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a través de las redes sociales y de los medios de comunicación son
sofisticados, pero no por ello dan menos resultados, todo lo contrario.
La autonomía individual y los derechos democráticos y el
empoderamiento individual no pueden ser destruidos, por los intereses
económicos de las grandes empresas digitales, que son más poderosas
que algunos países.
La digitalización o la Inteligencia Artificial deben obedecer leyes y
normas que respeten principios éticos básicos. La labor de los gobiernos
de los países es que los procesos digitales favorezcan la igualdad
económica y social en todos los casos y no sean causa de discriminación
de una parte muy considerable de la población. No se trata de prescindir
de los extraordinarios avances tecnológicos. Se debe utilizarlos en
beneficio de la humanidad, ya que el interés general y el bien común son
uno de los objetivos principales de su uso masivo.
Frente a la atomización social y la injusticia, causada por el capitalismo
de la vigilancia, es preciso cambiar el enfoque radicalmente reafirmando
los derechos democráticos individuales. El derecho a la privacidad es
sagrado y no se está respetando en muchos casos y situaciones y no es
suficiente compensar este atropello, con indemnizaciones económicas
multimillonarias. Es necesario que los gobiernos establezcan
limitaciones, controles y líneas rojas cueste lo que cueste, para que las
empresas tecnológicas cumplan las normas, sin excepciones ni tratos de
favor. Están en juego unos modelos de vida libres y democráticos.
La manipulación de la mente y la conducta de las personas para ganar
más dinero, a través de los entornos digitales es éticamente inadmisible
y legalmente también. El derecho a la protección de datos es la punta del
iceberg de lo que resta por hacer. No se puede permitir que los
movimientos de los ciudadanos estén siendo vigilados continuamente,
por sofisticados sistemas de rastreo o a través de satélites y cámaras.
Tampoco está bien que las llamadas telefónicas puedan ser espiadas, sin
ninguna justificación o autorización judicial.
En definitiva, ya somos la sociedad del Gran Hermano,
desgraciadamente, pero todavía existe la posibilidad de transformar este
tipo de sociedad digital, que controla excesivamente a las personas y
quiere manipularlas para lograr más beneficios económicos.