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GLOBALIZACION Y ADOLESCENCIA

Sabemos que la globalización es un proceso económico, político, social,


cultural y tecnológico a gran escala, caracterizado por la creciente
comunicación e interdependencia entre distintos países del mundo unificando
sus mercados, sus sociedades y sus culturas. Es considerada como un
proceso dinámico producido esencialmente por los territorios que han abierto
sus puertas a la revolución informática, cobrando fundamental importancia el
rol de las empresas transnacionales y la libre circulación de capitales, junto con
la definitiva implantación de la sociedad del hiperconsumo. Aunque debe
señalarse que, la globalización actual en curso, incluye sólo al quince por
ciento (15%) de la población mundial, dejando al resto del planeta por fuera de
este nuevo orden internacional cuya hegemonía ejercen claramente los
Estados Unidos de América. Para ellos, quienes cuestionan este modelo
neoliberal son considerados como verdaderos globalifóbicos.

La pregunta que aquí nos formulamos es cómo incide en nuestros jóvenes del
siglo XXI esta concepción de Aldea Global, donde todo parece escurrirse
velozmente y donde supuestas fuerzas anónimas se encuentran operando en
una vasta tierra de nadie. Hoy vivimos bajo la mano invisible de los mercados y
el poder planetario está concentrado en un número de voluntades cada vez
menor. Según el filósofo francés Gilles Lipovetsky, la sociedad del
hiperconsumo es la tercera etapa histórica del capitalismo, caracterizada por la
globalización de los mercados y la desregulación financiera, por el papel
creciente de las firmas multinacionales, por la revolución de las técnicas de la
información, por la preeminencia de un marketing global, por el desarrollo de
las megamarcas o hipermarcas, por el florecimiento de una producción a
medida de las masas, que ha cedido su paso a la lógica de la multiplicación de
la variedad y de una obligada renovación perpetua.

Además de impulsar a los adolescentes al hiperconsumo, para este sistema es


fundamental mantenerlos consumiendo. Gracias a la nueva porosidad de las
economías presuntamente nacionales, los mercados financieros globales
imponen sus leyes sobre el planeta y lo relevante para ellos es construir un
modelo de consumidor-mundo. La motivación del megaconsumo se convierte,
entonces, en un dispositivo clave, cual es introducir en la consciencia —y
también en el inconsciente— de los pibes la idea del superconsumo. Algo así
como consumir para la Humanidad, convertirlos en sujetos del consumo para
los objetos del consumo. Los emprendimientos transnacionales articulan
ideológicamente el proceso de organización simbólica de esta nueva economía
mundial; y todo esto se hace de modo fluido, muy rápidamente. Por supuesto
que, estas macroeconomías de gran velocidad no hacen otra cosa que dejar
fuera de carrera a nuestros niños y jóvenes.

La era de la globalización se caracteriza por las formas intangibles y hoy se


vive en una selva artificial, en la selva fabricada. Y obviamente, una
herramienta esencial para el logro de la aludida fabricación es la publicidad. Su
lógica procura incidir directamente tanto en los deseos como en las
transgresiones de los adolescentes, controlando y modificando sus códigos
sociales de acuerdo a las conveniencias del mercado. Rige, además, el
carácter efímero de las modas y de los gustos, pues la propaganda misma es
una industria en sí. Es más, cualquier ataque contra el marketing es
considerado como una agresión contra el capitalismo. La publicidad va siempre
a la caza de nuevos productos. Para ello se estudian profundamente los
comportamientos de los jóvenes y sus razones para consumir, e incluso se
trasladan los productos y las marcas a sus juveniles figuras.

La juventud es introducida casi por la fuerza en la estratósfera de las


supermarcas, mediante la aceptación acrítica de normas y valores impuestos
por el dios mercado. Los medios concentrados de comunicación masiva
ayudan —y mucho— al articular ideológicamente qué deben pensar, sentir y
hacer nuestros adolescentes. Y esos grandes monopolios implican también
ausencia de alternativas, pues todo va en procura de que la identidad de la
juventud camine al lado de la identidad de las marcas. Si las empresas
transnacionales tienen alma, desde ya sus marcas pueden generar
sentimientos. Esa es la idea: colocar a la cultura en un segundo plano y hacer
que la marca sea la estrella, donde nuestros chicos se estrellen. Tal vez el
límite extremo de las hipermarcas sea inscribirlas en la carne humana: a modo
de ejemplo, vale comentar que las salas de tatuajes de los Estados Unidos
informan que el logo de Nike es el que más piden sus jóvenes clientes.
Resulta llamativo que esta cultura posmoderna incita a los chicos directamente
a comprar, aun cuando todavía el producto no haya salido a la venta. Se
producen infinidad de artículos para que no duren y hoy rige el concepto de la
obsolescencia planificada. La actual mega economía intenta convertirse en una
pasión que se autodestruye por su propia rapidez e intensidad. Ninguna duda
cabe que, cuando los adolescentes actúan como consumidores de la
hipermodernidad, dejan de pensar por sí mismos acorde con las condiciones
de exceso y de exuberancia estimuladas por vía de la propaganda. A poco de
adquirir cualquier producto, ya se pierde el interés por él. Todo lo contrario a
aquellas sabias palabras de Sócrates quien, al ver algunos objetos de lujo
expuestos para la venta en una de las tiendas de su época, irónicamente dijo:
“¡Cuantas cosas hay aquí que yo no necesito!” Al final de la vida no nos
preguntarán qué tenemos, sino simplemente quiénes somos.

Las megamarcas antes referidas no son meros productos, sino buscan ser un
estilo de vida dirigido al consumidor masivo.

El Nuevo Orden Mundial se parece más a un nuevo desorden planetario,


donde las riquezas son globales y la miseria es local. Y ello incide de lleno en
la vida laboral de los jóvenes, quienes a través del software y el NetWare son
reemplazados y desplazados de los actuales mercados abstractos de bienes y
servicios en una economía virtual en red. Son relativamente pocos los llamados
a consumir mundo, mientras aumentan considerablemente los consumidos por
el mundo. El trabajo esclavo en las grandes firmas está a la orden de día en
pleno siglo XXI; y se ha ampliado sensiblemente la brecha entre ricos y pobres,
entre incluidos y excluidos.

Por supuesto que, en estos tiempos que corren, también nos encontramos con
muchos jóvenes verdaderamente comprometidos con la comunidad a través de
diversos proyectos políticos, sociales y culturales. Adolescentes participando
intensamente en temáticas tales como: derechos humanos, trabajo y
producción, educación, medios y comunicación, integración regional, cuidado
del medio ambiente, entre otras.

Con la globalización, en la civilización contemporánea, se ha generado una


sociedad tendiente a la adicción, en donde lo que se consume debe llegar
hasta el exceso de la máxima satisfacción, y no regresar. Se impone la ley del
“safisfacere”, en donde un pretensioso “demasiado hacer” es acto logrado en el
“hacer en demasía” que atrapa. Su consecuencia está a la vista: “no tengo
tiempo” es la frase de letal elegancia con la cual nos pronunciamos al respecto
de lo que llamamos “nuestra vida” que se perpetúa adolescentemente. Frente a
la globalización somos adolescentes.

hablamos de la desinstitucionalización que es el debilitamiento de las normas


codificadas y protegidas por mecanismos legales, las conductas regidas por las
instituciones, en las cuales la sociedad en este caso "la familia" que es el pilar
que el adolescente tiene para la formación de su personalidad, ya que existen
diferentes familias en la actualidad compuestas por homosexuales,
recompuestas, mono parentales, etc., las relaciones sexuales de los adultos
perjudicarán porque afrontarán la ruptura de la familia, nuevas formas de
relaciones familiares con los nuevos miembros de la familia padre o madres y
compañeros de convivencia(hermanos).

La desinstitucionalización también afecta en el ámbito educativo por el


debilitamiento del rol clásico del maestro como transmisor de conocimientos y
de normas sociales, donde la relación maestro-alumno ocupa un lugar central
siendo fuerte en la primaria pero desapareciendo en la secundaria.

Por otro lado los medios masivos la tv y el Internet influyen en la manera de


pensar y actuar de las personas, logra modificar la forma en que el ser humano
conoce y comprende la realidad que le rodea. Y en los jóvenes llegan hasta
imitar los modelos presentados por la Tv y esto limitaría nuestra libertad, el
mayor riesgo lo corren los niños y los ignorantes que por falta de experiencia
no han adoptado una postura personal definida ante los problemas claves de la
existencia siendo fácilmente influenciables por los programas de Tv.

El adolescente viven una confrontación de dos mundos encontrados en su vida


cotidiana cruzada por los amigos, los medios, la familia y la escuela, por tanto
es necesario que los profesores empiecen a reflexionar y comprenderlos con
todas sus necesidades e intereses considerando la diversidad cultural e
información que cada uno de ellos tiene y a través del cual se comunican.
Optando por un método de enseñanza que se base en un conjunto de valores y
creencias democráticas que busque y fomente el pluralismos cultural dentro de
los salones de clases que propicie a su enriquecimiento, partiendo del
reconocimiento y respeto a la diversidad, a través del intercambio y dialogo en
una sociedad democrática basada en la igualdad, tolerancia y la solidaridad,
será una alternativa viable en la que los adolescentes puedan cubrir sus
necesidades vitales de reconocimiento individual y social.

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