En aquella sociedad de producción de incipiente tecnología con cadenas de montajes y
ensambles de corte fordista, el modelo de la fábrica disciplinaba todo lo social, en capilaridad y extensión
penetrando en todas las capas, de tal manera que el control fabril se extendía hacia todo lo largo y lo ancho del
tejido social , por ello decía con razón Máximo Pavarini en su "Control y Dominación" que fuera de los límites de
la fábrica ,el obrero no puede ser dejado solo a sí mismo sino que debe ser seguido y controlado en su barrio,
allí donde vive, y con mayor razón debe decirse esto respecto de quien está excluido del proceso productivo,
que es siempre potencial atentador del orden social.

El Estado de Bienestar :Esta filosofía del control originada en los años veinte en los EE UU para salir de la crisis
económica - y que de manera tan superlativa grafica el Profesor y criminólogo colombiano Jesús Antonio
Muñoz- se basaba en el Estado de Bienestar , y se implementó a través de los mecanismos de asistencia. Toda
una red de servicios controlada de cerca por la Policía. Así mientras los sujetos integrados al ciclo productivo
eran vigilados por los mecanismos primarios de control social: Escuela , familia, organización del tiempo libre
fuera de la fábrica, con una política de altos ingresos y generación del consumo; como contracara, para los
marginados sociales se implementó una política de control social basada en el asistencialismo traducido en el
otorgamiento de subsidios, seguros de desempleo, servicios sociales, etc. Este fue el camino que eligieron
seguir los demás países del mundo occidental desarrollado.

Lo cierto es que en aquella sociedad industrializada ,en relación a los individuos criminalizados comenzaron a
ponerse de moda las medidas sustitutivas de la prisión en detrimento de los lugares de encierro como
mecanismo de control social de las personas marginalizadas por el aparato productivo. En el caso de la cárcel
,se implementaron las excarcelaciones ,la libertad bajo palabra, los periodos de prueba bajo la supervisión de un
servicio social, la suspensión condicional de la condena , etc.

Respecto de las internaciones psiquiátricas ,se comenzaron a otorgar libertades ambulatorias la utilización de
sedantes o chalecos farmacológicos como sustitutivos del manicomio tradicional. Se pretendía un control social
total, con el sujeto controlado allá donde se desplace, en donde viva, la cárcel y los manicomios abrieron sus
puertas y liberaron sujetos que serían controlados en todo el territorio mediante la asistencia social y la policía.

Con dicho sistema de control social se pretendía solucionar el problema económico de la superproducción, ya
que se producían mercaderías a bajo costo por la incorporación de la tecnología, pero que sin embargo no
encontraban mercados. Con los dineros de la asistencia se pretendía elevar la capacidad de consumo.
Pero la finalidad esencial del sistema era desmontar una bomba de tiempo: la gran mayoría de personas
marginadas del ciclo productivo, que descontentas generaban malestar, crimen, desorden y permanentes
reclamos de justicia social.

Obviamente, los dineros para la asistencia social provenían de gravar el ciclo productivo, a través de tasas
impuestos y contribuciones .Se ideaba de tal manera un mecanismo para redistribuir la riqueza y procurar la paz
social.

Otro matiz de este fenómeno, fue que con la pérdida de vigencia de los lugares de encerramiento, las grandes
ciudades del mundo industrializado privilegiaron la segregación territorial. Se formaron múltiples guetos vigilados
por cordones policiales. El ejemplo más paradigmático fue el apartheid en Sudáfrica, pero también es válido
recordar que en EE UU se separó a los blancos de los negros en las escuelas ,transportes , espectáculos, etc.,
además de los barrios, ( Brooklyn, Bronx, etc.). El propio Martin Luther King en legítima y sentida reacción ,llegó
a decir "no soy un negro, soy un hombre". Murió asesinado poco después.

El cambio de paradigma: La sociedad de consumo.

A Este modelo de contención ciudadana perduró de manera generalizada en todo el mundo occidental
industrializado hasta la década del 70 , en que la aparición de la crisis fiscal se tradujo en el desmonte de la
maquinaria asistencial y la deslegitimación creciente del estado de Bienestar, como correlato lógico de las
masas de marginados que de manera exponencial generaba el sistema. Ese enorme Gigante con pies de barro,
productor de burocracia y devorador de los dineros públicos llevó al estado a los límites de su propia bancarrota.

Se imponía un nuevo paradigma y los dineros de la asistencia social, fueron redireccionados para reforzar a la
Policía, que vigilaba los grandes guetos de excluidos de las inmensas urbes, acordonándolos ,estigmatizándolos
geográficamente.

Este brevísimo esbozo que ensayamos ,intenta explicar cómo pasamos a convertirnos en una sociedad de
consumo, como correlato del postfordismo o crisis de la forma de producción con base en la cadena de montaje
y la introducción de la producción flexible a gusto de las exigencias del cliente ,amo y señor del consumo.

En este nuevo ciclo, el consumidor a través de las técnicas de comunicación ,fundamentalmente las
computadoras, comienza a direccionar y dominar una nueva forma de control. Atrás queda para siempre el
modelo taylorista-fordista de la separación de tareas y planificación de la producción, la organización piramidal,
la especialización y la separación del pensamiento y la acción. Las ultra modernísimas tecnologías informáticas
dan paso a la producción flexible, que permite la adaptación constante y continua a los cambios de la demanda.

En este horizonte en que predomina el consumo se torna inevitable el cambio social, ya no son necesarios los
ejércitos de trabajadores, en cambio ,se necesita comprometer a todos los integrantes del tejido social como
consumidores. Zigmunt Bauman en "Globalización. Consecuencias humanas", refiere que la formación que
brinda la sociedad contemporánea a sus miembros está dictada ,ante todo ,por el deber de cumplir la función de
consumidor.

Pero en esta sociedad de consumo dominante, también se producen cambios que afectan de lleno sobre los
sistemas punitivos, los cambios en la moral del trabajo provocan cambios en los discursos sobre la finalidad de
la pena o castigo . También las normas penales y procesales penales son objeto de continuos cambios, porque
cambian los bienes que se pretenden tutelar y también las modalidades delictivas ,cada vez más refinadas y
sofisticadas.
Las nanotecnologías, la microelectrónica, las telecomunicaciones, la globalización como base del modelo
neoliberal o de libre mercado, nos han llevado a una profundísima crisis del trabajo , que arroja millones de
personas desocupadas o paradas en todo el planeta. Las tecnologías digitales permiten producir más con
escasísimo empleo de mano de obra, en un mundo con una creciente densidad demográfica. Algunos autores
hablan de la sociedad del 80-20 % ,es decir un 80% de desocupados y un 20 % con empleo. Inevitablemente
esta era del auge digital terminará por acabar con el trabajo humano masivo.

Esta nueva postmodernidad ha dado lugar a la aparición de una degradada moral de corte narcisista, hedonista,
insensible y profundamente egoísta. Circulando por fuera de los dogmas religiosos la nueva modernidad elude a
Dios, se libera del temor de las sanciones morales ,exaltando los derechos subjetivos, el ser humano en la
búsqueda epicúrea de la felicidad terrenal , los placeres ,la consecución de las metas económicas sin ningún
tipo de límite , es decir, una ética universalista laica que enfrenta a Dios , con una carga de profundo egoísmo
desenfrenado de los que más tienen y todo lo quieren, en detrimento de los que poco pueden y casi nada
consiguen.

Afirma Guilles Lipovetsky en "El crepúsculo del deber" que la civilización del bienestar consumista ha sido al
gran enterradora histórica de la ideología gloriosa del deber. La felicidad predomina sobre el mandato moral, los
placeres sobre la prohibición. A través de la publicidad , el crédito, la inflación de los objetos y los ocios. Se ha
edificado una nueva civilización que ya no se dedica a vencer el deseo sino a exacerbarlo y disculpabilizarlo: los
goces del presente, el templo del yo, del cuerpo y de la comodidad se han convertido en la nueva Jerusalén de
los tiempos postmoralistas . Huelgan nuestros comentarios ante una postal tan nítida.

Se pretende que una sociedad hedonista y de consumo masivo sea a la vez ordenada, una suerte de
neoindividualismo eticista. Por cierto lo vemos como un desafío , muy cercano a la quimera, sobre todo si se
olvidan a las masas de excluidos que crecen a ritmo exponencial.

Los cambios en el derecho penal : El profesor Alemán Ulrich Beck define a la sociedad actual como un sociedad
de riesgos globales. Ya se habla de un derecho penal de riesgo con profunda raíz preventista. Aparecen nuevos
riesgos de dimensión planetaria. los grupos humano se sienten cada vez más amenazados y demandan
seguridad constantemente, se incorporan tecnologías de prevención: cámaras, sensores, lectores laser
,dispositivos inteligentes, animales de guardia, etc. ,nada parece suficiente en una sociedad panóptica con
pulsiones paranoicas. Tal demanda de seguridad se enfoca directamente al derecho penal y lo cataloga a
menudo de ineficiente, en consecuencia se indexan sus normas , se elastizan los tipos legales y en dicha
ampliación de la criminalización ,se pierde el eje de los principios garantistas propios del derecho penal de un
Estado democrático .

Los cambios en el proceso penal: El modelo de mercado a escala planetaria , también hace sentir sus
influencias en el proceso penal. Los criterios de globalización económica se transmutan en criterios eficientistas
que se expanden al proceso penal en la búsqueda de menores costos judiciales y de economía en la ejecución
de la pena. Solo se procura que lleguen a juicio los casos más impactantes desde el punto de vista del poder
(según la Secretaria de Justicia de EEUU solo el 5 % de los casos llega ante el gran jurado) , especialmente en
la búsqueda de los menores costos económicos del poder judicial , el Estado procura impulsar los casos que
puede ganar o le pueden dar rédito ante la opinión pública. Se impone un modelo de justicia acusatoria , que
propiciamos por cierto, pero en la que -no podemos soslayar- se negocian las salidas del conflicto entre partes
que muchas veces no están en igualdad de armas, lo propio ocurre con las responsabilidades, los informantes o
delatores premiados con la impunidad. Todo se negocia como en el mundo del mercado globalizado, por lo cual
a penas mayores , mayor posibilidad para el Estado de posicionarse a la hora de regatear penas. El resultado: la
superpoblación carcelaria , presos sin condena que como Penélope tejen y destejen esperando el juicio o ceden
a la negociación para evitar los lapsos de encerramiento en estado de incertidumbre.

A escala global se observa que en las sociedades de consumo se tiende a ampliar la criminalización y a utilizar
el derecho procesal como un cepo en el que quedan presos los más débiles , los estigmatizados, los excluidos
del circuito consumo, los diferentes, pero al que nunca llegan los poderosos ,quienes en realidad provocan los
mayores daños sociales ,especialmente mediante la criminalidad económica ,condenando a millones de
personas a la pobreza y la exclusión. El egoísmo sin límites de los que más pueden ,proyecta su cono de
sombras sobre todo un sistema de enjuiciamiento penal diseñado a su conveniencia.

Conclusión: Impera actualmente en el mundo una nueva ética de corte hedonista, insensible , profundamente
individualista , en la que el trabajo humano escasea y el que subsiste se encuentra degradado. El consumismo
mantiene a los sujetos mucho tiempo frente a los ordenadores , y sus paseos remiten a menudo a grandes
centros comerciales . Se necesita tener al consumidor la mayor parte del tiempo conectado a la red,
bombardearlo con correro basura e imágenes abstractas. En ese contexto , las cárceles y manicomios imponen
restricciones a las comunicaciones -solo la telefonía perfora el vallado- y esa disciplina es contraria a las
exigencias del consumo. En consecuencia las instituciones panópticas no sirven para disciplinar al consumidor
,siendo la libertad de elección de las opciones lo esencial del consumo. Es por ello que las sociedades
postmodernas que necesitan crear permanentemente consumidores , se inclinan por otras formas de control
diferentes al encierro carcelario o manicomial, por ello cobra auge el fenómeno de la vigilancia electrónica. Se
amplía el ámbito de control social con menores costos que los de las cárceles. Se requieren menos guardias y
se logra que el sujeto participe sin límites del consumo , solo requiere de un ordenador para estar conectado a
las redes y poder comprar . Se logra el control de personas por medios de la microelectrónica como nueva
forma de acumulación de capital . No podemos desconocer que las dinámicas relaciones sociales propias de la
postmodernidad van transformado los sistemas penales en todo el globo.

En diversos países centrales ya se aplica y en otros se ensaya la privatización carcelaria de los que no pueden
participar del consumo. El problema reside en que en el actual mundo globalizado ,la población que no tiene
capacidad de consumo es cada vez mayor, por ello no desaparecen las cárceles que habitan los que menos
pueden en términos de consumo. Ello evidencia una vez más la política de criminalización de la miseria , con
sus soportes en la tolerancia cero, generando un sistema penal expansivo y una descomunal población
carcelaria.

Por ello resulta lógico que aparecieran dentro del modelo neoliberal, empresas privadas en búsqueda de lucro
dando solución a la escasez de cupos carcelarios ofreciendo menores costos de los servicios de prisiones ,
imponiendo su lógica de mercado ,dando nacimiento a la privatización de cárceles en los países más avanzados
e influidos por dicha globalización neoliberal que apuntamos.

Pero en el horizontes de las sociedades de consumo ,ya se vislumbra claramente el cambio de discurso acerca
del fin de la sanción penal. Se visualiza como se acerca velozmente el fin del modelo resocializador , el
florecimiento de las penas talionales, y de las teorías de la prevención general positiva .El auge de las corrientes
del proporcionalismo de la pena como versión moderna de la retribución como medida del delito. Resulta
esclarecedor para el modelo postmoderno el caso de las drogas, en que se penaliza más la producción que el
consumo ,que genera un movimiento de divisas a escala internacional verdaderamente voluminoso.

No proponemos volver al pasado ni prescindir de las tecnologías de comunicación , pero denunciamos que el
egoísmo humano a escala global ,basado en el libre juego del mercado , la competencia, la privatización, el
desmonte del estado, y el trabajo precario, siempre apuntan a la criminalización de la miseria , la cual no es
sostenible por la contradicción gigantesca entre una producción que genera poca utilización de trabajo humano
y un pretendido consumo generalizado. El desafío sería un nuevo orden a escala global, basado en la
solidaridad y en la integración, fomentando una sociedad en la que imperen la premiación del esfuerzo y los
valores , el cuidado de los ecosistemas como valor fundamental ; en la cual el delito pueda ser disuadido con
una nueva ética opuesta al hedonismo , el individualismo , la búsqueda desenfrenada de placeres .

o basura e imágenes abstractas. En ese contexto , las cárceles y manicomios imponen restricciones a las
comunicaciones -solo la telefonía perfora el vallado- y esa disciplina es contraria a las exigencias del consumo.
En consecuencia las instituciones panópticas no sirven para disciplinar al consumidor ,siendo la libertad de
elección de las opciones lo esencial del consumo. Es por ello que las sociedades postmodernas que necesitan
crear permanentemente consumidores , se inclinan por otras formas de control diferentes al encierro carcelario o
manicomial, por ello cobra auge el fenómeno de la vigilancia electrónica. Se amplía el ámbito de control social
con menores costos que los de las cárceles. Se requieren menos guardias y se logra que el sujeto participe sin
límites del consumo , solo requiere de un ordenador para estar conectado a las redes y poder comprar . Se logra
el control de personas por medios de la microelectrónica como nueva forma de acumulación de capital . No
podemos desconocer que las dinámicas relaciones sociales propias de la postmodernidad van transformado los
sistemas penales en todo el globo.

En diversos países centrales ya se aplica y en otros se ensaya la privatización carcelaria de los que no pueden
participar del consumo. El problema reside en que en el actual mundo globalizado ,la población que no tiene
capacidad de consumo es cada vez mayor, por ello no desaparecen las cárceles que habitan los que menos
pueden en términos de consumo. Ello evidencia una vez más la política de criminalización de la miseria , con
sus soportes en la tolerancia cero, generando un sistema penal expansivo y una descomunal población
carcelaria.

Por ello resulta lógico que aparecieran dentro del modelo neoliberal, empresas privadas en búsqueda de lucro
dando solución a la escasez de cupos carcelarios ofreciendo menores costos de los servicios de prisiones ,
imponiendo su lógica de mercado ,dando nacimiento a la privatización de cárceles en los países más avanzados
e influidos por dicha globalización neoliberal que apuntamos.

Pero en el horizontes de las sociedades de consumo ,ya se vislumbra claramente el cambio de discurso acerca
del fin de la sanción penal. Se visualiza como se acerca velozmente el fin del modelo resocializador , el
florecimiento de las penas talionales, y de las teorías de la prevención general positiva .El auge de las corrientes
del proporcionalismo de la pena como versión moderna de la retribución como medida del delito. Resulta
esclarecedor para el modelo postmoderno el caso de las drogas, en que se penaliza más la producción que el
consumo ,que genera un movimiento de divisas a escala internacional verdaderamente voluminoso.

No proponemos volver al pasado ni prescindir de las tecnologías de comunicación , pero denunciamos que el
egoísmo humano a escala global ,basado en el libre juego del mercado , la competencia, la privatización, el
desmonte del estado, y el trabajo precario, siempre apuntan a la criminalización de la miseria , la cual no es
sostenible por la contradicción gigantesca entre una producción que genera poca utilización de trabajo humano
y un pretendido consumo generalizado. El desafío sería un nuevo orden a escala global, basado en la
solidaridad y en la integración, fomentando una sociedad en la que imperen la premiación del esfuerzo y los
valores , el cuidado de los ecosistemas como valor fundamental ; en la cual el delito pueda ser disuadido con
una nueva ética opuesta al hedonismo , el individualismo , la búsqueda desenfrenada de placeres .

http://drterronderechoprocesalpenal.blogspot.com/

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